La literatura de Santa Fe. Un análisis histórico (Eduardo D´Anna)

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mente, se ambienta en Buenos Aires durante la Revolución del 90, e incluye elementos de crítica social tomados de Zola, en realidad ya incorporados hace tiempo por el género en la metrópolis. Dermidio T. González, un correntino nacido en 1874, llega a Rosario en 1892. Escribe ensayos históricos donde difunde periodísticamente el revisionismo moderado de David Peña y Saldías, confecciona una biografía de Juan Bautista Arengo, y saca varios volúmenes de versos románticos con algunas concesiones a la métrica modernista de J.A.Silva. En ellos aparecen algunas escuetas y dispensables referencias concretas a Rosario, que constituyen las primeras dentro del género. Pero su interés reside principalmente en sus novelas, publicadas en forma de libro, pero que participan, como las de C. Garrido, visiblemente del código folletinesco. Estos textos describen ambientes y vestuarios a la manera de una “crónica de sociedad”, y están destinados a ser consumidos en Rosario, aun cuando la acción se ambiente en Buenos Aires, Córdoba, o los lugares de veraneo de la clase alta, como Mar del Plata o Cosquín, como ocurre en La constancia (1914), Un romance en Córdoba (1917) o Vida de András (entre 1917 y 1919). Cuando Rosario es el lugar de la acción, el tono es indulgente. En Iris, de 1908, subtitulada “novela de costumbres rosarinas”, los personajes se pasean por el Parque Independencia, los salones particulares y el Jockey Club sin la interferencia de descripciones de ambientes populares. Las truculentas intrigas no incriminan, desde luego, a la sociedad rosarina, y son siempre culpa de los personajes. El sol de una vida (1909) sólo alude fugazmente a Rosario, pero incluye la primera descripción novelesca de la condiciones de vida de los agricultores del sur de la provincia. El final es feliz, pues el protagonista es un hombre del interior, pobre y esforzado, que se libera con sospechosa facilidad de las acechanzas de la corrupción porteña (esta última sí mostrada sin ambages). El habitual estilo de González se coloreará de improntas modernistas en su obra tardía Rosina d’Arsay (publicada conjuntamente con Vida de András). En ella la pareja protagónica se conoce sin formalismos y accede espontáneamente a la realización de sus deseos. El protagonista masculino ya no ejemplifica al joven estudioso sin fortuna o al aristocrático profesional, es un bohemio dedicado a la poesía. Pese a estas concesiones, continúa el didactismo moral, que dicta el abrupto desenlace trágico, rasgo de cuño romántico, al igual que su ahora expresada simpatía por los ambientes no refinados. Hay que tener presente también que en las dos primeras décadas del siglo aparecieron en Rosario verdaderas colecciones de novelas folletinescas, en ediciones populares de frecuencia mensual y aun quincenal. En ellas participaron con frecuencia autores rosarinos, algunos incluso ya dentro de la sensibilidad modernista. Colocamos en este espacio también a la “novela policial rosarina” publicada en

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