libro de investigacion

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abiertos en páginas especificas con frases marcadas que incitaban a vivir siempre en mundos de fantasías, en mundos ideales, esas frases hacían de la vida un mar, un desierto, y transcurrían en chozas o mansiones, o al aire libre, quizás bajo la tierra, o bajo el mismo mar, Las vidas que simulaban aquellas frases, eran, son y serán por siempre mientras existan aquellos libros, simples reflejos de que podemos armar nuestra historia como nos plazca; ¡SI! Definitivamente los libros en la pared también eran mi mundo. De pronto, la luz de la llama se hizo tan intensa que me dejo ver toda la sala de un solo sopetón y vi, como tenia forrado cada milímetro de la pared, con bibliotecas rebosantes de libros, que en el fondo, en el único lugar libre de la pared, el escritorio tenia pilas de libros en sus orillas y dos libros abiertos, uno cuyas hojas que dejaba ver, que eran las primeras, estaban completamente en blanco, y también tenía una pluma arriba, y una obra que había estado leyendo tiempo antes. Todo en aquél lugar era perfecto, hasta las figuras cambiantes y sin formas conocidas que regalaba la viva llama encendía en aquella Lumbre que eran como salidas de un mundo surrealista que invitaban a imaginar que todo se quemaba, o que simplemente nunca más abría alguien que sufra frio. Una taza de café apareció en mi mano y me vi mirando por la ventana, que estaba a un lado del fogón, sin ni siquiera haberme levantado de aquel asiento que consideraba ahora como mi trono en medio de un reino poderoso y completo lleno de locuras y corduras, de aciertos y errores; Pero ya no recuerdo si me había enamorado de la blanca noche invernal cubierta de nieve y de esa mágica imagen de ver nevar o si en aquella noche, en el firmamento, había una luna llena que parecía dispuesta a ser eterna dueña de aquel lugar, y mirando por mi ventana, pasando mi vista a través de la ventana abierta e iluminada de la casa vecina, vi como el padre de familia cerraba un grande y detallista libro de cuentos, lo dejaba sobre la mesa de luz ubicada como costumbre junto a la cabecera de la cama y se marchaba dejando dormir a su hija en, la que pensé, era la mejor de las compañías, un libro, e imagine su mente divagando entre las imágenes de aquél cuento que acababa de escuchar y me fue inevitable sonreír, volví mi mirada a mi habitación y vi nuevamente mi escritorio, la pila de libros era menor y los dos libros habían cambiado, uno, el de la pluma, estaba superando por poco su mitad y la obra era otra, y recordé también haber estado leyéndola tiempo antes y aún estaba, al igual que la anterior, sin terminar. Mire el fuego, ahora más tenue y consumido, pensé que era menester levantarme a agregar a aquella vieja forja de sueños un tizón, sino me congelaría, aunque mientras pensaba encontró su fin, así como también finalizo el invierno y ahora las ventanas estaban abiertas y corría un colorido aire primaveral que me recordaba grandes historias de amor y de odio, de pasiones, de desánimos, de luchas ganadas en las que siempre existía el perdedor, todas esas historias, todos esos mundos estaban en mi poderoso reino cual trono seguía cómodamente ocupando, pero cuando recupere la noción del lento andar del tiempo me quise levantar y me tuve que ayudar con un bastón, note a la distancia que ya no había obras de lectura sobre el escritorio, ni pilas de libros a los costados, y aquel libro de hojas en blanco con su pluma se encontraba cerrado con la contra tapa hacia arriba, y la pluma al costado, limpia y regalando un aire como de victoria por haber culminado un desafío, caminé, agarré el libro, y con pasos ahora cansados lleve mi historia al mar, o al desierto, en un yate o una canoa, a la deriva o con timón

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