Lo Humano y lo Divino

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Enrique Alberto Arce

ISBN 987-1094-14-0

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Intento seguir Tus huellas, Señor. Quiero expresar, desde el fondo de mi corazón, un vehemente deseo de sentir, en todo momento, cerca de mí, dentro de mí, Tu Presencia divina. Que ella me proteja, me aconseje, me guíe, para ser un buen hermano entre mis hermanos. Para sentir por todos ellos la compasión que Tú sentías por el pobre, por el desvalido, por los carenciados, por el hermano difícil. Dame el don de dar amor sin esperar nada. De no profanar el santuario de las intenciones, Señor Dios. Acrecienta en mí los beneficios que Tú pusiste en todos tus hijos tales como la humildad, la paciencia, la comprensión, la bondad y el servicio, y que ellos me sirvan de luz para seguirte mejor. ¡Bendito seas Señor, Dios mío!

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Prólogo Durante la larga trayectoria vital por este mundo que Dios me regaló, transité por varios caminos. Eso sí, nunca fui un aventurero; mas bien seguí, blandamente, aquello que intuitivamente creía que era lo mejor. Mientras fui niño, hice las cosas de todos los niños, y cuando floreció la juventud en mí, cumplí, bien unas veces, mal otras, con las expectativas que se esperaban de esas etapas, que a la postre, forman parte de mi vida biográfica e histórica. Trabajé desde muy joven y estudié y leí mucho al mismo tiempo. Me casé, tuve dos hijas con mi esposa, y en la actualidad, soy abuelo de cinco nietos. No es mi intención dibujar mi biografía, pero sí destacar que esos largos momentos de vida, me sirvieron de base a una decidida orientación espiritual, porque desde muy joven tuve una fuerte apetencia por el conocimiento del hombre, y siempre me mantuve muy atento a sus reacciones, que completaban su forma de ser y de sentir. Poco a poco fue creciendo en mí la planta de la fe y del amor absoluto, y sentí la necesidad profunda de regarla abundantemente, para que diera los frutos esperados, y me amparé en Dios y su Palabra. Así fue como la Biblia ha sido para mí, guía de vida, bálsamo para mis heridas y luz para mis pensamientos y sentimientos. En ella he encontrado las mayores de las riquezas, y fue la inspiradora de este ensayo. *

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En mayúscula "No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada". (...) "Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando éste se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío. Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre" (Génesis 2, versículos 18 y 21).

Hombre y mujer. Principio incuestionable de la realidad que el ser humano conoce. Antes, misterio; después, misterio. Y todos los hombres y todas las mujeres conviven, hasta que la muerte los separe. Y su relación, buena o mala, se hace por medio de la "palabra" que Dios otorgó al hombre, y que a la vez deviene de la Palabra divina que muestra el camino a seguir. Quiero recordar acá los principales versículos que contiene el capítulo 1 del Evangelio según San Juan: "1. Al principio existía la Palabra, /y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 2. Al principio estaba junto a Dios. 3.Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra/ y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe./ 4.En ella estaba la vida/ y la vida era la luz de los hombres./ 5.La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.(...) 9.La Palabra era la luz verdadera/que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre./ 10.Ella está en el mundo,/ y el mundo fue hecho por medio de ella,/ y el mundo no la conoció. 11. Vino a los suyos, / y los suyos no la reconocieron. (...) 14. Y la Palabra se hizo carne/ y habitó entre nosotros‖.

He tomado estos versículos, porque ellos me dan pie para el desarrollo del trabajo. Si leemos atenta y concienzudamente los párrafos que contiene el capítulo, no se nos escapará el notable significado de todo lo existente. Entonces, la Palabra se convierte en paradigma de Verdad, Camino, Vida y Luz, y es personificada por la segunda figura de la Santísima Trinidad que es Jesucristo, quien "... se hizo carne/ y habitó entre nosotros". Más adelante, en el mismo Evangelio, Jesús le dice a Nicodemo: "Lo que nace de la carne es carne y lo que nace del Espíritu es espíritu (cap. 3, versículo 6)‖ ―Y la luz vino al mundo/ y los hombres prefirieron/ las tinieblas a la luz, / porque sus obras eran malas/. Todo el que obra mal/ odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras/ sean descubiertas. / En cambio, el que obra/ conforme a la verdad/ se acerca a la luz, / para que se ponga de manifiesto/ que sus obras han sido hechas en Dios (3, 19 a 21)"

En consecuencia, la Palabra (con mayúscula), es todo aquello que viene de Dios, y por lo tanto es inmaculada. En cambio la palabra (con minúscula), es la

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razón de la existencia humana, y en muchos de nosotros, está envilecida "por las tinieblas". Pero, he aquí que el hombre presenta características divinas ya que es "imagen y semejanza de Dios", y a la vez, en su paso por el mundo, es contaminado por toda clase de desechos, y de este modo desemboca en confusiones, desalientos y hasta en una situación más grave, que lo lleva a la desorganización personal y social. Quiero decir con esto, que la palabra (lo que se dice y el sentido que se le da), ofrece al hombre una significación bivalente. Así, la palabra puede contener todo el amor humano, que es divino a la vez, como así también destilar odio, resentimiento y venganza… O sea, que está la palabra que acaricia y reconforta, y la palabra que ofende y humilla. La palabra que tiene el poder de unir los corazones contrariados, y aquella que ocasiona discordias. La que aconseja buenamente sin interferir en la libertad del otro, y la que quiere imponerse a toda costa. La que posee un poder hipnótico que cautiva al oyente, y la que aburre soberanamente. O sea, la palabra que entusiasma y la palabra que agobia. La palabra que produce bienestar y la palabra que incita al desaliento. La palabra que hace sentir bella la vida, y la palabra que ensombrece el camino hacia la plenitud. La palabra que revela honestidad en el pensamiento y en la acción, y la palabra irónica e hipócrita que esconde aviesas intenciones. La que toca algunos resortes humanos escondidos y desconocidos, y promueve a quién la escucha, la necesidad de encarar una nueva forma de vida, acorde con la felicidad y el amor oblativo. Y la palabra que no se dice y que se lleva, para bien, a la tumba. " El chismoso revela los secretos, pero el hombre fiel guarda la debida reserva" (Proverbios, 11,13).

Entonces,

la

‗palabra‘

como

expresión

de

un

pensamiento,

un

razonamiento, un impulso fonético, un sentimiento, se hace figura y fondo de la índole del ser humano, quién es el único viviente que tiene el privilegio de poseerla y valerse de ella. En muchísimos capítulos de la Biblia se alude a la palabra, usando además elementos coadyuvantes tales como boca, labios, lengua: "La boca del justo es una

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fuente de vida, pero la de los malvados encubre la violencia" (Prov.10, 6) - "El hombre se sacia con el fruto de las palabras, y cada uno recibe el salario de su trabajo" (Prov.12, 14) - "Uno se calla, y es tenido por sabio, y otro se hace odioso por su locuacidad" (Eclesiastés 20,5) - "El sabio guarda silencio hasta el momento oportuno, pero el petulante y necio no se fija en el tiempo" (Ecl.20, 7) - "El que habla demasiado se hace abominable y el que pretende imponerse se hace odioso" (Ecl.20, 8)

- "Los labios de los charlatanes hablan sólo de oídas, pero los

prudentes pesan bien sus palabras" (Eclesiástico 21,25)

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"Los necios hablan siempre sin

pensar; los sabios piensan y luego hablan" (Eccl.21, 26) - "Si soplas una chispa, se inflama; si la escupes encima, se extingue, y ambas cosas salen de tu boca" (Eccl.18, 12) - "Un golpe de látigo deja una marca, pero un golpe de lengua quiebra los huesos" (Eccl.28, 17) - "Muchos han caído al filo de la espada, pero son menos que los caídos a causa de la lengua" (Eccl.28, 18) - "¡Feliz el que está al resguardo de ella y no ha quedado expuesto a su furor, el que no ha tirado de su yugo ni ha sido atado a sus cadenas!" (Eccl.28, 19)."Las palabras amables son como un panal de miel, dulce al paladar y saludable al cuerpo".(Prov.16, 24).

Y así muchos otros. Recordemos que estos consejos y sentencias, estaban en la mente de los hombres desde hace miles de años. ¿Por qué no aprovechar los dictados de la sabiduría que contienen? "¡Quién le pusiera a mi boca un centinela y a mis labios un sello de discreción, para que yo no caiga a causa de ellos y mi lengua no me lleve a la ruina!‖

También el profeta Isaías en el capítulo 55,10-11, expresa, con la calidez que le es característica: ―Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé".

Entonces, el ser humano se interrelaciona con sus semejantes, a través de la palabra oral y/o escrita. Esas palabras adquieren notoriedad conforme

a la

intención, que se ponga al decirlas: el tono e inflexión de la voz, la velocidad, etc. No obstante, estas formas no son los únicos valimientos que usamos para comunicarnos, porque además están otros artificios como el ademán, las expresiones mímicas que se traducen en sonrisa, endurecimiento facial, o un simple suspiro. Todos ellos, unilateralmente o en conjunto, actúan como llaves que abren o cierran las puertas del corazón, acercando o alejando a las personas entre sí. Deseo terminar este capítulo con algunos conceptos extraídos del libro "Las fuentes de la violencia" del psicólogo norteamericano Rollo May, y son aquellos que vincula ‗lenguaje‘ con ‗símbolos y mitos‘ ".El individuo se encuentra ligado y vinculado con los demás, al mismo tiempo que es independiente de ellos. De esta doble

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naturaleza del hombre, nacen los ‗símbolos‘ y los ‗mitos‘, que son la base del lenguaje y que sirven como puente, para que, sobre ese ‗‘abismo que separa a los humanos‘‘, se vuelva a establecer el ‗vínculo‘".

Ahora, ¿cómo entendemos al símbolo? Dice Rollo May: "La

función de "puente" del símbolo se puede ver con mayor claridad si recordamos que ‗símbolo‘... significa literalmente "lo que acerca uniendo". Es lo que reúne los diferentes aspectos de la experiencia, tal como lo consciente y lo inconsciente, lo individual y lo social, el pasado histórico y el presente inmediato". En tanto que "el antónimo de ‗símbolo‘ es ‗diabólico‘, "lo que separa desgarrando"; son pues relaciones de separación, de alienación, de ruptura, a diferencia de lo que reúne, de lo que conecta, de lo que vincula".

Y Sócrates, por boca de Platón,

manifiesta certeramente: "Hablar impropiamente, no es sólo cometer una falta en lo que se dice, sino hacer daño a las almas".

Y, por último, y continuando con Rollo May: "Cuando se destruye el vínculo entre seres humanos -es decir, cuando las posibilidades de comunicación se desbaratan- se producen la agresión y la violencia"... porque "La violencia y la comunicación se excluyen mutuamente. Dicho simplemente, no se puede hablar con alguien en tanto que uno lo sienta como enemigo, y cuando se puede hablar con él, deja de ser enemigo. El proceso es recíproco".

