Olimpismo

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Olimpismo, valores y educación Los Juegos Olímpicos fueron restaurados por el pedagogo francés Pierre de Freddy Barón de Coubertín quien el 23 de junio de 1894 fundó el Comité Olímpico Internacional. Luego de celebrar los primeros Juegos Olímpicos en Atenas 1896, esta organización ha logrado a lo largo del tiempo solidificar una filosofía de vida que hoy denominamos Olimpismo. El Olimpismo es una filosofía humanista que enfatiza sobre el rol del deporte en la educación de los jóvenes, su impacto social y su misión pacífica y moral. La palabra Olimpismo y su concepto no existieron en la antigüedad. Sin embargo podríamos decir que toda la cultura generada tras la celebración de los Juegos Olímpicos antiguos casi cerca de mil años antes (776 a.c. a 394 d.c.), dio paso a una actitud que hoy cobra fuerza en la época contemporánea. Olimpismo es un concepto moderno, que surgió tras la restauración de los Juegos Olímpicos en 1894. Coubertín no dio una definición precisa de él. A medida que pasaba el tiempo, profundizó sobre el concepto más, como resultado de su propia espiritualidad inspirándose teóricamente con base en la experiencia de organizar y afianzar los Juegos Olímpicos, hasta elevarlos al nivel de una doctrina. En busca de llegar a una definición específica de Olimpismo, debemos detenernos en los fundamentos espirituales de Coubertín, quien escribió la Carta Olímpica y en ella los principios fundamentales que han orientado nuevas tendencias. De acuerdo con la carta Olímpica, Olimpismo es una “filosofía de vida”. Esta afirmación significa que es una experiencia de vida. No es una teoría acerca de la noción de una situación, sino la práctica de la teoría misma con el ser humano como centro de este enunciado teórico: El ser humano, como individuo y su búsqueda de la excelencia (“kalokagathia”). El ser humano como integrante de la sociedad. El ser humano como parte de la comunidad mundial. Para llegar a la “kalokagathia” (equilibrio entre lo bueno y lo bello) y al fortalecimiento mental, espiritual y físico, el ser humano “necesita” cultivar y vivir sus virtudes. Un permanente progreso deportivo y espiritual de sus virtudes personales dará como resultado el equilibrio fundamental hacia la excelencia. De allí que cuando hablamos de Olimpismo nuestros actos deben ser consecuentes con su filosofía y hacerse evidentes en el entorno que nos desenvolvemos. Como complemento a lo anteriormente expuesto es preciso resaltar el poder transformador intrínseco del Olimpismo fundamentado en valores: En nuestro caso la palabra virtud expresa la energía del alma vital hacia la felicidad. La búsqueda de la excelencia en el deporte es tan exigente que el esfuerzo se convierte en la alegría suprema! El beneficio individual a través del Olimpismo es una dimensión que se refleja en su rol educativo y transformador.El progreso personal a través del desarrollo de las cualidades físicas e intelectuales sería mínimo si no estuviera asociado con el desarrollo de la sociedad en si misma. El Atleta que excede sus límites alcanza la propia armonía y equilibrio y está listo para contribuir a la comunidad que le ha apoyado en su formación. El ser humano como integrante de una sociedad que ha alcanzado paz interior, es feliz y está listo para redefinir sus relaciones con los demás, para la creación de una sociedad más pacífica. Los Juegos Olímpicos de la Juventud creados por el Comité Olímpico Internacional en 2007 son hoy una escuela de paz. Convivencia pacífica, igualdad de participación, respeto por otras culturas, respeto por el ambiente y la democracia, son algunos de los principios universales que representan el común denominador de compartir competencias deportivas con educación y cultura. Los Juegos Olímpicos de la Juventud son hoy la expresión viva del Olimpismo en acción, que contribuirá sin duda a la construcción de un mundo más pacífico. Los jóvenes del mundo serán gracias a este evento, cada día más conscientes de que ser competidor en unos Juegos Olímpicos va más allá del simple resultado deportivo y de una medalla en el podio Olímpico.La responsabilidad social y su compromiso con la transformación de un mundo mejor y más pacífico, deben ser reconocidos por los atletas que justifican la existencia del Movimiento Olímpico contemporáneo.


