Mundo natural Samuel Bossini

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Ediciones Malvario



S a m u e l B o s s i n i M undo N atur al I ntroducci贸n / J orge B occanera


Bossini, Samuel Mundo natural. - 1a ed. - Buenos Aires : Malvario, 2012. 64 p. ; 21x15 cm. ISBN 978-987-23418-6-2 1. Poesia Argentina. I. Título CDD A861

© Mundo Natural, de Samuel Bossini. © De la introducción, Jorge Boccanera. © De las ilustraciones, Ulises Bossini. © De esta edición, Ediciones Malvario Diseño: Malvario Registro de Logo y marca en trámite ISBN: 978-987-23418-6-2 Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 Impreso en Argentina - Printed in Argentina www.malvario.com.ar


Mundo Natural, un ramo de imรกgenes astilladas Por Jorge Boccanera


E

s infrecuente tener ante los ojos un espectáculo de la imaginación como este Mundo Natural, donde el peso de la intensidad va de la mano de imágenes en las que cimbra una textura surrealista, un furor mecánico

y el barroco condensado e incandescente que Luis Cardoza y Aragón olfateaba en Góngora.

Nada de esto sería posible sin una gran libertad creativa lactada desde

lo lúdico. Vale decir que Bossini “abre el juego”. Y lo hace con un lenguaje que serpentea a sus anchas ceñido a la mínima instancia lírica o volcado como generosa crónica del delirio. Magnetizado por la búsqueda, el poeta –que escribe: “Un poco de saliva de yegua nos peina y la oscuridad nos viste con trajes blancos ante un espejo de tablas quebradas”- se abisma en extensos pasajes oníricos, constelaciones del sueño donde se agita un paisaje de imágenes encastradas.

Mundo Natural alude a lo “usual”, lo natural crudo y su revés: lo natural

como propio de lo fantástico, lo habitual maravilloso. En ese juego de reversos, lo natural (lo evidente), remite a la videncia; el poseso y sus obsesiones guiándolo con la certidumbre de la ceguera. Así, bajo la piel de este libro respira el azar planeado.

Mundo Natural ocurre en el espacio de una poesía en prosa, esa

herramienta manejada diestramente (pienso en Max Jacob y Pierre Reverdy) dentro de riesgosos intentos vanguardistas. En esa poesía en prosa están las vecindades de la escritura de Bossini, sus cómplices: Girondo, el Cardoza y Aragón de Pequeña Sinfonía del Nuevo Mundo, el Federico García Lorca de Poeta en Nueva York, (un mundo en cuarta dimensión, según Cardoza) en

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cuyas intersecciones se funden nacimiento y apocalipsis, carrozas fúnebres y carnavales.

Apoyado casi expresamente en el sentido de la vista -la palabra ojo

martilla en casi todos los textos- el poema enredadera es conducido por un ojo sonámbulo; un ojo espía que reemplaza al cuerpo y que a la vez es alma y vida, o sea: cuerpo y alma: “La mejor verdad son dos ojos abiertos”, dice Bossini y también: “El arte es un Ojo”; algunos de sus textos semejan la descripción de una pintura, de un video clip. En la pantalla se mueve un gran zoo donde pastan las almas, máscaras y cuerpos trozados, un bestiario donde rugen extraños insectos, y también rostros del extravío, cráneos enamorados, y la gran ballena de labios rojos danzando frente a sus amantes mendigos.

Un eje de este libro es el despedazamiento, rostros que el adiós quiebra

como terrones de tierra seca; el desencuentro, la pérdida de la identidad, el ser que se debate entre disolverse y materializarse: “En cada esquina hay un disfraz abandonado”, dice el poeta. En ese torrente de ojos (donde verse es amarse), transitan: el Deambulador, argonautas, el Atleta, la Bacante, el Adorador, el espectro que recorre la ciudad con bordes de abismo, el amante vagabundo con aire de milagro y una lengua que emite consejos con aire de delirio. Los hombres de ceniza van cargados de sueños; los sueños están hechos de gestos humanos.

Textos de gran originalidad - “Oh el Amor”, “Acabó el juego”, “Carta

de despedida de un enamorado” y “Plegaria y talismán”, entre muchos trabajan exigiendo a fondo la inventiva: “Mi carruaje es la imaginación”, dijo José Lezama Lima, y Bossini hace referencia a un sueño de manos tomadas para expresar: “él imagina que ella imaginaba”. Mundo Natural / Página 9


Como los grandes libros inclasificables marcados por la búsqueda,

Mundo Natural, texto tentacular de imágenes fragmentadas, es a un tiempo ficción paranoica, guión dramático, narrativa de aventuras, cuento de hadas y relato de ciencia ficción.

La originalidad de Mundo Natural deja, sobre la página de la

exasperación, un ramo de imágenes astilladas.

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La palabra ya no sirve para relacionar, para retener, para profundizar, sino para liquidar cada instante, para dar lugar a la siguiente impresi贸n. Albert B茅guin

A Clarisa.


Parte I


Mundo Natural como fantasma del hombre cuando transcurre su otra vida fuera de momentos, partidas, regresos; climas, fronteras, espacios y tiempos.

