La Raza Futura

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establecer sobre otros una influencia genuina en sí misma, pero a menudo exagerada por la credulidad o el engaño, Zee, a quien estas cuestiones interesaban más que a su padre, me hizo extender la mano y poniendo la suya al lado, me hizo notar ciertas diferencias en tipo y carácter. En primer lugar, el pulgar de la Gy (más tarde observé que era lo mismo en toda la raza, hombres y mujeres) era mucho más grande y más robusto, que el de nuestra especie sobre la tierra. La diferencia es casi tanta como entre el pulgar del hombre y el del gorila. En segundo lugar, la palma de la mano es proporcionalmente más gruesa que la nuestra; la piel infinitamente más fina y suave y de más calor natural. Más notable que esto es un nervio, perceptible bajo la piel, que arranca de la muñeca, rodea la punta del pulgar y se ramifica en el arranque de los dedos índice y medio. "Con vuestra débil formación del pulgar", dijo la filosófica joven Gy, "y la falta del nervio, que habrá usted visto más o menos desarrollado en las manos de nuestra raza, nunca podéis alcanzar más que un poder imperfecto sobre los agentes del Vril; pero en cuanto concierne al nervio, éste no se encuentra en las manos de nuestros progenitores, ni tampoco en las rudas tribus que no pertenecen a la raza de los Vril-ya. Este nervio se ha ido desarrollando paulatinamente en el curso de generaciones, fortaleciéndose con el continuo ejercicio del poder del Vril; de consiguiente, en el curso de mil o dos mil años, puede que nazca en los más avanzados de vuestra raza, que se dediquen a la ciencia fundamental, gracias a la cual se alcanza el dominio de todas las fuerzas sutiles de la naturaleza impregnadas de Vril”. “Usted habla" —continuó Zee—, “de la materia como algo inerte y sin movimiento; seguramente sus instructores y tutores no han podido menos que explicarle que ninguna modalidad de materia es inerte y sin movimiento. Cada partícula está en movimiento constante y constantemente actúan sobre ella elementos, de los cuales el fuego es el más visible y activo; pero el Vril es más sutil y cuando es dirigido con habilidad, el más poderoso. Tanto, que la corriente lanzada por mi mano y dirigida por mi voluntad, no hace más que efectuar, con mayor rapidez y potencia, la acción del agente que eternamente obra sobre cada partícula de materia, por muy inerte y reacia que parezca. Si bien una masa de metal no es capaz de originar un pensamiento propio, no obstante, en virtud de su susceptibilidad interna al movimiento, obtiene el poder de recibir el pensamiento del agente inteligente que actúa sobre él; pensamiento que si se le envía con la fuerza suficiente, gracias al poder del Vril, obliga a la masa a obedecer, como si se le aplicara una fuerza corporal. De momento, está animado por el "alma", que de tal manera se le infunde, que casi se puede decir que vive y razona. Sin esto no podríamos nosotros hacer que nuestros autómatas llenaran las funciones de criados”. Me infundían demasiado respeto los músculos y los conocimientos de la joven Gy para que me atreviera a discutir con ella. Me acordaba haber leído, en mis días escolares, que un sabio, disputando con un Emperador romano, de pronto se quedó callado; al preguntarle el Emperador si ya no tenía nada más que decir, el sabio contestó: "No, César, no hay manera de argumentar contra un razonador que dispone de veinticinco legiones". Aunque yo tenía la íntima convicción de que, cualesquiera que fuesen los verdaderos efectos del Vril sobre la materia, Mr. Faraday podría demostrar a Zee


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