
8 minute read
LILLIANA GONZALEZ
LILIANA GONZALEZ
Advertisement
By Dana Perrigan
Writer | Journalist | Book Author
Sitting at a picnic table on a sunny day at San Bruno’s Commodore Park, Lilliana Gonzalez talks about how well things have been going since she was released from prison a year-and-a-half ago.
Since starting work at San Francisco’s Hospitality House in March, she has been promoted from peer advocate to case manager -- a job she looks forward to when she gets up each morning.
A few weeks ago, she and her boyfriend moved out of the Tenderloin into an apartment a few blocks from here.
She has been reunited with her eight-year-old son, Dominic, who amuses himself in the nearby play area for children while his mother talks.
She recently received an “A” in her first class at City College of San Francisco.
She continues to stay clean from the drugs that once blighted her life. Sentada en una mesa de picnic en un día soleado en el parque Commodore de San Bruno, Lilliana González habla de lo bien que le va desde que salió de prisión hace un año y medio.
Desde que empezó su trabajo en la Hospitality House de San Francisco, ha sido promovida de asesora a administradora de casos, un trabajo el cual mira con emoción cada mañana que se levanta.
Hace un par de semanas, ella y su novio se mudaron fuera de Tenderloin a un apartamento a un par de bloques de aquí.
Ella se reunió con su hijo de ocho años, Dominic, el cual se divierte en el área de juegos para niños mientras su madre habla.
Recientemente recibió una “A” en su primera clase en el City College de San Francisco.
Continúa manteniéndose limpia y lejos de las drogas que en su momento frustraron su vida.
“It’s a good feeling coming after all those years of messing up,” she says. “ I’m continuing to do really good. I believe I deserve a good life -- and my children, too.”
An attractive woman who looks much younger than her 38 years, Gonzalez was little more than a child herself when she started down a path that eventually led to federal prison.
Growing up in Fresno in a home that she describes as “a little dysfunctional,” Gonzalez started drinking when she was 13. At the age of 17, she was pregnant with her first child.
“Then the drugs came in,” she says. “I got introduced to meth. I started using heavily. I started hanging out with the wrong people, the wrong crowd.”
Soon she was involved in commercial burglaries and was frequently in and out of jail.
Things continued to go downhill as the years passed. She met someone who introduced her to various forms of fraud -- identity theft, mail and credit card fraud.
Two years later, she was arrested.
“I got really scared,” she says. “All those other times I was in and out of jail I wasn’t scared like I was when the feds picked us up.”
Her fears were justified. She learned she could be locked up in a federal prison for 30 years if found guilty of the charges against her.
“When I heard that, I was terrified,” she says. “I thought that was what was going to happen.”
It took about a year before her case came to trial. During that time, Gonzalez left jail and entered a 90-day rehab program. After completing the program, she stayed clean and worked while awaiting her fate in court.
“I just told myself that I wanted to do good,” she says. “I had enough.”
Gonzalez continued to do good after being sentenced to three years in prison. She took computer classes. She completed the Ardap Progam -- an intensive, nine-month substance abuse rehabilitation program administered by the U.S. Federal “Es una buena sensación luego de todos esos años de equivocarme,” dice Liliana. “Continúo estando bastante bien. Pienso que merezco una buena vida, y mis hijos también”; agregó.
Una mujer atractiva que se mira mucho más joven de lo que sus 38 años aparentan, González acababa de dejar de ser una niña cuando inició un camino que eventualmente la llevaría a una prisión federal.
Creciendo en Fresno, en un hogar el cual ella describe como “un poco disfuncional” González empezó a beber cuando tenía 13 años. A la edad de 17, estaba embarazada con su primer hijo.
“Luego vinieron las drogas” dice Lilliana. Probé la metanfetamina. La empecé a consumir bastante. Empecé a juntarme con la gente equivocada, con malas compañías”
De pronto, se involucró en hurtos comerciales y se encontraba con frecuencia en la cárcel.
Las cosas siguieron yendo cuesta abajo a medida que pasaban los años. Conoció a alguien quien la introdujo a varias formas de fraude - robo de identidad, y fraude de correo y tarjetas de crédito.
Dos años después, fue arrestada.
“Me asusté mucho”, dice Lilliana “En todas las otras ocasiones que entraba y salía de la cárcel, nunca estuve asustada de la manera que estaba cuando nos descubrieron los federales.
Sus temores estaban justificados. Se enteró que podría pasar 30 años en una prisión federal si la declaraban culpable de los cargos acusados.
