Semanrio N º 5

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Marandu de la Patria

“Mariano Moreno” Semanario de efemérides

Posadas, Misiones, Argentina Año I - Nº 5 Mayo 2011

LO IMPORTANTE DESTACADO DE LA SEMANA!

Entre Ríos se Declara Independiente

El tratado secreto de la Triple Alianza

“El pronunciamiento JuanPERSONALIDADES Felipe Ibarra de Urquiza” Inicio de la Política Anti-Americana

Primer caudillo Santiagueño

Dr. Germán Burmeister

Historia de una Traición

Pionero Naturalista Domingo Sosa Coronel de raza negra del Ejercito

Resumen Nacimiento de Juan Manuel de Larrazábal (1796) Se celebra por primera vez en el país el Día del Trabajador (1890) Batalla de Estero Bellaco (1866) Fallecimiento del teniente coronel Eusebio Laprida (1898) Fallecimiento de Bernardo Victorica (1864) Nacimiento de Juan Agustín Maza (1794) Nacimiento de Máximo Terrero (1817) Nacimiento de Gregorio Ignacio Perdriel (1785) Sanción del Estatuto Provisional (1815) Hamburgo recibe ayuda argentina (1842) Fundación de Fraga, Pcia. de San Luis (1906) y mas...

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01 de Mayo

Juan Felipe Ibarra

General J uan Felipe Ibar ra (1787­1851)

Nació en el pueblo de Matará, situado 30 leguas al sudeste de la ciudad de Santiago del estero, el 1º de mayo de 1787, siendo sus padres Felipe Matías Ibarra y María Antonia de Paz Figueroa, matrimonio que tuvo cuatro hijos. Huérfano desde temprano, Ibarra estudió un tiempo en el colegio de Monserrat, en la ciudad de Córdoba, inclinándolo a la carrera eclesiástica su tío materno, el maestro Juan Antonio Paz, venerable sacerdote, cura vicario de Matará, en las costas del Salado. Pero las inclinaciones naturales del joven Ibarra mal se avenían con aquella carrera; su vivacidad de carácter y arrojo, mal condecían la vida sedentaria y monótona del claustro, despertándose en cambio, la vocación por la carrera de las armas. Fue en los momentos culminantes de los sucesos posteriores al movimiento emancipador de Mayo; al pasar Castelli por Santiago, donde se detuvo sólo 24 horas, electrizó con su presencia el espíritu de la juventud santiaguina; allí el ardiente tribuno fue acogido con el mayor entusiasmo, hospedándose en casa del defensor de temporalidades Pedro Isnardi, a su paso por aquella ciudad. El Ejército Auxiliar que mandaba González Balcarce, prosiguió su marcha y estando acampado en Jujuy en el último tercio de octubre, el 7 de noviembre en Suipacha vengaba el contraste sufrido en Cotagaita, entrando en Potosí el 28 del mismo mes. Días más tarde se creaba en Potosí el Regimiento Nº 6 de infantería, de blancos, cuyo mando se confiara el coronel Juan José Viamonte, siéndole agregada a aquel cuerpo la compañía santiaguina, en la cual se designaba subteniente al joven Ibarra, con antigüedad del 1º de enero de 1811. En Oruro el fogoso Castelli reorganizó las tropas expedicionarias, marchando después para festejar el primer aniversario de la revolución en las ruinas imponentes de Tiahuanacu. En aquellos días las fuerzas reales, al mando de Goyeneche, se acantonaron en la orilla septentrional del río Desaguadero, límite territorial de los virreinatos del Río de la Plata y del Perú; entre el jefe patriota y Goyeneche se acordó un armisticio de 40 días y en pleno curso del mismo, el jefe español atacó a los independientes el 20 de junio en Huaqui, acción en la cual el cuerpo Nº 6, después de sufrir cinco horas de fuego intenso realista, fue arrastrado en la dispersión general, en la ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


noche de aquella funesta jornada. Ibarra, satisfecho de haber cumplido con su deber, baja por el camino Despoblado de Chuquisaca, ciudad a la que llega, y en agosto siguiente, al mando de una partida de dispersados, aunque se encontraba bastante enfermo, se incorporaba en la Palca de Flores al coronel Juan Martín de Pueyrredón, que se replegaba desde Potosí con los caudales del Erario Real, quien relacionando a la Junta los padecimientos sufridos en los desiertos de Tarija y Orán para salvarlos, decía: “…Los oficiales han hecho las veces de soldados, porque la escasez de éstos me obligó a ponerles un fusil a cada uno, que han conservado como la mejor distinción de su grado…”. En el repliegue de Pueyrredón conduciendo los caudales de referencia, en dos oportunidades, 400 cinteños se aproximaron a los patriotas con la idea de quitarles aquel tesoro, pero los 40 y tantos acompañantes del héroe de Perdriel, rechazaron a los numerosos asaltantes. A fines de marzo de 1812 el general Belgrano recibía del mando del Ejército del Norte. Perdida la posibilidad de defender la provincia de Cochabamba, el nuevo comandante en jefe se vio en la precisión de abandonar la provincia de Salta, ante la presión de las fuerzas del general Tristán, picando vivamente la retaguardia patriota en el río de las Piedras, el 3 de setiembre de 1812, donde los realistas sufrieron un rechazo, acción que valió a los vencedores un escudo de honor con el lema: “La Patria reconocida a sus naturales beneméritos hijos – Libertad”. Ibarra fue uno de los agraciados con él. En la batalla de Tucumán, el 24 del mismo mes y año, el regimiento Nº 6, al mando del teniente coronel José Ignacio Warnes se batió con denuedo, contribuyendo eficazmente al éxito de aquella memorable jornada. Ibarra fue promovido a teniente y recibió la condecoración otorgada a los vencedores por el Gobierno de Buenos Aires. En la acción de los Castañares, en las inmediaciones de la ciudad de Salta, el 20 de febrero de 1813 el regimiento Nº 6, que mandaba el teniente coronel Francisco Pico, fuerte de casi 800 plazas, tuvo que afrontar el mayor peligro en la lucha que siguió en las calles de la ciudad de Salta, sufriendo terriblemente del fuego de los realistas. La 5ta compañía del 1er batallón, a la que pertenecía Ibarra, salió tan diezmada, que sobre 134 bajas que tuvo el regimiento en total, 12 pertenecían a dicha compañía cuyo efectivo era de 67 hombres. Por su notable conducta, Ibarra recibió la condecoración otorgada aquel día y el grado de capitán concedido en persona por el general Belgrano. Cuando se produjeron los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, el capitán Ibarra no tomo parte, pues había quedado en Jujuy desde el 1º de mayo hasta fines de setiembre, instruyendo la 4ta compañía del 1er batallón del Regimiento Nº 6, que mandaba. Por O. S. del general Rondeau, el 1º de febrero de 1815, Ibarra pasó como capitán de la 4ta compañía del 2º batallón del Regimiento Nº 9. El 20 de abril de 1814 fue agregado al Estado Mayor del Ejército Auxiliar, en cuyo puesto desempeñó varias comisiones en la vanguardia, con mucho celo. Al internarse el ejército en el Alto Perú, a principios de 1815, bajo el comando del general Rondeau, algunos descontentos de Santa Cruz de la Sierra pidieron se enviase un reemplazante del coronel José Ignacio Warnes, a lo que accedió Rondeau designando al coronel Santiago Carrera, quien salió de Potosí en los primeros días de setiembre, llevando como ayudantes a los capitanes Ibarra y José Olivera, de caballería, los cuales mandaban un ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


destacamento de las dos armas. Llegados a Santa Cruz de la Sierra, el coronel Carrera, fue reconocido por las autoridades, pues Warnes se encontraba guerrilleando con los realistas en Chiquitos. El coronel Carrera pereció en un movimiento popular que estalló en aquella ciudad de Santa Cruz de la Sierra y Warnes siguió ejerciendo su mandato como antes. Ibarra salvó a duras penas su vida en aquel trance difícil y se incorporó al ejército en los días del desastre de Sipe­Sipe, contraste que obligó a Rondeau a evacuar el Alto Perú. Un año después Ibarra era encargado por el general Belgrano para organizar un cuerpo de 200 reclutas santiagueños, con el título de comandante en comisión. El 30 de agosto de 1817 el general Belgrano ascendió a Ibarra a sargento mayor graduado y lo nombró comandante general de la frontera de Santiago del Estero, cediendo a los empeños de los habitantes que ansiaban garantizar la línea de Abipones con un oficial de antecedentes, que reuniera además la característica de ser hijo de la Provincia. Esta comisión apartó al mayor Ibarra del camino de las empresas militares, en las cuales hubiera obtenido mucho más honor y gloria, que en el puesto político en que actuó desde entonces. Justamente, cuando Ibarra se presentó para hacerse cargo del puesto que le discerniera el general Belgrano, acababa de producirse un terrible terremoto en Santiago del Estero, producido a la una y media de la tarde del día 4 de julio de aquel año y persistiendo los estremecimientos del suelo hasta el día 11, suceso que produjo un verdadero desastre, especialmente al norte de la ciudad, agrietándose la tierra con explosión de piedras y agua en más de 25 leguas, con el consiguiente desplome de templos, edificios, etc., al extremo de quedar las familias despavoridas al raso. Este memorable terremoto había sido precedido de dos terribles huracanes, desencadenados los días 22 de enero y 22 de febrero de 1817, que destrozaron edificios y arboledas. El mayor Ibarra llegó a su provincia natal cuando todos los ánimos estaban atribulados por tamaños desastres. De inmediato se dedicó con ahínco a asegurar la frontera contra los belicosos indios Abipones y tan acertado estuvo en su dedicación que el Director Rondeau, su antiguo jefe, le confirmó el grado de sargento mayor el 31 de agosto de 1819. Pero todas estas preocupaciones del mayor Ibarra lo habían señalado a la fracción encabezada por la poderosa familia Frías, que estaba ansiosa de desprender a Santiago del Estero del vasallaje de Tucumán. A raíz del pronunciamiento de Arequito, el 28 de enero de 1820, el mayor Ibarra dirigía una comunicación al Cabildo poniéndolo en antecedentes de aquel acontecimiento, y de que el general Bustos se había hecho cargo del mando del Ejército Auxiliar, quien había llegado a Córdoba con sus fuerzas y en camino de adoptar el gobierno federal. Esta primera noticia del movimiento de Arequito coincidió con el pasaje por Santiago del Estero del teniente coronel Felipe Heredia, que con 100 hombres había llegado hasta allí escoltando al moribundo general Belgrano en su viaje postrero a la Capital de la República; Heredia con escasa prudencia, intentó lastimar el decoro de la magistratura santiaguina e inmiscuirse en elecciones de concejales, lastimando así a los patriotas y políticos de Santiago, exasperando sus opiniones ya muy divididas a causa del injustificable procedimiento que se empleó con el teniente coronel Juan Francisco Borges, que fue pasado por las armas. ­ ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Estos atropellos activaron, en cierto modo, el proyecto revolucionario y el mayor Ibarra, insistentemente llamado por los autonomistas, se puso en movimiento con la guarnición de Abipones, y el 30 de marzo, a las tres de la mañana, el alcalde de primer voto, Blas de Achával recibía un urgentísimo oficio del comandante de armas que había dejado el teniente coronel Heredia, en que le informaba la aproximación del comandante Ibarra con número de tropas considerable sobre Santiago, enunciando el citado comandante de armas, capitán Echauri, que había tomado todas las medidas preventivas que estaban a su alcance y echando en cara al Alcalde de la referencia la apatía demostrada en este asunto, lo que podría ser de funestas consecuencias. No obstante, se reunió el Cabildo, el que pasó una comunicación a Ibarra con uno de los alcaldes de 2º voto, para tratar y conferenciar sobre los puntos que eran de interés especial para todos. Una ulterior nota de Ibarra del mismo día 30, anunciaba al Cabildo que marchaba sobre la ciudad accediendo al clamor de los ciudadanos de la fracción oprimida por el Cabildo que regía los destinos allí. Antes que el Cabildo pudiese terminar de redactar la nota con la cual contestaba a la de Ibarra, éste, vencido el plazo perentorio de dos horas, que había fijado en su comunicación, penetraba con su tropa por las calles de la ciudad en son de combate, dejando los cabildantes librado el asunto a la suerte de las armas. Echauri con 50 veteranos de su escolta y un grupo considerable de cívicos, salió al encuentro de Ibarra, encontrándose los dos agrupamientos rivales en las proximidades del templo de Santo Domingo, pero a las primeras descargas cedió la fuerza de Echauri, desbandándose y plegándose casi toda a Ibarra y el ex­comandante de armas debió huir hacia Tucumán. El denuedo y actividad que desplegó en el peligro el comandante Ibarra, aunados con su moderación y clemencia pasado éste, preservaron a Santiago de los horrores del saqueo y de todos los derivados de una posición ocupada a viva fuerza. El 31 de marzo de 1820 el pueblo en masa eligió al porteño José Antonio García para presidirlo y autorizar sus deliberaciones. Se eligió así gobernador provisorio al comandante Juan Felipe Ibarra, esperándose el voto de la campaña, para efectuar el nombramiento permanente, el que no se hizo esperar y se despacharon emisarios a Tucumán, para comunicar la decisión del pueblo santiaguino, de constituir una provincia independiente e aquélla. Su primer gobernador, el después brigadier general Juan Felipe Ibarra, debía ejercer un mando dilatado, en cuyo ejercicio reveló poseer una inteligencia despierta, valor personal y perspicacia concentrada, aunque algo rencoroso y susceptible, era también desinteresado, excelente amigo y muy conocedor de los hombres de su época. Poseía retentiva singular y recordaba con minuciosidad todos los acontecimientos en que había intervenido en los siete años de campaña en la guerra de la independencia y su emoción era evidente cuando recordaba el fusilamiento de Borges. En junio de 1821, Ibarra ajustó la paz con el gobernador Bernabé Aráoz, de Tucumán, habiendo sida batidas las fuerza santiaguinas por las tucumanas que mandaba el coronel Abraham González. Ibarra, no obstante, fue enemigo declarado de Aráoz y en no poca parte influyó en la desgracia de este último. Los enemigos de Bernabé Aráoz, al ser batidos en su provincia, se refugiaban en la de Santiago del Estero. Ibarra continuó gobernando en Santiago del Estero, hasta que a raíz de la victoria de Oncativo, obtenida por el general Paz contra Facundo Quiroga, el vencedor dispuso que el general Javier López marchase sobre aquella provincia, viéndose obligado Ibarra a firmar un tratado, mediante el cual cesaba en el mando de su provincia y quedaba nombrado en su lugar Manuel Alcorta. Este tratado se celebró el 26 de mayo de 1830, ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


en la ciudad de Santiago del estero, entre Casiano Romero y Adeodato Gondra, el cual fue ratificado después por Ibarra y López. Posteriormente, el general Paz destacó al general Román Antonio Deheza a la provincia de Santiago del Estero, con algunas fuerzas. Habiendo caído prisionero el general Paz, el 10 de mayo de 1831, el general Ibarra, con el auxilio del general Pablo de la Torre, jefe del partido federal de Salta, fue elegido nuevamente gobernador de Santiago del Estero, con fecha 19 de julio de aquel año. Cuando la Coalición del Norte contra Rosas, en 1840, nuevamente peligró el gobierno de Ibarra, una columna de 500 hombres al mando de José Luis de Cano salió de Catamarca y otra de 1.000, mandada por Manuel Solá, partió de Salta, para operar ambas sobre Santiago del Estero, en combinación con las fuerzas del general Lamadrid; pero cuando Ibarra se vio amenazado por una invasión simultánea por tres puntos de su provincia, se puso en campaña al frente de 2.500 hombres. A fines de octubre de 1840, una de sus divisiones mandada por su sobrino, Manuel Ibarra, chocó en las márgenes del río Salado con la columna de Solá, derrotándola y persiguiéndola hasta los límites de Salta. Suerte análoga cupo a la columna catamarqueña, y en cuanto a la columna del general Lamadrid, tampoco pudo llenar su cometido operativo, porque el coronel Celedonio Gutiérrez que lo acompañaba con el mayor número de fuerzas, se pronunció por los federales, y se dirigió sobre Tucumán, apoyado por Ibarra, mientras Lamadrid se dirigía a La Rioja, para reunir las fuerzas con las que invadió a Córdoba. Fue el último amago que sufrió Ibarra contra su gobierno. El caudillo de Abipones, engrandeció con el tiempo, conquistándose una personalidad política tan visible en las provincias del Norte, que su influencia fue preponderante. Su alianza con Rosas fue firme, leal y en la medida de sus fuerzas, apoyó las operaciones de los ejércitos federales contra Lavalle y Lamadrid, hasta la caída de éstos. En la batalla de Monte Grande o Famaillá, el 19 de setiembre de 1841, Ibarra mandó el ala derecha del ejército de Oribe. Juan Felipe Ibarra siguió gobernando en su provincia, desde entonces, sin ningún sobresalto, hasta que a las 11 de la mañana del martes 15 de julio de 1851 falleció víctima de una afección orgánica, luego de una prolongada agonía. Estaba casado con Ventura Saravia de cuyo matrimonio no hubo sucesión. Fuente Yaben, Jacinto R. – Biografía argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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01 de Mayo

Juan Manuel de Larrazábal

Tcnl J uan Manuel de Lar razábal (1796­1871)

Nació en Buenos Aires el 1º de mayo de 1796, siendo sus padres Mariano de Larrazábal y de la Quintana, y María Josefa de la Trinidad de Aspiazu y de la Palma, que contrajeron matrimonio el 12 de febrero de 1787. Fue hermano del coronel Mariano de Larrazábal, guerrero de la Independencia. Juan Manuel de Larrazábal prestó largos y meritorios servicios a la Nación desde la época de la emancipación. Fue diputado a la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. En setiembre de 1845 era jefe del Batallón “Comisionados de Manzana”. Fue presidente de la Sociedad Popular Restauradora durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Fue uno de los firmantes del acta levantada el 18 de enero de 1847, con motivo de la colocación de la piedra fundamental de la muralla de la Alameda (Paseo de Julio), acto presidido por el Ministro de Hacienda, doctor Manuel Insiarte, apadrinando la ceremonia, la hija del Gobernador, Manuelita Rosas. En setiembre de 1849 ejercía las funciones de Vice­presidente 2º del Departamento de Serenos, Juez de Paz de la Parroquia del Pilar y de capitán, y desempeñando tales cargos, Larrazábal fue uno de los que formaron el cortejo oficial de acompañamiento del cadáver del general Miguel Estanislao Soler, al ser trasladado al Cementerio del Norte, el día 24 de aquel mes y año. También desempeñó funciones de edecán del gobernador Juan Manuel de Rosas. Posteriormente prestó servicios militares a la Confederación Argentina, y en la clase de teniente coronel participó en la batalla de Pavón, el 17 de setiembre de 1861. Juan Manuel de Larrazábal perdió la vida en el incendio del vapor “América”, el 24 de diciembre de 1871, conjuntamente con su hijo, Juan Antonio, y la esposa de éste, Josefa Villar, joven y bellísima dama, una de las muchas víctimas de aquella tremenda catástrofe.

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Juan Manuel de Larrazábal había contraído matrimonio con Paula de Carretón y Maciel, nacida el 9 de octubre de 1811, hija de Juan Antonio de Carretón y Pelloni, nacido en Concepción de Chile, y de Silvina Dorotea Maciel y Calderón, desposados el 28 de abril de 1819. La viuda de Larrazábal le sobrevivió hasta el 10 de mayo de 1895, fecha en que falleció en esta Capital. Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

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01 de Mayo

El “ pronunciamiento” de Urquiza

General Justo José de Urquiza (1801­1870)

El “pronunciamiento público” de Urquiza consistió en un acto donde fueron leídos y promulgados dos decretos con fecha 1º de mayo: en uno se declaraba a Entre Ríos Estado soberano provisorio “en aptitud de entenderse con los demás gobiernos del mundo”; en otro se cambiaba el lema Mueran los salvajes unitarios por Mueran los enemigos de la organización nacional. Según lo corriente habría ocurrido el 1º de mayo, en la plaza General Ramírez de Concepción del Uruguay, en presencia de Urquiza y de toda la tropa formada. Después la tropa siguió al pregonero que en cada esquina leía los decretos, mientras un cañón hacía salvas. ¿Ocurrió realmente el 1º de mayo, a lo menos en la forma clara, positiva y pública exigida por el Canciller brasileño? El jueves 1º de mayo nada pasó de memorable en toda la provincia de Entre Ríos, a lo menos en forma pública. Ni en los informes de los Comandantes departamentales ni en números posteriores de los tres periódicos de la provincia –El Federal Entre­Riano de Paraná, Progreso de Gualeguaychú y La Regeneración de Urugua – se menciona, fuera de que sopló un agobiador viento norte, nada de notable. Después, sí. De los tres periódicos, uno (El Federal Entre­Riano, el más serio y de mayor tiraje), nada comenta, tal vez porque su director, el Dr. Evaristo González, disgustado por el sesgo que tomaban las cosas, había pedido pasaporte para irse a Buenos Aires. En cambio La Regeneración de Carlos de Terrada, en su número del 13 de mayo, se hace eco en crónicas, gacetillas, remitidos, comunicados, de una “efervescencia popular” que al parecer existía en la provincia, o por lo menos en Concepción del Uruguay; y en ese número transcribe ambos decretos del lº de mayo. Hace la crónica del “público pronunciamiento” ocurrido a las 10 de la mañana en la plaza Ramírez, leyendo a continuación el pregonero sus considerandos en cada esquina seguido por la tropa, mientras Ricardo López Jordán hacía sonar un cañonazo a cada lectura por orden del gobernador. No dice que estuviera presente Urquiza, que de estarlo no lo habría omitido. Ni dice que “mañana” ocurrió. ¿Qué día entre el 4 y el 18 de mayo (entre los Nros. 46 y 47 de La Regeneración) se produjo el público pronunciamiento cuya crónica hace el periódico de Terrada? Olvida decirlo. Menciona en una gacetilla fechada el 13 de mayo, publicada en la edición de ese mismo día, que después de darse el bando se reunieron a las 8 de la noche algunas ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


personas al pie de la pirámide de la plaza Ramírez: allí, después de cantarse chapeau­ bas (será “chapeaux bas”) el himno nacional, el Dr. Diógenes de Urquiza –“joven culto, aventajado y elegante”– tomó en sus manos una bandera nacional y prometió culta y elegantemente “clavarla en el cráneo del tirano”. Primer acto de intergiversable oposición a Rosas. El periódico Progreso de Gualeguaychú, dirigido hasta entonces por José Ruperto Pérez, hace el 8 de mayo una crónica de una serenata ocurrida “espontáneamente” tras la banda de música local: en ella se vivó a Urquiza y se profirió algún denuesto contra Rosas en una poesía alusiva recitada. Pero no se leyeron decretos, y por lo tanto hasta esa fecha no debía haber ocurrido el “público pronunciamiento” de Uruguay. En un remitido de Progreso del 14 se habla de otra serenata de Concordia el 11 de mayo “al conocerse la fiesta ocurrida en esa ciudad (Uruguay) la noche del 2 del cte.”. No se leyeron decretos. El “público pronunciamiento” tuvo lugar, entonces, entre el 11 y el 18 de mayo en Concepción del Uruguay. Debió consistir en un acto tan mínimo, que ni el eficaz Terrada –ni Pérez, ni nadie– recuerda la fecha exacta. En realidad el acto público fue la edición de La Regeneración del 13 de mayo. Por ella se conoció el “pronunciamiento” dentro y fuera de Entre Ríos. De allí se explica que Cuyás zarpara de Montevideo ese día 18 en el Golphinho, tan ignorante del “pronunciamiento” de Urquiza, que iba a hacerle aprobar un tratado en cuyo artículo 2º se lo incitaba a “practicar cualquier acto público y consumado que importe indudable y decidido rompimiento con el gobernador de Buenos Aires”, y que Urquiza y su ministro Galán no consideraran necesaria su corrección. La noticia del público “pronunciamiento” llegó a Montevideo en la goleta General Urquiza, zarpada de Gualeguaychú el 15 con periódicos hasta esa fecha, y llegada a Montevideo el 19. Un día antes –el 18– los diarios entrerrianos trajeron a Buenos Aires la información del paso dado por Urquiza. Rosas, según su costumbre, no quiso ocultar nada y ordenó a su prensa que reprodujera ampliamente todas las crónicas y gacetillas de La Regeneración y Progreso. ¿Qué ha ocurrido con el “pronunciamiento”, cuyo estado público se ha demorado tanto tiempo después de la redacción de los documentos? Porque nada permite suponer que los dos decretos fueron redactados por Seguí y firmados por Urquiza en otra fecha que la indicada en ellos: esto es, en el 1º de mayo. Por lo menos el día 4 estaba confeccionado el de “asumir la soberanía de Entre Ríos, encontrándose en aptitud de entenderse con todos los países del mundo”, que el 6 remite Urquiza a Cuyás por la ballenera Paulita llegada a Montevideo el 9. De éste, se enteró Pontes, pero no le da trascendencia de “público pronunciamiento” porque no lo tenía, y porque Urquiza lo comunicaba en la más estricta reserva. ¿Por qué demoró Urquiza el “público pronunciamiento” hasta el 11 ó 18 de mayo? Supongo que por el prudente consejo de Cuyás a la niña enamorada: no ceder hasta no formalizar o por lo menos asegurarse el compromiso. Lo ocurrido con ambos “pronunciamientos” es idéntico: tanto la circular del 8 de abril como los decretos del 1º de mayo, fueron demorados. Pero los decretos tuvieron publicidad primero –el 11 de mayo, o a más tardar el 13– y por eso formaron el cuerpo del “pronunciamiento” contra Rosas. La circular en cambio sólo sería conocida por sus destinatarios, los gobernadores argentinos (Virasoro aparte) al transcribirse en los periódicos entrerrianos del 25 de mayo de ese año. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


