Jacques ranciere en los bordes de lo politico

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hermosa genealogía, que va desde la comida fraternal antigua a la Cena y a la celebración eucarística encuentra este problema: en el pensamiento cristiano de la comunidad, la eucaristía es singularmente discreta. Lo que funda las primeras teorías y prácticas de las comunidades monásticas - es decir, las comunidades de hombres solos - no es la fraternidad de la eucaristía, no es la felicidad del compartir fraternal: las dos referencias canónicas a las Actas de los Apóstoles cumplen, más bien con la función de recordar el castigo de Ananías a aquellos que quisieran hacer trampas en la renuncia a sus bienes. Lo que las funda es la obediencia a la cruz. La comunidad de los siervos de la igualdad no conoce ella misma la igualdad. El glosario de la Regla de san Benito es ejemplar en este punto, el adjetivo aequalis es utilizado sólo dos veces: una, para hablar de la igual caridad del abad hacia aquellos que le son confiados; y otra, para afirmar el igual servicio de obediencia (servitutis militium) que se asigna a todos los monjes*. No se trata aquí de un fenómeno de normalización de la institución monástica. El sentido asignado a la obediencia y las formas de su ejercicio han podido variar, pero desde las disciplinas salvajes de los primeros padres del desierto a la regla benedictina, pasando por la regla de Pacôme o las instituciones de Jean Cassien, un mismo pensamiento se afirma: la obediencia no es el simple respeto de una jerarquía, la obediencia es la forma general de las relaciones que los servidores de Dios deben tener los unos hacia los otros. Renunciar a su voluntad propia es, según la palabra de san Pablo, entregarse a los otros como esclavitud. Comentando aun la primera epístola a los Corintios, san Basilio lo recuerda en su Carta sobre la perfección de la vida de los monjes: “Hay que pensar y actuar como alguien que ha sido entregado por Dios como esclavo a sus hermanos de alma (homopsychois adelphois)”*, pero, agrega, cada uno en su rango propio (en tagmati). La aplicación del principio en la Carta, concierne especialmente los deberes de los jóvenes monjes hacia los viejos. Pero toda la práctica y el pensamiento monástico reconocen aquí una figura fundamental: el homopsychos es un homodoulos, un compañero en la esclavitud. La comunidad de monjes, la comunidad cristiana por excelencia, no está hecha de iguales sino de hombres que son esclavos los unos de otros. Esta figura cobrará gran peso en la historia de la práctica y el pensamiento comunitarios. Parece poco adecuada para fundar la bella fraternidad socialista o comunista. No es demasiado apropiada para ser repetida bajo la forma de sacrificio - o de suicidio - del militante igualitario renunciando a su emancipación nueva para entregarse en esclavitud a sus hermanos. La paradoja aparece entonces: en el momento en que la comunidad de bienes se propone como la realización de la igualdad, como la resolución igualitaria de la “cuestión social”. Existen dos grandes modelos de esta comunidad pero ninguno * *

La règle de saint Benoît, traducida y comentada por A. de Vogüe, Ed. du Cerf, 1972, t. II. San Basilio, Lettres, Les Belles Lettres, 1957, t. I, p. 54.


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