Jauretche, arturo el medio pelo en la sociedad argentina

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pesar del reloj-pulsera, inevitablemente de oro, y la cómoda casita de extramuros. Así en la vida interna del movimiento era frecuente apelar a la condición de "grasa" para prevalecer sobre los miembros del movimiento que por su origen o su condición no se comportaban como tales, o no simulaban hacerlo. Recuerdo un episodio que me ocurrió en una reunión en Remedios de Escalada. Se discutía una posición táctica del movimiento, y dos de mis oponentes para debilitar mis proposiciones invocaban constantemente su condición de "grasas", colocándome en el debate, como si yo fuera "sapo de otro pozo". Se trataba de dos ferroviarios —pues predominaban, como era lógico, en el lugar, los obreros del riel y les advertí que en primer término, en el movimiento ya no había "grasas"—calificación correspondiente a la etapa anterior al ascenso de peones a obreros—. Los concurrentes allí eran obreros y no "grasas" y ese ascenso era, precisamente, el significado social profundo del movimiento, agregando, entonces, que si aceptábamos que los obreros eran "grasas" y no tales, lo único que probaríamos es que en lugar de haber presidido el ascenso social habría sido el descenso su resultado. Más tratándose de ferroviarios, que nunca habían sido "grasas" sino un sector privilegiado dentro de los trabajadores argentinos. Casi afirmaría, agregue, y sin conocerlos, que ustedes dos tienen casa propia y están en riesgo de ser calificados como "oligarcas" en un planteo como el que traen que excluye a los no "grasas" de la participación en el mismo. Se trata de una petición de mala fe y exijo que los compañeros presentes se pronuncien al respecto. Se pronunciaron y los dos supuestos "grasas" se llamaron a silencio. Esta posición negativa es ahora estimulada por ciertos sectores de la antigua izquierda que están resultando más papistas que el Papa, y pretenden configurar el movimiento peronista en relación con su momento originario, y no con su composición actual, hija de la transformación operada en el país durante su proceso de ascenso colectivo. La misma gente que con su ideología de importación definió el movimiento en 1945, como un movimiento de la clase media fascistizante, y al aporte obrero de las masas en ascenso como un lumpenproletariat marginal ahora pretende definirlo, como un movimiento exclusivamente proletario. (Entonces transfirió la expresión lumpen-proletariat, cuya significación marxista corresponde al desclasamiento de un proletariado marginal al fenómeno de interacción social por ascenso de los migrantes del interior.) (Ver Nota 6 de este capítulo). Con la misma desaprensión que negó condición obrera a los trabajadores de la base, ahora excluye la existencia de los grandes sectores de las otras clases que contribuyen a su conformación, y aun los mismos de procedencia proletaria, que se han calificado en el ascenso colectivo. Aparentando una revisión de sus errores anteriores, reinciden en los mismos porque el error es de método. No quieren entender la naturaleza vertical de los movimientos de la sociedad argentina por lo que no se ajustan sus conclusiones a la realidad, sino que someten ésta a la necesidad de encuadrarla en el esquema prefabricado de la ideología importada que demanda una visión exclusivamente horizontal de los desplazamientos sociales. Es que persisten en los errores de la intelligentzia y como los liberales son también discípulos de Varela: "El sombrero está hecho y hay que ajustar la cabeza al mismo”. Lo gracioso es su soberbia, común con toda la intelligentzia. Confiesan que no entendieron, se rectifican en las conclusiones sobre el ayer, pero en el presente actúan con la misma seguridad que antes, y enuncian la fórmula química siguiendo en la total ignorancia de sus componentes, porque son incapaces de la humildad intelectual que exige prescindir de la sabiduría libresca para considerar los hechos argentinos que no están contenidos en los estantes de la biblioteca. Esta petulancia de la intelligentzia trajo dentro del movimiento, otra pauta dañosa también de rechazo: la subestimación de lo intelectual que fue arrastrada por la justificada hostilidad de la intelligentzia. Hubo una expresión, “cráneo”, afortunadamente ya echada al olvido, y en virtud de la cual se reaccionaba adversamente a la jerarquización intelectual de los militantes; actitud defensivamente explicable ante la conducta de la intelligentzia, pero peligrosa en la maduración del proceso que debe hacerse, como se está logrando, por la formación de una auténtica inteligencia nacional.

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