En ambos “pronunciamientos” Urquiza obró de idéntica manera. Los hizo redactar y después los guardó en una gaveta: tan sólo remite algunas copias a Montevideo “rogando reserva”. Solamente ante la exigencia de Brasil y cuando conoce por su hijo Diógenes y por la carta de Cuyás del 2 de mayo, la presencia de la escuadra brasileña en el Plata, se resuelve a despachar sus buques según la gráfica expresión del catalán. ¿Popular idad del “pronunciamiento”? ¿Fue un acto emotivo de pueblo, el de la lectura de los decretos? A decir de La Regeneración y Progreso habría habido “efervecencia popular” y “delirante entusiasmo” en las reuniones habidas en Uruguay, y en Gualeguayehú. El calificativo es sospechoso. En la copiosa correspondencia de Urquiza durante los meses de mayo y junio no hay muchas cartas de gratulación por el o los “pronunciamientos”. Salvo las comprensibles de sus Comandantes departamentales, o de algún vecino correntino asilado y decididamente enemigo de Rosas (Berón – Ferre); casi por completo faltan las de sus coterráneos. Tal vez los de Concepción del Uruguay fueran en persona a felicitar al general, pero no podría ocurrir lo mismo con los vecinos de puntos más alejados. Da la impresión de que los entrerrianos no comprendieron el trascendental paso. O que ninguno que no fuera empleado de gobierno se le ocurrió aplaudirlo. Todo lo contrario: Juan José Urquiza, hermano del gobernador y vecino de Buenos Aires –que permaneció fiel Rosas– vuelve a aconsejarle fraternalmente el 28 de mayo que ponga sus propiedades a buen recaudo “pues tendrás que peregrinar en países extranjeros sin bienes” (1). El doctor Severo González, director de El Federal Entre­ Riano de Paraná, renuncia al periódico y se aleja de la provincia “por no tener fe”; el coronel Hilario Lagos, jefe de policía de Paraná, deja el cargo y se va a Buenos Aires a ponerse a las órdenes de Rosas. Años después el entonces general Francia, que en 1851 fuera Comandante de Paraná y debió como tal organizar y dirigir el “pronunciamiento” en esta ciudad, confesaba a Antonino Reyes la “violencia con que cedieron al pronunciamiento de Urquiza en 1851 los vecinos de Paraná”. “Usted va a juzgar del estado de nuestro espíritu – escribe el 18 de enero de 1885 el veterano comandante de Urquiza al viejo edecán de Rosas– el día de la proclamación del bando y fijación de éste en las calles del Paraná, por el siguiente hecho histórico e imponente de que fui testigo: Yo era Jefe de las armas, y la orden se dio para la formación de todas las tropas que allí se hallaban en número de 2.500 hombres. La columna se puso en marcha y no se oía más que la voz del pregón comunicando al pueblo la separación de la provincia de Entre Ríos y supresión de la encomienda al gobernador de Buenos Aires en las relaciones exteriores. En la tropa se oía el mismo silencio durante la marcha. De repente una sola y única voz (el Dr. Evaristo Carriego) gritó: ¡Muera el tirano Juan Manuel de Rosas! La columna hizo un raro movimiento como de echar un paso atrás, toda ella, y nadie contestó” (2). La República Independiente de Entr e Ríos El “pronunciamiento” consistió –como hemos visto– en la lectura pública por el pregonero, seguido por la tropa formada, de ambos decretos que llevan fecha 1º de mayo. De ellos el fundamental es aquel en que Urquiza, en su carácter de gobernador de Entre Ríos en uso de las facultades extraordinarias que inviste (es decir: por sí solo ­ para lo cual se encantaba autorizado– y desde Uruguay y no obstante la existencia de un ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


gobernador delegado o un ministro en la capital de provincia que era Paraná) acepta en términos irónicos una renuncia que habría presentado Rosas a “cultivar” las relaciones exteriores de la Confederación “delegada en su persona por todas cada una de las provincias que integran la República”, y en consecuencia, declara a la faz de la República, de la América y del Mundo: “1º) Que es la voluntad del pueblo entrerriano reasumir el ejercicio de las facultades inherentes a su territorial soberanía, delegada en la persona del Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General de Buenos Aires, para el cultivo de las relaciones exteriores y dirección de los negocios generales de paz y guerra en virtud del tratado cuadrilátero de las provincias litorales fecha 4 de enero de 1831. ”2º) Que una vez manifestada así la libre voluntad de la provincia de Entre Ríos, queda ésta en aptitud de entenderse directamente con los demás gobiernos del Mundo, hasta tanto que congregada la Asamblea Nacional de las demás provincias hermanas, sea definitivamente constituida la república.” Acompaña la firma de Urquiza (no puede decirse que la “refrenda” porque no es ministro), la de su novel secretario el doctor Juan Francisco Seguí, redactor material del documento. Este decreto, legalmente, es falso y nulo. Falso, porque Rosas no había renunciado, no podía hacerlo, a la encomienda de las relaciones exteriores de la Confederación. Esta había sido dada en 1830 por tratados bilaterales y no por el tratado de 1831, que tampoco fue cuadrilátero (Seguí lo confunde con el de 1822), por las provincias litorales al gobernador de Buenos Aires; y por las demás provincias también al gobernador de Buenos Aires mediante leyes de sus Juntas de Representantes dictadas entre 1831 y 1834. No estaba dada a la persona de Rosas, sino a quien ocupara el cargo de gobernador de Buenos Aires. No podía Rosas renunciar a las mismas reteniendo la gobernación de Buenos Aires y Jamás lo hizo, por otra parte. Seguí había tomado por el rabo, deliberadamente o no, las consideraciones de Rosas a la Junta de Representantes de Buenos Aires excusando en reelección en 1850 de gobernador de la provincia, aduciendo entre otras consideraciones el estado de su salud que le impedía “atender como se requiere el manejo de las relaciones exteriores, delegado por todas y cada una de las provincias de la Confederación Argentina en el gobernador de Buenos Aires”. No renunciaba a la delegación irrenunciable de las relaciones exteriores de la Confederación, renunciaba a ser reelecto gobernador por la Junta porteña de Representantes. Nulo. Porque el gobernador de Entre Ríos quebraba el sistema de Confederación al separar –aún provisoriamente– a su provincia del concierto de las demás argentinas. El sistema de Confederación se encontraba establecido en la Argentina por el Pacto Federal de 1831 y por diversos acuerdos interprovinciales y leyes provinciales. En ellos se delegaba permanente e irrenunciablemente la soberanía exterior de las provincias a la entidad “Confederación Argentina”. Un Pacto de Confederación no puede denunciarse, ni los estados confederados tienen un imposible derecho de secesión para romper a voluntad la unión federal. No es un tratado de alianza entre Estados soberanos para cumplir objetivos determinados o temporarios; es el acto constituyente, irrevocable, de una nacionalidad permanente. En una alianza, la soberanía exterior permanece en los Estados aliados, y en todo momento éstos conservan el derecho de denunciar el tratado de alianza y separarse de la liga: en una confederación, la soberanía exterior reside en forma irrevocable en el Estado constituido por la unión federal. La “alianza” de Estados ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


pertenece al derecho internacional, la “confederación” al derecho constitucional interno (3). ¿Qué fue en realidad el “pronunciamiento”? Por el decreto del lº de mayo de 1851, el gobernador de Entre Ríos declaraba la independencia nacional de su provincia, limitada hasta el momento de reunirse “la Asamblea de la República”. En virtud de esa independencia nacional la autoridad de Entre Ríos estaba en condiciones “de entenderse directamente con los demás gobiernos del Mundo”. Hablando en hechos, por ese decreto Urquiza se atribuía la facultad de Jefe de una nación soberana a fin de que su Ministro Plenipotenciario firmase en Montevideo un tratado de alianza con el Encargado de Negocios del Imperio de Brasil. Lo malo, lo monstruoso, es la dolorosa realidad que se pretende cubrir con el pabellón del temporario Estado independiente de Entre Ríos. Es que el Ejército de Operaciones de la Confederación Argentina, preparado, armado y destinado precisamente a la guerra con el Imperio de Brasil, dejaba desde ese momento de ser una fuerza argentina. Y con su general a la cabeza, cañones, parque, etc., provistos por la Confederación, pasaba a pertenecer a un ficticio Estado de Entre Ríos, aliado –por voluntad de su omnímodo gobernador– al Imperio de Brasil en su guerra contra la Confederación Argentina. Lo malo no es la independencia temporaria de Entre Ríos, que al fin y al cabo era y seguiría siendo irrevocablemente Argentina. Lo malo era el escamoteo del Ejército de Operaciones de la Confederación. Refer encias (1) Juan Urquiza a su hermano Justo del 28 de mayo de 1851, AU año 1851, Leg. may/jun. (2) General José María Francia a Antonino Reyes: repr. Por Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina (edición Editorial Americana), Tomo X, página 85. Evaristo Carriego se arrepentiría después del pronunciamiento: “Caseros, digo yo, es la patria perdida y sacrificada sin esperanza”. (Sila después de Mario, cit. Por M. C. Gras, Rosas y Urquiza, página 354) (3) Algunos constitucionalistas argentinos para justificar jurídicamente el “pronunciamiento” de Urquiza, han hablado de un imposible de “derecho de secesión” que conservarían las provincias confederadas. Lo hacen en base a escritores norteamericanos, ansiosos de justificar a los estados del Sur. En el caso argentino, el Pacto Federal dice muy claramente en su Art. 1º: “Habrá paz, firme amistad y unión estrecha y permanente…” entre las provincias signatarias. La unión permanente e irrevocable nació, pues, para Entre Ríos, desde el momento en que su delegado Crespo firmó el pacto en la ciudad de Santa Fe el 4 de enero de 1831, y la Junta de Representantes de la provincia lo ratificase el mes siguiente. Desde entonces Entre Ríos es irrenunciablemente argentina. Fuente Rosa, José María – El pronunciamiento de Urquiza – Ed. A. Peña Lillo S. A. – Buenos Aires (1977). ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


01 de Mayo

Tratado Secreto de la Triple Alianza

Campamento de Tuyutí – Oficiales del Batallón 1º de Corrientes

Al tiempo de librarse la Batalla de Tuyutí corre por el campamento aliado una noticia tremenda: El secretísimo tratado del 1 de mayo ha sido publicado y sus cláusulas, repartiéndose los despojos del Paraguay, son comentadas y analizadas en todos los países de América. El británico John Russell había impulsado a la guerra brasileño­argentina contra Paraguay, porque un Paraguay inaccesible a sus mercaderías, dueño de sus ríos, gestor de su propia riqueza, con altos hornos, telégrafo, ferrocarriles y fortaleza de Humaitá, era un escándalo en América. Pero en un momento dado, Russell creyó conveniente, siempre atento a sus motivos económicos, dar por terminada la guerra, chocando con los intereses de Brasil, dispuesto a llevarla hasta sus extremos; el inglés buscó entonces los mecanismos para que “toda América y toda Europa se pusiesen contra el prepotente Imperio y sus módicos auxiliares”. El 2 de marzo de 1866 Russell inserta el tratado secreto (en inglés) en un libro denominado Blue Book. El escándalo fue tremendo. Alberdi lo retradujo al español y fue publicado en La América de Buenos Aires en abril. Ese mismo mes, El Pueblo de Buenos Aires comentó “esa obra de cinismo y abyección… hierve la sangre de indignación ante tanto servilismo”. En el interior la prensa acusa abiertamente a Mitre de haber provocado la invasión a Corrientes. La América del 23 de mayo dice: El libro Azul (Blue book) de una monarquía egoísta, como las tablas del profeta del Sinaí, viene a advertir a la democracia muda o dormida que la venden por treinta dineros. El 1º de mayo de 1865, Francisco Octaviano de Almeida Rosa (reemplazante de Paranhos e integrante del partido liberal brasileño), Carlos de Castro (canciller del gobierno de Venancio Flores) y Rufino de Elizalde (canciller del de Mitre) firmaron en la ciudad de Buenos Aires el tratado de alianza que permanecería secreto debido a sus comprometedoras cláusulas, el mismo es el siguiente: Art. 1. La República Oriental del Uruguay, Su Majestad el Emperador del Brasil, y la República Argentina contraen alianza ofensiva y defensiva en la guerra provocada por el gobierno del Paraguay.

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Art. 2. Los aliados concurrirán con todos los medios de que puedan disponer, por tierra o por los ríos, según fuese necesario. Art. 3. Debiendo las hostilidades comenzar en el territorio de la República Argentina o en la parte colindante del territorio paraguayo, el mando en jefe y la dirección de los ejércitos aliados quedan a cargo del presidente de la República Argentina y general en jefe de su ejército, brigadier don Bartolomé Mitre. Las fuerzas navales de los aliados estarán a las inmediatas órdenes del Vice Almirante Visconde de Tamandaré, comandante en jefe de la escuadra de S.M. el Emperador del Brasil. Las fuerzas terrestres de S.M. el Emperador del Brasil formarán un ejército a las órdenes de su general en jefe, el brigadier don Manuel Luis Osorio. A pesar de que las altas partes contratantes están conformes en no cambiar el teatro de las operaciones de guerra, con todo, a fin de conservar los derechos soberanos de las tres naciones, ellas convienen desde ahora en observar el principio de la reciprocidad respecto al mando en jefe, para el caso de que esas operaciones tuviesen que pasar al territorio oriental o brasileño. Art. 4. El orden interior y la economía de las tropas quedan a cargo exclusivamente de sus jefes respectivos. El sueldo, provisiones, municiones de guerra, armas, vestuarios, equipo y medios de transporte de las tropas aliadas serán por cuenta de los respectivos Estados. Art. 5. Las altas partes contratantes se facilitarán mutuamente los auxilios que tengan y los que necesiten, en la forma que se acuerde. Art. 6. Los aliados se obligan solemnemente a no deponer las armas sino de común acuerdo, y mientras no hayan derrocado al actual gobierno del Paraguay, así como a no tratar separadamente, ni firmar ningún tratado de paz, tregua, armisticio, cualquiera que ponga fin o suspenda la guerra, sino por perfecta conformidad de todos. Art. 7. No siendo la guerra contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno, los aliados podrán admitir en una legión paraguaya a todos los ciudadanos de esa nación que quisieran concurrir al derrocamiento de dicho gobierno, y les proporcionarán los elementos que necesiten, en la forma y condiciones que se convenga. Art. 8. Los Aliados se obligan a respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de la República del Paraguay. En consecuencia el pueblo paraguayo podrá elegir el gobierno y las instituciones que le convengan, no incorporándose ni pidiendo el protectorado de ninguno de los aliados, como resultado de la guerra. Art. 9. La independencia, soberanía e integridad territorial de la República, serán garantizadas colectivamente, de conformidad con el artículo precedente, por las altas partes contratantes, por el término de cinco años. Art. 10. Queda convenido entre las altas partes contratantes que las exenciones, privilegios o concesiones que obtengan del gobierno del Paraguay serán comunes a todas ellas, gratuitamente si fuesen gratuitas, y con la misma compensación si fuesen condicionales. Art. 11. Derrocado que sea el gobierno del Paraguay, los aliados procederán a hacer los arreglos necesarios con las autoridades constituidas, para asegurar la libre navegación ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


de los ríos Paraná y Paraguay, de manera que los reglamentos o leyes de aquella República no obsten, impidan o graven el tránsito y navegación directa de los buques mercantes o de guerra de los Estados Aliados, que se dirijan a sus respectivos territorios o dominios que no pertenezcan al Paraguay, y tomarán las garantías convenientes para la efectividad de dichos arreglos, bajo la base de que esos reglamentos de política fluvial, bien sean para los dichos dos ríos o también para el Uruguay, se dictarán de común acuerdo entre los aliados y cualesquiera otros estados ribereños que, dentro del término que se convenga por los aliados, acepten la invitación que se les haga. Art. 12. Los aliados se reservan concertar las medidas más convenientes a fin de garantizar la paz con la República del Paraguay después del derrocamiento del actual gobierno. Art. 13. Los aliados nombrarán oportunamente los plenipotenciarios que han de celebrar los arreglos, convenciones o tratados a que hubiese lugar, con el gobierno que se establezca en el Paraguay. Art. 14. Los aliados exigirán de aquel gobierno el pago de los gastos de la guerra que se han visto obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas y particulares y a las personas de sus ciudadanos, sin expresa declaración de guerra, y por los daños y perjuicios causados subsiguientemente en violación de los principios que gobiernan las leyes de la guerra. La República Oriental del Uruguay exigirá también una indemnización proporcionada a los daños y perjuicios que le ha causado el gobierno del Paraguay por la guerra a que la ha forzado a entrar, en defensa de su seguridad amenazada por aquel gobierno. Art. 15. En una convención especial se determinará el modo y forma para la liquidación y pago de la deuda procedente de las causas antedichas. Art. l6. A fin de evitar discusiones y guerras que las cuestiones de límites envuelven, queda establecido que los aliados exigirán del gobierno del Paraguay que celebre tratados definitivos de límites con los respectivos gobiernos bajo las siguientes bases: La República Argentina quedará dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y Paraguay, hasta encontrar los límites del Imperio del Brasil, siendo éstos, en la ribera derecha del Río Paraguay, la Bahía Negra. El Imperio del Brasil quedará dividido de la República del Paraguay, en la parte del Paraná, por el primer río después del Salto de las Siete Caídas que, según el reciente mapa de Mouchez, es el Igurey, y desde la boca del Igurey y su curso superior hasta llegar a su nacimiento. En la parte de la ribera izquierda del Paraguay, por el Río Apa, desde su embocadura hasta su nacimiento. En el interior, desde la cumbre de la sierra de Mbaracayú, las vertientes del Este perteneciendo al Brasil y las del Oeste al Paraguay, y tirando líneas, tan rectas como se pueda, de dicha sierra al nacimiento del Apa y del Igurey. Art. 17. Los aliados se garanten recíprocamente el fiel cumplimiento de los acuerdos, arreglos y tratados que hayan de celebrarse con el gobierno que se establecerá en el Paraguay, en virtud de lo convenido en este tratado de alianza, el que permanecerá siempre en plena fuerza y vigor, al efecto de que estas estipulaciones serán respetadas por la República del Paraguay. A fin de obtener este resultado, ellas convienen en que, en caso de que una de las altas partes contratantes no pudiese obtener del gobierno del Paraguay el cumplimiento de lo acordado, o de que este gobierno intentase anular las ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


estipulaciones ajustadas con los aliados, las otras emplearán activamente sus esfuerzos para que sean respetadas. Si esos esfuerzos fuesen inútiles, los aliados concurrirán con todos sus medios, a fin de hacer efectiva la ejecución de lo estipulado. Art. 18. Este tratado quedará secreto hasta que el objeto principal de la alianza se haya obtenido. Art. 19. Las estipulaciones de este tratado que no requieran autorización legislativa para su ratificación, empezarán a tener efecto tan pronto como sean aprobadas por los gobiernos respectivos, y las otras desde el cambio de las ratificaciones, que tendrá lugar dentro del término de cuarenta días desde la fecha de dicho tratado, o antes si fuese posible. En testimonio de lo cual los abajo firmados, plenipotenciarios de S.E. el Presidente de la República Argentina, de S.M. el Emperador del Brasil y de S.E. el Gobernador Provisorio de la República Oriental, en virtud de nuestros plenos poderes, firmamos este tratado y le hacemos poner nuestros sellos en la Ciudad de Buenos Aires, el 1º de Mayo del año de Nuestro Señor de 1865. También se firmó un protocolo adicional, también secreto, que establecía lo siguiente: 1) demolición de las fortificaciones de Humaitá; 2) desarme de Paraguay y reparto de armas y elementos de guerra entre los aliados; y 3) reparto de trofeos y botín que se obtuvieran en territorio paraguayo. Fuente Rosa, José María – La Guerra del Paraguay y las montoneras argentinas – Buenos Aires (1985)

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01 de Mayo

Los sindicatos

Sin pan y sin trabajo (1894), óleo de Ernesto de la Cárcova

La explotación del hombre por el hombre generada por el crudo capitalismo emergente del liberalismo económico nacido a fines del siglo XVIII, provoca la aparición de una organización obrera revolucionaria. El sindicalismo vuelve a tener vigencia por estos carriles, negados los derechos de los trabajadores a agremiarse reconocidos desde la Edad Media. En 1864 aparece en Londres la I Internacional, en la que tendrá prevalencia Carlos Marx, pero también en ella estarán presentes los anarquistas, con Miguel Bakunin. Ya se visualizan las diferencias entre los socialistas, unos partidarios de la utilización de los mecanismos políticos burgueses para implantar la dictadura del proletario, y otros quienes para llegar al mismo objetivo, propician la destrucción del Estado burgués mediante la acción directa: los anarquistas. Los inmigrantes que llegaron a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, fueron portadores de estas ideologías y algunos dirigentes fundaron los primeros sindicatos. En 1877 se constituyó la Unión Tipográfica sobre la base de la Sociedad Tipográfica Bonaerense, que comenzó a actuar en 1857, quizás la más vieja entidad sindical del país. En 1878, la Unión Tipográfica realizó la primera huelga importante en la República. En la década del ’80 aparecieron la Unión Obreros Panaderos y la Sociedad de Obreros Molineros, las dos en 1881, la Unión Oficiales Yeseros (1882), Sociedad Obreros Tapiceros, Sociedad de Mayorales y Cocheros de Tranvías (ambas en 1883). En este año se forma la Sociedad de Resistencia de Obreros Marmoleros, y la Sociedad de Obreros Panaderos en 1885: estos dos gremios tienen como objeto la lucha sindical, mientras que los mencionados anteriormente son de ayuda mutua, fundamentalmente, lo mismo que “La Fraternidad”, creada en 1887 por conductores y foguistas ferroviarios. (1) En 1889 se constituyó en París la II Internacional, reunión a la que asistió un delegado del Club Socialista Vorwaerts, fundado por alemanes en 1882. En esta Internacional predominaron los socialistas y se estableció el 1º de mayo como “Día del Trabajo”, en homenaje a los obreros ajusticiados en Chicago y en demanda de la jornada de 8 horas de trabajo. En nuestro país, el Club Vorwaerts constituyó un Comité Internacional Obrero, que celebró el 1º de mayo por primera vez, en Buenos Aires, en 1890. Este Comité creó la Federación de Trabajadores de la República Argentina en 1891, con su periódico “El Obrero”. Fue la primera central obrera del país, donde disintieron socialistas y ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


anarquistas, lo que la llevó a su disolución en 1892. En 1894 hay una segunda Federación del mismo nombre, y en 1896 una tercera: ambas fracasaron. En 1901 aparece la Federación Obrera Argentina (FOA), integrada por socialistas y anarquistas, que dura lo que un lirio. En 1903 se separan los socialistas y forman la unión General de Trabajadores (UGT). En 1902, según proyecto presentado por Miguel Cané, el Congreso dicta la ley Nº 4.144, llamada “de residencia”, por la cual, mediante un simple decreto, el poder ejecutivo nacional podía, por el artículo 2º, sin juicio previo, desterrar del país a todo extranjero “que comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público”; además su artículo 3º prescribía que “El poder ejecutivo podrá impedir la entrada al territorio de la República a todo extranjero cuyos antecedentes autoricen a incluirlo entre aquéllos a que se refieren “los artículos anteriores”, comprendiendo los casos de extranjeros condenados o perseguidos por tribunales extranjeros por crímenes o delitos comunes, que también podían ser expulsados (artículos 1 y 2). En 1904, como las huelgas y la violencia obrera no cesan, Joaquín V. González, ministro del interior de Roca, proyecta un Código del Trabajo que el Congreso no sanciona. Establecía la jornada de trabajo de 48 horas semanales, 42 para los menores; el descanso dominical y en ciertos días feriados, prescripciones sobre trabajo a domicilio, condiciones de higiene y seguridad, contratos colectivos, asociaciones industriales y obreras, etc. Normas que prohibían a los gremios coaccionar a los obreros no asociados para que no concurriesen a trabajar en caso de huelga, la facultad del Estado de disolver un sindicato cuando alterase la paz y el orden, entre otros casos, hizo que tanto la FOA como la UGT rechazaran el proyecto. No así el Partido Socialista, que en su sexto congreso reunido en Rosario aceptó en general el proyecto. Volviendo a la evolución de las centrales gremiales, la FOA, que quedó con las anarquistas solamente, se transformó, en su cuarto congreso, en Federación Obrera Regional Argentina (FORA). En el quinto congreso se declaró consustanciada con el comunismo anárquico. En el seno de la socialista UGT, aparece hacia 1903 la corriente sindicalista que declaró que: “Los sindicatos y no el partido político son el arma principal de la lucha proletaria”. (2) Los sindicalistas fueron una corriente intermedia entre socialistas y anarquistas; no despreciaban la acción política, pero la subordinaban a la actividad sindical; la huelga general, como método de lucha, los acercaba al anarquismo. Las huelgas violentas llenan los primeros años del siglo. En 1907, en Ingeniero White, son muertos 7 obreros por la policía. El 1º de mayo de 1909 hay dos actos en Buenos Aires: uno organizado por la FORA, anarquista, y el otro por la UGT, socialista y sindicalista. Como el primero no había sido autorizado, la policía intenta disolverlo; dado que los obreros insisten en realizarlo, aquélla apela a las armas de fuego, lo que provocó 8 muertes y 40 heridos, entre los trabajadores. La UGT, cuyo mitin estuvo permitido, se adhiere al duelo, y se declara la huelga general. Se implanta el estado de sitio y se aplica la ley 4.144. En represalia, en noviembre, el jefe de policía, coronel Ramón L. Falcón, y su secretario son muertos en un atentado anarquista. El clima de confraternidad obrera lleva ese mismo año a la creación de la Confederación Obrera Regional Argentina (CORA), a la cual se volcó la UGT y algunos gremios de la FORA, aunque esta siguió con su actividad. En mayo de 1910, se aprestaba a vivir la República los festejos del centenario de la Revolución de Mayo. Los anarquistas declararon la huelga general el 14 de mayo, por ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


lo que se restablece el estado de sitio. En junio de 1910 estalla una bomba en plena sala del teatro Colón, en uno de los actos conmemorativos. El Congreso sanciona entonces la ley N1 7.029, llamada de “defensa social”: se prohibía la entrada al país a los anarquistas y a los que preconizaran el uso de la fuerza contra funcionarios públicos, o gobierno en general o instituciones de la sociedad. También se vedaba constituir una asociación de personas o reunirse con la finalidad de propagar, instigar o cometer hechos sancionados por las leyes nacionales. Los actos de terrorismo se reprimían hasta con la pena de muerte. En 1914 se incorpora la CORA a la FORA; los sindicalistas mantienen ahora predominio en ésta. En el IX Congreso de la FORA, que se realiza en 1915, los asistentes se manifiestan mayoritariamente sindicalistas. Los anarquistas, que pretenden un pronunciamiento a favor del comunismo anárquico, se separan y forman su propia organización que denominan FORA del V Congreso. Quedan así perfiladas la FORA del IX Congreso, donde conviven socialistas y sindicalistas, con prevalencia de éstos, y la minoritaria FORA del V Congreso, que nuclear a anarquistas. La primera acrecentará su poderío en la presidencia de Yrigoyen, quien mirará al sindicalismo con simpatía. (3) Además de las corrientes anarquistas, socialistas y sindicalistas, la cuestión social también preocupa al catolicismo. En la I Asamblea de los Católicos Argentinos celebrada en Buenos Aires a partir del 15 de agosto de 1884, en la que participaron más de 140 delegados de todo el país, se resolvió en materia social seguir trabajando activamente por la implantación del feriado dominical (4), propició la enseñanza técnica de la juventud mediante la creación de escuelas de artes y oficios; preconizó la fundación de círculos de trabajadores con fines de edificación, propaganda y socorros mutuos, algunos de los cuales ya funcionaban en Buenos Aires y en Córdoba; también auspició el establecimiento de talleres obreros y oficina de colocación para los desocupados. Estrada señaló como tema de estudio el de la vivienda: “No hay sociedad sólida sin familia regular; y no hay familia regular sin hogar seguro e independiente. Los arrendamientos precarios, las aglomeraciones de familias en edificios comunes, las habitaciones estrechas e insalubres, conspiran contra la vida, contra la dignidad y contra la moral de las clases obreras”. (5) Emilio Lamarca, en su intervención, además de condenar el clima fraudulento que se vivía, y al “cosmopolitismo sectario” de quienes llamó “oligarquía”, en el diario “La Unión”, condenó la política oficial autora de tanta corrupción y males sociales. (6) En 1891, León XIII escribía la encíclica “Rerum Novarum”, en la que el Papa condenaba los excesos del capitalismo liberal; afirmaba el derecho privado de propiedad pero le atribuía a ésta una función social; no admitía la libre contratación del trabajo y afirmaba la necesidad del dictado de una legislación social; condenaba como falso que el trabajo fuera una mercancía y que su valor dependiera de leyes económicas inexorables, debiendo el salario del obrero bastarle para poder vivir él y su familia en condiciones ordinarias; y defendía el derecho de los obreros a organizarse sindicalmente para defender sus derechos. Los principios de esta encíclica fueron difundidos en Argentina, y desde allí en más, los católicos se entregaron a la acción social. El padre Federico Grote fundó en 1892 los Círculos de Obreros; que difundieron el mutualismo entre los trabajadores y les ofrecieron un sano esparcimiento. En 1912 los círculos establecidos eran 77, con 22.930 socios (7). Paralela a los Círculos de Obreros, Grote fundó en 1902 la Liga Democrática Cristiana, para procurar formar corporaciones gremiales y profesionales, y trabajar para obtener una legislación protectora de la clase obrera, entre otros objetivos. (8) ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