Mundo Natural que apresa su juego. Su razón reside en la construcción de un Alma que indaga en la otra normalidad de los cuerpos. Dibuja en el Aire una Mano cuyas líneas serán leídas bajo el manto, por esa mirada que descubre, en las ceremonias y sus silencios, la parte del bosque donde el espíritu, por diversión o hartazgo, reta con ligereza al destino.

Mundo Natural que sólo puede ser traspasado desde un lenguaje poético.

Mundo Natural que colmará su cielo en esta tierra, llenando su vientre con aquel presagio de los Dioses: El pasajero tocará las aguas.

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Día de extrema oscuridad en las manos del vidente. El vidente enrojeció. Dejó caer su labio sobre trozos de tierra seca. Algo de Amor capturó su Ojo. Como en toda derrota está nítido lo no hecho, lo que no fue tomado. El cielo despojó de acción al viento. Las aves llegaron con sus picos quebrados hasta la laguna. Era el comienzo del desierto. El inicio de la pesadez. El vacío es el peor amo para las sienes. El hombre, como especie aspira, a que todo torne a su sitio. Pero es evidente: lo desaparecido transforma. Lo nuevo, minuto a minuto, acentuará lo vago. Un día, con la obsesión de huir, lo nuevo, lo desaparecido y el desierto nos convertirán en hábito y nadie más sabrá de nosotros.

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Acabó el juego. El vagabundo olor de los cráneos enamorados. Acabó el ofrendar lo que no existe. Fin al Amor semejante a vasos de Agua por lo inocuo y voluble. Muchos han muerto ya. Muertos amigos y amores. Ha muerto la flor que trepaba las paredes para lograr algo de vértigo. Murió la fábula del loco enamorado bajo un ceibo. Todo es azar en las manos de los muertos. El diablo siempre tiene la mejor excusa. Murió la atención de los abandonados. Murió el trapecista. Murió Dios que bajó, miró, se amargó y se fue.

La esperanza suele instalar millones de pistas falsas, ante los ojos de un recién nacido.

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Miserable día. Sólo el capote de un simio asoma en las calles, como si el Ojo hubiese perdido, al inclinarse, el Alma. El día descarga sus sacos pesados. En una esquina el Ojo se detiene. Al ver hacia atrás, cree tener las exactas palabras que el Amor valora. Pero es hacia delante donde el Corazón empuja. Intenta que las rodillas no se conviertan en el mapa de las derrotas. El Ojo se mueve brusco de una sien a otra. El Ojo espera que la lluvia lave el salón abandonado en que se ha convertido lo visto. De los aguaceros llega alivio para el cuerpo cansado. Ahora el Ojo descansa esperando no sentir que la tierra asusta, como él, con sólo cerrarse.

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Animales cansados. Luciérnaga destruida. Bichuelo fijado en el orillo del sombrero. Revoloteo de almas en un desván. No podemos asir las almas. Es imposible que giren y el Beso… un Beso muy fuerte que respire agua/vaho. Las almas oscuras viven en el rostro desgastado por el reflejo de las paredes y el silabeante sonido de los llaveros que dan saltos. Llevan detrás de su sombra el boceto de un primer Amor. Almas como isla medrosa que boquea. Entre los yuyos, las almas sorben del cuello de los insectos la interminable serenidad y así logran cierto volumen frente al espejo.

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La mayoría de las veces, el hombre saca su cabeza por la ventana del tren y de una dentellada, arranca rosas. Ante el Amor perdido: nada por decir. Rostro de goma y deshuesado. Una sonrisa o una mueca se fabrican. La soledad deja al hombre sobre el agua. El hombre sólo puede, al igual que las cosas, escapar con las preguntas. Quebrantar la serenidad del rey con un fuerte llanto. Buscar el vuelo del murciélago que proteja la retaguardia tan clara y sensible de la dicha por donde se filtran las pérdidas y los obstáculos. El Amor es chispa y acto. Para la pasión: mejillas de invierno. Arropar al amante hasta convertirse en un siseo. El encanto es estar con la abeja y la orquídea. Ojos, manos, fábulas, párrafos a la orilla de un muelle o en el borde de una calle. Retornando, si bien escarchada, con una imagen algo cierta y justa de nosotros.

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Los muertos nada sabrían del adiós sin la mañana. Machacarían una nube entre los dientes. Pisadas de helechos en sábanas de lino. Intento descubrir el otoño que todo verano esconde. Amante y muerte intercambian sus ojos. El amante con su extraña dicha en no presagiar nada bueno. Ver en el amanecer ese volcarse de compulsiones. La Mano va hasta una mesa y construye una tarde de lluvia, un muñeco que abrió el Corazón de un pájaro y fue cegado por su niebla. El adorador espera retener aquello que ocultó como reserva, cuando el deseo disminuye. De ahí que el gesto sea la muerte, pero cuando perdió su rostro.