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El sentido de la honestidad Hay una pregunta existencial que algunos se hacen y otros, no. Esta es: "Mi presencia en el mundo, ¿es obra de un fenómeno biológico, a la vez casual, o tiene un sentido que escapa a mi intelecto traducirlo?". Yo, personalmente, me afirmo en la segunda proposición. No me cabe duda alguna, de que el ser humano, por sí mismo, es una maravilla de Dios. En mis dos libros que preceden a esta obra, "El hombre transparente" y "El hombre del siglo XXI", me he extendido en profusas ponderaciones acerca del prodigio de ser ‗‘hijos de Dios‘‘. Este ensayo apunta a que yo, tú, reflejemos ese amor que el Señor puso en nosotros. Para ello, para cumplir ese cometido, es imprescindible que aunemos los buenos recursos de que disponemos, para llegar satisfactoriamente, ‗al encuentro‘, desechando todo aquello que se encuentra agazapado en las tinieblas. Comencemos entonces por limpiar esos recovecos escondidos en nuestra interioridad. Quiero decir, que debemos comprender que si no somos honestos con nosotros mismos, no podremos emerger de ese caldo de cultivo virulento que nos ofrecen algunos sectores de la sociedad. Que la mentira, es mentira, por más que se la quiera disfrazar con un manto blanco de pureza. Recuerdo la actitud de aquellos catecúmenos que, en público, ante sus hermanos, manifestaban sus pecados y les pedían la gracia del perdón. Aunque no es necesario que nos flagelemos. Sí lo es, el que no guardemos dentro, en el silencio

de

las

intenciones

no

manifestadas,

o

de

las

expresadas

fraudulentamente, todas las impurezas que se nos adhieren. Ser veraces es una proposición que equilibra la conducta honrada; es decir, aquella que

no se

contradice en lo que ‗sentimos‘ o ‗pensamos‘, con lo que ‗decimos‘ y ‗actuamos‘. Una de las formas engañosas que usamos para eludir el cerco de la verdad, es: "Mi palabra contra la tuya", poniendo así en duda la veracidad de la propuesta. De esta manera, la conciencia del mentiroso queda en aparente paz.

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Nos largamos a la vida, muchos de nosotros, con un programa, si no incompleto, por lo menos deshilachado, confuso. O sea, nos valemos de un menú de opciones sin reglas ordenadas y navegamos así, en un mar turbulento comandando un barco al garete. No es nuestra culpa. Simplemente no fuimos preparados convenientemente para saber el rumbo y así evitar el que incursionemos en aguas muy profundas y procelosas. Cuando ya estamos en el camino, cuesta hacer un alto, detenernos, refrescarnos y ver si llevamos la dirección correcta. Parecería como si ‗algo‘ o ‗alguien‘ nos empujara desde atrás, imperiosamente. No nos precipitemos: respiremos con calma para no sofocarnos. No está de más mantener la cautela necesaria para llevar bien una vida sosegada y en paz. *

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*¿Me es posible influir en la conducta de mi hermano? Ahora les propongo que nos ubiquemos, idealmente, frente a un televisor, de los de ahora, moderno. Estamos dispuestos a gozar de un programa que nos interesa mucho ver, y verlo bien, claramente. Para conseguirlo, el aparato dispone de una serie de elementos técnicos que favorecerán nuestra expectativa, tales como imagen, ajuste, brillo, nitidez, color, y contraste; y en cuando al sonido: bajos y altos. Con una simple pulsión, acomodamos la imagen a

nuestra medida. Y si queremos, podemos alejarnos del televisor

porque poseemos la potestad de apagarlo; dejarlo fuera de nuestros sentidos. Ahora, en este mismo momento, cambiamos de perspectiva y nos ponemos en presencia de una persona, con la cual ya no somos meramente espectadores, para convertirnos en activos agentes de relación. ¿Cómo se presenta ante nosotros? ¿Qué imagen nos muestra? ¿Posee brillo, luminosidad, contraste? ¿O bien se hace oscura, opaca? ¿Su voz es sonora, clara, agradable? Se me dirá: esa persona no es un agente obra de la técnica, sino un interlocutor vivo que no posee monitores para ser ajustados a nuestra medida y gusto, y eso es verdad. Ese individuo es un ser complejo, y ¡vaya si lo es!, y se comporta, en muchas ocasiones, no como deseamos que lo haga, sino de una manera imprevisible. Es cierto todo esto. No obstante está ahí, en nuestro espacio de intimidad, y de alguna u otra forma estamos comprometidos con él. Si esa persona nos resulta repulsiva, fea, poco grata, sin brillo, agresiva, no tenemos elementos mágicos para cambiarla a nuestros deseos como lo haríamos con un programa televisivo. Pero, de lo que sí estamos seguros, es que poseemos una rica fuente de recursos para transformar ese programa desagradable, en otro que nos produzca menos desazón. Claro está que esta propuesta, necesariamente, debe nacer de nosotros, sin menoscabar el sagrado arcano de la otra persona. ¿Cómo? Comportándonos como fiel agente de lo que desearíamos del otro. Sin simulaciones, con plena integridad de nuestra parte. *

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*Los espacios de intimidad Cuando pienso en ese delicado ‗espacio‘ que hay entre las personas y que es ocupado por un entrevero de palabras y sentimientos... Un arquitecto llamado Hall, marcó las diferencias que existen dentro de ese tramo. Habló de un ‗‘espacio de intimidad‘‘, que se crea a partir del área corporal hasta un límite circunferencial, ideal e imaginario del individuo, colocado con sus brazos extendidos horizontalmente, y que termina a la altura de los dedos. En ese espacio, caben los abrazos, besos y demás caricias que llaman al amor, como así también se hace campo de batalla cuando impera la hostilidad, los agravios e insultos, que manchan la dignidad del hombre. Además, concibió otro espacio, al que denominó ‗‘zona social‘‘, que va desde la punta de los dedos hasta una distancia de 3 a 5 metros, también sensible a la relación humana, aunque menos comprometida. Entonces, como ya dije, en esos territorios virtuales, en algunos momentos cunde

la paz, pero en otros, se afila la guerra y la discordia. El

espacio es de todos y es de nadie. Este tema lo traigo a colación, porque me resulta sumamente lastimoso observar, con cuánto menosprecio, unos y otros, se hacen dueños de esa fracción tan vulnerable, y la contaminan con improperios, insultos, palabras altisonantes, recelos, hipocresía y malas artes, y toda la gama que de ellos derivan, y se producen batallas, que dejan muchos muertos y malheridos. ¡Cuánto más podríamos aprovecharlos para bien de todos, derramando sentimientos de amor y de confraternidad! *

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*Cuidemos nuestra relación interpersonal La relación interpersonal no ajustada a las medidas que da el amor, me recuerda a un experimento físico sencillo. Imaginemos una plancha elástica que es tironeada de ambos extremos. Ésta sufre una elongación determinada por la potencia y el tiempo que demanda esa operación, y cuando son soltados los extremos, la plancha elástica vuelve a su estado normal pasivo. Pero, suele suceder, que, de tanto estiramiento, se pierda el módulo de elasticidad y la plancha quede huérfana de esa propiedad que le da vida y función, para convertirse en una cosa inútil, sin sentido. Y si este experimento físico lo llevamos al plano de los sentimientos humanos veremos que la discusión entre dos contendientes puede perder el ‗tono de conciliación‘ (estiramiento de la plancha hasta sus límites) y llegar hasta el quebranto del respeto (pérdida del módulo de elasticidad). Algunos suponen, y suponen equivocadamente, que en la relación de intimidad sexual y social, todo está permitido. Y acá está lo malo. La intimidad presupone un acercamiento transitorio o de largo plazo, donde se permiten muchas situaciones especiales, que les son propias y reservadas, a esa interrelación humana. Pero en ella, el respeto debe prevalecer tanto como el amor. De otro modo, deja de ser ‗intimidad‘ para convertirse en un campo donde imperan las suspicacias y desencuentros. *

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*Dominar nuestras emociones y sentimientos malsanos. Me detengo un poco para descifrar ‗ese algo‘ que mueve el motor que demanda

la

dinámica

del

accionar

humano.

Este

es,

el

complejo

entrelazamiento de las emociones y sentimientos que, en momentos, se asocia al pensamiento; y en otros, directamente, se desvincula del mismo. En esos casos, actúan como ‗impulsos‘. Antes de continuar, me parece adecuado remarcar las diferencias que existen, a mi parecer, entre emociones y sentimientos. Ya lo he dicho en otra oportunidad. Las emociones son como una fuerza que se dispara casi inconteniblemente, como si fueran entes autónomos que obran por sí solos. Constituyen el elemento substancial de los ‗estados anímicos‘. En tanto los

sentimientos, aunque del mismo linaje de las emociones, mantienen una jerarquía especial que los hace más consistentes y profundos. Sin embargo, no siempre se hace una clara distinción entre uno y otro grupo. Tan es así, que mucha gente mezcla directamente los conceptos, aludiendo algo que es emoción, como sentimiento, y viceversa. Y esto no es correcto. Del orden de las primeras, tenemos la risa, el llanto, la rabia y el miedo. Y de las otras, el amor, el odio, el resentimiento, la compasión, la misericordia, etc. El gran problema que se nos crea, es formar el temple necesario para dominar aquellas emociones y sentimientos malsanos que nos sojuzgan, y que nos crean un compromiso para la buena salud espiritual. Para esto, no creo que haya un medicamento único y eficaz, porque, como dije, están muy plasmados los estados anímicos con la personalidad. Afirmo, sin embargo, que una buena y atenta disposición de cada uno de nosotros, podría contribuir a que separemos la cizaña del trigo, y esa noble tarea nos llevaría a ‗hornear‘ y degustar el pan dorado y nutriente del amor. *

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Generalizar los hechos no es conveniente  Con cuánta facilidad pluralizamos palabras y hechos, que de por sí pertenecen al campo de lo singular y único, e incluso de lo baladí. Pareciera como si, de esta manera, le diéramos más consistencia a la situación emergente. Así, cuando nos referimos a algo o a alguien, empleamos la mágica palabra

todos,

en

lugar

de

algunos

o

muchos,

y

así

se

cambia,

conceptualmente, la verdad. Esta intromisión del pluralismo en el lenguaje común, se debe, probablemente, a la contaminación que se hizo parte de nuestra educación, a través de los prejuicios, es decir, juicios lanzados a priori sin valoración real y verdadera, de los conceptos vertidos. Esta falencia, que en principio no parece poseer una mayor importancia, sin embargo la tiene, y mucha, porque se tergiversa la real significación y proporción de los hechos y dichos. Debemos entonces, estar prevenidos ante las informaciones que nos llegan de terceras personas, para darle una adecuada cabida a lo que puede ser verosímil o ficticio y a lo que luce como verdad incuestionable. *

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*Algunos pensamientos surgidos del Salmo 8 y el Eclesiastés

Salmo 8:

4. Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado: 5.

¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides? 6. Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor; 7. Le diste dominio sobre la obra de tus dedos, todo lo pusiste bajo sus pies: 8 todos los rebaños y ganados, y hasta los animales salvajes; 9 las aves del cielo, los peces del mar y cuanto surca los senderos de las aguas (...)

Este himno que habla de la ‗grandeza de Dios y la dignidad del hombre‘, me lleva a reflexionar con pena sobre aquellos que desdeñando su condición efímera en la tierra, se engrandecen en soberbia y vanidad, porque, ¡qué solos se encuentran! Cuando dice: ―...todo lo pusiste bajo sus pies‖ no puedo menos de recordar que nuestra condición de ser biológico está íntimamente unida a elementos imprescindibles para poder vivir, como el oxígeno y la fotosíntesis. Para una mejor comprensión, recordemos cómo actúa la fotosíntesis (Procesos en virtud del cual los organismos con clorofila, como las plantas verdes, las algas y algunas bacterias, ‗capturan energía en forma de luz y la transforman en energía química‘. Prácticamente toda la energía que consume la vida de la biosfera terrestre –la zona del planeta en la cual hay vida- procede de la fotosíntesis. Algo más: la bioquímica tiene como objetivo principal el conocimiento de la estructura y comportamiento de las moléculas biológicas, que son compuestos de carbono que forman las diversas partes de la célula y llevan a cabo las reacciones químicas que le permiten crecer, alimentarse, reproducirse y usar y almacenar energía). Pero sabemos claramente que el hombre no es sólo un ente orgánico. También se encuentra en la intimidad más profunda de su ser, un elemento intangible, que conforma su ‗esencia espiritual‘. Este núcleo, llamémoslo así, contiene todos los atributos divinos que Dios nos donó al nacer. No obstante, me pregunto: ¿hasta dónde el hombre posee la mesura necesaria para usar, sin abusar, de todo lo que está bajo su influencia de hacer y deshacer, de construir y destruir, sin que se ponga en peligro todas aquellas cosas que se hallan dominadas por él? Porque el Salmo 90, nos recuerda que no somos inmortales: ―Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría‖ (12).

