Escucharnos decir E01

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muchachos muriendo para vivir en el pueblo? ¿Es la estación Once-30 de diciembre, donde nos decimos que “a nuestros pibes los mató la corrupción, ni la bengala ni el rock and roll? ¿Es esta Argentina-siglo XXI, el loco cambalache, problemático y febril, donde el que no llora no mama y el que no afana es un gil? ¿Es el ridículo presidente y su vice profanando a Gilda y su romántica canción de amor del que no se arrepiente aunque le cueste el corazón? ¿Son los senadorxs kirchneristas votando con los macristas el pago a los buitres, como inaugurando unas nuevas relaciones carnales? ¿Son las Madres de la Plaza que el pueblo las abraza? ¿Son los H.I.J.O.S. escrachando genocidas, y buscando a sus hermanxs todavía? ¿Es Argentina la que parió al papa de turno y sus esfuerzos de recolonización dizque populista, frente al salvajismo neoliberal y contra el aborto legal? Este sur que es nuestro norte, esta región del Abya Yala donde sembramos nuestros sueños, nuestras búsquedas del buen vivir, nuestras andanzas colectivas, nuestros abrazos compañeros, está siendo arrasado por un terremoto devastador de pasiones y de prácticas solidarias. Macri es el nombre no de un presidente, sino de un tiempo bisagra, en el que se encuentran amenazadas las creaciones populares más genuinas nacidas de la rebelión del 2001. Como feministas populares intentamos mirar a la coyuntura, metodológicamente, no desde el arriba hegemónico, sino desde las raíces que hundimos como pueblos en la historia. Hablar de coyuntura entonces, no es solamente sacar cuentas de los votos que faltaron para que no gane el tipo horrible que ganó, y que hoy habla, hace y deshace, en 44

representación de los negocios de los poderosos de acá y de más allá. Tampoco es ensayar explicaciones superficiales para los desencantos del pueblo, ni lamentar los votos que le faltaron a nuestra izquierda electoral para engordar el minibloque. No se trata en nuestras reflexiones de confirmar las obvias maldades del gabinete de gerentes sonrientes y estúpidxs que juegan a ser rambos y barbies, entre las mafias del poder local y mundial. Para analizar la coyuntura no alcanza con la crítica mordaz a los diez años “ganados/perdidos” según quiénes los cuenten, ni pasar lista de los fragmentos en los que se disolvieron las ilusiones del pueblo de “que se vayan todos”, constatando ahora melancólicamente que regresaron todos, junto a sus hijos y hermanos, amigos, socios, y ejércitos militares y paramilitares que los cuidarán de un próximo desborde. Hablar de coyuntura es asumir que estamos frente


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