Fundamentos filosóficos para una teoría de la arquitectura

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arquitectura, sino el aire que queda dentro”. Es pues que la arquitectura tendría como su materia prima el espacio.

2. El espacio, materia prima de la arquitectura La materia prima, en la filosofía aristotélica, se le denomina al sujeto primero de la realidad corpórea, tangible por los sentidos y sujeta de cambios. Además, conviene indicar que es el principio esencial a partir del cual el ente corpóreo se genera. Por último, la materia prima permanece en la cosa generada. Se le denomina “prima” porque no hay nada anterior a ella, es decir, no hay materia de la materia para distinguirla de la nada. El nombre de materia “segunda” lo reservamos para lo que es sujeto de modificaciones. El espacio sería el principio esencial a partir del cual se generan las cosas, es decir, es el inicio (a quo: hacia lo cual). Es, pues, que nos aproximaríamos a una primera definición del espacio como “pura potencialidad e indeterminación”. Esta “potencialidad pura” no es una posibilidad lógica (de razón), sino una capacidad real puesto que “lo que puede ser” no llega a ser si no es a través del acto de ser. El espacio en cuanto conocido y sujeto de especulación lo es por su capacidad inteligible a través de los sentidos. No puede existir sin la forma que lo hace partícipe del acto de ser. Entiéndase por “forma sustancial” al principio que hace inteligible los seres, ya sean materiales o inmateriales (por ejemplo lo que es producto de nuestra imaginación), vale decir, por lo cual una entidad tiene un modo determinado modo de ser. Ahora bien, un determinado modo de ser responde a un acto por el cual las cosas son lo que son y, ese acto -unitario y real- es a lo que llamamos forma sustancial (por ejemplo: la casa es un espacio para habitar porque posee la forma sustancial casa). También hay unos modos de ser cualitativos que responden a las formas accidentales (siguiendo el ejemplo anterior: la casa es verde). Será por la forma que el espacio tiene un principio intrínseco de unidad y organización, diferenciándose de los meros estados de agregación. La unidad de materia y la forma – la composición hilemórfica- es una relación de potencia y acto que, unidas, forman la esencia o sustancia de las cosas: una entidad que sólo tuviera forma, sin materia, sería inmaterial, como pueden ser las ideas. De la idea de potencia y acto, materia y forma, se deduce que la forma sustancial es única para cada sustancia: su esencia. De no ser así, la sustancia individual podría poseer dos formas sustanciales contrarias. Será justamente “el acto de la forma sustancial”, el ser algo y no otro, lo que permitirá que el espacio sea conocido en la medida en que está más en acto. Esta capacidad de ser –acto– es sujeto de gradación, se puede ser más o se puede ser menos, siempre en referencia a la capacidad mayor inteligible. Mientras más incierto, se “es” menos. Podemos concluir que la forma sustancial es el principio inteligibilidad del espacio.

3. El espacio individuado Lo que es susceptible de conocer es lo que existe en la realidad: el espacio individual y concreto. Por tanto, la experiencia nos dice que es un hecho la singularidad. Por otra parte, el espacio tiene unas propiedades comunes a otros. Entonces, ¿qué es lo que


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