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―Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche‖ (4).

Si supiéramos ver y sentir la magnificencia de nuestro derredor natural: los árboles y plantas; flores, frutos. Los animales y aves, y sus costumbres ancestrales. Los insectos, tales como las abejas, que nos brindan su miel y su cera y cooperan con otros para transportar el polen entre los distintos árboles y vegetales que no tienen movilidad, contribuyendo a su reproducción; las hormigas y lombrices que airean la tierra. Los fenómenos atmosféricos; el agua que surge de la tierra, y tantos otros... Todo ello siguiendo un orden que no está bajo el arbitrio del hombre, sino que se desenvuelve necesariamente siguiendo un plan de estructura divina. Además, ¿puede un hombre solo valerse del arranque que necesita para vivir? Porque, como se dice en Eclesiastés 4,8: ―Un hombre está completamente solo, no tiene hijo ni hermano, pero nunca pone fin a su esfuerzo ni se sacia de ambicionar riquezas. Entonces, ¿para quién me esfuerzo y me privo del bienestar? - 9. ―Valen más dos juntos que uno solo, porque es mayor la recompensa del esfuerzo. 10. Si caen, uno levanta a su compañero; pero ¡pobre del que está solo y se cae, sin tener a nadie que lo levante! 12. Y a uno solo se lo domina, pero los dos podrán resistir, porque la cuerda trenzada no se rompe fácilmente‖.

Entonces, Dios nos puso sobre la Tierra, y desde ese momento estamos sujetos a una realidad dual inevitable que oscila entre la vida y la muerte. Pero en nuestra corta estadía, ¿disfrutamos acertadamente de la vida? Porque Él nos hizo justos y probos, y no obstante buscamos complicarnos la existencia. Si mantuviéramos la condición inocente del niño que se asombra y se maravilla por todo lo que ve y no acierta a entender, nos desligaríamos de esa niebla que oscurece nuestro entendimiento. Si supiéramos desarroparnos de todo manto de altanería y presunción, ¡qué bien nos haría! Si consiguiéramos respetar el ritmo de la naturaleza en todos sus órdenes, sin alterarla con la poda indiscriminada de los árboles, desviados de los cursos de agua, materiales que flotan en el aire y empobrecen el oxígeno, matanzas a ultranza de animales y peces... Porque, ¡cuánta gente de condición humilde, sin necesidad de abastecerse de la cultura que proveen las universidades y los libros, poseen, en esencia, la sabiduría espiritual que les permite gozar de la grandeza natural que se desborda gratuitamente en nuestro derredor, y la respeta y se admira y agradece la bondad de Dios!

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Por último Cohélet, el sabio, autor de Eclesiastés, recuerda en el capítulo 11,9-10 sobre el gozo moderado de los bienes de la vida: ―Alégrate, muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio. Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente‖. *

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*Usemos adecuadamente la rica hacienda que nos regala nuestro Padre. Fuerzas ocultas algunas, y que hacen relieve otras, nos quieren mostrar un mundo alterado y vacuo en espiritualidad, aprovechando los medios de difusión: radio, televisión, cine, teatro, literatura, etc., y todas ellas, listas para incursionar en la mente de la gente, especialmente jóvenes sin mayores experiencias de vida. De esta manera, diseminan toda forma de engaños e ilusiones, que dañan el delicado tejido humano, impregnándolo de falsas realidades. Así mismo, no es ponderable ni cierto, que la relación humana, en función del progreso, de ‗estar al día‘, se transmita a través de groserías, gritos, faltas de respeto, suspicacias y apetencias, no solamente de sexo, que se lo identifica equivocadamente con el amor, sino, además, de sexo prohibido, donde se quiebra el vínculo familiar, tan caro a la sociedad humana. En otro aspecto, ¿qué favor nos hacemos cuando elegimos la vía de la violencia para actuar con nuestros semejantes? ¿No nos damos cuenta de que en esos momentos no somos nosotros, sino que estamos poseídos por temperamentos engañosos que hacen lo que ellos quieren, y nos llevan al desencuentro personal y a la amargura? ¿Qué ganamos con engolosinarnos con confituras concupiscentes y procaces cuyo goce es efímero? ¿No nos conviene más alcanzar esa riqueza natural que se nos prodiga gratuitamente, maravillosamente, y que se encuentra a nuestro alcance? Tenemos frente nuestro, a esa persona que solamente nos pide respeto, reconocimiento y amor de

nuestra

parte.

¡Qué

enorme

satisfacción

sentiremos

cuando

comprendamos, sin juzgarla, a veces, tan severa, como rigurosamente! *

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la


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*No nos hagamos cómplices de la desconfianza y sepamos usar de los frutos del Espíritu Algunas situaciones nos sorprenden de manera tan imprevista, que no atinamos a distinguir los distintos aspectos y matices que presentan. Más aún, ¡existe cierta predisposición a volcarnos hacia la parte negativa de las mismas! Sin ninguna duda, fuimos educados muchos de nosotros, -y cuando digo muchos, me refiero a una cantidad considerable- en el terreno del pesimismo y de la desconfianza hacia los demás, y todo ello se encarnó dentro nuestro como una forma de vida, sin que se nos ocurriera en ningún momento, modificarlo. Vemos al perro sarnoso y no percibimos sus dientes tan blancos. Yo comprendo que es saludable mantener una prudente reserva hacia nuestros semejantes, pero que ella no nos ofusque y nos ciegue, como para no distinguir y amar todo lo ponderable que poseen los hermanos en el espíritu. ¿Qué hacemos con esa rica hacienda que cada uno de nosotros posee en la intimidad de sí mismo, y que Dios, con su infinita bondad nos otorgó para que diéramos testimonio de sus frutos? Me viene a la memoria un pasaje de la Biblia citado por Lucas, capítulo 19. Citaré solamente unos versículos de la misma: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar enseguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó 100 monedas de plata a cada uno, diciéndoles: "Háganlas producir hasta que yo vuelva"(...) "Al regresar investido de la dignidad real, hizo llamar a sus servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Todos en ese tiempo -menos uno- había duplicado diez veces o cinco veces más de lo recibido. El rey satisfecho los hizo dueños de tantas ciudades como el beneficio que habían obtenido. Pero, ese que devolvió las 100 monedas intactas guardadas en un pañuelo, trató de justificar su actitud, diciéndole a su señor: "Porque tuve miedo de ti que eres un hombre exigente, que quiere percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado".Él le respondió: "Yo te juzgo por tus palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses". El rey, entonces, le hace quitar las monedas y ordena que se las den al que obtuvo diez veces más, agregando: "Les aseguro que al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene".

Esta parábola fue leída por mí repetidas veces y sé que su significado me resultó, en esas ocasiones, bastante difícil de comprender. Pero ahora, me dice

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lo siguiente: A cada hombre, el Señor le concede la riqueza de numerosos dones para que los haga fructificar para su bien, tales como "el amor, la alegría y la paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia"(Gálatas 5, 22-23).

Porque en cada uno de nosotros está el que esas virtudes adquieran luz,

ya que, como se dice en Lucas, por boca de Jesús, en el capítulo 8, 16: "No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz".

Y, más adelante:

"La lámpara del cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado, pero si tu ojo está enfermo, también tu cuerpo estará en tinieblas. Ten cuidado de que la luz que hay en ti no se oscurezca. Si todo tu cuerpo está iluminado, sin nada de sombra, tendrá tanta luz como cuando la lámpara te ilumina con sus rayos". (11, 34-36).

Entonces, el servidor que no supo, o indolentemente desdeñó hacer uso de los dones que les ofreciera el Señor, y que devolvió intacta la riqueza que éste le había dado, argumentó una justificación falsa. Con ella, se defendía, atacando. (19, 21). *

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*¿Cómo respondemos al amor del Padre? Sabemos, y eso nos regocija profundamente, que Dios no hace distinciones entre los hombres -sus hijos- de raza, color, sexo o de posición social. Todos somos iguales ante Él y nos reconoce individualmente por nuestro nombre. Quienes programan las categorías que ocasionan distanciamiento, resquemores, odios, rivalidades y guerras, son los hombres ‗que viven en las tinieblas‘. Los que no ven la luz o tratan de esconderla para que no brille. Y en este cupo, caben también los que tienen el espíritu impuro. ¡Cuántos son lo que traman

mil

argucias

para

defender

lo

indefendible!

Existen

delitos

incuestionables, pero en el momento del juicio, se hace muy difícil a veces, hasta imposible, la presencia -no solo visible de los culpables- sino de obtener una confesión sincera de sus actos. Aquí convergen la falta de coraje para asumir las propias decisiones y actos, y la falta de nobleza, cuando se es succionado por la cultura de la desvergüenza. Ahora que hablamos de confesión. Nosotros, los cristianos, recurrimos al sacerdote para que nos redima de nuestros pecados o faltas a la ley moral, y Dios, tras el arrepentimiento sentido, y la penitencia, nos perdona. Yo recuerdo a un sacerdote joven y amigo, que me decía: "Vienen a mí, fieles de la parroquia, y me cuentan sus pecados. Yo, en nombre de Dios, los perdono. Pero muchos de esos mismos fieles, concurren al confesionario, una y otra vez, con los mismos pecados..."

Ellos saben que Dios, al final, los perdonará y ‗no cambian‘. Sin embargo, Dios no los abandona porque nos ama por encima de todo razonamiento humano. Nos ama no porque somos buenos o para que seamos buenos. Nos ama porque nos ama. Pero, ¿cómo respondemos a su amor? ¿Por qué no hacernos responsables de esa libertad interior de la que somos poseedores? ¿Por qué no dejar brillar esa luz que rasga las tinieblas? Recordemos las palabras del Papa referidas a "la misericordia paterna y materna de Dios": Dice: "La disponibilidad de Dios al perdón, no atenúa la responsabilidad del hombre y la necesidad de un compromiso suyo de conversión".

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*Justa indignación de Jesús ante la hipocresía. El Señor Dios, encarnado en Jesucristo, en su breve paso por la tierra de los hombres, fue un ejemplo vivo de las virtudes que Él mismo enseñó: amor, bondad, compasión, mansedumbre, comprensión por la debilidad humana. En poquísimas oportunidades, dio rienda suelta a su impaciencia, para volver luego, a ser el hombre dulce que se compadecía de la miserabilidad del desamparado. Ya se dice en el Salmo 103, 8-10: "El Señor es bondadoso y compasivo, / lento para enojarse y de gran misericordia; / no acusa de manera inapelable/ ni guarda rencor eternamente; / no nos trata según nuestros pecados/ ni nos paga conforme a nuestras culpas".

Sin embargo, había algo que lo exasperaba, y era la hipocresía. Y así fue cómo increpó duramente a los escribas y

fariseos, que eran los doctores,

intérpretes y responsables de la observancia de la Ley judía. Las palabras dichas en esa época, pueden ajustarse en mucho, a la actualidad. Hombres que por fuera muestran un lustre de dignos y decorosos, y por dentro "están llenos de codicia y desenfreno"(vers.25). "¡Fariseo ciego! Limpia la copa por dentro y así también quedará limpia por fuera"(vers.26)."Así son también ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad"(vers.28). "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos: Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran!". "¡"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones!" "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más dignos de la Gehena (el Infierno) que ustedes!"(vers.13 a 15). "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas ¡que atienden más a que se paguen los diezmos descuidando lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!". (Mateo 23, 23-24).

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*¿Tenemos misericordia con la gente, al juzgarla? Leo en el capítulo 6 de Lucas, algunos versículos que tratan sobre la misericordia y la benevolencia para juzgar, y los traslado a mi propia vida. "Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso"(V.36). "No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados"(V.37). "Den y se les dará... Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes"(V.38). "¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?"(V.41). "¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano"(V.42).

