La literatura de Santa Fe. Un análisis histórico (Eduardo D´Anna)

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También con características de esta índole es la obra de Analía Giordanino (Santa Fe, 1974) compuesta de Nocturna (2009) y Terrícola (2015), y de un libro de cuentos Fantasmas (2008). Santiago Venturini (Esperanza, 1981), residente en Santa Fe desde el 2000 aproximadamente, desarrolla una obra compleja y personal que comienza con El exceso (2008). La enunciación desgarrada de este poemario anuncia El espectador (2012), cuyos textos de largos encadenamientos de sucesos y referencias, se acercan al objetivismo. La actitud del emisor, sin embargo, es más bien minimalista. En 2016 publicó En la colonia agrícola. 3-Los minimalistas santafesinos Se puede llegar al minimalismo por varios caminos. El más obvio fue seguir la influencia de los autores extranjeros, principalmente norteamericanos, que crearon esta corriente. Pero también algunos poetas llegaron a él a través de la poesía demiúrgica, el cotidianismo o, incluso, el objetivismo. Ello fue así porque, a diferencia del antiguo sencillismo, lo característico en el minimalismo no es la referenciación (asuntos pequeños o banales), sino la actitud del emisor lírico, de manera que, cambiando esta actitud, se cambia también de código poético. En efecto, los sencillistas conservaban la actitud del modernismo a cuanto al emisor, pero abordaban temas “menores”. En cambio, la poesía minimalista no trata de temas menores, o no considera que existan temas menores, pero la actitud del emisor se niega a aparecer como trascendente: los sucesos más terribles pueden ser presentados, así, como si fueran insignificantes. En la narrativa, el mecanismo es aún más notorio, y ciertas biografías que, en otros registros debieron parecer ejemplares, son mostradas aquí como potencialmente intrascendentes, quedando como tarea del lector ubicarlas en su “auténtica” significación. Hubo poetas santafesinos que se inclinaron tempranamente al minimalismo, aunque no desde el comienzo. César Bisso (Santa Fe, 1952), criado en Coronda y radicado en Buenos Aires desde fines de los ‘80, publicó Poemas del Taller (1975), La agonía del silencio (1976), El límite de los días (1986), El otro río (1990), A pesar de nosotros (1991), Contramuros (1996), Isla adentro (1999), De lluvias y regresos (2004), Permanencia (2009) y Un niño en la orilla (2016). Las trazas del agua (2005) y Coronda (2005) contienen poemas éditos e inéditos. Tiene un libro de ensayos, Cabeza de medusa (2014). La temática del paisaje costero, y pocas referencias urbanas, le sirven para desarrollar una sensibilidad de este tipo.

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