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El invierno vació la ciudad y dejó sus rasgos. Enfrió las paredes hasta llegar al centro de la casa. A los árboles les impuso Silencio, les impuso Indiferencia. A los niños los agolpó en los sótanos y los plegó. Dios no regresará hasta el verano. Las manos acercarán al invierno una tensa duda. En cada esquina hay un disfraz abandonado. La calle a merced de las Ocas. Los papeles ruedan hasta las bocas de tormenta y cubren a la muchacha escondida. La niña tímida y solitaria hará transcurrir su invierno sobre un gato como si se tratara de un ataúd abierto. Desde fuera: la vaguedad, los lagartos pálidos, las ramas secas; la felpa, todo como una cuestión pendiente. Un ingenuo en el centro del Camino cierra los ojos, saca la lengua, que es tomada por los mosquitos. El invierno le regala al hombre un Beso de labios blancos. El Corazón del ingenuo entiende que el partir más intenso lo posee quien espera.

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En mitad de la calle un hombre se muestra como un rehén. Mientras habla se le escapa arena de la Boca. Suda, tiene escalofríos. Vuelca champaña en el asfalto. Se tambalea. Alza los ojos como quien espera una visión del cielo. Gira la cabeza y un círculo se cierra en torno a él. Ahora nadie. A partir de ahí será recuerdo. El Amor le dará unas líneas más a sus manos, todas ellas falsas. Como falsas son las murmuraciones en las galerías. Como falso es lo escrito en el lomo de un gato.

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Mansa madrugada. Hileras de hormigas dispuestas a cruzar Paseo Colón cargando amargas hojas. Niebla de la primera hora y la carcajada de la alcohólica cayendo en una ochava como un paquete de diarios desde un camión. A las siete de la mañana los horóscopos enfrían la tierra. Las primeras horas con sus ojos haciendo a un lado otros ojos. La Bacante duerme sobre la vereda con la Boca abierta dando lugar a las hormigas. La Luz, al cubrirla, pierde un poco de esplendor en cada viaje.

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Llegaron a la esquina. ¿Quiénes? ¡Qué importa! Había cadáveres, argonautas, valijas vacías, guantes tiznados. Un viento, viento, viento que venía del norte despellejado, desbaratado. También una rosa se mecía entre silbidos con el mentón en alto. Los muertos intentaban, antes de partir, llegar hasta la rosa. Ella se hacía a un lado. Los muertos procuraban dejar sus recuerdos cerca de la rosa. Tanteo donde cada boquear es un amarre.

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Sentada jugaba con sus medias negras. El sol la merodeaba como al ángulo de una sala. Así la conoció, con un rostro que no entendía muy bien la muerte. Por las noches, una sábana arenosa la cubría. En los sueños se imaginaba castigada por devorar arañas. Su paso hasta el espejo era sereno, arrastrado. Sus cabellos estaban pegados a su mejilla por el rogué. Pintaba sus senos. Con un gesto cansado decía preferir la impostura a la vulgaridad. Por las noches, ebria, gritaba: Muerte al sillón de la sala. Muerte al músculo: su fatiga y languidez nos humillan. Celebraba la idea de que una gota puede separar a alguien de sus visiones. Exageraba excitándose. Se anudaba al otro como una visión oculta dentro de un sobre. Aún hoy, ella comprende que la salvación no llega a través de los ojos. Por los recuerdos suele pasar un frío protector. Para sus paseos elegía su camisón rojo refrescado durante el día entre los pinos. El camisón donde unas ocas acariciaban su cabeza para luego dormir. El miedo siempre gira por el cuerpo, antes de caer y separarse. Una vez serena, llega a descansar despreocupada del tren que ruge con su vapor de gato. Imaginaba ser una luna nadando como un tiburón blanco bajo el hielo, hasta que él la bese y la rescate. Le reintegre el comienzo del ovillo.

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Parte II


Recetario I

Con una serpiente petrificada trazar un círculo. Permanecer bajo el árbol. En un Espacio construir un ala que logre llegar a un extremo del ángulo. De no poder, alzar una dicha borrosa. Tomar un atajo. Con los sentidos buscar abundancia o sobriedad. La Vida parte, se divide, regresa. El crédulo amanecer dejará su propio sabor en las almohadas tibias. Entonces que la tierra gire buscándonos.

II

Medir con la palma de la mano la amplitud del círculo. La intensidad del sol debe ser tal que la piel sienta el peso del roce. Buscar y dejar las cosas donde estaban. Ver la llama de un fósforo agotarse como si fuera la frente de un canario envejecido. Recostarse. Rezar. Dormir. Soñar la parte nuestra que anida entre las costillas y el paladar. Dar el último vistazo. Una Oración no basta. Un sortilegio sí. El Silencio restablecerá el peso muerto y para ello se convertirá en Palabra. El hombre dirá en voz alta y ante nadie el secreto. Las hojas caerán sobre el tiempo que ni se equivoca ni niega. Dicen que los Dioses ríen cuando las criaturas piden o hablan demasiado. Mundo Natural / Página 27


Dentro y fuera. En círculo o en línea. Luz que cabisbea. Fuera un reino. Enfermedades que antaño eran hechizo. Juegos. Sed. Soledad. El último sonido de la Noche sigiloso en la garganta de un perro que bebe y come como un abusivo Voltaire. La verdad está en la Gracia o en la ausencia de la Gracia. Inmensidad o confusión. La Palabra es dominada por la mala suerte. Los instantes felices, como un truco barato, replican; hacen visajes detrás del humo.