Este capítulo lo saco a relucir, porque, muchas veces, en mi larga trayectoria de vida, juzgué y juzgué equivocadamente. Algunas sentencias mías se perdieron en el aire, pero otras llegaron, por desgracia, en forma directa o indirecta, a sus destinatarios, y cuando me di cuenta de mi error, sufrí interiormente, pero el hecho ya estaba consumado. Aunque siempre me cupo el antídoto para este mal, que es pedir perdón. Perdón por mi falta de juicio, perdón por pensar mal, perdón por haber ofendido a mis hermanos. Porque, cuando juzgo a alguien, me erijo en juez soberano, y algo interior sale de mí inconteniblemente, para atestiguar la condena: ¿desagrado? ¿Prejuicios? ¿Argumentos infundados tomados del montón, sin ser debidamente sopesados?, ¿u odio contenido? Si antepusiéramos la gran dosis de amor que mostró Jesucristo con la "mujer sorprendida en flagrante adulterio"(Juan 8). El pueblo quería apedrearla, según la ley de Moisés, y Jesús dice sabiamente: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra"(V.7). Claro, algunos de los presentes también habían pecado con ella, y así, fueron retirándose uno a uno y quedó solamente la mujer, llorosa, y Jesús, quién le dice: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?"(V.10). "Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante"(V.11).

También recuerdo la lectura de "El padre misericordioso", citada en Lucas 15. El hijo menor le pidió a su padre, el dinero que le correspondía en herencia. Se fue a otro país y dilapidó todo lo que tenía. Miserablemente pobre, y arrepentido, volvió a su padre para pedirle perdón y acogimiento. Pero el padre no había guardado resentimiento en su corazón. Al contrario, al verlo venir

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"corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó y sin hacer caso del arrepentimiento del hijo que dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo", ordenó a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado. Y comenzó la fiesta"(V.22 a 24).

Ser como Jesús... En el Salmo 145, 8 leemos: "El Señor es bondadoso y compasivo, / lento para enojarse y de gran misericordia". resbale tu pie..."

Y en el 121, 3: "Él no dejará que

También en Sabiduría: "Como eres justo, riges el universo con justicia, / y

consideras incompatible con tu poder; condenar a quien no merece ser castigado. / Porque tu fuerza es el principio de la justicia, / y tu dominio sobre todas las cosas te hace indulgente con todos."(V.12, 15-16).

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*La inconstancia entibia y enfría nuestra correspondencia con Dios y nos impulsa hacia la idolatría En varios momentos, Yahvé se queja amargamente de la inconstancia de los hombres, sus hijos. Aquellos que Él guió por el desierto, en procura de la Tierra Prometida. En el camino y ante las dificultades que se les presentan, en poco tiempo se olvidan de sus favores y de su amor, y se vuelcan hacia los ídolos, ofrendándolos como si fuera Dios. Dice, a través del profeta Oseas: "...yo lo amé, / y de Egipto llamé a mi hijo./ Pero cuanto más lo llamaba,/ más se alejaban de mi;/ le ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban incienso a los ídolos./ ¡Y yo que había enseñado a caminar a Efraín,/ lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba./ Yo lo atraía con lazos humanos,/ con ataduras de amor;/ era para ellos como los que alzan/ a una criatura contra sus mejillas,/ me inclinaba hacia él y le daba de comer"(11, 1-4)

La libertad interior que Dios puso en nosotros, en variadas ocasiones, nos juega una mala pasada, porque nos resulta muy difícil administrarla. Creemos en el Señor. Lo veneramos y oramos pidiéndole ayuda en todo momento, o cuando las circunstancias aciagas nos desbordan. Pero, ¡qué frágiles somos! Nos cuesta aceptar con paciencia "...los silencios, ausencias y tardanzas a las que El quiera someterme..."(Libro Encuentro, oración N° 34).

Acostumbrados a las leyes físicas y

sociales de causa y efecto, nos adherimos fuertemente a ellas: "A toda acción corresponde una reacción de la misma fuerza y de sentido contrario".

Le demandamos algo

y esperamos una respuesta inmediata, o casi inmediata de Dios. Y como ésta no llega con la prontitud estimada, comienza a invadirnos el pesimismo, nos entibiamos y nos olvidamos de Dios. Y empezamos a sentirnos solos y a no encontrar en quién sostenernos. De esta manera, buscamos tablas salvadoras y acudimos a los ídolos. En el Libro de Sabiduría, se ofrece una semblanza del culto de los ídolos, a partir de imágenes talladas. "Tomemos por ejemplo un leñador: / él derriba con la sierra un árbol fácil de voltear, / le quita hábilmente la corteza, / lo trabaja con maestría/ y hace con él un objeto útil para el uso común. / Con las astillas que sobran/ calienta su comida y sacia su apetito. / Pero queda todavía un resto que no sirve para nada,/ un tronco retorcido y lleno de nudos;/ El lo toma,/ lo esculpe para llenar sus ratos de ocio,/ lo talla con habilidad en sus momentos libres,/ y le da forma humana/ o lo hace semejante a un vil animal./ Después, lo recubre de minio, colorea la superficie de rojo,/ y disimula todos sus defectos con un enduído;/

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le prepara un sitio adecuado,/ lo coloca en la pared y lo asegura con un clavo./ De esa manera,/ toma precauciones para que no se caiga,/ sabiendo que no puede valerse por sí mismo,/ porque no es más que una imagen y tiene necesidad de ayuda./ Sin embargo, cuando ruega por sus bienes,/ por su hogar o sus hijos,/ no se avergüenza de dirigir la palabra a ese objeto sin vida:/ ¡reclama salud a un inválido,/ implora vida a un muerto,/ pide socorro al más inexperto;/ al emprender un viaje, ruega al que es incapaz de dar un paso;/ para sus ganancias, sus empresas y el éxito de sus trabajos,/ pide vigor al que no tiene en sus manos ningún vigor!"(l3, 11-19).

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*El largo camino hacia la Tierra Prometida Toda esa larga etapa que marcó el sometimiento del pueblo judío a los egipcios, se cortó, al fin, cuando Moisés, a instancias de Yahvé, lo saca de ese país para llevarlo a la Tierra Prometida. Moisés condujo al pueblo por el desierto, aconsejado por Yahvé, y sufrió muchos momentos de disconformidad y no aceptación de la realidad por parte del pueblo israelita, a causa de las penurias que pasaban. Durante esos 40 años que duró el éxodo por el desierto, los israelitas "bajo la guía de Moisés, fueron tomando conciencia comunitaria y adquiriendo su identidad religiosa frente a otros pueblos". En el monte Horeb, Moisés recibe las tablas donde estaban inscriptas las leyes que Dios aconseja que acaten en adelante. Contiene un reglamento moral que, aún siendo un complemento plasmante de amor y de unión entre los hombres, ellos, y muchos, muchos de nosotros, lo hemos transgredido, y lo seguimos haciendo a través de las épocas, ocasionando con nuestra conducta, consecuencias desastrosas para la Humanidad. *

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*El Éxodo, el hombre, y el segundo mandamiento de Dios ¿Cómo veo yo el Éxodo, figura y fondo de la transformación de todo un pueblo, elegido por Dios, y su culminación cuando se afinca en la Tierra Prometida? Lo transporto a la realidad del hombre desde su nacimiento; de cualquier hombre. Nacimiento = linaje del pueblo judío desde la salida de Egipto, y todos los accidentes y transformaciones que hacen a su crecimiento biográfico, histórico y espiritual. Moisés guía al pueblo bajo la advocación de Dios, y es la representación de ‗todos los padres‘, que poseen la maravillosa gracia de tener un hijo y educarlo en el amor. El hijo -cualquier hijo biológico- que va creciendo, siguiendo caminos marcados por los consejos de sus progenitores, más sus propias experiencias y las decisiones que les son imprescindibles tomar en cuenta. La representación del ‗hijo‘, son los israelitas guiados por Moisés. Entonces, para aclarar conceptos. El ‗padre‘ = Moisés, y el ‗hijo‘ = el pueblo judío, desde su nacimiento, al librarse de la cautividad de los egipcios. Dice la Biblia, que muerto Moisés, le sucede en el ejercicio de la conducción, Josué, ministro de Moisés. A él se dirige Yahvé: "Moisés mi siervo ha muerto. Ahora levántate y cruza el Jordán con todo este pueblo, para ir a la tierra que yo daré a los israelitas"(Josué.1, 2). "Cruzar el río Jordán"...

Éstas son las ‗decisiones‘ que, momento a momento,

instante a instante, debe tomar cada ser humano por sí solo. Pero Dios no nos abandona: "Mientras vivas, nadie resistirá delante de ti; yo estaré contigo como estuve con Moisés; no te dejaré ni te abandonaré. Sé valiente y firme..."(V.5-6). "...No temas ni te acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas..."(V.9).

Claro está que transitar por el mundo, requiere valentía y sabiduría, porque los senderos que uno elige o a los que se ve impelido a transitar, no siempre son llanos y agradables. Muchos de ellos ofrecen dificultades que se traducen en frustraciones y tentaciones, y así pasó con ese pueblo elegido. Transcribo lo que se dice en la Biblia, en Números 10, entre los versículos 10 y 11, referido a esa larga marcha por el desierto: "...El suelo inhóspito y los peligros de la marcha constituyen una dura prueba, que lo hunden en el desaliento y provoca su rebeldía y

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su protesta. Aunque Dios lo ha liberado de la esclavitud, esa libertad no parece significar nada para él; añora los alimentos que comía en Egipto y quiere volver a su antigua servidumbre".

Pienso, —en cuántos momentos renegamos de nuestra libertad porque tememos emanciparnos, y volvemos hacia quiénes nos cobijen y nos den su amparo, a cambio de perder nuestra autonomía. Incluso, en esos entreveros con tantos grupos nómadas con los que se cruzan en su camino, el pueblo israelí conoce costumbres nuevas y nuevos dioses. "Mientras Israel estaba en Sitim, el pueblo comenzó a prostituirse con las mujeres moabitas que lo invitaron a participar de los sacrificios en honor de su dios. El pueblo comió con ellos y adoró a ese dios."(Núm.25, 1-2).

Y así, llegó el momento en que Yahvé hace promulgar un Decálogo que contiene los preceptos a los que debe ajustarse el pueblo. La ley principal que fundamenta y da sentido a todas las demás, se expresa así: "...el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje; al acostarte y al levantarte"(Deuteronomio 6, 5-7).

Los siguientes mandamientos conforman una ley moral y de orden social, como el de no matar, no cometer adulterio, no robar, no dar falso testimonio contra el prójimo, no codiciar la mujer del prójimo, incluidos los bienes ajenos. Honrar al padre y a la madre. ¡Cuántas veces, algunos, en forma reiterada, otros ocasionalmente; unos con plena conciencia de hacerlo, otros en la ignorancia de que se obra mal, rompemos el pacto sagrado de unión y convivencia, con nuestros descomedidos actos! Con la llegada de Cristo a la Tierra, hubo un cambio substancial de los antiguos mandamientos. El primer mandamiento mantuvo su vigencia tal como fue concebido, pero a éste le siguió un ‗‘nuevo mandamiento‘‘: ―Amar al prójimo como a sí mismo‖.

Y así lo expresa San Pablo en Gálatas 5, 13,15): ―Ustedes,

hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros‖.

