La abeja y el economista

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La abeja y el economista

el hombre del dinero sale en busca del proletario a quien una expropiación ha dejado oportunamente receptivo al canto de sirena del trabajo dependiente. Pero ¿qué pasaba en realidad? Para empezar, que el hombre del dinero no encontraba en Europa al pobre, un proletariado harapiento y semidelincuente, ese vagabundo que exasperaba prodigiosamente a Marx, pese a haberlo intuido claramente en su artículo sobre el robo de madera en la Gazeta Renana. Por otra parte, en esta historia de encuentro, de flechazo, al igual que en la demasiado famosa lucha «del amo y del esclavo», o más bien del criado, del sirviente, el proletario estaba inerte, inmóvil. El movimiento, la agilidad, quedaba en la parte del magnate comerciante, del empresario. Demasiado teleológica, esta historia olvidaba, por último, que el capitalista ganaba siempre, que el pobre sólo era un origen inerte al que el proletario saludaba con un ligero toque de sombrero, apresurándose a olvidar, así como la clase obrera borraría de su memoria al proletariado harapiento, el fuego campesino (verdadero actor, sin embargo, de la Revolución Francesa durante el gran miedo y la noche del 4 de agosto).6

6 Véase el bello libro de Daniel Guérin, La lutte de classes sous la Première République, 1793-1797, París, Gallimard, 2 vols., 1946; edición abreviada: Bourgeois et bras nus, 1793-1795, 1968. [ed. cast.: Lucha de clases bajo la Primera República, trad. Carlos Manzano de Frutos, Madrid, Alianza Editorial, 1974].

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Ahora bien, la historia de las leyes de los pobres demostraba cuatro cosas: que los pobres habían sido capaces de resistir a su incorporación al trabajo dependiente de 1300 a 1700 (hecho que recuerda curiosamente la resistencia del Sur al desarrollo capitalista bajo y tras el colonialismo); que esa incorporación sólo había podido hacerse bajo la forma del trabajo dependiente no libre, la esclavitud moderna con africanos y aborígenes constreñidos por la guerra y la amenaza del genocidio. Las venas de América Latina, África y Asia tuvieron que desangrarse para dar vida al capitalismo.

se permite la copia

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