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No encuentra el sueño su capote de cenizas. No se halla en las calles ni en las balaustradas; ni en rama ajada de árbol ni en mesa de bar. La pavesa es un sobrante de sueño en derredor de un cuerpo, que la primera Luz extingue. La lluvia protege esos restos diventándolos más pesados, retirando la Luz. Suficiente para que el ánima absorba y encuentre su parte. Lo salvado, el Alma lo vuelca en una tinaja y construye diez o quince poetas por siglo.

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Hay seres que nada los asombra. Como si arrastraran una memoria de otra vida. Peor aún. Otros logran alejarse de sus vidas unas horas sin saberlo. Regresan con un recuerdo borroso de lo visto. Ellos son los sensibles. Con el tiempo se transmutan en locos o deambuladores que alimentan ocas salvajes en un cuarto de pensión. Fijan sus ojos en una página en blanco, convencidos de vislumbrar ese futuro ya percibido. A este oficio o riesgo fallido se lo conoce con el nombre de Poesía.

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I

Ballena que te agitas y lames y crees conocer el frío o el calor. Ignoras que dentro de una irrisoria caja descansa el material con que están hechos los días. Entiéndeme, me refiero al movimiento y su vulgaridad.

II

Atrás Ballena de labios rojos que tomas de los sueños la copa partida de quien esperó en vano y quiso atrapar el Silencio. Sensación de volcar el deseo sobre una playa vaciada por el capricho de una sacerdotisa ciega.

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Agua que te has hecho Labio y besas frío. Agua que te pensaron junto a los cuerpos para alongar la piel. Una brisa abre el centro del jardín y desbanda unos gorriones. Desde la medianera puede verse el Agua gota a gota sumarse a la brisa y disolverse ambas. Quien parte de prisa lleva en el puño de la camisa un manojo de segundos que pertenece a otro pasajero.

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¡Oh el Amor es espléndido cuando lo vemos pasearse en el cuerpo de otro!

La Vida nos adora pero invita poco.

Las manos finas de la muerte acarician nuestros botones.

El sol crea las sombras cuando cierra un Ojo.

La esperanza espera del hombre lo que ella no sabe hacer.

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En las tardes viajaban hasta el fondo de la casa. Ella arrojaba granos de levadura a las ocas. Atardecer que semejaba un abanico desparramado. No había razones serias para una atención exaltada en las cosas cotidianas. Para mi idea del Amor, dijo alguien, una criatura lejos del Amor vaga por paredes húmedas. Él recordó esas palabras y de inmediato la abrazó por detrás. La angustia cala desde el mosaico al cuello. Ella cerró los ojos y tomó la forma de un pan. Depende del instante o del azar el que sea convocado lo oscuro o lo claro, que los dibuje eternos en la piel del destino o en la piel de un asno. Al girar se sorprendió de ver, en los ojos del amado, a un fantasma con un vidrio roto en la Mano. Ella le regaló dos besos antes de la lluvia. Porque después de la tormenta las caricias pueden ser de mala suerte. Él sonrió. Alzó inmediatamente la cabeza. Sintió que no provenía de ninguna parte. Como realmente puede sucederle a un Dios.

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Nessuno. Ni usted ni yo, ni nadie. Ni coleópteros, ni vainas verdes, ni Corazón. Ni dama construyendo con lluvia la figura de un Hombre. Ni sol revuelto de frío en las manos. Ni la Mano como viento en los cabellos. Ni usted. Usted la más fina y bella. Ni aquella estallando con violencia en un Corazón. Ni memoria abarrotada con vapor. Ni usted nunca ni aquella ahora. Asfixia. Sonidos de celofán en los dientes. Crean en la instantaneidad. Nada de nada dentro. El Amor ignora que pertenece a un movimiento. Ceremonias donde la piel juega a ser tapiz. Lo humano siempre busca con tesón en aquello que se esfuma.

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Parte III


Cubierta hasta el cuello con un abrigo rosa, la dama espera llegar al Amor como un murciélago llega a lo alto de una caverna. Protegida por la piel de poliéster de su abrigo, cierra los ojos. Un mar espumoso moja la supuesta arena muy cerca de sus dedos acidados y esmaltados. El Silencio agudiza la profundidad de su Boca. No hay un resplandor que la porte hasta una crecida hierba a donde la ojeada de un hombre le permita fantasear con ser una boa desnuda. El amasijo de irradiación y penumbra, desplomadas sobre un plato hondo, ilumina.

