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Los mineros de Guanajuato y su Virgen Dolorosa, origen y razón de ser de una tradición Marisa Andrade Pérez Vela

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Carlos Ulises Mata

Carlos Ulises Mata

Como un cuento, de esos que aparecen en las páginas amarillentas de un viejo libro, cada año se escribe en ellas una nueva historia, que es el relato de una tradición, escrita con amor, con dolor, con esperanza, que se vive en una pequeña y bella ciudad enclavada entre las montañas, hechas de roca y de plata, a cuyo seno abismal, donde reinan el silencio y la más profunda oscuridad, descienden, desde hace más de 400 años, unos hombres de espíritu indomable: los mineros de Guanajuato.

Ellos, conocedores de todos los peligros que los acechan en la profundidad de la tierra, donde al principio, con la fuerza de sus manos, a cincel y martillo e iluminados solo por la pálida luz de unas velas, arrancaron a la montaña sus rocas para extraer el argentífero mineral, desde aquel entonces y hasta hoy, antes de adentrarse en sus entrañas por los estrechos y largos tiros de las minas y en algunos lugares esparcidos entre los innumerables túneles al interior, se detienen un momento, con respeto y devoción frente a los improvisados altares repletos de imágenes religiosas donde entre la Virgen de Guanajuato (su Patrona), el Señor de Villaseca, el Sagrado Corazón, San Judas Tadeo, se encuentra la sencilla, pero siempre bella y conmovedora imagen de una Dolorosa, a quien los mineros piden protección para llevar a cabo su jornada de trabajo con bien y poder regresar a casa, sanos y salvos, para reunirse con sus seres amados, quienes al igual que la Virgen, sienten todo el tiempo en sus pechos un dolor muy parecido a aquel que provocó la espada que atravesó su corazón, pues es profunda la angustia que se siente cada día cuando el padre, el hijo, el novio, el esposo, el amigo, se encuentran ahí dentro, a cientos de metros bajo

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tierra, donde en cualquier instante algo terrible puede sucederles y llevarse consigo no solo su salud, sino sus vidas. Esta conexión de sentimientos tan especial, que hace sentir a la Virgen de los Dolores tan humana y cercana a los mineros y sus familias, así como a todos los que nacimos y vivimos en Guanajuato, es lo que mueve nuestras almas para agradecerle y acompañarla en su pesar por la pasión y muerte de Jesús, su hijo amado, cada Viernes previo a la Semana Mayor, en las capillas consagradas a ella, como la ubicada en el Santuario del Señor de Villaseca en el Mineral de Cata y en los altares levantados en su nombre en cada hogar de la ciudad, así como en las minas, que fueron los lugares donde nació esta hermosa devoción y tradición, que hoy da identidad a los guanajuateños.

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