La literatura de Santa Fe. Un análisis histórico (Eduardo D´Anna)

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Tito (1988), basados en un tipo popular de Santa Fe, y un conjunto de ensayos, Un libro sobre Bioy Casares (2006). Su vinculación con los poetas demiúrgicos santafesinos dan un cierto colorido de ese tipo a su poesía, como la mención de poetas significativos, pero una voluntad de simplificación y esencialidad en la enunciación la acercan, por otro lado, al minimalismo, al que antecede claramente. En cambio, en la lírica de Marilyn Contardi (Zenón Pereyra, 1936), contenida en Los espacios del tiempo (1979), El estrecho límite (1992), Los patios (2000) y Cerca del paraíso (2011), lo cotidiano se mezcla con vivencias distintivas (paisajes europeos, por ejemplo), que, bien mirado, es otra dimensión de esta corriente. Roberto Aguirre Molina (San Cristóbal, 1953), que reside en la capital provincial desde 1971, comienza más ligado a la estética cotidianista, pero va decantando su poesía en pos de una esencialidad fluctuante entre la poesía demiúrgica y el minimalismo. Publicó Introducción al instante (1984), La señora virgen (1985), Santafesino-46 poemas agua de río (1987), Enero San Cristóbal (plaqueta, 1989), Diario de la Conquista (1992), Poemas recojidos en el interior (a cavallo) (1996), Hadado (2000), Ojo conmigo (2000), Siego (2000), Yabez (2004), Pisada (2006, que recoge producciones anteriores), El pan y la piedra (2008), Coman (2009) y el libro de ilustraciones Sexión de cama (1986). Carlos Vladimirsky (Santa Fe, 1952), aunque usa una referencialidad cotidiana sitúa a su emisor lírico en una posición demiúrgica en Traficante de sueños (1976), Madrigales del infierno (1978), La vida es tu juego (1979), Oficio del fuego (1981), Cuerpo del misterio (1983), Las palabras y el deseo (1984), Blues del solitario (1986), El tiempo entre las ramas (1990), Los caminos de la suerte (1992), Preguntas en el corazón del tiempo (1992), Las estaciones (1995), Las queridas palabras (1996), La tierra de los días (1998) y Son corazón. Los caminos del fuego (2000). También desarrolla una visión muy personal del cotidianismo Patricia Severín (Rafaela, 1955), quien, tras residir en Reconquista, vive hoy en Santa Fe. Publicó los volúmenes de cuentos Las líneas de la mano (1998) Sólo de amor (1999) y Helada negra (2016); la novela :salir de cacería (2013); los poemarios La loca de ausencia (1992), Amor en mano y cien hombres volando (1993, en colaboración con Adriana Díaz Crosta y Graciela Geller), Poemas con bichos (2003), Libro de las certezas (2009), El universo de la mentira (2011) y Abuela y la niña (2012). Precisamente, Graciela Geller (Paraná, 1945-Santa Fe, 2002), en el libro de poemas conjunto ya mencionado, muestra una tesitura similar, que se complementa con su narrativa, contenida en Las cuarenta velas (1980, novela), A vuelta de mordaza (1985, cuentos) y Sobre semen no hay nada escrito (1996, cuentos). Póstumamente se publicaron El costado de la luna (2006), una novela para adolescentes, y Mona blanca trepada en el octavo (2016), de poemas. Ejerció también la crítica literaria.

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