SETENTA VECES SIETE

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perdonarnos a nosotros mismos

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diane vino a nuestra comunidad hace muchos años. era una de esas

personas que anhelan encontrar la paz y librarse de experiencias que las atormentan. aunque había predominado la adversidad en su peregri­ naje, encontró satisfacción en vivir por otros – sobre todo los enfermos, los ancianos y los moribundos. Soltera, de 22 años, no me dio vergüenza estar encinta. al fin y al cabo, era “mi” vida, y mis amistades no me juzgaban. Él era un amigo de muchos años. después de una fiesta y de mucha bebida, en una noche estrellada de verano, nuestra amistad se había convertido en pasión en el patio de la casa de mis padres. el padre de mi criatura me ayudó a salir de mis “dificultades”. me llevó a una clínica de abortos en nueva york. Pagó la mitad del costo y nunca volvimos a hablar del asunto; había sido “nada más que una intervención”. Pero ciertos detalles, como la botella transparente de succión, me ator­ mentan todavía, casi treinta años más tarde. al único amigo que puso en duda la moralidad de lo que yo había hecho, le contesté con una frase descarada: “dios no habría querido que yo trajera un niño a esta situación.” usé a dios para justificar mis deseos… mis padres eran profesionales de la clase media adinerada, “buenos” cristianos, pero yo no compartía sus valores. anhelaba tener relaciones libres y genuinas, deseaba la paz (¡Vietnam!), la honradez en toda la línea (¡Watergate!), y mi búsqueda me llevó a rebelarme contra la opulencia y la vida aburguesada de mis padres. yo andaba en búsqueda de la paz y del amor que prometía la vida hippy, las drogas, la bebida y el sexo. Buscaba una vida de igualdad en la que todos comparten todo. Vivía en una comuna en el campo, practicaba el yoga y comía arroz sin procesar y verduras, cuando un día oí una suave voz interna. en una exposición de libros me encontré con dos personas humildes y amables que emanaban un espíritu totalmente desconocido. Venían del Bruderhof, y cuando dije a la ligera: “Quisiera comprar uno de sus libros, pero tengo un dólar no más”, ellos gustosamente lo aceptaron. ese dólar cambió mi vida. el libro no sólo me desafiaba en todos los aspectos de mi vida, sino que me dio respuestas positivas en mi búsqueda de libertad,

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