Manual Tucumán de arte contemporáneo

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Carlota Beltrame

zó en dos oportunidades. En efecto, sus experiencias multimediáticas “Crónica del aplastamiento” y “Tragamonedas, reina del terror” perturbaban a una sociedad todavía identificada con el represor del que, en apariencia, ya se había liberado. Si la primera muestra fue defendida por la entonces Directora del Museo Provincial de Bellas Artes,28 la segunda, en la Casa de Cultura de la Municipalidad,29 nunca pudo inaugurarse debido al argumento inaudito que censuraba la presencia de textos del filósofo alemán Friedrich Nietzsche.

VI. La autoexclusión como autocensura Quizás Eli Cárdenas compartía con Gerardo Medina, Rolando Gallardo (conocido como “Roly Bon-Bon”), Octavio Amado y Daniel Rivadeo la falta de anclaje institucional que, a veces, les impidió la maduración de un discurso formal que fundamentara la pertinencia de sus prácticas artísticas y les creara conciencia cabal del alcance innovador de sus propuestas en nuestra escena, sobre todo en lo que a una posible crítica institucional se refiere. No creo que sólo se tratase de no haber terminado sus estudios, insoslayables en nuestra comunidad, o de la falta de identificación con el perfil que ofrecía la Licenciatura en Artes Plásticas, sino más bien del desgaste que ya habían producido en ellos los intentos por introducirse en una escena que tanto los cuestionaba como les temía. De esta manera, en un mundo como el del arte, en el que la razón de ser de sus artefactos necesariamente se somete a las estrategias de visibilidad con que estos se dan a conocer ante los espectadores, no es descabellado imaginar que la renuncia a hacer circular la propia obra implique, tal vez, otra forma de autocensura. Creo que Roly Bon-Bon tuvo su origen como artesano, como bijuotero que, sin proponérselo, abrió en Tucumán la puerta del pastiche posmoderno,30 introduciendo ese recurso que heredara de su afición al reciclado en la construcción de volúmenes escultóricos. Las incursiones en la Transvanguardia de Gerardo Medina, por otra parte, eran apenas toleradas debido a su actitud transgresora frente al pasado del arte, a la reconversión, al reciclaje y a la mezcolanza de géneros con que éste encaraba su obra. Pero lo que más molestaba era que todo ese surtido le daba el típico tono de “mala pintura” con el que los residuales valores académicos de nuestra escena, todavía en vigencia, chocaban frontalmente. Aunque durante los preparativos para “Crónica del aplastamiento”, Bustos, Cárde-

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Lic. Mirta Lila Chambeaud. La directora de esta institución era la actriz y abogada Norah Castaldo. 30 El pastiche, cabe aclarar, no es sólo un amontonamiento de piezas, sino que éstas deben imitar algo que, impostadamente, se quiere hacer pasar por auténtico. Se trata de una estrategia típicamente kitsch y sabemos que su dimensión estética constituyó en otros centros una estrategia formal y discursiva de los 80, pero en nuestro medio recién se desarrolló plenamente recién en la década posterior. 29

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