La Raza Futura

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manos hayan tomado posesión de su varilla de Vril, quien, alarmado ante tu apariencia extraña, en el impulso del momento podría reducirte a cenizas. Taë mismo estuvo a punto de hacerlo al verte por primera vez; pero su padre lo detuvo. De consiguiente, te digo que no puedes viajar solo. Con Zee irás seguro y no tengo la menor duda de que ella te acompañará en un recorrido por las comunidades de Vril-ya vecinas, aunque no a los estados salvajes. Voy a pedírselo". Ahora bien, como mi objeto al proponer el viaje era escapar a Zee, exclamé prontamente: "No, os ruego que no; abandono mi propósito. Me habéis dicho lo suficiente sobre los peligros a que expongo, para disuadirme. Por lo demás, no considero correcto que una muchacha de cualidades personales tan atrayentes, como vuestra hija, viaje por otras regiones, sin un protector mejor que un Tish, de mi insignificante fuerza y estatura". A lo que Aph-Lin replicó, dejando escapar un suave sonido sibilante lo que más se aproxima a nuestra carcajada y que un An adulto se permite: "Perdóname mi descortés, aunque momentánea, libertad de reírme al oír la observación seriamente hecha por mi huésped. No puede menos de divertirme la idea de que Zee, a quien tanto gusta proteger a otros, a quien los niños llaman su Guardián, necesite un protector contra los peligros, que pueda traer la audaz admiración de los hombres. Has de saber que nuestras muchachas solteras están acostumbradas a viajar solas por otras tribus, a fin de ver si encuentran algún An que les guste más que los de su tribu. Zee ya ha hecho tres de esos viajes; pero, hasta ahora, su corazón está incólume”. Aquí se me ofrecía la oportunidad que yo buscaba y, mirando al suelo, dije con voz trémula: “¿Prometéis, mi bondadoso huésped, perdonarme si lo, que os voy a decir os ofende?" "Di únicamente la verdad y no me puedo ofender; si llegara a ofenderme eres tú quien debes perdonarme y no yo a ti". "Muy bien, entonces, ayudadme a abandonaros; aunque desearla conocer más de vuestras maravillas y disfrutar más tiempo de la felicidad de vuestro pueblo, os pido que me permitáis volver a mi país". "Me temo que hay razones que me impiden complacerte. En todo caso nada puedo hacer sin permiso del Tur y éste, probablemente, no lo va a conceder. No careces de inteligencia; aunque no lo creo, puedes haber ocultado el grado de poder destructivo que vuestra gente posee. En otras palabras, tu vuelta a tu país puede traernos algún peligro, y si el Tur tiene esta idea, su deber sería destruirte o encerrarte en una jaula por el resto de tu existencia. Pero ¿por qué deseas abandonar un estado de sociedad que, tan cortésmente, concedes que es más feliz que el vuestro?" “¡Oh, Aph-Lin! Mi contestación es sencilla. Es que no quiero, aun contra mi voluntad, traicionar vuestra hospitalidad; quiero evitar que por un capricho de la libertad proverbial en vuestro mundo, entre el sexo opuesto, del cual ni siquiera


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