La trasgresión de este consejo de amor que se nos propone, desmerece el amor que Dios puso en nosotros. Sería como una traición a su Ley divina. Rollo May dijo: ―si alguien no aprende del cristianismo a amarse a sí mismo, en el recto sentido,

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tampoco podrá, entonces, amar a su prójimo. Amarse a sí mismo, en el recto sentido, y amar al prójimo, son conceptos absolutamente análogos, son en el fondo uno y el mismo…‖

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*Dios nos permite tomar nuestras decisiones con entera libertad. Sigamos con Josué y el paso por el río Jordán. Hasta acá, un relato bíblico, pero si este hecho lo llevamos a la realidad diaria, a nuestra vida personal, pensemos en las numerosas situaciones con que nos enfrentamos cada uno de nosotros, día a día, momento a momento, y en qué medida ajustamos las propias decisiones conforme se presentan. Porque el cruce del Jordán, y siguiendo a Rollo May, "marca la frontera entre la servidumbre y el camino de la libertad". Sin embargo, ese camino que se transita para obtener la libertad, tan ansiada por el hombre, es duro y difícil de transitar. ‗Libertad‘ quiere decir "apertura, disposición para crecer, significa ser flexible, estar dispuesto a cambiar en pro de los valores humanos superiores".

Cuando perdemos esa libertad interior, coartamos también la capacidad espiritual, y ya nuestros ojos se empañan y se cubren de velos ilusorios, y nos hacemos proclives a adherirnos a todo aquello que representa concupiscencia, idolatría, avaricia... Por eso, es bueno que recordemos aquí las palabras de Jesús, cuando dice: "¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?"(Lucas 9,25).

Luego de haber vadeado el río, ¿para qué mirar hacia atrás? Ya hicimos lo que creímos conveniente. Más vale una plegaria al Señor en los momentos de tribulación: "Sondéame, Dios mío, y penetra en mi interior; / examíname y conoce lo que pienso: observa si estoy en un camino falso/ y llévame por el camino eterno"(Salmo 139,23-24). "Que experimente tu amor por la mañana. / Porque confío en ti; / indícame el camino que debo seguir, / porque a ti elevo mi alma"(Salmo 143,8)-

Cuando nos disponemos a tomar una decisión, pueden surgir algunas dudas. El río, ¿será profundo? ¿No me arrastrará con su correntada y existirá el peligro de ahogarme? Una vez cruzado, ¿no me arrepentiré de haberme resuelto a hacerlo? Preguntas que nos podemos hacer, si no confiamos en el Señor. *

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*Nuestra indulgencia hacia los descarriados, está iluminada por Dios. Algunas personas, desconocen, en absoluto, las variadas opciones a las que puede recurrir para obtener un adecuado balance, ante las diversas circunstancias que debe sobrellevar en su vida. Mucho de esto se debe a la estrechez del pasadizo por el que transitan. Y acá sobreviene la angustia y la zozobra. También están latentes los resentimientos y deseos de venganza hacia la sociedad y sus miembros. No tenemos mucho que buscar para encontrarnos con adolescentes, adultos jóvenes y aún niños, que se vuelcan a la delincuencia. Ellos roban, atacan; algunos hasta matan a sus semejantes con total desprecio por la vida del ser humano. Yo me pregunto: — ¿Qué motivaciones profundas provocaron este accionar que tanto mal hace a la sociedad? Cuando hablo de estos desdichados, pienso en aquellos que están lastimados por la pobreza, por la ignorancia; los que son humillados, excluidos, aprovechados... Los buenos samaritanos son pocos, pero esos pocos hacen mucho bien con su ejemplo y dedicación a favor de estos pobres desgraciados que no conocen el amor y que son proscritos de la sociedad. Sin embargo, muchos de ellos

se

salvan,

desinteresadamente

porque tantos

justamente otros

el

amor

semejantes

oblativo

que

ofrecen

nuestros,

los

‗tocan‘

profundamente, descorriendo los velos que enangosta la mira, permitiéndoles ver mejor, y comprender, que el odio, la alevosía, la venganza y el desprecio por la vida de los demás, no es el camino correcto, y que atentar contra el hermano en cualquiera de los bandos en que se sitúen, a la larga

o a la corta, les

ocasionará una profunda herida espiritual difícil de salvar. Seamos más indulgentes con los descarriados. Tomemos ejemplo de Jesucristo, y en los momentos de contingencia donde el riesgo está latente, recordemos el Salmo 118,5-7: "En el peligro invoqué al Señor, / y él me escuchó dándome un alivio./ El Señor está conmigo, no temeré;/ ¿qué podrán hacerme los hombres? El Señor está conmigo y me ayuda".

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*"...Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía..." En repetidos pasajes bíblicos, está patente la indignación de Jesús hacia los ‗hipócritas‘. Es decir, hacia aquellos hombres que están investidos de pensamientos y sentimientos falsos. Su peligrosidad es patente y está encubierta, porque el hipócrita se escuda detrás de una careta que simula una personalidad que fluctúa entre la simpatía y la melosidad, escondiendo un falso afecto y una falsa amistad. En otro aspecto, crea un halo de incertidumbre entre la gente advertida que lo rodea, ya que no acierta a reconocer hasta dónde, en el hipócrita, se asoman características que lo identifican como tal, y en cuáles otros momentos actúa con total veracidad. De todas maneras, el hipócrita, desde el momento en que simula una actitud sincera, es también un mentiroso. Y en la mentira, el hombre tiene comprometida su honestidad y su dignidad. *

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*¿Estamos solos? "Después dijo el Señor Dios: No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada"(Génesis.2, 18). "Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando éste se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío. Luego con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre"(vers.21-23). "Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne"(vers.24). "...No conviene que el hombre esté solo".

La soledad, funesto estado que se cierne sobre muchos de nosotros. Los hijos que se separan de sus padres, los cónyuges entre sí; hermanos que antipatizan entre ellos; novios y amigos que echaron por tierra una hermosa relación, muchas veces por nimiedades... y al cortar el hilo de la amistad y del amor, se quedan solos. Dios no hace relación de parentesco. Directamente nos llama "hermano". En 1 Juan, leemos: "El que dice "Amo a Dios", y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?"(vers.20).

Y

en Eclesiástico 38, Ben Sirá, su autor, refrenda la actitud que todo ser humano debe adoptar ante la enfermedad.

"Si estás enfermo, hijo mío, no seas negligente, ruega al

Señor, y él te sanará. No incurras en falta, enmienda tu conducta y purifica tu corazón de todo pecado"(vers 9-10)

Estas lecturas bíblicas, las traigo a colación, porque creo que repetidas veces el hombre atrae su propia soledad. Así como aprendemos las buenas costumbres de convivencia para llevarnos bien con todos los hombres, si durante nuestra primera juventud desparramamos amor, el amor se volverá benignamente sobre nosotros, y nos envolverá con su calor, y nos gratificará con la atención y el respeto de nuestros hermanos. Recuerdo una anécdota atribuida al músico finlandés Sibelius. No sé si durante su vida dio amor a los demás, pero si sé que la música que nos dejó, representa un testimonio vivo de amor; de haber hecho uso adecuado de ese gran don que le otorgó Dios. Prosigo. En una inspección que un periodista hiciera a un hospital del pueblo, encontró, muriéndose, pobre y solo, a este músico. Indignado, hizo una crónica donde decía más o menos: ¡¿Cómo es posible que Ian Sibelius, nuestro músico nacional, muera de esa forma ruin?!. El gobierno, entonces, se hizo eco de ese artículo, lo sacaron al músico, de ese

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hospital p煤blico, y lo ubicaron en un sanatorio donde se le prodig贸 toda clase de atenciones. Soledad del pobre. Soledad del incomprendido. Soledad que es invadida por la angustia: "...y comenz贸 a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte..."(Marcos 14,33-34). *

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*El falso gurú. Cuando Jesús preanuncia a los falsos profetas, no sé por qué acude a mi conciencia una figura, la del gurú. Recordemos que el gurú representa en la India, un ser especial dotado de ciertas virtudes que lo erigen en un consejero espiritual. Y en este mundo actual en el que convivimos, ¡con cuántos falsos gurús nos topamos en el camino! Ahora bien, cuando hablo de falso gurú, me refiero a aquellas personas que malintencionadamente obran en los demás, instándolos a torcer el rumbo cierto que llevan en sus vidas, y aquellos otros que, aún con buenos deseos, aconsejan, y aconsejan mal, porque no están respaldadas por el conocimiento profundo, el amor y la sabiduría, que solamente Dios puede otorgarles. *

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*Pobreza y crisis moral. En el año 1990, en la Conferencia Episcopal Argentina, se hablaba de una "crisis fundamentalmente moral",

porque "la deshonestidad, la mentira, la injusticia, la

ambición pública y privada, y otras múltiples formas de corrupción acumuladas en tantas décadas, afectan hoy la dignidad del hombre, su calidad de vida, sus razones de vivir y de esperar. Actitudes que han creado un clima tal de permisivismo, que de hecho se han convertido en norma de conducta por muchos".

En otro párrafo, la CEA. nos comenta acerca de "la justicia, derecho fundamental de las personas y comunidades, exige superar con apremio las múltiples situaciones en que es conculcada. Una de las más clamorosas es el problema de la pobreza, que se extiende y agrava hasta dimensiones infrahumanas de miseria, derivada muchas veces, de la falta de solidaridad. La pérdida del sentimiento de justicia y del respeto hacia los demás, constituyen una de las más graves corrupciones morales".

Han pasado tantos años, y nada ha cambiado; incluso, se ha agrandado la brecha entre los ricos y los pobres. En consecuencia, todas estas aseveraciones de la CEA, fueron desoídas. Y el espectro de la injusticia, comienza a perfilarse, cada vez más, en un agente que adquiere forma, y que toma una participación activa. Así, mucha gente, ante situaciones sociales que se presentan, ya sean de opresión o brutales, se queja y reniega, se exacerba y ataca; y otras personas luchan denodadamente por alcanzar los logros de algunos, que están soberbiamente asentados en el pináculo, y que les importa poco o nada, la situación de los desvalidos. Hay mucha bronca y agresividad. Y Jesús, con su amor y con su dulzura, en el breve paso de su vida terrenal, no pudo decapitar la altanería que coronaba la cabeza de los poderosos, y fue conducido a una muerte ignominiosa. Sin embargo, su presencia no fue en vano, porque dejó en el alma de los pobres, de los humildes de corazón, la significación de que todos ellos, sin distinción alguna, son amados por Él, no por lo que hicieran para ganárselo, sino porque todos somos sus hijos muy queridos. Ya, por naturaleza, somos seres sedientos del amor de nuestros semejantes. Pero, en muchas oportunidades, sentimos como si este néctar no nos llegara. Nos figuramos solos, olvidados... En esos momentos, cabe la pregunta: ¿Ponemos algo de nuestra parte, o esperamos que todo nos venga

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gratuitamente? Y si, aún así, ofreciéndonos a los demás, no recibimos las respuestas favorables que esperamos, no nos sintamos pesarosos, porque siempre encontraremos a Alguien, que jamás nos defraudará. Seguramente, endulzados por ese amor divino, nos sentiremos con mayores energías como para transmitir a los demás, ese fruto maravilloso, que también "mueve

montañas", y acompañarlo a san Francisco de Asís cuando invoca al Señor: "...Maestro, que no busquemos tanto,/ ser consolados como consolar,/ ser comprendidos, como comprender,/ ser amados, como amar". Para que, de esta manera, "...Donde haya ofensa, pongamos perdón./ Donde haya odio, pongamos amor./ Donde haya discordia, pongamos unión./ Donde haya error, pongamos verdad./ Donde haya duda, pongamos la fe./ Donde haya angustia, pongamos esperanza./ Donde haya tinieblas, pongamos la luz./ Donde haya tristeza, pongamos alegría".

