Revista Entrelíneas.info

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RE DE 2006

JORGE JULIO LÓPEZ? séptima fecha del fútbol local. López se quedó solo, levantado, mirando Fútbol de Primera por televisión. Aquel domingo Boca había empatado 0 a 0 con Godoy Cruz, pero celebraba con una vuelta olímpica la Recopa que acababa de ganarle al San Pablo, en Brasil, y le realizaba un homenaje al nuevo técnico de la Selección Nacional: Alfio Basile. Le gustaba el fútbol y era fanático de Boca. Aunque estaba nervioso por el juicio, se entretenía. Irene dormía cuando él entró al cuarto, abrió su lado de la cama y se dio cuenta de que le sería difícil pegar un ojo. Quizá durmió un poco. Es lo último que, aún sin certezas, puede saberse sobre él. Así relatan sus hijos la segunda desaparición de López. Gustavo se despertó a las 7.30 y pensó que su papá estaba en la cama. Vio que la casa estaba en orden y que la ropa que iba a ponerse permanecía apoyada sobre la misma silla donde la había dejado la noche anterior. Empezó a preocuparse cuando advirtió que pasaba la hora y no se levantaba. Lo buscó en el dormitorio y recorrió la casa, dio una vuelta manzana y apenas su primo Hugo pasó a buscarlos salieron apurados hasta la Municipalidad de La Plata, donde se desarrollaba el juicio. Se les ocurrió que tal vez hubiera ido por las suyas. *** Gustavo y Hugo se encontraron con Nilda a las nueve y cuarto. La preocupación les marcaba el rostro. –¿Ya llegó mi papá? –preguntó Gustavo. –No –se sorprendió Nilda–. Pensé que iba a venir con ustedes. –Mi papá no está –advirtió. –¿Cómo que no está? –No aparece. Pensamos que estaba ansioso y que había venido solo. –Dejame que me fije adentro. Sorprendida, Nilda entró a la Municipalidad. López no estaba. Era muy temprano y todavía no había casi nadie. Faltaba más de una hora para que comenzara la audiencia. Había llegado al final del juicio muy entusiasmado, pero resultaba incomprensible que hubiera decidido ir hasta la sala por las suyas. Faltaba menos de media hora para que empezara la audiencia y era muy puntual. Si tenía una cita, exigía que se cumpliera en tiempo y forma. Su ausencia era inexplicable. JULIO 2013 #06

Gustavo repasó la mañana y contó que la ropa que su papá iba a usar, la boina azul, la campera bordó y los mismos zapatos que usó en cada una de las audiencias, sin importar si hiciera frío o calor, habían quedado en el living de su casa, preparados sobre una silla. –Lo chuparon –dijo Nilda. Era una palabra que no usaba desde la última dictadura militar. Gustavo y Hugo pidieron un rato para hacer una búsqueda por el barrio, para hablar con los vecinos, saber si lo habían visto, pasar por el hospital, la salita médica. Intercambiaron sus números de teléfono con algunos de los abogados y prometieron llamar para avisar en el preciso momento en que tuvieran novedades. Los primos salieron a buscar su camioneta para volver a Los Hornos. No estaba. La había dejado mal estacionada y se la habían secuestrado. Volvieron a la sala. El fotógrafo Gerardo Dell’Oro los llevó a hacer la recorrida en su auto y fue el encargado de pasar las novedades a los que estaban en la sala. *** –¿Qué hacemos? –preguntó Verónica. –¿Cómo vamos a seguir el juicio si chuparon a un compañero? –preguntó Adriana. –Tal vez se sintió mal, se angustió porque sabía que iba a ver a Etchecolatz –especuló Guadalupe. –Se lo llevaron –insistió Nilda. Había que demorar el juicio. Y había que denunciar el hecho. Pero cuál. Con qué certeza. El último paso procesal debía comenzar a las 10 de la mañana, pero López no estaba. Las abogadas Myriam Bregman, del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos; Guadalupe Godoy, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre; Liliana Mazzea, de la Fundación Investigación y Defensa Legal Argentina; Liliana Molinari, del Comité para la Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos; Verónica Bogliano, de HIJOS La Plata, y el abogado Fernando Molinas, de Liberpueblo, llevaban adelante una querella unificada bajo el nombre de Justicia Ya! Representaban a López, a Nilda y a la Asociación de Ex detenidos desaparecidos y habían decidido alegar todos juntos. Se trataba de un mismo alegato, dividido en seis partes. El tribunal había limitado la participación de los abogados a dos por cada querellante. Sin López, dos de ellos no iban a poder alegar. Además, como no actuaban con un poder, tampoco podrían pedir condena en su nombre.

–Hay que decir que lo secuestraron –afirmó Adriana. –Pero no sabemos –advirtió Guadalupe. –Si nos equivocamos, pedimos disculpas –retrucó–. Queremos que lo busquen en serio, que empapelen la ciudad. Guadalupe y Adriana se reunieron con el tribunal y pidieron que les dieran un poco de tiempo para encontrarlo. Los jueces, incrédulos de que una tragedia igual a la que había sufrido treinta años antes pudiera volver a ocurrirle al testigo, demoraron el inicio de la audiencia, pero solo por un rato. Simplemente no contemplaban la posibilidad de que hubiera sido secuestrado. Guadalupe estaba decepcionada, pero también ella tenía dudas sobre lo que podría haberle pasado a López. Adriana no podía creer que todos a su alrededor se mostraran desconfiados. Para ella, no había dudas. El horror del pasado se les venía encima, pero la mayoría trataba de encontrar una explicación distinta al suceso. No querían aceptarlo. Solo algunos pocos, a esa hora del día, sostenían que Jorge Julio López había sido secuestrado. Sin embargo, ni siquiera ellos tenían certezas sobre su destino. Tal vez lo asustaron y lo largaron, especulaban. Tal vez lo larguen después de los alegatos, sospechaban. Estarán negociando algo con el Gobierno, decían. La sala empezaba a llenarse de gente que no sabía lo que ocurría pero entendía que no podía ser algo bueno. Se escuchaba un rumor que se hacía más nervioso con cada minuto que pasaba. Pronto, la noticia sobre la ausencia empezó a correr de boca en boca. Había que alegar y, al mismo tiempo, salir a buscar a López. No podían descartar ninguna hipótesis. Mientras los abogados preparaban una estrategia para sentarse ante los jueces, los familiares y ex detenidos salieron a recorrer la ciudad. La mayoría de los abogados había transitado el fin de semana en vela, preparando lo que iba a decir aquel lunes. Estaban agotados y este acontecimiento totalmente inesperado y sorprendente los dejaba con la cabeza en cualquier lado. A las 11.30, el Tribunal Oral Federal Nº 1, presidido por Carlos Rozanski e integrado por los jueces Norberto Lorenzo y Horacio Insaurralde, estaba listo para iniciar la audiencia.< (*) El libro “En el cielo nos vemos” fue publicado por Ediciones Continente. 29


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