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Calvo Bonichón, José Manuel “Manuel Bonichón” y “Manolo Montoliú”

cAlvo bonichón, José manuel

“MANUEL BONICHÓN” y “MANOLO MONTOLIÚ”

Matador de toros y tras renunciar a su alternativa, banderillero, nacido en Valencia, el 5 de enero de 1954, hijo del famoso picador de toros Manuel Calvo Montoliú “Montoliú”, de quien tomó su segundo apellido como nombre artístico. Su padre figuró con los mejores matadores de su tiempo: con Julio Aparicio (padre), Antonio Ordóñez, Pedrés, Manolo Vázquez, Gregorio Sánchez, Curro Girón y Miguel Mateo “Miguelín”, entre otros. También su tío fue un banderillero importante. Pero volviendo al joven Manolo Montoliú, hay que decir que su padre lo había colocado en un banco cuando tenía 16 años, pero el chico tenía claro que lo que quería era ser torero. Abandono su puesto de trabajo y vistió por primera vez el traje de caireles y alamares el 29 de junio de 1970 en Benicasin (Castellón), con tanto éxito que dos temporadas después –1972– sumó 23 festejos entre los pueblos de Valencia y de la Costa Brava, donde por cierto, el 24 de septiembre de 1972, toreando en San Felíu de Guixols (Gerona), sufrió una cogida que le ocasionó una lesión cervical, que provocó que su debut con picadores tuviera que esperar hasta el 29 de julio de 1973, en la misma plaza donde sufrió la lesión, con el rejoneador Manuel Vidrie y en lidia ordinaria, alternando mano a mano con José Martín, en la lidia de novillos de María Antonia Laa de Sánchez. Esta época fue la menos grata para Manolo Montoliú, que no fue nunca un torero brillante, por lo que solo toreó 26 novilladas picadas a lo largo de las siete temporadas que estuvo en el escalafón de novilleros, aunque en esa época se anunciaba como “Manuel Bonichón”. Valencia fue la única plaza importante en la que toreó, el 5 de mayo de 1974 con Tomás Moreno y Fernando Martín “Sacromonte” con novillos de Manuel Benítez, consiguiendo un trofeo de su primer novillo. Sin embargo fue en 1979, temporada en la que toreó 3 corridas, cuando alternó con dos de los novilleros que eran primeras figuras del escalafón: Mario Triana y Manuel Rodríguez “El Mangui”, cuando le cambió la vida, porque cuando estaba en el portón de cuadrillas a punto de hacer el paseíllo se le acercó Vicente Ruiz “El Soro”, que aún era un incipiente torerillo a desearle suerte y de paso le propuso que ingresase en su cuadrilla como banderillero. Fue en la feria de julio de dicho año, y ese día tomó la determinación de cambiar el oro por la plata, aunque aún toreó unas cuantas novilladas sin picadores que tenía apalabradas. En 1980 debutó como banderillero en la cuadrilla de Vicente Ruiz “El Soro”, precisamente en la temporada en la

que El Soro debutó con picadores, con quien estuvo cuatro años: dos de novilleros y los dos primeros años de matador de toros. Durante esos cuatro años Manolo Montoliú se consagró como un gran banderillero, pero lo más importante es que se consolidó como un excelente peón de brega, motivo por el cual cada vez tenía menos oportunidades de banderillear. Sus grandes progresos capoteros pronto llamaron la atención y empezaron a llegarle ofertas. Ordoñez fue uno que lo quiso incorporar a su cuadrilla, aunque desistió. Debutó como banderillero de toros en la feria de las Fallas de Valencia de 1981 en la cuadrilla de su amigo y paisano Guillermo Ciscar “Chavalo”, y compañeros de cuadrilla nada menos que a Paco Honrubia y a Pepe Luis Díaz, otro de los grandes de la época. Desde entonces debutó en las ferias más importantes, primero en novilladas y después en corridas de toros, y viajó a América y lo mejor de todo, es que unido al éxito artístico llegó la compensación económica que tanta falta le hacía para sacar adelante su recién creada familia. En octubre de 1982 concedió una entrevista a la revista “Aplausos” en la que hizo estas declaraciones: “A mí me falta mucho para ser figura. Nadie se consolida en una temporada, ni en dos. Esto es cuestión de muchos años (...) Yo pienso en los grandes, en esos hombres de los que hablan que llenaron esta profesión de dignidad y prestigio (...) Pienso que puedo banderillear muy bien, que soy tan bueno como el mejor. Se irme por los dos pitones, se hacerlo fácil y si viene el caso también lo hago bonito”. Preguntado a quién querría parecerse con el capote de brega y banderillas, dijo: “Le pondría la inteligencia de Chaves Flores, la facilidad de Tito de San Bernardo, el temple de Parrita, la torería de Corbelle y la afición de Canina. Y en banderillas el arte de Honrubia y el poderío de Manolo Ortiz”. Y respecto al valor, agregó: “Miedo yo sinceramente no paso. Bueno, quizás un momento cuando me quedo solo pero me mentalizo y lo supero pronto. Me convenzo de que tengo facultades suficientes para que no me coja un toro si no quiero, aunque claro que me puede coger”. En uno de esos viajes a América en el invierno del 83-84, el matador de toros Paco Ojeda, que en ese momento era la máxima figura del toreo le propuso ingresar en su cuadrilla. Pese al dolor que le causaba dejar a su amigo Vicente Ruiz “El Soro”, a quien le debía la situación de privilegio que gozaba, tomo la decisión y aceptó, algo que El Soro no entendió y que le costó un distanciamiento en su amistad. Así pues, la temporada de 1984 la inició en la cuadrilla de Ojeda en la que coincidió con otro torero clave para su aprendizaje y crecimiento: Juan Martín Recio, y juntos formaron la pareja más importante y compenetradas de los últimos años. Sin embargo,

