Arq que no fueron

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llevó tempranamente la angustia de lo inexplicable. Oriundo de Santa Fe, Carlos vino a Córdoba a estudiar Arquitectura. El padre ayudó en su estudio el primer año de Facultad; luego, en el segundo año, el acuerdo fue estudiar y trabajar. Con disposición e ingenio hizo distintas actividades fuera de las horas de estudio. Entró a la Municipalidad de Córdoba como sobrestante, que significa inspeccionar obras subcontratadas por el ente municipal a empresas privadas. Carlos debía controlar que las obras se realizaran según especificaciones técnicas. Pero, como bien dice el refrán, “el hilo se corta por lo más delgado”: en una oportunidad aplicó, según correspondía, una multa muy abultada a la empresa, porque ésta no cumplía con los materiales en cantidad y calidad según lo estipulado en pliegos. Como nunca faltan los acuerdos superestructurales, el que quedó afuera fue Carlos. Su vida de estudiante lo mostró siempre muy activo e interesado tanto en diseño como en aspectos constructivos. Tenaz, operativo e innovador había pensado un sistema de cerramiento (placas livianas y económicas que había denominado “Yes-can”). Eran paneles compuestos por una estructura sándwich de cañas dispuesta en forma de tramas intercaladas con yeso; experimento que llevó a cabo como prototipo, para comprobar la resistencia, peso y acabado. El objetivo era agilizar los métodos constructivos y abaratar los materiales, utilizando como materia prima soporte algo natural: la caña. En ese período, trabajó en agencias de publicidad como dibujante, además de hacer planos, perspectivas y maquetas a tesistas de la Facultad. Muy sensible a todo lo que sucedía en la sociedad, en el año 1967 dejó la Facultad para dedicar más tiempo al compromiso social.

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