Longplay

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Valeria Fernรกndez


CONTENIDOS

3. Editorial 12. Inés Berton, sommelier de té 14. 40 artistas contemporáneos de la Colección Alvear de Zurbarán 32. Ojos de turista, Farmacia de la Estrella

6 COLECCIONES Carruajes y transportes en el Museo Enrique Udaondo de Luján.

CURIOSIDADES Pequeñas historias de la historia.

EXPOSICIÓN Aeropuertos Argentina 2000 presenta “Xul Solar y Jorge Luis Borges: El Arte de la Amistad”.

MÚSICA Horacio Lavandera, prodigio argentino.

CONVERSACIONES Mauricio Dayub confiesa sus pasiones.

20 LITERATURA Cuando 140 caracteres no alcanzan.

60 LIBRO FOTOGRÁFICO Islas Malvinas. La otra cara, imágenes que hablan.

CONTRAPUNTOS Luis Felipe Noé, Hernán Dompé, Agustín Viñas y Carmen Esnaola comparten su arte con Long Play.

TEXTUALES Los microrrelatos de hoy y de siempre.

74 CASCOS INTERVENIDOS El arte como vehículo de la concientización.

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TRADICIONES Año Nuevo Chino. 2013, el año de la serpiente de agua.

FOTOGRAFÍA Juan Hein, proyecto UNG!

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M U S E O

D E L

T R A N S P O R T E

UN LUGAR DONDE EL AYER

SE DISFRUTA HOY Luján y la historia nacional siempre tuvieron una relación uy es rec a y e o e o Museo r fico ro incia Enrique Udaondo da cuenta de esto. En una recorrida por los carruajes y medios de transporte, nos imaginamos cómo viajaban los sueños argentinos en la época colonial. POR MAIA B. PERERA

FOTOS DE ANDRÉS PÉREZ MORENO

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l sonido largo y sostenido de la campana de la basílica de Luján nos avisa que ya son las 12 del mediodía. Estamos a 67 kilómetros al oeste de la Capital Federal. En esta localidad de la provincia de Buenos Aires se respira un aire diferente, colmado de fe y buenos augurios: estamos en la tierra que vivenció el milagro de la presencia de la Virgen. Pero ese es solo uno de los acontecimientos que ocurrieron en este lugar, que por ser un punto clave de la ruta del camino Real, fue testigo de sucesos de la historia nacional, principalmente entre el siglo XVIII y el XIX. En el año 1755, la población de aproximadamente trescientos habitantes es reconocida como Villa por el Gobierno de España y se le permite tener su propio Cabildo, que se construye poco tiempo después. Y en 1917 se destina el edificio al Complejo Museográfico Provincial, denominado con el nombre de su primer director, don Enrique Udaondo. Este personaje trascendió su época por tener una visión museológica que en la primera mitad del siglo XX aún no estaba desarrollada. Fue miembro de la Academia de Historia Nacional y dedicaba su vida a sus libros y la historia. Se desempeñó ad honórem hasta su muerte, en 1962. El complejo se compone de varios cuerpos, entre ellos el Museo Colonial e Histórico, donde se alza el Cabildo y el Real Estanco de Tabacos y Naipes, conocido popularmente como la Casa del Virrey, cuyo nombre hace alusión al virrey Sobremonte, que según cuentan solo vivió allí pocas horas. Ambos edificios, declarados Monumento Histórico Nacional en el año 1942, fueron construidos alrededor del 1800 y respetan la arquitectura colonial. En la época de Rosas, el general Paz estuvo prisionero en el

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LAS POSTAS Hay muchos relatos de viajeros extranjeros que describen las travesías y sus peripecias, ya que, en aquel entonces, los viajes eran una verdadera odisea. Las postas eran lugares de paso que permitían el descanso de los viajantes y el recambio de animales con los cuales se transportaban. En realidad, más que testimonios se reflejan críticas que describen su falta de higiene y comodidad, pero se destacan, a su vez, opiniones favorables en cuanto a la comida, que era buena y abundante, en general aves de corral que se preparaban en el momento de llegada de los pasajeros.

lugar y, años más tarde, en 1875, también el general Bartolomé Mitre. Transportando los sueños de un país El Museo del Transporte se inauguró en 1940 y fue el primero en su género que tuvo nuestro país, y uno de los primeros de Latinoamérica. Como se trataba de una colección imponente, don Enrique Udaondo se vio obligado a vender algunas de sus propiedades, logrando así juntar el dinero necesario para construir todo el pabellón, el cual se divide en tres sectores, siguiendo un interesante criterio curatorial. Un sector exhibe los medios de transporte del 1800, otro espacio está dedicado exclusivamente a los carruajes y un lugar destacado presenta los medios de transporte que se utilizaron para llevar a cabo hazañas. Los carruajes. Son los únicos ejemplares de este tipo de transporte guiados por sopandas, correas de cuero, de ahí su nombre. Son coches donde el conductor debía ir arriba de uno de los caballos. En esa época, pocas familias tenían su carruaje propio, y los alquilaban entre 4 a 6 personas para poder trasladarse. El ferrocarril. Instalar el ferrocarril fue un largo proceso, ya que era un medio que no se conocía en el país y es menester señalar que convivió por un tiempo con las diligencias, ambos como transportes de larga distancia. Una agrupación privada, La Asociación Anónima del Camino de Hierro del Buenos Aires al Oeste, es quien promueve su desarrollo,

aportando capitales para traerlo desde Inglaterra. La Porteña, pieza fundamental del museo, es una de las dos primeras máquinas locomotoras que ingresaron a nuestro país. Llegó el 25 de diciembre de 1856. Desarrollaba unos 20 kilómetros por hora, y sus vagones tenían asientos de madera muy amplios, debido a que en esa época las mujeres lucían vestidos de gran porte. Como en todas las épocas, lo moderno tuvo fuerte oposición, principalmente por parte de los troperos, que eran quienes manejaban las carretas y veían disminuida la demanda de sus servicios, ya que otra función del ferrocarril era el transporte de mercadería. Fueron épocas duras, las vías construidas eran destruidas todas las noches, pero finalmente se logró inaugurar el ferrocarril. El primer viaje de La Porteña fue desde la estación del Parque, donde hoy está el Teatro Colón, hasta Floresta. En aquella época, la máquina no tenía iluminación, y según las crónicas, las noches de luna llena se hacía una excepción y se permitía al tren circular por las vías. Las hazañas. Un espacio donde vemos reflejadas las

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exitosas travesías realizadas por quienes fueron precursores en medios de transporte. Si hablamos de travesías, no podemos dejar de lado al profesor suizo Aimé Félix Tchifely, quien estaba en Argentina como profesor en un colegio de Quilmes. Era una persona muy interesada en los temas del campo y los caballos, y decidió hacer un viaje por América para demostrar la resistencia de la raza criolla. Para ello pidió prestados a don Emilio Solanet, quien vivía en una estancia en Ayacucho, dos caballos. Solanet le entrega a Gato y Mancha, caballos de raza criolla, criados en el país a partir de una cruza entre caballos españoles y argentinos, pero no estaba seguro de que pudieran llegar a Nueva York. De cualquier manera, Tchifely emprende el viaje y cruza todas las Américas: del sur, centro y norte, hasta llegar a Nueva York. El viaje duró tres años, desde el 1925 al 1928, y se narra como una travesía con todos los ingredientes: publicaciones en los medios, fama y ovación. Los transportes que reúne esta colección viajan, también, por el aire. El Plus Ultra es el primer hidroavión que realiza el cruce del océano Atlántico Sur uniendo América con Europa, específicamente Puerto de Palos, España y Buenos Aires, Argentina. Se distingue por su imponente estructura, que lleva como identificación la escarapela española. Este avión toma vuelo desde el agua, y solo utiliza sus ruedas para maniobrarlo en tierra. Con una capacidad de cuatro tripulantes, viajaba a 1500 metros de altura, lo cual habla de la altura de las construcciones de la época, hoy un imposible. Estas naves no tenían más protección que un toldo, una lona, y desarrollaban una velocidad de 150 kilómetros por hora. Tenían dos motores, uno adelante y uno atrás, y se encendía de manera manual con una manija y dos hélices.

El vuelo fue comandado por el español Ramón Franco, y tardó 20 días en llegar a destino. Salieron 4 tripulantes, pero durante el trayecto más largo del océano, a unos 2 mil kilómetros, Franco pidió que el representante de la Armada Española abandonara el hidroavión, dudando del peso transportado, y sugirió que se trasladara en barco. Al llegar a destino, el rey de España en ese período, Alfonso XIII, le regaló el “Plus Ultra” al Gobierno argentino del presidente Alvear. A través de los transportes, su relato y miles de kilómetros de sueños concretados, recorremos una parte de la historia que viaja desde el pasado.

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Pequeñas historias de la historia Por Danusa B. Moreira

MAMÁ CARMEN

y el fuerte General Paz Ilustración de Juan Soto

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n las elecciones presidenciales de abril de 1874, los principales candidatos fueron Nicolás Avellaneda, quien contaba con el apoyo del Gobierno, y Bartolomé Mitre. Ante el triunfo de Avellaneda, Mitre aseguró que las elecciones habían sido fraudulentas, se levantó en armas y organizó una revolución con el apoyo de varios oficiales. La revolución mitrista dividió las aguas de nuestro territorio, y las fronteras en el desierto quedaron a merced de su suerte y su destino. Las tropas que las defendían desde los fortines habían partido al frente de batalla. Como tantos otros fortines, el fuerte General Paz, en la frontera oeste, quedó vacío de soldados. El caso fue que el coronel Hilario Lagos, jefe de aquella frontera, regresaba de un enfrentamiento con la indiada cuando tomó conocimiento de los hechos sucedidos en Buenos Aires. Siempre dispuesto a ayudar en aquello que pudiera hacer falta, decidió juntar sus tropas y partir a pelear a favor de Avellaneda. Antes de marchar, nombró jefe de la frontera a la cuartelera Carmen Ledesma, sargento primero del Regimiento 2º de Caballería, conocida entre la soldadesca como “Mamá Carmen”, y la dejó al mando del fuerte hasta su regreso. Así partieron todos, hasta el médico y el cantinero Bastos, pese a los gritos de Mamá Carmen, que vociferaba: “¡Que no se vaya a ir ese, el del nombre de baraja! No vaya a ser que por culpa de un flojo nos quedemos sin ginebra y sin vicio de entretenimiento”. –¡Ah, no! La que se queda es mi pulpería. ¡El pellejo y las carnes yo las pongo bien a salvo! –Contestó Bastos. Y habiendo dicho esto, abandonó el lugar. A merced de los indios quedó el fortín en el desierto, cobijando armas, vituallas, ropa y demás pertenencias ajenas. Junto a él, un puñado de chinas cuarteleras, un soldado moribundo y dos heridos por patadas de caballos. Mamá Carmen no tardó en poner orden a la nueva situación. Decidió que la mujer del sargento Romero, una negra grande como un rancho, se hiciera cargo de la pulpería y les ordenó a todas las mujeres que se vistieran con uniforme de tropa. La finalidad era hacer pensar a cualquier indio bombero que husmease por las cercanías que el fuerte estaba defendido por una guarnición de soldados dejados para tal fin. Luego, Mamá Carmen repartió carabinas y cartuchos, estableció los turnos de vigilancia y todo siguió con la acostumbrada rutina de la vida de frontera. Un buen día, Mamá Carmen, las mujeres y los dos soldados ya repuestos andaban mateando y compartiendo unas carnes con cuero cuando fueron interrumpidos por la voz de la centinela, que anunciaba a gritos: “¡Indios!”. Inmediatamente subió Mamá

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Carmen al mirador para otear el desierto bordeado por el horizonte. Viendo la situación, comenzó la correría. La sargento ordenó dejar el portón sin trancas, medio abierto, mientras decía en voz alta: “Que entren nomás esos maulas, no voy a ser yo quien los deje morir de antojo”. Formaron todos en el mangrullo y levantaron la tabla para que nadie más pudiera trepar a la estrella. Cargaron con pedazos de hierro y piedras los dos viejos cañoncitos que tenían y, tomando sus carabinas, se dispusieron a esperar en absoluto silencio, escondidos detrás del parapeto. Al tranco, la indiada, alegremente confiada, asomó a la entrada del fuerte. Ingresaron despacio, preparados para darse un festín de fáciles ganancias, cuando una lluvia inesperada de tiros los alcanzó. Aturdidos y dando alaridos corrían los indios para todos lados ante la sorpresa y la confusión. Un primer cañonazo aumentó el revuelo de la indiada, y al segundo tiro de artillería salieron disparados, huyendo hacia el desierto infinito. Sin perder un minuto, Mamá Carmen y los dos soldados montaron a caballo y se dispusieron a perseguir a los aterrados fugitivos. A la carrera, levantando polvareda, lograron apresar a tres de ellos. Los prisioneros se quejaban de rabia y de pena al ver que habían sido vencidos por un grupo de mujeres. Ya atados los tres en el mangrullo, Mamá Carmen les dijo con voz maternal: “No tengan cuidado, hijitos. Aquí quedarán los tres hasta que vuelva el coronel. Él decidirá lo que ha de hacerse con ustedes”. Y allí los encontró el coronel Lagos al regresar. Y así resistió el fuerte General Paz durante la revolución. Defendido por un grupo de mujeres, al mando de la valentía de Mamá Carmen.

DATO INTERESANTE Según las fuentes consultadas, Carmen Ledesma era una mujer porteña, de raza negra. Mientras estuvo de cuartelera, le dio al ejército dieciséis hijos varones. Todos murieron antes que ella en las constantes luchas contra los indios.

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INÉS BERTON

ELeCAPRICHO a e uisi e

ebras a ua ca ien e sensibi i a y aciencia s efine a n s er on reconoci a ca a ora e es a in usi n y crea ora e ea oso y a casa e ue co bina in re ien es e os cinco con inen es ara con er ir una si e a a u ean e en una uen e e acer POR JOHANNA SCHVINDLERMAN

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FOTOS DE ANDRÉS PÉREZ MORENO

omar una taza de té puede ser un ritual mecánico y banal. Pero también puede significar una verdadera experiencia, donde lo mágico se adueñe de lo cotidiano, los aromas transformen el espacio y los sentidos se entreguen al placer. La infusión devenida en filosofía tiene una fundadora. Su nombre es Inés Berton, y es la única mujer sommelier de té del mundo. Su relación con la milenaria bebida fue, según dice, producto del azar. Pero la casualidad solo fue el disfraz del destino. De joven quería dedicarse al arte. Por eso, radicada en Nueva York, se sintió feliz al ingresar a trabajar en el Museo Guggenheim del Soho, cubriendo remates de arte latinoamericano. Mientras tanto, en el piso de abajo, funcionaba una casa de té donde ella armaba sus propias mezclas, imitadas por todos los que esperaban en la fila. La dueña advirtió su talento, y le ofreció trabajo.

En la ciudad de la vorágine, una amante de la calma como ella era fácil de convencer. “Tuve una corazonada muy fuerte de saber que eso era yo, esa era mi esencia, esa fusión entre oriente y occidente, esta pasión latina y esta calma, esta paz, esta manera de latir un poco más tranquila… y dije que sí”. Lo que no sospechaba era que pasaría a ganar dos dólares con cincuenta. Tampoco pensó que debía llamar a su padre –abogado, tradicional– a Buenos Aires y explicarle que se iba a dedicar al té. “¿Test vocacional?”, preguntó él. “No, té para tomar”, respondió ella. Y así empezó. Tras ocho años en la Gran Manzana, una maestra japonesa como mentora y una profusa creación de mezclas para conocidos hoteles, en 2001 volvió a Buenos Aires con otra visión. La del té como lenguaje, como un lujo posible y, por qué no, como oficio. Así nacía Tealosophy, una casa de té en hebras con sede en la Galería Promenade del Hotel Alvear que le crea blends al mis-

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CÉLEBRES TÉS En sus once años frente al negocio le han encargado blends especiales para los Reyes de España, para músicos como Lenny Kravitz y Lou Reed y para escritores como José Saramago, Carlos Fuentes y Ernesto Sábato, a quien le preparó el “té del silencio” (una mezcla con ramas de canela, cardamomo y jengibre que usan los monjes en el Tibet para meditar). Además, esta mujer le hizo un té al Dalai Lama, momento atesorado en una fotografía que asoma bajo el mostrador de su local. Sin embargo, recuerda con especial cariño la mezcla que le preparó a la viuda de Cortázar.

