El Hombre Transparente

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Enrique Alberto Arce

EL HOMBRE TRANSPARENTE


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Cómo nació y qué significado tiene "El hombre transparente” A la manera de un investigador científico que se empeña en el seguimiento de un plan de acción para llegar a resultados propuestos por él, y la satisfacción de que su labor no fue en vano, así yo, fui indagando en la problemática del hombre: sublime proyecto. ¿Qué era y es el estímulo que me movió a ahondar, desde distintos planos, en este ensayo? Fue y es, el profundo amor que siento por el que no encuentra su camino, por el que se siente desamparado, por el que es humillado y ultrajado en su dignidad; por el que no conoce los maravillosos recursos con que viene al mundo, y por todos aquellos que ‘ se ven‘ como desintegrado en partes, confusos y desorientados. Entonces, sentí, profundamente, la necesidad de expresarme. De dar a conocer todo lo que se fue aquilatando en mi alma a través de los años. Así surgió este ensayo que lo titulé "El hombre transparente", que es la caracterización de un ―hombre nuevo‖, despojado de todo aquello que lo esclaviza a la materia y a las cosas. Y que obra con un amor desinteresado. Pero que no por eso, deja de gozar de los beneficios que le ofrecen la cultura, la tecnificación y la naturaleza con todos sus frutos, aunque sabe bien cuáles son sus límites y cuándo le conviene substraerse al encantamiento del "apego". Como se dice en el Bagavath Gita: El hombre que se complace en los objetos de sensación, suscita en sí el apego a ellos; del apego surge el deseo; del deseo, el apetito desenfrenado. Del apetito desenfrenado dimana la ilusión; de la ilusión, la desmemoria; de la desmemoria, la pérdida del discernimiento; y por la pérdida del discernimiento perece el hombre".

En la descripción de este trabajo, apunto a dos premisas que considero fundamentales y en las que se apoya gran parte de la obra. Ellas son: el ser humano es un complemento de tres elementos esenciales que le dan la primacía de su doble cualidad de individuo y de persona. Estos son; el cuerpo, la mente y el espíritu. La fisura o pérdida de esas partes, produce el derrumbe de la ―unidad del ser‖. La segunda es: toda acción determinada y ejecutada por la persona, conmueve en cierta medida —en unos más, en otros menos— a todos los demás seres. Por esto, conviene recordar que en uno está la disposición de ‗tirar o no la piedra‘, pero una vez arrojada, no podemos detener su curso. Entonces, partiendo del primer supuesto, mi objetivo será conocer y valorar cada una de las partes substanciales que conforman al hombre en su estructura biológica-psicológica y espiritual, destacando, a mi entender, todos aquellos factores que lo enaltecen, como también los que empobrecen su accionar, en el mundo circundante. Y en cuando a la segunda consideración, estoy de acuerdo en que el ser humano se encuentra dentro de un campo energético que es su derredor, en el que se desarrollan interacciones de las dos partes: ‗él‘ y ‗su circunstancia‘, y ambas dan de sí una suerte de poder. Esto no quiere decir que necesariamente


3 deba existir preponderancia de una o de la otra. Si así fuera, creo que la actitud de la persona, es la que debe prevalecer. Ahora bien, en ese ―campo‖ no solamente están presentes la naturaleza y las cosas, sino también otras personas; y con ellas desenvolvemos nuestras vidas amándolas o desechándolas, estimando o denegando sus formas de ser, su manera de ver las cosas. Lo que sí me parece importante dejar bien claro es, que no podemos hacer la vida del otro; cada uno es el forjador de su propia existencia. Esto no es egoísmo, es la realidad. Podemos sí, aconsejar lo que creemos que les pueda ser útil; respaldarlo en su desventura si la tiene, con amor solícito, y en algunos casos, quitarle el velo que no lo deja ver claramente… pero nada más. Cada uno de nosotros surgió a la vida a partir de dos seres que se amaban. Que pusieron de si lo mejor para que sus hijos crecieran con amor y felicidad. Nuestros padres bebieron de la fuente cultural de sus ancestros y también fue nuestro alimento, porque todo conocimiento lo adquirimos de ellos. Más adelante, fuimos acrecentándolo con las experiencias infantiles y con las del mundo exterior. Pero, desgraciadamente, muchos padres no hicieron lo mejor, no por falta de amor, sino por ignorancia. Así los hubo aquellos que impusieron exagerada rigidez que ellos la creían correcta pero que al final fue perjudicial, en pro de un desarrollo normal. No faltaron los que creyeron favorecer a sus hijos atribuyéndose el derecho de ‗pensar‘ y ‗hacer‘ por ellos, de modo tal que les fueron recortando toda libertad para ser ellos mismos. Y algunos, padre y madre, que enviaron mensajes contradictorios entre sí, provocando conflicto y desarmonía en el niño que no sabía a qué atenerse. De unas u otras formas, este ser, cálido y sensible, fue adquiriendo una conducta no siempre favorable para la convivencia humana, ni para él mismo, y lo que es peor, perdió su ―autonomía‖. Cuando esto sucede, el individuo se hace frágil y poroso ante el avasallamiento, la imposición y el ‗canto de sirenas‘ de las demás personas. Se es, entonces, cautivado por aquellos que creen que su manera de pensar, sentir o ver las cosas es la más apropiada, aunque esté tachada de defectos a veces ni siquiera advertidos por ellos mismos. Algunos, esta intromisión en la vida de los demás, la hacen con buenos propósitos; otros, manipulándolos para su propio beneficio. No es mi intención echar culpas sobre el pasado cuando éste no fue lo mejor que hubiéramos querido. Creo que corresponde restaurar, con ayuda humana y divina, aunque sea algo de lo dañado, y con la sabiduría que otorga el espíritu, poner un manto de perdón a quienes nos hicieron daño, y seguramente progresaremos hacia una elevación del alma, y por ende, cicatrización de las heridas. Por otra parte, los factores incidentes que obraron en nuestro crecimiento, no fueron solamente los padres; agreguémosle nuestra constitución física y orgánica; los recursos económicos de la familia, lugar geográfico donde residimos y perseguimiento por motivos religiosos, de raza, políticos... Pero, de unas u otras formas, en algún momento de nuestra vida, aún niños, pudimos pensar sobre nosotros y el mundo y decidir nuestro posterior emprendimiento. Todo ello por obra de un pensamiento existencial inspirado espiritualmente, que nos mostrará los múltiples recursos y capacidades con las que vinimos al mundo y de las que podremos usar en los momentos que las necesitemos. Desde este


4 punto, partiremos hacia la defensa de nuestra autonomía y dignidad, o a la esclavitud, si nos dejamos doblegar por las contingencias adversas. Mi conciencia espiritual me dice que ponga en el tapete, todos y cada uno de los componentes positivos y negativos, nutrientes ladrillos que condicionan la conducta, nuestro modo de ser y de actuar. En cada uno de nosotros está la libre elección de la calidad de los materiales que usará, cuyo único costo es el darse cuenta de lo que conviene, y perseverar en el intento, si así lo merece. De esta manera, podremos fabricar o una casa destartalada, tambaleante en sus cimientos, llena de parásitos, o un castillo resplandeciente donde buscarán asilo y contento, todos los desposeídos del mundo. * * * Nota: este es el primer libro que concebí. Posiblemente en otros de mis libros almacenados en esta biblioteca virtual, además de nuevos pensamientos, aparezcan conceptos emitidos en esta obra. Hago esta advertencia para que el lector no se asombre, porque golpear en el yunque de una idea que considero inequívoca, no me parece que sea malo. *


