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Imagen personal e impresión

Todos somos pensadores visuales: escuchamos un 10 %, leemos un 10 % y miramos un 80 %. Somos víctimas del efecto halo: cuando vemos a alguien bien vestido y aseado, instintivamente confiamos más en esa persona y en sus capacidades. Por lo tanto, más allá del placer estético, nuestra apariencia es también un recurso informativo. En el libro First impression. What you don’t know about how other see you, de las psicólogas Ann Demarais y Valerie White, la famosa primera impresión se describe como una especie de filtro: las investigaciones han demostrado que damos mucho más peso a la primera información que obtenemos en un primer encuentro que a la de encuentros sucesivos, cuando conocemos mejor al otro. Creemos en esta primera información que percibimos durante los primeros instantes al conocer a una persona; y la damos por cierta, y tratamos posteriormente de confirmarla a medida que la conocemos más profundamente. Nadie tiene ganas ni tiempo de refutar su propia opinión porque nuestro cerebro es perezoso y desea cansarse lo menos posible. Por lo tanto, a partir de esta trascendental primera impresión, todo lo que se vuelva a ver pasará por este primer filtro que se forma con la imagen exterior y la actitud. Según la consultora de imagen estadounidense Sylvie di Giusto, autora del libro The image of leadership, en los famosos siete segundos en los que el cerebro se forma una primera impresión de la persona que observa, logra hacer once deducciones sobre quién tiene delante:

1. Nivel económico; 2. nivel académico; 3. credibilidad y competencia;

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