Cada dia - David Levithan

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—Tres horas. —¿Y qué te estás perdiendo hoy? —Un par de exámenes, un ensayo con la banda y una cita con mi novia. —¿Y crees que es justo? Me quedo parado unos instantes: —¿A qué te refieres? —A ver, me alegro de que hayas venido desde tan lejos, de verdad… pero esta noche no he dormido muy bien y estoy muy susceptible. Y, esta mañana, cuando me has enviado el mensaje he pensado: «¿De verdad es justo todo esto?». No para ti y para mí, sino para todas esas… personas cuyas vidas secuestras. —Siempre tengo cuidado de… —Sé que lo tienes. Y sé que solamente es un día. Pero ¿qué pasa si hoy iba a suceder algo completamente insospechado? ¿Y si su novia está planeando hacerle una estupenda fiesta sorpresa? ¿Y si su compañera de laboratorio suspende porque ella no asiste? ¿Y si…? No sé. ¿Y si hay un accidente terrible y se suponía que tenía que estar cerca para salvar a un bebé? —Sí, lo sé pero ¿y si soy yo la persona a la que se supone que tiene que pasarle algo? ¿Qué pasa si se supone que debería estar aquí y no vengo y el mundo se pone a girar en la dirección equivocada? Aunque sea de forma infinitesimal… pero sería importante para mí. —¿No debería estar su vida por encima de la tuya? —¿Por qué? —Porque eres el invitado. Sé que tiene razón, pero me sorprende oírlo de su boca. No tarda en matizar para que no parezca que me está acusando: —No digo que tú seas menos importante, lo sabes. Ahora mismo, eres la persona que más quiero del mundo. —¿De verdad? —¿Cómo que de verdad? —Ayer dijiste que no me querías —sabe exactamente a qué me refiero. —Hablaba del metalero, no de ti. De pronto, la conversación no parece tan mala como al principio. Aunque los puntos siguen donde estaban. Llega la comida. Rhiannon unta una patata frita en el ketchup, pero nada más. —Yo también te quiero, ¿sabes? —Lo sé —pero no parece que eso la ponga feliz. —Vamos a sacar esto adelante. Al principio, todas las relaciones tienen una parte difícil. Esta es la que nos ha tocado vivir a nosotros. No es como cuando la pieza de un puzle encaja a la perfección. En el caso de las relaciones, tienes que adaptar las cabezas de la ficha para que unas se adapten a la perfección a las otras. —Y tu ficha cambia de forma cada día. —Solo físicamente. —Lo sé —por fin se come la patata—, de verdad. Imagino que tengo que moldear más mi pieza.


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