Travel to Tealosophy by Inés Berton En Buenos Aires Galería Promenade – Av. Alvear 1883 (L. 37) Palermo – Gorriti 4865 (entre Armenia y Gurruchaga) En Barcelona Calle Bonavista N° 3 (esquina Paseo de Gracia)

mo hotel, al Palacio Duhau y al Llao Llao, entre otros, y una tienda en Barcelona con cosechas limitadas que provee a hoteles boutique en París y distintos hoteles de España. A su pequeña tienda porteña llegan cítricos desde el mediterráneo, naranjas de San Pedro, frutos rojos de la Patagonia y especias de Birmania. Cada ingrediente tiene su denominación de origen, cada té es el resultado de la cosecha de los mejores cultivos del mundo. “Yo quería que Tealosophy fuera el Hermès del té”, asegura Berton e insiste: “Ese era mi concepto, un té honesto hecho con ingredientes honestos, donde se buscan cosechas de altura y donde es casi un capricho la exquisitez”. Su propuesta es contagiar el disfrute. Ese que siente al podar su jardín de rosas, olivos y limoneros. “Yo disfruto mucho de la vida y de los lujos posibles. Me encanta el diario crocante a la mañana antes de que alguien lo lea, tomar un rico té en una taza finita o un buen vino. Cuando armo la chimenea en casa, me encanta tirar unas ramitas de romero para que den perfume a la casa, y me doy cuenta de que puedo disfrutar de eso y que la gente puede disfrutarlo a través de mí”, comenta. Sabe que el té es el segundo producto de mayor consumo en el mundo y que no es otra cosa que agua saborizada. Aunque ella tiene otra visión, la de aquellos que disfrutan de los pequeños placeres: “El té acompaña, es cálido, reconforta. Cuando uno está solo, una tetera panzona humeante reconforta enseguida. Cuando uno está con amigos, es lindo compartir un té, poder elegir las mezclas y conectarse con la sensibilidad de cada uno”.

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muestras

C O L E C C I Ó N

A L V E A R

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“40 ARTISTAS CONTEMPORÁNEOS

3 generaciones” POR JOHANNA SCHVINDLERMAN

Cuarenta obras. Tres generaciones de artistas. Un mismo espacio. La nueva muestra de Colección Alvear de Zurbarán es una invitación a atestiguar que el verdadero arte trasciende las edades y los estilos. Así, junto a una escultura del maestro cinético Gyula Kosice, de 88 años, es posible apreciar la pintura de Natalia Sánchez Valdemoros, una joven mendocina que apenas supera los 30. En esa diversidad anida la propuesta. Y la magia. Al momento de idear la exhibición, el coleccionista, marchand y propietario de la galería, Ignacio Gutiérrez Zaldívar, pensó en “artistas contemporáneos”. Calculó que representaba a poco más de veinte. Él mismo se sorprendió al notar que los creadores vinculados a la galería sumaban cuarenta. El resultado, entonces, fue un panorama de sesenta años de arte argentino, tan variado en épocas como en tendencias. “Me pareció buena idea juntarlos a todos, y es muy lindo ver cómo una artista de la segunda generación me expresa su emoción por estar exponiendo con su maestro”, comenta. Esa sensación, esa emotiva coincidencia, se repite una y otra vez durante la inauguración. Los artistas más jóvenes se encuentran y saludan con aquellos que les mostraron el camino. El pintor Ricardo Celma, por ejemplo, estudió en el taller de José Marchi cuando apenas tenía seis años y con Claudio Barragán a la edad de diez. “Ellos fueron mis maestros, y a esta galería yo venía de la mano de mi padre a ver los grandes pintores de la Argentina. Estar entre mis maestros para mí es un honor”, dice. La experiencia se repite. Graciela Genovés se saluda con Ricardo Dalla Lasta, su primer profesor de Dibujo en la Facultad de Bellas Artes de La Plata. “Para mí fue muy emocionante verlo y sentir que uno forma parte de una cadena donde hay gente que trabajó antes, uno está trabajando y van a venir otros que van a trabajar después. Eso te da un gran sentido de pertenencia y te hace ver que más allá del valor que tenga tu trabajo, estás aportando a un gran trabajo que se hace entre mucha gente”. Una vivencia similar se presenta entre Eduardo y Cristian Mac Entyre, padre e hijo, cuyos cuadros se exponen a pasos de distancia. “Esta galería concentra a los artistas más importantes del país, y desde ya, poder exponer con mi papá

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1 - Cristian Mac Entyre,“Tensión”. Serie de guitarras interpretadas geométricamente. 2 - Enrique Burone Risso, “Barrio azul y oro”. La representación de “La Bombonera” según el artista.

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3 - Ricardo Celma, “Paleta de otoño”. “Me gusta que el cuadro mire al espectador”. 4 - Eduardo Mac Entyre, “Reflejos anacarados”. 5 - María Linzoain, “Diálogo entre dos orillas”.

7 - Ary Brizzi, “Igualdad”. 8 - Victoria Martín, “Flores”. “Es una muestra preciosa, hay mucha gente nueva incorporada y es espléndida, me siento una especie de privilegiada”. 9 - Agustín Viñas, “12 Lápices de colores” pintados con el estilo característico del artista.

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6 - Claudio Barragán, “Agamenon”. Todas sus obras tienen algo del caballo de Troya. 7

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1 – Algunos artistas junto a Ignacio Gutiérrez Zaldívar y Carlos María Pinasco. 2 – Eugenio Otero, Cristina Santander e Ignacio Gutiérrez Zaldívar. 3 – Vista de la inauguración. 4 – Carlos M. Pinasco y Marian Casaux Alsina. 5 – Claudia Brito Sousa, Eduardo Mac Entyre, Vivianne Duchini, Carlos M. Pinasco y Javier Iturrioz.

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y compartir ese espacio, es un privilegio”, dice el más joven. Carlos María Pinasco, director de Colección Alvear de Zurbarán, explica que exhibir cuarenta obras supone una responsabilidad por los cuarenta artistas que tienen la expectativa de mostrar lo que producen y, por supuesto, de poderlo vender. “Fue todo un desafío, pero acá está el resultado. Creo que quedaron muy bien colgadas las obras y hay todo un arco que da diversidad a la muestra y que es lo que la hace interesante”. Según Pinasco, la idea de la galería es “tener un artista que realmente uno lo mire y sienta un placer, un deleite. Eso es lo que tratamos de inculcarle a nuestro público y a nuestros seguidores”. Por su parte, Gutiérrez Zaldívar comenta que los artistas, con quienes dice tener una relación de amistad, son “muy generosos” y “siempre expresan su orgullo de exponer en Zurbarán”. Este año, la galería tiene programadas 45 exposiciones, porque “tener estos artistas más el legado de los que han fallecido te obliga a hacer una inauguración cada, prácticamente, ocho días”. Y toda vez que algunos artistas provienen de Salta, San Juan, Mendoza, Córdoba y la Patagonia, el marchand anhela llevar la muestra al interior del país, sobre todo las obras de los más jóvenes, para que puedan ser conocidos y consagrarse, al igual que los de la primera generación.

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E X P O S I C I Ó N

EL ARTE DE LA AMISTAD, también en los aeropuertos Aeropuertos Argentina 2000 acompaña la exposición “Xul Solar y Jorge Luis Borges: El Arte de la Amistad”, que se presenta en Nueva York y es organizada por Americas Society. En el EspacioArte e ei a y en e e ero ar ue on una ues ra useo r fica ue er i e recorrer a exposición en dichos aeropuertos.

Forjaron su amistad durante sus innumerables paseos por la ciudad mientras discutían sobre la poesía y el arte de William Blake, el misticismo de Emanuel Swedenborg, la teología de los ángeles, el idealismo alemán y las religiones no occidentales. Xul Solar (1887-1963) y Jorge Luis Borges (1899-1985) establecieron un vínculo estrecho que les permitió contribuir a la renovación filosófica y estética de la Argentina en la década de 1920. Aeropuertos Argentina 2000 tiene el honor de acompañar la exposición “Xul Solar y Jorge Luis Borges: El Arte de la Amistad”, organizada por Americas Society con la colaboración del Museo Xul Solar de Buenos Aires. La muestra explora cuarenta años de amistad entre los intelectuales, cuyo encuentro se produjo tras sus respectivos retornos de Europa en 1924, en los círculos artísticos y literarios de la revista Martín Fierro. La exposición está curada por Gabriela Rangel, directora y curadora jefe del Departamento de Artes Visuales de Nueva York, en colaboración con la poeta Lila Zemborain y la asistencia de Christina de León y Anya Pantuyeva. Estará abierta al público

entre el 18 de abril y el 20 de julio en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, en 680 Park Av. y 68 St. Luego, viajará al Museo de Arte de Phoenix, también en los Estados Unidos. La colección reúne un importante número de pinturas, primeras ediciones y manuscritos –algunos de los cuales salen de la Argentina por primera vez– como un medio para explorar la naturaleza intelectual de la relación entre Solar y Borges, y la definición de la amistad como un asunto privado con repercusión pública. AA2000 ha decidido acompañar esta exhibición con el objeto de continuar difundiendo la cultura nacional en el mundo. En este marco, y simultáneamente a través de su programa de responsabilidad social empresaria, la compañía presentará en el EspacioArte de Ezeiza y en el de Aeroparque una muestra museográfica que hará un recorrido por la exposición “Xul Solar y Jorge Luis Borges: El Arte de la Amistad”, para que pasajeros, acompañantes y empleados disfruten de esta importante exposición artística.

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Fotografía de J.L. Borges y Xul Solar en Quilmes con dos acompañantes, 1938, Colección Museo Xul Solar. Obras: “Pan ajedrez”, 1945; “Máscara”, 1923; y “Xul Solar Drago”, 1927.

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FUNDACIÓN MÍTICA DE BUENOS AIRES ¿Y fue por este río de sueñera y de barro Que las proas vinieron a fundarme la patria? Irían a los tumbos los barquitos pintados Entre los camalotes de la corriente zaina.

Un almacén rosado como revés de naipe Brilló y en la trastienda conversaron un truco; El almacén rosado floreció en un compadre, Ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río Era azulejo entonces como oriundo del cielo Con su estrellita roja para marcar el sitio En que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

El primer organito salvaba el horizonte Con su achacoso porte, su habanera y su gringo. El corralón seguro ya opinaba YRIGOYEN, Algún piano mandaba tangos de Saborido.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron Por un mar que tenía cinco lunas de anchura Y aún estaba poblado de sirenas y endriagos Y de piedras imanes que enloquecen la brújula. Prendieron unos ranchos trémulos en la costa, Durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo, Pero son embelecos fraguados en la Boca. Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo. Una manzana entera pero en mitá del campo Expuesta a las auroras y lluvias y sudestadas. La manzana pareja que persiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga.

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Una cigarrería sahumó como una rosa El desierto. La tarde se había ahondado en ayeres, Los hombres compartieron un pasado ilusorio. Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente. A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y el aire. De Jorge Luis Borges Long Play agradece a la Sra. María Kodama, presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, la cortesía de permitir la publicación de esta obra. Anchorena 1660, C.A.B.A. Borges.internacional@fibertel.com.ar

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POR DANUSA B. MOREIRA

El 2012 se fue, dejándonos un nuevo y todavía enigmático 2013. Muy pronto, mientras esperamos la añorada frescura del otoño, terminará el verano, y todas las actividades retomarán su ritmo habitual de trabajo y rutina diaria. Y entre finales e inicios, me gustaría compartir con ustedes la lectura de tres poesías que hablan sobre el nacimiento de dos ciudades. Una fundada dos veces, la otra sin acta de fundación ni documento bautismal. Una nació de una orden, la otra de la casualidad, ambas debido a su estratégica ubicación geográfica que las convirtió, por distintas razones, en fundamentales. Buenos Aires surgió con sus ansias de grandeza ante la necesidad de la corona española de darle una salida al Atlántico a todo su territorio, desde Potosí hacia el sur. Nació con nombres pomposos. Primero, el 3 de febrero de 1536, Pedro de Mendoza fundó un asentamiento al que llamó “Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre”, que, debido a problemas con los indígenas y a la falta de alimentos, fue destruido y abandonado. Más tarde, el 11 de junio de 1580, Juan de Garay estableció otro asentamiento con el nombre de “Ciudad de La Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre”. Pergamino, en cambio, asomó en la pequeñez de una “dormida” enclavada en un inhóspito “corredor carretero”. Fue lugar de paso y descanso para aquellos viajes largos, incómodos y peligrosos de antaño. El nombre sencillo, casi nada, la Dormida del Pergamino. Sin embargo de allí partían los tres caminos de mayor importancia por aquellos años del 1600. Uno hacia Buenos Aires; otro a Córdoba y Tucumán, y desde allí al Alto Perú; y un tercero hacia Cuyo, llegando a Mendoza, San Juan y Chile. Cada una de estas dos ciudades se alzó y se hizo cargo de una necesidad histórica diferente, cada una se fue definiendo a sí misma a lo largo de su destino y el de su gente. En definitiva, las tres poesías cuentan el origen de cada una de estas dos ciudades. Sin embargo, el sentimiento que los autores vuelcan en los versos que componen estos poemas es el mismo. A través de ellos podemos advertir el amor que, tal vez sin grandes razones aparentes, sentimos nosotros también por ese pedazo de tierra que percibimos tan nuestro. Quizás, porque sabemos que ese suelo tan amado es, simplemente, nuestro lugar en el mundo.

PUEBLO SIN FUNDACIÓN PERGAMINO

DEFINICIÓN DE PERGAMINO

¿Qué voz dilató el eco de este pueblo Hasta agotar sus límites exactos? ¿Qué igual dolor disciplinó a sus gentes En igualdad de tierras y de espacio?

Oh, la ciudad crecida entre maizales. Frescas aún las huellas de la indiada, Fuiste albergue fugaz, dulce posada Del áspero desierto en los umbrales.

Contra un silencio ingrávido de historia, Alguien guardó su nombre entre las manos, Hasta sembrar las sílabas dispersas Sobre el verde desmayo de los campos.

Ciudad sin fundación. Hija de iguales. Diste a la sed tu arroyo, fresca aguada; Diste tu corazón, sin pedir nada, Palpitante en las luchas nacionales.

Todo nombre es muerte de un olvido, Cuando fluye por cálidas gargantas La fiebre de su antiguo desafío.

Sobre tu suelo, principal riqueza, Tus torres, junto a histórico camino, Son frutos del trabajo en su pureza.

Porque donde el amor labra las actas, Un pueblo no precisa de bautismo: Se funda en cada sangre que le canta.

Fruto de gringo y gaucho es tu destino. Ciudad de paso, llana de belleza. Puerto de tierra y luz es Pergamino.

De Julio Nicolás de Vedia

De Alejandro González Gattone

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M Ú S I C A

man PIANO POR CECILIA ACUÑA

El joven y precoz pianista Horacio Lavandera revela los secretos de su éxito y asegura que no todo se reduce al plano de lo técnico, sino que el verdadero talento se encuentra en la sabiduría de la interpretación.

C

omo la canción de Billy Joel, Horacio Lavandera es un piano man. Tiene 28 años, nació en diciembre de 1984, pero habla con la sabiduría de los que ya vienen recorriendo un largo camino. Es que el joven pianista se consagró a los 16, cuando ganó uno de los más prestigiosos concursos de piano del mundo, realizado en el Teatro alla Scala de Milán y, a su vez, fue premiado por la Orquesta Filarmónica della Scala como “Mejor Intérprete de Piano y Orquesta”. Desde entonces, no ha hecho más que recorrer los escenarios más prestigiosos de América, Europa y Japón. Reconocido por sus extraordinarias dotes interpretativas, Lavandera asegura que su éxito no se debe tanto al talento, sino al trabajo: dedica doce horas diarias al estudio. “Hay varios mitos respecto de lo que hago. Pareciera que el ser músico estuviera ligado a la bohemia y a la irresponsabilidad, pero no hay nada más lejano. No podría haber logrado casi nada sin disciplina, dedicación y trabajo intenso. Pero ojo, es disfrutar cada día también: vivir de la música es muy gratificante”, cuenta el artista que actualmente alterna su residencia oficial en Madrid con viajes a Buenos Aires y, por supuesto, otras ciudades donde ofrece conciertos. Su talento innato se complementa con una formación de excelencia en la que se destacan nombres de artistas considerados maestros en el universo de la música. Entre ellos, Horacio realizó cursos con Maurizio Pollino, de quien incorporó enseñanzas que hoy forman parte de su ADN: “Trabajar con él fue especialmente enriquecedor, porque aprendí ciertos conceptos que me sirven de fundamento al tocar. Hay una corriente que interpreta la música desde una mirada casi científica, reflexiva, con base no solo en uno mismo como intérprete, sino analizando la obra en sí misma y también a su compositor. Creo que mi forma de trabajar se inscribe en este tipo de aproximación”. Karlheinz Stockhausen y Pierre Boulez figuran, a su vez, en el listado de una educación musical con la que no solo domina la técnica del teclado, sino también la sabiduría de la interpretación.

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ARNALDO COLOMBAROLI JAVIER DEL REAL

ARNALDO COLOMBAROLI

¿Cómo ser Horacio Lavandera? 7 En el 2000, a los 16 años ganó el III Concurso Internacional de Piano Umberto Micheli, realizado en el Teatro alla Scala de Milán. 7 Ha dado conciertos en París, Londres, Viena, Boston, Tokio, Madrid, Río de Janeiro y Roma, entre cientos de ciudades del mundo. 7 En 2002 obtuvo el Premio del Fondo Nacional de las Artes. 7 Ha obtenido cerca de un centenar de reconocimientos como pianista a lo largo de su larga y precoz trayectoria artística. Para escucharlo: www.horaciolavandera.com

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JAVIER DEL REAL

SILVANA FURFARI

Con un repertorio amplio y versátil que va desde obras clásicas de Beethoven, Mozart, Brahms y Chopin hasta las de compositores contemporáneos como Ginastera, Gershwin o Kagel, Lavandera canaliza su pasión por las expresiones más modernas a través de la organización de los conciertos de música y ciencia. “La música se construye matemáticamente. Partiendo de esa base, ha habido los cruces y desarrollos musicales más sofisticados con referencia al mundo de la astrofísica y la física que apuntan no solo a desafíos estéticos, sino también morales para el público”, señala el pianista que el año pasado encabezó un ciclo musical con la participación especial de científicos invitados. Es que lo de Lavandera es la búsqueda de la perfección entendida con el contacto total con la poética musical. Con un padre percusionista, para el joven prodigio los desafíos estéticos son parte de su universo vital cotidiano desde la infancia. “Crecí en un entorno musical. Así como en otras casas en la mesa familiar se hablaba de leyes, por ejemplo, en la mía se debatían obras o nuevos compositores. Era lo más normal del mundo”. Decenas de premios y reconocimientos componen un currículum envidiable. Con este background, en 2010 el artista inició su actividad como director de orquesta –sin dejar de tocar el piano– con dos conciertos de Mozart junto con Rafael Gíntoli y la Orquesta Estación de Buenos Aires. “Hacia el futuro me gustaría dirigir óperas, componer muchas obras y seguir recorriendo el mundo con la música”.

