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Neurobiología de la afectividad

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La neurobiología de la afectividad se integra al significado de los estímulos en circuitos que están especialmente programados para reconocer y para activar los sistemas motores referentes y que se garantice una respuesta acorde al estímulo. La emoción se define como un grupo de funciones cerebrales interrelacionadas, y los sistemas conductuales que las modulan se denominan 'sistemas de emoción'. Para poder comprender los fenómenos afectivos se necesita comprender los procesos neurobiológicos que hay detrás, y los procesos cognitivos y psicológicos que surgen de ellos.

El sistema límbico se encarga de la gestión de la afectividad y de la forma en que la expresamos. Este tiene dos niveles de organización: lóbulo límbico y diferentes núcleos subcorticales, que influyen en el sistema de recompensas. Sin embargo, se considera que no existe ninguna estructura lineal que específicamente condicione el proceso afectivo o cómo nos expresamos, se trabaja en red y en forma conjunta. Esto establece dos tipos de procesos, uno corto, que determina respuestas rápidas y estereotipadas; esta parte está conformada por el tálamo, hipotálamo, núcleos del tallo cerebral y amígdala. Y el proceso largo, encargado de la percepción subjetiva o emocionales; este nos brinda respuestas más complejas y racionales, y un análisis cortical de los diversos estímulos, esto gracias a que tiene más tiempo para recolectar información del entorno y tomar una decisión. (Brantes, 2018)

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Nuestro cerebro es diverso y complejo. MacLean dice que el cerebro puede dividirse en tres estructuras principales, según la complejidad de sus funciones, a lo cual se le conoce como el cerebro triuno.

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