*

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*¿Cómo seguir Tus huellas, Señor? En oportunidades, ante fatalidades de las que somos testigos directos o indirectos,

ya

sean

éstas

muertes,

enfermedades,

mutilaciones,

robos,

atropellos a nuestra dignidad, etc., nos sentimos doloridos, desconsolados y prestos a juzgar, sobre todo, si nos toca directamente a nosotros, o a otra persona que forma parte de nuestro círculo íntimo. Enseguida saltan a borbotones las preguntas:"¿Por qué a mí? ¿Por qué le sucedió a él que es (o fue) un ser piadoso y no hizo mal a nadie? ¡Cuánta gente miserable y vil vive tranquilamente aferrada al mal y a esta otra persona, que tanto bien hizo por los demás, le tuvo que suceder ese percance! ¿Dónde está Dios que no pone orden en las cosas? Nuestras vidas tienen un significado. Salir del abrigado y nutriente cobijo de nuestros padres, e ir valientemente hacia la Tierra Prometida donde conquistaremos la excelsitud del corazón, rebozante de amor, y mecidos por el Espíritu de Dios. Pero ese largo camino que hicieron los israelitas, se les presentó erizado de dificultades. Hubo muchas quejas porque no comprendían. Se lamentan en Números 21,5: "... ¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable".

Y en el capítulo

14,1-3: "Entonces se alzó toda la multitud y empezó a dar voces y el pueblo se pasó llorando aquella noche...¿Por qué nos conduce Yahvé a este país para que perezcamos a espada? ¡Nuestras mujeres y nuestros pequeñuelos servirán de botín!"

Nos cuesta entender todo esto, porque sucumbimos ante la razón de la sinrazón que nos ofrece nuestro intelecto. Y nos cuesta reconocer, que el intelecto tiene sus limitaciones, y que algunas situaciones que ‗no vemos‘, aún cuando nos internemos en el laberinto de las abstracciones, se encuentran sumidas en el pozo oscuro del misterio. Muchas veces Yahvé se impacientó hasta el extremo de castigar a su pueblo, cuando se volcaba hacia la idolatría, renegando de los designios que les tenía preparados. Sin embargo, el Señor Dios, misericordioso y comprensivo con el hombre, no podía dejar las cosas así, y envió a su único Hijo Jesucristo, para

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hacerse visible a este ser, el hombre, hecho a Su Imagen y Semejanza, aunque proclive a dejarse llevar por sus impulsos instintivos. *

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*Tengamos fe en el Señor. Jesús predicó la Palabra y muchas personas no la entendieron aún cuando estaban frente a frente con Dios mismo, hecho hombre. Pero otros, sí la comprendieron. "Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste; ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti y han creído que tú me enviaste"(Juan 17, 7-8). "Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo al menos por las obras"(Juan 14,11). "Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe al que me envió"(Juan 13,20). Y en la "oración

sacerdotal" implora: "Padre, que todos sean uno, como nosotros somos uno"(Juan 17, 21-22).

Estas últimas palabras, encierran una profunda y latente sabiduría, que es, reconocer que cada uno de nosotros somos ‗‘seres integrados‘‘, y cuando perdemos esa condición, todo nuestro ser se conturba, y pierde también la paz. Y esto viene a cuento, porque nos hacemos preguntas y preguntas, que nuestro intelecto no puede solventar porque están por fuera de la razón humana. Entonces, ¿de qué vale martirizarnos con interrogantes que no tienen respuestas? ¡Son misterios, reconozcámoslo! Más bien, afiancemos nuestra fe en el Señor. "Yo sé que tus juicios son justos, Señor, y que me has humillado con razón Que tu misericordia me consuela, de acuerdo con la promesa que me hiciste"(Salmo 119, 75-76).

"Cuando pienso que voy a resbalar, tu

misericordia, Señor, me sostiene; cuando estoy cargado de preocupaciones, tus consuelos me llenan de alegría"(Salmo 94, 18-19).

O como dice Pablo: "...Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor"(Romanos 8, 38).

* Al leer el Salmo 118, se conmueven las fibras íntimas de mi corazón. Me adhiero a la fe que expresa el salmista, y, enseguida, afloran a mi mente las veces que me sentí desconsolado, acobardado, ante situaciones desagradables que no sabía o no podía enfrentar debidamente. Vuelvo, entonces, a algunos de los versículos de este "salmo pascual" que fortalecen mi ánimo, y me resuelvo a caminar sobre un sendero firme. "En el peligro invoqué al Señor,/ y él me escuchó dándome un alivio./ El Señor está conmigo: no temeré,/ ¿qué podrán hacerme los hombres?/ El Señor está conmigo y me ayuda:/ yo veré derrotado a mis adversarios"(vers.5-7).

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Luego me uno al salmista para expresar mi agradecimiento: "Yo te doy gracias porque me escuchaste/ y fuiste mi salvación"(v.21). "Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad/. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"(v.25-26). "Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias;/ Dios mío, yo te glorifico. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,/ porque es eterno su amor"(v.28-29). *

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*Plenitud Seguir las huellas del Señor no es tarea fácil. De ningún modo. Requiere de nosotros, por sobre todo, de una fe inquebrantable. Muchos santos la tuvieron y convivieron con los hombres, en contacto directo; con las debilidades propias del ser humano, y no se perdieron, porque su amor por el Señor les allanó el camino. Seguramente en muchos momentos sintieron languidecer su fe, pero solamente ese estado duró muy poco, porque enseguida se ‗abandonaron‘ en las manos del Dios: "...Yo sé que también mi noche pasará. Sé que rasgarás estas tinieblas, Dios mío, y mañana amanecerá la consolación. Caerán las gruesas murallas y de nuevo podré respirar..." (Libro Encuentro, oración 28).

Se me dirá: ellos fueron santos y les cabe una condición especial que no todos tenemos. Sin embargo, Dios no hizo selección por ninguno en especial. A todos nos dio el regalo de sus dones; entonces, cada uno de nosotros, posee la alternativa que les permite decidir el hacerlos fructificar o dejarlos abandonados y sin lustre, en un rincón. Yo elegí la primera opción, que me hace sentir bien. Es por eso que me hago eco de la oración que dice: "Señor, enséñame a ser generoso, a dar sin calcular, a devolver bien por mal, a servir sin esperar recompensa, a acercarme al que menos me agrada, a hacer el bien al que nada puede retribuirme, a amar siempre gratuitamente, a trabajar sin preocuparme del reposo..." .(Libro Encuentro, oración N° 53). *

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*Antes de juzgar despiadadamente, preguntémonos ¿Qué haría Jesús en mi lugar? En otro momento, dice Jesús: "Ninguna cosa externa que ‗entra‘ en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que ‗sale‘ del hombre".

Pienso: el

hombre come y degusta sus alimentos; vigoriza su cuerpo con elementos que nutren cada parte de su organismo y le dan vida y razón de ser. Y, en esa composición, así como sucede con una fogata que se extingue y que deja como residuos inútiles las cenizas, así también los restos de

los alimentos no

digeridos, se convierten en heces, en materia que es expelida, porque ya no tiene ninguna función valedera, sino al contrario, su permanencia le es tóxica e incómoda al individuo. Y me hago esta reflexión. ¡Cuántos elementos de todo orden penetran en la psiquis del hombre; cuántos son asimilados para bien y cuántos otros se convierten en despojos que echamos fuera, y que actúan como agentes urticantes y alevosos en los demás! Me refiero específicamente, a todo aquel individuo que obra en contra de la sociedad. Que en lugar de asociarse a una buena convivencia con ella, en cambio, atenta contra la misma, a veces con saña, dando viva cuenta de su desaprensión, queriendo justificar sus acciones por las ofensas recibidas, de todos aquellos que los hirieron. Entonces,

nosotros,

las

víctimas

de

los

atropellos,

obramos

defendiéndonos. Y esta defensa la usamos en función del resguardo de nuestra vida y bienes. Pero, por otro lado, juzgamos, a veces en forma incisiva, a esos pobres seres, sin reflexionar en los causales que los llevaron a actuar de esa forma, y sin siquiera poner de nuestra parte, aunque sea, un trozo de misericordia. Porque, nos vendría bien preguntarnos: ¿Qué haría Jesús en mi lugar? Sin ninguna duda, Jesucristo se habría condolido de ese ser, su hijo, nuestro hermano, que se desvió hacia un camino lastimoso, oscuro, poblado de tinieblas, ofuscado por el odio, el resentimiento y la impiedad. Ante esta situación de enrarecimiento, entonces, ¿qué nos queda a nosotros? ¿Gritar ¡sangre, justicia!? ¿O mejor, resolvernos a ablandar nuestro corazón? Es una situación difícil, lo reconozco; a veces muy difícil, porque no solamente podemos ser nosotros, directamente, víctimas del agravio, sino porque nos

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acostumbramos a dar ‗veredictos a priori‘, y a juzgar rápidamente, sin tener en cuenta la motivaciones del supuesto "reo". "... Yo quiero misericordia y no sacrificios..."(Mateo 9,13). "No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se les juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes"(Mateo 7,1-2)

Dobleguemos nuestra soberbia, y encarnemos en nuestro corazón, la semilla de la piedad y el perdón. Eso nos hará más felices. Sin ninguna duda, el ofrecer ‗perdón‘, tal vez sea una de las más difíciles decisiones del hombre con respecto al hombre, porque su envanecimiento se entremete, cegando este hermoso don que nos dio Jesucristo: "Perdónalos, Señor, porque ellos no saben lo que hacen";

palabras excelsas que, una vez llevadas a la

acción individual, refrescará nuestro espíritu y nos hará sentir más livianos. Sobre este tema, recuerdo, hace varios años, un suceso que ocurriera en Norteamérica. Un muchachote de raza negra, tal vez atrasado mentalmente, había ultrajado y asesinado a una jovencita blanca, única hija de un matrimonio. El asesino fue capturado y sentenciado a muerte. En ese lapso, inopinadamente, los padres de la víctima, se apersonaron a la cárcel y le pidieron al alcalde, permiso para hablar con el reo, ya próximo a ser ejecutado. Les fue concedido, y acercándose ambos al culpable, le dijeron más o menos, estas palabras: "No

sabemos hasta cuánto puedes comprender el tremendo dolor que nos infligiste. Pero tú vas a morir y no queremos que lo hagas, sin que sepas, que aún así, te perdonamos". Terminadas estas palabras, los tres se abrazaron llorando. *

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*El stress, ¿amigo o enemigo nuestro? Repetidamente, en mis ensayos, he hecho mención del ‗stress‘, como un factor inespecífico, que penetra en nuestro organismo, furtivamente, sin ser solicitado, anegando los sentimientos, pensamientos y aún, el ámbito espiritual. Unas pocas veces, nos es beneficioso el stress, y es cuando ‗alienta‘ los recursos propios, para salvar los distintos aspectos que interactúan en el campo ‗yo y mi circunstancia‘. Pero las más de las veces, resulta ser un agente de disgregación tan poderoso, que hasta da lugar a enfermedades de distinto calibre, pudiendo llevar a la persona, hasta la invalidez parcial o total. Entonces, el stress, es nuestro compañero de aventuras y desventuras, y es muy difícil librarse de él. Lo que debemos hacer es aprender a distinguirlo y a conocerlo, en cuanto se presente con malas intenciones, para desecharlo de nuestra vida. Tengamos presente, que este agente de disociación, se muestra, muchas veces, con ropajes y caretas distintas, que desorientan nuestra atención.

De

esta

manera,

solapadamente,

‗penetra‘

en

nosotros.