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mediada la temporada, Paco Ojeda, agotado y agobiado por toda la presión que llevaba soportando como primera figura del toreo anunció su retirada, o al menos un descanso temporal. La cuadrilla, lógicamente se quedó parada, y a esas alturas de la temporada todas las cuadrillas de las figuras estaban formadas, pero Martín Recio movió los hilos de sus influencias y no solo se colocó él sino que ambos ingresaron en la cuadrilla de Antoñete, con la ventaja añadida de que este les permitió torear sueltos cuando no tuviera fechas. Aquella temporada de 1985 fue decisiva para Manolo Montoliú, que recorrió todas las ferias importantes en la plenitud del maestro Chenel. La cuadrilla la formaban Martín Recio, él y de tercero Periquito. Verlos en la plaza era un lujo, tanto con el capote como con la muleta. Martín Recio y Manolo Montoliú establecieron una competencia y ninguno quería dejarse ganar la pelea. Martín Recio era más poderoso, pero Montoliú era mucho más elegante, y Antoñete que lo sabía, descargaba en ellos la responsabilidad de la lidia. Ellos eran los que bregaban y empezaron a llegar los trofeos en todas las ferias. Aquella temporada Montoliú consiguió la friolera de 32. Nada más que en la feria de San Isidro ganó el trofeo de Antena 3, el del Palace, el de la Asociación Cultural Taurina, el de la Federación, el de la Asociación de la Prensa, además de uno que había establecido el empresario Manolo Chopera consistente en 250.000 pesetas. “El primero que corra un toro de salida a una mano se lleva cincuenta mil duros”, anunció el empresario queriendo estimular a los banderilleros para recuperar una suerte ya perdida y tan añorada. Además, había conseguido por segundo año consecutivo el trofeo de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Aquel año ya se rumoreaba que le estaban proponiendo que tomase la alternativa de matador de toros. En la última feria de Huesca, Alberto Aliaño, en presencia del crítico Manolo Molés, le propuso tomar la alternativa y torear veinticinco corridas de toros. Se volvía a repetir la historia del portugués Mario Coelho y Orteguita. Manolo Montoliu tenía ahora el oficio y la experiencia que le faltó de novillero. Después de pensarlo mucho se decidió por el grupo Simón Casas-Patón-Roberto Espinosa que a primeros de 1986 le prepararon la alternativa el 2 de marzo en Castellón, de gris plomo y oro, con Julio Robles de padrino y Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, con toros de Socorro Sánchez-Dalp y uno de su marido Manolo González. El toro de la ceremonia protocolaria fue “Correcostas”, negro zaino, número 57, de 471 kilos de peso. El toricantano fue muy ovacionado en sus dos toros. Poco después, el 11 de mayo, Emilio Muñoz se la confirmó en Madrid en la 2ª corrida del ciclo Isidril en presencia de Pepín Jiménez,

