El profesor john katzenbach (1)

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padrastro con algo que pudiera ser malinterpretado como una esperanza. Se volvió hacia Scott y Mary: —¿Jennifer tenía alguna cicatriz o tatuaje que podría no haber mencionado? — Hizo la pregunta tapando con su mano el micrófono del teléfono. Scott respondió rápidamente: —Absolutamente no, detective. ¡No era más que una niña! ¿Un tatuaje? De ninguna manera. Jamás se lo habríamos permitido, por mucho que ella hubiera insistido. Además, era menor de edad, así que no podían hacerle uno sin nuestro permiso. Y jamás tuvo una operación, ¿no es cierto, Mary? Mary Riggins asintió con la cabeza. Terri Collins habló en el teléfono. —No a ambas preguntas. Buenas noches, profesor. —Desconectó la línea, tenía varias preguntas resonando dentro de ella, pero las respuestas iban a tener que esperar. Debía liberarse del pesar de aquella habitación, y no estaba segura aún de cómo hacerlo con elegancia. La mayoría de los policías eran realmente hábiles para retirarse apenas dado el golpe, pensó. No era su caso.

*** Adrián colgó el teléfono con un clic. Siguió mirando la pantalla. —No he podido averiguar demasiado... —dijo. Wolfe se estaba dirigiendo al teclado. —Mire —señaló—, tienen un menú. Verifiquemos por lo menos eso. —Hizo clic primero en un título de sección que decía: «La Número 4 come», lo que les ofreció una nueva pantalla. En ella, la joven estaba lamiendo un tazón de avena. Ambos hombres se inclinaron hacia delante, porque en estas imágenes la capucha había sido reemplazada por una venda. Les ofrecía otras facciones para examinar. Wolfe levantó la octavilla de personas desaparecidas y la colocó al lado del televisor—. No sé, profesor. Bueno, ningún tatuaje, pero, por Dios, el pelo parece casi el mismo... Adrián miró atentamente. Línea del pelo. Línea de la mandíbula. Forma de la nariz. La curva de los labios. La longitud del cuello. Sentía que sus ojos ardían con imágenes. Se puso tenso cuando vio que la bandeja de comida era retirada por una persona enmascarada y vestida con un traje de seguridad. Una mujer, pensó, mientras calculaba su altura y sus formas, aunque estaban escondidas por los pliegues de la ropa. Cuando Tommy le habló, la voz pareció venir desde su interior: Papá..., si quisieras ocultar quién es quién cuando eso se viera en el mundo, ¿no tomarías algunas precauciones? Por supuesto, pensó Adrián.


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