Intelectualmente, no lo percibimos. Sin embargo nuestro organismo sí acusa su presencia, y actúa, agilizando el tránsito sanguíneo a favor de una hormona, la adrenalina, quien pone en estado de alerta, a nuestros órganos y sistemas. En este momento, ‗suena el timbre de alarma‘, que algunas personas lo ‗escuchan‘; otras, no, y nuestros recursos, a partir del organismo, tratan de rechazar al invasor. Esta etapa se la denomina de defensa, a la que

le sigue otra, de

resistencia, donde los distintos órganos, de común acuerdo tácito, se aúnan en la acción, dirigidos por excitaciones neuro-hormonales. Pero, si es vencida esta última defensa, se produce una conmoción general y final, conocida como fase de agotamiento, que decanta en variadas y peligrosas enfermedades que comprometen al individuo en su totalidad. En consecuencia, como a este insidioso huésped no se lo trata con antibióticos ni con vacunas, porque no entra en el terreno de las enfermedades infecciosas, merece que cada uno de nosotros se ponga en un alerta preventivo para no dejarlo entrar. Ustedes podrán preguntar cómo se hace y yo les digo: simplemente adoptando una actitud templada ante las continuas y diversas circunstancias que nos acosan momento a momento. De esta manera nos

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enrolaríamos en el campo de la mansedumbre que acepta que es mejor comprender, consolar, amar, unir en la discordia, poner alegría en la tristeza, tal como el Santo de Asís, pedía a Dios. *

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*El perdonar, es el mejor remedio para nuestras dolencias, de cualquier origen que sean Mucho de aquello que nos ocurre, deja su impronta en nuestro corazón. Algunos factores, podrán pasar a los sótanos del olvido; otros se actualizarán y actuarán continuamente, dibujados en nuestra mente, o revalidados como sentimientos. Y, algunos de esos recuerdos, los gozaremos como agradables y satisfactorios, mientras otros, quedarán acerados como ‗espinas irritativas‘. Tomo algunos ejemplos: el enamoramiento, la amistad sincera; y, del otro polo, el odio, el encono, la rivalidad, la envidia, etc. Cuando no perdonamos una ofensa, una injuria, un atentado que se nos hizo, envilecemos nuestro ser como personas. Quiero recordar aquí, una situación real, que tuvo como protagonistas al padre Darío Betancourt, jefe de la Renovación Carismática Católica, quien la contó, y a una señora, ya entrada en años, que lo visitó. Ella venía mostrando los dedos de las manos ‗en garfio‘, producto de una enfermedad crónica llamada reumatismo poli-articular deformante, que le impedía asir los objetos con soltura. El padre Betancourt le inquirió sobre algún suceso de su pasado que ella lo recordara con pena. La anciana dijo que su padre, cuando era niña, la había abusado sexualmente, y que ahora, en la actualidad, ella, que nunca se había desposado, vivía sola con él y lo cuidaba, porque ya era muy viejecito. Darío Betancourt le dio por respuesta: —"Lo que tienes que hacer ahora, es perdonar a tu padre, por el mal

que te infirió". Pasó un tiempo, y nuevamente esta señora se reencontró con el sacerdote. Se hallaba un poco mejor, más aliviada, y sus manos tenían cierta movilidad. Nuevamente imploró ayuda, y Betancourt le dijo: —"Tú lo perdonaste

en tu corazón, pero, ¿fuiste a él y se lo dijiste?". Ella contestó: —"No". —"Pues ve y díselo". Hubo un tercer encuentro con esta mujer, más compuesta, ya distinta. En efecto, era otra: alegre, dispuesta, y casi desaparecido el estigma de sus dedos. Le dijo: —"Padre, hice como usted me aconsejó. Me acerqué a él y le

manifesté, confieso, con gran dificultad: -"padre, yo te perdono el mal que me hiciste cuando pequeña, al forzarme sexualmente"-. Él se abrazó a mí llorando, y lloramos juntos, y todo quedó en paz. Desde ese momento, nuestras vidas transcurren con mayor felicidad". Saqué a relucir este episodio verídico, porque muestra cómo el ‗stress‘, que había arraigado profundamente en esa mujer y seguramente en su padre,

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gracias al perdón, sin ningún

otro medicamento, pudo ser desalojado en

ambos, y sobrevino la salud, no solamente física, sino también espiritual. "...si estás enfermo, hijo mío, no seas negligente...enmienda tu conducta y purifica tu corazón de todo pecado..." (Eclesiástico, 38).

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*¿Podemos verlo al Señor cara a cara? Durante nuestra niñez, muchos -desgraciadamente no todos- fuimos acariciados y protegidos por nuestros padres, y sentimos por ellos amor y respeto, y, generalmente, les respondimos con afecto y honestidad en nuestra conducta. Con el correr del tiempo, nos sentimos ‗tocados‘ y conocimos a un Ser que estaba por delante y más allá del entendimiento, que también se comportaba como un padre queridísimo, y que nos amaba profundamente, aún cuando no le respondiéramos en la misma forma. Ese Ser, es Dios. Pero acá ocurre algo notable. A nuestros padres lo tenemos, o lo tuvimos, cara a cara; los besamos, los abrazamos, los vemos... En cambio, con Dios, no sucede lo mismo. Ni siquiera podemos imaginarlo; está fuera de nuestros sentidos perceptivos e incluso de nuestros razonamientos, por más sofisticados que sean. Lo único con que contamos como referencia, es Jesucristo, Dios hecho hombre. Porque, en la realidad de nuestro ser terrenal, solamente conocemos aquello que es visible, asible y mensurable. Lo que va más allá, tratamos de suplirlo con la imaginación, que nos ofrece una imagen ilusoria de Dios, en muchas ocasiones, adaptada a nuestros gustos y necesidades. No obstante, muchos de nosotros, logramos llegar a Él, y supimos que era nuestro padre bienamado. Claro está, recorrimos un largo camino, no siempre llano, pero fuimos acompañados por la FE. Y la fe es algo irrebatible. ‗Se cree‘ o ‗no se cree‘. Dichosos aquellos que tenemos fe. Recordemos la parábola del sembrador: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!"(Mateo l3, 3-9).

La parábola en cuestión, nos da la pauta, de cuán endeble es la fe, pero ¡qué riqueza se obtiene cuando la fe arraiga en "tierra buena!". *

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*Humildad, ¿eres solamente una palabra? Cuando

mencionamos

la

palabra

humildad,

repetidas

veces

la

equiparamos a una condición servil del hombre. Y esto no es así. Comencemos por ver qué nos dice el diccionario: "Virtud derivada del sentimiento de nuestra

bajeza, o condición inferior". ¿Qué es lo que resalta aquí: virtud o bajeza? Yo estoy convencido de que la significación resurge directamente de la condición de virtuoso. Porque es virtuoso quién se manifiesta ante los demás, humildemente, ya que, en su actitud, manifiesta sus acciones conforme a la ley moral. Y en esta ley, están implícitas la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Para entender mejor lo que es la humildad, me resulta imperioso, lo que dice de ella el padre Larrañaga, en su librito "Estilo y vida de los guías": "El humilde no se avergüenza de sí ni se entristece;/ no conoce complejos de culpa ni mendiga autocompasión,/ no se perturba ni se encoleriza,/ y devuelve bien por mal;/ no se busca a sí mismo,/ sino que vive vuelto hacia los demás./ Es capaz de perdonar/ y cierra las puertas al rencor./ Un día y otro día el humilde aparece ante las miradas vestido de/ dulzura y fortaleza,/ suavidad y vigor,/ madurez y serenidad."

Mucho más nos dice este autor, con palabras que cavan muy hondo en nuestro espíritu, pero transcribirlas todas, sería como copiar todo el libro. Este capítulo lo termina, diciendo: "El camino de la humildad siempre aterriza en la meta del amor".

Saqué a relucir este tema, porque, justamente, la humildad es el polo contrario de la soberbia, la altanería, la vanagloria, la mezquindad y el desamor. Todos ellos, atributos que atentan contra la pureza del hombre. Aunque, desgraciadamente, se encuentran a ‗flor de piel‘, ya que obran prácticamente, en forma impulsiva. Si consiguiéramos dominar el ‗yo personal‘, tan aferrado a nosotros, tan tiránico, seguramente le daríamos paso a la humildad y, así, llegaríamos al Señor, abiertamente. Recuerdo a Rabindranath Tagore, cuando en "Jitanjali", expresa: "Salí solo a mi cita. ¿Quién es ese que me sigue en la oscuridad? - Me echo a un lado para que pase, pero no pasa. - Su marcha jactanciosa levanta el polvo, su voz recia duplica mi palabra. - ¡Señor, es mi pobre yo miserable! Nada le importa a él de nada; pero ¡qué vergüenza la mía de venir con él a tu puerta!"

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*Encuentro Me

permito

transcribir

algunas

oraciones

de

un

librito

llamado

"Encuentro", que, aunque pequeño en su dimensión, contiene en su interior, un valor espiritual incalculable. Pertenece al padre Ignacio Larrañaga, y a mí me ha ayudado en muchos momentos de mi vida, y me ayuda siempre, porque en sus páginas encuentro las palabras justas, para ponerme en presencia del Señor y recibir sus favores. Al abrirlo, en sus oraciones santas, hallo una guía divina que refresca mi espíritu, a la vez que me permite comprender mejor, la obra maravillosa de Jesucristo, y me incita a amarlo profundamente, y a tratar de seguir, humildemente, Sus huellas. Comienzo por la N° 6: "Necesitamos de Ti, de Ti solamente, y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas, puedes sentir por todos nosotros que sufrimos, la compasión que cada uno siente en relación consigo mismo. Sólo Tú puedes medir qué grande, qué inconmensurablemente grande es la necesidad que hay de Ti en este mundo, en esta hora".

Y, enseguida, como un torrente, surge la invocación al Espíritu Santo (9), para que me ayude, y me ampare, en este peregrinar: "Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo... Ven, dulce huésped del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro.(...) Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.(...)".

El Señor está conmigo y no me abandona, ya que (4): "Llegaste a mí, humilde y discretamente, para ofrecerme tu amistad. Me elevaste a tu nivel, abajándote Tú al mío, y deseas un trato familiar, pleno de abandono. Permaneces en mí misteriosamente, como un amigo siempre presente y colmando por completo todas mis aspiraciones"(...) "Me invitas a colaborar en tu obra redentora, a trabajar contigo con todas mis fuerzas"(...).

Pero, en mi pasaje por este mundo, se me fueron adhiriendo ‗escorias‘ y ‗desechos‘ que contaminaron mi ser; y mi alma quebrantada, se dirige a Cristo (5): ¡Te di tan poco, Señor Jesús, pero Tú hiciste de eso, algo tan grande! ¡Soy tan poca cosa ante Ti, y me tornaste tan rico! No conseguí darte todo lo que hubiese deseado, ni logré amarte como yo quería y soñaba...Sin embargo, Tú sabes que en ese "poco" yo quise poner todo mi corazón"(...).

Y ¡en cuántas ocasiones estuve abrumado por la depresión y la angustia, sintiéndome solo, inseguro, abandonado a mi suerte!. Sin embargo, la oración N° 28, me dio ánimo y temple, cuando me dirigí al Señor, por consolación: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? De improviso, cincuenta atmósferas han caído pesadamente sobre mí, y no sé a dónde huir, ni tengo ganas de vivir. ¿Dónde estás, Señor?(...)/ ¡Pobre ángel sin alas!, abandonado sobre caminos olvidados y cubiertos de niebla.¿Dónde

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estoy?. Estoy en el fondo del mar y no puedo respirar. ¿Dónde se escondió la luz? ¿Arde todavía el sol?/ Peor que el vacío y la nada, ¿qué es esto?, simplemente horror de sentirse hombre. Dios mío, ¿por qué no me borras de la lista de los vivientes?(...)/

Yo sé que también mi noche

pasará. Sé que rasgarás estas tinieblas, Dios mío; y mañana amanecerá la consolación. Caerán las gruesas murallas y de nuevo podré respirar. Mañana mismo mi pobre alma será visitada y volveré a vivir./ Y diré: gracias, mi Dios, porque todo fue una pesadilla, sólo la pesadilla de una noche que ya pasó. Mientras tanto, dame paciencia y esperanza. Y hágase tu voluntad, Dios mío. Amén".