al cederle el toro “Garrafero”, negro, de 480 kilos y marcado con el número 45, que lucía la divida de Samuel Flores. Montoliú vistió el mismo terno color gris plomo y oro y fue muy ovacionado en el toro de la reválida y silenciado en el otro. Cinco días después, el 16 de mayo, debutó en Francia, en la plaza de Nimes, con Nimeño II y Paco Ojeda, alternando en la lidia de toros de “Sepúlveda”. Fue aplaudido en su primero y cogido con una cornada muy grave en el muslo. Dos meses después, también en Francia, banderilleando un toro de Antonio Pérez de San Fernando en Beaucaire fue cogido y sufrió una grave cornada en el muslo izquierdo, por lo que necesitó ser intervenido urgentemente en un centro médico de Nimes. Al finalizar la temporada, solo había toreado 9 corridas de toros con un pobre resultado artístico: una sola oreja, por lo que desanimado y decepcionado ante tan pobre resultado, convocó a los medios y anuncio su regreso al escalafón de banderilleros para la próxima temporada. Así pues, en 1987 volvió a vestir de plata en la cuadrilla del portugués Víctor Méndes con quien redondeó tardes magníficas no solo con el capote, sino en el de banderillas porque en muchas ocasiones lo invitaba el maestro a participar con él. En la siguiente temporada estuvo en la cuadrilla del joven diestro Miguel Báez “Litri” con quien Montoliú se encumbró definitivamente durante las dos temporadas que estuvo con él. Dejó al Litri por Vicente Ruiz “El Soro”, que le hizo una oferta imposible de negarse: unos mínimos asegurados toreasen las corridas que toreasen. Pese a lo ventajoso del contrato, solo estuvo con el matador valenciano una temporada porque en la siguiente Manolo decidió torear suelto sin estar sujeto a la disciplina de la cuadrilla. Ese año toreó a las ordenes de Rafael de la Viña y probo el apoderamiento y la organización de festejos. Llevó a los novilleros Ángel de la Rosa, Victoriano González y César Puerta, pero acabo comprendiendo que lo suyo era estar vestido de luces en los ruedos. Así pues, durante 1992 estuvo en la cuadrilla del diestro que entonces era figura de la torería: José María Manzanares. Ese año entró en vigor el 1 de mayo el nuevo reglamento con respecto a la suerte de picar, el mismo día que hicieron el paseíllo en Sevilla José María Manzanares, Niño de la Capea y Ortega Cano. Manolo Montoliú, vestido de verde oliva y azabache desfiló con los hombres de Manzanares. La corrida era televisada en directo con toros de los señores Herederos de Atanasio Fernández, excepto uno, que se debía lidiar en sexto lugar de los Hermanos Aguirre Fernández Cobaleda. Salió el primero de la tarde, “Cubatisto” de nombre (aunque el programa equivocara el nombre por “Cabatisto”, y con este nombre lo publicaron los medios), ne-

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gro, número 27 y 598 kilos de peso. Tras el tercio de varas, Manolo Montoliú se dispuso a banderillear. Citó al toro como era su costumbre, con las dos banderillas en la mano. En la plaza se hizo un silencio sepulcral. Por algo estaba delante del toro el torero de plata más completo de los tiempos modernos. Intentó hacer la suerte por el pitón derecho con la verdad que en él era habitual, pero el toro le esperó y no hizo nada por él. Montoliú entró despacio, como siempre hacía, andándole muy torero y cuadró en la misma cara del toro y salió del embroque andando, como siempre. No era torero de rectificar ni de cuartear con ventaja. No hubiera sido el mejor, como lo era. En ese momento el toro le dio un derrote con el pitón derecho y lo desequilibró, y luego otro con el izquierdo que resultó mortal. Fernando Fernández Román, que transmitía la corrida narró en directo la muerte del torero con la voz rota. Ese día celebrábamos la primera comunión de mi hijo pequeño, Gabriel Antonio, y en la celebración había dos banderilleros que se abrazaron llorando a mí. Aún ahora, escribiéndolo no puedo dejar de emocionarme. Aquel día entro Manolo Montoliú definitivamente en la leyenda, en la gloria infinita. La corrida se suspendió cuando fue arrastrado el segundo toro. El parte facultativo facilitado por el Dr. Villa sobre la muerte instantánea de Montoliú fue este: “Herida inciso contusa en la base y cara interna del tórax derecho. Rompe las arterias suprahepáticas, rompiendo también la base del pulmón derecho y el pericardio atravesando el ventrículo derecho del corazón y la aurícula izquierda, rompiendo el lóbulo superior del pulmón izquierdo llegando hasta la base izquierda del cuello. Ingresó en la enfermería prácticamente cadáver, sin reflejos, sin respiración. Inmediatamente se procedió a abrir el tórax, a realizar maniobras de resucitación sin que se pudiera lograr en ningún momento la resucitación del paciente”. No me resisto a escribir el inicio de la crónica que el Director-Propietario del semanario “Aplausos”, presente en la plaza escribió sobre la cogida: “Hemos perdido a un grandioso banderillero y a una excelente persona. Me encontraba presenciando la corrida delante de donde se produjo la mortal cogida. En contrabarrera, a pocos metros del trágico lugar, el Presidente del Atlético de Madrid, Jesus Gil y señora, que también presenciaron horrorizados la tragedia. Manolo cayó al suelo sobre la raya de picadores más cercana a las tablas dejando un charco de más de un litro de sangre. Como la sangre le salía por el costado derecho pensé que pese a ser gravísima la cornada se podría salvar por cuanto que el corazón está en el lado izquierdo. Sin embargo al ver unos minutos después que el Gobernador Civil de Sevilla abandonaba el callejón, pese a seguir la lidia comprendí que Mano-

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