“Cuando escuché eso, me aterroricé”, dice Lilliana. “Pensé que eso era lo que iba a pasar”.
Pasó aproximadamente un año antes de que su caso llegara a juicio. Durante ese tiempo, González salió de la cárcel y entró en un programa de rehabilitación de 90 días. Después de completar el programa, se mantuvo libre de drogas y trabajó mientras esperaba su destino en la corte.
“Solo me decía a mí misma que quería hacer las cosas bien,” dice Lilliana “Fue lo suficiente.”
González continúo haciendo las cosas bien luego de ser sentenciada a tres años en prisión. Tomo clases de computadora. Completó el programa Ardap,
Bureau of Prisons. She started working out and taking care of herself, losing 50 pounds in the process.
After being released from prison in April 2019, Gonzalez took up residence in a halfway house in San Francisco. She enrolled in a re-entry program, which she said helped her learn more about herself.
Prior to the shut-down due to the Coronavirus pandemic she worked two jobs -- at a vegan restaurant and at a Goodwill store. When those jobs ended, she started working at Hospitality House in the Tenderloin.
As a case manager in the employment unit, Gonzalez serves those who are experiencing homelessness -- including veterans and the formerly incarcerated -- find work. She helps them create resumes, cover letters, fill out applications, etc. Her own experience and struggles, she said, make it easier for her to understand and aid her clients.
“I love it,” says Gonzalez. “I love my job. It’s helping people -- helping them find jobs and other resources they need.”
Gonzalez’s future plans include buying a home for her family, strengthening her relationships with her children, and furthering her education. Having completed her first course at City College of San Francisco, and encouraged by having done so well in it, she looks forward to the challenges of the next semester.
Through a friend, she learned about Comunidad San Dimas’ new Excell Network Program, which offers financial and spiritual support to formerly incarcerated adults pursuing an education.
After speaking with Julio Escobar, the director of Comunidad San Dimas, Gonzalez applied and was accepted into the program.
“She is very enthusiastic about getting involved and going to school,” says Escobar. “I think she will do very well.”
Gonzalez is planning on it.
“I would like to get my A.A. (Associate of Arts) degree,” says Gonzalez, “and become a social worker.” Through working at Hospitality House, I’ve learned that I really like helping people.”

un programa intensivo de nueve meses de rehabilitación de abuso de sustancias administrado por la Oficina Federal de Prisiones de Los Estados Unidos de América. Comenzó a hacer ejercicio y a cuidar de sí misma, perdiendo 50 libras en el proceso.
Después de salir de prisión en abril de 2019, González vivió en un hogar de transición en San Francisco. Se inscribió en un programa de reinserción, el cual dijo que la ayudó a aprender más sobre sí misma.
Tenía dos empleos antes del cierre causado por la pandemia de Coronavirus, en un restaurante vegano y en una tienda Goodwill. Cuando llego el fin de esos trabajos, comenzó a trabajar en Hospitality House en Tenderloin.
Como administradora de casos en la unidad de empleos, González ayuda a los que carecen de vivienda, incluyendo a veteranos y a los que han estado previamente encarcelados, a encontrar trabajo. Les ayuda a crear sus currículos, cartas de presentación, llenar solicitudes, etc. Su propia experiencia y problemas, dijo Lilliana, le facilitan a entender y a ayudar a sus clientes.
“Me encanta” dice González “Me encanta mi trabajo. Es ayudar a las personas, ayudarles a encontrar empleo y otros recursos que necesitan.”
Entre los planes para el futuro de González, está comprar una casa para su familia, reforzar sus relaciones con sus hijos, y avanzar en su educación. Habiendo completado su primer curso en el City College de San Francisco, y animada por su desempeño en él, espera con ansias los retos que puede traer el siguiente semestre.
Por un amigo, ella escucho del nuevo programa Excell Network de Comunidad San Dimas, el cual ofrece apoyo financiero y espiritual a adultos previamente encarcelados que buscan una educación,
Luego de hablar con Julio Escobar, el director de Comunidad San Dimas, González aplicó y fue aceptada al programa.
“Está muy entusiasmada por involucrarse y por regresar a la escuela”, dice Escobar. “Pienso que le va a ir muy bien”
González está trabajando en eso.
“Me gustaría conseguir mi diploma de A.A. (Asociado de Artes) y convertirme en una trabajadora social” dice González. “Trabajando en Hospitality House, he aprendido que en realidad me gusta ayudar a las personas”.