En el II Congreso de los Católicos celebrado en Buenos Aires en 1907, se resolvió propiciar la creación de sociedades protectoras de la familia obrera, la creación de sociedades de socorros mutuos, la construcción de casas económicas para los obreros y el avance en materia de legislación social (9). Como fruto del III Congreso realizado en Córdoba en 1908, Emilio Lamarca promovió la fundación de la Liga Social Argentina, cuyos objetivos eran sustentar la organización cristiana de la sociedad, combatir todo error o tendencia subversiva, “levantar intelectual y socialmente todas las profesiones y clases sociales” (10). La Liga Social Argentina logró contar con más de 5.000 adherentes en 1914, y el número de centros en 1919 era 184. (11) Los católicos estuvieron presentes en la sanción de las leyes sociales de la época. La primera, que establecía el descanso dominical, de 1905, y la segunda, de 1907, que reglamentaba el trabajo de mujeres y menores, ambas fueron propiciadas por el diputado Santiago O’Farrell, entre otros legisladores, como el socialista Alfredo L. Placios. O’Farrell fue presidente de la Federación de Círculos Obreros. Ambas conquistas ya habían sido propiciadas por los católicos desde 1884 en adelante. Estas dos leyes, según Auzá, fueron las dos primeras leyes laborales que se dictaron en América. (12) Otro diputado católico, Arturo M. Bas, propició en 1915 la ley Nº 9.688, de accidentes de trabajo, y la ley Nº 9.148 de agencias gratuitas de colocaciones, de 1913. Juan F. Cafferata, también militante católico, propició en 1915 la ley Nº 9.677 de viviendas económicas. Fuera del período que estudiamos, Bas y Cafferata, propiciaron múltiples iniciativas convertidas en leyes laborales, a veces, y otras, con menos suerte, quedaron en meros proyectos. Esto puede consultarse en uno de los ilustrativos trabajos de Auzá (13). También, merced a los diputados José Luis Cantilo y Ernesto Padilla, de extracción católica, fue reorganizado el Departamento de Trabajo, en 1912, que había sido creado por ley de 1907. Los católicos dijeron cosas profundas respecto de la cuestión social. Emilio Lamarca, en aquella época, demuestra que el liberalismo criollo sólo ha generado socialismo y anarquismo a fuerza de predicar la inexistencia de Dios, de su ley, que “no hay más divinidad real, activa, imponente, que la materia eterna, eternamente evolutiva”, que “el hombre no es hechura del Creador, sino que desciende de los célebres monos catarrhinos”, que “no hay, por consiguiente, tal libre albedrío; todo se reduce a fuerza y materia” (14) Con tales apotegmas enseñados y practicados por los positivistas – profesores, periodistas, funcionarios, científicos y “filósofos” del régimen­ ciertos sectores sociales se dedicarán al intento de destruir al Estado y a las fuerzas patronales. Dice Lamarca: “el pueblo es sencillamente lógico y fatalmente saca las desastrosas consecuencias de las falaces doctrinas que se le inculcan”. “Las hordas de pitecántropos, una vez afeitados y descolados”, en el ocurrente giro de Lamarca, desprovistos de todo prejuicio ético, se entregan a la acción directa, aunque evolucionados en sus métodos, pues habiendo rumiado los rudimentos de la física y de la química, están en condiciones de fabricar elementos detonantes, agregamos nosotros. Agrega Lamarca: “El liberalismo suele protestar contra semejantes doctrinas cuando se traducen en hechos; pero él las ha iniciado, él ha puesto en duda hasta lo más sagrado, él ha cohonestado, él ha suministrado las causas, él las ha fomentado y aplaudido, y para el pueblo estos no son cuentos; lo precipitan a las vías de hecho”. Y concluye afirmando que al coronel Falcón, son los liberales los que lo han muerto. Los positivistas del ’80 recogían a principios del siglo XX el resultado de lo que habían sembrado. (15) ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


La cuestión social no afectó solamente a la ciudad. En el campo la situación de los arrendatarios era difícil, sometidos a leoninos contratos de locación, que significaban en muchos casos tener que desprenderse de la mitad de lo recolectado, con plazos muy limitados de duración, y debiendo soportar imposiciones de los dueños de las extensiones que exigían, por ejemplo, que las labores agrícolas se realizaran con sus máquinas. En 1912, en Alcorta, impulsados por el cura de la localidad, Pascual Netri, más de dos mil colonos paralizaron sus labores agrícolas y exigieron contratos de arrendamiento de por lo menos 4 años, pago del alquiler con un 25% de lo producido, libertad de realizar las labores agrícolas con las máquinas que decidiera el agricultor, etc. El llamado “Grito de Alcorta” se irradió a zonas agrícolas de Buenos Aires y Córdoba, y fue todo un éxito. Los propietarios se vieron obligados a aceptar la demanda de los colonos. Las mejoras beneficiaron a muchos, pues el número de arrendatarios había crecido. En la provincia de Santa Fe, el porcentaje de explotaciones trabajadas por gente que no era propietaria, pasó entre los años 1895 y 1914, del 37,59% al 69%, en la provincia de Buenos Aires del 49,64% al 56,54%, en Córdoba del 13,14% al 56,86%, y en Entre Ríos del 20,91% al 43,06%. (16) Refer encias (1) Matsushita, Hiroshi, Movimiento obrero argentino (1930­1945), página 107, Buenos Aires (1986). (2) Ibídem, página 107. (3) Ver Baily, Samuel L., Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina, páginas 22 y siguientes, Buenos Aires (1986). (4) Se resolvió “boicotear” a las empresas que hicieran trabajar a su personal los días domingos (Auzá, Néstor Tomás, Católicos y liberales en la generación del ochenta, página 283, Buenos Aires (1981). (5) Ibídem, página 285. (6) Ibídem, páginas 279 y siguientes. (7) Auzá, Néstor T., Los católicos argentinos. Su experiencia política y social, página 62, Buenos Aires (1984). (8) Zuretti, Juan Carlos, Nueva historia eclesiástica argentina, página 377, Buenos Aires (1972). (9) Auzá, Nestor T., Op, Cit, página 70. (10) Ibídem, página 137. (11) Ibídem, página 138. (12) Ibídem, página 143. (13) Ibídem, páginas 141 y siguientes. (14) Lamarca, Emilio, Necesidad de la acción social en “Las ideas sociales de Emilio lamarca”, Buenos Aires (1922), Edic. UPCA, páginas 82/3 Cit. Por Cárdenas, Eduardo J. y Paya, Carlos M., Op. Cit. Páginas 283/4. (15) Ibídem, páginas 285/6 (en el trabajo sobre el pensamiento de Lamarca, páginas 84/5 y 93/4). ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


(16) Gallo, Ezequiel y Cortes Conde, Roberto, Historia Argentina, Tº V, “Paidós”, página 180. Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado Petrocelli, Héctor B. – Historia Constitucional Argentina – Keynes – Rosario (1993).

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02 de Mayo

Batalla de Estero Bellaco

Campamento argentino en los montes de la costa del río Paraná, frente a Itapirú, Provincia de Corrientes ­ 2 de mayo de 1866, Combate de Estero Bellaco

Guerra del Paraguay. Ha pasado más de un año desde la iniciación de la guerra, y los diarios porteños, transcurrido el primer momento de entusiasmo bélico, empiezan a burlarse de su frase “en seis meses en Asunción”. Para descargarse, Mitre escribe dolorido al vicepresidente Marcos Paz: “¿Quién no sabe que los traidores alentaron al Paraguay a declararnos la guerra? Si la mitad de Corrientes no hubiera traicionado la causa nacional armándose a favor del enemigo; si Entre Ríos no se hubiere sublevado dos veces; si casi todos los contingentes incompletos de las provincias no se hubieran sublevado al venir a cumplir con su deber; si una opinión simpática al enemigo no hubiera alentado la traición, ¿quién duda que la guerra estaría terminada ya?. No puede darse confesión más acabada de la impopularidad de la guerra. Contradiciendo sus proclamas henchidas de entusiasmo y retórica, acepta en carta particular que por lo menos la mitad de Corrientes, todo Entre Ríos y casi todo el interior “traicionaban” la guerra. Buenos Aires, gobernada por su partido, no podía hacerlo y de allí exclusivamente llegaban contingentes de “voluntarios” que morirían heroica e inútilmente como en Pehuajó. Las virtudes estratégicas de Mitre empiezan a desconcertar a los jefes aliados. “Yo no sé que será de nosotros” escribe Venancio Flores a su esposa el 3 de Marzo, al día siguiente de un contraste que había costado “perder casi totalmente la División Oriental, y de veras que si a la crítica situación en que estamos se agrega la constante apatía del general Mitre, bien puede suceder que yendo por lana salgamos trasquilados”. Luego del combate mantenido entre brasileños y paraguayos a raíz del intento de estos últimos de recuperar la isla ubicada frente a Itapirú, con gran pérdida de vidas para los atacantes que fueron valerosamente contenidos por los infantes del Imperio, se produjo la invasión por el Paso de la Patria. Penosa, muy penosamente, se desenvuelve el cruce del Paraná. El terreno de la otra orilla está formado por esteros de los cuales emergen, a manera de islas, los potreros secos de Tuyutí y Paso Pucú. Inexplicablemente para Mitre, el mariscal Francisco Solano López ha concentrado sus fuerzas en este último sitio, dejándole libre el avance ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


al primero. No quiere creer que podrá ser una trampa, no obstante las advertencias de sus compañeros de armas. Todo su propósito en esos primeros meses de 1866 está en ocupar Tuyutí. Ni se le ocurre –como planean los brasileños­ una operación envolvente por el Chaco, que conduciría por mejor terreno hasta Asunción. Solano López, al concentrar sus fuerzas en Paso Pacú le brindaba a Mitre el campo de Tuyutí, porque su plan estaba en encerrar allí a los ejércitos aliados para vencerlos en una batalla definitiva. Grave error, pues teniendo frente suyo a un general como Mitre, no debió emplearse en una sola batalla, siempre aleatoria, sino desgastar al adversario en una lucha larga. Pero Solano López aún no sabía quién era Mitre. El 2 de mayo de 1866, el mariscal López ordenó un reconocimiento ofensivo al sur del Estero Bellaco, para imponerse de la ubicación del oponente. Las fuerzas aliadas entraron en campo paraguayo, sin figurarse el peligro y los sinsabores que les esperaba. El ejército adversario retrocedía sin hacer resistencia. Todo vaticinaba un éxito próximo y seguro. Siguiendo las huellas de las tropas de López, avanzaron por el camino real de Humaitá, hasta llegar, sin dificultad, al Estero Bellaco del Sud, en cuyas proximidades acampó la vanguardia, compuesta de cuatro batallones uruguayos, cuatro batallones brasileños, cuatro piezas de artillería, algunos regimientos de caballería riograndesa y doscientos jinetes de la escolta particular del general Flores. Total, siete mil hombres de las tres armas. La posición de las fuerzas de Flores era, como sigue, en aquel momento: Los cuatro batallones brasileños citados estaban acampados detrás de una suave cuchilla. El batallón 7º, que era el más avanzado, protegía las cuatro piezas del regimiento 1º de artillería. A ochocientos metros a retaguardia estaban el 21 y 38 cuerpos de “Voluntarios da Patria”. Los batallones uruguayos Veinticuatro de Abril, Florida, Independencia y Libertad ocupaban la izquierda de las tropas imperiales. A las doce del día, cuando los aliados se entregaban a devorar el rancho, hicieron irrupción los paraguayos por los tres pasos del Estero, arrollando los puestos avanzados de la vanguardia. El empuje de la caballería paraguaya sembró en un primer momento el desconcierto entre las fuerzas brasileñas y orientales, más, rehechos los batallones y regimientos y recibidos oportunos refuerzos, fue rechazada junto con los cuerpos de infantería comprometidos en la operación. En efecto, cuando la vanguardia del ejército aliado había sido completamente derrotada, el coronel José Díaz, comandante de las tropas paraguayas, quiso ir más allá todavía. En vez de ordenar en el acto la retirada, toda vez que el objetivo de la operación ya había sido cumplido, se empeñó en una imprudente persecución, sin pensar que se alejaba de su base, para estrellarse contra el grueso del ejército aliado. Y hubo de soportar, con tropas fatigadas, la presión terrible de todo el poder del oponente en movimiento.

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Al otro lado del Estero, Díaz hizo fracasar un movimiento envolvente de las tropas brasileñas, intentado por el Paso Sidra, rechazándolos dos veces a la bayoneta, obligándolos a huir. En el momento de mayor riesgo para las armas aliadas, un sargento del 1º de Caballería, Pedro Utural, “el Rigoletto del vivac, aquel bravo soldado que hacía reír en el descanso y temblar en la pelea”, picó las espuelas a su caballo y se dirigió hacia la carpa del jefe, teniente coronel Ignacio Segovia, que no se encontraba en ella pues había salido a dar órdenes para repeler el ataque. Utural pensó que la gloriosa bandera y los estandartes del regimiento podían caer en manos del enemigo y empujó a su cansado “matungo” sobre la carpa, de modo que al caer, el paño cubriera las petacas donde se guardaban las enseñas. Las lanzas y las balas paraguayas lo respetaron en aquella y en otras ocasiones, pero “una bala argentina” lo mató años más tarde en la batalla de Santa Rosa. Segovia “estuvo muy brillante, no obstante que entre algunos no tiene fama de valiente”, acota Seeber, y agrega: “Entre nosotros, los que tienen un valor tranquilo y reflexivo no gozan del crédito de los matones y atrevidos, cuando en ellos ese desprecio por la vida suele estar en razón directa de su brutalidad, ignorancia o inconsciencia”. El combate entre regimientos de caballería resultaba heroico y a la vez extraño. Los hombres y las cabalgaduras peleaban exhaustos. Los primeros se movían pesadamente, fatigados y mal comidos; las segundas verdaderos jamelgos, no sentían ya el efecto de las espuelas, ni siquiera de las inmensas “lloronas” que usaban los paraguayos sobre el talón desnudo. Sin embargo, la muerte hacía su obra. El sargento Froilán Leyría, de veinte años de edad, desplegaba un coraje sin límites y no daba cuartel a su lanza, empapada en la sangre de los adversarios. Hasta que catorce heridas de arma blanca lo hicieron caer exánime: sin embargo, salvó la vida y con el tiempo llegó a teniente coronel. Y el teniente Pelliza, del 1º de Caballería, que sufría un arresto al iniciarse la lucha y había pedido cambiar su encierro por un lugar en el sitio de mayor peligro, gritaba, en medio del polvo, el humo y el entrechocar de aceros, la consigna de su cuerpo: “Patria y bravura”. Por su parte, el sargento Luna, de la misma unidad, que había tomado a punta de sable un estandarte paraguayo, lo ponía en manos del general en jefe, Bartolomé Mitre, quien lo ascendía a alférez sobre el campo de batalla. En Estero Bellaco, los guardias nacionales de las provincias mostraron que ya estaban en condiciones de pelear codo a codo con los veteranos del Ejército de Línea. El Regimiento Rosario y los batallones 1º de Corrientes, Tucumán y Catamarca, desplegaron impávidos y rompieron nutrido fuego de fusilería. En seguida. Llegaron la primera y segunda división del Primer Cuerpo, que aceleraron la retirada de los paraguayos. Sin embargo, la falta de caballos hizo imposible convertir el rechazo en completa y contundente victoria. La noche puso término a la batalla. En esta lucha sangrienta los paraguayos sufrieron entre 1.300 y 2.300 bajas, de los cuales 300 fueron hechos prisioneros. Las bajas aliadas sumaron un poco más de 2.000 hombres (1.600 brasileños, 400 uruguayos y 61 argentinos). El error de López en esta etapa de la guerra estuvo en replegar el grueso de sus tropas a Paso Pacú para arriesgar el todo por el todo en una sola batalla (que habría de ser Tuyutí, según su plan). Una sola batalla puede ganarse o perderse por causas ajenas al ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


mando en jefe o la calidad de las tropas, como sucedería precisamente en Tuyutí. López suponía condiciones militares a Mitre, por lo menos dignas del prestigio pregonado en La Nación Argentina. Cuando se dio cuenta, después de Curupaytí, con qué clase de estratega tenía que habérselas, era tarde para ganar la guerra. También los brasileños habían comprendido los puntos que calzaba el General en Jefe; poco menos que exigirían más tarde su reemplazo por el duque de Caixas para que la guerra tuviese fin. Fuentes De Marco, Miguel A. La Guerra del Paraguay. Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado O’Leary, Juan E. El Centauro de Ibicui Rosa, José María. La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas. Toyos, Mayor (R) Sergio. La Guerra del Paraguay (1865 y 1870) – (Servicio Histórico del Ejército)

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02 de Mayo

Domingo Sosa

Coronel Domingo Sosa (1788­1866)

Nació esclavo en Buenos Aires en 1788. No tuvo educación y tardíamente aprendió a leer y escribir. El 1º de febrero de 1808 sentó plaza como soldado en el Batallón de Pardos y Morenos, después Regimiento Nº 6, en el que se hallaba cuando tuvieron lugar los acontecimientos de mayo de 1810. Los días 23 y 24 de este mes se halló con su batallón en la Recoba Vieja con el objeto de mantener el orden hasta que fue instalada la Primera Junta de Gobierno, en que se retiró al cuartel. El 25 de mayo de 1810 marchó en un piquete que se pidió al Batallón para publicar el bando de la destitución del Virrey Cisneros y su reemplazo por la Junta presidida por Saavedra. El 3 de setiembre del mismo año, Sosa fue ascendido a Cabo 1º. El 1º de diciembre de aquel año memorable marchó con su cuerpo hasta La Bajada del Paraná, desde donde regresó a los 3 o 4 meses hasta Arrecifes; de cuyo punto recibió orden el batallón de contramarchar con destino al Paraguay, en auxilio del general Belgrano. Al llegar a la jurisdicción de Corrientes los encontró un chasque enviado por aquel General, para que suspendieran la marcha por haber capitulado; entonces marchó el batallón a la Banda Oriental, a poner el primer sitio a la ciudad de Montevideo, a las órdenes del coronel Rondeau. Se halló en el combate del Cordón, el 4 de julio de 1811, en el cual una columna realista de 300 hombres salió de la plaza y tropezó con una compañía de Pardos y Morenos, que al mando de su aguerrido capitán Agustín Sosa, había sido emboscada por Rondeau la noche anterior. Este último, en su parte del mismo día dice: “La intrepidez y valor de los Pardos y Morenos y su denodado jefe los hace dignos de los mayores elogios”. El cabo Sosa formaba parte de esta compañía. Ajustado con Elío el tratado del 20 de octubre del mismo año, el Batallón de Pardos y Morenos regresó a Buenos Aires en el curso del mes siguiente y por su comportamiento en la campaña, Sosa fue ascendido a sargento 2º el 6 de agosto de 1811; a sargento 1º el 10 de diciembre del mismo año y a alférez, el 20 de enero de 1812. En esta época volvió a salir a campaña con su batallón, participando en el segundo sitio de Montevideo, en octubre de aquel año. Se halló en la batalla del Cerrito, el 31 de diciembre de 1812, siendo condecorado por el Superior Gobierno con una medalla de plata y declarado Benemérito de la Patria en grado heroico tres veces en aquella campaña, y el 15 de enero de 1813 ascendió a teniente 2º. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


El Batallón de Pardos y Morenos destacó un piquete en abril de 1813, del que formó parte el teniente Sosa, el cual marchó en la expedición a la Costa del Río Yaguarón, a las órdenes del coronel Domingo French y del teniente coronel Enrique Martínez; donde sostuvieron el 19 de mayo, en “El Quilombo”, un fuerte combate contra tropas españolas y portuguesas que se habían fortificado en dicho punto. Después de obtenido el triunfo y de demoler aquella fortificación, regresó los últimos días de julio, a incorporarse al ejército sitiador, permaneciendo en él y participando diariamente en combates parciales que tenían lugar hasta el 23 de junio de 1814, en que entró el ejército de Alvear en la plaza. Recibió la medalla acordada por el Superior Gobierno. El 14 de agosto del mismo año se embarcó con su Regimiento para Santa Fe, a las órdenes del teniente coronel Mariano Díaz. Desde aquella ciudad continuaron viaje hasta el Alto Perú, para incorporarse al Ejército del Norte, al mando del general Rondeau. Se halló con su Regimiento en la acción de los cerros de Vilohuma, el 27 y 28 de noviembre de 1815 y en la de Sipe­Sipe, el día 29 del mismo mes, en la que se concluyó el bravo Regimiento Nº 6, perteneciendo Sosa a la 1ª Compañía del 2º Batallón del mismo. En abril de 1816 regresó a Buenos Aires, y fue agregado al Estado Mayor de plaza y empleado en la instrucción de los batallones de esclavos que se crearon con el nombre de Argentinos, a las órdenes del coronel José Olaguer Feliú (1). Se halló también en esa época destacado en “Las Bruscas”, depósito de prisioneros españoles. El 24 de setiembre de 1819 ascendió a capitán graduado, recibiendo la efectividad el 6 de octubre del mismo año. El 18 de octubre de 1820 era instructor del 4º Batallón de “Argentinos” y revistaba agregado al Estado Mayor de plaza. El 28 de febrero de 1822 obtuvo su reforma militar. El 21 de julio de 1828 volvió al servicio activo y agregado al Batallón 4º de Patricios. El 5 de octubre de 1829 recibió el grado de sargento mayor; habiendo actuado en el curso de este mismo año con las divisiones federales que asediaron la capital de la República, defendida por las fuerzas de Lavalle; incorporándose el mayor Sosa a la división del coronel Rolón. El 10 de noviembre de 1829 era capitán con grado de mayor a cargo de la 2ª Compañía del Regimiento de Milicia Activa de Infantería, y el 22 de agosto de 1830 tenía en la División de Infantería Patricia el mismo cargo. En febrero de 1831 salió al mando de una compañía del Batallón “Defensores de Buenos Aires”, para expedicionar a Córdoba contra el ejército del general Paz; yendo Sosa a las órdenes de los generales Juan Ramón Balcarce y Enrique Martínez. Caído prisionero el general enemigo y ocupada la capital de aquella provincia, regresó a Buenos Aires el Ejército de Reserva al mando de Balcarce y su Jefe de estado Mayor Martínez, llegando a esta ciudad el 20 de setiembre de 1831. El 2 de mayo de este mismo año recibió la efectividad de sargento mayor, continuando sus servicios en el batallón 4º de Patricios hasta el 23 de marzo de 1834, en que después del derrocamiento de Balcarce pasó a la Plana Mayor del Ejército. Poco antes de subir Rosas al poder por segunda vez, se retiró a su casa como reformado. Por esta causa fue dado de baja el 24 de noviembre de 1834, por estar comprendido en la sanción de la Honorable Sala del 19 de agosto del mismo año. El 2 de noviembre había ascendido a teniente coronel graduado. En 1845 fue nuevamente llamado al servicio activo para organizar el “Batallón Provincial”, en el cual continuó sirviendo hasta el 3 de febrero de 1852, en que tomó ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


parte en la batalla de Caseros, donde fue gravísimamente herido por una bala que le atravesó la caja toráxica, y otra que le perforó un brazo. Tan luego que se restableció de sus graves heridas, fue llamado por el gobernador Dr. Vicente López, quien le dio el mando del Batallón 4º de Guardias Nacionales de Infantería, recibiendo el 1º de mayo de 1852 la efectividad de teniente coronel. Concurrió con aquel cuerpo al pronunciamiento del 11 de setiembre y en diciembre del mismo año, a consecuencia de la rebelión del coronel Hilario Lagos, el comandante Sosa con su batallón y el coronel Silvino Olivieri con la Legión Italiana, constituyeron su acantonamiento en la plaza de Lorea, sobre la calle Federación (actual Avda. Rivadavia); actuando el primero al mando de toda la línea del centro de la defensa, sin tener 2º jefe, y participó en todos los hechos de armas que tuvieron lugar en los siete meses de asedio que soportó la Capital; siendo premiado el 6 de diciembre de 1852 con el grado de coronel, cuya efectividad recibió el 1º de marzo de 1853. Posteriormente el Gobierno le dio el mando del Regimiento 3º de Guardias Nacionales de Infantería, cuerpo con el cual se halló en la defensa de la Capital cuando fue sitiada por las tropas del Gral. Urquiza, vencedoras en Cepeda, operación de guerra que quedó terminada con el pacto del 11 de noviembre. Cuando el ejército de Mitre salió a la campaña que culminó con la batalla de Pavón, el coronel Sosa con su regimiento permaneció en la Capital, estando encargado aquél del mando de la Sección del Centro de la línea de defensa de la ciudad, bajo el comando superior del coronel Julián Martínez. Terminada la guerra, el coronel Sosa continuó al mando del Regimiento 3º de Guardias Nacionales de Infantería, en el ejercicio del cual falleció en Buenos Aires, en la madrugada del 2 de mayo de 1866, siendo su segundo el sargento mayor Manuel Castellanos. El coronel Domingo Sosa ocupó una banca en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, siendo elegido en los comicios del 30 de marzo de 1856. Se había casado en primeras nupcias con Pascuala de la Roza Contreras, la que falleció el 26 de junio de 1851. Contrajo segundo matrimonio con Petrona Mauriño, porteña, la que falleció en esta ciudad, el 22 de octubre de 1859, a la edad de 74 años. La madre del coronel Sosa falleció en Buenos Aires en setiembre de 1821. Junto con Lorenzo Barcala, fue uno de los dos únicos coroneles negros en la historia de nuestro país. Refer encia (1) El 1º de octubre de 1817 solicitó su retiro del servicio activo a causa de la inutilidad que le habían acarreado sus achaques y suplicó se le diese el grado de capitán; solicitud que no fue resuelta. Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. www.revisionistas.com.ar Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