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1. La búsqueda a un yo interior E1 propósito de este ensayo, es compendiar un trabajo en el que se indaga específicamente sobre EL HOMBRE en la totalidad de su ser. Como que cada hombre es un individuo único, integral. A la vez que mantiene una relación comunitaria con los demás seres. A partir de estas premisas, podremos emprender el camino hacia el conocimiento de nuestra entidad corporal, mental, emocional y espiritual; las relaciones de interacción que se producen entre ellas y en armonía con la Creación. En un intento por reunir las piezas dispersas de nuestro ser, elaboro el trabajo en tres partes:: I. Se enfoca nuestra vida desde sus raíces psicológicas y su influencia en la convivencia interpersonal. II. Se indaga sobre la relación de lo psicofísico con lo espiritual. III. El ‗‘hombre transparente‘‘ en comunión con la integridad de su ser, vislumbra la profunda trascendencia de su condición humana y divina. En el seguimiento de una ruta elegida por el hombre con los valimientos preciosos que les otorgan su ‗dignidad‘ y su ‗libertad interior‘, se encuentra enfrentado consigo mismo, con los demás y con el mundo. La incógnita del pasaje por esta vida erizada de dificultades, es quizá el mayor desafío, y en ese desafío está nuestra propia vitalidad en juego. Vencerlas es crecimiento, y crecimiento, cambio. ¿Cómo lograrlo? Desentrañando el verdadero significado de nuestra vida y aceptando los ‗misterios‘ que aún no podemos descifrar porque están fuera de nuestro límite humano. ¿Qué potencialidad nos mantendrá en ese itinerario? Nuestro coraje y perseverancia por un lado, y la conexión con el orden divino que descubriremos en nuestro propio ser interior. Con estos pensamientos previos a modo de introducción, sólo me queda desear que esta obra también te diga algo y te despierte tus propios íntimos sentires. *


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2-La unidad del ser humano - Su razón de ser. E1 CUERPO es el soporte, y a la vez, la realidad tangible de los sentidos, de lo que llamamos vida. En su interior están alojados los órganos, aparatos y sistemas, constituidos por células y complejos celulares, que establecen un orden y distribución de trabajo, silencioso generalmente. Al equilibrio y armonía de las funciones de nuestro organismo, lo denominamos ―homeostasis‖. Ahora bien, el cuerpo, considerado en su integración externa e interna, posee una autonomía que, en principio, parecería desvinculada de otras actividades tales como pensamientos, sentimientos, emociones y estados anímicos, que hacen incidencia y se cristalizan en nuestro interior humano. Sin embargo, no hay tal separación porque estamos estrechamente vinculados; conformamos UN TODO. Lo que ocurre es que, significativamente, los aparatos y sistemas de nuestro organismo biológico, ya están condicionados para cumplir determinadas funciones. Y lo hacen sabia y eficientemente. No nos piden parecer consciente. Así y todo, nuestro cuerpo quiere hablar y lo propone en su lenguaje. Sabe expresar gozo y dolor; puede lograr comunicación instantánea y en el tiempo, y ‗tocar fondo en emoción y sentimiento‘. Pero su lenguaje, imperceptible muchas veces, no lo oímos; codificado otras tantas, nos cuesta descifrarlo. La vía más directa de la vinculación cuerpo-mente, se manifiesta por los impulsos, que actúan independientemente de la voluntad. Directamente se presentan y exigen atención. Además del cuerpo orgánico como ente concreto, poseemos una suerte de ricos estímulos que se desplazan usando numerosas redes y núcleos nerviosos entrelazados entre sí. Estos, forman delicados organismos perceptivos que son los ‗sentidos‘. La visión de formas y colores, cedidos por los ojos; la audición de sonidos y ruidos, por los oídos. El olfato que percibe los olores y fragancias de todo tipo, por intermedio de la mucosa nasal. El gusto, por las papilas linguales. E1 tacto (ojo de los ciegos), que palpa la suavidad o la rudeza de los objetos a la vez que lo hace con las sensaciones de frío y calor. Todos ellos nos ponen en contacto yo-tú, yo-ellos, yo-mundo. Sin embargo no acaba acá nuestra comunicación, porque está la palabra, milagro que Dios puso solamente en el hombre para interrelacionarse. Palabra de la que se usa y se abusa. Que expresa amor, pero también juzga, murmura, sojuzga, hipnotiza. Que canta la expresión de nuestros sentimientos más íntimos y las maravillas de la naturaleza. Y hay algo más que da la razón de ser de la persona. Me refiero a la intuición, fina percepción; el ‗tercer ojo‘ interior. Ella se expresa sin una razón tangible y la mayor de las veces, acierta. La intuición conjuga los pensamientos y sentimientos con las percepciones externas, y en general posee una lógica irrebatible. Quién carece de intuición se mueve en el mundo, en cierto modo, como si usara solamente la visión nocturna de las cosas.


7 Alguno de nosotros estimamos el cuerpo solamente como aquello que hay que nutrir, fortificar, asear, vestir, y nada más, desmereciendo el continuo diálogo que éste mantiene con nuestro yo pensante y afectivo. Sólo nos damos cuenta de que él existe en nuestra interioridad, cuando nos punza una incomodidad, una molestia, un dolor físico, que da la alarma. Es como si lo desligáramos de nuestros pensamientos y sentimientos. Y esto no debe ser así, porque podemos perder el sentido de unidad. Entonces, tenemos dos entidades reales que son el ‗cuerpo‘ y la ‗mente‘, cada una obrando sus actividades específicas con mayor o menor suerte, pero les falta algo, un tercer ingrediente que le da sentido a la vida. La realidad fundante y moldeadora, que es el ESPÍRITU. Este ‗‘espíritu‘‘ es la razón de ser de la existencia que, -como se dice en una oración de invocación al Espíritu Santo "Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro...".

Todos los seres humanos poseemos un espíritu propio, y estoy seguro de que éste está animado por el Espíritu de Dios. En consecuencia, el espíritu de cada cual es de naturaleza bondadosa. Pero depende de nuestra libertad íntima, el que se desarrolle en sus hermosas propiedades, o que las vaya desfigurando hacia pensamientos, sentimientos o acciones, que le restan al hombre su dignidad como tal. El espíritu es el verdadero dador de vida. Y, como dice Abraham Maslow, "su naturaleza es fuerte y dominante en su esencia, pero puede tornarse delicada y fácilmente vencida por los malos hábitos adquiridos, así también por las presiones sociales. Sin embargo, al ser ‗‘principio de vida‘‘, siempre pugnará por salir a la luz… y si uno niega este núcleo esencial, terminará por enfermarse o caer en angustias, depresiones, miedos".

