VI Certamen Creadores por la Libertad y la Paz

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lia, en tertulias radiofónicas, en “cartas al Director”. Se le acusó de traidor a los suyos, se sacó a relucir su pasado, se dijo de él que por su boca hablaba la senilidad. Pero también se le llamó valiente, lúcido, independiente. Había en la calle una polémica, un deseo de saber qué opinaba el de al lado, una novedad en la forma de relacionarse o de clasificarse, un anhelo de definirse sin temer las consecuencias. Todas las opiniones comenzaban con un preceptivo “yo rechazo la violencia...” Pero luego venía el “pero”, y a partir de ahí cada uno argumentaba y discutía y se acaloraba, en la confianza de no tener que medir sus palabras. Picaba la lengua, se calentaba la boca, latía con fuerza el corazón, se avanzaba, paso a paso y con cautela, por un camino desconocido de puro olvidado. “Causar la muerte a un semejante es ilícito y constituye una grave falta contra el Amor de Dios, sin excepción alguna”, declaró la Iglesia. Y Juan rezó esa noche, como siempre, por las almas de sus víctimas. Y además, por primera vez en muchas noches, rezó Juan por sí mismo y por los demás. Para que todo acabase pronto. –Siempre me dijeron, Aquilina y usted, que sólo nosotros conocíamos la existencia del proyecto. Sin embargo, toda esa información tan puntual, que era, en realidad, la clave del éxito de nuestras misiones, esa información tenía que venir de algún lado. –Por supuesto que sí. Teníamos –tenemos– una buena red de información. Un sistema de inteligencia que es mi obra de veinticinco años y del que me siento orgulloso. Existen muchas personas que nos dan información. Algunas lo saben. Muchas de ellas, ni lo sospechan. Los secretos no existen. Un secreto es un planeta visto al nivel de hombre. O un queso de bola visto al nivel de hormiga, como prefiera. No hay secreto que resista la perspectiva adecuada. Y la inteligencia consiste en componer, con retazos de información, el vehículo que nos permite contemplar el secreto desde la altura conveniente. Somos tan iguales los unos a los otros, Gregorio... al final, todos acabamos haciendo las mismas cosas en los mismos casos. Por eso la vida es tan vulgar. Precisamente el secreto de su éxito, al proyecto me refiero, era la originalidad. Claro que hay veces que ese vehículo que nos permite contemplar el secreto en perspectiva no puede concluirse de fabricar por falta de material. Hay veces en que urge el tiempo... pero si el tiempo no urge, entonces, tarde o temprano, todo se sabe. Esa certeza, la de que también esto se sabrá algún día, es la que me ayuda a levantarme muchas

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