Tantas claridades para prender una luz

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Eduardo Rosenzvaig / Tantas claridades para prender una luz

107. PROCESO La sombra enorme del proceso ataja el corazón de todos. (E. R.) El “todo fluye” pronunciado por Heráclito sometía el ser y al no ser al cambio, porque nada permanece inmóvil, inmutable y, se sabe: no se puede entrar dos veces en la misma agua. Para el filósofo lo absoluto es el propio proceso en el que la diversidad se eleva a unidad, y lo que se mueve necesariamente modifica lo real*. Heráclito, viviendo 500 años antes de Jesucristo, aclaraba que la existencia –el ser– no era algo constante sino un principio de diversidad que, al mismo tiempo y pese a sí, tendía a la unidad. Esto significaba el proceso. Después, (unos 2.500 años después), los alumnos de la escuela económica de Chicago asociados a unos militares latinoamericanos, llamaron Proceso (de Reorganización Nacional es decir la segunda Organización Nacional) a otra cosa, a 520 campos de exterminio para imponer el fundamento de la espectacular desigualdad. Siguió la impugnación del Nunca más al terrorismo de Estado, un documento, pero faltaba el Nunca más al prototipo económico. Mientras el mundo “civilizado” gritaba se juzgue a los militares causantes de ese nunca más, rezaba a que acrecentara la desigualdad de la que ellos sacaban fortunas, por eso la academia sueca premió, en esos años, con nobeles a los economistas fundadores del nunca más. Sucedía que la riqueza se concentraba premiada de nobeles, pero con los militares la seguridad de los desiguales se volvía insegura, sobre todo después de Malvinas. Las armas habían caído a un abismo que la política transformaría en pampa “democrática”. El Pro268


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