En definitiva, el espíritu está aquí, dentro de nosotros, y es tarea humana y divina, cuidar el propio jardín interior, rescatándolo de toda maleza y cizaña, para poder así convertirnos en personas sanas, íntegras, felices, capaces de desarrollar toda esa gran riqueza, que muchas veces desconocemos y que tenemos dentro nuestro. Tal vez, integrados en un todo, en amable armonía, nuestra actitud hacia los demás nos conduzca a acercarnos a ellos con dulzura, inclinando un poco el torso hacia quién nos dirigimos, que es una forma de reverencia hacia el otro y de humildad por nuestra parte. Los brazos abiertos y palmas de las manos ligeramente hacia arriba. Con una expresión oral pausada e inflexiones de voz que patenticen una disposición cordial, empática y optimista; y las comisuras de los labios, levemente dirigidas hacia arriba. Esta sería la actitud positiva, sin defensas, que adoptaría "el hombre transparente". *


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3.Yo soy yo - Tú eres tú La ‗razón de ser‘, espectáculo sublime de nuestra vida, nos maravilla por lo que conocemos y por lo que no conocemos. Somos entes materiales y perceptivos a la vez. Como seres humanos, todos somos iguales, ya que poseemos un cuerpo, pensamos, sentimos, nos motivamos y actuamos siguiendo derroteros más o menos previsibles. Pero, en algunos aspectos, somos diferentes, a veces en un grado notable. Pongo un ejemplo sencillo: "La contemplación de un atardecer". Para unos será verdaderamente un espectáculo extraordinario, único, aunque haya asistido a otros atardeceres. Verán en él la magnificencia de la Naturaleza; se extasiarán ante el cambio casi imperceptible de los colores del cielo y el silencio como cortejo que acompaña el despido del sol. Otros lo verán como que es lindo, pero que está ligado a ciertas necesidades ya conocidas: sucederá la noche, el preludio del sueño reparador. Y algunos, directamente bostezarán o se llenarán de miedo ante la oscuridad que se avecina. Porque, a través de nuestros ojos, todos podemos ver una misma cosa, pero no todos acertaremos a descifrarla de igual manera. Otro ejemplo: "Una casa". Algunos se detendrán en su arquitectura; otros verán su estado ruinoso o resplandeciente; aquellos, la ambición de poseerla; otros se preguntarán si sus ocupantes son dichosos o infelices; otros repararán en la ubicación en que está situada, y para algunos será como una de las tantas, sin importarle identificarla de las vecinas. Quiero decir, que no es imprescindible que, para obtener una armonía entre nosotros, pensemos y sintamos de igual manera Lo que sí se hace justo y necesario, es que ‗seamos respetuosos con el sentir y parecer de los demás‟, porque el que seamos diferentes, es humano e interesante también: sazona la vida. Cada uno sigue su propio camino, y sus etapas no son las mismas ni tienen por qué serlo. Pero la ‗‘meta‘‘ es una sola para todos: la trascendencia de su ser, aquí y en la eternidad Y esto vale tanto para el hombre más humilde y sencillo, como para el más culto y encumbrado, porque todos somos iguales ante Dios y tenemos las mismas oportunidades ante las diferentes circunstancias en que nos tocó nacer y vivir. *


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4. Mi yo personal y mi yo profundo Al referirnos a una persona y describirla como tal, decimos que esa persona es lo que nos muestra su PERSONALIDAD. Pero nos encontramos con que la ‗personalidad‘ se interpone como una muralla semiopaca que deja traslucir solamente lo que el individuo quiere mostrarnos. Quiero decir con ello que la ‗personalidad‘ que aparece ante nuestros ojos, no es siempre fiel testigo de lo que esa persona ‗‘es‘‘ en realidad. Es posible, eso sí, que la relación interpersonal efectiva y continuada, nos muestre, a través de diálogos, su intimidad o su renuencia a perfilarla. Y en ambos casos, sus rasgos peculiares. Si la ‗personalidad‘ se identifica con el "yo", entiendo que coexisten un ‗‘yo personal‟‟ superficial, bien epidérmico y un ‗‘yo profundo‟‟ El ‗‘yo personal‘‘ es el que se asocia a todas las cosas terrenales. Es el ‗yo‘ de las sensaciones y de los pensamientos ligados a ellas; del apego y de las ilusiones y fantasías. El ‗yo‘ que acepta el odio, el` rencor, la envidia, los prejuicios y la maledicencia. En tanto el ‗‘yo profundo‘‘ es el ‗yo‘ del espíritu, del discernimiento, de la sabiduría: es el que se une y se regocija con Dios. Que se nutre en el amor, y tanto se colma de este alimento del alma, que le resulta imperioso ofrecerlo a los demás a corazón abierto. Por otra parte, el ‗‘yo personal‘‘ perece junto a la persona cuando ésta muere, mientras que el ‗‘yo profundo‘‘ trasciende el tiempo espacio; por lo tanto, pervive. Entonces, observada la personalidad desde esta óptica, puede diferenciarse, para el ojo y el oído atentos, no las variedades de personalidades que se encuentran en los distintos seres humanos, sino directamente formas de personalidades bien definidas: una superficial, claramente visible; y la otra profunda, interior. La una, consubstanciada con todos aquellos datos captados del exterior por los órganos perceptivos. La otra, emanada directamente de la ‗esencia‘, del sí mismo; que recibe directa correspondencia de Dios, quien le prodiga su atención, providencia, amparo y amor. Es necesario destacar que la posesión de una personalidad donde predomina el ‗‘yo profundo‘‘, no depende de las cualidades culturales, sociales o económicas del individuo, sino de la predisposición a la que se acoge, ante las instancias que Dios pone en su camino. Aquellos poseedores de una ―personalidad profunda‖, adquieren una sabiduría y discernimiento que les permite acercar su intimidad a los demás, con los atributos del amor y de la benevolencia como insignia. Son los que presentan ―una percepción superior de la realidad. Una mayor aceptación de uno mismo, de los


10 demás seres y de la naturaleza Una mayor espontaneidad y una clara capacidad de enfoque correcto de los problemas‖.(Maslow). Son, en definitiva, los verdaderos

protagonistas; los preclaros ‗personajes‘ que, por sus valores morales y espirituales, dejan una huella de trascendencia del hombre como tal, destacándose de aquellos otros -los que denomino ‗personajeros‘ (neologismo acuñado por mí) - que son los individuos que se quedaron en el camino con el ‗per‘ (personalidad incompleta), más el ruido monocorde que produce el ‗sonajero‘. En nosotros está la opción de la personalidad que guíe nuestra vida. Una, enmarañada en los vaivenes de las circunstancias; cautivada por los logros de poder, de las satisfacciones efímeras, atenta al ataque y a la defensa, embargado por los miedos, odios, complejos de inferioridad, envidias, etc. Y aquella otra con el auspicio de la serenidad, de la paz; dispensadora de una amorosa comprensión del hermano en el espíritu. Sin embargo, ambos "yo" son importantes para el ser humano, porque el entendimiento de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, se hace a través del ‗‘yo‘‘. Pero lo ideal es que el ‗‘yo personal‘‘ se subordine al ‗‘yo profundo‘‘, más sabio, más inmaculado, ya que recibe directamente la caricia indulgente de Dios. Claro está que esa subordinación de un yo al otro yo, no signifique un acatamiento servil, sino que sirva de puente en pro de un profundo diálogo en comunión, lo que seguramente nos elevará espiritualmente. Y, desde esta perspectiva, los problemas humanos -que nos surgen a cada momentoindudablemente se harán más fáciles de resolver, y tendremos una disposición mayor para comprender y amar a nuestros semejantes y a la naturaleza toda, y para alcanzar niveles superiores de goce y felicidad. El amor es, en principio, como una tierna planta, que se convertirá en el tiempo en un vigoroso árbol en cuyas ramas se cobijarán los pájaros del cielo y nos dará sombra y frescor en nuestro duro trajinar cotidiano, pero, para que esa planta no se seque, no se marchite, es necesario regarla, regarla continuamente. *