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02 de Mayo

German Burmeister

Dr. Germán Burmeister (1807­1892)

Karl Hermann Conrad Burmeister nació el 15 de Enero de 1807, coincidiendo esta fecha con el primer aniversario matrimonial de sus padres, en Stralsund, donde su padre era el segundo empleado de la Real Oficina de Licencias sueca, pasando más tarde y en el mismo carácter al servicio de la administración aduanera de Prusia, lo que disminuyó notablemente sus entradas pecuniarias, circunstancia que unida a otras causas le obligó a pedir su jubilación en 1824, muriendo en diciembre del mismo año. Su viuda con los cinco hijos que dejó, no contaba con más recursos de subsistencia que los que su marido había economizado a fuerza de trabajos arduos, pues, del estado ninguna pensión recibía. Era hija del auditor de guerra de guarnición sueco C. N. Freund, literato conocido, de quien había heredado dotes literarias que a su vez transmitió a su hijo mayor Hermann. Este ingresó en el año 1814 en el gimnasio de su ciudad natal, que en aquella época tenía un excelente cuerpo docente, ejerciendo, sobre todo, el profesor de dibujo W. Brüggemann una grande influencia sobre el espíritu del joven y a quien, sin duda, era en gran parte debido de que, más tarde, el naturalista llegó a ser maestro también en la representación gráfica de sus investigaciones. Después de haber absuelto allí, en 1825, el examen de bachillerato, ingresó en la Universidad de Greifswald, para estudiar las Ciencias Médicas y Naturales; por estas últimas ya había tomado afición como alumno de la 3º clase del Gimnasio de Stralsund, y como coleccionista de insectos. De la Universidad de Greifswald, en la que dirigían su educación científica los profesores Rosenthal, Hornschuch y especialmente W. Sprengel, el joven Burmeister pasó en 1827 a la de Halle, donde el botánico Curt Sprengel lo acogió con afecto paternal, los zoólogos Nitzsch y Germar aviaron sus conocimientos de Historia Natural, y las clínicas de los profesores Krukenberg, Dzondi, Niemeyer y Blasius le proporcionaron la mejor ocasión para estudiar los reinos de la cirugía y medicina. En esta última universidad obtuvo el grado de Doctor en Medicina, el 4 de Noviembre de 1829, y el de Filosofía, el 19 de Diciembre del mismo año. Su tesis de doctorado lleva el título “De Inséctorum systemate natural”, y su diploma de Doctor en Filosofía firmado por su maestro principal y entonces decano de la facultad, Ch. L. Nitzsch, le da el testimonio de haberlo ganado: examine, coram ordine cum laude superato, postquam ingenii solertiam doctrinaeque copiam, imprimis luculentan ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


historiae naturalis, scientiam comprobaverat, die jura et privilegia Doctoris philosophiae et Art. L.L. Magistri gradum rite. En el mes de Enero de 1830 regresó Burmeister a la ciudad de Stralsund, la que abandonó de nuevo en el mes de Mayo del mismo año, dirigiéndose a Berlín, para buscar su porvenir en el centro científico de Prusia. Primeramente absolvió su año de servicio militar como cirujano de división del regimiento, de granaderos “Emperador Francisco”, durante cuyo tiempo le maduró la idea de abandonar la carrera práctica de medicina, para dedicarse al profesorado de la Historia Natural. En el mes de Septiembre de 1831 lo encontramos en el Gimnasio de Joachimsthal, dando su lección de prueba, pública en presencia del consejero privado de Gobierno, Nolte, y del director Meinicke, quienes se pronunciaron de la manera más halagüeña sobre el talento didáctico del candidato, exclamando, Meinicke, cuando supo qué Burmeister hasta entonces nunca había enseñado: ex ungue leonem. De Joachimsthal fue llamado en 1832 al Gimnasio real de Köll, abandonando este instituto dos años después, para habilitarse, en 1834 como docente privado de la Universidad de Berlín, donde permaneció hasta 1837, año, en que lo llamó, para ocupar la cátedra de Zoología, la Universidad de Halle, de la cual ha sido uno de sus más célebres profesores. Durante su permanencia en Berlín, Burmeister contrajo matrimonio con la hija del Sr. Sommer, dueño de navíos mercantes de Altona, de cuyo matrimonio tuvo dos hijos, que durante cierta época se dedicaron al comercio en Buenos Aires y Río Janeiro. La corriente política de 1848 arrastró también a Burmeister. Reconocido como sagaz partidario de la extrema izquierda, elegido miembro de la primera Cámara prusiana por el distrito electoral de la ciudad de Liegnitz. Pero descorazonado por el mal resultado de sus esfuerzos políticos, descontento con el estado de las cosas de aquella época, con su propia situación y centro de actividad, y también con el estado delicado de su salud se decidió a dimitir su puesto en 1850. Sus deseos de hacer un viaje a países de ultramar, después de inútiles empeños, fueron por fin llenados. Se le concedió por recomendación del Ministro del Culto v. Ladenberg y Alejandro v. Humboldt una licencia por un año y un subsidio de Estado, para visitar el Brasil. Emprendió este viaje el 12 de Septiembre de 1850, y después de una feliz travesía, llegó a Río Janeiro, explorando en seguida la provincia del mismo nombre y la de Minas Gerais. Habiéndose internado en esta última, tuvo la desgracia, en las orillas de Lágoa Santa, el 2 de Junio de 1851, de fracturarse la pierna derecha, circunstancia que lo obligó a guardar cama cerca de cinco meses en la hospitalaria casa de el naturalista dinamarqués Lund. Acortado de esta manera su viaje de exploración, volvió a Europa a principios de 1852, entusiasmado por las bellezas de la naturaleza tropical, pero poco satisfecho con los resultados obtenidos. Desde entonces no lo abandonó el vehemente deseo de volver a la América Meridional, deseo que ni tampoco dos viajes efectuados en las bellas comarcas de Italia pudieron borrar de su espíritu. Para poder satisfacer este anhelo, volvió a gestionar una nueva Licencia; tuvo tan buen éxito, que pudo emprender su viaje en el otoño de 1856, con un permiso de dos años, que más tarde fueron aumentados a cuatro, mediante los buenos oficios de Alejandro v. Humboldt. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Se embarcó en Southampton, en el vapor “Tamar” de la Royal Mail Steam Packet Company, el 9 de Octubre para Río Janeiro, con intensión de seguir viaje al Río de la Plata; pero no habiendo llegado el buque de vela a cuyo bordo había enviado con anticipación, sus libros, instrumentos, utensilios, etc., se vio obligado a demorar en aquel punto hasta el 1º de Diciembre, cuando después de muchas dificultades consiguió la entrega de sus cajones, entretanto llegados de la aduana. Para no perder más tiempo, embarcó todo su equipaje junto con su persona en el vaporcito piamontés Sardenha, con rumbo a Montevideo a cuyo puerto arribó el 8 del mismo mes. Después de una estadía de cerca de dos meses en la capital de la República oriental del Uruguay y en su interior (1), se puso en marcha para Buenos Aires, el 30 de Enero de 1857. El 6 de Febrero siguió viaje para el Rosario, de donde hizo su primera excursión a la ciudad del Paraná. Vuelto al Rosario, se trasladó en un carretón, que el Gobierno Central había puesto a su disposición con la correspondiente caballada y escolta, a Mendoza, donde llegó después de un penoso viaje de 13 días. Allí permaneció más de un año, ocupado en hacer colecciones zoológicas y mineralógicas y estudiar las condiciones climatológicas de aquella región. El 19 de Abril de 1858, regresó, nuevamente al Rosario, donde llegó el 4 de Mayo, acompañado del Dr. Stamm. Después de un descanso de diez días, se dirigió al Paraná donde permaneció durante un año. Allí se hizo propietario de una quinta situada sobre las orillas del río, para poder dedicarse más a su gusto a sus observaciones y estudios, de lo que le hubiera sido posible, alojándose en la ciudad. Desgraciadamente, si bien consiguió su objeto a este respecto, hizo malas experiencias por otros lados, y se tuvo por muy feliz, de encontrar un comprador de su posesión, que le dejaba libre de esta hipoteca. Los estadios que allí hizo, se relacionan con la descripción física de los alrededores de la ciudad del Paraná, la formación geológica de la barranca y la descripción comparativa de las faunas del Paraná y de Mendoza, así como también con la naturaleza de Santa Fe y especialmente del Río Salado, que fueron explorados desde el Paraná. Para conocer también las regiones central y septentrional de la República Argentina, emprendió un viaje a Córdoba y Tucumán. En la primera provincia permaneció 26 días, explorando los alrededores de la ciudad, y la Punilla; en la segunda 6 meses (desde el 25 de julio de 1859 hasta el 27 de Enero, de 1860), durante cuya época tuvo ocasión de estudiar la atrayente naturaleza de Tucumán, admirar sus bellezas, saborear el excelente queso de Tafí, reponerse, así corporal como espiritualmente, y olvidar las peripecias y molestias sufridas en carácter de propietario quintero en el Paraná. La permanencia en Tucumán la consideró como la más agradable y útil durante su viaje en la República Argentina, y hasta los últimos días de su vida, Burmeister le ha conservado gratos y cariñosos recuerdos. De Tucumán se dirigió a Catamarca y de ésta a Copacabana, atravesando la alta Cordillera, después de un viaje sumamente molesto, el 13 de Marzo. Llegó a Copiapó el 29 de Marzo y a Caldera el 1º de Abril. En este último punto se embarcó para Callao, dirigiéndose luego a Panamá, donde arribó el 21 de Abril. Un par de días después, en el puerto, de Aspinwall, se embarcó en el vapor Solent, para ir a la Isla de Santo Tomas, de allí, en el vapor Shannon, para regresar a Europa, llegando a Southampton el 11 de Mayo de 1860. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Su viaje al Brasil como el a las repúblicas Argentina y Uruguaya, que acabamos de narrar a grandes rasgos, las ha descrito Burmeister con muchos detalles en obras especiales, que se mencionan en la lista bibliográfica de sus publicaciones. Vuelto a su tarea de profesorado, además de los antiguos inconvenientes, el Dr. Burmeister se encontró con otros nuevos, que le harían poco soportable la vida en Halle, más aún, cuando que por un decreto del entonces ministro prusiano v. Bethman­ Hollweg, se exoneró a los estudiantes de medicina de la obligación de asistir a los cursos de Zoología, Botánica y Mineralogía, dejando las aulas de los profesores respectivos casi desiertas. Obedeciendo a su carácter enérgico, que para llegar a sus fines, le impulsaba a romper con sus relaciones y abandonar sus puestos, antes de llevar un peso oneroso, pidió su dimisión en Marzo de 1861, la cual le fue concedida en gracia, según la expresión de la nota real. Durante su permanencia en la República Argentina, Burmeister se informó también acerca de sus instrucciones científicas, y supo que la dirección del Museo Público de Buenos Aires había sido ofrecida al naturalista A. Bravard, pero que éste no la aceptó por querer dedicarse a exploraciones y coleccionar por cuenta propia. En vista de esto, Burmeister se dirigió al Enviado de la Confederación Germánica en Buenos Aires, Fr. v. Gülich, con el objeto de ofrecer sus servicios como director del Museo, al Gobierno de Buenos Aires. A la cabeza del gobierno provincial se hallaba entonces el general don Bartolomé Mitre, siendo ministro Sarmiento. El ofrecimiento fue aceptado con gran satisfacción. El señor v. Gulich fue encargado de la misión de invitar a Burmeister a venir lo más pronto posible. Recibida la noticia, éste partió de Halle el 1º de Julio y llegó a Buenos Aires el 1º de Septiembre de 1861. Entretanto, en Buenos Aires los asuntos políticos habían experimentado grandes cambios. La provincia de este nombre se había separado de la unión nacional. Los dos gobiernos estaban en guerra recíproca. Sarmiento había declinado su puesto de ministro. Su sucesor el Dr. Pastor Obligado se negó a dar curso a los decretos autorizados por su antecesor, y el gobernador mismo se hallaba en campaña, en frente del enemigo. Finalmernte la batalla de Pavón decidió en favor de Buenos Aires; el General Mitre regreso victorioso; el Dr. Obligado dimitió, y en su lugar ocupó el Ministerio de Gobierno el Dr. Eduardo Costa, quien por intervención de las buenas relaciones de Burmeister despachó el decreto de nombramiento, de manera que, este último, pudo ocupar su cargo de Director del Museo Público de Buenos Aires, sólo en el mes de Febrero de 1862. Desde entonces comenzó una nueva era en la vida del doctor Burmeister. Con caracterizada actividad y energía emprendió su nueva obra, a la cual dedicó toda su buena voluntad y sus esfuerzos, hasta pocos días antes de su muerte. De un gabinete de curiosidades creó una institución científica, la cual aunque no en cuanto al número total de sus colecciones y grandor y elegancia de su edificio, al menos por el valor de muchísimos de sus objetos y su preciosa y rica biblioteca, puede rivalizar ventajosamente con los museos nacionales de otros países. Recordamos, en primera línea, los tesoros paleontológicos por cuya reunión y descripción Burmeister se ha erigido un duradero monumento; las valiosas colecciones entomológicas que encierran un gran número de sus ejemplares típicos, y la de Ornitología, que da a conocer la variada avifauna de la República Argentina y países limítrofes. Los tres tomos de los ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Anales de este Museo, el cual, en el año 1880, con la federalización de Buenos Aires, pasó a ser institución nacional y lleva desde entonces el nombre de Museo Nacional de Buenos Aires, dan testimonio vivo sobre los estudios paleontológicos de Burmeister así como también acerca de la Sociedad Paleontológica de Buenos Aires, fundada por él. Otra instrucción científica argentina en cuya organización tomó parte activa, es la Academia Nacional de Ciencias Exactas de Córdoba. Al reformar la antigua Universidad de Córdoba, que constaba sólo de una facultad, la de Derecho, el entonces Presidente de la República don Domingo Faustino Sarmiento, por decreto de fecha 16 de Marzo de 1870, nombró a Burmeister Comisionado extraordinario de la Facultad de Ciencias, con el encargo de llamar de Alemania siete profesores y constituir dicha Academia. Establecida esta institución con seis profesores (cinco de nacionalidad alemana y uno holandés) y dos ayudantes (alemanes), y nombrado director de ella el Dr. Burmeister, debía esperarse de la misma mucho para el país y la ciencia; sentimos no poder afirmarlo así. La dirección de un cuerpo de profesores que en su mayoría, estaban entre sí en discordancia, desde un punto alejado como lo es Buenos Aires de Córdoba; comunicaciones impropias con que constantemente se fastidiaba al director, daban lugar a reproches enérgicos bien o mal merecidos; un reglamento exagerado y acompañado de una nota en términos poco lisonjeros por parte del director, etc., etc., promovieron, unos tres años después, protestas, renuncias, destituciones, nombramientos de nuevos profesores y, por fin, la dimisión de Burmeister de la dirección de la Academia. Un panfleto, publicado por Carl Schultz Sellack en Berlín, en 1874, sobre la Facultad de Ciencias Naturales en Córdoba, trata de esa época anormal de la Academia, pero debemos advertir, “sine ira et studio”, que ha sido escrito con pasión, inculpando solamente a una parte, sin tomar en consideración errores cometidos por la otra, y sin meditar las circunstancias que motivaron aquel estado de anomalía de la Academia. Nosotros, que hemos tenido ocasión de conocer de muy cerca todos los acontecimientos relacionados con los sucesos desarrollados en el seno de la misma, podemos asegurar con imparcialidad, que se había pecado intra et extra muros. Dada su constitución fuerte, y la buena salud de que gozaba, Burmeister hubiera vivido aún muchos años, conservando su entereza intelectual, su actividad científica y su admirable firmeza en dibujar, si un fatal accidente no los hubiera acortado. El Museo, para el cual casi sólo vivía, fue también la causa indirecta de su muerte. El 8 de Febrero de 1892, al abrir una ventana en el Museo, cayó de una escalera doble, en que había subido, contra un armario con tanta fuerza, que hizo saltar el pasador de la puerta del mismo y rompió un cristal, del cual un pedazo le abrió la arteria frontal, ocasionándole grandes pérdidas de sangre, que produjeron una anemia cerebral, la cual le obligó a guardar casa y cama. Sintiendo aproximarse el fin de sus días, pidió del Gobierno su pensión, y propuso, para sucesor después de un cambio de ideas, al Dr. Carlos Berg. Sus deseos fueron atendidos. El 18 de Abril de 1892 obtuvo su retiro de Director del Museo Nacional, para que descansara de tanta labor y actividad. Pero fatalmente, el estado avanzado de la debilidad de su cuerpo y la imposibilidad de restituir las fuerzas perdidas, le llevaron muy pronto al eterno descanso: el Dr. Burmeister murió el 2 de Mayo de 1892. Su pomposo entierro, llevado a cabo el 4 de Mayo, a las 4 de la tarde, ha puesto de relieve el alto aprecio que le tributaban en la República Argentina. El Estado costeó el sepelio. Llevaban los cordones: el Presidente Dr. Carlos Pellegrini, el Ministro de ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Justicia, Culto é Instrucción Pública Dr. Juan Balestra, el Ministro de Relaciones Exteriores Dr. Estanislao S. Zeballos, el Ministro de Alemania, los Directores del Museo Nacional, del de La Plata y del Museo Nacional de Montevideo y uno de los dos hijos (el otro se encontraba en Matto Grosso) del segundo matrimonio de Burmeister con doña Petrona Tejeda nativa de Tucumán. Pronunciaron discursos el mencionado Ministro, Dr. Balestra en nombre del Gobierno Nacional, el Ministro de Alemania D. R. v. Krauel, en idioma alemán, el nuevo Director del Museo Nacional Dr. Carlos Berg y el Sr. Francisco Seeber, insinuando este último la idea de un monumento para perpetuar la memoria del sabio Burmeister. Durante su vida fue objeto de demostraciones de reconocimiento de su alto saber y merecidas distinciones. Don Pedro II lo nombró Dignatario de la Orden de la Rosa; Guillermo I le confirió la cruz de 3a clase de la Orden de la Corona de Prusia; fue miembro honorario de ocho instituciones científicas, correspondiente de 17 y efectivo de 18, y más de cincuenta especies de animales y plantas han sido bautizadas con el nombre de Burmeister. La conmemoración del 50º aniversario de su doctorado, el 19 de Diciembre de 1879, fue una fiesta de verdadero homenaje (2). Además de la condecoración prusiana presentada por el señor Ministro Residente de Alemania, Barón von Holleben, de felicitaciones, de la entrega de diplomas y de obras dedicadas, de un banquete ofrecido., etc., la Sociedad Científica Argentina entregó al Dr. Burmeister su busto bien ejecutado en yeso, con el permiso obtenido del Gobierno, para poder ser conservado en el Museo, en recuerdo de ese fausto día del director del establecimiento. Sus trabajos científicos los inició Burmeister con su tesis de doctorado, versando sobre un sistema natural de los insectos, fundado en las diferentes fases de desarrollo. En seguida aparecieron sus tratados de Historia Natural, que traducidos en otros idiomas o extractados, sirvieron a la enseñanza por una larga serie de años, o de base para obras análogas posteriormente escritas. Simultáneamente y más tarde lo vemos abarcar con singular entendimiento y con certeza y claridad casi todos los ramos de la Historia Natural. En la Entomología se nos presenta como insigne maestro y creador: su Manual de Entomología en 8 tomos es aún hoy, según la expresión del Sr. Brunner v. Wattenwyl, el evangelio de muchos naturalistas del ramo, y sus centenares de trabajos entomológicos descriptivos perpetuarán su memoria mientras haya ciencia y se cultive el estudio. En la Mastozoología, Ornitología y Carcinología, el doctor Burmeister nos da a conocer centenares de nuevas formas y tesoros de particularidades, las que citarán y de que hablarán aún los siglos futuros. En la Paleontología, desde su notable trabajo sobre la organización de las Trilobitas (1843), hasta su última publicación en los Anales del Museo Nacional de Buenos Aires (Enero de 1892), Burmeister ha hecho conocer una multitud de seres que vivían en épocas pasadas muy lejanas. Además, este sabio, cuyas aptitudes eran múltiples y sus fuentes inagotables, también nos ha dejado otras obras notables, ya geográfica, ya meteorológicas, ya faunísticas y geológicas. En su Historia de la Creación, que desde el año 1843 apareció en muchas ediciones y fue traducida en varios idiomas; en sus Cuadros geológicos (1851­1853) en su Viaje al Brasil y Cuadros pintorescos del Brasil (1853); su Viaje por los Estados del Plata (1861), obras en parte de carácter popular, el Dr. Burmeister se nos presenta como un ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


hábil maestro que sabe dominar casi todas, las ciencias. Nos impone por su claridad y seguridad manifiestas. Sabe descifrar muchos problemas intrincados y esclarecerlos de la manera más sencilla. Logra elevarse lugar correspondiente en la primera. Un caudal de material nuevo ha reunido Burmeister en sus viajes por el Brasil y los Estados del Plata. Sus publicaciones sobre estos países dan un vivo testimonio de sus abundantes observaciones y de su genio universal, y a él deben las repúblicas Argentina y Oriental del Uruguay descripciones y divulgaciones de los conocimientos sobre sus vastos territorios y sus producciones naturales; para la República Argentina ha sido el formador de su Museo Nacional y el más desinteresado y celoso investigador de su suelo y de las producciones de este último. La lista de publicaciones, dará conocimiento exacto sobre el trabajo intelectual a la altura de un verdadero sabio, que comunica científica y en forma atractiva sus experiencias y alcanza su ideal: conciliar la vida con la ciencia: dar a esta su lugar correspondiente en la primera. Un caudal de material nuevo ha reunido Burmeister en sus viajes por el Brasil y los Estados del Plata. Sus publicaciones sobre estos países dan un vivo testimonio de sus abundantes observaciones y de su genio universal, y a él deben las repúblicas Argentina y Oriental del Uruguay descripciones y divulgaciones de los conocimientos sobre sus vastos territorios y sus producciones naturales; para la República Argentina ha sido el formador de su Museo Nacional y el más desinteresado y celoso investigador de su suelo y de las producciones de este último. Referencias (1) Los que se interesan por más pormenores, pueden recurrir a: Burmeister, Reise durch die La Plata­Staaten. Tomos I y II. Halle, 1861. (2) Bericht über die Feier des 50 jährigen Doctor­Jubilaeums des Prof. Dr. Hermann Burmeister, begangen den 19. December 1879 in Buenos Aires. Al Manuscript gedruckt. Buenos Aires, Druckerei von P.E. Coni. 1880. 38 páginas en 8º. Fuente Anales del Museo Nacional de Buenos Aires, Tomo IV, Buenos Aires, Segundo semestre de 1895. Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