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Oscureció. Una bella mujer lo besó, cubriéndolo con un terso plumaje de luces. Le mordió la Mano. Quedó marcado para ser reconocido por el Amor. Cayó sudado en la hierba. Cinco viejas rosadas y chillonas se acercaron. Él indagó con los ojos a la dama. Las avispas y las mariposas se convertían en polillas y mascaban su ropa. El hombre busca a su dama pero, sobre todas las cosas, busca el antídoto contra la marca. La dama observa desde un árbol. Ríe con fuerza e ironía. Nadie escapa, sólo se rodea. Nadie llega hasta el fondo sin temblar. Porque cada cuerpo, al morir, queda a merced de su último Silencio.

Cuerpo lanzado sobre el Ojo de Dios como una ofrenda, para sensibilizar su piedad.

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El deambulador gira. En medio del invierno luce como una pantera sobre un banco de plaza. Sus pies perdieron el espíritu puro. Hay razones humanas que sólo poseen significado en sueños atroces. El deambulador busca a la niña que escondió un pañuelo de seda bajo su almohada y partió. Dejó su atención atónita. Ahora el deambulador mata a cada mujer que pasa o conoce. Si no puede obtener su cuerpo, al menos intentará capturar su retina y pasearse en los últimos instantes de la víctima. Antes de arrojarse sobre ella, tararea la misma canción que su aparecida entonaba bajo la ducha. Él lleva esa música como si una baraja poderosa se hiciera dueña del juego. En su mundo la luna esta dentro de la tierra. Los carteristas introducen. El sol es un celofán gastado. El mundo es abundancia fácil. El deambulador respira Agua. Porque lo que sucede en el Corazón es lo que sucede, piensa él.

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Una cabeza rodaba. Se detuvo al chocar con mis zapatos. Era la cabeza de mi primer Amor. Semejaba una primavera con los ojos apresados entre dos botellas. Al reconocernos, sonrió. Y las noches que compartimos en un bar que desapareció manoseado y vacío de presagios se presentaba en forma de miniatura desgastada. Pregunté por su Vida y casi sin poder interrumpirla dijo: que sólo necesitaba de cuerpos que girasen como ocas atontadas, pero que, por alguna razón política, Dios nos los hacía bajar a la tierra. Recordó que perdió un Amor en el pasillo de un crucero. Que la punta de su taco se atascó en la Boca de un amante muerto. Dijo que heredó un pisapapeles con el que sujeta las cartas de sus queridos. De lo que fue su Amor por mí, ni una Palabra. Sentí que los sueños encastraban adioses en el Aire caliente. Cansado, la pateé y cayó al cordón. El Agua de la lluvia arrastró la cabeza hasta la esquina. Quedó con los ojos esperando un cariño excesivo. Gritando: el Amor es esa vara que masticamos hambrientos y con cierta ansiedad.

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Por no tener las manos unidas, ambos enamorados tomaron la decisión de combatir lo avaro, lo miserable oculto bajo las uñas. Pensaron en una hoguera de hebras, de leños atizados con éter. Partir lejos del terco revés de cada trama, del cruel león que luego de rugir, se convierte en avispa. Ambos enamorados retornan al servicio de sus propias fantasías y miedos. Fantasean con un tren que los conduzca de La Patagonia a Alejandría. ¿A los humanos? Una profunda Indiferencia. Tardes en que el cuerpo olvida y construye, con su angustia y su orgullo, un falso reposo.

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Detente. Pregunta quién desea tomar tus cabellos, saltar tu tapia. Soñar y volver a crear. Hay una divinidad jugando que ofrece un pezón inagotable. ¿A quien reclamar la juventud cuando el Amor exige todo el tiempo? Agitarse. Qué importa si es asfixia u opresión, llevarse un gesto favorable. Brevedad, tu Cielo es inmenso. La Luz, único viajero en tomar lo más desafortunado: el cuerpo. Continuar. La acción se diluye como una trenza de cenizas. Siempre creer que Amar develará el secreto de un rostro. El Amor va detrás de la parte que el mundo ignora. Quien no ignore una parte suya no obtendrá Amor. ¿Quién que haya abandonado el mundo quiere volver a él? ¿Quién al morir no se llevó el Amor? Con un sonido de alhajas da comienzo el amanecer y su continua búsqueda del misterio que reside, imperceptible, mutando de escalofrío a anillo de oro bajo la arena. Por favor pregunta: ¿por qué el Amor, ese insignificante, ante dos cuerpos frágiles, se transforma en monstruo? Tal vez entiendas que la estrategia para algunos, sea despreciar el Amor, para que les dé su apoyo.

