ANTOLOGÍA Cuentos Anónimos

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Pero cuando estaba a punto de llegar a su cueva, el señor Sapo asomó, la cabeza y dijo tranquilamente: ¡Ya estoy aquí! El señor Ratón estuvo a punto de enloquecer de rabia. - Vamos a descansar un rato y correremos otra vez – murmuró con voz sofocada. - Como quiera – respondió el señor Sapo en tono displicente. Y se puso a tocar la flauta dulcemente. Pensando en su inexplicable derrota, el señor Ratón estuvo llorando de ira. Cuando se sintió descansado, dijo al señor Sapo apretando los dientes: ¿Está dispuesto? Sí, sí… Ya puede echar a correr cuando guste… Llegaré antes que usted. La carrera del señor Ratón sólo podía compararse a la de la liebre. Iba tan veloz que dejaba sus uñas entre las piedras del monte sin darse cuenta. Cuando apenas le faltaban dos pasos para llegar a la meta, la señora Sapo sacó la cabeza de su agujero y gritó: 9


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