GUÍA PRÁCTICA DEL BUEN TRATO AL NIÑO

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Cuanto más se conoce sobre los efectos del maltrato y la desatención infantil, más necesario parece diversificar los recursos: programas de prevención a distintos niveles, tratamientos familiares diversificados según las características de la familia y el problema detectado, modalidades diferentes de adopción y de acogimiento familiar, etc. Referirse globalmente al “internamiento residencial” como si se tratara de una medida homogénea comienza a ser inadecuado. Los centros, o las posibilidades de intervención disponibles en cada uno de ellos, deben diversificarse en función de las necesidades de la población y de la finalidad que se pretenda: centros para atención de emergencia y valoración de casos, pisos integrados en la comunidad para la transición hacia la autonomía personal, minirresidencias para internamientos breves con un tratamiento familiar intensivo, centros con posibilidad de apoyo terapéutico, pequeñas instituciones inspiradas en el modelo de “hogar funcional” para internamientos previsiblemente largos, etc. Tímidamente, los diversos proyectos de centro comienzan a asumir también que el foco de la intervención es la familia, y no solo el niño que le ha sido encomendado a la residencia; y se inician experiencias en las que los padres se incorporan en determinados momentos de la vida cotidiana, o se flexibiliza el horario de estancia del niño, o se realiza un seguimiento estrecho de la situación familiar, y solo en los momentos de crisis el niño se reincorpora al centro, u otras adaptaciones de la organización institucional a las necesidades individuales del caso. Esta diversificación de modelos de atención residencial no solo se aplica a la decisión inicial de internamiento, sino que es posible que a lo largo del proceso un niño pueda cambiar de un recurso a otro. No deberían producirse “traslados artificiales” por el mero hecho de cumplir años o cambiar de etapa escolar como ocurría antiguamente, o por el mal comportamiento de un niño al que el equipo responde con una propuesta de traslado como una expulsión encubierta, sino que un niño que ha sido atendido en un entorno con más recursos terapéuticos o más especializado puede pasar luego a otro recurso más normalizado, o a determinada edad iniciar un proceso de autonomía desde un piso de transición u otros. Cada institución debe tener formulado su modelo de atención, entendido como un conjunto bien definido de procedimientos y prácticas que se emplean en di-

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