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Partiste. No fueron pocos los sonidos de tacos y de aros. Tules alzados como arañas calientes. Tu mirada afanada por cada objeto con vistazos de muerte. Ninguna preocupación por nombres, ninguna preocupación por formas. ¿Dentro o fuera? ¡Qué importa! ¡Qué importa! Importan las manos que van detrás de gallinas o comisuras. Un pequeño sabor a flor pisoteada se instala en la encía. Poca Luz. Nubes que recorren de los talones a la nuca. Ver partir. El mismo frasco con las mismas muecas. Un poco de saliva de yegua nos peina y la oscuridad nos viste con trajes blancos ante un espejo de tablas quebradas. Una Mano sobre otra, el Silencio bajo el Agua. En las calles no hay marcas. Tan siquiera el error de mirar las huellas como quien observa un maniquí sin vestir. Luego la risa, los monstruos. Maniobras sobre tapices y mapas. Vuelta la risa, la risa de los que ya quieren irse y las lágrimas insoportables de los que no toleran pérdidas y la resignación agotadora de los que ignoran el destino. El viento, el sol. Calor o frío. Humanos en línea recta hasta secarse. Al fin todo acaba. Llegar y partir. Mesa muda con té frío reúne a los últimos. Se habla de otra cosa. De sienes, de piernas largas y derrotadas. Se habla de otra cosa, de lo mismo. Por piedad a los solitarios la muerte delínea un parque blanco en la retina. Se debería saltar con un paño cosido en los labios. Dios y el Diablo, desde nuestra niñez, pelean por nosotros. Algo indica que nuestras ropas se irán deshaciendo y se convertirán en cenizas. Una ilusión nos partirá en dos. Sucederá, con un simple Gesto. Ante el relieve confuso de unos parcos testigos. Mundo Natural / Página 43


Carta de despedida de un enamorado

Nada hay Amor. Nada. Ni brazos emergiendo de los bosques con dedos inclinados. Nada Amor mío. Ya nadie recuesta el Alma sobre aquel árbol que se curva sobre Agua pura y abundante. Nada hay Amor. Los cuerpos buscan un espacio donde correr de una punta a otra sin acabar como hormigas nerviosas dentro de un vaso. Unos sonidos de tijeras anuncian la levedad. ¿Quiénes se aman? ¿Podemos sentir el roce de sus labios como el Ala de una avispa? ¿Cómo Amar sin sentirse frente a un espejo construyendo un rostro? Nada Amor. Ni el ademán de leer las huellas de los rostros grabados en la almohada. Las manos pueden cerrarse y conservar un eco para luego liberarlo en un cuarto de baño. Todos somos ojos de una misma cabeza. Nada hay Amor. Puede verse con claridad cuando intentas en mitad de la Noche rehacer nuestros fantasmas famélicos y heridos. Suavemente el Cielo cambia sobre nuestras cabezas y nos hace danzar frenéticos sobre nuestros pies de toros y decir: nada hay Amor, sólo sea nuestro desvalido apego por matar y devorar la presa.

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Palabras del César

¡Aún lado! Que hagan a un lado los carros. Sigamos el Camino. Encontremos la Luna rebosante y deseosa de cuerpos. La lluvia no cesa. La ambición, tampoco. La lluvia disuelve la tinta de las cartas. Miren ese rostro. Su sonrisa delata algo bello antes de morir. El horror no dañó el fondo de sus ojos. En el centro de su pupila aún descansa desnuda su amada, ella no sabe que el infeliz ha muerto. No lo miremos fijamente o él se incomodará y ella saldrá huyendo. El tramo de Aire entre estos guerreros muertos y el mundo, acabó. Al llegar a casa, dejemos que la guerra siga en nuestros dientes. Mendiguemos como peces heridos una oportunidad al Ángel. En vano, en vano. La Noche envaina sus serpientes. La Noche mira nuestra dificultad de amar lo vivo y puro. Maúllo como un desventurado ante mis sirvientes, quienes me secan luego del baño y dejan ante mí un poco de temor. Yo me lo impongo ese temor como un cariño, como un afecto espontáneo de otro desventurado. La Vida debería construir una tela gruesa y metálica entre los crueles y los débiles. El guerrero encuentra en su víctima una parte que le pertenece y que jamás será de él. Suyo o de nadie y punza su espada hasta que un Cielo le cubre el Alma y la crueldad se abre oxigenada, como una roca sabe hacerlo, cuando no hay testigo. Mundo Natural / Página 45


Palabras de adiós del guerrero

Te recuerdo cuando todo es No. Cuando mi Alma cierra con humo la imagen de la batalla. El hábito de los amantes separados es comer pez rasgado y rama helada. El único riesgo de regresar de la muerte es retomar la Vida con los mismos amores. Mejor es cambiar las líneas de las manos con una daga y partir. Existen horrendos combates entre los recuerdos del Alma y los recuerdos del cuerpo. En tus ojos la liebre se enreda en un pañuelo verde. Lograr acariciar la cabeza de una mosca y esperar que acabe la tarde. La melancolía llega como una unción ante el fracaso desmedido. Nombrar es perder. Decir es ya fue. Este veneno es un manojo de harina arrojada sobre los ojos de un perro.

Después de todo, tendrán razón los poetas: el miedo es ese desfile de minutos horrendos en busca de todo aquello que el hastío no tocó.

Mundo Natural / Página 46


Siempre existirá el milagro y el Ojo que nos priva de su pureza. Milagro que puede envolver el Cuerpo y convertir a la lengua en ese sendero que conduce a una única Palabra. El Silencio es milagro y ataúd. Silencio que construye un espejo abierto al brillo. Reflejarse es no ver. Esperar la imagen, generar el espasmo de la imagen. Siempre existirá el milagro y el Amor que el milagro demanda. Pero cuando el sueño se evapora deberíamos bramar que nos aten el sueño a la mano. Amar el milagro, amar el Silencio. Dios sabe que todo lo que rodea al hombre es el objeto escapando de la Palabra. La Palabra que diezma su sonido en bandadas vaporosas y famélicas.