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5. El niño que no quería crecer Cuando fuimos niños, imitábamos lo que hacían y decían las personas que convivían con nosotros, sin atinar a considerar si lo que oíamos y veíamos era lo justo o no. No obstante, nos animábamos, en ocasiones, a tomar decisiones tempranas que no llevaban por cierto el sello que da la experiencia y la objetividad cabal. De esta manera, bien o mal, nos adherimos a un ‗programa cultural‘ que hicimos nuestro. El resultado inmediato con respecto a las demás personas era: si consciente o inconscientemente cumplíamos con lo propuesto por ellas, recibíamos aprobación, estima y otros premios; pero si no lo hacíamos, éramos castigados o ignorados. En el transcurso del crecimiento, nuestros pensamientos fantasiosos y mágicos fueron reemplazados por un asentamiento lógico y abstracto y, desde entonces, comenzamos a razonar, a indagar, a sentir y responsabilizarnos por los actos y decisiones que adoptábamos. No obstante, muchos de nosotros, acostumbrados al ideario pasado -fuera de época ahora- seguimos dependiendo de lo que los demás piensan, sienten, dicen y hacen, y la consecuencia es que, en tanto nos vamos desarrollando físicamente, nos estancamos en el crecimiento mental, emocional y espiritual. Nos apoyamos en lo cómodo y seguro y nos convertimos en la representación de Peter Pan, el niño que no quería crecer. La consecuencia es una descompensación que inevitablemente fisura, y en algunos casos quiebra nuestra personalidad, en lo profundo. Así, seguiremos viviendo en la superficialidad de las cosas, amparándonos y sosteniéndonos en lo trivial. Aceptaremos lo que venga, sean prejuicios, modas, imposiciones, idolización de las personas, con tal de agradar a los demás, de ‗no salirnos del molde‘, y lo único que estaremos haciendo, es falsear, estafar el proyecto vital prodigioso que significativamente es el de ser único e irrepetible. Por cierto, no todos nacimos para descollar en el mundo, como lo hicieron -entre otros- Einstein, Beethoven o Buda. Pero nos cabe, sí, a todos, ser imagen y semejanza de Dios, y como tales, tenemos dentro de nosotros el germen del amor, la bondad, la benignidad, el equilibrio que da el discernimiento y la sabiduría; y la esperanza que reanima la alegría de vivir. Este maravilloso legado, si lo sabemos sacar a la luz y administrarlo adecuadamente, nos hará seguramente ricos y dichosos, y no nos hará falta ornamentarnos con el brillo del oropel, para ‗ser alguien especial‘ porque ya de consenso lo somos Con estos atributos hechos fruto, seguramente daremos testimonio de un sentido de vida cuya meta será la felicidad propia y la de aquellos con los que estemos vinculados definitiva o transitoriamente. Pensemos en aquel niño que recién nace al mundo y sigamos un trayecto de su vida, como si tuviéramos el poder de recorrer, en un instante, su evolución a través de los años. Ese niño nació. Fue extraído del vientre de su madre porque le llegó el momento en que estaba en condiciones vitales de poder subsistir por sí


12 solo. Pero esta situación, aunque biológicamente es así, sin embargo, fuera de su madre, seguirá por algún tiempo cronológicamente largo, dependiendo de ella. Requerirá cuidados especiales que él necesita y no puede efectuarlos por sí mismo: alimento, abrigo, higiene y mimos. Si estos no le fueran prodigados, berreará hasta conseguirlos. Y el niño, así cuidado y querido, irá creciendo biológica y emocionalmente saludable. Sin embargo, en el largo camino de nuestra vida, suceden muchas cosas y no siempre encajan adecuadamente. Por ejemplo, en el decurso de su evolución, puede habérsele desestimado en las capacidades que lleva dentro de sí -en su alma- y ‗ahogado‘ en las posibilidades de dar y recibir amor. 0 de expresarse ante el mundo con gozo y libertad. 0 de poder entender, justamente, ese mundo en el que vive. El ser humano es muy sensible, y por lo tanto vulnerable. Pero también es fuerte, porque nació para sobrevivir, pese a las adversidades. Se arriesga a asumir, aunque sea, el falseamiento de lo dañado o perdido; y así, en muchas oportunidades, nos mostrará una imagen de lo ‗que no es‘ en su interioridad. Aunque también puede enseñarnos abiertamente, su alma desnuda y lacerada. Porque, al ser dañado en su ‗‘núcleo esencial‘‘ (Maslow), se quiebra la estructura espiritual y emocional, y el hombre se presentará ante el mundo, como un espectro de partes separadas, autónomas, y en algunos casos, irreconciliables entre sí. *


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6. El niño crecex Volvamos sobre ese niño esperado, saludable, que es reconocido por todos, por lo que ‗‘es‘‘ más que por lo que ‗‘hace‘‘. Quiero decir, ostenta la virtud de haber nacido, de haber venido al mundo. Sigamos su evolución desde entonces. Él sentirá emociones físicas, agradables y desagradables también, y las evidenciará ante los demás, sean éstas de alegría o disgusto, miedo, rabia o tristeza. Aunque algunos, presenten dificultad para expresarlas. Ahora ha llegado el momento en el que se desprenderá de los brazos de sus padres y, tambaleándose un poco, comenzará a caminar. ¿Qué es lo primero que hará? Deambulará de aquí para allá, ampliando el radio de su mundo y tocará con las manos, la boca y todo su cuerpo, las cosas que encuentre a su alcance. Algunas veces las cambiará de lugar; otras, las destrozará. Y en estos momentos se producirán encontronazos con los mayores, que en principio no entenderá: "¡No toques eso! ¡Cuidado! ¡No! ¡No!.." pero como es más fuerte en la persona la necesidad de averiguar lo desconocido, muchas veces optará por la amonestación y el castigo, antes de abandonar su sed de aventurarse en este mundo tan lleno de primicias. Más aún, en su mente, todavía virgen, donde predominan los esquemas de fantasía, se perfilará un ‗‘yo psicológico‘‘ fuertemente perceptivo, creativo, pero a la vez manipulador. Luego, con las experiencias agradables y desagradables que ha ido acumulando, ya hallará la disposición de separarse progresivamente de la figura parental (madre, padre, u otras personas que lo tengan a su cuidado), porque, cuando las necesita, las tiene a mano, y cuando no las necesita, él puede arreglárselas solo. Aunque la situación no es tan sencilla, porque, ese otro ser -su madre o el substituto a su cuidado, pueden adjudicarse, y algunos lo hacen, el doble privilegio de pensar y sentir por ella misma y por el niño, y como es más fuerte y poderosa, limitar el incipiente principio de libertad del pequeño. Esta situación de ‗dependencia‘ contra ‗independencia‘, se hace más caótica en tanto el niño se identifica: por un lado con la figura parental ansiando respuestas a sus múltiples ¿por qué? Y, por otro lado, al experimentar incipientemente la realidad de ‗quién es‘ y ‗cómo es‘. Por otra parte, en esa lucha por la independencia, usa su grado de poder sobre el mundo, tratando de manipularlos para obtener sus propias satisfacciones. Más adelante, siguiendo el proceso normal bio-psicológico, vemos a ese niño casi independiente en lo que respecta a su capacidad de pensar por sí solo; en el aprendizaje de cómo hacer las cosas y querer hacerlas a su modo; a repartir su tiempo cronológico; a decidir valores propios. También aprende a discutir normas de juego; a formar -con mayor o menor suerte- vínculos con otras personas de edad similar y del mismo sexo en principio. Y por sobre todo, a