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DEL DE DELICATESSEN ELI LIC LC ICA CATE ATES TESS SE EN EN TIPS PARA DISFRUTAR

CHOCOLATE

¿Cómo conservar el chocolate? Se debe conservar en ambiente fresco (14 a 19 grados) y de humedad media (45 a 55%), nunca colocarlo en la heladera, ya que se separarán las partes grasas del cacao poniendo blanco el chocolate; también debe evitarse colocarlo cerca de fuentes de calor. ¿Cómo degustar los bombones? Buscar un camino sensorial, yendo de los sabores más suaves a los más intensos, cortando con una bebida entre chocolate y chocolate. Recomendaciones sobre cómo acompañar el chocolate. - Café para los chocolates con leche y los blancos. - Licores cítricos para los bombones de base cítrica. - Cognac, brandy o whisky para los licorosos, amargos o especiados. - Oportos, para los grand cru, Malbec y con especias. - Proponemos experimentar chocolates dulces con cerveza negra. El origen Los mayas fueron los primeros en cultivar sistemáticamente el árbol de cacao y quienes dieron a conocer su fruto a los aztecas, con el que estos preparaban su elixir preferido; luego los europeos, a partir del año 1519, comenzaron a transformar la materia prima de esa bebida ceremonial americana en el chocolate que se conoce hoy. La filosofía La filosofía se basa en la recuperación de la cultura del cacao y de la elaboración artesanal de bombones y chocolates de la más alta calidad. El chef Daniel Uria, apasionado por el chocolate, creó sabores que se elaboran a partir de grand cru de diversos orígenes geográficos y de exclusiva formulación que permite obtener 11 fórmulas que se diferencian ya sea por el varietal o el porcentaje de cacao empleado. Agradecimientos Compañía de chocolates

Locales Boutiques: Seguí 3551. Tel.: 48011339; Beruti 4634. Tel.: 4776-4614; Rodríguez Peña 1847. Tel.: 4813-9434 info@companiadechocolates.com, www.companiadechocolates.com

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conversaciones

MAURICIO DAYUB

En una charla honesta, el actor de Toc Toc comparte experiencias, sensaciones y el privilegio de poder vivir de lo que le gusta. POR MARÍA ANA RAGO

FOTOS DE ANDRÉS PÉREZ MORENO

n hacedor. Un hombre de teatro en el más amplio sentido de la palabra. En sus comienzos, trabajó como boletero y ahora, desde hace más de diez años, tiene su propia sala teatral. Actor, escritor, director, empresario: ese es Mauricio Dayub. Desde que descubrió la actuación, su vida fue atravesada por el teatro, y a los 53 años sabe que siempre puede ir por un poco más. En El batacazo, obra que escribió y protagonizó junto a Osqui Guzmán, un parlamento dice: “Ser feliz es ser de grande lo que uno se imaginó que iba a ser cuando era chico”. Mauricio confiesa que a pesar de las dificultades del camino, siempre tuvo fe en que iba a lograr lo que se proponía. El cuarto de cinco hijos, un día se animó a decirles a sus padres, junto con su hermano Gerardo, que quería ser actor. Vecino del barrio de Palermo desde hace muchos años, su teatro, el Chacarerean, está ubicado en Nicaragua 5565 y tiene 180 butacas. A veces protagoniza sus propios textos allí. Pero ahora está abocado a la tercera temporada de Toc Toc de Laurent Baffie (con dirección de Lía Jelín), una comedia desopilante, que durante el verano se presentó en Mar del Plata y ahora vuelve a Buenos Aires, al Multiteatro, y que se ha convertido en un fenómeno de público grandioso. Allí Dayub interpreta a una persona que padece el síndrome de Tourette. Completan el elenco de esa obra Daniel Casablanca, María Fiorentino, Diego Gentile, Eugenia Guerty, Melina Petriella y Jorgelina Vera. Además está rodando Corazón de león, una película de Marcos Carnevale, con Guillermo Francella y Julieta Díaz. Con su mujer, la actriz Paula Siero (45), fueron papás de Rafael hace ocho meses. Lo buscaron bastante tiempo, no venía y finalmente su llegada los sorprendió y los colmó de felicidad. “Es lo que más queríamos. Rafael me dio un plus de energía extra”, confiesa. “Tengo recuerdos bastante poco explicables”, responde Dayub sobre el despertar de su vocación. En Paraná, Entre Ríos, de donde es oriundo, cuando tenía alrededor de 14 años, fue a ver Melody al cine, que trataba sobre adolescentes, como lo era él en aquel entonces. “Mientras miraba la película, me empecé a poner nervioso, me empezó a latir el corazón, sentía calor, frío... Porque quería estar ahí, quería ser uno de los chicos de la banda de la película, ser parte de la historia”, repasa. “No entendía por qué la película se había hecho sin mí”, dice y se recuerda a sí mismo con ternura. Fue esa una señal de que su lugar era la actuación. Hasta entonces, participaba de los actos escolares, le gustaban los payasos y el circo; pero ahora quería ser actor. Quiso inscribirse en la Escuela de Música y Arte Escénico en Paraná, pero no lo dejaron, porque era menor.

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A los 19 se fue a vivir a Santa Fe, para estudiar Ciencias Económicas. Viajaba en colectivo, cuando divisó en la calle al protagonista de una obra que había visto, La cantante calva, de Ionesco. Inmediatamente, se bajó del colectivo. Lo siguió, para hablarle, decirle que lo conocía, que le gustaba actuar. Y el destino quiso que este hombre lo invitara a sumarse al elenco de su próxima pieza, El médico a palos, de Molière. “Empecé a hacer teatro, mientras seguía en la facultad”, cuenta. Hasta que tres años más tarde, abandonó Económicas y siguió actuando. –Con una vocación tan clara por el teatro, ¿por qué empezaste Ciencias Económicas? –Porque a mi papá le gustaba, decía que era la carrera del futuro. Y yo quería complacerlo a él, porque en realidad no me gustaba ninguna. –¿Y estudiar teatro? –No había manera de convencerlo. Cuando vine a

Buenos Aires, pensé en estudiar Periodismo, para poder decirle que empezaba una carrera seria. Ahí fue cuando mi papá me dijo: “Si lo que vos querés es estudiar teatro, estudiá”. –¿Cómo fueron los primeros tiempos en Buenos Aires? –Tremendos. Previo a venirme, el Fondo Nacional de las Artes me otorgó una beca para estudiar con Carlos Gandolfo. Era el comienzo del 83, época difícil. Al principio viví en un entrepiso oscuro, en la calle Libertad. Después alquilé en una pensión en Constitución, a la que me daba miedo volver. Recuerdo que, en un año, me mudé doce veces. Hasta que en un cumpleaños conocí a una chica que cuando supo que necesitaba dónde vivir y trabajar, me dijo: “Yo te voy a solucionar los problemas”. Y cuando terminó la fiesta, me dio un teléfono. En el Teatro Planeta, necesitaban un boletero para

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los fines de semana. “Y empecé a trabajar ahí y luego en Fundart, un teatro de la calle Corrientes en el que fui administrador”, relata, y cuenta que le sirvió de enorme aprendizaje. “Hasta que me convocaron para una película, con John Savage (el actor de El francotirador), que venía a liberar unos países latinoamericanos, y tenía diez guerrilleros a su alrededor y yo era uno de ellos: un extra calificado”, recuerda. Y fue dejando la boletería y afianzándose en el teatro. –Antes de encontrar ese trabajo, ¿habías pensado en algún momento en regresar a tu pueblo? –Tuve un momento en el que casi duermo en la boca del subte, pero me decía: “No me puedo volver ahora”. Había venido a Buenos Aires con un unipersonal, Amarillo sol, con textos de Humberto Costantini, y los hacía en algunos bares, donde podía. Antes de encontrar espacios donde hacer ese espectáculo,

no tenía dónde vivir, y pensé que si seguía así, me iba a tener que volver. Pero estaba muy entusiasmado con la ciudad y tenía mucha fe en que algo podía pasar. Mi euforia y mi alegría soportaban todo. El hecho de pensar en la posibilidad de dedicarme al teatro era lo que tapaba todos mis problemas. Tenía una alegría enorme sin justificación alguna; la alegría era creer que tal vez me podía dedicar a lo que me gustaba. No lo recuerdo para nada triste, al revés. Era toda una aventura. –¿Te costó mucho poder vivir de la actuación? –Unos tres años después, hice una obra que se llamó El primero, con Carola Reyna y otros, que funcionó muy bien. Recuerdo que salió una crítica en Clarín que decía: “El primero renueva los caminos del arte teatral”. Fue muy importante, algo extraordinario. Cada vez que la obra salía recomendada en el diario, me llamaban todos de mi pueblo. –¿Cómo llegás a tener un teatro propio?

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TOC TOC (MULTITEATRO) Autor: Laurent Baffie. Actores: Mauricio Dayub, María Fiorentino, Daniel Casablanca, Melina Petriella, Eugenia Guerty y Diego Gentile. Dirección: Lía Jelín. Premios: Mauricio Dayub recibió el Premio Estrella de Mar 2012 y el ACE 2010-2011 por actuación protagónica de comedia. Además, la obra obtuvo otros tres premios ACE y dos Estrella de Mar más. Taquilla: La obra estuvo entre el 1° y 2° puesto de recaudación en la temporada pasada en Mar del Plata, según estadísticas publicadas por la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET).

–A mí no me ilusionaba para nada la idea de tener un teatro. Pero el año 2001 fue tan duro que me dieron ganas de tener un espacio cerca de mi casa, un lugar de trabajo que me salvaguardara de los vaivenes del país. “Si la Argentina se va a pique, yo voy a estar en mi lugar haciendo lo que me gusta”, pensaba. Estaba escribiendo una obra, que fue Adentro. Venía de hacer El amateur, mi primera obra, con la que me había ido muy bien. Y le había tomado el gusto a escribir y producir. –¿Te fue difícil despegarte de El amateur, con todas las repercusiones que tuvo, e ir por una segunda obra? –El amateur era más bien un drama, por eso pensé en escribir una comedia, que fue Adentro (espectáculo que protagonizó con el Puma Goity). Con una productora que tomó el nombre de Sin Contactos, Dayub, Goity y dos socios más alquilaron un galpón que ellos remodelaron como sala teatral. Primero fueron por uno que estaba al lado del que finalmente alquilaron. Se habían entusiasmado con ese lugar, pero el dueño no se los quiso alquilar, porque consideró que los actores no eran personas del todo confiables... Entonces fueron por el de al lado, y después de sortear nuevamente algunos prejuicios, consiguieron que se los alquilaran. Eso sí: pagando seis meses por anticipado, para que el dueño se asegurara la renta. Actualmente cuentan con un quinto socio, que sumaron para refaccionar el Chacarerean. –¿Por qué decidieron sacarle al Chacarerean la parte de gastronomía y reemplazar las mesas de café concert por butacas? –Porque la gastronomía me obligaba mucho a estar. Me pasaba la mañana esperando a que llegara la

mercadería, controlando que las heladeras estuvieran prendidas, etc. Cuando empecé a hacer Toc Toc, con ocho funciones semanales, no podía estar en el Chacarerean como siempre estuve, por el bien del público que iba a ver los distintos espectáculos. Me gustó aprender lo relacionado con la gastronomía, pero fue necesario el cambio. “El lugar que más me gusta es el del actor y el del productor. El rol de empresario de paredes no me gusta demasiado; lo llevo adelante desde la intuición. Hablar de plata no me gusta, cuando hay que exigir condiciones tampoco... Lo tengo bastante tercerizado todo eso”, explica Dayub. –¿Te costó encontrarle el espacio a cada uno de los roles que ocupás (actor, autor, director, productor)? –No. Muchas veces me encuentro con actores que tienen que esperar un llamado para trabajar; si no los llaman, solo esperan, no hacen nada. Pero si yo puedo tomar iniciativas, por qué no voy a hacerlo. –¿Por qué empezaste a escribir? –Porque lo que me ofrecían no me ilusionaba. Cuando empecé a escribir El amateur, (que luego de estrenarse en el teatro, fue llevada al cine), lo hice sin pensar que lo iba a estrenar. Entonces escribía con el corazón, convencido de que nunca nadie lo iba a leer. Fue como un diario íntimo. Esta historia que yo tenía adentro era muy potente, me había significado mucho en la infancia y me significaba mucho en ese momento que yo estaba viviendo. Me animé a escribir, por necesidad. Si hubiera notado que no podía hacerlo, no lo hubiera hecho. Dentro del teatro, si estiro mi condición, puedo con casi todos los rubros, y eso me hace sentir muy fuerte, me gusta mucho. He comprobado que he podido, siempre en mi medida. Buscar es la mejor manera de tener.

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FARMACIA DE LA ESTRELLA | Museo de la Ciudad • Fotos de Daniel Bachetta Como era costumbre en la época, esta primera botica porteña se instaló en una esquina, frente a la iglesia, para que el vecino apurado pudiera guiarse por el sonido del campanario. A poco de la Revolución de Mayo, el doctor Bernardino Rivadavia, inquieto por la falta de este servicio básico para la salud de la población, le encargó a un importante bioquímico la dirección del proyecto. Pero fueron sus nuevos dueños, los hermanos Demarchi, quienes, en 1885, inauguran el local de Defensa y Alsina que hoy perdura, suspendido en el tiempo. El lujo y la comodidad de sus instalaciones dieron la nota en el semanario Caras y Caretas, que en sus páginas describía los cristales de Murano, las estanterías de nogal, el mármol de Carrara… El pintor italiano Carlos Barberis dejó una impronta indeleble en los frescos que decoran el lugar. En el cielorraso está representando el triunfo de la Farmacopea frente a la enfermedad, mientras que dos cuadros enormes personifican a la Química y la Botánica.

Fue también la familia Demarchi fundadora de la Droguería de la Estrella, una de las más importantes de Sudamérica. Ellos instalaron así mismo la primera fábrica argentina de productos químicos. Curiosamente, fue allí donde por primera vez se utilizó, con fines medicinales, un producto cosechado en el Chaco: el algodón Estrella. Además de sus servicios farmacéuticos, se cuenta que sus salones cobijaron en política tertulia a figuras como Carlos Pellegrini, Julio A. Roca y Bartolomé Mitre. Farmacia de la Estrella sigue hoy ofreciendo productos de laboratorio homeopático y alopático, recetas magistrales y preparados de herboristería y perfumería. Permanece bajo custodia del Museo de la Ciudad, como Patrimonio Histórico y Cultural de Buenos Aires. Sin dudas, franquear sus puertas es una invitación a desafiar los conjuros del tiempo. Valdrá la pena intentarlo. Agradecemos la colaboración del Museo de la Ciudad. Fotos: Daniel Bachetta.

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OJOS DE TURISTA

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FAUNA Matías Romano

MALVINENSE Lejos de la guerra y las cuestiones políticas, Islas Malvinas. La otra cara es un ibro o o r fico e Ma as o ano e ri ero en su i o en e a s ue re e a u ay en esas er anas er i as e sur a e s e is oria is an ers y esencuen ros POR JAVIER GONZÁLEZ COZZOLINO

FOTOS: GENTILEZA DE MATÍAS ROMANO

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atías Romano (33), a los 11 años, recibió un regalo de su madre: una guía con fotos de aves. Poco después viajó a la Patagonia junto a un grupo de fotógrafos de la naturaleza. Desde entonces no para de viajar y de tomar fotografías de fauna, flora y paisajes. En la Navidad de 2012 salió de imprenta su primer libro, Islas Malvinas. La otra cara, que él mismo se encargó de editar y que desde inicios de 2013 distribuye en las cadenas de librería de mayor tamaño en el país. Un libro hecho a pulmón con una calidad difícil de encontrar en el mercado editorial vernáculo. “Los ingleses en Malvinas tienen un esquema de conservación superprolijo –dice Romano antes de que nadie le pregunte nada–. Pero también es fácil conservar allá, porque las tierras sirven prácticamente para nada. Estuve en diciembre de 2010, primero en Puerto Argentino; de ahí me fui a 200 km, a una colonia; luego volé a un par de islas chiquitas. Una fue la isla Sounders, al noroeste de Gran Malvina. En ese lugar viví en un contenedor con calefacción”. –Estuviste solo como un pingüino. –Sí. – ¿Y te fuiste con la idea del libro? –Claro. Yo saco fotos desde los 11 años. Una ilusión de todo fotógrafo de la naturaleza es hacer un libro. Y ahora estoy preparando un segundo libro, sobre los Esteros del Iberá. – ¿Cómo es ir a Malvinas? –A Malvinas viajás igual que si vas a Londres, con tu pasaporte, sin

visa ni permiso especial, en el vuelo que Lan hace desde Punta Arenas. Además hay dos vuelos más: el segundo sábado de cada mes hay uno de ida; y el tercer sábado, otro de regreso a Río Gallegos. De manera que la estadía mínima en las islas es de una semana. –El arribo es a la base militar. –Sí, y te hacen saber desde el minuto uno que no estás en la Argentina. De hecho, cuando viajé desde Río Gallegos, debía llenar los típicos papeles para el arribo, y una de las preguntas era si yo venía de otro país; puse que no. Cuando llegué al aeropuerto me encontré con cuatro o cinco soldados con perros, de puro gusto nomás, porque ¿quién se va a querer escapar ahí, si no hay dónde esconderte?, y bueno, entregué el papelito, se sorprendieron cuando les dije que me quedaría 15 días, les expliqué por qué, les dije cuáles eran mis destinos y cómo tenía planificado el viaje, que ya tenía todo reservado, y de pronto el militar me pregunta: “¿Pero de dónde viene?”, una pregunta bastante tarada, ¿no?, porque el vuelo venía de Río Gallegos. “De la Argentina”, le contesté. Entonces el militar me dijo: “La Argentina es otro país”. Luego me selló el pasaporte y me dejó pasar, pero me marcó el territorio. Antes de viajar, Romano debió investigar cuestiones clave para su actividad: dónde se alojaría, cómo y hacia dónde se trasladaría, en qué zonas sus fotos podrían ser realizadas y hasta con qué disposición solar. “Es un viaje al que tenés que ir con todo organizado –cuenta–. Así que todo lo investigué por Internet, vi fotos de Malvinas y el lugar donde se habían sacado, en qué isla. Luego analicé cómo se llegaba a tal o cual isla... Ellos tienen un sistema que se llama FIGAS, que es del

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z El libro muestra instantáneas de varias especies de pingüinos, distintos tipos de pájaros, albatros, gaviotas y cormoranes.

Gobierno de Malvinas, una flota de aviones para volar de una isla a la otra. Y eso también tuve que considerarlo, porque no podía pasarme de cierto peso, así que yo volé dentro de las islas casi sin equipaje de ropa, porque solo mis equipos pesaban como 25 kilos”. –Llevaste más de una cámara, veo. –Sí. Llevé todo. Dos o tres cámaras, todos los lentes... –¿Qué muestra tu libro? O en otros términos: ¿con qué te encontraste en las Malvinas? –Aves es lo que más hay y lo que más llama la atención. Nada hice embarcado, pero en el mar también hay delfines, toninas, ballenas. Caminando tenés varias especies de pingüinos, cormoranes, albatros, y después hay gaviotas y varios tipos de pájaros más chiquitos. –¿Y mamíferos? –Mamíferos hay muy pocos. Tenés los elefantes marinos, que son bastante imponentes. –¿Roedores? –Hay islas que tienen ratas y otras que no. Las ratas no son de Malvinas, son animales que bajaron con los barcos. Entonces como los pajaritos chiquitos no tienen árboles, anidan en el suelo, de manera que en las islas donde hay ratas hay muy poca población de pajaritos. Eso es impresionante. Hay islas que ya están catalogadas como “libres de ratas”. En una que yo estuve, no veías un solo pajarito, y en una de al lado los veías. –¿Se vive de fotografiar naturaleza? –Hago cosas de turismo, otras de fotografía, y también laburo en una financiera con mi viejo. –¿Por qué no pensaste en una editorial donde publicar el libro? –El mercado editorial acá juega mucho con las ganas del fotógrafo de publicar, entonces generalmente te proponen cosas con muy poca ventaja para uno. Te pagan un par de libros y un miniporcentaje de las ventas, y todo ese manoseo nunca me gustó. Por eso tardó tanto el libro. Porque tuve que encargar el diseño, editar las fotos, escribir los textos con la ayuda de mi mujer, también encargar la traducción al inglés, porque el libro es bilingüe, y además debí conseguir una imprenta, arreglar el precio… Fue todo a pulmón. –¿Esto te generó algún tipo de proyecto editorial? –Y sí, fijate que en el lomo del libro está escrito el número 1, es decir, antes de imprimirlo ya estaba convencido de que iba a hacer el 2, el 3 y el 4. El proyecto madre de todo esto es que la fotografía sea una manera de que la gente conozca un lugar y se genere algún tipo de vínculo. Y el proyecto grande es hacer una colección de libros, el próximo será el de Iberá, después vendrá uno de Misiones, otros de Patagonia, y así armaré una serie de cinco libros con distintas regiones de la Argentina. –Igual es un costo de impresión importante. –Yo pensé que haciendo el de Malvinas sería fácil conseguir un sponsor. Pero no, en este país es imposible. Estas cosas, si vos las pensás como un proyecto económico, no existen.

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C ON T RA PUNTOS Luis Felipe Noé, Yuyo, nos invita a recorrer una historia colmada de expresiones artísticas diferentes, producto de un caos positivo. De la mano de Hernán Dompé nos sumergimos en piezas plenas de simbolismo y algo de mística; tótems y naves de piedra, hierro, bronce, cuero. Con un dejo de juventud pop, les mostramos la obra de Agustín Viñas, un cultor del hiperrealismo bañado de un cuestionamiento filosófico. Y de la mano de una mujer, Carmen Esnaola, admiramos una obra joven, con motivos íntimos y visualmente fotográficos.

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LUIS FELIPE NOÉ

UN ARTISTA COMPLEJO Entrar al universo Noé implica un camino laberíntico. Yuyo, como le dicen desde chico, es caos, el caos positivo que profesa. Es por eso que hace 60 años eligió la pintura como medio de comunicación. A continuación, una conversación con uno de los artistas plásticos más venerados de a r en ina con o as as ificu a es que ello supone). Por Javier G. Cozzolino . Fotos de Andrés Pérez Moreno

uis Felipe “Yuyo” Noé (Buenos Aires, 1933) vive en Tacuarí y Chile, en el barrio porteño de San Telmo. Con su barba y su estampa, su parecido con el periodista deportivo Horacio Pagani causa impresión. O dicho mejor, es Pagani quien se parece a Noé. Yuyo, a su vez, se asemeja a su obra, una obra inclasificable, en períodos apostando a la yuxtaposición, en otros a la ruptura, en otros más a una figuración desnuda a la vez que nutrida de elementos subjetivos y contextuales. Una breve cronología más o menos ortodoxa sostiene que en 1961 integró lo que se llamó “Nueva Figuración” u “Otra Figuración”, junto a Ernesto Deira (1928-1979), Jorge de la Vega (1930-1971) y Rómulo Macció (1931); que cuatro años después publicó Antiestética; que cuando sus obras se tornaron imposibles por sus formas rupturistas y su carácter de invendibles resolvió abandonar la pintura durante nueve años y abrir un bar, “Bárbaro”; que en 1974 escribió un texto, como él define, muy subjetivo, llamado Códice rompecabezas sobre Recontrapoder en cajón desastre (Ediciones De La Flor, Buenos Aires); que en 1975 regresó al plano y la pintura, y que en el 76 se fue con Nora Murphy, su mujer, y sus dos hijos, a vivir a París, hasta que retornó al país en 1987.

Una breve cronología estandarizada también debería rezar que en algún momento la línea cobró importancia en su trabajo, y que a mediados de los 90 llegó una retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, y otra en el Palacio de Bellas Artes de México DF. Multipremiado, vicario argentino de las artes plásticas en la Bienal de Venecia 2009, Noé recibió, entre otros, el Premio Nacional Di Tella (1963, que le valió un primer viaje a Estados Unidos), la Beca Guggenheim (1965 y 1966), el Premio a la Trayectoria Artística de la Asociación Argentina de Críticos de Arte (1984), el Gran Premio Fondo Nacional de las Artes (1997), otro a la trayectoria en Rosario (2000) y el Premio Konex de Brillante al mejor artista de la década en 2002. Noé Noé –¿Cómo Noé definiría a Noé? –Tengo una relación complicada con Noé. Todavía lo tengo que conocer. No me gusta apresurar juicios sobre personas que conozco poco… Yo creo que el arte es un espejo de la intimidad más profunda, entonces yo prefiero decir que soy mi obra. Además, creo profundamente en el caos; en que el orden del mundo, que es inasible, es el caos. Y no es una cosa que me asuste. No creo que “caos” tenga contrario; la palabra “caos”, si tiene contrario, es “muerte”. “Orden” y “desorden” son categorías estáticas. “Caos” es una categoría temporal, se refiere al proceso del tiempo. –¿Existe alguna diferencia entre “caos” y “absurdo”? –Caos es como un fantasma para toda la gente que quiere fijar el tiempo. Entonces puede parecerle a alguna gente un absurdo, pero es más bien un acontecer, un acontecer no esperado, generalmente. –Hay una obra suya que tiene que ver con ello, “La estática velocidad”. –Esa obra la llevé a la Bienal de Venecia 2009. Quise representar a la velocidad, pero curiosamente en un marco estático, como es la pintura. Esa obra es para leerla. De cerca está llena de mundos, de personas, y hay que descubrir eso. –¿Cómo sería la película de Noé? –La historia comienza como quien se sube a un tren. El artista no sabe realmente hacia dónde va. En mi caso, la

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terminal era “Caos”, pero no sabía de qué se trataba. Subí al tren en mi primera exposición. Y siempre creo haber estado en lo mismo, y siempre ha cambiado. Siempre estaba en el mismo tren, pero el tren visitaba estaciones distintas; el recorrido no es lineal, la terminal del recorrido es el mismo punto de origen, pero ya recargado de otra manera. –Lo escuché decir que en el hall del edifico donde vivía, en las manchas del mármol de ese hall, imaginaba figuras, y que ahora regresa a esa etapa, a partir de las manchas. –La casa de mi padre era una típica de los años 20, toda llena de mármoles, una casa de departamentos, y yo rescataba cosas de las manchas. En eso fui coherente desde chico. –¿Dónde era esa casa de departamentos? –En Juncal entre Suipacha y Esmeralda. Había en la entrada un espejo enfrentado a otro, y me daba la impresión de una cosa de infinito. Lo otro que me ha fascinado siempre es el derecho y el revés, y tuvo eso también su introducción en esa época. Había un tipo que iba al trabajo caminando al revés. Yo le decía a mi madre que me quería peinar. “¡Apurate, apurate, que viene el loquito caminando para atrás!”. Evidentemente fui un buen discípulo de ese loquito. –Sabemos que usted se mete a estudiar Derecho, que abandona. ¿Sería un hito la Nueva Figuración, y otro cuando vuelve de su primer viaje a París e inicia sus cuadros divididos? –Son etapas. Pienso más en una evolución. Me molesta bastante cuando me quieren fichar en los 60. Es como archivar a una persona por la partida de nacimiento. Es la mala costumbre de los malos historiadores de arte, que clasifican a la gente, y es ahí donde me hacen sentir que soy la viuda de un pintor de los años 60. Pero bueno, a esa viuda la asesiné. Si a mí me preguntan cuáles son las obras características de cada etapa, las puedo identificar. Ahora, ¿cuál es el período de trabajo que más me gusta?, ahí yo diría que el último. –¿Qué es la pintura y qué es el dibujo? –Para mí el dibujo es una forma de ser de la pintura. La pintura se puede hacer bajo una cantidad de medios. Incluso lo que llaman “arte digital” es como la acuarela, el óleo, el pastel, un instrumento, un medio más. Lo que entiendo por pintura es el arte de la imagen compleja. Por algo la gente habla de “cuadros de situación”, o de “cuadro sinóptico”, o uno dice “Fulano de tal me hizo una pintura de la situación”. Implícitamente, cuando se habla así, se está dando en la médula de lo que es la pintura. En cambio, cuando se ata la pintura a un determinado procedimiento, creo que se erra. –¿Su vocación por la pintura viene en paralelo con sus estudios truncados de Derecho, o se impone cuando entra al taller de Horacio Butler? –Conjuntamente. –¿Qué le pasó con Butler y con la enseñanza del arte en general? –Yo quería entrar en Bellas Artes, pero mi padre me dijo “no”. No es que me negó pintar, mi padre fue un hombre de la cultura, antes de que yo naciera había publicado dos an-

LA ANTIESTÉTICA ES LA ESTÉTICA CREATIVA, EN CONTRA DE LA ESTÉTICA ESTABLECIDA. NO ES QUE ME GUSTE LO FEO.

tologías de la poesía argentina, pero también era abogado. Entonces me aconsejó ir a la Facultad de Derecho, donde estuve cuatro años. En cuanto a Butler, yo con él estuve un año y medio. Algunos me dan por autodidacta, pero no lo soy, soy mitad autodidacta. Las bases fundamentales me las dieron el mirar y Butler. Pero yo tenía esa cosa de los adolescentes de preguntar, que para los adultos es como estar discutiendo, y yo en realidad preguntaba, sentía las contradicciones y preguntaba. Y en un momento Butler se cansó de mí y me dijo: “Mire, no tengo más que enseñarle”, pero no me estaba dando un título, sino señalando la puerta. De todas maneras, cuando hice mi primera exposición, lo invité y llegué a la galería un poco tarde. Él ya estaba. Cuando me vio, dijo: “Llegué temprano por si no me gustaba, pero lo esperé para decirle que, haciendo lo contrario a lo que yo le enseñé, ha hecho una pintura que le ha dado un buen resultado”. Eso para mí fue como el Premio Nobel. Nora y la fama –¿Su preocupación por el contexto histórico también la heredó de la facultad? –Yo he tenido mis desarrollos dialécticos. En la facultad conocí a mi mujer, Nora, que era un poco mayor que yo. Yo apenas tenía 19 o 20 años. Después ella se fue a Inglaterra, y fue un noviazgo por correspondencia. Volvió y nos casamos. –Ella lo alentó con su vocación artística. –Sí, siempre. Incluso hizo algunos sacrificios, como cuando yo saqué el premio del Di Tella y me fui a Estados Unidos durante nueve meses. Ella se quedó cuidando a los chicos, que eran muy chiquitos. Eso significa algo, ¿no? –Hay un instante en que usted siente que puede empezar a vivir del arte. –Es que mi exposición de la “Serie Federal” la vendí en el año 61 en Galería Bonino. Pero al mismo tiempo me pregunté: “Si yo quiero hacer arte de vanguardia, ¿cómo se vende esto como si fuesen bombones? ¿No estaré equivocado?”. Y ahí es donde me cuestioné la cosa. Vivía en un mundo de tensiones, de rupturas. Y bueno, conversé mucho con Jorge de la Vega, que era con quien más me entendía (aunque fue también muy buena mi relación con Ernesto Deira; con Rómulo Macció fue más difícil…).

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–Lo cierto es que tras la “Serie Federal” usted llegó a decir que se sintió “un niño mimado”. –Más bien comencé a ganar becas, la primera fue del Gobierno francés, que me llevó a París. –Es de París que vuelve con la idea de la fragmentación. –No, en realidad no es de París que vuelvo con esa idea. La idea de la fragmentación no la tomé de nadie, sino de hablarlo con de la Vega. Conversábamos acerca de la ruptura de la unidad, de ese concepto, y me animé a hacerlo en Francia. El primer cuadro bien ruptural es “Mambo”. –Usted, por lo que se cuenta y ha dicho, nunca pintó para el bronce o desde la torre de marfil del artista… –No rechazaba el éxito, al contrario, me encantaba, pero lo que valorizaba ante todo era mi búsqueda, y en ese momento mi búsqueda era la conciencia de vivir en un mundo de tensión, de rupturas, y de encontrar la imagen de ese mundo. Perón pintor –¿Ese mundo lo empuja a pintar? Se lo pregunto porque está escrito algo así como que “Noé, cuando piensa en pintura, escribe un libro. Y cuando filosofa, pinta”. –Bueno, esa es una adaptación a una frase mía, que es: “Cuando pienso en el mundo, pinto. Cuando pienso en la pintura, escribo”. Pero, como toda afirmación categórica, es a medias cierta. Es más simple que eso. También pienso en la pintura cuando pinto. Y cuando escribo también pienso en el mundo. –¿Qué hay de esa frase suya: “El pintor que más me influyó fue Perón”? –Eso fue una boutade. Yo venía de una familia muy antiperonista y lo que quería decir es que el sentimiento de ruptura, de que el mundo no era algo armónico, me lo dio Perón. Yo iba a las manifestaciones peronistas, pero no como peronista, sino para observar un espectáculo, me fascinaba como espectáculo estético, o si querés, “antiestético”. –Refiere “lo antiestético”, e incluso escribió sobre eso. ¿Qué significa ese concepto hoy para usted? –Es muy simple. La antiestética es la estética creativa, en contra de la estética establecida. No es que me guste lo feo. –¿Esa postura antiestética es la que lo impulsa a realizar un arte con una impronta entre comillas “argentina”? –A mí no me gusta eso, no hago arte argentino, más bien hablo de una creación propia sintiéndome parte del contexto, de un tiempo y un lugar. Me revienta cuando se separan el tiempo y el lugar. Están los partidarios del tiempo, que son las vanguardias, y están los del lugar, que dicen “hay que hacer un arte argentino”. Y no, vivimos en un tiempo y en un lugar, y hay que tomar conciencia del contexto en lo temporal y en lo espacial. –¿En su plano interno, qué le provoca la ruptura en el mundo? –Como la he mamado de chico, la ruptura me ha producido siempre tensión. Yo tenía 6, 7 años, y oía hablar de la Guerra Civil Española, después de la Segunda Guerra Mundial, hablaban todos los días de eso, y bueno, para mí eso fue pan cotidiano. Luego, cuando se produce el peronismo, siento que esa cosa de ruptura está acá. Se escuchaba a cierta bur-

guesía argentina decir: “¡Ah, no, este es un país de vacas, tranquilo!”, y luego, cuando comenzamos a pintar con de la Vega y los otros, también nos dijeron: “¡Pero no, esto es influencia de Europa, que pasó por una guerra; nosotros somos un país de vacas, tranquilo!”, ¿y qué había pasado con toda nuestra historia? ¡Querían darle la espalda al siglo XIX, querían no ver lo que sucedía en el país, no sentían para nada que venían dos bandos como dos trenes que irían a chocar unos con otros! Pero nosotros nos sentíamos con un espíritu optimista, siempre nos fascinábamos con los procesos de cambio. Por eso a la palabra despectiva “caos” la transformé en positiva. –¿Por qué deja la pintura en el 66? ¿El caos tuvo intervención? –Sí. No es que un día dije “no pinto más”. Lo que pasó es que mi pintura se había puesto muy difícil con la idea del caos, con cuadros que se atravesaban entre sí, con bastidores que salían, telas que salían, figuras, y esas eran instalaciones caóticas que a mí me interesaban, pero que resultaban muy difíciles de guardar, trasladar, y ni digo de vender. Entonces hubo un momento en que dejé de hacerlas. Y como había llegado a ese punto, ya había dejado el plano. Armé el “Bárbaro”, un bar, con un amigo, y me puse a enseñar; y enseñando recién volví al plano y empecé a sentir que pintaba a través de mis alumnos, y poco a poco regresé a la pintura.

“El estricto orden de las cosas”, 2006, técnica mixta sobre papel, 184 x 168 cm.

detalles de la obra asdñal skd ñada ksdlkj kajs lkj alkdsj kajdlkj llksjlja slkj

Buenos Aires – París – Buenos Aires –Diez años después se va del país, en tiempos de la dictadura. ¿Fue exilio o autoexilio? –Bueno, mucha gente se fue del país por ese tiempo, y no por turismo. Yo me fui porque había estado en la universidad en la época camporista (que si bien duró un mes, allí se extendió por un año), en el Departamento de Arte, y aunque nunca fui peronista ya la Libertadora me había parecido tan ridícula en su afán de hablar de democracia y al

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mismo tiempo en oponerse a la mayoría popular, así que cuando se habló del retorno de Perón pensé que era necesario. Pero nunca pude ser peronista. Sí sentí que el país estaba indigestado y que debía salir de esa indigestión. Pero la decisión de irme fue porque una vez, en la época de Isabelita, aunque guardando formas, cayeron donde vivía cinco tipos de civil con una metralleta, policías que querían buscar armas y qué sé yo. Aunque zafé entonces, cuando vino el golpe me fui a París y me quedé 11 años, porque los chicos se pusieron a estudiar. Después me tranquilicé un poco e iba y venía, hacía exposiciones y regresaba a Francia, tenía contratos en la Argentina y en Francia. –¿Exactamente cuánto tiempo pasó sin volver al plano? –Nueve años. Del 66 hasta el 75. Pero en ese período escribí un libro, que después no publiqué, aunque creo que los análisis que hacía eran correctos. Se llamaba El arte, entre la tecnología y la rebelión. –En los últimos años usted hizo obra junto a Eduardo Stupía, con León Ferrari… –Sí, pero en el año 65 yo ya había hecho una exposición que se llamaba “Noé + experiencia colectiva” e invité a muchos artistas. Siempre me interesó la experiencia con otros. Y cuando trabajaba con Deira, Macció y de la Vega

nos corregíamos los cuadros, nos metíamos en el cuadro del otro. Hay un cuadro mío que se llama “Autorretrato”, que es enorme, donde yo pinté todo mi entorno, pero lo que es mi cabeza pedí que me la pintara Deira y que firmase él en ese pedazo de cuadro. –Elija una palabra para terminar: misterio, vida, muerte, Dios. –Prefiero tocar el tema de Dios. A mí me cuesta mucho entender lo que pasa de este lado, y por lo tanto no tengo el coraje de hablar de lo que pasa del otro lado. Entonces yo ateo no soy, soy un agnóstico, si querés, pero tampoco en todo. Yo creo que la gente a veces necesita creer. Son temas que respeto, lo que no puedo respetar es que haya gente que crea en un Dios que se llame Jehová y que luche contra otra gente que cree en un Dios que se llame Alá, y que digan, a la vez, que Dios es universal y único. –¿La pérdida de Nora le repercutió en su experiencia artística? Incluso sé que el mismo mes que ella falleció usted presentó una exposición. –Pasó algo extraordinario. Ella murió el 21 de junio, a las 4 de la mañana. Y el mismo día, al mediodía, yo inauguraba una exposición panorámica de mi obra en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, y el velorio sería a las 7 de la tarde. Yo entonces me encontré en esa situación, y me pregunté: “¿Voy o no voy?”, y sentí que Nora me decía “andá”, y fui. La gente me saludaba y yo no sabía si era por la muerte de Nora o por la exposición. El año pasado hice la exposición “En consecuencia”, y se la dediqué naturalmente a ella. Yo viví 55 años con Nora. Ella tenía una gran sensibilidad y yo le hacía mucho caso a lo que me decía.

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Cecilia Ivanchevich Artista visual y curadora de arte

Cuando hablamos de Noé, no hablamos solamente de un pintor, sino de un artista que piensa permanentemente el mundo que lo acontece. Es por eso que Noé se ha planteado distintas interrogantes a lo largo de su vida, y dentro de sus posibles respuestas genera importantes paradigmas que lo trascienden y que se expanden hasta hoy en día en el arte argentino. Y eso sucede no solo porque habla de problemáticas intrínsecas al arte, sino porque también entiende a ese como parte de un contexto dinámico que lo modifica sinérgicamente. Por eso, Noé propone desarticular categorías dadas como opuestas –o diferentes– para plantearlas como un orden dinámico en constante cambio, esos paradigmas exceden la estética para convertirse en un problema lingüístico. Por ejemplo, es común que en el imaginario popular, y no tanto, cuando se utilizan las terminologías “antiestética”, “caos” o mismo “pintura” se aplican para su conceptualización formulaciones ya dadas sin a veces plantearse las implicancias que corresponden a nuestra contemporaneidad. Es así que cuando Noé habla de “antiestética” no habla de un opuesto a la estética, sino a lo sumo de una necesidad –o manifestación de su época– de oponerse a la estética convencionada hasta ese momento para generar un nuevo proceso de esta. Y cuando habla de “caos”, no lo hace bajo el concepto de desorden, sino de orden que deviene vitalmente. Es decir, los entiende como conceptos dinámicos y no estáticos. Este proceso de relativizar y dinamizar los conceptos pensados como opuestos es muy común en su pensamiento y se ve reflejado en su obra escrita y visual. Y no es para desatender el silogismo que existe entre la palabra, la pintura y el pensamiento en la obra visual de Noé, viéndose reflejado tanto en los títulos como en la incorporación de textos a las obras, convirtiéndose este juego en una especie de conceptualización visual del mundo abstracto de la palabra. Por ello, paradójicamente, en un mundo tan tecnológico y dinámico, él utiliza técnicas analógicas y estáticas para referirse a este con excelentes resultados, demostrando así que estas categorías no solo no son opuestas, sino que se complementan y son parte de una misma cosa.

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Por Javier G. Cozzolino . Fotos de Andrés Pérez Moreno y gentileza de Hernán Dompé

El continente americano antes de Colón. Los materiales antes de ser utilizados de forma productiva. La magia, el ritual, la relación tierra-cielo y viceversa. Hernán Dompé, sobre esas bases simbólicas, construye una obra literalmente monumental, totémica.

HERNÁN DOMPÉ

LA LUZ EN LA OSCURIDAD

ernán Dompé (Buenos Aires, 1946) vive y esculpe en Capilla del Monte, Córdoba. Hacia la década de 1980, unos viajes a Perú y México lo pusieron en contacto directo con la arquitectura precolombina. Ello marcó en su obra una impronta de esa época histórica, donde abundan tótems, sitios ceremoniales, objetos vinculados con el ritualismo y la guerra y con el tránsito que supone la vida. Piedras, madera, bronce, cue-

ro, hierro, trozos de maquinarias agrícolas o de otras actividades del ámbito rural, más el clásico mármol y los restos óseos de animales, junto al cartón, el papel, los tejidos y las cerraduras configuran el universo contra el que Dompé lucha en busca de simbolismo y representación de la existencia, de su carga mística pero terrena. Comenzó en la infancia con la escultura. Trabaja en ella como un operario lo hace en una fábrica. Es su principal razón de ser. La otra es la pesca con mosca. Su taller era la antigua caballeriza de la casa donde vive, propiedad construida por su abuelo paterno que, por una tragedia familiar, fue abandonada antes de la mitad del siglo XX y que Dompé recuperó cuando tuvo oportunidad. Cursó en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano y en la Pueyrredón. Nació en el barrio porteño de Villa Crespo. Su interés por el dibujo y la escultura tuvo causas concretas, más allá del don. En la casa donde la familia vivía había un tío abuelo herrero de fragua. Este resultó una pieza fundamental, como así también una tía, quien le aconsejó al todavía joven Dompé –desmotivado con la enseñanza formal– ingresar a Bellas Artes, donde, de ser un “atorrante”, como él dice, pasó a convertirse en medalla de oro. Por supuesto, debió luego trabajar y lo hizo en distintos talleres de carpintería y marmolería, lo que complementó su formación escultórica, aún antes de ser ayudante de escultores propiamente dichos, en tiempos donde su futuro como escultor que vive de su obra era más que incierto. LongPlay lo encontró de paso por Buenos Aires en febrero último. Dompé abrió las puertas de un salón en el barrio de Congreso para la entrevista. Allí se amontonan guerreros, ballestas, cascos hechos en mármol. Es una de sus cabezas de playa en la Capital, donde trae obra y la muestra a quienes siguen su trabajo de cerca. –¿Hay alguna relación entre las características de su obra y el hecho de vivir a los pies del Uritorco? –Capilla, si bien me influyó en algunas cosas, no lo hizo en gran medida en lo estético. Mi mambo viene de antes, desde siempre. El tótem es la unión de lo bajo con lo alto, de lo oscuro con lo luminoso. Me interesa desde siempre ese camino en ascenso. La superación. –¿Y los barcos que realiza? –Los barcos tienen que ver con lo mismo, pero en una forma horizontal. Son como una parábola de la vida: salen de un puerto y llegan a otro, y todo el viaje es tu vida. En mis barcos pasan cosas. Con mi escultura expreso un lenguaje simbólico que puede ser de abajo hacia arriba, u horizontal, pero siempre hay como un relato que, de alguna manera, tiene que ver con mi historia. Dompé tuvo una tragedia en su vida. Su serie “La última mirada” se relaciona directamente con ella. Los propósitos de esta revista eran, entre otros fines, referir esa serie, pero sin caer en su origen. No obstante,

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una observación casual deparó el relato. Más claramente: Hernán Dompé tiene en su brazo izquierdo un tatuaje. Al momento de ser entrevistado, ese tatuaje estaba semitapado por la remera que vestía. Jamás lo mostró por entero, no quiso hacerlo, nadie se lo pidió. Pero frente a la pregunta referida a si ese tatuaje guardaba alguna relación con las culturas precolombinas, la respuesta llegó como un cross a la mandíbula: “Este tatuaje me lo hizo mi hija, que murió hace 14 años. Después de su muerte inicié la serie ‘La última mirada’”. –“La última mirada” estuvo en el Centro Cultural Recoleta. –Sí, fue una pequeña muestra en 2010. –Ese mismo año y en ese mismo lugar, en paralelo, usted presentó la serie “El instante”, la de los guerreros. –Sí. Trabajo, como ves, en cualquier material. –Al margen de “La última mirada”, que tiene una motivación puntual, y de su interés por “el arriba y el abajo”, ¿hay alguna otra motivación más personal que lo mueve a esculpir? –Mi obra se vincula con lo que soy, con lo que somos. Simbólicamente somos tótems. Los edificios son tótems. Mi obra es un recorrido, el relato de una historia. Es la vida y el desarrollo de una vida. En mis barcos, como te decía, pasan cosas, no te voy a revelar qué, prefiero que completes vos lo que está pasando. –Lo escuché decir en otra entrevista que si no pudiera esculpir su vida podría perder cierto sentido, ¿es tan cierta esa afirmación? –No sé. Trabajar en esto es una pasión, me coloca en un estado importante. Mi vida se organiza en función de mis tiempos de laburo, a menos que me vaya a pescar, mi otra pasión. Pescar con mosca me pone en un estado muy parecido al del trabajo. –Así como se sorprende con el pez que pesca, ¿le pasa algo parecido con la forma final que adquiere una obra determinada? –El trabajo es un diálogo con la obra. Uno tiene una idea y de pronto no funciona. Es decir, la idea puede estar buenísima, pero por uno u otro motivo de elementos, de fallas, de un montón de variables, hay veces que te tenés que ajustar, según tu ojo, tu saber, tu estilo, para realizar algo en contra de un material que se niega. Por eso es muy raro que tire obras o que las abandone. Puedo estar peleado un tiempo, pero finalmente termino, a veces muy bien, a veces más o menos. La última afirmación de Dompé no incluye otra que hará enseguida: que cierta parte de su obra la tiene bien guardada, en un lugar seguro, porque siente que de ella emana una energía negativa. “Son trabajos que no los puedo tener a la vista. Me provocan sensaciones malas. Tienen que ver con los años de la dictadura militar, los muertos, desaparecidos, torturados, atados, sufrientes. En esa serie hay ataúdes, fardos con ataduras, pinches, tajos, rojo y negro. Fue mi necesidad expresiva de esos años, algo traumático que no quiero revivir teniéndolo en mi casa, donde ya hay mucha obra mía”.

ES MUY RARO QUE TIRE OBRAS O QUE LAS ABANDONE. PUEDO ESTAR PELEADO UN TIEMPO, PERO FINALMENTE TERMINO, A VECES MUY BIEN, A VECES MÁS O MENOS. –¿No hay en su serie de guerreros alguno que posea una carga negativa similar? –No, pero hay uno que es un sádico, que está como olfateando la sangre que va a derramar… Pero en realidad todos mis guerreros luchan contra sí mismos. –“La última mirada”, a pesar de lo que le significa, es algo muy distinto a la serie que tiene “bien guardada”. –Es que “La última mirada” proviene de un suceso que me afectó, pero mi hija no era oscura, era una lucecita… Esa serie no sé si alguna vez la voy a terminar, porque el dolor es así, imbancable. –¿Sueña con lo que hace o con lo que hará? –No. Me aparecen algunas veces imágenes en un estado como de vigilia. Pero más que soñar, me cuesta muchos insomnios pensar lo que haré. –A su criterio, ¿con qué obra suya se siente justificado? –Yo creo que hice una evolución interesante. En primer lugar, porque ocupé un espacio que estaba deshabitado a principios de los 80: la tierra, lo totémico, lo espacial en el sentido cósmico, algo que no estaba considerado. Y yo mantengo, con variantes, esa mirada. Es de lo que quiero hablar. No es que esté satisfecho, pero me parece que lo hice coherentemente. –Hasta su viaje a México, Perú, ¿cuáles eran sus tópicos? –Estaba ligado a una figuración, siempre trabajando con muchos materiales. Al regresar de ese viaje dejo la figura humana y me quedo con la piedra laberíntica de los olmecas. Empiezo a trabajar en piedras y formas modeladas que terminaban arriba de un palo, de manera que todo se comienza a convertir en un tótem. Ese fue el gran salto en mi obra. La piedra pasó a ser una pieza mucho más compleja. –¿Ese salto coincide con su comenzar a vivir de la escultura? –En el 81 gané un premio y me fui a Nueva York, ahí ya hice un cambio de escala en mis trabajos. Nueva York me rompió la cabeza. Al poco tiempo, en el 82, comencé a generar una producción en grandes tamaños, y a fines del 83 hice una muestra en la galería de Alberto Elía, con 50 obras, gran parte de gran tamaño, especies de instalaciones, de ciudades destruidas, porque ya en Nueva York se me había dado por pensar en ciudades destruidas, incluso tengo dibujos de torres quemándose, no sé si anticipatorios, lo

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cierto es que hice esa muestra y a partir de ahí se me abrieron las puertas de todas partes. –¿Vivir de la escultura hoy qué supone: firma de contratos para exposiciones y muestras, ventas a coleccionistas privados? –Considero que tengo suerte. ¿Cómo se da eso? Hay gente que se interesa por mi trabajo y me sigue. De pronto recibo a través de la web pedidos para ver mi obra, vengo a Buenos Aires y si hay interés llevo al interesado a ver más cosas en Barracas (N. del R.: Otro espacio que Dompé comparte con otros artistas). –¿Vivir de la escultura también supone contar con obra vendida en espacios públicos? –Tengo obra en espacios públicos. En la Argentina hay unas cuantas. En Corea hice una pieza de cinco metros en piedra negra, de 12 toneladas, que está en un museo. Tengo piezas en Miami, en un edificio que posee como una plaza, donde hay dos comadres de bronce. Y ahora voy a trabajar para la Universidad Nacional de San Martín una pieza que solo no me la podría bancar por el tamaño. Voy a ir a una metalúrgica en Unquillo, cuya especialidad son silos, tolvas, molinos harineros, y que trabaja cualquier metal en grandes tamaños. Ahí tienen para hacer lo que quieras, cosa que me encanta. –¿Las ballestas son parte de su última producción? –Sí. Las tenía empezadas en 2010. En 2011 casi estaban terminadas, y hace poco mandé a fundir las bases, que son de

hierro. Ahora estoy también con los cascos en mármol y unos barcos también en mármol, bastante grandes. Y hay cosas también en bronce. –Suele frecuentarlo una connotación del combate. –Sí, los cascos es para que no te peguen mucho [ríe]. Y las ballestas no tiran nada, es un juego. Dompé muestra una de las ballestas que tiene a su alcance. Su base es de hierro fundido, la estructura es en madera, pero todo es mucho más complejo: hay una cadena, clavos de construcción, una base hecha con el maxilar inferior de un caballo, dientes incluidos. –¿Expondrá obra en 2013? –Voy a estar en arteBA, no sé muy bien si con cascos de mármol y otras piezas en ese material, o si con las ballestas. Trabajaré también en Miami algunos meses hacia fin de año, porque tengo propuestas de exposición allá. Y luego no sé. No soy un tipo de exponer seguido. Tengo exposiciones cada dos o tres años. Armo series y luego expongo. Pero me lo tomo con calma. —De retrospectivas, entonces, por ahora, mejor ni hablar. —No. Es mucho trabajo y mucho dinero.

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Por María José Herrera Historiadora del Arte y curadora. Presidenta de la Asociacion Argentina de Críticos de Arte (AACA-AICA)

Hernán Dompé es un artista que no oculta la fascinación que le producen las imágenes. Mejor dicho, lo que las imágenes encierran. Pionero en el renovado interés por las artes de la América antigua, durante su formación en los 70 estudió a las culturas mesoamericanas. En 1980 viajó a México y Perú junto a un grupo de arqueólogos que lo ayudaron a entender el origen y la concepción que subyace en las formas de los pueblos originarios. La monumentalidad arquitectónica, la ferocidad de los dioses y la presencia del mito, lo remontaron a un momento lejano en que la ética, la religión y la estética no eran esferas independientes. Con unos símbolos distintos de los occidentales, los artistas antiguos habían puesto en imágenes valores universales de indudable actualidad. Esa mirada hacia la región, hacia Latinoamérica, tiene en Dompé a un creador de imágenes de gran originalidad que hicieron escuela en los años inmediatamente posteriores al retorno a la democracia. Cuchillos, tótems, barcas, rayos y guardianes forman un repertorio que Dompé aborda desde las sugerencias de los distintos materiales (maderas, piedras, cueros y metales) u objetos (herrajes, clavos, cuerdas) en los que descubre la inquietante presencia del tiempo y las generaciones. Las obras de Dompé aluden a un tiempo remoto en el que el hombre vivía en una mayor armonía con la naturaleza. En este sentido, su arte tiene un profundo mensaje ecologista. 51

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AGUSTÍN VIÑAS

–Vos proponés un juego en el que el sentido de la obra se completa con el título que es algo externo a la obra. –Sí, es algo que incorporo casi desde la concepción de la obra. Hay pinturas que dicen algo por la relación que plantean los objetos que intervienen. En otras, el título es el que completa ese sentido. Por ejemplo hay una pintura que hice que son unos globos muy modernos, metálicos. Si ves esa obra sin leer el título, puede ser que pertenezca a cualquier hiperrealista que pinta objetos contemporáneos. Pero al leer el título, que en este caso es “Globalización”, se agrega a la imagen una idea. Yo no sé si la gente los lee o no, tampoco me interesa tanto, pero sí busco cerrar una idea porque me interesa lo narrativo de la obra. Quiero estar contando algo e ir más allá de lo visual utilizando objetos actuales. –Los objetos que elegís provienen de los medios. Historietas, cine, televisión… –Sí, es lo que me inspira. El cine, la televisión, los medios. Todo eso que tengo en la cabeza explota cuando hago la pintura. O en realidad cuando la pienso. Cuando la ejecuto es una cuestión más o menos ya pensada. Cuando inicio una obra, ya sé lo que voy a hacer. –En relación a las ideas se ve un tono, a veces, irónico. ¿Qué cosas lo disparan? –En general son ideas un poco pesadas, como la que intento dar en una obra en la que hay dos osos polares sobre un pequeño bloque de hielo.

HIPERREALISTA A ULTRANZA

El artista plástico, oriundo de La Plata, nos recibe en su atelier, mezcla de lugar de trabajo y espacio para jugar, donde se conjuga el mensaje fi os fico y e ue acer co i iano

La obra, los objetos y el mensaje –Las obras que presentás al público tienen una impronta fotográfica. ¿Cómo es que llegás a trabajar en este estilo? –Es algo que hago naturalmente. De chico empecé haciendo algo que se encuadraba en el realismo, y después fui adquiriendo mayor destreza. Ahora pareciera que lo que hago es algo parecido al hiperrealismo. Pasa que no es algo intencional. No me propongo ser un hiperrealista ortodoxo. Obviamente que la técnica que utilizo es para que lo representado parezca real, pero al contrario de lo que se proponen los hiperrealistas –que quieren que su obra parezca una fotografía– no es el fin de lo que yo hago. Sí es la técnica que uso. –¿Siempre transitaste por ese estilo? –Lo que la gente conoce de mi obra es lo que a mí me interesa mostrar. Pero uno siempre está haciendo ensayos porque está bueno no perder ese ejercicio. Por ahí voy mechando cosas distintas y no sé qué voy a terminar pintando dentro de diez años. –¿Qué fue lo que causó mayor impacto o lo que más gustó al público de tu obra? ¿Es lo que estuvo expuesto en Galería Zurbarán? –Lo que hay en Zurbarán y lo que yo expuse masivamente fue un tipo de obra que empecé a hacer en 2007, en la que aparecen objetos contemporáneos; la imagen es tipo fotográfica, pero la vuelta de tuerca que le encontré es conjugar esa imagen con un trasfondo conceptual. Es decir que la imagen exprese algo más allá de la buena factura.

Por Jorgelina Llanos . Fotos de Julio Bagdo

A

gustín Viñas cumplirá en pocos meses 39 años. Nos cuenta que dibuja y pinta desde su infancia, y que su obra comenzó a abrirse espacio en las galerías de arte en 2007 a partir de una serie de trabajos a los que ubica dentro del hiperrealismo. Tras haber pasado por el taller de José Alberto Marchi, su último maestro, conjuga una imagen casi fotográfica con un trasfondo conceptual, a veces cargado de humor y otras de una irónica crítica a la actual sociedad de consumo. Se reconoce autodidacta, y los juguetes, los plásticos y los clásicos peluches son los objetos que elige para expresarse y los que confieren a sus cuadros un sello personal.

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Esa pintura se llama “Sin un lugar en el mundo” y está relacionada con mi profesión. Soy biólogo y tengo un interés particular por el medioambiente. Esa obra nació mirando un documental sobre los osos polares en el que mostraban que se está acabando el hábitat donde viven. En el laboratorio de un paleontólogo amigo de acá de La Plata, encontré esos ositos de felpa y pensé “estos son justo para hacer ese cuadro y contar esa idea”. Después pensé la forma de representar la menor porción posible de hielo. La idea es triste o pesada, pero está representada con juguetes y cosas que son alegres y comunes a todos. –¿En ese querer contar hay una crítica a la cultura de masas? –Sí, justamente. Lo que tiene mi pintura de hiperrealismo, que también lo tiene el arte conceptual, es que subyace una idea detrás de esa imagen. Es también un poco el espíritu del arte pop. Lo que yo hago recoge esa impronta que busca mostrar una realidad, pero haciendo una crítica. –¿Qué cosas son las que reprochás a la cultura de masas? –No podría decirte qué puntualmente. Soy un tipo que vive inmerso en la cultura de masas, y las cosas que quiero decir apa-

recen en las pinturas. No convierto eso en un discurso diario. Puedo pintar una botella de Coca-Cola –aunque me encanta la Coca-Cola, ir a comer a Mc Donald’s–, pero hago una crítica enfocada a las corporaciones en sí y a la masificación que proponen. No soy un activista, ni tengo un discurso cerrado, lo mío es una opinión más bien social. Los orígenes –¿Cómo era pintar cuando eras chico? –Dibujo y pinto desde que nací, y la verdad es que no he tenido reconocimiento hasta hace muy poco. Todo el tiempo anterior, hice la vida que hizo cualquier tipo. Fui a la escuela, después a la universidad, donde estudie Biología. Siempre dibujé, pinté, porque es mi pasión, pero pasé por varias etapas. Hice mucho tiempo ilustración cuando estudiaba Biología en la Facultad de Ciencias Naturales y el Museo de la UNLP, para los paleontólogos ya recibidos que publican en revistas de nivel internacional y libros. Como se usa mucho el dibujo de fósiles, de huesos, yo hacía las ilustraciones. Era mucho más lindo trabajar dibujando y ganar unos pesos.

La pintura de Agustín Viñas tiene la impronta del hiperrealismo, a la vez que hace un juego de alianzas con las críticas conceptuales a la sociedad de masas y el imperio del consumo.

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–Es decir que por mucho tiempo llevaste tu profesión y la pintura en paralelo. –Es raro, porque siempre mis viejos me apoyaron para que hiciera lo que quisiera. Pero fue una elección mía hacer una carrera universitaria. Al principio no sabía qué estudiar. Podría haber estudiado Psicología o Periodismo. Medicina, me encantaba. A diferencia de muchos, me gustaban un montón de carreras. Fui a parar a Ciencias Naturales pensando en estudiar Geología y me topé con Biología. A veces la rebeldía pasa por “yo no quiero estudiar nada. Quiero pintar y tocar la guitarra” y yo por esa etapa no pasé. –¿Tuviste maestros y fuiste a aprender? –De muy chico fui a un taller acá en La Plata y duré dos semanas. No fui más porque no me gustaba, y seguí dibujando y pintando por mi cuenta. Mi viejo lo conocía a Juan Lascano, y él cada tanto veía algunos de mis trabajos. En el año 92 empecé a pintar con acrílico, hice el retrato de un árabe que había sacado de una revista, y desde ahí empecé a pintar con regularidad. Luego descubrí el óleo. No me enseñó nadie. Lo que aprendí, lo aprendí por mis medios. Ensayo y error. No sabía con qué productos se diluían los óleos. No sabía cómo se emulsionaba. Rompí cantidad de pinturas y así aprendí a pintar y a dibujar. Es decir, técnicamente, el único referente que tuve fue Juan

Lascano, a quien con suerte una vez por año le mostraba algunas de las cosas que yo hacía, y él me daba alguna crítica, pero no tuve contacto con otro artista plástico hasta hace poco. Ya formado con mi técnica, totalmente autodidacta, llegué deslumbrado por su obra al taller de José Marchi. Yo ya tenía 35 años, y en ese taller pude conocer, también, a otros artistas y sus obras. Quería nutrirme de la experiencia de él, y fue muy enriquecedor compartir con otros. José me ayudó mucho a decidir qué camino seguir. En ese momento estaba haciendo varias cosas distintas, y me impulsó a decidirme por lo que hago en la actualidad. –¿Qué cosas representabas cuando eras chico? –De chico había hecho varias cosas. Recuerdo un gallo que pinté con acrílico junto a mi abuelo, que también pintaba. Era contador y no se lo tomaba en serio, era como un hobbie para él. Después, por sugerencia de Juan Lascano, empecé a pintar del natural. Fue un recurso que me sirvió mucho para luego pintar de fotos. –¿Cómo fue ese cambio? –Andaba buscando temas más contemporáneos. Empecé a sacar fotos en las que los objetos estuvieran iluminados a pleno sol y a registrar elementos muy coloridos, como flores y zapatos. Pero me seguía faltando algo, hasta el primer cuadro que hice de esta serie en la que trabajo ahora que se llamó “Ahogada en un vaso de agua’’. Ese cuadro es una muñequita que compré en un “Todo por dos pesos” a la que sumergí en un vaso con agua. Se lo comenté a mi mujer, y le causó gracia. Me pareció una buena idea, y tiempo después logró aceptación. –¿Recordás cuándo compraste tu primera tela? –No. Seguro que mi abuelo me había comprado las primeras, pero lo que sí recuerdo es que los primeros óleos que tuve fueron un regalo de una novia. ¡Recuerdo que quería pintar con eso y no sabía con qué se mezclaba!

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Por Ignacio Gutiérrez Zaldívar Escritor y marchand de arte

“No pinta quien tiene ganas... Sino quien sabe pintar”, positiva y prudente enseñanza de José Hernández en su Martín Fierro. Curiosamente, el genial Agustín Viñas piensa que es autodidacta, pero el destino, gracias a Dios, le ha dado demasiadas enseñanzas para que se considere así. Primero sus trabajos los vio el mejor realista de América, que es Juan Lascano, y luego fue uno de los pocos elegidos para estudiar con el brillante José Alberto Marchi. El oficio es algo que no se debe elogiar, es como el ABC del arte, y dibujar bien o pintar bien es tan solo una herramienta indispensable para crear. Pero hay casos que superan el nivel óptimo del oficio, y ese es el de los maestros y del propio Agustín. En sus obras cuesta ver la pincelada, es como si acariciara las telas... También los nombres de las obras no tienen generalmente ninguna importancia, pero en el caso de Fader, Molina Campos y Viñas, nos dan una clave para ver más allá de lo aparente. Pureza, transparencia, sorpresa es lo que me motiva en su obra, creo que estamos frente a un grande. El tiempo lo dirá.

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Por Javier González Cozzolino . Fotos de María Barrenechea

Con la fotografía, la tristeza, la melancolía y el recuerdo de la miopía como referencias, Carmen Esnaola resulta un descubrimiento. Forma parte del taller de Juan Doffo y este año expondrá en Taipei, lugar donde en 2012 vendió uno de sus cuadros en una feria internacional.

CARMEN ESNAOLA ÓLEOS FOTOGRÁFICOS

Mi trabajo es pictórico, figurativo, pero basado en una cultura visual fotográfica. Comienza con la fotografía. Imágenes que tomo de la realidad, o que se me presentan en recuerdos, revistas o fotos personales de otros. Motivos íntimos y cotidianos, y un juego de referencias con el film fotográfico para el tratamiento de momentos, movimientos y texturas visuales”. Así se presenta Carmen Esnaola (1981, Argentina), comunicadora social (Universidad Austral), quien se inició en la fotografía en 2003 de la mano del estadounidense Don Rypka (finalista del Premio Pulitzer y ex editor de Fotografía de La Nación) y de Juan Hein. Hacia 2006 aprendió la técnica del óleo en el taller de Sandra Doherty, motivada por el dibujo y la pintura, prácticas que llevaba desde su infancia. Tres años después, resolvió dedicarse de forma contumaz al arte, en 2010 se graduó en el Posgrado en Medios y Tecnologías para la Producción Pictórica en el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA) y ese mismo año ingresó al taller de Juan Doffo, quien en ese fin de década sería Gran Premio Nacional de Pintura. En marzo de 2012, Esnaola participó en la exhibición colectiva Taipei Art Revolution, Taiwan International Contemporary Artist Associaton, expuso una obra, “La edad de tu pureza” (120 x 100 cm), hecha en 2011, y la vendió a la hora de abrirse la muestra. También llevó tres obras más que este año serán expuestas en la Embajada de México de Taipei. Pero ya dos años antes comenzaba a confirmarse que lo que hacía era del gusto y la aprobación de coleccionistas y expertos. En julio de 2010, su trabajo “A las 12” (60 x 70 cm, 2007) ilustró la tapa de la novela Gentiles criaturas, de Jorge Accame, editada por Norma, y en noviembre de ese mismo año fue reconocida con una mención especial en el concurso Gran Premio de Pintura Leopoldo Presas 2010. Cierta carga de melancolía y tristeza, y la continua referencia a la fotografía son municiones de sentido que nutren su obra, como así también la indiscutida influencia, como ella afirma, de Gerhard Ritcher. –Pintás sobre la base de una evidente referencia fotográfica. –Sí. Fotorrealismo le dicen, aunque mi pintura no es perfecta, no es un simple realismo, pero de lejos parece una fotografía. –¿Te influye en eso ser alumna de Doffo? –Sí. Empiezo con Doffo cuando estaba haciendo el posgrado en el IUNA, yo venía de toda una serie muy realista, nada en movimiento, pero buscaba cosas nuevas, y una profesora del posgrado, Perla Badjer, me lo recomendó. Así que le escribí, y a los seis meses me llamó un lunes a las 10 y media de la noche, y nos quedamos hablando como hora y media, y empecé enseguida en el taller, le llevé muchas fotos que tenía, fotos que voy guardando y que a lo largo del tiempo me siguen seduciendo estética y visualmente, y viéndolas con Juan apareció “Captura Nº 1”, que después pinté [80 x 100 cm, 2010]. Cuando fui a lo de Juan y vimos a la chiquita de “Captura Nº 1” en el barrido de esa imagen, Juan me preguntó sobre la foto. Y sí, la foto a partir de la que pinté ese cuadro tiene mucho significado para mí: mi padre me dejó de ver a los 4 años y siempre lo tuve ausente; la chiquita de la imagen está agarrada de un señor, pero no está muy contenta, y si bien fue muy inconsciente cuando la saqué, luego afloró esa connotación, así que Juan me impulsó a pintarlo. –¿Cómo pasaste de la fotografía a la pintura? –Fotos sigo sacando, siempre, pero nunca fue algo tan fuerte como para tomarlo como una expresión artística final. Paralelamente siempre pinté, siempre me gustó pintar. Y cuando termino Comunicación y empiezo a trabajar, hacia 2006, vi que me aburría, faltaba algo. Y bueno, en el 2009 renuncié a mi trabajo, terminé con una pareja con la que estaba

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conviviendo, dejé de vivir donde alquilaba y me fui a Europa dos meses sola. Desde allá le escribí a mi vieja, le dije que me quería dedicar 100% al arte y que me anotara en el posgrado del IUNA y presentara una carpeta con mis trabajos: ahí fue el gran salto. –Un salto al vacío. –Sí, una loca, pero no me importaba. Empecé a darles clases de Arte a chicos, fue mi primer medio de vida cuando volví. Después comencé a trabajar, y lo hice hasta el año pasado, como maestra de Arte en un colegio. Cuando volví de Taiwán, decidí renunciar al colegio y trabajar a full en mi obra, conservando el taller, que es lo que me mantiene, más la venta de un cuadro cada tanto. –¿Tenés galerista? –No, vendo a gente que me contacta, o referenciada. –¿Cómo llegás a Taipei? –Me llegó un e-mail en chino. Ellos me encontraron en un sitio web que se llama artelista.com, donde podés colgar imágenes de tu obra. En el e-mail me contaron de esta feria en Taipei y me dieron unos links. Al principio desconfié. Ellos me proponían concursar en el Salón Internacio-

nal dentro de una feria tipo arteBA. Y bueno, al final me postulé, concursamos 32.000 personas, de esto me enteré después. Envié dos fotos de obra. Y me contestaron en noviembre de 2011: había sido seleccionada junto a otros 32 artistas de países y estilos diversos, lo que era medio raro… Me dieron el espacio para exponer, me pagué los pasajes. El cuadro lo vendí a la hora de abrirse la muestra, cuando se abrió el VIP a los coleccionistas. Estaba sola, con una chica de la organización, y ella de pronto me llama y me dice que había una señora que quería comprar mi cuadro. El precio lo puse yo, ellos se quedaron con un porcentaje de la venta, y bueno, se vendió, y la persona que lo compró era una taiwanesa muy fina, elegante, que había vivido en París, y estaba muy conmovida con el cuadro. –¿Qué sentiste en ese momento? –No había pensado que lo iba a vender, sinceramente. Y lo loco es que la persona se llevó el cuadro en el momento, de modo que quedó mi espacio vacío con mi nombre durante el resto de lo que quedó de feria. –¿Las otras obras que se expondrán en Taiwán las llevaste en el mismo viaje? –Sí, pero no las llevé para la feria. Me llevé tres más para tratar de colocarlas en otros sitios. Entonces tuve un problema con la visa y me contacté con un diplomático de allá, Juan Peña, que me albergó en su casa porque yo no podía viajar. Ahí le mostré las obras que tenía y le encantaron, me dijo que tenía obras de argentinos allá y que quería hacer una exposición de Latinoamérica. Me preguntó si las quería dejar y dije que sí. –¿Vas a ir de nuevo? –No, no, ya no. –Pero esas tres obras también podrían ser vendidas. –Sí, y si no, me las enviarán a fines de este año. –¿Algún proyecto que tengas para 2013? –Me invitaron a participar en una exposición en Nueva York, parecida a la de Taiwán, pero sin concurso. Todavía estoy resolviendo si puedo hacerlo económicamente. Si no, seguiremos trabajando acá.

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“No existen hechos, solo interpretaciones” Friedrich Nietzsche Por Juan Doffo Artista visual

Hay un concepto que siempre me ha seducido por lo trascendente, pero también por lo luminoso y oscuro a la vez: lo sublime; una expresión que surge dentro del romanticismo alemán en el siglo XVIII, quizás por la conciencia del ser humano abandonado por Dios, buscando respuesta en la naturaleza y el Cosmos. Ese concepto acuna las preguntas más profundas que una persona puede hacerse: ¿Qué es la belleza? ¿Qué es el arte? ¿Qué es el amor? ¿Qué es el sexo? ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Qué significa la palabra “dios”? Sabemos que cualquier respuesta a estos interrogantes siempre es esquiva, ambigua. De allí que cada filósofo la ha escudriñado a su manera, porque siempre hay aspectos que nunca vamos a poder focalizar con objetividad. Estos pensamientos me surgieron meditando sobre la labor artística de Carmen Esnaola. Pinturas que se gestan en un diálogo entre fotografías vivenciadas y muy internalizadas, entre realismo y abstracción. Pero como aquellas eternas preguntas sin respuestas, sus imágenes son inasibles. Solo si somos capaces de atravesar las capas en fuera de foco de sus trabajos, el movimiento y algunas pequeñas partes definidas, tendremos señales para intentar abordarlas. Señales que semejan pequeñas puertas que nos permiten abrirnos a sensaciones, sentimientos, ensoñaciones. Entonces, las pinturas sutiles, melancólicamente visuales, a veces casi fantasmagóricas, meditadas y femeninas de Carmen, parecieran decirnos que es tarea de cada uno de nosotros tratar de encontrarles un sentido, como en la lucha cotidiana de la existencia.

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POR MARICRUZ BARCIA*

C A L I G R A F Í A D E R O B A L L O S -N A A B C A L I G R A F Í A

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GRACIAS A TWITTER Y A LOS MENSAJES DE TEXTO, LA ESCRITURA BREVE ESTÁ DE MODA. SIN EMBARGO, LA LITERATURA MINÚSCULA NACIÓ HACE DECENAS DE AÑOS, DE LA MANO DE AUTORES COMO MONTERROSO, CORTÁZAR Y MAILER. EL VENENO VIENE EN FRASCO CHICO… Y LAS GRANDES OBRAS, TAMBIÉN.

“La brevedad es el alma del ingenio”. El autor de esta frase no es precisamente Jack Dorsey, el empresario norteamericano que en 2006 inventó uno de los primeros servicios de microblogging, Twitter. El promotor de la escritura breve es nada más y nada menos que el autor de más de 30 comedias, tragedias y sonetos, y miles de páginas: William Shakespeare. Escribir “corto” está de moda en los últimos años, gracias al auge de las redes sociales –en especial de Twitter, que permite incluir mensajes de hasta 140 caracteres–, los SMS y los chats. Pero la realidad es que la escritura breve nació hace bastante más, con los refranes, los epitafios y los aforismos. Y con los microrrelatos y las novelas cortas.

más impacto en quien está del otro lado. Se trata de un género camaleónico, proteico, híbrido, que recibe numerosos nombres: minicuento, texto súbito –debido a esa aparente “urgencia” en su creación–, microhistoria, cuento ultracorto, textículo, microrrelato. Experimental, necesita de un gran esfuerzo del escritor para crear personajes con pasado y futuro, acciones, un mundo, y transmitirlo en muy pocos caracteres. En este sentido, siempre es más fácil escribir de más que de menos. Ahora, hablamos de corto, ¿pero qué es exactamente “corto”? Para los teóricos literarios, que tenga menos de una página. Aunque hay algunos de tan solo seis palabras, como el de Hemingway.

“En el reino de las formas breves, podría decirse que cada palabra es un cuento, ya que entrega una historia desde su etimología”, explica el poeta Jorge Boccanera. No es necesario teclear páginas y páginas para construir una buena historia. Si no, lector, pruebe con esta obra que Ernest Hemingway escribió a principios del siglo XX: “Vendo zapatos de niño. Sin usar”. Tierra de la ironía, el suspenso y el humor negro, en la microficción, es necesaria una intensa participación del lector para completar aquellos espacios que el autor dejó lúdicamente vacíos. En muchos casos, que el protagonista sea quien escribe (un “yo”) genera

Rastreando sus orígenes Pariente lejano del refrán, la adivinanza, el aforismo, el grafiti o el palíndromo –aquellas frases que se leen igual del derecho o del revés, como “No di mi decoro, cedí mi don”, de Juan Filloy–, el microrrelato se parece a un flash que deslumbra al lector y lo deja enceguecido y pensando. Y, si no, pruebe con este texto de Samuel T. Coleridge: “Si un hombre atravesara el Paraíso en sueños y trajera una flor como prueba, y, al despertar, la flor está en su almohada. ¿Entonces, qué?”. O, tal vez, con el relato híperbreve del filósofo chino Chuang Tzu: “Chuang Tzu soñó que era una

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mariposa. Al despertar, ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”. Su carácter lúdico lo vincula con los movimientos de vanguardia de inicios del siglo XX, con Oliverio Girondo y Vicente Huidobro. Un poco más cerca de nuestro tiempo, Cuentos breves y extraordinarios, de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, de 1953, recopila una treintena de minirrelatos de diversas culturas. “Hemos interrogado, para ello, textos de diversas naciones y de diversas épocas, sin omitir las antiguas y generosas fuentes orientales. La anécdota, la parábola y el relato hallan aquí hospitalidad, a condición de ser breves”, explican ambos maestros en el prólogo. Macedonio Fernández, Antonio Di Benedetto, Héctor Oesterheld y Julio Cortázar también supieron desarrollar en sus páginas el género de la microficción. De este último autor, en Historias de cronopios y de famas, se halla el titulado “El diario a diario”: “Un señor toma un tranvía después de comprar el diario y ponérselo bajo el brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario bajo el mismo brazo. Pero ya no es el mismo diario, ahora es un montón de hojas impresas que el señor abandona en un banco de la plaza. Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee, y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que una anciana lo encuentra, lo lee, y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Luego lo lleva a su casa y en el camino lo usa para empaquetar medio kilo de acelga, que es para lo que sirven los diarios después de estas excitantes metamorfosis”. A Norman Mailer, uno de los grandes innovadores en el campo de la literatura, le bastaron algunas líneas para escribir “la novela más corta de todas”: “Al principio ella creyó que podría matarlo en tres días.

Y casi lo logró. El corazón de él casi no pudo soportar los elogios de ella. Luego pensó que le llevaría tres semanas. Pero él sobrevivió. Entonces ella revisó sus cálculos, y fijó un plazo de tres meses. Al cabo de tres años, él seguía con vida. Por lo tanto, se casaron. Hace ya treinta años que están casados. La gente habla de ellos calurosamente. Se los conoce como el mejor matrimonio de la ciudad. Lo único malo es que los hijos se les mueren”.

El poder de la imaginación “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. El resto de la página, en blanco. El lector busca si hay algo más, si el autor brinda más información para comprender en su totalidad ese relato. “La mente, necesitada de asidero, proporciona un tiempo para el ‘cuando’, un sujeto para el ‘despertó’ y una forma inconcebiblemente monstruosa para ‘el dinosaurio’. Aún no se interroga por el ‘todavía’, mientras le sobrecoge el ‘estaba allí’”, explica José Díaz, editor de Ojos de aguja, una no-breve antología de cuentos brevísimos. “Ni el quién, ni el cómo, ni el cuándo, ni el dónde, y menos aún el porqué le han sido ofrecidos, sino escamoteados. Por tanto, debe imaginarlos para poder explicárselos”. “El dinosaurio” es, probablemente, el microrrelato más popular de los últimos tiempos, obra del guatemalteco Augusto Monterroso, premio Príncipe de Asturias de las Artes en el año 2000. Es uno de los textos breves más homenajeados, como el que escribió el español José María Merino: “Al despertar, Augusto Monterroso se había convertido en un dinosaurio. ‘Te noto mala cara’, le dijo Gregorio Samsa, que también estaba en la cocina”. El escritor Italo Calvino lo enalteció: “Quisiera preparar una colección de cuentos de una sola frase, o de una sola línea, si fuera posible. Pero hasta ahora no encontré ninguno que supere el del escritor guatemalteco Augusto Monterroso”. La Fundación del Español Urgente recolectó más de 30 variantes del cuento transformadas en tuit; por ejemplo, escrito en twittergrafía: (O_O) ZZZzzz || (O_O) (__õ \^^^^^ #MonterrosoDino

Mun 2.0 breves Las nuevas tecnologías –que ya no son tan nuevas– se han convertido en grandes promotoras de la escritura

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breve, con los mensajes de texto primero y con Twitter y Facebook después. Y también en difusoras de escritores y constructores de pequeños mundos literarios. Así, en 2006, nació en la ciudad de Rosario el proyecto “Cuentos Pulgares”. ¿En qué consiste? Una vez creado un cuento –que no debe superar los 160 caracteres ni contener abreviaturas–, debe ser enviado inmediatamente a otro usuario por teléfono móvil, y este debe responder con un nuevo relato. En la actualidad, “Cuentos Pulgares”, cuyo nombre deriva, justamente, de que se usan esos dedos de ambas manos para digitar las teclas, cuenta con colaboradores de la Argentina, Chile y Colombia. He aquí algunos de ellos:

Caprichosa miniantología

• “Cuando Ema abre la tienda, nota que algo desencaja; pronto desestima el asunto. Es que los maniquíes han confundido sus ropas, y olvidado una copa de vino vacía”. • “Tuvo la leve sensación de una falta al salir. No lo notó hasta el mediodía. Tendría que pedirle a su mujer que le dejase junto a los zapatos su alma cada noche”. • “Falleciste, no sin antes dejar expresas instrucciones. Todos van a tu sepelio, pero muchos se retiran confundidos: cirugía estética post mortem”. • “‘Hasta que la muerte los separe’ cumplió su parte y Luis murió de pena tras Lila. En el infierno se reencontraron pero nunca lo supieron, pues ambos eran otros”.

“¡Oh, hacer el viaje de novios completamente solo!”. (Jules Renard)

140 caracteres, una gran historia Cansado de no encontrar una editorial para publicar su novela, el estadounidense Matt Stewart decidió tuitearla. Así, el 14 de julio de 2009, lanzó The French Revolution,, que narra la historia de una familia poco convencional de San Francisco y en la que se revelan detalles del conflicto político y social del siglo XVIII. A través de la cuenta @thefrenchrev, Stewart publicó unos 3.700 mensajes. Durante casi dos años, otro autor, Nick Belardes, publicó en @smallplaces una historia burlona sobre un hombre que trabaja en una megacorporación y que

“Una mujer está sola en una casa. Es la última persona del mundo. Golpean a la puerta”. (Thomas Bailey Aldrich) “Muy confundido, leyó su propio obituario”. (Steven Meretzky) “Fabián: Está dispuesto que mueras si pronuncias la palabra zangolotino. ¿Zangolotino? Y muere”. (Enrique Anderson Imbert) “El niño mató a sus padres, y le pidió al juez clemencia porque era huérfano”.(Carlos Monsiváis)

“En Sumatra, él se quiere doctorar de adivino. El maestro le pregunta si será reprobado o pasará. El candidato responde que será reprobado”. (Jorge Luis Borges) “En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere”. (Julio Cortázar) “En las Islas Canarias, se levantaba una enorme estatua de bronce, de un caballero que señalaba, con su espada, el Oeste. En el pedestal estaba escrito: ‘Volveos. A mis espaldas no hay nada’”. (Richard F. Burton) “Un hombre rico deja en su testamento su casa a una pareja pobre. Esta se muda ahí; encuentran un sirviente sombrío que el testamento les prohíbe expulsar. Este los atormenta; se descubre, al fin, que es el hombre que les ha legado la casa”. (Nathaniel Hawthorne) Canción cubana “¡Ay, José, así no se puede! ¡Ay, José, así no sé! ¡Ay, José, así no! ¡Ay, José, así! ¡Ay, José! ¡Ay!”. (Guillermo Cabrera Infante)

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busca el sentido de su vida. Ambos se disputan el mérito de ser la primera novela en Twitter. En español, la pionera fue Serial chicken. Durante poco más de un mes, en 2010, el periodista y escritor Jordi Cervera narró, a razón de unos cinco tuits por día, desde la cuenta @bcnegracast, una serie de asesinatos cometidos por… una gallina. Claro, una herramienta como Twitter permite jugar a la perfección con el suspenso y es ideal para armar un policial. Así comienza: “He visto muchos crímenes pero ninguno como este. Nada justifica la presencia de una gallina en el centro de la ciudad”. El juego con las nuevas tecnologías fue más allá y, a través de las redes sociales, sus lectores podían opinar sobre la investigación del crimen. Además, se incluían links con sonidos que acompañaban la trama, fotos de la gallina en el lugar de los hechos y mapas con su recorrido.

con su pastilla”. Los tuiteros que querían participar del proyecto debían leer los mensajes anteriores y recién ahí escribir el propio incluyendo #relatweet. La novela colectiva se escribió en una semana, con 214 tuits y 39 usuarios de la Argentina, Chile, España y México. Otro caso de novela colaborativa fue El espejo,, promovida por el escritor mexicano José Cohen. Los concursos literarios alrededor de Twitter se multiplican. En diciembre del año pasado, se organizó el “Twitter Fiction Festival”, el primer festival oficial de su génegéne ro, que reunió a participantes de los cinco continentes que escribían a través de las cuentas de sus personajes y sirviéndose de las herramientas de Twitter: links con fotos, música, RT, favoritos, etc. En la Argentina, se desarrolló en 2011 la experiencia “Una noche/un tweet/un cuento”, que contó con más de 10.000 relatos y comentarios.

El inspector Andrés Ballester busca venganza por el asesinato de su madre. Este es el disparador de No hay perro que viva tanto, una novela policial de Francisco Balbuena que recibió el premio Getafe Negro en 2010. Tuit a tuit y narrada en primera persona, el lector se adentra en el mundo del policía y de los secretos de un negro Madrid. “Queridos amigos de Twitter, esta mañana en El Rastro ha aparecido un cadáver disecado”. Con el tiempo, la obra fue publicada en papel, en un formato más “tradicional”. En noviembre de 2009, un periodista espaespa ñol residente en Atlanta rompió con la idea de autoría y planteó un juego similar al “cadáver exquisito”. A través de @allendegui, invitó a crear una historia a partir del siguiente tuit: “Se despertó sobresaltado, susu doroso entre un hojaldre de sábanas. Extendió la mano, y a tientas encontró el frasco

Twitter es útil para promover nuevas obras, así como también para difundir cláclá sicos. El proyecto “Tuitilibros” comenzó en 2009 con la meta de tuitear íntegramente una de las primeras obras surrealistas de la literatura argentina, Rayuela, de Julio Cortázar. A través de 13.466 tuits de @rayuela, los creadores del proyecto volcaron la obra en esa plataforma. El próximo trabajo armar,, del será llevar 62 modelo para armar mismo autor, a Twitter. Ahora, lector, usted dirá: ¿por qué leer un elogio del microrrelato como este en 12.000 caracteres? Es cierto su reclamo. Por eso, le dejamos una síntesis de solo 35 caracteres, prestada de una de las máximáxi mas más populares de Baltasar Gracián, desde el Siglo de Oro: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. LA AUTORA Maricruz Barcia es productora de contenidos, consultora y docente universitaria.

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I N T E R V E N I R POR MAIA B. PERERA

E N

L A

FOTOS DE ANDRÉS PÉREZ MORENO

FUNDACIÓN

PRO MOTO

CON ARTE

CUIDARTE

P R E V E N C I Ó N

El uso de la motocicleta está creciendo exponencialmente, y desde la Fundación Pro Moto consideran que la educación en seguridad vial es un tema impostergable. Según la consigna “El arte es nuestro vehículo, queremos llegar a tu cabeza”, presentan la muestra itinerante de cascos intervenidos por reconocidos artistas plásticos de todo el país, quienes a través de su creatividad llevan un mensaje de concientización.

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“Piraña”, de Ricardo Ribatto Crespo. 67

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Los cascos intervenidos de Ricardo Ribatto Crespo, Lourdes Masjuan, Laura Riolfi, Martha Chiarlo, Elisa Insúa y Sofi Sarkany.

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undación Pro Moto se crea en el año 2007 y tiene como objetivo promocionar el uso seguro de la moto a través de campañas de educación y concientización para evitar siniestros de tránsito. Desde entonces desarrolla diferentes actividades a nivel nacional para fomentar la seguridad activa (evitar accidentes) y pasiva (disminuir las consecuencias). Los datos estadísticos muestran que el parque de motos crece al doble de velocidad que el de autos: más de 8 millones de argentinos eligen este medio de transporte como respuesta al tránsito congestionado, la polución ambiental y el ahorro de energía. Es fundamental acompañar esta tendencia con educación vial, porque así como crecen los usuarios de motos, se multiplican también los accidentes causados por su mal uso. Ricardo Ribatto Crespo, fundador y presidente de Pro Moto, tiene una experiencia de dos años como presidente de la Cámara Argentina de Motocicleta, a partir de la cual pudo tener acceso a estadísticas sobre accidentes. Fue en ese momento que tomó conciencia de la magnitud de los problemas de seguridad en el uso de estos vehículos en la Argentina: casi 2 mil muertos anuales. Con esta impactante información, y el convencimiento de que solamente con el uso del casco abrochado se puede evitar el 80% de las muertes y siniestros graves, se comenzó a trabajar en la difusión

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de herramientas de concientización. A la hora de desarrollar las campañas de educación y prevención, desde la organización advirtieron que la población rechaza los mensajes con contenido violento explícito, como imágenes de heridas o muertes. A partir de esta realidad, se comenzó una campaña que le diera otra perspectiva a esta problemática. “24 artistas, 25 cascos, 1 mensaje: usar casco salva vidas”, esta fue la propuesta de la muestra itinerante de cascos intervenidos, para lo cual se realizó una convocatoria de reconocidos artistas locales. Milo Lockett, Eduardo Pla, Rocío Coppola, Carlos Regazzoni, Alejo Loitegui y Juan Doffo fueron algunos de los que participaron de esta acción social y educativa. “Creo que a los primeros artistas que convocamos les gustó el proyecto por tratarse de un objeto visual, un mensaje bien claro y un tema de vida o muerte”, nos cuenta María V. Ferreccio, coordinadora general del programa. Y continúa: “En el 2012 nos dedicamos a difundir la causa de la fundación, llevando la muestra a lugares emblemáticos, espacios creativos y artísticos”. El recorrido de la muestra incluyó las ciudades de Buenos Aires, Tigre, Punta del Este, Villa Gesell. También se buscaron puntos estratégicos, como la Casa de la Cultura de Salta, el Museo Caraffa en Córdoba, el Municipio de Crespo en Entre Ríos y el Museo de Arte Julio Pagano en Reconquista, Santa Fe. Ferreccio enfatiza en la importancia del mensaje: “Lo más rico es el mensaje de cada artista. Hay un desarrollo de cómo a ellos les impacta esta temática”.

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Arriba: María V. Ferreccio, coordinadora general del programa. Izquierda arriba: “Mujeres de ojos grandes”, de Inés Repetto. Izquierda: “Ellos corren por tus venas”, de Lourdes Masjuan.

La diversidad de las obras es enorme, y la forma de abordar la prevención también. Algunos se inclinaron por imágenes religiosas, como Daniel Duhaui con “La Virgen del Casco”. Otros apelaron más a lo tétrico, como Claudio Roncoli y su obra “Tarde”, donde se ilustra una calavera. Muchos volcaron su arte más característico, como Milo Lockett. Lo interesante es observar que cada artista lo relacionó con su visión: muchos hicieron hincapié en la familia, los vínculos; otros, en las sensaciones que se experimentan al viajar en moto, como la adrenalina. “Solo la conciencia de todos sobre el uso seguro de la moto puede hacer que este medio de transporte vuelva a ser sinónimo de libertad”, dice la artista Brenda Hoffman, con su obra “Ema”. En esta, ella pinta la imagen de un recién nacido que ahonda en la fragilidad del cuerpo humano. “Hay mucha variación, pero el mensaje predominante es el valor de la vida”, sintetiza Ferreccio. Muchos artistas, un mensaje Rápidamente, la muestra itinerante fue ganando un renombre. A partir del circuito de los cascos intervenidos inicial, nuevos artistas fueron ofreciéndose voluntariamente. “La idea es que los artistas emergentes puedan circular junto a los más consagrados”, explica Ferreccio. Tal fue el interés que despertó la muestra, que se debió cambiar el nombre a “Muchos artistas, un mensaje”. En la actualidad, la idea de la Fundación Pro Moto es llegar a aquellos municipios que ya estén trabajando en esta temática y necesiten alguien que los acompañe en esta labor educacional. “Estamos enviando nuestra propuesta, la cual interpela a los jóvenes de manera activa y creativa, a distintos intendentes”, explica Ferreccio. En los municipios visitados se hace un concurso, donde se convoca a la juventud artística, y se les

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transmite la propuesta y ellos participan. La curadora de la muestra, Andy Benegas, selecciona a los artistas de cada localidad, quienes se suman presentando un casco. El ámbito educativo también se contempla en este plan, y los más chicos tienen un lugar preponderante, ya que “son los principales educadores dentro del ámbito familiar”, asegura Ferreccio. Salta capital es el primer destino, y se prevé continuar en más municipios. En las escuelas de esta provincia se llevarán a cabo talleres creativos, junto a las maestras de Plástica, finalizando esta acción con un show de títeres que promoverá el valor de la vida. Por último, la Fundación Pro Moto tiene el proyecto de crear un libro catálogo de fotografías, donde se publicarán las fotos de todas las muestras y campañas que incluyeron los cascos intervenidos. Estas irán acompañadas de los testimonios de los artistas, visitantes y quienes adquirieron los cascos.

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Año nuevo

tradiciones del mundo

El 9 de febrero último comenzó el año 4711 según el calendario chino, dando inicio al ciclo de la “serpiente de agua”. Aunque la tradición impone visitar el hogar para el reencuentro familiar, quienes evitan viajar mantienen las costumbres en 99 países alrededor del mundo. Así se celebra la Fiesta de la Primavera, una época en la que abundan ritos, danzas y supersticiones.

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Cuenta la leyenda que, encontrándose Buda cercano a la muerte, invitó a despedirse a todos los animales. Pero solo se acercaron a visitarlo doce, entre ellos la serpiente. En señal de agradecimiento, el maestro le otorgó un año a cada uno para representar las doce fases del Zodíaco. El año 2013 del calendario gregoriano corresponde al de la “serpiente de agua”, un reptil que para la religión cristiana representa el pecado, mientras que para el horóscopo lunar chino es símbolo de buena suerte y sabiduría. Conocido como la “Fiesta de la Primavera”, el año nuevo chino es la festividad tradicional más importante del país oriental, y durante su celebración millones de personas viajan a sus hogares para reunirse con sus familias, provocando la mayor migración humana del planeta. Han Mengtang, consejero cultural de la Embajada de China en la Argentina, comenta que de acuerdo a la costumbre antigua, la Fiesta de la Primavera es la oportunidad de agradecer a Dios por las condiciones climáticas que han

TRADICIÓN ORIENTAL Según el calendario chino, el primero que inventó la humanidad para medir el transcurso del tiempo, la celebración de un nuevo año cae el primer día del primer mes lunar, a menudo un mes después que en el calendario gregoriano. Su creación data del 2.637 a.C. y es atribuido al entonces unificador de la actual China y su primer emperador, Huang Ti-Di, conocido como el “Emperador Amarillo”.

permitido una buena cosecha. “Esta fiesta es muy importante, porque en ella también se agradece a los antepasados que protegieron la tierra el año que termina y se les pide prosperidad para el año entrante”, dice, y comenta que antiguamente, los emperadores debían salir del palacio para rendir culto al cielo, a la tierra y a la naturaleza, y así tener un año con mayor felicidad y con menos inundaciones y sequías. Con una duración de alrededor de tres semanas, las celebraciones por el nuevo año comienzan varios días antes de la víspera y culminan con el Festival de los Faroles. Las tradiciones de esta época están relacionadas, en su gran mayoría, a creencias ancestrales. Una de ellas tiene por protagonista a Nian, un monstruo mitológico que, aparentemente,

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en la última noche del año lunar, iba de aldea en aldea devorando personas y ganado. Aunque hoy son pocos los que aún creen en esta bestia, muchos de los rituales que en otra época buscaban ahuyentarlo se mantienen intactos. El más popular probablemente sea la Danza del Dragón o “Wu Long”, con origen en las artes marciales. “El dragón es un animal imaginario, una suerte de tótem al que la gente le otorga mucho poder. Tiene cuerpo de serpiente, cabeza de buey, cuernos de ciervo y garras de águila, y puede regular la lluvia y el viento”, explica Han Mengtang. Durante el año nuevo, el dragón pasa por las casas para ahuyentar a los malos espíritus, aunque con la modernización de las viviendas y edificios el ritual es a menudo trasladado a templos y plazas. Claro que no toda la extensión de China permite estos encuentros. En la región norte del país, las temperaturas resultan demasiado bajas como para permitirse saludar al dragón. Por eso, las familias optan por reunirse puertas adentro. Sin embargo, hay rituales que se repiten de norte a sur, como aquel que indica que antes de la víspera las familias deben realizar una limpieza general de sus hogares para facilitar la entrada de un año “limpio”. Existe una razón adicional: de hacerlo después del comienzo del año, creen que ahuyentarán la buena suerte. Y si de supersticiones se trata, hay otros ritos que no pueden faltar, como los fuegos artificiales y los motivos colorados con los que los chinos decoran sus puertas y ventanas, justificados en la creencia de que el monstruo Nian huía espantado ante la visión del color rojo y el estruendo de los petardos. La serpiente que identifica al año que comienza vive bajo el agua, donde reina la tranquilidad. Por eso, se espera que en el nuevo año las cosas marchen con mayor fluidez, con paz y con viento a favor. Al menos, ese es el deseo de los chinos para su país, para los argentinos y para el resto del mundo.

LA SERPIENTE QUE IDENTIFICA AL AÑO QUE COMIENZA VIVE BAJO EL AGUA, DONDE REINA LA TRANQUILIDAD. POR ESO, SE ESPERA QUE EN EL NUEVO AÑO LAS COSAS MARCHEN CON MAYOR FLUIDEZ, CON PAZ Y CON VIENTO A FAVOR.

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UNG!

La muestra/proyecto UNG!, del artista visual Juan Hein (Buenos Aires, 1971, residente en Dinamarca desde 2006), se inauguró el 5 de marzo en la Fotogalería Banco Ciudad del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530) y estará abierta as a fines e abri e unes a iernes es e as y sábados y domingos, desde las 14.

POR JAVIER GONZÁLEZ COZZOLINO FOTOS DE ANDRÉS PÉREZ MORENO Y GENTILEZA DE JUAN HEIN

“‘Ung’ significa ‘joven’ en danés –explica Juan Hein–. Los últimos tres festivales de rock de Roskilde trabajé para este proyecto, aunque hay un par de fotos de los primeros festivales que hice para la Rolling argentina. UNG! fue trabajado con distintos formatos: digital, película y polaroid. Y eso se combina todo en la muestra, en color y blanco y negro. Hay aquí una reflexión sobre mi manera de dejar de ser joven, o ese tipo de joven. Y toco tres temas: la identidad, la transición de la identidad y la alienación”. Retratos “Todo comenzó así –sigue Hein–: Cuando me fui a Dinamarca, en 2006, le vendí a la Rolling argentina la cobertura del festival de rock Roskilde, que se realiza todos los años, a principios de julio, a 40 km de Copenhague, y que se llena de escandinavos, muy onda Woodstock. Viven una semana de campamento y son cuatro días de rock. Pero, al tiempo, comencé a buscar una fotografía más personal, más allá de los conciertos en sí mismos. Realicé una apelación acerca de cómo funciona la juventud, y esto fue primero espontáneo. Luego le puse cierta reflexión y decisión, lo comencé a pensar como proyecto y así empecé a trabajar el retrato en este contexto, pero sacando a los personajes de cualquier tipo de tono glamoroso. Tomé distintos personajes, muy jóvenes, y les pedí que llegáramos a un retrato, donde

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Fotografía Juan Hein

Acerca de Juan Hein es comunicador social (Universidad Austral, 1997) y magíster de Periodismo (Universidad Di Tella/ Diario La Nación, 2002). Trabajó como fotógrafo y editor para el diario fundado por Bartolomé Mitre y para la Rolling Stone local. En 2006 partió a Dinamarca, donde cursó un programa de Fotografía Documental en la Escuela de Periodismo de Århus. Desde entonces, trabaja para distintos medios independientes de Europa, además de ser representado por un par de galerías y de ser fundador y director del proyecto Point & Shoot – A Social Photographic Project, a través del que organiza talleres de Expresión Fotográfica para adolescentes, hijos de inmigrantes, llamados “nuevos daneses”. En función de esa tarea, el año pasado recibió el Respect Award de los KPH Awards, otorgado por la Comuna de Copenhague.

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no hubiera sonrisa, que fuera más bien descriptivo de ellos. En ese diálogo les solicitaba: ‘No sonrías, mirá fijo a la cámara’, y ahí encontré un momento en que desnudaba un poco a la persona”. Paisajes y abstracciones “En los detalles de los paisajes de Roskilde, por otra parte, también encontré ciertas abstracciones raras de observar –alude Hein al otro cúmulo de tomas que forman parte de UNG!–. Porque como los chicos viven tanto tiempo en carpas, beben alcohol y consumen hash, se desinhiben esa semana, y están superequipados y destruyen todo. Incluso han llegado a romper o quemar sus carpas, dejándolas en el lugar. Las fotos de este tipo no muestran los actos [de vandalismo] en sí, sino los resultados. Y el paisaje que queda es hermoso, muy melancólico, apocalíptico”.

Póster del primer film de Juan Hein, The Killing of a Danish Swan (2011) Desde 2010, trabaja en cine y, tras dos cortos, desarrolla su primer largometraje: Min stjerne konstellation (Mi constelación de estrellas), financiado por el programa New Danish Screen, del Dansk Filminstitut.

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