Mundo Natural / Página 47


Parte IV


La mirada da vueltas como rueda en el Cielo. Refleja un rostro de dragón. Los sentidos se extienden brumosos sobre la tierra, uniendo Luz a la niebla, ternura a un Alma encantada. Mirada ávida de atrapados y fluidos. Cuando el Ojo piensa en alguien, de inmediato está detrás. La espalda del hombre es la única capaz de Ver con certeza el verdadero Amor. Al girar toda Ilusión se esfuma. Entonces el hombre, como un débil, busca obtener sus fuerzas en las ramas. Es aconsejable cuando se está solo, retener la idea del pájaro con piel de ciervo. Retener el enredo de creer que se está vivo con fines inciertos. Atrapar al Amor: seda deshecha en innumerables diluvios. Trastos viejos asustando viejos pájaros. Peces con rostro de oleaje. Locos creyendo que Dios puso sus ojos en ellos y los atrapó. Pero sin llegar a ser ni tembloroso ni desdichado, se debe hurtar un poco de asombro a los santos.

Obligando a reinar la idea del Amor en quienes regresan sin llevar sobre ellos lo que han ido a buscar.

Mundo Natural / Página 49


Abandonados. Con una imagen desventurada. Imaginando una respiración en lo alto de la cúpula. Hueso arruinado. Sin delicadeza ni dolor. Serios en la mesada de un bar. Creyendo en la Boca como poderosa rompiente, sutil seda, escalofrío de bailarina que regala un sudor de trapecio. Los abandonados comprenden que la Boca es solo cristal que corta otra Boca. El Aire ingenuo del Amor se conserva, tal vez, en alguna foto. Amanece. Los Amantes quieren tomar al otro por la garganta y matarlo. No es sudor ni flujo, ni semen lo que mancha las sábanas, es el aserrín de los esqueletos. Los amantes están lejos de ser los que veían al sol sentados en el borde de una copa. Cuando el Amar y no Amar hurgaba con una serpiente petrificada en las cenizas.

Mundo Natural / Página 50


Plegaria y Talismán para conservar el Amor. Un Amor bajo los árboles que va de tierra yerta a espuma rica. Amor de bebedores. El encuentro y la pérdida. Los escapados del libro de los condenados llegan en burbuja desde sus locuras. Los amados nadan en escalofríos. Plegaria y Talismán para conservar el Amor. Enloquecer en flotantes arrebatos. Luna en busca de cuerpos seguros de asir cada desprendimiento. Estrella de un solo Ojo en espera de que la Noche busque en el centro del Cielo una fisura donde refugiarse.

Mundo Natural / Página 51


Han ahogado al Cisne. Hundieron su pico en el fango. Quedó el Silencio trabado entre plumas sangrantes. Lo ubicaron Boca abajo. Las patas se sacudían como sólo puede hacerlo la Belleza cuando debe ser materializada por una lengua cortada. El siglo ahogó al Cisne y en su lugar rescató a la Hiena. Es más dúctil para los sobresaltos, los menús y las vigilias. Su Boca regala dientes verdes. Se pasea arrastrando su capa oscura sobre las piedras, la mierda y las hojas. Exaltada arroja diamantes mal cortados sobre cuerpos mal hechos. Sin voz, carraspea; sin tentación de levedad, gobierna. El Cisne destrozado recibe la mañana con un Ojo abierto y el cuerpo punzado.

Una Sensibilidad ha concluido. Es hora de escribir su Poema. Porque en la era de la Hiena se debe estar despierto. Para ella son vanidad los sueños.

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Circular. Abarcar. Dar. Sensación de un pie sobre la nuca. Éter. Flor. Preguntar. Preguntar. No saber nombres ni hábitos. Cada Ojo buscando sus barcas, sus colinas. Salir sin buscar. Esperar dentro de cierto estado donde ese estado se encuentre. Volver a salir. Fábula vagando en nuestro costado ileso. Circular. Desenredar. Enredar cuellos de ocas. No que ya no existe, sino con qué lo reemplazamos. ¿Preferir o amar? La diferencia estriba en que ¿Dios espera y los ángeles buscan o en que una Mano, distraída, roza lo que la ausencia deja caer para inmovilizar los labios?

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Se citaron en el parque. Llevaban camisas que habían perdido su primer color blanco. Ella llegó con no todo su rostro mirándolo desde un primer momento. Frente a su banco, un hombre le explicaba a su niña cómo diluía barcos. El mago tomaba uno de sus cigarros y luego de hacerlo pasar por la nuca de la pequeña (que sonrió como si hubiese encontrado un instantáneo paraíso), lo hizo desaparecer. Sin esperar, dijo que también podía con los barcos. Esto sirvió para acercar a los enamorados y que ella lo mirase un Instante. Con mucha seguridad le dijo: cuando el Amor pasa del Corazón a los ojos comienza a abandonarse. Él la miró y respondió: cuando la muerte pasa de los ojos al Corazón comenzamos a sentirla. El mago se concentró con tanta, tanta intensidad que desaparecieron barco, parque. Quedaron el mago, la niña y los amantes. Todos muy resplandecientes y confusos. Por tanto se evaporóó la muerte y el Amor. Quedaron como errantes en una casa vacía. Piadosamente aniquilados.