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02 de Mayo

Eusebio Laprida

Combate de la Vuelta de Obligado ­ 20 de Noviembre de 1845

Nació en San Pedro, provincia de Buenos Aires, el 5 de marzo de 1829, siendo sus padres José Ramón Laprida, español, y Agustina Acevedo, natural de Buenos Aires. Se inició en la carrera de las armas, el 1º de julio de 1845, en clase de sargento del Regimiento Nº 4 de Milicias de Campaña, del que era jefe entonces el coronel José María Cortina. Se halló en el combate de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, a las órdenes del general Lucio Norberto Mansilla, siendo nombrado ese día el sargento Laprida para allegar municiones a las baterías, en carros tirados por bueyes, comisión que desempeñó por espacio de tres horas, hasta que los carros y bueyes desaparecieron por efecto de las bombas de la escuadra aliada. Al dar cuenta a su jefe de este percance, se le ordenó pasar a incorporarse a los ayudantes del general Mansilla, lo que efectuó en el acto, teniendo el honor el sargento Laprida, de ser quien a la oración fue mandado a las baterías a hacer retirar la gente que hubiera en ellas, no hallando más que al comandante Alzogaray con 4 hombres en la batería “Restaurador” y al comandante Pérez, los que se retiraron hasta unirse al general Mansilla, que se hallaba a dos cuadras de la batería. Laprida fue herido en la acción. Al día siguiente del combate fue promovido a alférez, pasando al 1er Escuadrón de su Regimiento, a órdenes del comandante Facundo Quiroga, con el que quedó en Obligado para atender a los buques franceses que aún permanecían frente a aquel punto. Más tarde pasó a San Pedro con 25 hombres, como prefecto del puerto y encargado de vigilar el movimiento de los buques aliados que surcaban el río Paraná. Meses después volvió a incorporarse a su Regimiento, con el que asistió a la batalla del “Quebrachito” o del Quebracho, poco más de una legua al norte de San Lorenzo, el 16 de enero de 1846, y el 4 de junio del mismo año, en que la acción fue en extremo violenta, sufriendo en ella los aliados un serio contraste después de un fuego de 3 horas bien sostenido. Poco después el alférez Laprida regresaba con su regimiento al campamento en Ramallo, siendo nombrado teniente 2º. Con esta jerarquía asistió a la campaña de 1852, hallándose en el combate de los Campos de Alvarez, el 31 de enero de este año, y en la famosa batalla de Caseros, el 3 de febrero. Vencido el ejército de Juan Manuel de Rosas, Laprida se retiró a San Pedro, donde permaneció hasta la revolución del 11 de setiembre de 1852, en que se incorporó a las divisiones del comandante general del Norte, coronel Cayetano Laprida. Este jefe lo puso a su hermano Eusebio a la cabeza de 80 soldados de línea, con los que saliendo al encuentro de 200 correntinos del ejército del general Galán, los rindió en la “Cañada de los Cueros”, los mismos que entregó al comandante general en Ramallo, en momentos en que el General tendía su línea y ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Cayetano Laprida también; en ese momento llegó el teniente coronel Córdoba, de San Nicolás, mandado por el general Urquiza, diciendo a Laprida, “que no le hostilizara sus fuerzas; que se iba a Entre Ríos a colgar su espada”. Fue en esta revolución cuando el teniente Laprida fue ascendido a capitán por orden del gobernador Valentín Alsina y su Ministro de Guerra y Marina, general José María Flores, dándosele el mando de 159 guardias nacionales, que organizó, y con ellos marchó al sitio que el coronel Hilario Lagos puso a la ciudad de Buenos Aires en los primeros días de diciembre de 1852. Asistió a la batalla de San Gregorio, el 22 de enero del año siguiente, bajo el mando superior del general Gregorio Paz, cayendo en poder del capitán Eusebio Laprida, el coronel Pedro Rosas y Belgrano con 40 oficiales, quien los hizo respetar, hasta entregarlos al mencionado general Paz. En mayo de 1853, antes de levantarse el sitio de la Capital, Laprida recibió el grado de sargento mayor de caballería de línea, por orden del general Urquiza. Terminado el asedio de Buenos Aires, pasó en el mismo año 1853, a la provincia de Santa Fe, presentándose en el Rosario al general Jerónimo Costa, quien lo puso a la cabeza de 40 soldados santiagueños, con los cuales se batió en la batalla de El Tala, el 8 de noviembre de 1854, “de donde retrocedimos después de dejarse completamente deshecho al general Hornos –dice el comandante Laprida en una exposición de sus servicios­ que al fin quedó triunfante debido a las intrigas de los generales Lagos y Costa, lo que nos obligó a pasar al Rosario y quedar al servicio de la Confederación”. Acompañó al general José María Flores en su invasión a la provincia de Buenos Aires, asistiendo al combate de las “Lagunas de Cardoso”, el 23 de enero de 1856, contra las fuerzas porteñas al mando de los generales Wenceslao Paunero y Bartolomé Mitre, peleando Laprida con 30 hombres contra 200 indios, hasta quedar 22 heridos y entre ellos el último, no obstante lo cual los sacó e hizo formar, logrando salvarlos a todos. En 1857 obtuvo el grado de teniente coronel de milicias, por despachos otorgados por el gobernador de Santa Fe, brigadier general Juan Pablo López, a cuyas órdenes y a las del general Pedernera, hizo la campaña de Cepeda, hallándose el día de la batalla mandando la línea de tiradores de la derecha. Fue bizarro el comportamiento del teniente coronel Laprida en este hecho de armas, en el que actuó formando parte del Regimiento “Emigrados de Buenos Aires”. Asistió al corto sitio impuesto a Buenos Aires hasta el tratado del 11 de noviembre, después del cual se retiró a Paraná; cuyo Gobierno le extendió el 10 de febrero de 1860, despachos de teniente coronel de caballería de línea “por no estar debidamente patentado” y con el goce del sueldo en “disponibilidad” a partir del 1º de enero del mismo año. Para la campaña de Pavón fue nombrado jefe del Regimiento 10 de Caballería, y jefe de vanguardia a las órdenes del general Ricardo López Jordán. Se batió con denuedo en la acción de aquel nombre, el 17 de setiembre de 1861 con la línea de tiradores sobre las fuerzas porteñas al mando del general Venancio Flores. Días después de esta batalla, “viendo, ­dice el teniente coronel Laprida en la exposición mencionada­ que no se podía seguir adelante sin sacrificar al país, me separé del ejército y obtuve del general Mitre garantía para él y su regimiento, que desarmé en los Manantiales, y se retiró a la vida privada, en la que permaneció hasta la revolución de 1874, en que el Gobierno exigió mis humildes servicios, y sin vacilar un momento me ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


puse a sus órdenes, hice lo que pude y la Provincia lo sabe también; que informe al respecto el coronel D. José María Fernández”. (Exposición de servicios fechada en Rojas en noviembre de 1888). En la mencionada revolución actuó Laprida al frente del regimiento de Guardias Nacionales de Rojas y batió a los rebeldes, sirviendo a las inmediatas órdenes del coronel José María Fernández, quien le ordenó el desempeño de varias comisiones, que aquél cumplimentó con exactitud y pericia militar. El 4 de julio de 1877 el Ministro de Guerra, Dr. Alsina lo reincorporó al ejército a pedido del interesado, formulado el 12 de noviembre de 1876. En el decreto correspondiente del presidente Avellaneda se disponía el pase de Laprida a la P. M. P. El 13 de setiembre del mismo año se batió cuerpo a cuerpo con los indios en el Fortín Mercedes, salvando a aquella población del cautiverio; resultando herido el teniente coronel Laprida de un lanzazo. Esta hazaña motivó una nota del tenor siguiente, de parte del gobernador de la provincia, Carlos Casares: “Buenos Aires, setiembre 29 de 1877. – Sr. teniente coronel D. Eusebio Laprida. – Mi estimado teniente coronel: Debo a Ud. una palabra de gratitud y felicitación por el servicio que ha prestado a esta provincia y por el bizarro papel que le ha tocado desempeñar, en los sucesos del 13 del presente. “Tengo a la vista los objetos que Ud. ha tenido a bien remitirme y haré que en ellos se perpetúe la memoria de su hazaña que recuerda los combates de la edad caballeresca. “Agradezco, pues, en nombre de la Provincia, el valioso servicio rendido por Ud. y el ejemplo de valor abnegado que Ud. ha presentado en la lucha con los salvajes del desierto, y lo felicito por la gloria que sobre Ud. refleja este hecho que viene a demostrar que los años no han conseguido disminuir la talla ni debilitar el brazo de uno de los más guapos soldados argentinos. “Quedo de Ud. affmo. Amigo. – C. Casares”. En marzo de 1879 recibió orden el teniente coronel Laprida de marchar a campaña, incorporado a la 5ª División, a órdenes del coronel Hilario Lagos; como jefe de la vanguardia de la misma. Este jefe le dio 100 hombres y lo mandó perseguir los indios Ranqueles, a los que dio alcance en Canelo, capturándolos en su mayor parte. Concluida la campaña del Río Negro, Laprida obtuvo licencia temporal del general Roca. En 1880, a causa de los sucesos producidos, el coronel Ataliva Roca fue enviado del Rosario de Santa Fe por el Comisionado Nacional Dr. Pedro Goyena, para marchar al Norte, Oeste y Sud de la provincia de Buenos Aires, a disolver los grupos revolucionarios y colocar nuevas autoridades en los pueblos; al llegar a Rojas, el comandante Laprida se le presentó con fuerzas, poniéndose a sus órdenes. Roca le dio varias comisiones “las que cumplió con exactitud –dice este último en informe de 12 de mayo de 1890­ y marchando el que suscribe al Sud de la provincia dejó al comandante Laprida para la conservación del orden en los partidos de Junín y Rojas, sosteniendo las autoridades civiles que había colocado en dichos partidos hasta tanto el Comisionado Nacional resolviese”. En esta oportunidad, Laprida disolvió los grupos rebeldes que permanecían por Lincoln y los campos de Arias. Recibió orden de licenciar sus fuerzas en Rojas. Ejerció la ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


comandancia de la Guardia Nacional de Rojas hasta el 8 de noviembre de 1881, que renunció. Hizo la campaña del Chaco setiembre­diciembre de 1884, en calidad de ayudante del Ministro de Guerra y Marina, general Benjamín Victorica, quien lo recomienda en el parte general que elevó el último día del precitado año. El teniente coronel Laprida revistó desde el 8 de noviembre de 1881 en la P. M. D. con anterioridad al 1º de junio de 1880, fecha de su baja de la P. M. P. y 5ª División. Revistó en el Cuartel General del ejército expedicionario al Chaco los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1884, para volver a la Disponible. El 10 de setiembre de 1886 pasó a la “Lista de Oficiales de Estado Mayor” hasta el 28 de enero de 1888, en que volvió a la P. M. D. con anterioridad del 1º del mismo. El 29 de setiembre de 1890, a la P. M. A. El 6 de mayo de 1893 fue nombrado Intendente del Cuartel de Caballería, según deberes de este cargo fijados por S. R. de 20 de abril de igual año; disponiéndose el 24 de mayo revistase en “Lista de Agregados al Estado Mayor General”. Fue Intendente del Cuartel del Regimiento 2 de Artillería, el 30 de mayo de 1895. El teniente coronel Laprida falleció a las 8.30 horas a.m. del 2 de mayo de 1898, en el Hospital Militar, estando retirado del servicio desde el 6 de mayo de 1896. Poseía las medallas de oro de las expediciones al Río Negro y Chaco. A comienzos de 1845 contrajo enlace con Francisca Navarro, natural de San Nicolás; con la que tuvo 11 hijos. Habiendo enviudado, Laprida se casó por segunda vez el 7 de mayo de 1881, con Concepción Carrasco, nacida en Rojas, hija de Nicanor Carrasco, natural del mismo lugar, y de Sixta Rodríguez, de Montevideo. Laprida enviudó por segunda vez, el 7 de diciembre de 1892, en Buenos Aires. El coronel Prudencio Arnold en sus difundidas Memorias, dice que el comandante Eusebio Laprida, hermano del general Cayetano, “era un jefe muy reputado” por su valor. Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. www.revisionistas.com.ar Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939)

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03 de Mayo

Bernardo Victorica

Bernardo Victorica (1790­1864)

Notable oficinista, taquígrafo y Jefe de Policía de Buenos Aires. Nació en 1790 en Maldonado, actual República Oriental del Uruguay, siendo sus padres, Juan de Victorica, capitán de fragata de la Real Armada, y Ana María de la Cámara, pertenecientes ambos a dos familias de la rancia nobleza española. La madre de Bernardo Victorica venía encinta en el viaje de España a estas colonias, en circunstancias en que su esposo venía a América a desempeñar una comisión científica que tenía por objeto el estudio de los canales del Sud del Atlántico, y de todo lo relativo a la pesca de la ballena y caza de lobos marinos. Bernardo vino al mundo a poco de llegar sus padres a Maldonado. Cuando el capitán de fragata Juan de Victorica regresó a España, dejó en Montevideo a su hijo Bernardo a cargo de un hijo mayor, José Manuel de Victorica, que era a la sazón capitán de los tercios españoles que guarnecían aquella ciudad. Seguramente este Victorica es el mayor de los hijos de Juan y con él había también otro hermano llamado Juan, en Montevideo al ausentarse sus progenitores a la Península, a comienzos del siglo XIX. Bernardo Victorica se vino a Buenos Aires en compañía de su hermano Juan, y se dedicaron al comercio, pero al estallar el entusiasmo patriótico de los “criollos”, ansiosos de darse un gobierno local, Victorica fue uno de los más exaltados en aquella memorable semana de Mayo, en la que se produjeron cambios trascendentales. Sirvió al principio de la emancipación, en el Cuerpo de Patricios, en la compañía mandada por Nicolás de Anchorena. Posteriormente fue teniente­alcalde en una época en que aún no existían los jueces de paz. Más adelante se incorporó en clase de soldado distinguido al Regimiento de Caballería Cívica, desde la organización de este cuerpo, siendo destinado después a la compañía volante de artillería a caballo agregada al mismo Regimiento, con el cual marchó a la villa de Luján. Tal contracción reveló en el servicio militar, que el Jefe de su Regimiento lo propuso a la Superioridad para el empleo de teniente de la citada compañía de Artillería. (Era jefe del Regimiento de referencia el coronel Pedro Ibánez). No obstante la propuesta de referencia, el Supremo Director de las Provincias Unidas le extendió despachos de teniente de la Brigada de Auxiliares Argentinos, de nueva creación, y en estas circunstancias, el agraciado hizo una extensa representación ante el Supremo Director, en la cual manifestaba que en vista de la propuesta existente, se ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


había costeado montura, armas y uniformes, como asimismo caballo, para continuar sus servicios en el cuerpo de Caballería Cívica, los que serían inútiles en el destino que le acababa de discernir la Superioridad. “Por todas estas razones, proseguía el demandante, ocurre el exponente a la justificación de V. E. en solicitud de que se digne eximirle del nuevo empleo a que se le destina, permitiéndole la continuación en el servicio a que ha estado destinado (que necesariamente debe desempeñar mejor por su particular afición a él e instrucción adquirida), bien en la clase de soldado, pues su ambición es sólo ser útil a su Patria, o admitiendo la propuesta hecha por su expresado Jefe, a quien espera se digne V. E. pedir informe sobre cuanto dejo representado”. Tan justificada demanda encontró eco favorable en el Supremo Director de las Provincias Unidas, general Juan Martín de Pueyrredón, el que le extendió a continuación del expediente de referencia el despacho de teniente de la compañía de Artillería volante del Regimiento de Caballería Cívica, con fecha 24 de enero de 1817 (tal despacho fue extendido a favor del “ciudadano D. Bernardo de Victorica”). En agosto de 1818 se dirigió al Supremo Gobierno, solicitando una vacante de oficial existente en la Secretaría de Estado en el Departamento de Hacienda, para lo cual manifestaba “algunos regulares conocimientos y los poseo igualmente en la taquigrafía, arte que acaso puede ser de utilidad al Supremo Gobierno”. Este resolvió favorablemente la demanda de Victorica, el que fue destinado con fecha 10 de setiembre de aquel año, al servicio de la Secretaría de Estado en el Departamento de Gobierno, en clase de agregado, con el sueldo de 600 pesos anuales, “libres de todo descuento”, “quedando en la obligación de instruir en el arte taquigráfico a las personas que le ordene este Gobierno”, según reza el decreto extendido por el Director Pueyrredón y rubricada por el Ministro Tagle. El 5 de agosto de 1822 fue designado Oficial 2º de la H. Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires, y el 20 de setiembre del año siguiente, la misma Sala le otorgaba el ascenso a Oficial 1º de la Cámara. Desempeñó este cargo hasta el 21 de abril de 1826, fecha en la cual el ministro Julián Segundo de Agüero, por orden expresa del presidente Rivadavia, le extendió nombramiento de Oficial Auxiliar del Departamento de Policía, con el mismo sueldo que gozaba en el cargo de la Sala de Representantes. El 19 de enero de 1827 era ascendido a Oficial 2º de la misma oficina, por vacante dejada al fallecer Eduardo Espinosa, llevando este nombramiento también la firma de Agüero. El gobernador Dorrego le extendió el 10 de marzo de 1828 el ascenso a Oficial 1º del Departamento de Policía. Cuando estalló la revolución del 1º de diciembre de aquel año encabezada por el general Lavalle, éste con la misma fecha de su elevación al poder, determinó que el Jefe de Policía, coronel Gregorio Perdriel, se “retirase a descansar en el seno de su familia”, entregando su cargo al Oficial 1º, Bernardo Victorica. Al día siguiente el nuevo Gobierno designaba para Jefe de Policía de la Provincia al coronel Francisco Dionisio Sayós, continuando aquél en su empleo titular. El 2 de marzo de 1832 se hizo cargo interinamente de la Jefatura de Policía, en reemplazo, por segunda vez, del coronel Perdriel, que falleció al día siguiente; ejerciendo el interinato hasta el 1º de abril de 1833, en que lo reemplazó el coronel Juan Correa Morales, por renuncia de Victorica, que también entregó su puesto de Oficial 1º, retirándose a su casa.

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El 10 de noviembre del mismo año, el Ministro de Gobierno, Manuel José García, a propuesta del Jefe de Policía, general Lucio Norberto Mansilla, designaba a Bernardo Victorica nuevamente Oficial 1º, con carácter de interino, mientras durase la enfermedad del titular, José María Salvadores. Finalmente, el 13 del mismo mes de noviembre, por propuesta del general Mansilla, Victorica era nombrado titular en aquel cargo. Al ser elegido Juan Manuel de Rosas gobernador de la provincia de Buenos Aires, el general Mansilla renunció a la Jefatura de Policía el 6 de abril de 1835; el Ministerio de Gobierno dictó un decreto el día 8, resolviendo que el renunciante entregase el cargo al Oficial 1º del Departamento, Bernardo Victorica, el que lo desempeñará con carácter de interino hasta “que el Excmo. Gobernador electo disponga lo que estime conveniente”. Esta resolución fue el único nombramiento extendido para el desempeño de la Jefatura de Policía, cargo que ejerció Victorica hasta el 21 de enero de 1845, fecha en que por orden de Rosas, fue reemplazado por el general Pablo Alemán, guerrero de la Independencia. Durante su largo período velando por el orden público, el señor Victorica tuvo que actuar en momentos de dificultades extremas, en las que se procedió con mano firme y corazón duro, en atención a que era necesario hacer prevalecer el bien general sobre el particular. El 17 de setiembre de 1836 Rosas le otorgó una medalla de oro por la actividad que desplegó con un grupo de naturales de las Islas Canarias que fueron atacados por una fiebre muy contagiosa. En efecto, un numeroso contingente de inmigrantes canarios llegó en el bergantín­goleta “Lucrecia e Isabel II”, y muchos de ellos murieron afectados de tifus o escarlatina. La medalla de referencia tiene la siguiente inscripción en el anverso; “Canarios, 1836”. Poco tiempo después de dejar la Jefatura de Policía, cuya separación no se justificó, por lo menos, oficialmente, Bernardo Victorica fue elegido diputado a la Legislatura, donde permaneció hasta el año 1850. Algún tiempo después de su destitución, como se reagravase una afección nerviosa contraída por Victorica en sus tareas, cuando era el único taquígrafo en la Legislatura, en 1823, Rosas ordenó se le continuase pagando la asignación que entonces le había otorgado la H. Sala, pensión de la que disfrutó hasta la revolución del 11 de setiembre de 1852, en que le fue suprimida arbitrariamente, ya que se trataba de una recompensa a dilatados servicios iniciados más de 40 años antes. Esta asignación le fue restablecida en 1860, por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, lo que originó una acalorada polémica en la Legislatura, pues un grupo de jóvenes exaltados consideraban impropio aquel acto de justicia, que fue defendido por Vélez, Avellaneda, Elizalde, Huergo, etc. Aún cuando sus hijos se trasladaron todos a Entre Ríos después de la revolución del 11 de setiembre, Victorica permaneció en Buenos Aires hasta 1857, no queriendo dar lugar a que se sospechase con su alejamiento, de que pretendía substraerse a cualquier inculpación que se le pudiera formular por su actuación pública en la época rosista. En honor a la verdad, no se le molestó en ese sentido. Bernardo Victorica se trasladó a Entre Ríos en el año arriba indicado y terminó sus días en Concepción del Uruguay el 3 de mayo de 1864, a los 74 años de edad. Había contraído enlace en Buenos Aires, en junio de 1824, con Juana Josefa Vivanco, porteña, nacida en 1807, hija de Joaquín de Vivanco y de Isabel Josefa Martínez. Del matrimonio de Bernardo Victorica con Juana nacieron 11 hijos, de los que sobrevivieron 8, a saber: Bernardo, Benjamín, José Victoriano, Carmen, Enrique, ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Victoria, Emilio y Julio. El primero de ellos se dedicó a la pintura y existe un retrato del general Manuel Antonio Urdinarrain que se debe a su pincel, así como también varias decoraciones del teatro de Concepción del Uruguay. Benjamín, fue tres veces Ministro de Guerra y Marina y una de las personas más destacadas de la República. Enrique Victorica sirvió en la marina de la Confederación llegando al empleo de comandante, desempeñando numerosos cargos en la Armada. Emilio fue estanciero en Entre Ríos y prestó algunos servicios militares, desempeñando también la sub­ prefectura del Riachuelo; estuvo casado con una hija del general Urquiza. Julio, que empezó su carrera administrativa en 1859, como supernumerario en el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Confederación, fue oficial de legación, secretario del general Urquiza; también prestó servicios militares como la totalidad de sus hermanos; fue diputado en Entre Ríos, periodista; más tarde, Director del Departamento Nacional de Agricultura, de la Oficina de Tierras y Colonias, y comisario en varias Exposiciones, incluso en la de 1889. Fuente Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

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04 de Mayo

Juan Agustín Maza

Dr. Juan Agustín Maza (1784­1830)

Nació en la ciudad de Mendoza el 4 de mayo de 1794, siendo sus padres, el teniente coronel de milicias urbanas Isidro Sáenz de la Maza, y Petronila Sotomayor. Cursó estudios primarios en su ciudad natal, pasando después a la Universidad de Santiago de Chile, para seguir los de abogado, graduándose en derecho el 24 de enero de 1807. Culto, inteligente, de carácter elevado y filantrópico, poseía hermosas dotes oratorias y otras calidades descollantes que pronto le dieron autoridad moral en su Provincia, prestigio merecido que haría conocer su nombre en todo el país. El 21 de marzo de 1810, la Real Audiencia le otorgaba el título de abogado. Al estallar la revolución de Mayo, el Dr. Maza fue uno de sus más decididos campeones en su provincia para derramar las nuevas ideas en el pueblo mendocino, siendo el de su Capital uno de los que más fervor patriótico reveló en aquella emergencia, en la que pronunció un fogoso discurso que enardeció los espíritus y le valió a Maza una demostración popular sin precedentes. Formando parte del Cabildo en 1815, tuvo en el Dr. Maza el entonces coronel José de San Martín, uno de los más decididos colaboradores para la formación del Ejército de los Andes. Poco después era designado diputado por Mendoza al Congreso de Tucumán, siendo allí, en el Magno Cuerpo Legislativo de la Patria, uno de los más decididos sostenedores de la idea de la declaratoria de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Lo acompañaron en su gestión representativa por la entonces Provincia de Cuyo, el general Juan Martín de Pueyrredón, Francisco Narciso Laprida, Tomás Godoy Cruz y fray Justo Santa María de Oro. Se encontraba radicado en Mendoza cuando a fines de 1822, la escasez de numerario producía grandes trastornos en el comercio, llegando hasta el extremo de abusarse escandalosamente de la falsificación de la moneda cortada española de la época colonial. Pedro Molina, gobernador a la sazón, se decidió a establecer por ley de la Asamblea Provincial, un cuño para amonedar pesetas y cuartos de plata. Este cuño había sido abierto sin ninguna garantía contra la falsificación de la moneda anterior, por lo que la Legislatura se propuso emplear en la acuñación un tipo difícil de imitar por los falsificadores, sancionado el 5 de julio de 1822, que se batiese de moneda de oro y plata de cordón, en lugar de cortada, pero esta ley no tuvo efecto por los muchos gastos que requería su ejecución. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Entre tanto la crisis monetaria iba en aumento, y el 29 de abril de 1824, el Dr. Maza fue uno de los vecinos que encabezaron la junta popular que se presentó al Cabildo pidiendo la separación inmediata del mando del gobernador Molina, a consecuencia del deplorable estado a que había conducido a la provincia, pronunciando en aquella ocasión un discurso elocuente para probar la conveniencia de organizar al poder Ejecutivo bajo la forma de un triunvirato, el que fue organizado con el propio Dr. Maza, Buenaventura Aragón y Juan Agustín Videla. El Dr. Maza en aquella oportunidad fue levantado en hombros y conducido así a su casa, siendo tradicional que el pueblo de Mendoza no ha rendido ovación más clamorosa, espléndida y espontánea, fuera de la tributada al vencedor de Chacabuco y Maipú. Pero el triunvirato sólo duró un día, pues Molina sostenido en la mayoría de su partido, en la Legislatura y en el Cabildo, presentó su renuncia al día siguiente, pero ésta no le fue aceptada, y el Dr. Maza, habiendo manifestado a la Sala de Representantes que no habiendo sido legalizado su nombramiento, hacía dimisión de él. Cuando en 1825, el Congreso Nacional requirió la opinión de las provincias sobre la forma de gobierno que más deseaba, el Dr. Maza formó parte de la comisión que la Legislatura encargó para presentarle el proyecto que había sancionado el 25 de octubre, en el que constaba “que la provincia de Mendoza se pronunciaba por la forma federal de gobierno, semejante a la que rige tan prósperamente en los Estados Unidos de la América del Norte y con las modificaciones que el Congreso estimara convenientes a la naturaleza y estado de las provincias”. El 2 de octubre de 1829 fue nombrado ministro del gobierno de José Clemente Benegas, cargo que ejerció con acierto. El Dr. Juan Agustín Maza fue una de las víctimas inmoladas por los indios en la tragedia del Chacay, en junio de 1830; el gobernador Juan Corvalán que había sido derrocado primeramente por el coronel Juan Agustín Moyano y después por el coronel José Videla Castillo, huyó a refugiarse entre los indios del sur, reunidos a las fuerzas del cuadrillero Pincheira, el famoso bandolero español, transformado en cacique. Lo acompañaba el Dr. Maza, el coronel José Aldao y otros personajes, los que creyendo a los indios sus amigos, se refugiaron en la tribu del cacique Coleto. Los bárbaros hicieron una verdadera masacre el día 11 del mes de referencia, en la que halló la muerte el Dr. Maza con sus compañeros de infortunio. Un año después, en 1831, el gobierno de Mendoza hizo trasladar los restos de las víctimas del Chacay al cementerio de Mendoza, siendo enterrados todos juntos, pero no se conoce el lugar exacto donde se realizó la operación. El Dr. Maza, por su ilustración y competencia, en 1821 fue designado para ocupar una cátedra de jurisprudencia en el Colegio de la Santísima Trinidad. Había contraído matrimonio con Lorenza Moyano. Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

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04 de Mayo

Máximo Terrero

Máximo Terrero

Nació en Buenos Aires el 4 de mayo de 1817, hijo de Juan Nepomuceno Terrero Villarino y Juana Josefa Muñoz de Rávago y García de la Mata. Hacia 1848, Juan Manuel de Rosas lo nombró comisario del ejército de la provincia, y luego secretario privado suyo. Desde joven debido a que su padre era el mejor amigo del gobernador frecuentó la residencia de Palermo con asiduidad hasta que pasó a ocupar una habitación en ella. Poca importancia se le había dado hasta entonces al discreto enamorado de Manuelita. Sus amigos y parientes conocían esos pálidos amores, pero oficialmente no tenían estado público. En el famoso baile que el comercio porteño le ofreció el 28 de octubre de 1851, Manuelita se sentó entre las personalidades descollantes, y ni siquiera se mencionó a Máximo entre los concurrentes a la fiesta. Terrero acompañó al Restaurador de las Leyes a la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, y tomado preso por las fuerzas enemigas fue liberado inmediatamente por orden del general Urquiza. Un oficial de la corbeta sueca “Lagerbjelka” fue el encargado de transmitirle esas noticias a Manuelita, las que le produjeron un gran alivio. Después de la llegada a Inglaterra de Rosas y su hija, Máximo se reunió con ellos el 6 de mayo decidido a casarse y a soportar el destierro. El 23 de octubre pidieron unirse en matrimonio en la iglesia católica de Southampton (San José, situada en Bugle Street 84). Ambos se instalaron en Hampstead, localidad próxima a Londres. Rosas quedo solo en Southampton, arrendando una granja en la que trabajaba para vivir. Del matrimonio nacieron dos hijos varones: Máximo Juan Nepomuceno, el 20 de mayo de 1856, y Rodrigo Tomás, el 22 de setiembre de 1858. Corría el año 1865. Máximo Terrero, su esposa Manuelita Rosas y sus dos hijos pasan los meses estivales junto a Juan Manuel de Rosas, en la granja que éste ultimo poseía en Swathlimg. Allí llega la triste noticia de la muerte de Juan Nepomuceno Terrero. “Con Tatita ­escribe Manuelita a Josefa Gómez­ hemos acompañado a mi Máximo a llorar”. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