Valores del Olimpismo El Olimpismo es una filosofía de vida que combina el deporte, la cultura y la educación con el objeto de crear un equilibrio armónico entre el cuerpo, la mente y el espíritu. El Olimpismo está basado en tres valores fundamentales que el Comité Olímpico Internacional define así: 1. Excelencia: Significa dar lo mejor de sí mismo, en el terreno de juego o en el campo profesional. No se trata de ganar, sino de participar, progresar en los objetivos personales, esforzarse por dar lo mejor de uno mismo en la vida diaria y beneficiarse de la saludable combinación de un cuerpo, una mente y una voluntad fuertes. 2. Amistad: Este valor nos incita a considerar el deporte como una herramienta para lograr un entendimiento mutuo entre las personas y los pueblos de todo el mundo. Los Juegos Olímpicos inspiran a la humanidad para superar las diferencias políticas, económicas, de género, raciales y religiosas y para entablar amistades a pesar de dichas diferencias. 3. Respeto: Hace referencia al respeto a uno mismo y a su cuerpo, a los demás, a las normas, al deporte y al ambiente. En lo referente al deporte, el respeto implica el juego limpio y la lucha contra el dopaje o contra cualquier otro comportamiento no ético. Sin embargo, la Carta Olímpica expresa textualmente: “Al asociar el deporte con la cultura y la formación, el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto por los principios éticos fundamentales universales”. marzo 17 de 2

Símbolos Olímpicos El emblema o Logo olímpico está compuesto de cinco círculos de colores azul, amarillo, negro, azul, verde y rojo. Los círculos se entrelazan de izquierda a derecha (negro, azul y rojo) en la parte superior y amarillo y verde en la parte inferior. Al observarlo detenidamente, el conjunto forma un trapecio regular. Sin embargo, cuando el Barón Pierre de Coubertín (restaurador de los Juegos Olímpicos de la época moderna) lo creó en 1914, la posición de los círculos era ligeramente horizontal. Sería durante la presidencia de Juan Antonio Samaranch en los 80, que el enfoque comercial y la innovación introducida por el Mercadeo Olímpico, les llevaría a replantear el emblema hasta presentarlo en forma de trapecio como lo vemos actualmente.


Este símbolo, representa la unión de los cinco continentes y el encuentro de los atletas del mundo en la más grande fiesta cuatrienal del deporte, los Juegos Olímpicos. La bandera olímpica se compone de un rectángulo de fondo blanco sin ribete o bordes, sobre la que se dispone el emblema o logo olímpico en sus cinco colores. Esta bandera, fue creada por el Barón Pierre de Coubertin en 1914 debido a que en los Juegos de Estocolmo en 1912 por primera vez se presentaron a competir atletas provenientes de los cinco continentes, hecho histórico sin precedentes.


