Entre Bosque y Monte

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El forro presenta:

Créditos: Diseño editorial y tallerista: Catalina Vásquez Salazar

Fanzine

Participantes taller de fanzine: Diana Vásquez. Sebastián Gonzáles. Santiago Meza Henao. Claudia Milena Grajales Camilo Pineda. Lina García. Saray Vélez Gloria Isabel Soto. Heidy Beltrán. Luisa Torres. Gelen Mariana Torres. Sebastián Alzate.


Texto por: Sebastián Alzate y Lina García

Introducción Santa Elena: lugar lleno de personas, flores y vida, entre montes y bosques deslumbra turistas y guarda imágenes para el recuerdo. La tradición aquí se genera y se recuerda a través de los campesinos, los árboles nativos como el Algarrobo, el Roble, Drago y Yarumo. Así como también las aves coloridas que dan alegría a estas montañas vivientes: barraqueros, colibrís, mirlas y tucanetas, se mueven de rama en rama entre el valle de San Nicolás y el valle de Aburrá. Seres que nos recuerdan la importancia del respeto por la vida y la convivencia.

Ilustraciones de: Gloria Isabel Soto.

Sus habitantes recientes y antiguos, entrelazan sus historias y construyen nuevas vivencias entre la ruralidad y la ciudad.


El Descanso Por: Diana Marcela Vásquez C. Desde muy adentro de los montes olvidados había llegado un rumor al que antes llamaban el Valle de la Primavera. La moderna ciudadela, que de primaveral sólo conservaba el nombre, ahora era un valle seco que ardía entre bloques grises de nuevos centros de comercio. Las aves, mamíferos y anfibios con suerte se habían marchado a otros lugares más amables y aquellos que no habían corrido con la misma fortuna se habían ido apagando del mapa de la vida para siempre. Como decía, corría la voz de que en la fría montaña vivía un hombre anciano que guardaba una sabiduría incalculable, y que con sólo sus manos y en complicidad con la madre tierra, hacía crecer del suelo diversas clases de verduras, flores y hierbas aromáticas. Las gentes del valle que oían aquello echaban a reír con tal descontrol que pronto pasó a ser la mofa de moda. Y es que en la metrópoli hacía cientos de años que las verduras, hierbas y flores se producían en los Centros de Desarrollo Agrícola. Las CDA eran unidades de carácter privado donde se producía de forma artificial toda la comida del valle y sus alrededores. Y hacía más tiempo atrás, estas empresas habían conglomerado a los campesinos, a muchos los privaron de su libertad, habían recogido hasta la última de sus semillas y los

adoctrinaron de tal modo que estos terminaron por olvidar las enseñanzas de sus antepasados y todo el conocimiento agrícola de antaño, en donde la relación con la tierra era dinámica y sana. Fue así como las CDA fueron absorbiendo uno por uno a los campesinos, y no pasó mucho tiempo para que el último de ellos se extinguiera. Sin embargo tan rápido como se levantaba un nuevo mall comercial, con igual velocidad los modernos habitantes del valle abandonaron la insólita noticia, a lo sumo llegó a ser el hashtag popular de la semana y más rápido que tarde todos había olvidado al misterioso hombre creceverduras. Todos excepto Lucía. Como buena aventurera no podía quedarse sólo con la idea de que un hombre así en realidad existiera, y no comprobarlo en carne y hueso. Esta empresa por su cuenta se le hacía un poco complicada, ya que la entrada al montaña la habían cerrado hacía un buen tiempo y según las buenas y malas lenguas, permanecía custodiada las 24 horas por miembros del ejército. Sin embargo esto no la detuvo; tampoco sería la primera vez que infringía la ley. Armó maletas y después de un par de llamadas, dio con el número de un hombre al que llamaban “El Guardacaminos”. Lucía no tuvo que darle demasiados argumentos para que el viejo caminante aceptara con gusto mostrarle la ruta y así pasar desapercibidos.


Salieron pues un viernes a eso de las tres de la mañana, El Guardacaminos conocía cada rincón del monte como quien guarda en la memoria el olor de lo amado. Lucía disfrutaba toda pisada, toda bocanada, reconocía a su paso especies de árboles que se pensaban extintos, vio arrayanes, dragos y encenillos; y se estremeció al escuchar una bandada de caciques candela que tenían vigiada la zona. Se hicieron sólo las paradas necesarias para recuperar el aliento, beber y comer alimentos ligeros. Llegaron al punto más alto de la montaña sagrada e iniciaron el descenso por un camino que parecía una antigua carretera. Se divisaban vestigios de lo que alguna vez fueron caserones y haciendas, que ahora eran abrazadas por helechos, chusque, curubas y densos grupos de achiras. Hicieron una última parada frente a un portón con un letrero hecho a mano que pregonaba: Finca El Descanso. El Guadacaminos con un ademán que Lucía tuvo que adivinar, le indicó que hasta allí le acompañaba. Le ofreció la mano y con un apretón se desearon buena marcha. -¿Por quién pregunto?- Atinó a decir Lucía. -Oscar Atehortúa. Igual él sabe que usted viene. Ya debe estar esperándola- Y con una sonrisa que iluminaba su rostro arrugado siguió a paso lento.