La amistad entre el padre de Máximo Terrero y Juan Manuel de Rosas no conoció de flaquezas ni olvidos. Juan Nepomuceno permaneció junto al amigo de infancia, luego socio durante la juventud de ambos, (con quien, junto a Luis Dorrego, montó el primer saladero criollo), hasta el fin de sus días, aún cuando la distancia de dos continentes los separó. Fue con Juan Nepomuceno con quien Rosas compró y pobló su famosa Estancia “Los Cerillos”; y a él, a quien, en la hora de la desgracia, luego de ser derrotado en Caseros, le confía todo su patrimonio. La situación económica de Rosas en Inglaterra era harto difícil. La familia Terrero no olvidó al amigo: anualmente, le enviaban 500 libras esterlinas. Muchos otros, que debían incontables favores al ex Gobernador, o habían sido de su amistad, e incluso parientes muy próximos, olvidaron al emigrado. Máximo Terrero se mantuvo vinculado a los intereses del Plata, y con el uruguayo Francisco Nin Reyes estimuló las experiencias del ingeniero Charles Tellier en la congelación de la carne. A la muerte de Juan Manuel de Rosas, ocurrida en 1877, Terrero se encontraba en viaje a Buenos Aires. Conoció la infausta noticia por carta de su mujer, donde le describía los últimos momentos de su progenitor. Como albacea del Restaurador debió hacer luego laboriosas tratativas para la devolución de los bienes propios de su esposa, cuyas gestiones tuvieron amplia publicidad. En 1882, Terrero presentó una solicitud ante el Congreso de la Nación, sobre reclamación de bienes. El sable de San Mar tín Asentado en Southampton, Rosas recibe el sable del Libertador, dándose cumplimiento a lo establecido en la tercera cláusula testamentaria de San Martín de 1844. En su chacra de Burguess Street Farm, Juan Manuel de Rosas tenía exhibida la reliquia dentro de un cofre, en cuya tapa hizo colocar una chapa de bronce en la que estaba grabada la cláusula del testamento ya citado. En el mismo pueblo inglés, Rosas redacta su testamento político con fecha 28 de agosto de 1862. Allí deja constancia de la distribución total de sus bienes que deja a familiares y amigos de toda la vida. En la cláusula 18, dice: “A mi primer amigo el señor Dn. Juan Nepomuceno Terrero, se entregará la espada que me dejó el Excelentísimo Señor Capitán General Dn. José de San Martín (…) Muerto mi dicho amigo, pasará a su Esposa la Señora Da. Juanita Rábago de Terrero, y por su muerte a cada uno de sus hijos, e hijas, por escala de mayor edad”. Al morir Rosas el 14 de marzo de 1877, el sable legado quedó en poder de Máximo Terrero, dado que los padres de éste ya habían fallecido. A mediados de 1896, el doctor Adolfo P. Carranza, entonces director del Museo Histórico Nacional, le solicita la repatriación del sable el que, luego de algunas gestiones, salió de Southampton para Buenos Aires el 5 de febrero de 1897 a bordo del vapor “Danube”. Fuente: Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo diccionario biográfico argentino – Buenos Aires (1971) Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado Turone, Gabriel O. – El sable de San Martín ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


05 de Mayo

Gregorio Ignacio Perdriel

Gregorio Ignacio Perdriel (1785­1832)

Nació en la ciudad de Córdoba el 5 de Mayo de 1785. Siendo sus padres D. Julián Perdriel y doña María Josefa Garay de Islas, pertenecientes ambos a antiguas familias del Virreynato. Se inició en la carrera militar durante las invasiones inglesas. En Abril de 1807 figuraba como subteniente de la 8ª compañía del Batallón de Patricios Voluntarios. Después de la segunda invasión, el 31 de Julio del mismo año fue graduado capitán del mismo cuerpo, recibiendo la efectividad de este empleo el 29 de Agosto siguiente El 23 de Marzo de 1809 era capitán graduado de teniente coronel en el mismo cuerpo de Patricios. Por decreto del 13 de Enero de 1809, Perdriel fue confirmado por la Real Junta de Sevilla en su jerarquía de subteniente de Patricios. Producida la revolución del 25 de Mayo de 1810, Perdriel fue uno de los patriotas más entusiastas por el nuevo orden de cosas y en su clase de capitán, acompañó al general Belgrano en su desastrosa campaña al Paraguay, en cuyas acciones de guerra se encontró. En la batalla de Paraguary, el capitán Perdriel mandó la segunda columna de ataque. El 16 de Enero de 1811 era promovido a sargento mayor del Regimiento Nº 1 y el 21 de Agosto del mismo año a teniente coronel del ejército. El 19 de Diciembre del mismo revista en el Regimiento Nº 1 con ese empleo. Cuando el general Belgrano se hizo cargo del Ejército del Norte, Perdriel marchó a incorporarse al mismo después de la Batalla de Tucumán, con el Regimiento de Infantería Nº 1, lo que efectuó a fines de 1812, teniendo en aquel momento este cuerpo un efectivo de 523 plazas. Con él asistió a la batalla de Salta, el 20 de Febrero de 1813, donde mandó la 6ª columna de ataque, y en la que resultó contuso; mereciendo ser recomendado en el parte por su bizarra comportación. En el desastre de Vilcapugio, el 1 de Octubre de aquel año, mandaba la reserva de Belgrano y en la batalla de Ayohuma el 14 de noviembre, mandando su cuerpo, el Regimiento Nº 1, se encontró en el centro de la línea de combate, ostentando ya el grado de coronel que le había sido conferido el 25 de Mayo de 1813.

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El 8 de Febrero de 1815 fue reconocido como coronel efectivo y el mismo día el gobierno nacional lo designaba gobernador intendente de Cuyo, en reemplazo del general San Martín. Pero el Cabildo de Mendoza con fecha 21 de Febrero, se dirigió al Gobierno Supremo de las Provincias Unidas, solicitando que el general San Martín continuase desempeñando el puesto “porque así ha creído que convenía a la seguridad del Estado y a la tranquilidad de este País que se halla inmediatamente amenazado por el Conquistador de Chile”. El 16 de Marzo el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata comunicaba al general San Martín su continuación en el mando de la provincia de Cuyo “entretanto existan los riesgos que la amenazan”. El 5 de Mayo, Perdriel estaba de regreso en Buenos Aires, y el 29 del mismo mes fue designado vocal de la Comisión Militar. Desalojado Alvear de la Dirección Suprema del Estado, por el motín de Fontezuelas, en Abril de 1815, poco después Perdriel se separó del servicio militar con fecha 14 de Febrero de 1816, “con goce de fuero y uso de uniforme”, en mérito a los servicios prestados a la causa de la libertad Gobernador de la Fortaleza de Buenos Aires, el 25 de Noviembre de 1818, el 17 de Febrero del año siguiente fue designado comandante general interino de Fronteras. En 1820 fue uno de los jefes que acompañaron al general Alvear en su intentona fracasada para apoderarse del poder en Buenos Aires, actitud suya que lo desconcertó ante el ambiente sano del país y que le resultó trágica personalmente, pues cayó prisionero de Dorrego en San Nicolás el 2 de Agosto. El triunfo definitivo de los opositores a las tendencias de aquel General, impusieron al coronel Perdriel la aplicación de la Ley de Reforma el 28 de Febrero de 1822. Revistó en el E. M. de Plaza desde el 14 al 16 de Abril de 1824, en “que pasó a la Marina”; pero el 25 de Setiembre del mismo revistaba agregado al E. M. Activo, habiendo cesado poco antes de ser Comandante de Marina. El 29 de Diciembre de 1827 fue designado Jefe de Policía de Buenos Aires, cargo que ejerció hasta el motín de Lavalle, el 1º de Diciembre de 1828, renunciando y diciendo a Lavalle que “la sangre de su amigo Dorrego humeaba en su corazón”. A la caída del general Lavalle, el coronel Perdriel fue designado nuevamente Jefe de Policía por decreto del gobernador Viamonte, de fecha 3 de Setiembre de 1829, cargo que desempeñó hasta su muerte, acaecida el 3 de Marzo de 1832, víctima del cólera. El mismo día el gobernador Juan Manuel de Rosas dictaba un decreto disponiendo la erección de un monumento en el Cementerio de la Recoleta, para guardar sus restos, el cual sería costeado por el Gobierno. La “Gaceta Mercantil” del 7 de Marzo publicaba un sentido artículo necrológico, destacando los grandes servicios prestados a la Patria por este benemérito soldado. El 15 de diciembre de 1831 el gobernador Juan Manuel de Rosas envió a la Sala de Representantes un mensaje para el ascenso a coroneles mayores, a los coroneles Agustín de Pinedo, Gervasio Espinosa, Félix de Olazábal, Angel Pacheco, Gregorio Perdriel y Celestino Vidal. La Sala recién sancionó el ascenso propuesto el 11 de Setiembre de 1832, sin excluir en su resolución al ya finado coronel Perdriel, el cuál fue así promovido a general “post mortem”.

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El coronel Perdriel fue diputado de la Legislatura de Buenos Aires, elegido en los comicios del 22 de Julio de 1827. Asimismo fue Jefe del Regimiento Patricios entre 1812 y 1813. Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas, Tomo IV, Buenos Aires (1938).

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05 de Mayo

Estatuto Provisional de 1815

Brig. Gral. José C. Rondeau (1775­1844), Director de Estado

En el intento de sofocar el movimiento de los Pueblos Libres que parecía irrefrenable, en marzo de 1815, el Director Supremo Carlos María de Alvear ordena a Ignacio Alvarez Thomas dirigirse a San Nicolás para iniciar la represión. Pero en Fontezuelas, éste se pronuncia contra Alvear pidiéndole la renuncia. En realidad, todas las Provincias Unidas están rebeladas contra la conducción despótica del joven Alvear y del grupo de desarraigados ideólogos que lo rodea. Había pretendido relevar a Rondeau, a cargo del Ejército del Norte, pero los oficiales se han insurreccionado porque no lo quieren como jefe. Sus desinteligencias con San Martín, ahora gobernador intendente de Cuyo, lleva a éste a intentar alejarse del poder pidiendo licencia, pero la población mendocina no se lo permite. Alvear aprovecha el pedido de licencia y nombra en su lugar a Gregorio Perdriel, quien no puede hacerse cargo de la gobernación pues el vecindario se opone terminantemente, con lo que queda claro que el oeste tampoco responde a Buenos Aires. De Artigas y la Liga Federal no hablemos. Faltaba perder la Capital, y esto se produce el 15 de abril de ese año 1815 con el pronunciamiento de Miguel Estanislao Soler al frente de los cívicos. Alvear intenta resistir, pero finalmente opta por salir del país y ofrecer sus servicios desde Río de Janeiro, a Fernando VII. La Asamblea se disuelve: nacida en 1813 con la decisión de declarar la independencia, muere en 1815 manejada por un personaje que se permite solicitar el coloniaje británico. El poder es reasumido por el Cabildo de Buenos Aires –como si nada hubiera pasado en los cinco años transcurridos desde el 22 de mayo de 1810­ y decide, ante la imposibilidad de hacerlo con todos los pueblos de las Provincias Unidas, convocar al vecindario de Buenos Aires para nominar a doce electores. El objeto de éstos sería decidir qué forma de gobierno se adoptaría, y luego designar a quien, o a quienes, lo desempeñaran, hasta tanto se reuniera un Congreso General que habría de convocar ese mismo gobierno provisional en “un lugar intermedio de las Provincias Unidas”. Además, dichos electores, unidos a los miembros del Cabildo, designarían una Junta de Observación que dictaría un Estatuto Provisional para regir las Provincias Unidas. A los efectos de designar los doce electores, Buenos Aires se dividiría en cuatro cuarteles, en cada uno de los cuales los vecinos elegirían tres electores. Hecha la elección, los electores decidieron mantener el poder ejecutivo unipersonal con el nombre de Director de Estado, designando para el mismo a José Rondeau, e interinamente a Ignacio Alvarez Thomas, pues el primero estaba en el norte. Los ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


electores, en unión con los miembros del Cabildo, eligieron la Junta de Observación compuesta por cinco miembros: Tomás Manuel de Anchorena, Esteban Gascón, Antonio Sáenz, Pedro Medrano y Mariano Serrano. La Junta de Observación dictó a poco el Estatuto Provisional, con fuerte influencia de la Constitución española de Cádiz. Es un largo documento de derecho público que comienza con una declaración de los derechos del hombre en la sociedad: a la vida, a la honra, a la libertad, a la igualdad, a la propiedad y a la seguridad; la igualdad consistía en que la ley “favorece igualmente al poderoso que al miserable”. La religión del Estado sería la católica, debiendo los habitantes respetarla, y respetar el culto público, considerándose la violación de este artículo como una violación de las leyes fundamentales del país. Serían ciudadanos los hombres libres nacidos y residentes en el territorio del Estado, entrando a los 25 años en el ejercicio de los derechos inherentes. Entre otras causas se suspendía la ciudadanía por ser doméstico asalariado, o por no tener propiedad u oficio lucrativo y útil al país. Los extranjeros de 25 años, que hubiesen residido en el país más de cuatro años, que fuesen propietarios de un fondo al menos de cuatro mil pesos o en su defecto ejercieran arte u oficio útil al país, y que supieran leer y escribir, gozaban de sufragio activo, sin tener necesidad de renunciar a su ciudadanía de origen; a los diez años de residencia tendrán voto pasivo y podían ser elegidos para empleos de la República pero no para los de gobierno; para gozar de ambos sufragios debían renunciar a toda otra ciudadanía. Ningún español europeo podría disfrutar del sufragio activo o pasivo, mientras los derechos de las Provincias Unidas no fueran reconocidos por España, a menos que él estuviera decidido por la libertad del Estado y que hubiese prestado servicios distinguidos a la causa del país, en cuyo caso gozaría de la ciudadanía. Algo curioso de este Estatuto, y elogiable, es que menciona los deberes de los ciudadanos, entre los que cita sumisión completa a la ley, obediencia, honor y respeto a los magistrados y funcionarios públicos, sobrellevar gustosos cuantos sacrificios demande la Patria incluso el de la vida, respetar los derechos de los demás ciudadanos, ser buen padre de familia, buen hijo, buen hermano y buen amigo. Más llamativo aún resulta la imposición de deberes al cuerpo social, entre los que se menciona una especie de derechos sociales de los ciudadanos, cuando especifica: “Aliviar la miseria y desgracia de los ciudadanos, proporcionándoles los medios de prosperar e instruirse”. El poder legislativo residía “para los objetos necesarios y urgentes”, en la Junta de Observación, hasta tanto se reuniera el Congreso General de las Provincias. Las leyes, antes de ser sancionadas por aquel organismo, debían ser consultadas con el Director y el Cabildo. Si disintiese el primero, lo mismo se promulgarían, pero no, en el caso de que la oposición proviniera del Cabildo. Los poderes de la Junta de Observación eran notables, desde remover los secretarios del Director, aconsejarle medidas de gobierno, recibir de él detallados informes trimestrales sobre las cuentas, hasta deponerlo con acuerdo del Cabildo, en caso de que el jefe del poder ejecutivo violara el Estatuto. La mencionada Junta se renovaría a los seis meses, en sus cinco vocales, siendo su forma de elección la prescripta por el Cabildo el 18 de abril; esta segunda Junta duraría hasta la finalización del período del Director, y en adelante el lapso de duración sería de un año. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


El poder ejecutivo lo desempeñaría un Director de Estado, cuya elección se practicaría conforme al reglamento que se sancionase con acuerdo de las provincias. Para serlo habría que ser vecino o natural de cualquiera de las provincias, con cinco años de residencia en las mismas y tener más de 35 años. Su plazo de mandato era de un año y estaba acompañado en su gestión por tres secretarios: de gobierno, de hacienda y de guerra, que él designaba, aunque la Junta de Observación podía remover. El desempeño de las facultades del Director de Estado estaba controlado en profusión por el Cabildo, la Junta de Observación, el Consulado, una llamada Comisión Militar y la Junta de Hacienda. En cuanto al poder judicial, se especificaba: “El ejercicio del Poder Judicial por ahora y hasta la resolución del Congreso General, residirá en el Tribunal de recursos extraordinarios de segunda suplicación, nulidad e injusticia notoria, en las Cámaras de Apelaciones y demás juzgados inferiores”. La disposición, sin duda, más importante de este Estatuto, es aquélla por la cual el Director de Estado convocaría a las ciudades y villas de las provincias interiores “para el pronto nombramiento de diputados que hayan de formar la Constitución, los cuales deberán reunirse en la ciudad de Tucumán, para que allí acuerden el lugar en que hayan de continuar sus sesiones”. Las ciudades y villas elegirán un diputado cada 15.000 habitantes, designándolos los ciudadanos, indirectamente, a través de una nominación de electores a razón de un elector cada 5.000 habitantes. El estatuto también reglaba que los miembros de los cabildos eran elegidos por los vecinos de las ciudades, que a tales efectos se dividían en cuatro cuarteles que designarían electores también a razón de uno cada 5.000 habitantes; esos electores elegirían a los cabildantes que durarían en el ejercicio de sus cargos un año. La elección de gobernadores de provincia se harían por electores, en la misma proporción de uno cada 5.000 habitantes. Reunidos estos electores formarían una lista de seis candidatos, de los cuales sortearían a tres, y de estos tres los electores decidirían quién sería el gobernador, que duraba tres años en el cargo. Los tenientes gobernadores serían designados por el Director de Estado, que lo elegiría de una terna que le propondría el cabildo respectivo. Había tropas veteranas, milicias provinciales y milicias cívicas. Las primeras serían comandadas por el Director si fuese militar, pero asesorado por una Junta de Guerra; si no lo fuera debería nombrar un general en jefe. Las milicias provinciales eran los cuerpos veteranos de las provincias. Las milicias cívicas estaban integradas así: “Todo habitante del Estado nacido en América, todo extranjero con domicilio de más de cuatro años, todo español europeo con carta de ciudadanía y todo africano y pardo libre, son soldados cívicos, excepto los que se hallen incorporados en las tropas de línea y Armada”. Podían ser convocados de los 15 a los 60 años. El Cabildo de Buenos Aires comandaba a los cívicos de esa ciudad. Otra cosa insólita de este Estatuto es que puestos de acuerdo la Junta de Observación y el Cabildo, podían deponer al Director de Estado en caso de que éste violase el Estatuto u obrase contra la salud y seguridad de la Patria, apelando para este caso a las milicias cívicas y a la tropa veterana. También formaban parte de Estatuto disposiciones sobre seguridad individual y libertad de imprenta. El Consejo de Estado quedó abolido. El estatuto fue aceptado por Córdoba, Cuyo y Salta, solamente en lo referente a la reunión del Congreso de Tucumán. Las provincias de la Liga Federal rechazaron y no concurrieron a dicho Congreso. Tucumán lo admitió integral, pero provisoriamente. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado Petrocelli, Héctor B. – Historia Constitucional Argentina – Keynes – Rosario (1993).

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05 de Mayo

Hamburgo recibe ayuda argentina

Gran incendio de Hamburgo ­ 5 de mayo de 1842

A comienzos de la década de 1840, Domingo Faustino Sarmiento, en su condición de desterrado, decidió fugarse a Chile y continuar fustigando al gobierno federal de Juan Manuel de Rosas. No es ésta la ocasión de puntualizar qué hizo o qué no hizo Sarmiento desde el momento en que se fue al país trasandino, si bien no queremos dejar pasar un episodio: el sanjuanino entra a Chile el 19 de noviembre de 1840, y en plena cordillera se detiene ante la saliente de una roca, donde grabó la expresión “no se matan las ideas”. Sarmiento habría sido el hazmerreír de todos si tenemos en cuenta que fue él quien mató sus propias ideas al incorporarse al partido conservador chileno, rival del partido liberal y, lógicamente, de las consignas que Sarmiento quería imponer en Argentina. Situados casi en la misma época, el general Manuel Oribe, con el apoyo de Rosas, pone sitio a la ciudad de Montevideo en 1842, la cual estaba ocupada por el general Fructuoso Rivera, quien había recibido ayuda de las tropas imperiales del Brasil desde antes de 1838 para poder acceder a la presidencia del Uruguay. Y el bloqueo francés en el Río de la Plata, que comenzó en 1838 y permaneció hasta 1840, también hizo lo suyo, dado que imposibilitó por dos años a Oribe el pedir ayuda al Restaurador de las Leyes para lanzarse contra Rivera y vencerlo. En 1841, el general Juan Lavalle era derrotado, perseguido y muerto al norte del país, y con ello se dio por tierra a las grandes aspiraciones unitarias de instaurar un gobierno liberal apoyado internacionalmente. Pero las acechanzas estaban a la orden del día, por desgracia. El régimen rosista lidiaba, pues, con una situación que a veces se tornaba favorable y otras no tanto. Pensemos un momento bajo qué situación de extrema anarquía Juan Manuel de Rosas había decidido tomar las riendas del país para salvarlo de la fragmentación. Sin embargo, será la ingratitud de los “iluminados” la que, en la hora sublime de la salvaguardia, negará el apoyo a sus compatriotas para plegarse a las potencias imperiales del momento. Es evidente que, detrás de la mendaz vertiente de opiniones adversas que cayeron sobre el federalismo gobernante, se ocultaron todos los aspectos positivos que dicha ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


administración pudo desplegar hasta 1852. Si existe una manifiesta intención de parte de los vencedores de Caseros, esa fue la de eliminar toda pista que lleve a echar luz sobre las acciones solidarias y humanitarias que el rosismo evidenció. La Confeder ación Argentina se solidar iza con Hamburgo Según Sarmiento, como así también para el elenco que le caía simpático, el gobierno de Rosas era “bárbaro” y “déspota”, cuya conducta estaba signada por el “terrorismo de Estado”, por lo tanto, ningún gesto de solidaridad podía tener para él el gobierno criollo de la Santa Federación. Johann Christian Zimmermann era un germano nacido en 1786 en un poblado llamado Eckenhagen, al sur de la cuenca del Ruhr. A comienzos de 1816, o principios del año siguiente, llega a Buenos Aires proveniente de los Estados Unidos, quizás por haberse dedicado al comercio marítimo de exportación e importación. En 1827, se casa en aquélla ciudad con su cuñada Luisa María Halbach, en segundas nupcias. Desde el año 1830 que Zimmermann es el cónsul de la ciudad alemana de Hamburgo en Buenos Aires. Transcurren largos años, hasta que en 1842 llegan a la cuenca del Plata las noticias de un terrible incendio desatado en Hamburgo que, sin lugar a dudas, marcará un antes y un después en su historia. El siniestro se inició el 5 de mayo de aquél año, y se extenderá por durante tres días más, destruyendo prácticamente dicha ciudad, llevándose reliquias, monumentos, casas, tiendas y vidas humanas. El fuego tuvo su epicentro en un almacén, y a causa de la sequedad y del fuerte viento, la ciudad no tardó mucho en convertirse en una hoguera. Para el día 8 de mayo, los bomberos habían logrado circunscribir el foco principal del incendio, aunque los últimos bomberos recién se retiraron el 1° de julio. La tragedia reportó unas 50 personas fallecidas y alrededor de 30.000 personas huérfanas de sus hogares. Respecto a los daños materiales, un total de 90 millones de marcos se pudieron contabilizar. Toda Europa quedó conmovida por el suceso, al punto de organizar toda clase de auxilios en ayuda de la afectada ciudad. Lejos, muy lejos de la prédica envenenada del obnubilado Sarmiento y sus acólitos, la Confederación Argentina, meses más tarde, hizo un generoso ofrecimiento monetario en ayuda de los desguarnecidos habitantes de Hamburgo. Tres mil pesos fuertes de la época se destinaron a tierra germana, gesto que fue agradecido enormemente por el antes nombrado cónsul de Hamburgo en Buenos Aires, Johann Christian Zimmermann, quien todavía en 1842 ostentaba dicha investidura. En carta fechada el 30 de agosto de 1842, esto expresaba Juan Zimmermann (tal la traducción de su nombre al español) a don Juan Manuel de Rosas y, en su nombre, al gobierno de la Confederación Argentina: “Exmo. y venerado Señor Tengo el honor de acusar recibo de su apreciable Nota, fecha de ayer, acompañando Tres Mil Pesos cantidad en que como un amigo de Hamburgo se dignó suscribir una de ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


las listas que a favor de los Desgraciados de aquella Ciudad me havia permitido remitirle. Aunque V. E. haya querido disimular su venerado nombre ès el que ha substitudo tan halagüeño para mi, como sera grato al Gobierno de Hamburgo, aumentando el reconocimiento que se le debe por su generoso socorro. En este concepto no puedo omitir acompañar al Senado una Copia de la fina nota con que me ha honrado. Querra V. E. persuadirse de los sentimientos con que de nuevo le saludo con la mayor veneracion como su muy affecto y attento servidor. Juan Zimmermann Casa de V. E. a 30 Agosto 1842 Exmo Sor. Dn Juan Manuel de Rosas.” ¿Cuántas familias en Hamburgo habrán recibido la ayuda económica del gobierno criollo de la Confederación Argentina, que no tenía paz y que, de tanto en tanto, era asediado por guerras arbitrarias provenientes desde todas las direcciones? La tierra del “atraso” y la “barbarie” daba un ejemplo inconmensurable de caridad y humanidad al mundo del progreso y del adelanto. Fuente Archivo General de la Nación, “S. X. 24­5­3. B. Correspondencia de Rosas con varios. 1832­1850”, Buenos Aires. Becar Varela, Alfonso M. – “Patricio Joseph Julián Lynch y Roo (1789­1881)”, Noviembre 2006. Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, N° 23, Enero­ Diciembre 1963. Rivas, Marcos P. – “Sarmiento. Mito y Realidad”, A. Peña Lillo Editor, Buenos Aires, 1960. Turone, Gabriel O. – 1842, Hamburgo recibe ayuda argentina – Buenos Aires (2008)

