la mecanica del corazon

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Transcrito por Los Ángeles de Charlie

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tres años. Sé que te resultará difícil creerlo. Mírate en el espejo. La longitud de tu cabello es la medida del tiempo transcurrido. -No quiero mirar nada por ahora. -Los tres primeros meses, abrías los ojos algunos segundos por día como mucho. Luego, un día, te despertaste y pronunciaste algunas palabras a propósito de Miss Acacia antes de regresar a los limbos. Ante la sola mención de su nombre, toda la intensidad de mis sentimientos por ella se reactiva. -Desde comienzos de año, tus tiempos de vigilia se han hacho más largos y regulares. Hasta hoy. A veces sucede que la gente se despierta de un coma tan largo como el tuyo, ¿sabes? Después de todo, no es más que una noche muy larga. ¡Qué extraña felicidad la de verte por fin de pie! Méliès se pondrá loco de contento… Dicho esto, es posible que sufras algunas secuelas. -¿Cómo? -Uno no regresa indemne de un viaje tan largo; es ya extraordinario que te hayas acordado de quién eres. Me cruzo con mi reflejo en la puerta vidriada del taller. Tres años. El anuncio del tiempo transcurrido me perturba. Tres años. Soy un muerto viviente. ¿Qué has hacho tú durante estos tres años, Miss Acacia? -¿De verdad que estoy vivo? ¿Es esto un sueño, una pesadilla o estoy muerto? -Estás vivo, distinto, pero vivo. Una vez liberado de estos horribles tubos que me pellizcaban los pelos de los brazos, intento reagrupar energías y emociones zampándome una buena comida. Miss Acacia ha vuelto a ocupar mis pensamientos. Tampoco debo estar tan mal. Me obsesiona tan vivamente como el día de mi décimo cumpleaños. Tango que ir en su búsqueda. De nada estoy tan seguro, salvo de lo más importante: todavía la amo. La sola idea de su ausencia reanima mis náuseas de brasa. Nada más tiene sentido si no intento encontrarla. No tengo elección, tengo que volver al Extraordinarium. -No deberías irte en este estado. Me marcho sin terminar de comer, en dirección a la ciudad. Noto que mi paso es lento, apenas avanzado. El aire fresco entra en mis pulmones como bocanadas de acero y tengo la sensación de haber cumplido cien años. El perfil de la ciudad de Granada, la cal blanca de las casa, se funde con el cielo el grandes calderos de polvo ocre. Me cruzo con mi sombra en un callejón y no la reconozco. Tampoco reconozco me reflejo, que me parece nuevo y se estampa contra un escaparate. Mi pelo y mi barba me dan un aspecto afable, el mismo aspecto que debió de tener Papa Noel, antes de convertirse en un señor barrigudo y de pelo cano. Pero no es solo eso. El dolor de huesos ha modificado mi forma de andar. Mis hombros parecen haberse hecho más grandes, y además los zapatos me hacen daño en los pies, perece que hayan encogido o tal vez ya son demasiado pequeños. Ante mi figura, los niños se esconden


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