Es más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo FREDERICK JAMESON
EL PROBLEMA CON las distopías es que perdieron su efecto y, con él, su fuerza reflexiva. Contemplar el proceso de corrupción de un sistema perdió interés. No tiene caso sorprendernos, como en su momento hicimos con la obra de Philip K. Dick o William Gibson, frente a una civilización que da paso al totalitarismo, la vigilancia, la discriminación o la suplantación de la realidad por la representación. No tiene caso cuando nuestra propia vida transcurre en medio de algo parecido; esto es revelador en el caso de México que, durante enero de 2019, como parte
de una estrategia del actual gobierno, presentó una serie de problemas de desabastecimiento en la distribución de gasolina, orillando a habitantes de muchas ciudades del centro del país a realizar enormes filas para el reabastecimiento, sin que quede claro si esta estrategia para combatir la corrupción y la red de crimen organizado en torno a la ordeña de gasoductos es un diseño perfectamente medido o una mala planeación de un gobierno primerizo. Éste, sin embargo, no es el único ejemplo. Si bien la imaginación en torno a la paranoia de la crisis