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05 de Mayo

Heroicos defensores del Fortín Fraga

Este episodio es el símbolo del holocausto del modesto y anónimo soldado puntano que tan denodadamente luchó, sacrificando su vida al servicio de la civilización. En el persistente y dramático esfuerzo realizado por los pueblos del interior en pos de un ideal civilizador y de sus anhelos de progreso, los fortines escalonados en las fronteras desempeñaron un rol fundamental. Atalayas levantadas en medio del desierto, fueron los puntos de apoyo que guarnecían las dilatadas líneas de las fronteras y que en medio de su pobre y desguarnecida estructura, constituían un relativo amparo para el que audazmente cruzaba el desierto o para el poblador que con un coraje a toda prueba se atrevía a desafiar los misterios de una soledad preñada de traidoras celadas. Algunos fortines estaban provistos de pequeñas defensas consistentes en cercos de palos plantados a pique o de zanjas que los circundaban, obstaculizando en acceso a los miserables ranchos en que guarecían los encargados de su custodia. Cerca de éstos se levantaba el mangrullo, rústica especie de torre de observación a cuya inmediación se extendía el corral circular en el que siempre se tenía algún caballo a mano para los casos de apuro. Otros eran simples ranchos de dos aguas, con paredes de quincha y techos de paja asentada en barro, con sus desamparados frentes dando al campo abierto que los cercaba y oprimía desde los cuatro puntos cardinales sin otra ventaja que la de mantener despejado el horizonte. El antiguo fortín de Las Piedritas (1), llamado más tarde Fraga, pertenecía a la última categoría de los misérrimos refugios que servían de aposento a los oficiales y soldados predestinados a vivir en un mortificante aislamiento, en constante vigila con el arma al brazo y la vida en un pelo. En 1867 el fortín Fraga estaba a cargo de un oficial con unos pocos soldados, y entre ellos éstos los hermanos Manuel y Domingo Páez, veteranos que gozaban fama de valientes. Domingo, soldado de San Martín, había conquistado el grado de sargento en Maipú y en Ituzaingó, memorables batallas en las que las balas le respetaron la vida aunque dejándole inutilizado el brazo izquierdo, lo que no le impedía prestar servicios en la milicia, participando en los entreveros con temerario coraje, haciendo gala de agilidad ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


en las cuerpeadas y de destreza en el manejo del fusil, la lanza o la daga empuñada con su único brazo tenso y fuerte. Continuamente era necesario correr el campo, y extendiendo la vista sobre el horizonte, observaba sus movimientos e interpretar cualquier novedad que se ofreciera al alcance de la vista, para tomar a tiempo las precauciones necesarias ante la más leve sospecha de un peligro o amenaza. En cumplimiento de esta misión una mañana abandonaron el fortín el oficial y sus soldados con excepción de los hermanos Páez que quedaron a su cuidado. El sol se ponía en el horizonte cuando el oficial y sus acompañantes regresaron sin sospechar que las novedades, que no habían encontrado durante su recorrido, los esperaban en el propio fortín con el signo macabro de la muerte y desolación. Durante su ausencia una partida de indios entreverados con algunos gauchos desalmados, habían atacado el miserable rancho que presuntuosamente se denominaba fortín (2). Los hermanos Páez en un desesperado esfuerzo pretendieron defenderse parapetados en su interior manteniendo a raya a sus atacantes, de los cuales uno había caído para no levantarse más. Pero, cuando ardió el rancho incendiado por los bárbaros, los defensores tuvieron que continuar la lucha sin otro resguardo que sus armas y coraje. El cuadro era un trasunto real del valor legendario de los hermanos Páez y de la ferocidad y alevosía de sus atacantes. En medio de la soledad se levantaba el esqueleto ennegrecido de la precaria construcción con sus horcones y cumbrera aún humeantes y a pocos pasos, sobre el terreno trillado durante la tenaz lucha, como si la muerte los hubiera llamado a la paz de la reconciliación, los cuerpos mutilados de dos indios y de los hermanos Páez. Los salvajes y Manuel Páez ostentaban en sus cuerpos los signos del terrible encuentro. Domingo estaba inconsciente, cubierto por la sangre que manaba de las dieciocho heridas que le infirieron. Los indios lo habían considerado muerto y por eso no se tomaron el trabajo de despenarlo. Los últimos años de vida los paso en Mercedes. De sus labios recogió el padre de Belarmino T. Olguín, la versión de los que ocurrió aquel aciago día a la que éste le dio forma y publicidad en un artículo titulado: “Pequeños episodios puntanos” – “Dos bravos soldados en el Fortín Fraga”. (3) El pequeño y sangriento drama del fortín Fraga, es un doloroso ejemplo de la ilimitada barbarie indígena y del heroico sacrificio del modesto soldado de la patria. Por eso vaya nuestro homenaje al sufrido y anónimo soldado puntano, sin cuya sangre y heroísmo no hubiera plasmado la gloriosa gesta de nuestra puntana tierra. Refer encias (1) En ese Fortín estuvo el Coronel Fraga, que murió mas tarde gloriosamente en la batalla de Tuyuti, con motivo de la guerra de Argentina contra Paraguay, en mayo de 1866. Por esta circunstancia el gobierno de San Luis cambio el nombre de Fortín Las Piedritas por el de Fraga. Cuando en 1880 comienza a circular el Ferrocarril, el poblado se traslada al sector sur y luego con la construcción de la ruta 7 (actualmente Autopista de las Sierras Puntanas) cambia nuevamente de lugar emplazándose donde esta actualmente, constituyendo la actual población de Fraga, en el Departamento de Gral. Pringles.

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(2) Prado nos presenta una fiel imagen de lo que era la vida en estos miserables reductos; “La impresión del fortín –expresa­ grosero montón de tierra rodeado por un enorme foso, me dio frío”. (3) En “La Voz del Sud”, julio 16 de 1940. Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado Pastor, Reynaldo A. – San Luis, su gloriosa y callada gesta (1810­1967) – Buenos Aires (1970). Prado, Manuel – La guerra al malón – EUDEBA, Buenos Aires (1960).

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07 de Mayo

Domingo Arenas

Coronel Domingo Arenas (1792­1859)

Nació en Montevideo en el año 1792, siendo sus padres Juan Antonio Arenas y Tomasa Acosta. Empezó su carrera militar con el primer grito de libertad que resonó en América y el 28 de agosto de 1812 se le agregó al Regimiento de “Dragones de la Patria” en clase de teniente, en Concepción del Uruguay. En octubre del mismo año marchó con su cuerpo a poner sitio a Montevideo por segunda vez. Arenas había asistido también al primer asedio de aquella plaza como subteniente del Regimiento “Milicias del Campo”. Se halló en la batalla del Cerrito, el 31 de diciembre de 1812, donde recibió un terrible bayonetazo, y en otros hechos de armas de menor importancia que tuvieron lugar alrededor de la plaza sitiada, siendo herido de bala en la guerrilla del 11 de junio de 1814, asistiendo a la toma de aquella el 23 de junio del mismo año, por lo cual, el 1º de enero de 1818 se ordenó le fuese entregada la medalla de plata acordada por el Supremo Director Posadas a los vencedores. El 19 de setiembre de 1814, Arenas fue ascendido a ayudante mayor de las Milicias Generales de Entre Ríos. Hizo la campaña de esta provincia y Corrientes, siendo herido de bala en el brazo izquierdo en la batalla de Pos­ Pos, en octubre de 1814. El 1º de mayo de 1815 volvió a incorporarse a los Dragones de la Patria, siendo promovido a teniente 1º con grado de capitán el día 18 del mismo mes y año, en la 1ª Compañía del 1er Escuadrón del regimiento mencionado, con el cual estuvo acantonado en San José de Flores, marchando en agosto del mismo año 1815, a Santa Fe y a fines de éste marchó a incorporarse al Ejército del Norte. En octubre de 1816 revista como capitán graduado en la “Escolta del Sr. Capitán General en Tucumán”. El 6 de agosto de 1817 fue promovido a capitán efectivo de la 1ª Compañía del 4º Escuadrón de Dragones de la Nación, nombre que tomaron los Dragones de la Patria y del Perú al ser refundidos en un solo cuerpo por disposición del general Belgrano. El capitán Arenas continuó sirviendo en la escolta del general en jefe del Ejército del Norte, acompañando a éste en su campaña contra Estanislao López, en Santa Fe; permaneciendo en aquel ejército hasta el 22 de setiembre de 1819, en que obtuvo su retiro agregado a la plaza de Tucumán, por haberlo solicitado el 28 de julio, pidiendo “algún empleo pasivo en Jujuy” o sus inmediaciones, a causa de sus achaques. Con fecha 19 del mes anterior había sido reconocido como sargento mayor graduado, a ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


propuesta de Belgrano formulada el 2 de junio por indicación del coronel Zelaya; y Güemes, en el carácter de general en jefe del Ejército de Observación del Perú, le confirió los despachos de sargento mayor efectivo y teniente coronel graduado, el 20 de agosto de 1820, participando Arenas en la gloriosa defensa del territorio argentino que llevaron a cabo las tropas salteñas a las órdenes del inmortal caudillo. El gobernador Arenales le confirió el 5 de marzo de 1824 la efectividad de teniente coronel de caballería, y el 19 de agosto del mismo año, lo designó coronel y comandante general de las milicias de Jujuy reteniendo ya desde el 29 de abril de aquel año, el comando del 1er Escuadrón de Milicias de Jujuy. Al mando del mismo Arenales hizo la campaña en el Alto Perú en el segundo semestre de 1824 y comienzos de 1825, que dio fin a la guerra de la Independencia con la muerte del general realista Pedro Antonio de Olañeta, a consecuencia de las heridas que recibió en el combate de Tumusla el 1º de abril de 1825. En julio de este año, Arenales lo nombró coronel de la “División Protectora de los Pueblos del Perú”. El 1º de julio de 1826 era jefe de las milicias de Jujuy. Al frente de 200 hombres, en los que iban los de Perico y la Toma, marchó para Salta, en febrero de 1827, en apoyo de Arenales, que fue derrocado por Gorriti. El gobernador de Salta, general Pablo Latorre, designó al coronel Arenas, su edecán, con fecha 27 de julio de 1832, nombrándolo también aquel mandatario, comandante principal del Escuadrón de la Federación. Acompañó al teniente coronel Fascio y demás patriotas de Jujuy cuando proclamaron la independencia de esta provincia de la de Salta, distinguiéndose el coronel Arenas en el combate de Castañares, librado el 13 de diciembre de 1834, que dio el triunfo a los jujeños, sobre las fuerzas de Salta del gobernador Latorre, el que cayó prisionero y fue sacrificado el 29 del mismo mes, en su prisión. El gobernador de Jujuy, general Pablo Alemán, le designó el 1º de mayo de 1836 coronel comandante en jefe del Regimiento de Federales Nº 1. El coronel Arenas intervino activamente en las luchas fratricidas que ensangrentaron las provincias del Norte. En la campaña contra el general Lavalle, mandó Arenas un regimiento que operó en las provincias de Salta y de Jujuy. Cuando Lavalle fue batido en Monte Grande o Famaillá, el regimiento de lanceros de Arenas estuvo encargado de la persecución de los restos del denominado “Ejército Libertador” por la provincia de Jujuy, y pertenecía a aquel regimiento el destacamento que al mando del entonces capitán Fortunato Blanco, marchó a capturar al doctor Elías Bedoya, en la casa en que se alojaba en la capital jujeña, donde se hallaba el general Juan Lavalle, que recibió un tiro disparado por el soldado José Bracho, del destacamento aludido, causándole una muerte inmediata el 9 de octubre de 1841. El coronel Arenas era en esta época jefe político del departamento de la Cabaña. El 3 de setiembre de 1858, poco antes de fallecer, el Gobierno de la Confederación acordaba el alta del coronel de caballería Domingo Arenas, en el Estado Mayor de plaza, sección Jujuy. Esta resolución fue tomada de acuerdo al decreto del 1º de octubre de 1856, por el cual se llamó al sueldo de la Patria a todos los argentinos que habiendo tomado parte en la Guerra de la Independencia estaban emigrados. Arenas testó, estando aparentemente sano, el 1º de mayo de 1858. Había contraído enlace en Jujuy con Brígida Iriarte, matrimonio del cual nacieron nueve hijos. El coronel Domingo Arenas falleció en Jujuy el 7 de mayo de 1859. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Fuente Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

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07 de Mayo

La travesía de Tschiffely, Mancha y Gato

“El 23 de abril de 1925, por la mañana temprano, dejé mi hotel de la calle Reconquista (el “Universelle”, que ya no existe) y me dirigí a las instalaciones de la Sociedad Rural, acompañado por mi perro, que parecía husmear el desastre y debió ser atado a un cordel para que me acompañase. Los inconvenientes comenzaron temprano; los caballos se oponían tenazmente a ser ensillados…” Así comenzó años más tarde el primer capítulo de sus memorias, Aimé Félix Tschiffely, el protagonista de una hazaña no superada hasta el presente: unir a caballo las tres Américas, recorriendo para ello…. ¡alrededor de 21.500 kilómetros! Tschiffely contaba entonces, 29 años. Había nacido en Berna el 7 de mayo de 1895. Después de haber concluido su educación en Suiza, su país de origen, estuvo en Inglaterra y luego se dirigió a la Argentina, donde por espacio de nueve años enseñó idiomas en el Saint George’s College, de Quilmes, provincia de Buenos Aires. Hasta ese entonces su vida se deslizó dentro de una singular normalidad y tan sólo los paseos de domingo, cabalgando algún caballo del lugar rompían la monotonía de su vida, consagrada enteramente a la enseñanza. Más, un espíritu emprendedor y dinámico, cual era el suyo, poco tiempo habría de permanecer sujeto a la monótona vida del colegio. Y así fue generando la idea de “la gran aventura”. Después de varias tentativas frustradas, se dirigió una tarde a la redacción del diario “La Nación”, de la Capital, solicitando una entrevista con el doctor Osvaldo Peró, por entonces “técnico, periodista, escultor y sobre todo muy gaucho”, como él mismo lo definió años más tarde. Por intermedio del doctor Peró, conoció en seguida al doctor Emilio Solanet, amigo y colega de aquél, dueño de la estancia “El Cardal”, cerca de Ayacucho, en la provincia de Buenos Aires. Entusiasta cultor de la crianza del caballo criollo, el doctor Solanet no pudo menos que extrañarse ante el raro pedido suyo: ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


­¿Adónde quiere ir?… ­A Nueva York, doctor –y de no haber sido por la seriedad del personaje, aquel hombre hubiera tomado a broma lo que se le solicitaba. Y allí mismo, lo invitó a pasar al corral. Tschiffely reconocía en el doctor Solanet a una verdadera autoridad en materia equina. Había seguido toda su actuación en defensa del caballo, recordando que en una charla pronunciada en la Facultad de Agronomía y Veterinaria, los méritos del “criollo” habían sido largamente ponderados por él. Expuso allí Solanet que cien, doscientas leguas y más aún, fueron cubiertas durante meses por los bravos caballos criollos durante la Guerra de la Emancipación y, cómo después de cargas victoriosas, su alimentación alcanzó tan sólo a lo que podían encontrar. Aquellos nobles productos habían soportado el abrasante sol del desierto y los hielos, con verdadero estoicismo y las muestras de esos sacrificios merecieron que el doctor Solanet –en función de cabañero­ dedicara ahora todos sus desvelos a criarlos. El primer encuentr o En el corral de “El Cardal” se produjo el primer encuentro entre Tschiffely y quienes serían sus camaradas de aventuras. Solanet le ofreció dos ejemplares reconocidos como muy “buenos y voluntariosos”: Mancha, que por entonces contaba dieciséis años, y Gato, que tenía quince. Los dos animales habían pertenecido a un jefe indio llamado Liempichum, y se los sabía salvajes entre salvajes. Varios domadores debieron turnar su paciencia para poder volverlos dóciles. Mancha era overo rosado, manchado. Gato, como bien su nombre indicaba, gateado. A Mancha había que reconocerle todos los atributos de un “perro guardián”. Siempre atento a cuanto a su alrededor ocurría, vivía desconfiando de los extraños y no permitía que otra persona, más que el amo, lo montase. Gato era muy distinto. A diferencia de su compañero de morada, no era expresivo. Por lo contrario, era menos intuitivo, pero más voluntarioso. Sus ojos poseían una expresión infantil y parecía mirar todo con inusitada sorpresa. En ambos estaban dadas las dos cualidades: para Mancha, el instinto, suerte de dominación además que imponía sobre Gato; y para éste, una inocente contracción para el trabajo. Empero, había que reconocerle a Gato, como el mismo Tschiffely lo hizo años después, una rara intuición para pantanos, tembladerales y fango. El maestro suizo escribió en sus memorias, que si los dos caballos hubiesen tenido la facultad de la voz y la comprensión humanas, hubiera recurrido a Gato para confiarle sus preocupaciones y secretos. Pero si hubiese necesitado ir de fiesta, hubiera preferido invariablemente a Mancha. Tenía más personalidad que aquél. Un viejo gaucho inglés, don Edmundo Griffin, propietario de la estancia “La Palma”, cercana a Paysandú, puso a disposición de Tschiffely un cirigote (tipo de silla usado en Entre Ríos). Esa fue la única montura que usó durante el viaje. Y completó su atavío con un gran poncho impermeable y un mosquitero, de modo que el peso total no sobrepasara los sesenta kilogramos, teniendo en cuenta que debería usar de carga, indistintamente, a los dos caballos. En las vacaciones de ese año 1925, Tschiffely se entrenó convenientemente, preparándose para la “excursión”, como el simplemente llamó a su empresa. Cuando todo estuvo listo, los dos caballos fueron enviados al local de la Sociedad Rural, en ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Buenos Aires, y allí se alojaron hasta el momento de la partida. Los comentarios previos de la prensa, mostraron un escepticismo muy singular. Hasta se lo llegó a acusar de “crueldad” hacia los animales, en conocimiento de lo que se proponía. Pero a despecho de todas esas acusaciones, el “aventurero” contó con el apoyo de algunos deportistas conocidos y el de la Sociedad “Criadores de Criollo”. La histór ica par tida En la mañana del 25 de abril de aquel lejano 1925, Aimé Félix Tschiffely dejó su alojamiento céntrico y en compañía de un ejemplar de policía belga –el perro iba a ser también de la partida­ se dirigió en busca de sus dos “amigos”. Mas, aquel perro no contó con la inicial simpatía de los caballos, en especial con la de Mancha, quien en el primer día de marcha, le obsequió tan brutal coz en una cadera, que le obligó a quedarse en Buenos Aires. Montando a Gato, en tanto que el otro animal hacía de carguero, Tschiffely recibió el saludo de muy pocos amigos e inició la marcha, en momentos en que una tenue llovizna comenzó a caer sobre Buenos Aires. Esa llovizna se convirtió en lluvia torrencial antes de llegar a Morón y hubo que hacer noche en un boliche de campaña. Los caminos quedaron intransitables y a tren muy lento se dirigió hacia Rosario, donde arribó después de varios días de marcha. De allí tomó rumbo noroeste, hacia la frontera con Bolivia, debiendo pasar antes por “las desoladas regiones de Santiago del Estero”, por Tucumán, a la que denominó “el edén argentino” y por Jujuy, desde donde tomó por un vasto y profundo valle, orientado directamente hacia el Norte. Los medios económicos con que contó Tschiffely, fueron propios. No recibió subvención alguna, que le permitiera pasar siquiera los primeros días de marcha. Como los preparativos de su viaje insumieron algo más de seis meses, durante ese lapso, todas sus entradas fueron destinadas a solventar económicamente su firme decisión. Después, durante el viaje y a medida que avanzaban las jornadas de marcha, la cosa resultó más fácil. En los lugares que detenía su andar, se lo recibía con alimentación adecuada, para él y sus animales y se le proveía el suficiente forraje para que sus cabalgaduras pudieran aguantar al menos un par de semanas. Habían pasado varias semanas de azarosa marcha –lluvias, calor y frío acrisolados en un lento derrotero­ cuando llegó Tschiffely a la quebrada de Humahuaca. Y contó de ella, años más tarde, una muy antigua fábula, que oyó de labios de un viejo indio: “En los tiempos de nuestros viejos antecesores, vivía en un lado del valle una tribu de indios poderosa y próspera y en las laderas de la montaña opuesta, habíase instalado una tribu igualmente fuerte y bien organizada. La envidia y la ambición los convirtió en enconados enemigos y se libraron entre ambas feroces batallas. El cacique de una tribu tenía un hijo y su enemigo de la otra tribu, una hermosa muchacha. Por las noches solían verse. Pronto despertaron sospechas y un día el padre de la joven envió un mensajero a su rival, amenazándole con ejecutar a su hijo si lo descubría con su hija. En una ocasión fue descubierto, tomado prisionero y conducido ante el enemigo. Este ordenó que lo decapitaran en seguida, orden que se cumplió de inmediato. La cabeza, separada del cuerpo, fue llevada a la muchacha, quien la acarició ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


en un arrebato nervioso. Según cuenta la leyenda, los ojos de la cabeza, aún tibia, se abrieron y dejaron escapar dos lágrimas. Desde entonces ese valle se ha llamado Humahuaca, que quiere decir “cabeza que llora”. Tras dejar los Andes, Tschiffely siguió caminando hacia Bolivia. De allí pasó a Potosí, el altiplano, hasta llegar a La Paz. De su andar por Potosí, quedó la referencia hacia los aimaraes, indios de ese lugar, cuyo idioma debe figurar entre los menos musicales de todas las lenguas dado que parecen hablarlo con el fondo de la garganta y el estómago. Después de abandonar el lago Titicaca y llegar a su desembocadura, los “tres amigos” se hallaron ante un puente, y luego de cruzarlo, entraron en la República del Perú. Varias semanas en Cuzco, y luego en Lima, para llegar después a los arenales y desiertos de la costa peruana. De esos penosos cruces, escribió Tschiffely esta historia: “Contrariando la práctica de la mayoría de los viajeros de las regiones secas, no llevé agua. Para mi uso personal disponía de una caramañola de coñac y otra llena de jugo de limón mezclado con sal. Esta bebida resultaba muy estimulante, pero de sabor tan ingrato que nunca sentí deseos de beber mucho de una sola vez. En cuanto a los caballos, calculé que la energía que gastarían en transportar agua, sería muy superior al beneficio derivado de beberla, así que sólo la tuvieron cuando llegamos a algún río o poblado. Creo que mi teoría era sólida; con carga ligera ganábamos en velocidad y evitábamos que los caballos se lastimasen los lomos, porque el agua es la carga más incómoda que un animal puede llevar. Sólo en raras ocasiones, parecieron mis caballos sufrir algo de sed”. Sigue la mar cha Al recorrer estas latitudes, el andar se hizo enteramente penoso. Un día de marcha era compensado con dos de descanso, o tal vez más, a causa de la aridez de los caminos y los constantes desiertos. Las noches lo sorprenderían pidiendo albergue en calabozos de comisarías, de los que el “infatigable” suizo, anotó frases como esta: “El bueno y patriota ciudadano peruano Pedro Alvarez, sufrió hambre y lloró aquí durante seis meses”. En otra oportunidad, acampó en un cementerio y de allí, de una de las tumbas que le sirvieron de almohada, registró esto: “Aquí yacen los huesos de XX, que era un buen hombre, pero mal peleador”. Al llegar a Olmos, después de evitar el desierto de Sechura, pernoctó en otra comisaría. Las muchas historias que había oído, referidas a bandidos, mortandad y hambre, a pesar de no resultarle nuevas, no las vivió. Sin embargo –contó años más tarde­ la única molestia que soportó durante la noche que pasó en Olmos, fue la de numerosas ratas, una de las cuales le mordió una oreja. La región montañosa del Ecuador, fue la escala siguiente en el itinerario del maestro. A esta altura del relato, cabe consignar que la importancia dada por el periodismote nuestro país a la aventura, fue realmente escasa. Algunos diario solamente se limitaron a reproducir cables de este tenor: “Llegó Tschiffely”, “Partió Tschiffely”, agregando a ello, el nombre del país de donde provenía la información.