Y enseguida se hace en mí presente, la oración N° 30. "Si, extenuado, caigo en medio del camino, perdóname, Señor. Si mi corazón vacilara un día ante el dolor, perdóname, Señor. Perdona mi pusilanimidad. Perdona por haberme detenido"(...). Porque debo entender que el camino hacia Dios, requiere de mí, perseverancia, paciencia y paz. Sin embargo, la vida en comunidad, me exige movimiento, hechos. Pareciera como que no existiera como persona, si no doy testimonio de que ‗algo estoy haciendo‘. Sin embargo (16), "...Echando una mirada al inmenso mundo de la tierra de los hombres, tengo la impresión de que muchos ya no esperan en Ti. Yo mismo hago mis planes, trazo mis metas y pongo las piedras de un edificio del cual el único arquitecto parezco ser yo mismo. Hoy día los hombres somos, muchas veces, unas criaturas que nos constituimos en esperanza de nosotros mismos. Dame, Señor, la convicción más profunda, de que estaré destruyendo mi futuro siempre que la esperanza en ti no estuviere presente./ Haz que comprenda profundamente que, a pesar del caos de cosas que me rodea, a pesar de las noches que atravieso, a pesar del cansancio de mis días, mi futuro está en tus manos y que la tierra que me muestras en el horizonte de mi mañana, será más bella y mejor.(...)". *

Seguir las ‗huellas del Señor‘, no solamente exige de mí una purificación de mi ser interior, sino también una benevolencia especial hacia mis hermanos en el espíritu. Por eso, le pido al Señor, cuando apunta el día (18): "...Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor; ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno. Ver detrás de las apariencias a tus hijos, como los ves Tú mismo, para, así, poder apreciar la bondad de cada uno. Cierra mis oídos a toda murmuración, guarda mi lengua de toda maledicencia; que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mí. Quiero ser tan bien intencionado y justo, que todos los que se acerquen a mí, sientan tu presencia. Revísteme de tu bondad, Señor, y haz que durante este día, yo te refleje. Amén".

Y ¡qué hermoso sería! (54): "...que pueda yo despertar un día/ y oír del canto de los hombres/ que descubrieron el amor; / el día en que ya olvidaron el odio, / las guerras, las razas, el color. // Espero ver algún día el nuevo mundo/ que vuelve a encontrar su fe en Ti, / porque el vacío que el mundo siente/ sólo Tú puedes llenarlo".

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El día pasó. Llegó la noche. ¡Cuántas cosas sucedieron en ese intervalo de nuestra vida! ¿Por qué no invocar al Señor antes de entregarnos al sueño reparador?(19): "...Deposito en tus manos la fatiga y la lucha, las alegrías y desencantos de este día que quedó atrás./ Si los nervios me traicionaron, si los impulsos egoístas me dominaron, si dí entrada al rencor o a la tristeza, ¡perdón, Señor! Ten piedad de mí./ Si he sido infiel, si pronuncié palabras vanas, si me dejé llevar por la impaciencia, si fui espina para alguien, ¡perdón, Señor! No quiero esta noche entregarme al sueño sin sentir sobre mi alma la seguridad de tu misericordia, tu dulce misericordia enteramente gratuita, Señor./ Te doy gracias, Padre mío, porque has sido la sombra fresca que me ha cobijado durante todo este día. Te doy gracias porque invisible, cariñoso, envolvente, me has cuidado como una madre, a lo largo de estas horas./ Señor, a mi derredor ya todo es silencio y calma. Envía al ángel de la Paz a esta casa. Relaja mis nervios, sosiega mi espíritu, suelta mis tensiones, inunda mi ser de silencio y serenidad./ Vela sobre mí, Padre querido, mientras me entrego confiado al sueño como un niño que duerme feliz en tus brazos./ En tu nombre, Señor, descansaré tranquilo. Así sea". *

En algún momento de nuestra vida, conformamos un hogar, que (21) "...Fue llama que extendió un puente de oro entre las dos riberas, guirnalda que engarzó para siempre nuestras vidas y nuestros destinos. Señor, Señor, fue el amor con sus prodigios, ríos, esmeraldas e ilusiones. ¡Gloria a Ti, horno incandescente de amor!/ Pasó el tiempo, y en el confuso esplendor de los años, la guirnalda perdió frescor, y la escarcha envolvió a la llama por sus cuatro costados; la rutina, sombra maldita, fue invadiendo, sin darnos cuenta, y penetrando, todos los tejidos de la vida, y el amor comenzó a invernar./ Señor, Señor, fuente de amor, dobladas las rodillas, desgranamos ante Ti nuestra ardiente súplica. Sé Tú en nuestra casa lámpara y fuego, pan, piedra y rocío, viga maestra y columna vertebral. Restaña las heridas cada noche y renazca el amor cada mañana como fresca primavera. Sin Ti nuestros sueños rodarán por la pendiente. Sé Tú para nosotros escarlata de fidelidad, espuma de alegría y garantía de estabilidad. Mantén, Señor, alta como las estrellas, en nuestro hogar, la llama roja del amor y la unidad, como río caudaloso, recorra e irrigue nuestras arterias por los días de los días./ Sé Tú, Señor Dios, el lazo de oro que mantenga nuestras vidas, incorruptiblemente entrelazadas hasta la frontera final y más allá. Así sea".

Ese hogar, esa familia, fue santificado por el Señor, como culminación de un fruto de amor trascendente. Por eso, ruego a nuestro Padre que bendiga y armonice esa unión(23): "Señor Jesús., Tú viviste en una familia feliz. Haz de esta casa una morada de tu presencia, un lugar cálido y dichoso. Venga la tranquilidad a todos sus miembros, la serenidad a nuestros nervios, el control a nuestras lenguas, la salud a nuestros cuerpos./ Que los hijos sean y se sientan amados y se alejen de ellos para siempre la ingratitud y el egoísmo. Inunda, Señor, el corazón de los padres de paciencia y comprensión y de una generosidad sin límites./ Extiende, Señor Dios, un toldo de amor para cobijar y refrescar, calentar y madurar a

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todos los hijos de la casa./ Danos el pan de cada día, y aleja de nuestra casa el afán de exhibir, brillar y parecer; líbranos de las vanidades mundanas y de las ambiciones que inquietan y roban la paz./ Que la alegría brille en los ojos, la confianza abra todas las puertas, la dicha resplandezca como un sol; sea la paz la reina de este hogar y la unidad su sólido entramado. Te lo pedimos a Ti, que fuiste un hijo feliz, en el hogar de Nazaret, junto a María y José. Amén". *

Y,

¡en

cuántas

ocasiones,

nos

damos

cuenta

de

que

nuestra

disponibilidad, ya no responde a la resolución humana! Entonces, rogamos a Dios para que atienda nuestros fervientes deseos. Cabe recordar la oración N° 14:

"Cuanto todo se desmorona en nuestros proyectos humanos, en nuestros apoyos

terrestres; cuando de nuestros más bellos sueños sólo nos queda la desilusión; cuando nuestros mejores esfuerzos y nuestra más firme voluntad no alcanzan el objetivo propuesto; cuando la sinceridad y el ardor del amor nada consiguen, y el fracaso está ahí, desolador y cruel, frustrando nuestras más bellas esperanzas, Tú

permaneces, Señor, indestructible y fuerte,

nuestro amigo que todo lo puede./ Tus designios permanecen intactos, nada puede impedir que tu voluntad se cumpla. Tus sueños son más bellos que los nuestros, y Tú los realizas./ Conviertes los fracasos en un triunfo mayor; nunca eres vencido, Tú, que de la pura nada haces surgir el ser y la vida, tomas nuestra impotencia en tus manos creadoras, con infinito amor, y la haces producir un fruto, obra tuya, mejor que todos nuestros deseos./ En Ti, nuestra esperanza se salva del desastre, cumplida en plenitud. Amén".

No obstante, en repetidas oportunidades, nuestro ‗yo‘ tiránico, se erige en nuestro amo y señor, y dirige cada una de nuestras decisiones a su arbitrio, y nos olvidamos de nuestros hermanos en la tierra. Allí es cuando necesitamos detenernos, y en un ‗‘acto de abandono‘‘, con unción, decirle al Señor (31): "En tus manos, oh Dios, me abandono. Modela esta arcilla, como hace con el barro el alfarero. Dale forma, y después, si así lo quieres, hazla pedazos. Manda, ordena. ¿Qué quieres que yo haga? ¿Qué quieres que yo no haga? (...)". (37): "...Derriba en nosotros las altas murallas levantadas por el egoísmo, el orgullo y la vanidad. Aleja de nuestras puertas las envidias que obstruyen y destruyen la unidad. Líbranos de las inhibiciones. Calma los impulsos agresivos. Purifica las fuentes originales. Y que lleguemos a sentir como Tú sentías, y amar como Tú amabas. Tú serás nuestro modelo y nuestro guía, oh Señor Jesús./ Danos la gracia del amor fraterno: que una corriente sensible, cálida y profunda corra en nuestras relaciones; que nos comprendamos y nos perdonemos, nos estimulemos y nos celebremos como hijos de una misma madre; que no haya en nuestro camino obstáculos, reticencias ni bloqueos, antes bien, seamos abiertos y leales, sinceros y afectuosos y así crezca la confianza como un árbol frondoso que cubra con su sombra a todos los hermanos de la casa, Señor Jesucristo(...)".

Porque sé, positivamente, que ‗abandonarme al Señor‘ no significa dejar de hacer lo que yo creo que debo hacer, ya sea por decisión mía o por necesidad. Entonces, poner en ejecución todos los medios disponibles para

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llevarlo a cabo, pero, cuando las situaciones que se me crean, extralimitan mis posibilidades de resolverlas, "abandonarme", es decir, dejarlas en manos del Señor con entera confianza, para que Él haga por mí lo que crea conveniente, ya que siempre, siempre, será lo que más me beneficie. Ya lo dijo Jesús: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana"(Mateo 11,28-30).

Oración de abandono: "Padre, en tu manos me pongo. Haz de mí lo que quieras. Por todo lo que hagas de mí, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Dios mío". "Pongo mi alma entre Tus manos. Te la doy, Dios mío, con todo el ardor de mi corazón porque te amo. Y es para mí una necesidad de amor el darme, el entregarme entre tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Amén."(Encuentro N° 33) * **

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Índice

*La letra mayúscula -4 *El sentido de la honestidad -11. *¿Me es posible influir en la conducta de mi hermano -10 *Los espacios de intimidad -11 *Cuidemos nuestra relación interpersonal - 12 *Dominar nuestras emociones y sentimientos malsanos -13 *Generalizar los hechos, no es conveniente -14 *Algunos pensamientos surgidos del Salmo 8 y el Ecl. -15 *Usemos adecuadamente la rica hacienda que nos regala nuestro Padre -18 *No nos hagamos cómplices de la desconfianza y sepamos usar de los frutos del Espíritu.-19 *¿Cómo respondemos al amor del Padre? -21 *Justa indignación de Dios hacia los hipócritas -22 *¿Tenemos misericordia con la gente, al juzgarla? -23 *La inconstancia entibia y enfría n/ correspondencia con Dios y nos impulsa hacia la idolatría -25

*El largo camino hacia la Tierra Prometida -27 *El Éxodo, el hombre, y el segundo mandamiento de Dios -28 *Dios nos permite tomar nuestras decisiones con entera libertad -31 *Nuestra indulgencia hacia los descarriados, está iluminada por Dios -32 *‖...Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía...‖ -33 *¿Estamos solos? -34 *El falso gurú -36 *Pobreza y crisis social -37 *-¿Cómo seguir Tus huellas, Señor? -39 *Tengamos fe en el Señor -41 *Plenitud -43 *Antes de juzgar despiadadamente, preguntémonos ¿qué haría Jesús en mi lugar? -44 *El stréss, ¿amigo o enemigo nuestro? -46 *El perdonar, es el mejor remedio para nuestras dolencias, de cualquier origen que sean-48 *¿Podemos verlo al Señor cara a cara? -50 *Humildad, ¿eres solamente una palabra? -51 *Encuentro -52/56 †

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