El COI (Comité Olimpico Internacional) a través de sus investigaciones ha podido constatar que para 1913 en carta escrita a mano por el Barón de Coubertin, se usaba el encabezado con los cinco aros pintados a mano y con los colores que conocemos actualmente. Él era muy dinámico y tenía un gran interés por fortalecer en forma filosófica e ideológica el Movimiento Olímpico, así que ante el Congreso Olímpico de París en 1914 presentó el símbolo y la bandera que fue aprobada para ser presentada oficialmente en los Juegos de Berlín en 1916. Lamentablemente estos Juegos no se llevaron a cabo debido a la I Guerra Mundial, lo cual hizo posponer su presentación oficial ante el mundo y Coubertín tuvo que esperar siete años para darla a conocer durante los Juegos Olímpicos celebrados en Amberes – Bélgica, en Septiembre de 1920. Sin duda alguna su intención de unir al mundo a través de los Juegos Olímpicos se vio reforzada por el nacionalismo inspirador de la bandera olímpica que hoy ondea en todas las ceremonias de apertura y de clausura, así como en todos los escenarios deportivos durante la celebración de unos Juegos Olímpicos de Verano, de Invierno o de la Juventud. Quiero resaltar que los seis colores de la bandera: azul, negro, rojo, verde, amarillo y blanco, le permiten a cualquier atleta del mundo encontrar los colores de las banderas de todas las naciones del mundo sin excepción. El emblema olímpico y la bandera son de uso exclusivo del Comité Olímpico Internacional y en cada país lo pueden usar los Comités Olímpicos Nacionales para conformar su propio emblema, bajo estrictas medidas y con un manual de imagen que han producido específicamente para ello, que debe ser respetado y acogido por todos. El Símbolo Olímpico es una de las imágenes más fácilmente reconocidas en el mundo. Lema Olímpico El lema olímpico, es una frase en Latín que resume toda una filosofía de vida: “Citius, Altius, Fortius”. Significa textualmente “más lejos, más alto, más fuerte”. Debo aclarar por supuesto que no se trata exactamente de correr más rápido, saltar más alto o ser más fuerte. Para entenderle mejor debemos ubicarnos en el contexto, es decir en los finales del Siglo XIX cuando el Lema fue presentado por Pierre de Coubertin ante el Congreso Olímpico en 1894, el mismo día de la creación del Comité Olímpico Internacional, el 23 de junio. Para crear el Lema, pidió ayuda a su amigo el Dominico Francés Enri Didón quien lo escribió en Latín que era la lengua utilizada para decir las misas de la época, lo cual envuelve al Lema en cierto misticismo religioso conectándolo con el sentido original con el que fueron creados los Juegos Olímpicos en la antigüedad, que se llevaban a cabo en honor a los dioses. El Lema encierra en sí mismo valores que se evidencian con el esfuerzo al que se someten los competidores para representar en forma excelente a sus países y pueblos. Respeto, amistad, solidaridad, juego limpio, unión, buen ejemplo, virtud y excelencia entre los más reconocidos, llevando la competencia olímpica a un nivel tal, que tras la perseverancia para entrenar, competir y superarse durante años en busca de una meta tan elevada como el podio olímpico (ver lejos/Citius) y sobretodo con la fortaleza para superar la adversidad, la dificultad y las lesiones deportivas sin perder la confianza y la fe en sus objetivos (Fortius), finalmente al atleta al conseguir el oro eleva su espíritu/“Altius” acercándose a su Dios cualquiera que sea la religión que profese. Como vemos, el Lema Olímpico tiene una fuerza excepcional que sostiene al atleta en su deseo de alcanzar el máximo objetivo y engrandece el espíritu olímpico que rodea la competencia en unos Juegos de este nivel. Fuego Olímpico El Fuego Olímpico arde por primera vez en unos Juegos Olímpicos en el año 1928 en Amsterdam, Holanda. Se encendió en lo alto de una torre al interior del Estadio Olímpico pues todavía no se había


implementado el relevo de la antorcha como hoy la conocemos. No sería hasta los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 que se iniciaría la tradición más emocionante que hoy paraliza al mundo. En primer lugar, el encendido protocolario y ancestral uniendo la tradición antigua y la moderna se lleva a cabo en el Templo de Era en Olimpia, Grecia. Luego de esta ceremonia llena de mensajes filosóficos de unión, comprensión, tolerancia y amistad, una vez que se logra encender la antorcha durante una ceremonia protocolaria con invitados especiales provenientes de las organizaciones más importantes del mundo deportivo, religioso y social, llegó al Estadio tras un largo recorrido que incluyó el relevo de 5000 corredores portadores de la antorcha.

El creador de esta ceremonia fue el profesor alemán Carl Diem quien lo puso en marcha con el apoyo de su gran amigo griego, Jean Ketzeas. La llama olímpica recuerda la tradición de la antigua Grecia donde se encendía una hoguera en el altar de la diosa Hera durante la celebración de los antiguos Juegos Olímpicos.


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