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Contrariamente con ello, las recepciones en los distintos puntos que tocaba, iban siendo más numerosas a medida que el tiempo transcurría, aumentando la magnitud de su hazaña. En la región montañosa del Ecuador, conoció Tschiffely la historia de los indios jíbaros, que descarnadamente pintó años después en su libro: “Habitan en el interior y son de un tipo distinto a los “runas”, que en su mayoría son agricultores o trabajan como albañiles, barrenderos, etc. A los jíbaros s eles llama a veces “cazadores de cabezas”, pero la mayor parte de las historias que corren acerca de su ferocidad y crueldad es invención de viajeros y escritores que se sirven más de la imaginación que del conocimiento de los hechos. Cuando el jíbaro mata a un enemigo, dispone de un procedimiento para reducirle la cabeza a un tamaño muy pequeño, sin desfigurar sus rasgos. He visto cabezas reducidas al tamaño del puño de un hombre y una vez tuve en mis manos, la de una muchacha, la más hermosa que he visto jamás, porque parecía dormida. Cuando me cansé de llevar tan fúnebre carga, se la regalé a un conocido, lo que no he cesado de lamentar desde entonces”. Después de abandonar Quito, los “viajeros” cruzaron el Ecuador para llegar a Colombia y luego a Bogotá. Insólita aventura significó sortear el “río de los cocodrilos”, incidente tras el cual arribaron a Cartagena. Desde allí cruzaron el canal de Panamá, a bordo del barco holandés “Crynsson”, diciéndole desde cubierta un temporario adiós a Sudamérica. En sus escritos posteriores Aimé Tschiffely ha puesto especial interés en demostrar a todos cómo cruzó el canal de Panamá. Dos esclusas –Gatún y Pedro Miguel­ Cada una tenían una puerta muy grande, al nivel del agua y cuando estaban cerradas, podían pasarse con un automóvil pequeño. Todas las otras puertas de esclusas tenían caminos por donde los peatones podían caminar sin peligro. Las de Gatún y Pedro Miguel eran frecuentemente utilizadas por el ejército para pasar caballos. Por ahí lo hizo, utilizando el “ferryboat”. Al hacer el cruce del canal, Mancha dio señas de estar sentido en una pata trasera. Al examinársele, se comprobó que había un corte profundo bajo la cuartilla. Como al llegar a Gallard el caballo estaba muy rengo, aceptó Tschiffely la hospitalidad del cuartel, permaneciendo allí hasta que Mancha curó. Con cinchas y estribos nuevos, con alforjas nuevas también y con herraduras relucientes en sus cabalgaduras, el viaje se reinició hacia el oeste, ahora rumbo a Santiago. Desde ahí pasaron a David y luego a Concepción, para entrar en la zona de los bosques conocidos como el “laberinto verde”. De esta travesía escribió luego el viajero, con singular patetismo la matanza de los monos, episodio que lo hizo sentir un criminal común por haber participado de él y que lo alejó del típico plato de “mono adobado” que le ofrecieron luego. Alejarse, claro, hasta que sintió apetito y se lanzó desaforadamente a comer monos, como jamás soñó hacerlo… San Salvador y Guatemala fueron sucesivos mojones al cabo de meses de marcha. En esta última, un clavo mal puesto en una herradura de Gato, le provocó un agudo abceso. Y en Tapachulá, repetidas coces dadas por una mula atada a su lado, le dejó una rodilla imposibilitada para continuar la marcha. Tschiffely le curó durante un mes, ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


y al cabo se había puesto tan grave que alguien que lo vio, habló de sacrificarlo. Inmediatamente se comunicó con la Embajada argentina en México y valiéndose de ella, lo envió por tren, continuando solamente con Mancha, que durante días lanzó lamentos por su compañero ausente, muy similares a los que éste había emitido, cuando el tren se puso en marcha camino a ciudad de México. Para suplir la ausencia de Gato, Tschiffely adquirió dos caballos, los que luego regaló a un guía, antes de llegar a la capital azteca. Y tras los últimos hitos, que fueron Tehuantepec y Oaxaca, entre las ciudades más importantes, llegaron a ciudad de México. La última etapa En México contrajo la fiebre malaria y después de ponerse bien y recorrer varias leguas, un fotógrafo le adelantó una gratísima sorpresa. Montado en Mancha, no reparó en la multitud que se había dado cita para recibirlo y abriendo el círculo que formaba la gente, corrió hasta dar con un viejo conocido… Era Gato. Tschiffely olvidó todos los agasajos en su honor y corrió a abrazarse al cuello del “amigo”, frotándole la frente, tal como lo había hecho durante interminables kilómetros. Cuando Gato vio a Mancha, lanzó un relincho bajo, abrió sus fosas nasales y movió un poco el belfo superior. Los dos caballos se unieron, en tanto Tschiffely comprobó que el accidente no le había dejado marca alguna. La travesía mexicana duró algunas semanas y al cabo de ellas cruzó el puente internacional de Laredo, encaminándose hacia los Estados Unidos. Los “tres amigos” recorrieron casi al trote Texas, Oklahoma y los Ozarks hasta St. Louis. Allí dejó nuevamente a Gato, dado que era imposible viajar con dos caballos por carreteras de intenso tránsito. El noble Gato quedó esta vez en poder de un hombre rico y muy afecto a los caballos. Después de cruzar el río Misisipi, siguieron por Indianápolis, Columbia a través de las montañas Blue Ridge y las llanuras de Cumberland, hasta que una aparición en el horizonte, hizo despertar a Tschiffely de su largo y fatigoso sueño de más de dos años. Allí, muy cerca, se alzaba la cúpula del Capitolio de Washington. La idea primitiva del esforzado raidista fue concluir su peregrinaje en Nueva York, pero luego de experimentar dos accidentes con automóviles en los caminos de Washington, donde permaneció unas semanas, resolvió dar por concluida allí su aventura. Embarcó a Mancha hacia Nueva York y ambos hicieron la travesía en ferryboat. El caballo quedó alojado en Fort Jay, en Governor’s Island y el jinete aceptó la invitación del Club del Ejército y de la Armada, instalándose allí. Días después fue recibido en el municipio neoyorkino por el alcalde Jimmy Walker, quien le confirió la medalla de la Ciudad de Nueva York, en una ceremonia a la que asistió el embajador argentino, doctor Manuel E. Malbrán. Luego de los agasajos que le brindaron en Nueva York, Tschiffely se dirigió en busca de Mancha y posteriormente de Gato que estaba en St. Louis, permitiendo que ambos ejemplares fueran exhibidos durante diez días en la Exposición Internacional de Caballos, que se realizó en el Madison Square Garden. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


De regreso a Washington, el presidente Calvin Coolidge le confirió el honor de recibirlo en la Casa Blanca. En su transcurso, le felicitó por el buen éxito de tan singular hazaña y el dejó en manos del primer ciudadano estadounidense unas hermosas boleadoras en nombre del Club de Oficiales Retirados del Ejército y la Armada argentinos. La fortuita causa de ser invitado por la Sociedad Geográfica Nacional (National Geographic) para pronunciar una conferencia en Washington sobre su viaje, salvó la vida de Tschiffely, Gato y Mancha. Puesto que al demorarse la partida hacia Buenos Aires, despreció tomar pasaje en el “Vestris”, que días más tarde provocara con su naufragio, la muerte de más de cien personas. Reper cusión en Buenos Air es Por un momento dejamos las andanzas del “gaucho” Tschiffely en Estados Unidos, para explicar cómo se recibió la noticia en nuestro país. En sus ejemplares del jueves 30 de agosto de 1928, “Crítica” titulaba: “Mancha y Gato han terminado su viaje”. Y en la misma edición del “Tábano”, en la cual se comentaba que el doctor Marcelino Ugarte volvía a alejarse de la política, por prescripción médica; que en el Teatro Nuevo de la calle Corrientes (Actualmente en dicho predio se halla el Teatro Gral. San Martín), Roberto Casaux ofrecía el estreno de “No se jubile, Don Pancho” y que Pascual Contursi había sido internado de gravedad en un sanatorio metropolitano, en esa misma edición, pudo leerse: “Tschiffely dijo al llegar, una sentencia que fue definitiva: Sólo el caballo criollo podía resistir esta prueba”. Las declaraciones de Timoteo Usher, vocal de la Asociación de Criadores de Criollo, se publicaron al día siguiente: “El caballo criollo come cualquier clase de pasto, no necesita de granos seleccionados como los caballos extranjeros y resiste sin cuidados las amenazas del campo. Tschiffely lo ha demostrado con las descripciones que nos hace de sus largas incursiones por insanos lodazales, el accidentado cruce de los ríos, las terribles odiseas por los bosques tropicales, el ataque de insectos dañinos, la potencia del sol meridional y el frío atenaceante de las cumbres andinas. Todo coopera a darnos la sensación de la heroica hazaña”. De vuelta a la pampa El 1º de diciembre de 1828, los “tres camaradas” embarcaron en el paquebote “Pan America”, de la línea Munson –hubo una deferencia especial hacia ellos y por primera vez viajaron animales en el paquebote­ rumbo a Buenos Aires. Tocaron Río, Santos y Montevideo en sucesivas escalas, hasta que por fin, el miércoles 19 de diciembre, a las 12.30 hs, el poco público que se congregó en la Dársena Norte de nuestro puerto, pudo vitorear el nombre de Tschiffely, cuando éste asomó sobre la planchada del “Pan America”. Lidia M. Schneider, admirable jinete de aquellos años, se adelantó para entregarle un ramo de flores. Seguidamente una comisión de la Sociedad Rural Argentina y otra de la Sociedad de Retirados del Ejército le testimoniaron su admiración:

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“Si me dieran mil millones no vuelvo a repetir el viaje. He recorrido unas 10.000 millas. Se sufre enormemente debido a la falta de alimentación y a los pésimos alimentos que uno encuentra en el trayecto. Yo tengo el estómago deshecho. Gato y Mancha no tienen vejiguillas ni sobrehuesos. Este triunfo es de la capacidad del caballo criollo y también, si se me permite, el del carácter”, expuso en breve reportaje. Luego prosiguió diciendo: “Soy cervecero, es decir de la patria chica de Victorio Cámpolo, de Quilmes. Estoy sumamente satisfecho, aunque a veces, pienso si no sería todo un sueño, dada la diversidad de impresiones que he recogido durante el raid. Ahí están Gato y Mancha. Han sufrido más este regreso por mar, que en el largo e inacabable viaje por tierra. ¡Pobrecitos! Me ofrecieron una pequeña fortuna por ellos en los Estados Unidos, pero no los quise vender. Hay una cuestión de moral que es superior a los dólares. Ellos debían ser también partícipes de este homenaje y el descanso que se merecen, deben tenerlo aquí, en la Argentina”. Cómo no iba a titular “Crítica” estas declaraciones: “¡Tschiffely: mozo jinetazo, ahijuna!”. En cuanto terminaron las recepciones oficiales y amistosas, el doctor Emilio Solanet llevó a los caballos a sus pagos de Ayacucho. Alguien propuso dejarlos en el Jardín Zoológico de la Capital, donde la gente pudiera desfilar ante ellos, pero Tschiffely se opuso, considerando que era mucho mejor y más humanitario, permitirles que pasaran los últimos años de vida en “El Cardal”. Y allí marcharon. El eterno viajero Aimé Tschiffely partió poco después para Europa y luego de recorrerla en todas direcciones, escribió varios libros. El 21 de diciembre de 1933 se casó con Violeta Hume, nacida en Buenos Aires, de ascendencia escocesa­francesa, gran música. “Un día – dice Tschiffly­ Robert Cunninghame Graham me la presentó en una fiesta, habían sido amigos durante muchos años”. Volvió a la Argentina luego de 18 años de ausencia y una de sus primeras visitas la hizo a la estancia “El Cardal”. Con un largo silbido llamó desde lejos y al trote suave, fueron hasta él Gato y Mancha. ¡Lo habían reconocido, después de dieciocho años! Fue la última vez que se vieron, porque al poco tiempo el “gaucho Tschiffely” regresó a Europa. En la segunda guerra mundial fue voluntario de la defensa y luchó en Londres. Cuando cesó la contienda, se fue a una casita de las afueras de la ciudad y allí escribió dos libros más: el relato de su aventura por América y una biografía de su amigo Robert Cunninghan Graham, “don Roberto”, como lo llamaban cariñosamente los paisanos, otro enamorado de esta tierra, cuyo cariño por ella le llevó a escribir sobre la Argentina páginas llenas de vida y colorido. El mismo Cunningham que después de varias décadas de ausencia quiso conocer a Gato y a Mancha y que viajó hasta “su querencia”, como solía llamar cariñosamente a la Argentina, trayendo desde Escocia dos bolsitas de avena. La muerte lo sorprendió aquí y al ser conducidos sus restos a bordo para ser repatriados, Gato y Mancha lo acompañaron. Desde entonces, descansa en la abadía de Menteith. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


Gato murió en 1944, a los 35 años de edad. Mancha lo sobrevivió tres años más, hasta el 24 de diciembre de 1947. Los dos “amigos” de Tschiffely están ahora en el Pabellón de Transportes del Museo de Luján. Gato conserva la montura de aquella memorable travesía y mancha los arreos de carga. A ambos lados de la vitrina que los guarda, puede leerse: “Gato y Mancha – Estos famosos caballos criollos, realizaron en 1925 la memorable marcha Buenos Aires­Nueva York.” El doctor Emilio Solanet ordenó su embalsamamiento, tarea que efectuó el taxidermista del Museo de la Plata, doctor Ernesto Echevarría con su ayudante Emilio Risso. Frente a la enorme vitrina que los expone hoy a la admiración del público, se observa un óleo de Luis Cordiviola, reproduciendo sus figuras en el medio de la pampa. El 5 de enero de 1954, un cable trajo la noticia desde Europa: “En una clínica londinense, víctima de una afección renal, murió Aimé Tschiffely”. En efecto, diez días antes de la Navidad de 1953, Aimé Tschiffely se dirigió al hospital de Mile End en Londres para realizarse una intervención quirúrgica menor, muriendo inesperadamente debido a una complicación surgida durante la operación. Inmediatamente se integró una comisión con Carlos A. Hogan, entonces ministro de Agricultura y Ganadería de la nación, el Dr. Antonio J. Benítez, presidente de la Cámara de Diputados y los señores Luis Lacey, Justo P. Sáenz y Emilio Solanet, para lograr que sus cenizas reposaran en la Argentina. Sus deudos aceptaron el ofrecimiento y el 13 de noviembre de ese mismo año, la urna pequeña, portadora de las cenizas, de aquel suizo enamorado de nuestras pampas, marchó por las calles de Buenos Aires en ancas de un caballo gateado, llevado de tiro por el jinete Jorge Molina Salas. La caravana encabezada por el teniente 1º Tiburcio Aldao, e integrada por motociclistas del cuerpo de cadetes de la Escuela de Policía, cadetes del Colegio Militar, charanga de la policía montada, abanderado con su escolta, paisanos con lanzas de caña tacuara en la diestra, la comitiva oficial a caballo, representantes de clubes hípicos, miembros de agrupaciones tradicionalistas, jinetes y motociclistas de la sección Tránsito, partió desde la plaza Intendente Seeber, en el parque Tres de Febrero, tomando por avenida del Libertador hasta Junín y desde allí se dirigió hacia la Recoleta. Un toque de atención llamó a silencio, y el ministro Hogan dijo entre otras cosas: “..El dilatado y dificultoso peregrinaje de Tschiffely, montado indistintamente en esos dos caballos criollos, tuvo, además, otra característica que se ha señalado y exaltado con justicia. Aquella proeza sirvió para demostrar las condiciones inigualables de resistencia, sobriedad y adaptación que distinguen a esa raza equina, protagonistas principales, con su jinete, de tan extraordinaria hazaña, como lo fueron en la gran aventura de la conquista, en las luchas de la emancipación y en las campañas del desierto…”. Tras los discursos se hizo un breve silencio frente a la tumba, donde formaron guardia de honor los Granaderos a caballo y luego se depositó la urna, colocándose una placa. Dice Hernán Ceres: “Cada vez que las circunstancias me llevan al viejo cementerio de la Recoleta, me detengo frente al sitio donde descansa de sus largos viajes Aimé Félix Tschiffely.. Mientras pienso en la grandeza de su hazaña, me parece oír desde lejos frases de una composición de Cunningham Graham, idealizando un paraíso equino, en donde los “tres amigos” han vuelto a reunirse y “…donde todo será dulce, sano e ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


inocente, para que a la sombra de algún celestial ombú, frondoso y ancho, en las horas de la siesta dormiten juntos y de cuando en cuando comenten –porque entonces habrá caído la barrera del lenguaje­ los incidentes de su azaroso viaje por el suelo de las Tres Américas”. Las cenizas de Tschiffely permanecieron en el cementerio de la Recoleta hasta 1998, cuando fueron llevadas a “El Cardal” y depositadas en un sencillo monumento. Y allí descansan los tres, juntos otra vez, seguramente imaginando nuevos viajes. Día Nacional del Caballo En 1999 el Congreso de la Nación Argentina aprobó una ley declarando Día Nacional del Caballo cada 20 de setiembre, en conmemoración a la histórica jornada del año 1828 en que Tschiffely, arribó a la ciudad de Nueva York, dando fin a su increíble travesía. Fuente Affolter, Benno – Sitio oficial de Aimé Tschiffely Ceres, Hernán – De Palermo a la Casa Blanca. Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. Fernández Alt, Mariano – Tschifelly, Mancha y Gato: Tres amigos inseparables. Todo es Historia – Año III, Nº 25, Mayo de 1969. Tschiffely, Aimé Félix – Long Rider

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07 de Mayo

Manuel Prado

Fue nuestro primer historiador. Lo descubrió otro gran investigador e historiador de Trenque Lauquen, don José Francisco Mayo. En sus trabajos de investigación sobre los orígenes de nuestra ciudad, don “Pepe” Mayo señalaba: “La humanidad guardó el recuerdo de la legendaria ciudad de Troya (Siglo XII a. de C.) por un libro: “La Ilíada”, en el que el poeta griego Homero narra un episodio militar en torno a ella acaecido y gracias a cuyo texto le fue posible hallarla a antropólogos e investigadores”. Es posible, de este modo que un día Trenque Lauquen viva también en la memoria de los hombres del año 4986 (d. de C.) gracias a otro libro: “La Guerra al Malón” del Comandante Manuel Prado, que narra las venturas y desventuras de un niño soldado en el Campamento de Frontera de 1876. Su autor (don Manuel Prado), que terminó su carrera militar como Teniente Coronel; fue presentado por su padre a las autoridades militares y con ese acto se abren esas pocas páginas, unas más del centenar, que encierran la vida no sólo del Campamento de Frontera Norte Trenque Lauquen de aquellos días, sino también el heroísmo luminoso de esa gesta y las sombras que siguieron a las Campañas al Desierto. La trama del relato es simple, con escenas cotidianas protagonizadas por un Soldado frente al “desierto” que quedaron grabadas en el recuerdo de un adolescente, envuelto en un torbellino de episodios de los que sólo sobreviven los fuertes, y cuya narración no se hace aquí para no privar al lector del deleite de descubrirlos con la amena lectura de su texto, que no debiera ser ignorado por ningún trenquelauquenche. Don José Francisco Mayo, señalaba una propuesta: “si las finanzas municipales lo permitieran editar para entregarlo, en el Registro Civil, junto con la partida de nacimiento”. Había nacido “Manuelito” Prado en Buenos Aires el 8 de julio de 1863. Fue llevado por su padre al Colegio Militar, el 23 de noviembre de 1874, cuando tenía sólo once años. ¡Once años y ya expedicionario al Desierto!. Nos han quedado sus notas, en el citado Colegio, por las que sabemos era bueno en Lectura, Aritmética y Dictado; regular en Caligrafía, pero se ignora su desempeño en las otras materias de estudio. ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


A los 14 años, el 25 de julio de 1877, presentó su solicitud para incorporarse al Regimiento 3º de Caballería de Línea, siendo dado de alta como Aspirante O. S. ese mismo mes; de acuerdo a lo que señala su foja de servicio. El protagonista en su obra cuenta: “…cuando ingresé en el Ejército, allá por 1877…”; y, de ese acto arranca la vida del muchacho que por dos años vive en estas calles de Trenque Lauquen a la que conoció como Campamento y Comandancia de Frontera. En 1879 formó parte del Regimiento 3º de Caballería, durante la marcha al Río Negro, cuyas jornadas recuerda en otro libro: “La conquista de la Pampa”. En esta obra lo vemos actuar en Choele Choel y Salinas Grandes. Su foja de servicio señala que actuó en la Revolución de 1880 en Puente Maldonado, Belgrano y más tarde en Goya, Corrientes. La expedición de los “Andes al Sur de la Patagonia” lo cuenta entre quienes se aventuraron por las cumbres sureñas y figura en Ñorquín con el grado de Alférez y fue dado de baja en 1883. Al año siguiente, noviembre de 1884, es incorporado en el Regimiento 1º de Caballería de Línea, intervino en la zona de General Acha (La Pampa) durante varios años. Ascendió sucesivamente a Teniente 2º en 1885 y a Teniente 1º en 1888, grado con que se incorpora al Estado Mayor, a la Junta Superior de Guerra (1893) y a la Intendencia de Guerra (1897). Fueron requeridos sus servicios, posteriormente, para actuar con el Regimiento 1º de Línea en La Rioja; y tuvo otra intervención con la División de los Andes (1897) con motivo de movimientos internos del país. Manuel Prado estuvo 10 años, 1 mes y 2 días en campaña; 10 años, 8 meses y 24 días en guarnición; que totalizan, de acuerdo al cómputo legal, 31 años, 6 meses y 20 días de servicios. La actuación como expedicionario al desierto le fue reconocida por el Gobierno el 7 de mayo de 1917, en mérito a su desempeño hasta junio de 1880, con el Regimiento 3º en el Río Negro. Su fallecimiento, el 7 de mayo de 1932, cerró una vida que parcialmente transcurrió entre nosotros y de la que ha quedado como luminosa estela este libro de memorias, “La Guerra al Malón”, clásico de la literatura militar Argentina. Fuente Archivo Museo Campañas al Desierto – Municipalidad de Trenque Lauquen. Cabeza Miró, Patricia ­ “Un Titán del Desierto”, Recopilación trabajos de José F. Mayo­ Año 2003, Derechos de Autor Expte. Nº 552553. Ed. H. C. D. Pcia de Buenos Aires.

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08 de Mayo

La calle Florida hacia 1885

La calle Florida tenía un aspecto brillante: el movimiento, el lujo, la ostentación de las cosas y de las gentes, el vaivén de los paseantes, de los desocupados, de los mirones. A lo largo de las aceras corrían las filas de mujeres hermosas, vestidas lujosamente, tal vez con lujo demasiado ruidoso para salpicarlo en las calles desaseadas; grupoide niñas bellísimas, alegres, frescas, bulliciosas, que conversaban fuerte, dirigiéndose saludos cariñosos de vereda a vereda, como podrían hacerlo en un salón; cortesías correspondidas bien o mal a los “gomosos”, que hacen la moda de los saludos y de las piruetas; cuchicheos mezclados de risas y de indirectas picantes, miradas perdidas, apagadas, rescatadas con sonrisas significativas; la correspondencia en la calle de los que se entienden en la casa, en la hora de la visita, y que no pueden decirse todo lo que quisieran por temor de los que ven y lo adivinan… Corrillos de empleados que han pasado la piedra pómez y el cepillo áspero para borrar la huella de la tinta de sus dedos afilados, lustrosos, cuidados con esmero; tiesos, cepillados, ajustados a la moda rigurosa, como una llave de precisión, con su bouquet en el ojal, sus bigotes doblados como cuernos y encerados con cosmético perfumado. Grupos esparcidos en las esquinas, interceptando el paso, haciendo crónica de bailes, de teatros, hablando de la Patti, de Tamagno, de Stagno, de todas esas celebridades del arte, que seducen, que entusiasman con sus notas, y que tal vez se admirarán de encontrarse reunidas en este gran centro, oyendo decir por allá que todavía bailamos en camisa al lado del fogón. La calle Florida presentaba el aspecto de un salón inmenso, al descubierto, al aire libre; todos los paseantes hablaban fuerte, sin reposo, sin afectación, nuevos grupos se incorporaban a los ya instalados, y como si alguna noticia extraña, inusitada, hubiese producido alarma, no se oía más que exclamaciones de sorpresa, de disgusto. Algunos se desprendían de la rueda y tomaban la calle por su cuenta, sin reparar en las señoras y en las niñas que habían venido desde media cuadra dando la última mano a un saludo especial y de circunstancia; otros atropellaban sin miramiento al primero que se les ESCUELA DE GOBIERNO NESTOR KIRCHNER www.encuentroamericano.com.ar


cruzaba al paso y, sin pedir disculpa ni darse por entendido de las protestas del contuso, seguían cabizbajos su camino. La bulla, el movimiento, el cuchicheo, las risas, las exclamaciones de sorpresa, las despedidas estrepitosas, efusivas y de pésame, hacían coro al ruido de carros, carruajes y tramways que cruzaban en distintas direcciones la estrecha calle. Un cor so Aquello parecía un corso: larga fila de carruajes lujosos tirados por caballos de raza, algunos improvisados, salidos ayer del caos de la fortuna, arrastrando a sus felices dueños repantigados en sus asientos, como si toda la vida hubieran gozado de la bienaventuranza; otros revelando a los primeros su alcurnia, sus generaciones de carricoches y de antepasados retirados a la vida del campo, con sus remiendos y achaques. Las vidrieras de las casas de negocio ostentaban sus mejores objetos, como para aguzar la codicia de poseerlos y sublevar los bolsillos del transeúnte. Brillantes y joyas Había en un escaparate adornado como un altar, un puñado de brillantes sueltos, sin engarce, apiñados, transmitiéndose el brillo; piedras riquísimas, de gran valor, que parecían moverse, tiritando como salidas de un baño. Al verlas así, movedizas por la refracción chispeante de los rayos de luz que se quebraban en sus facetas, se las creería animadas como pescadillos saltones. Un curioso que las contemplaba con avidez, decía sotto voce. “da ganas de comerlas”. Tal vez esos apetitos de Cleopatra aguzaban más su bolsillo que su estómago. Largas cadenas de perlas, haciendo guirnaldas en sus estuches de peluche, deslustradas, modestas, adheridas, como clavadas a un zafiro de gran tamaño, parecían desprendidas de un turbante y puestas allí para buscar el seno turgente que debían ostentarlas, como el pie de la cenicienta con el zapato de oro. En seguida, la larga serie de joyas, de bueno o pésimo gusto, salpicadas de trecho en trecho por objetos de arte. Más allá los tejidos, los brocados, los muebles de gran valor, lo que cuesta un ojo de la cara y parece esperar con impaciencia que lo rescaten de la exhibición: estatuas, bustos, bronces, cerámica, el bazar continuo que todos conocemos, que hemos visto cien veces, y en el que buscamos instintivamente, al pasar, un objeto nuevo, para recrear la vista. Todo este cúmulo de chucherías y de cosas inútiles, con su cachet aristocrático y la posición mágica con que están colocadas para herir mejor la retina y el bolsillo del paseante. Cor rillos

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La concurrencia se había hecho inmensa. Por momentos había que detenerse, porque se hacía difícil el tránsito; las conversaciones eran más animadas y por todas partes no se oía más que hablar del ruidoso descalabro de la Bolsa. Era la noticia de última hora que había llegado a la calle Florida como el preludio de una catástrofe agigantada por el miedo o por el arrepentimiento de los que habían expuesto su caudal, su crédito y tal vez su pan de cada día en la ruleta disimulada. Los pequeños músicos y cantor es ambulantes En una esquina, se había formado un corrillo democrático alrededor de dos criaturas pequeñas y harapientas que hacían gemir dos violines, sacando algunas notas de “Caramelo”, entre los sonidos desacordes de sus cuerdas, chillonas como un vidrio raspado con un clavo. Dos pequeños inmigrantes, venidos de quién sabe dónde, tal vez de vuelta de una gira por el mundo, en busca de fortuna y de las caricias que le niega su hogar errante. Recibían en ese momento una ovación de aplausos y de centavos, que les arrojaban generosamente los que se deleitaban con la escena, generosidad correspondida con una canción popular que entonaban con vos aguda, y con acompañamiento de violín y de silbidos de los muchachos vendedores de diarios, que miraban a los artistas callejeros como colegas; la pequeña tiple podía contar a lo sumo nueve años; parecía una viejecita con su vestido largo, su delantal hasta el suelo, su pañuelo arrollado sobre el pecho y atado atrás sobre las caderas; flacucha, despeinada, de facciones acentuadas, ojos vivos, grandes, inteligentes, comprimía contra el pecho su violín como a una criatura que se acaricia para que no llore. Su acompañante no tenía más edad que ella; un muchachito movedizo, despejado, con cierto aire de audacia provocativa dibujada en los rasgos de su fisonomía picaresca; bailaba dentro de su ropa más que holgada, y tan pronto hacía mover rápidamente el arco del violín como atrapaba en el aire una moneda de cobre que sin mirarla sepultaba en su bolsillo, conociendo por el tacto su valor. Algunas vidrieras empezaban a iluminarse con los focos brillantes de las lamparillas eléctricas, que ponían de relieve la inferioridad de los mecheros de gas con su luz triste y amarillenta. La tarde empezaba a despedirse perezosamente; la neblina avanzaba por las calles como una gran bocanada de aliento; el viento molesto, frío y húmedo, daba la señal de retirada. En medio de aquel vocerío, de aquella bulla confusa y animada, de aquel vaivén de personas y de vehículos, vimos pasar rápidamente la figura escuálida de aquel personaje romancesco que encontramos en la Universidad y en el anfiteatro. Todo el mundo trabajaba, todo el mundo se enriquecía, por todas partes veía palpitar el progreso, el bienestar.

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La ciudad se había transformado en diez años. Si durante ese tiempo hubiese estado ausente, al volver, habría abierto la boca hasta las fauces con el asombro del débil que ve un prodigio en cada adelanto. Fuente Benarós, León – Todo es Historia Nº 156, Mayo 1980 Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. Podestá, Dr. Manuel J. – Irresponsable – Imprenta de la Tribuna Nacional – Buenos Aires (1889).

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