14 evaluar la realidad con creciente lógica, en tanto separa esa realidad, de la fantasía. Ahora, ya en plena época adolescente, es cuando, consciente o inconscientemente se resuelve a revisar los valores y metas de su vida y fija sus propios valores, a la vez que decide la vocación a seguir. También se adhiere a grupos de su familia y extrafamiliares, para usarlos de apoyo en esos emprendimientos. (x) Análisis Transaccional.

Decididamente este momento es crucial en la persona, porque el joven se encuentra como ‗situado en un esquina‘ donde confluyen dos calles. Una calle responde a un grupo social de ‗mayores‘ donde predomina el argumento de que él "todavía no es adulto"; por lo tanto no lo acepta o lo acepta con muchos recaudos. En la otra calle queda su niñez, su fantasía, la protección y el afecto. Y él, en la esquina, con su floreciente personalidad. ¿Qué hará? ¿Afrontar la realidad social inmiscuyéndose en el grupo de los que ‗ya vivieron la época del bobo‘, o retrayéndose al amparo de la seguridad y el calor del hogar? Viéndolo de esta manera, las dos opciones están claras. No obstante podemos considerarlo de otro modo. Todo depende del basamento espiritual que le fue prodigado. En él se sustenta la verdadera interrelación cuerpo-mente-espíritu. Si existe en el joven una desvinculación con alguna de sus partes, el pronóstico favorable en su vida se muestra incierto. Pero si se reconoce en su integración, y en su programa existe una marcada maduración espiritual, seguramente su vida en adelante se proyectará con felicidad porque su insignia está grabada en el amor, la comprensión y el perdón. *


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7. Estados psicológicos del hombre En el ejercicio del razonamiento, ¿creemos que lo hacemos siguiendo una línea directa, liberada de ataduras, o que el contenido de esos pensamientos es el reflejo del conocimiento que nos fue suministrado y que nosotros, muchas veces ‗tragamos‘ sin elaborar? Estas proposiciones merecen una reflexión. Partimos de la realidad del hombre: un ser indivisible cuya esencia cuerpomente-espíritu pierde significación si se lo fragmenta. En tanto el pensamiento, que pareciera emanar de un centro propio y autónomo, posee algunos componentes entre los cuales se producen, a veces, serias desavenencias entre ellos. Cuando hablamos de componentes, hablamos de aquellos estímulos que nos incitan a reaccionar de determinadas maneras a cualquier provocación que nos altere, o a circunstancias que se nos presenten. Quiero decir con esto que actuamos, unas veces como lo haría un niño, en otras como lo harían nuestros padres, y en variados momentos, con una sensatez que admira. Estas tres formas clásicas de actuar ante una circunstancia que puede ser imprevista, pero también preparada de antemano, nos hace pensar en que nuestro cerebro, a la manera de una computadora, almacena información que suelta, en el momento oportuno, aunque no siempre sea acertado en su fundamento. Retrocediendo entonces a nuestra historia personal, muchas cosas nos sucedieron: unas placenteras, dichosas; otras hirientes y no deseables, acondicionadas en el cerebro; varias de ellas en el inconsciente; otras más recientes, en el consciente. Y están allí, guardadas, esperando ser retiradas en algún momento, de ese "banco de datos". Recordemos a nuestros padres. Algunos que fueron agresores, autoritarios, prejuiciosos y desvalorizantes. Otros, sobre-protectores, melosos. Y otros, serios pero afectuosos y correctivos, nutritivos, cálidos. Los primeros mencionados, motivaron en nosotros actitudes de rebeldía y/dependencia. Con los últimos, nos sentimos protegidos y abiertos para pensar y disfrutar. Y también fuimos niños con fuertes sentimientos. Algunos, como defensa ante una vida que les resultó esquiva y opresora, ostentaron actitudes egoístas, brutales, groseras, manipuladoras. Además, estos causales, llegaron a ejercer una influencia a través de los años, y así se presenta ante el mundo el tendal de seres desvalorizados, temerosos, ansiosos; o bien, agresivos, rencorosos y desafiantes. En cambio, al niño al que se le prodigó amor, fue promovido a ser alegre, afectuoso, intuitivo, curioso y creador.


16 Estas influencias, tanto las recibidas a través de los mensajes de nuestros padres, como de las experiencias del niño que fuimos, afloran, en todo momento, en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Por eso es importante que a nuestro crecimiento biológico, se adecue un aporte positivo en lo psicológico y espiritual. Quiero decir que la educación apunte a la maduración de un adulto que sepa discernir entre los prejuicios y las verdades; entre lo que conviene a su persona, y no engolosinarse con aquello que, por solo ser de su gusto, le sea inconveniente para su vida. *


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8- Conócete a ti mismo "Conócete a ti mismo‖. Esta sabia proposición socrática es muy útil y confortante cuando se la consigue, por lo menos a medias: Pero es muy difícil la cuestión, de eso no cabe duda. A muy temprana edad, entre los 3 a 6 años, comenzamos a definirnos "quiénes somos" y "cómo somos". Varón o mujer. Ahora sí que podemos percibir "qué es ser de mi sexo y quién soy yo; mi grado de poder y de ajuste a través de las experiencias. Adelantar ciertas conductas aprendidas, y tratar de separar el pensamiento mágico que me substrae de la realidad. (Análisis Transaccional-Las etapas de vida)

