El arte del engaño - Las relaciones entre los militares y la prensa

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Fernando Rospigliosi

Más tarde, el mismo 31 de agosto, media docena de miembros de las SS vestidos de civil, comandados por el mayor Alfred Naujocks, llevaron al prisionero restante al cercano pueblo de Gleiwitz, tomaron la radio local y transmitieron en polaco una proclama diciendo que Polonia invadía a Alemania. Luego simularon una refriega, una suerte de radionovela, con disparos y gritos que se transmitían por la radio, y asesinaron al prisionero restante que era, supuestamente, el que había lanzado la arenga en polaco. Las autoridades nazis llevaron al bosque, donde estaban los supuestos invasores polacos muertos, “a periodistas extranjeros y otros testigos para que vieran las evidencias de los cadáveres”. 77 La madrugada del día siguiente, 1 de setiembre, las divisiones panzer alemanas invadieron Polonia. A las 10 de la mañana, Adolfo Hitler pronunció un discurso ante el Reichstag justificando la guerra por la “agresión polaca” en Gleiwitz. Un caso típico de provocación, según Jaquard, definida ésta como “la acción de incitar a alguien a cometer un error o una infracción” y como “un arma para achacar al adversario la responsabilidad del desencadenamiento de las hostilidades ante la opinión pública”. 78 El incidente de Gleiwitz, según Jaquard, tenía como objetivo usar el “pretexto de este atentado, falsamente atribuido a los polacos”, para justificar el ataque alemán a Polonia, que así “no parecía un acto agresivo sino una operación de castigo contra la agresión polaca”. 79 Esta operación nazi fue ampliamente documentada después de la guerra y hoy día nadie duda de quiénes fueron los agresores y los que provocaron la conflagración bélica más espantosa de la historia. Sin embargo, en los primeros momentos, la maniobra cumplió su objetivo, por lo menos para reforzar las convicciones de los ya convencidos, de “los crédulos que admiten todo lo que leen”, que son “la gran masa del pueblo” o más precisamente “un hato de crédulos y de ingenuos”, como los definió Adolfo Hitler.80

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Roland JACQUARD, op. cit., p. 66. Ibíd., p. 67. Adolfo HITLER, op. cit., p. 127. Nicolás MAQUIAVELO, Obras políticas, El Príncipe, cap. XVIII. Buenos Ai-


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