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Muebles, aros, vestidos de muaré y mirra. Su cabeza recostada espera barcos sin formas. El tedio la rodea con delicadas uñas. Se convierte en araña, violín, Corazón vidente. En esa mujer jugando en rincones dentro de cubos de hielo. Dispuesta a saltar en reflejos. Hambrienta, con ojos de niña malcriada. La soledad se instala cuando el Alma sólo recibe un Amor construido con un puñado de cenizas. Semejante al último tren, por llevarse la aventura a otra parte.

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Los amantes esperan la tarde. La Luz suele buscarlos para hacerlos chocar unos con otros. Les hará sentir ese dolor lánguido que es perder las ilusiones. Se miran hasta convertirse en muecas, gestos, en espejo. La tarde hará señas. Y los amantes podrán Creer, ingenuamente, que el día comienza en la Palabra siempre. Embozados aullarán. Dibujarán en dos barriles la misma barca que los condujo a congelar lluvia, a tantear esa herida tatuada con intensa claridad.

Esperan. Se aman para que, como diría Ted Hughes: algún oculto carterista haga un corte en la seda de sus almas y se las manosee.

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Las sombras pagan caro su destino de estar en un cuerpo. Imposibilitadas de negarse, se alargan. Imposibilitadas de partir, se acortan. ¿Su mayor ambición? Que el viento las despeine a ellas solas y que un rayo lo parta por el medio, a él solo.

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Una ballena golpeó su mandíbula contra una roca. Debió hundirse en lo más profundo de las aguas y enterrar su quijada en la arena hasta sanar.

Levantando los ojos podrá saber del mundo a través de reflejos.

Por unos días será como los hombres.

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Sólo cuenta la visión, la Palabra y su idea de exilio. Torcer el brazo al único sentido. Partir para añadir. Besar con todos los poderes que nos fueron otorgados. Optar por la Belleza porque sólo hay que tomarse el trabajo de rechazar. Ser sombra de lobo. Mano abierta que expone un Ojo sin pulpa. Esperar que lo colmado en el mundo nos abra los brazos. Meditar y soñar. Lo que has amado es sombra dos veces.

No hay nada de lo que has perdido que no vuelva a Ser.

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¿Qué nadie está en la vida que se le conoce? Dionisíacos o Apolíneos. Roza o pisa, no importa, haz tu Poema. Con las ninfas y los malos poetas es necesario cautela. El día se abrirá tanto que cegará al vidente. La soledad es un cazador de cabezas. Hay formas que se ocultan. Los detalles pierden sus prendas en los muelles. La verdad y el Amor como Mano que se abre dispuesta a aplastar la luna. Los sueños no trabajan para uno. Si existe una tarea es reponerle la inocencia a la Palabra. Estar atentos y observar nuestro encuentro con lo incompatible. Mundo natural hermético y mundano. El metafísico pierde su risa en un vaso de Agua. Necesito lo que llega, por ello me cuido de perderlo. Cuando el tiempo no pueda extenderse bajo los párpados, nada será azar en el instante.

Hasta la derrota exhibirá su vanidad.

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Índice Introducción 7 Parte I Mundo Natural 13 Día de extrema oscuridad 14 Acabó el juego 15 Miserable día. 16 Animales cansados 17 La mayoría de las veces 18 Los muertos nada sabrían del adiós sin la mañana 19 El invierno vació la ciudad 20 En mitad de la calle 21 Mansa madrugada 22 Llegaron a la esquina 23 Sentada jugaba con sus medias negras 24 Parte II Recetario 27 Dentro y fuera 28 No encuentra el sueño su capote de cenizas Hay seres que nada los asombra 30 Ballena que te agitas 31 Agua que te has hecho Labio y besas frío Oh el Amor 33 En las tardes 34 Nessuno 35

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Parte III Cubierta hasta el cuello Oscureció

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El deambulador gira 39 Una cabeza rodaba 40 Por no tener las manos unidas 41 Detente 42 Partiste 43 Carta de despedida de un enamorado Palabras del César 45 Palabras de adiós del guerrero 46 El milagro y el Ojo 47

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Parte IV La mirada da vueltas 49 Con una imagen desventurada 50 Plegaria y Talismán 51 Han ahogado al Cisne 52 Circular. Abarcar 53 Se citaron en el parque 54 Muebles, aros, vestidos de muaré y mirra 55 Los amantes esperan la tarde 56 Las sombras pagan caro su destino 57 Una ballena golpeó su mandíbula 58 Sólo cuenta la visión 59 Dionisíacos o Apolíneos 60


De la presente edici贸n de Mundo Natural, de Samuel Bossini, se han impreso 500 ejemplares, en Buenos Aires de 2012, por Ediciones Malvario - Argentina.


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