Conversaciones con Dios 2

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Conversaciones Con Dios

Neale Donald Walsch

Cantidades menores de personas pueden sobrevivir razonablemente con los elementos básicos de sus vidas, pero luchan por conseguir más, una pequeña cantidad de seguridad, un hogar decoroso, un mañana mejor. Trabajan duro, se esfuerzan por el como y el si seguir adelante. Su mente está ocupada con consideraciones urgentes, dolorosas. Son muchísimo menos los que tienen todo lo que necesitan, ciertamente, todo aquello que los otros dos grupos anhelan, pero, es sorprendente, muchos de este último grupo siguen pidiendo más todavía. Sus mentes están preocupadas con retener todo aquello que han adquirido y con acrecentar lo que tienen. Ahora bien, además de estos tres grupos, hay un cuarto. Es el menos numeroso. De hecho es muy pequeño. Este grupo se ha liberado de la necesidad de las cosas materiales. Le importan la verdad espiritual, la realidad espiritual, la experiencia espiritual. Los miembros de este grupo ven la vida como un encuentro espiritual, como un viaje del alma. Responden a todos los hechos humanos dentro de ese contexto. Retienen a toda la experiencia humana en el seno de ese paradigma. Su lucha tiene que ver con la búsqueda de Dios, con la realización del Yo y con la expresión de la verdad. Conforme evolucionan, esta lucha deja de ser una lucha y se convierte en un proceso, un proceso de Autodefinición (no autodescubrimiento), de Crecimiento (no aprendizaje), de Ser (no hacer). La razón de buscar, esforzarse, indagar, trabajar duro y tener éxito se torna totalmente diferente. Cambió la razón de hacer algo, y con ello cambia igualmente el hacedor. La razón se convierte en el proceso, y el hacedor se convierte en ser pleno. Sea como fuere, antes, la razón para alcanzar, para luchar, para trabajar duro toda nuestra vida fue proporcionarnos cosas materiales; ahora la razón es experimentar cosas celestiales. Dado que anteriormente los intereses fueron sobre todo intereses del cuerpo, ahora los intereses son principalmente el alma. Todo se mueve, todo cambia. Al cambiar el propósito de la vida, consiguientemente cambia la propia vida. El "incentivo de grandeza" cambió, y, así, desaparece la necesidad de codiciar, de adquirir, de proteger y de aumentar nuestras posesiones mundanas. La grandeza ya no se mide por cuanto se acumula. Aplicándolo al mundo, los recursos se considerarían correctamente como pertenecientes a todos los habitantes de la Tierra. En un mundo bendecido con abundancia suficiente, se satisfarían las necesidades básicas de todos. Todo el mundo lo querría así. Ya no habría necesidad de someter a alguien a un impuesto involuntario. Todos cederían voluntariamente 10 por ciento de sus cosechas y de su abundancia para programas de apoyo a quienes tienen menos. Ya no se vería que otros murieran de hambre por falta de comida; la cuestión sería contar con suficiente buena voluntad para crear un mecanismo político por medio del cual la gente pudiera obtener alimento. Obscenidades morales como las que son comunes en esta sociedad primitiva borrarán para siempre el mismo día en que se cambie el incentivo por grandeza y la definición de él. He aquí el nuevo incentivo: Volver a ser aquello para lo que fueron creados, nada menos que la imagen física de la Deidad Misma. Cuando ustedes decidan ser Quiénes Son Realmente - Dios hecho manifiesto -, nunca más obrarán de un modo impío, malvado. Ya no será necesario que usen letreros en las defensas de sus automóviles que digan: DIOS ME LIBRE DE TUS SEGUIDORES

18 Veamos si estoy entendiendo bien. Aquí, lo que parece surgir es una visión ecuménica, un modo de ser universal de igualdad y ecuanimidad, en el cual todas las naciones se sometan a un gobierno global y en el que todos compartan las riquezas del mundo. Recuerda que cuando hablamos de igualdad, hablábamos de oportunidad igual, no de igualdad de hecho. La "igualdad" real nunca se logrará, por lo cual debemos estar agradecidos. ¿Por qué? Porque igualdad es uniformidad, y lo último que el mundo necesita es uniformidad.

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