Además trascendemos nuestros límites internos al preguntarnos "¿quién soy yo en relación con los demás?". Más adelante, y un poco antes de entrar en la adolescencia -basamento de nuestro devenir existencial aprendemos el significado de "cómo se hacen las cosas‖. Adquirimos nuevas capacidades, métodos y técnicas, y estructuramos el tiempo cronológico. Además decidimos los valores propios, coincidentes con nuestras propias metas. En fin, nos proponemos a hacer las cosas a nuestro modo. Todo lo considerado hasta ahora, si su curso siguiera un proceso evolutivo sin mayores inconvenientes, sería verdaderamente provechoso para nosotros, para conocernos más y para dar lo mejor de cada uno. Pero la realidad es otra. Vivimos en un mundo complicado y formamos parte del mismo opinando y haciendo. No podemos -ni queremos- escaparnos. Todas esas apetencias, necesarias para nuestro crecimiento, pueden verse frustradas por acción de aquellos con los que convivimos; con los que nos realizamos como personas, y no porque necesariamente hayan puesto algo malo de sí, sino, simplemente, porque son humanos como nosotros, con sus defectos y virtudes. Nuestros mayores, muchas veces, nos propusieron una forma de vida que ‗frenaba‘ nuestra capacidad de pensar, sentir, de ser creativo e intuitivo. Es decir, crecimos siendo ‗dependientes‘ de otras personas. 0 bien, vivimos cada uno, de los momentos de nuestra niñez sin degustarlos, y nos privamos de llenar las necesidades que requerían ser satisfechas. Pienso que mucha gente, sofocada e inmersa en un mundo que no comprendieron ni comprenden, no atinaron a ‗ver‘ y ‗entender‘ el ejemplo que nos da, a cada instante, "el ritmo de la naturaleza", tan sabia y tan llena de esplendor; con su movimiento más lento que el nuestro, pero más seguro en sus definiciones.


18 Nuestros pensamientos no están solos. Pensamos y sentimos a la vez. Es muy difícil, casi imposible, desligar el pensamiento del sentimiento, justamente porque somos una unidad. De lo que estoy seguro, es que debemos ejercitarnos para que uno y otro -pensamiento y sentimiento- sean "congruentes entre sí", y aquí también interviene en forma clara y precisa, nuestra espiritualidad como agente plasmante y virtuoso. En ese encuentro cordial, puede que lo que ‗digamos‘ y ‗hagamos‘, reflejen un sentido de vida coincidente con la realidad de persona que somos: nacidos al mundo con el signo del amor como principio generador. Sin embargo, esta delicada relación de lo que se ‗siente‘, se ‗piensa‘, se ‗dice‘ y se ‗hace‘, no guarda proporción equitativa si no se hace una revisión de todos los factores que inciden en su accionar. Por eso propongo que veamos cada uno de ellos por sí solo, desligado de los demás, y tras examinarlo en forma clara y concisa, ‗armemos‘ la relación de conjunto que, en definitiva, representa nuestra conducta, emblema de nuestro ser como persona. *


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9. Sujeción a las conductas adquiridas Pensamiento y Sentimiento expresan nuestras actitudes y decisiones ante las personas y el mundo circundante. Uno ‗piensa‘ y ‗siente‘, en principio, según los datos recogidos y guardados a través del tiempo vivido Muchos de estos signos, ni siquiera fueron analizados debidamente, y se incorporaron a nuestro ‗archivo de vivencias‘. Pero, en determinados momentos se actualizan, es decir, surgen al campo de la conciencia y obran como material energético y pensante. Por cierto es que, en varios momentos, decimos y hacemos un despropósito, sin saber quién o qué instigó esa acción. Recordemos que pensamiento y sentimiento van unidos como el ‗espacio/tiempo‘: no hay espacio sin tiempo y no hay tiempo sin espacio, porque ambos están correlacionados. En ocasiones, y refiriéndose al hombre, se lo compara a una máquina: ‗‘la máquina humana‘‘. Nunca me gustó la semejanza, tal vez porque el hombre es un ser tan especial, que no puede concebirse como algo que se hace en forma seriada; como un modelo que puede repetirse. Sin embargo, en algunas circunstancias, actúa como máquina, es decir, como algo que responde al funcionamiento de un botón que se oprime o palanca que se activa. Esto sucede con el "hombre dormido", con el ‗hombre robotizado‘; es decir, el hombre esclavo de ideas y sentimientos que recibe y adopta sin razonarlos y los disemina por doquier, como si fueran productos de su propia cosecha. De esta manera, la vida le transcurre sin que él proponga su propio protagonismo. Como si alguien, situado en su psiquis, le dictara lo que tiene que hacer o sentir. Y se siente sojuzgado, sin que él se dé perfecta cuenta muchas veces de esta situación, ajustándose a un rol determinado cuyo contexto ya está escrito. Esto no es obra de magia, porque repetimos aquello que aprendimos. Es como si, a la manera de un actor, jugáramos nuestro papel en el escenario cambiante. Sabemos que detrás del telón del escenario teatral pasan obras dramáticas, comedias, trivialidades de todo orden, obras de alto contenido de misterio, o bélico, o erótico o místico. Unas jocosas, otras aburridas. Y todas ellas necesitan de actores que se adapten y jueguen ‗su papel‘. Es así como si cada uno de nosotros desarrolláramos un ‗argumento‟ ajustado a las posibilidades de lo aprendido durante nuestra niñez. Y estoy seguro de que este ‗libreto‘ obra fuertemente durante toda nuestra vida. De ahí que puede conducirnos por caminos venturosos o desgraciados según quiénes hayan sido los encargados de aportar los elementos beneficiosos o perniciosos, a nuestra cultura, y hasta dónde fuimos dóciles sujetos. Nadie eligió dónde nacer: ni los padres, ni el ambiente. Pero sucedió así. Si nuestros padres nos dieron amor sin reservas; fueron solícitos y comprensivos;


20 nos animaron a pensar por nuestra cuenta, a disfrutar, a comprender el mundo en que vivimos, en buena hora. Abonaron el camino para que transitemos, balanceando los contratiempos con los mejores momentos. Pero otros no tuvieron esa dicha y crecieron en un ambiente cargado de falencias, desamor, atribuciones desvalorizantes, y ése será el signo que guiará el destino de sus vidas. Entonces, sintamos plenamente la alegría y el gozo por pertenecer a la legión de los afortunados. Pero los que no lo son, no sean rencorosos, duros, vengativos, porque lo hecho, hecho está, y no podemos volver hacia atrás. Aunque queda, para estos últimos, la esperanza de que los estigmas, si uno se lo propone, pueden suavizarse, y por qué no, ‗desprenderlos‘, si hacemos el esfuerzo en ese sentido. Unos y otros, vivamos ‗‘despiertos‘‘ a la luz del espíritu, que en su devenir va borrando iniquidades y todo aquello que ata al hombre a las cosas de la Tierra, y lo sublima en su propia dimensión; hacia esa ‗‘razón de ser‘‘ de su existencia terrenal. *


