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TERROR CON ORGULLO POR JAVIER PARRA

Una de las máximas que quien esto escribe no se cansa de repetir es aquella de que el cine de terror nació siendo abiertamente queer. Tan solo hay que tener en cuenta nombres como los de F.W. Murnau o James Whale, piezas clave en la construcción del imaginario del cine fantástico y de sus primeros iconos, y abiertamente homosexuales en la industria cinematográfica de principios del siglo XX. Al primero, le debemos su versión libre del Drácula de Stoker con “Nosferatu”. Al segundo, una serie de aportaciones al terror de la Universal no exentas de lecturas al margen de la heteronorma: del histriónico doctor Pretorius de “La novia de Frankenstein” a villanos como el monstruo de Frankenstein o el hombre invisible como codificaciones queer de la sociedad. Dicha visión monstruosa de las personas LGTBIQ+ sería explotada por el cine durante décadas, siendo el empoderamiento por parte del propio colectivo lo que acabase haciendo suyos a personajes como Norman Bates o la icónica Angela de “Campamento sangriento”, cuyo (problemático) desenlace (aquel en torno a su genitalidad) pasaba a ser objeto de culto y convertía a la protagonista en psychokiller a quien hay que saber leer bajo todas esas capas de incorrección política con la que se presentaba. En su secuela, “Campamento sangriento 2”, no solo nos encontramos ante la redención de la villana como objeto pop, sino también con una clara aliada de la lucha heteropatriarcal (porque el cine camp, siempre ha estado al margen de lo establecido) en cuyo bodycount ya aparecen mensajes meta que se reían (allá por 1988) de las normas del subgénero slasher.

Ya en la actualidad, otros dos títulos que subvertirán lo entendido como canónico serán “El desconocido del lago” y “Knife + Heart”, propuestas francesas que alzaron la bandera del orgullo y la ondearon sin miedo al qué dirán. En la primera, dirigida por Alain Guiraudie en 2013, los alrededores de un lago en el que se practica cruising serán el espacio en el que se desarrolle una trama de misterio y asesinatos a lo Agatha Christie. En la segunda, que Yann Gonzalez nos trajo en 2018, el mundo del porno gay en el París de finales de los 70, es el marco para un neogiallo con Vanessa Paradis como productora en mitad de una vorágine de desamor, muertes, sexo y un atisbo de esperanza que asoma como reivindicación del colectivo como esa familia escogida junto a la que combatir el sistema heteropatriarcal.

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