El profesor john katzenbach (1)

Page 202

—Si aplico un poco de presión —sugirió ella— cerrará la herida. —Linda ajustó una toalla pequeña sobre la herida y atravesó el dormitorio hacia una ventana—. No hay que salir de aquí —continuó Linda decididamente—. No a menos que necesitemos realmente algo. No tiene sentido dejar que nadie nos vea. Permaneció en ese lugar por un momento, mirando por la ventana de la granja. Era la última hora de la tarde y una ligera brisa movía las hojas que habían empezado a brotar en la hilera de árboles que delimitaba el sendero de grava. A su derecha había un establo rojo desgastado por el sol y la lluvia donde habían guardado el Mercedes y lo habían cubierto con una lona impermeable. La camioneta abollada de Michael estaba aparcada fuera. Ella pensaba que ese vehículo hacía que parecieran gente corriente de aquella zona, como un par de vaqueros baratos y una camisa, cuando, en verdad, eran de seda y de alta costura. Adoraba el mundo de ilusión en el que entraron para Serie # 4. Eran una agradable pareja joven que había alquilado una granja realmente aislada en un remoto e ignorado lugar de Nueva Inglaterra. Le habían dicho al agente inmobiliario que Michael estaba terminando de preparar su doctorado y que ella trabajaba en escultura. Esta mezcla de lo académico y lo artístico había puesto fin a cualquier pregunta acerca de la necesidad de soledad, que era su principal deseo. Nombres falsos. Falsos antecedentes. Prácticamente toda la transacción fue hecha por Internet. El único contacto físico había tenido lugar cuando Linda pasó por la oficina del agente inmobiliario y pagó en efectivo un alquiler de seis meses. Alguien con una mente suspicaz podría haber dudado del fajo de billetes de cien dólares que ella había sacado, pero en una economía devastada, la imagen del dinero en efectivo detenía casi cualquier pregunta. Nadie había podido verlos descargar su costoso equipo audiovisual. No había nadie tan cerca como para poder escuchar los ruidos de las obras cuando Michael preparaba el estudio donde la Número 4 iba a ser filmada. Nada de vecinos moviéndose ruidosamente en las inmediaciones y trayéndoles algún guiso de bienvenida. Nada de amigos. Nada de conocidos. No participaban de ningún otro mundo que no fuera Serie # 4. Ella no quería que nada del mundo exterior se entrometiera en el suyo. Para Linda, la sensación de poseer y controlar un mundo por completo formaba parte del placer. Levantó el dedo a la luz que venía a través de la ventana. Esperaba que no le quedara ninguna cicatriz. Una ráfaga de cólera se apoderó de ella, rabia de que la Número 4 le hubiera dejado sin querer una marca en la piel. Cualquier defecto en su cuerpo la asustaba. Esperaba ser siempre perfecta. —Estoy bien —afirmó. Aunque no estaba segura de creer en lo que decía. En ese momento quería herir a la Número 4 de alguna manera inolvidable. —Déjame vendarte el dedo —ofreció Michael. Ella estiró la mano y él la cogió como un novio ante el altar. Con ternura. No más risas. Lo puso a la luz y lo secó pasándole algodón. Luego le levantó la mano, como si fuera un cortesano medieval, y la besó.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.