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10. Nuestra casa Nuestra casa. ¡Cuántas cosas están alojadas en ella! Útiles e inútiles, pero desordenadas, de modo que nos cuesta diferenciar cuáles merecen ser desechadas. Sin embargo están allí, ocupando un lugar. Heridas abiertas que no cicatrizan… ¡Cuántos trastos improductivos se apilan en nuestro desván! Y no sabemos por qué están ahí. Acumulamos menosprecios, desvalimientos, injurias, culpabilidades, odios, resentimientos, vanidades, y muchas otras cosas más que sabemos que nos pesa, que forman polvo y herrumbre, y no nos dejan transitar libremente por nuestra casa. Sin embargo, las retenemos. No atinamos a desprendernos de ellas. Y en este caos es difícil que surja lo hermoso que resulta sentir la casa limpia y ordenada. Esas cosas que nos atan, que no nos dejan ejercer el dominio como ‗amos de casa‘ que somos, se yerguen en figuras fantasmales que obnubilan el sentido de vida. ¿No te parece que es el momento de establecer un orden? ¿De desprendernos de todo aquello que se fue amontonando y que -como cizaña, ahoga el crecimiento sano de nuestro espíritu? Para qué mantener ese lastre pesado que arrastramos y que oscurece un camino esplendoroso! Limpiemos nuestra casa. Restablezcamos el ‗silencio‘ que sosiega y da apertura al sentimiento de amor, de comprensión y de respeto por los demás. Entonces podremos abrir los postigos y ventanas de par en par, para que la luz la inunde. Y la recorreremos sin tropiezos, sin choques. Y sentiremos la gran satisfacción de que los ‗peregrinos del mundo‘ deseen visitarla, y aún, alojarse en ella porque encontrarán la paz, la serenidad y la sabiduría necesarias para apagar su hambre y su sed, luego de recorrer tantos caminos... *


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11. Prepararnos para el cambio Pensamos acerca de nosotros, de los demás y del mundo. Creamos ideas, opiniones, esquemas, planes. Sostenemos una imagen o la desechamos sin más cuando adquirimos nuevos conocimientos o creemos que los actuales perdieron su vigencia. Y a todo esto, ¿dónde se encuentra el reservorio del conocimiento? Por ahora contentémonos con saber que todo pensamiento que arriesgamos, tiene cabida en nuestra mente, porque ya existen factoresantecedentes, que lo harán posible. Factores ya sean genéticos o adquiridos, que propician la germinación del pensamiento. Ahora bien, sabemos que en principio somos fuente y reservorio de todo aquello que impresiona nuestros sentidos y que toda esa información la recibimos en forma desordenada, la más de las veces. Entonces, es conveniente, para lograr un pensamiento - conocimiento lúcido, ‗filtrar‟ todo lo que penetró confusamente en nuestra psiquis. Separar las ‗aguas puras‘ de las ‗aguas tóxicas‘ contaminadas, debe ser nuestro emprendimiento para la presencia de un pensamiento claro. Comencemos entonces por trasladarnos a las fuentes primarias: ‗nuestra infancia‘. Durante los primeros años recibimos toda clase de información, y mucha de ella nos fue difícil clasificarla porque, por un lado poseíamos un incipiente desarrollo de la psiquis; y por el otro lado, completábamos la falta de lógica, con la fantasía. Era todo lo que teníamos a nuestro alcance. Ingresamos así verdades, pero también prejuicios, es decir verdades a medias o mentiras directamente, tal vez porque la tarea de pensar no es siempre atractiva, y preferimos que nuestro pensamiento ‗vuele‘ y se ocupe de dictarnos lo que venga, sin reflexiones desgastantes. Siguiendo este ideario, más tarde adquirimos la mente de los sabios: la lógica y el poder de abstracción, y comenzamos a proyectarnos en ese nuevo y hermoso derrotero. Pero llevábamos la carga del pasado, y muchos no supimos desprendernos de ella. Y vagamos por el mundo con ese peso que nos encorva la espalda y nos resta la capacidad de heroicidad que nos exige la vida. No obstante, hay quiénes se proponen una revisión del pasado y actualización del presente. Pensar sobre lo pensado, para la búsqueda de una nueva forma de ser, y reencaminar su conducta con los signos del amor, del perdón y la humildad. A ellos me dirijo especialmente. Retornemos, una vez más, nuestra niñez. Numerosos fueron los mensajes recibidos de todos aquellos que dieron de lo suyo, en pro del crecimiento como


23 personas. Algunos de estos ‗‘mensajes‘‘ se esfumaron y no hicieron mella en nuestra psiquis, pero muchos otros se ‗enclavaron‘ y formaron parte de nuestra creencia, actuando como verdaderos "mandatos". Estos ―mandatos‖ se afianzaron, más que por la vía oral, por los gestos, ademanes y comportamientos de quiénes fueron sus protagonistas. Pero, de todas maneras, la mayor parte de los ―mandatos‖ tienen su fuente en cargas negativas y ejercieron y ejercen su efecto destructor en nuestra personalidad y afligen nuestra dignidad como personas. ¿Cómo fueron alimentados esos mandatos dañinos? Seguramente el niño concebido no fue deseado, o se lo abandonó. 0 también, luego de haber nacido, se lo ignoró como si no existiese. 0 fue golpeado fuerte y sostenidamente, o descuidado en las ocasiones de grave enfermedad o peligro. ¿En cuántas ocasiones, como padres, no le dimos razón a su ansia de saber, o importancia a las ideas que exponían, e incluso descalificándolas? ¿0 bien actuando por él, diciéndole y machacándole todo lo que a nuestro juicio él tenía que pensar o hacer? Y por último, ¿cuántas veces le coartamos con reproches o castigo su juego o su diversión? 0 directamente ridiculizamos sus diversiones, o con nuestro mal humor sostenido, no lo animamos para que disfrutara… Entonces, lo primero que debemos hacer para revertir una situación que consideramos anómala, es ‗verla‘, entender que existe, que forma parte de nuestro haber negativo. Lo segundo es la proposición formal de cambiarla. No desalojarla así nomás, sino substituirla por otra que honestamente nos restituya todo aquello que merecíamos como personas, y se esfumó en el tiempo. Esto es, incluir en nuestra mente, elementos positivos. Eliminar "mandatos" destructivos, poniendo en su lugar otros que estimamos beneficiosos, que nos ayudarán, seguramente, a purificar nuestra entidad cuerpo-mente-espíritu, hasta unificarla en una agradable transparencia. Concentrémonos entonces en el silencio íntimo que nos brinda nuestro corazón, para que éste se abra y reciba todas las manifestaciones positivas reparadoras, que sanarán y cicatrizarán las heridas profundas que nos pudieron haber inferido. *


