auténticas entrevistas falsas / Pablo Ferrer
Foto: FuEntE ExtErnA
PAloMA SAN BASIlIo
La reina Samba
ESTILO|S 02 de octubre de 2010
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–Se lo debe decir todo el mundo, pero se conserva usted en formol... 35 años de carrera y está usted tremenda... –Ha tenido la delicadeza de no decir mi edad. No tendría problema en revelarla, pero tampoco tengo problema en dejar eso en la gaveta, jevitico. –Paloma, ¿cuál es su secreto? ¿El carnaval, los entrenamientos de la ‘escola’? –Me temo que no le sigo... –Bueno, al elegir usted como nombre artístico lo de Samba, entiendo que la cosa va por ahí, aunque me descolocó con ‘Evita’, habiendo tanta rivalidad entre Brasil y Argentina... –Diache... me temo que no ha hecho usted la tarea, amiguito. –Usted es Paloma Samba, ¿no? Un canto puro a la libertad, la chica de Ipanema... –Mire, me gusta. Voy a cambiarme el nombre, y pasado mañana me mudo a Río. –Ahora que ya hay confianza, Sambita, ¿no está usted ya cansada de pedirle a todo un país que no llore por usted? Porque esa tiene que cantarla sí o sí, como se la olvide le batean... –Es una canción que me acompaña casi desde el principio de mi carrera profesional, y puedo decir con orgullo que
con todos los intérpretes que ha tenido, la gente la asocia conmigo. –¿Estaba usted asociada con Evita Perón? ¡Ajá paisana! –Definitivamente, anda usted con un desubique que ni mi abuelita en un concierto de Metallica. –Eso mismo me dice mi jefa la Bea. ¿Puedo saludar en mitad de la entrevista? ¡Un saludo, rubia chula! –Oiga, que la artista soy yo, si tiene que echar piropos, de este lao’, muchacho.
–Paloma, linda criatura, eres todo preciosura. Oírte es tocar el cielo, por tus trinos se riza el pelo. Cuando sé que vienes a la isla, de ansiedad muero; cuando marchas, hermosa dama, tu regreso espero. Me queda la samba, y Evita, para recordarte; coctel de gambas, papitas... y a coger la Duarte. Quemando goma por Paloma, de la playita a la loma, ahora que el sol asoma. ¡Diantre, Paloma! Freno, que te abrumo; y mi verso se hace humo... –(Emocionada) ¡Pero qué vate, y yo que te hacía botarate! A mis brazos,
truhán: has encendido una llama que creía ya apagada. –Paloma, que me pierdes... por esos ojos de uva roja pierdo yo el sentido. –¡Calla ya, bandido! Que las formas pierdo, seas loco o cuerdo... –Cambio y fuera, ciguapita. Que si subimos otro escalón, nos van a censurar. Háblame de tu último disco, que seguro que es el mejor que has grabado. –Siempre es así, mi gentil escribano. Es el mejor, como antes lo fue el anterior. Mi voz sigue respondiendo contra viento y marea, y los agudos no se me resisten. Te lo mostraría, pero es cierto: no debo caer en el solaz de las pulsiones primarias, ni desatar el animal que hay en mí... –¿La paloma, Paloma? –Paloma torcaz, que se vuelve pantera cuando se desata la fiera. ¡Ay, galán! El rubor, que otras veces refuerzo con pinceles, inunda ahora mis pómulos por tus requiebros de dos cheles. –Uno es poeta humilde, señora... –Pues de bardos sin cuartos quiero llenas mis horas... ¡va por vos el do de pecho! –¡Aydió, que se emburuja! Fundamos el negro en cortinilla, gacela... que ningún ojo curioso me diga feo ni hermoso: me declaro de vos esclavo, y si la mejilla me besáis, ya no me lavo. –Sea, pues. Os beso primero y después, quedo a vuestros pies...
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