Lucía no se lo pensó mucho, respiró profundo y empujó el portón que parecía sin cerradura a propósito. La recibió un arco adornado con abutilones amarillos, y unos tomates perlita daban la entrada a un jardín lleno de diversas flores. Marygolds, huacatays, orquídeas y lirios; solo por mencionar algunos; coloreaban aquel metro cuadrado de vida. -¡Sígase, sígase!Hablaron unos ojitos brillantes desde dentro de la casa, tal vez los más brillantes que jamás había visto.-¡Venga por aquí, bien pueda siéntese! ¿Cómo ha estado? ¿Qué cuenta pues? Lucía tiesa ante tanta amabilidad y cercanía, sólo pudo responder con un apagado: ¡Buenas! ¿Cómo está? Don Oscar le brindó su mano como bienvenida y la condujo a una salita abierta cuyos límites con los arbustos y enredaderas eran imperceptibles. Le habló como si la conociera de toda la vida. No había prejuicios, ni etiquetas y Lucía saboreó cada palabra con oído afinado. Luego la llevó a dar un paseo por su huerta, acelgas y brócolis salidos de la prehistoria, eran el follaje de unas astromelias que parecían danzar para la visitante. No podía creer que cultivar plantas de aquella envergadura, sanas y hermosas fuera posible sin la intervención que se realizaba en los laboratorios. A su paso Don Oscar arrancaba semillas secas y se las obsequiaba.


Ilustración de: Sebastián González Rodríguez

Lucía las guardaba con sumo cuidado, como el tesoro que eran, mientras lo preguntaba todo con genuina curiosidad y humildad. Así transcurrió la tarde entre historias, recetas, hojas de ajo y alcachofas, y al terminar el recorrido, Lucía con el corazón embalsamado de amor le preguntó a Don Oscar si aceptaba voluntarios para trabajar en la huerta, a lo que el anciano respondió: -¡Siempre necesitamos más manos por aquí! Con seguridad El Guardacaminos sabría de algún cuarto para arrendar-Pensó Lucía sin hesitar. Regularmente me veo con Lucia en un pequeño café del centro cuando baja a la ciudad. Estas semilla me las regaló en nuestro último encuentro. Se las ofrezco a ustedes porque sé que harán lo correcto con ellas. Adjunto encontrarán un instructivo, hecho por la misma Lucía, con las indicaciones que aprendió de Don Oscar para cultivar esta planta sagrada de los chibchas. ¡Siembren, cuiden, liberen!


¿QUÉ ES LO QUE HACE A SANTA ELENA...

SER SANTA ELENA?...

Ilustración de: Sebastián González

Ilustración de: Pablo Ruiz


Fotografías por: Camilo Pineda

Ilustración de: Pablo Ruiz


Ilustraciรณn de: Claudia Milena Grajales


Ilustración y texto de: Saray Vélez

Santa Elena es un amplio campo Lleno de árboles, flores y aromas Cada vez que le visito Encuentro cosas maravillosas. La primera vez que le pisé Muchos colores encontré Silleteros y silletas Abrí los ojos; me asombré.

Texto por: Brenda Steinecke Soto

El ritmo seco del pilón,

el sonido metálico de la lata que raspa las arepas, sorprendente en su elocuencia. El sonido agudo de los instrumentos de la cocina. El run runeo de las motos que

suben la loma.

En Santa Elena Aire puro respiré Siempre miro el reloj Pues pronto volveré. Santa Elena es la que es. Las personas que habitan Los árboles, flores, animales Tantos corazones que palpitan.

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Ilustración de: Claudia Milena Grajales

Ilustración de: Gelen Mariana Torres

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Fotografías de: Camilo Pineda Texto por: Yulia Galvis

El fuego yace bajo la leña calcinada, las manos sacuden, el cuerpo Está presente en todo instante… La llama no se apaga, es la vida… es lo que ahora acontece… Las manos abrazan, acarician, ¡atrapan… se sumergen… emergen! El cuerpo impulsa la máquina, se mueve… ir y venir de sensaciones. Somos presencia, somos movimiento… somos…

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Ilustración de: Sebastián González Rodríguez

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mapa de santa elena Ejercicio colectivo

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Laguna de Guarne - Piedras Blancas

El foro Juvenil de Patrimonio de Santa Elena es organizado por el movimiento cultural de Santa Elena, una iniciativa cultural en torno al arte, la cultura y el patrimonio de Santa Elena; liderado por la fundación Espacio Arte y el grupo juvenil Dimensión Bosque

Ilustración de: Saray Vélez


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