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12. El niño interno Nuestro paso por la vida nos propone hacer frente a muchas contingencias que requieren decisiones inmediatas o mediatas. Ahora bien, esas situaciones se pueden resolver en un clima tranquilo, sosegado; pero también hay casos en que la resolución exige inmediatez porque nos toca actuar ante hechos muy conflictivos o insólitos, incluso con peligro de desestabilización de nuestro equilibrio biopsico-emocional. Por cierto, se hace muy distinto nuestro comportamiento de reacción cuando nos activamos en un espacio-tiempo sereno que ante un peligro latente. Situémonos en el segundo caso. ¿Qué hace cualquier animal por instinto, e incluso el hombre común, ante un hecho temible o alarmante que se le presenta aquí y ahora? Puede adoptar tres posiciones. 0 bien desafiarlo en acción; o huir; o quedar simplemente inmovilizado por el miedo. También, en otras ocasiones, si la situación gravosa se le hace habitual, puede hasta llegar a convivir con ella, sin trastornos aparentes. 0 bien, al no poder resolverla, esta sobrecarga puede actuar en forma tan agresiva como para poner en peligro la vida, en corto o largo plazo. Sin embargo, el hombre no nació para ser aniquilado por las circunstancias, sino para vivir y sobrevivir. Por eso poseemos una protección que nos otorga una suerte de capacidades intrínsecas que integran la ‗‘esencia del ser‘‘, las que, sumadas a los recursos vitales adquiridos y puestos convenientemente en acción, representan un poderoso bastión defensivo. Quiero significar que poseemos ‗aptitudes‘ y ‗recursos‘ que "nos arman caballero" y que están prestos a defendernos ante situaciones adversas; o bien a animarnos a encontrar caminos de felicidad. La pregunta que surge es ¿Qué nos bloquea y nos hace vulnerables ante lo contingente? Retrocedamos en el recuerdo del pasado que fuimos. Me refiero específicamente al ‗niño bio-psicológico‘ que se fue adecuando a lo que le sobrevenía y a sus propias experiencias infantiles. Una y otra cosa se le marcó a fuego en su psiquis. Este ‗niño‘ no desapareció a través de los años: está acá, muy dentro de nosotros; tiene su sede en el corazón. Y nos anima con su creatividad, intuición, lealtad y amor, ensalzando nuestro ser. Pero debemos reconocer que muchas veces ese ‗niño‘ fue lastimado, lacerado, y que defendió su ser a "capa y espada" quedando en ocasiones malherido, con odios, rencores, suspicacias y toda la cohorte de "rebusques" que, en momentos aciagos, le servían de protección. Sin embargo, en esa época, buena o mala, el niño acrecentó sus defensas psicológicas adquiriendo una


25 extraordinaria sagacidad. Además recordemos que, en ese tiempo, el niño pensaba y actuaba dentro de un ámbito de fantasía, en principio. Luego, en su proceso de maduración, cambió la ficción por un incipiente pensamiento lógico-abstracto, con el cual percibió la realidad de otra manera de la que estaba acostumbrado. E1 ser humano, en el tiempo, fue creciendo en sus aspectos biológico, mental-emocional y espiritual. Lo que ocurre es que no todo se hizo – desgraciadamente- a un ritmo equilibrado de sus componentes. Tal vez uno de los mayores desafueros del hombre en estos aspectos, ha sido y es, el no estar alerta, despierto, para acompasar el crecimiento y vigorización de un ‗‘yo psicológico‘‘ que apunte a una proyección deliberativa de lo que conviene hacer ante las motivaciones que se nos presentan. Es decir, no permitir el desafuero de dejarnos arrastrar por aquellos pensamientos - sentimientos que desembocan, inexorablemente, en todo lo que solamente es fuente de gozo, nada más, dejando liberado a nuestro ‗‘niño interno‘‘, muchas veces caprichoso, fantasioso y manipulador, quién dirija nuestras vidas. Empero, creo, y estoy seguro de ello, que en ningún momento debemos menospreciar a nuestro niño interno. Que debemos acariciarlo, considerarlo y lavar sus heridas que seguramente las tiene. Gozar con su alegría plena, pues quién tiene que tomar la responsabilidad de la vida, en última instancia, es el hombre con un estable ‗yo psicológico maduro‘.

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13. Algo sobre emociones E1 niño biológico que fuimos, y ya adultos, sigue perteneciéndonos. No nos abandona. Y es una gran suerte que esto sea así, porque él es el depositario y promotor de los sentimientos humanos. Nació a la vida con este regalo y nos lo da sin limitaciones. Es necesario tener en cuenta que los ‗‘sentimientos‘‘ están fuertemente vinculados con los ‗‘pensamientos‘‘, como lo está la mano al brazo, por ejemplo. Podemos activar la mano sin actuar el brazo o viceversa, pero generalmente, uno funciona con el otro. ¿Quién es el que dirige la acción? He aquí el dilema: ¿el pensamiento está impregnado de sentimiento, o el sentimiento se erige en actor cuando pensamos o decimos algo? No creo que la primacía del protagonismo de uno u otro tenga valor de polémica, aunque sí considero necesario el situarnos en el conocimiento y la realidad de lo que entendemos por emociones, sentimientos y estados de ánimo. (El ‗pensamiento‘, se trata en otro capítulo). Conocemos personas que expresan sus pensamientos acompañados de una fuerte tinción emocional, y también otras que lo hacen bajo una aparente frialdad, sin que podamos percibir los sentimientos que subyacen detrás de sus palabras o hechos. De una u otra forma, la realidad es que el hombre manifiesta su conducta sintiendo, pensando, diciendo y actuando. Sólo nos queda en el tapete dilucidar si nosotros ‗decimos‟ y ‗hacemos‟, lo que ‗pensamos‟ y ‗sentimos‟; o a la inversa, si ‗sentimos‟ y ‗pensamos‟ lo que llegaríamos a ‗decir‟ y ‗hacer‟. Pero el problema más complejo no es éste, sino establecer la congruencia y claridad entre las cuatro funciones de la conducta. "That is the question". Entonces, ¿qué son las emociones? Son estímulos de energía impresos en las células de nuestro ser. La sal de la vida. Específicamente, a través de ellas, expresamos nuestro sentir. Residen en nuestro corazón, pero atraviesan sus mallas y están muy prontas a surgir. Podríamos decir que ‗moran a flor de piel‘. Algunas emociones nos producen placer, como la alegría y el afecto, pero con otras sentimos pesadumbre, como sucede a través de la rabia, el miedo y la tristeza. Sin embargo, tanto unas como otras, son ‗‘reales‘‘: forman parte de nuestra vida como seres humanos. Además, posee cada una de ellas, escalas de intensidades. Así, el afecto, en un menor grado que es la simpatía, puede llegar hasta el amor intenso o la pasión. La alegría, de moderada, puede alcanzar un estado de plena euforia. También el miedo, a partir de una ligera aprensión, puede llegar hasta el terror o pánico. Un simple desagrado, al ser intensificado,


27 puede desencadenar rabia y odio. Lo mismo la tristeza, que al degradarse, lleva a la depresión. Por otra parte, las ‗emociones‘ no van solas. Siempre el cuerpo las alienta y éste goza o sufre por sus consecuencias. Acerca de esta relación, hay una excelente descripción que hace Séneca sobre la ira y que transcribo a continuación: ―Inflámanse sus ojos y centellean; intenso color rojo cubre su semblante, hierve la sangre en las cavidades del corazón; tiémblanle los labios, aprieta los dientes, el cabello se levanta y eriza; su espiración es corta y ruidosa, sus coyunturas crujen y se retuercen, gime y ruge; su palabra es torpe y entrecortada, chocan frecuentemente sus manos; sus pies golpean el suelo, agitase todo su cuerpo, y cada gesto es una amenaza: así se nos presenta aquel a quien hincha y descompone la ira. