El Anden Cultural

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Los pies de hierro Por Isaac Quispe Rojas Al sur del casco urbano de la ciudad de La Plata existía una pequeña aldea, hermosa y próspera, llamada Los Pies de Hierro. La ciudad era feliz gracias al tren que era el motor y la atracción del lugar. En sus vagones traía hombres y mujeres que llegaban a visitarla diariamente, provenientes de todas partes del mundo. Quienes llegaban por primera vez se admiraban de la belleza de la aldea con sus casas tan antiguas pero bien pintadas. Los árboles añosos abundaban y hacían más puro el aíre, el comercio era floreciente y ahí se vendía leche fresca, panecillos caseros, vacas bien gordas, terneros, ovejas, vestimentas hechas con el mejor algodón, zapatos de cuero, alfombras, cortinas, muebles, cantaros, vasijas y platos de porcelana fina, cuadros, adornos para el hogar y una gran variedad de productos que los visitantes encontraban y compraban alegremente. Los trenes del ferrocarril rodaban todos los días y ponían a la aldea en movimiento impulsándola a permanecer activa. El silbido de partida y llegada se convirtió en un mensaje que anunciará la llegada de los hijos, padres, amigos, vecinos, turistas, visitantes, cartas, encomiendas, alimentos, mercancías, materiales para el trabajo. Así se mantenía comunicada la aldea. La gente vivía feliz en Los Pies de Hierro, disfrutaba de la prosperidad y la tranquilidad que reinaba en ella. Muchas historias llegaban a la aldea, en especial las aventuras traídas por los viajeros que narraban todos los recuerdos provenientes del largo viaje.

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Ocurrió una vez que a la pequeña aldea llego una desagradable noticia: un hombre malvado con cabeza de cerdo llamado Cerdus se había apoderado de todo el país por la fuerza y anunció que destruiría todos los trenes porque hacían felices a los hombres, lo que le enfadaba y ofendía. Hombres, mujeres y niños se prepararon para defender la aldea del malvado Cerdus quien ya estaba destruyendo varias estaciones y ferrocarriles en todos los pueblos lejanos y pronto le llegaría el turno a Los Pies de Hierro. La destrucción de los trenes a cargo de Cerdus, inquietó a toda la aldea que desde la primera noticia había empezado a construir una inmensa muralla para evitar la invasión del ejército enemigo. Para resistir, se fabricaron armamentos caseros con lo que tenían porque a raíz de la destrucción de las vías todos los pueblos habían quedado incomunicados. Una noche en la que toda la aldea se preparaba para descansar después de una larga jornada, el ejército del malvado Cerdus llegó para destruir el tren. A pesar de todos los esfuerzos por resistir, los hombres nada pudieron hacer contra los modernos armamentos del enemigo que hicieron añicos años de alegría y prosperidad. Al amanecer después del ataque cuando las esperanzas se habían hecho polvo, un grupo de niños que había salido de sus escondites se puso a jugar y descubrió que la estación y una locomotora con un vagón seguían en pie.

Fin.


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