Jacques ranciere en los bordes de lo politico

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La solución ideal, la reducción ideal de lo político por lo social, infiere, desde la homonimia la isomorfia: que el centro esté en el centro, que el centro político (el meson) de la polis sea ocupado por la clase media (to meson) - por la clase de aquellos que no son ni ricos ni pobres, ni aporoi ni euporoi, y que no tienen que transitar o viajar entre su espacio social y el centro político. En consecuencia, el centro no es más el centro de tensiones provenientes del borde o hacia el borde. Los cargos - los archai - entre los que se repartía el arché - el mando de la polis - ya no constituyen un botín sobre el que algunos se precipitan o del que los otros huyen. Según esa solución - expuesta en el libro IV - la perfección de la política tiende hacia su autosupresión. La coincidencia entre el centro y el medio hace “evidentemente fácil” obedecer al logos; logos que al mismo tiempo aparece menos como lugar de discusión que como una potencia a la que se obedece tal como un ser vivo obedecería a la ley de su organismo. Desgraciadamente, esta solución positiva no pasa de ser un ideal. En ninguna parte, o casi en ninguna, encontramos ese régimen. A lo que Aristóteles, una vez más, ofrece una explicación positiva, sociológica: las ciudades son demasiado pequeñas; no hay lugar para que se desarrolle en ellas una clase media. Podría decirse que esta es una intuición del porvenir. Al ideal de la polis democrática, Aristóteles opondría el verdadero futuro de la democracia, el régimen de clase media de esos Estados extensos y desarrollados de la época moderna. Pero quizá también esto no sea más que una utopía, la utopía realista: no la brillante utopía de la isla lejana situada en ninguna parte, sino la imperceptible utopía que consiste en hacer coincidir dos espacios separados como la media social y el centro político. Ahora bien, como es sabido, nuestras sociedades producen clases medias y sectores terciarios en abundancia. Pero nos encontramos aún a la búsqueda del centro, de la coincidencia de los centros. El gobierno de centro continua siendo la utopía de nuestra política realista. Porque el realismo también es una utopía, como lo muestra Aristóteles de modo ejemplar. La utopía no es lo lejano o el futuro del ensueño irrealizado sino la construcción intelectual que hace coincidir un lugar de pensamiento con un espacio intuitivo percibido o perceptible. El realismo no es ni el rechazo lúcido de la utopía ni el olvido del telos , sino una de las maneras utópicas de configurar el telos y reencontrar la rosa de la razón en la cruz del presente. Hacer coincidir la idea filosófica del medio con la clase media y el espacio ciudadano significa aún realizar el programa platónico; significa situar lo múltiple bajo la ley del Uno, instituir el reino de la medida en lugar del apeiron democrático. La Filosofía pone fin a la división política y sutura su propia división frente a la política haciendo uso de un recurso metafórico que, al mismo tiempo que la separa absolutamente de la empiricidad política, le permite coincidir exactamente con ella.


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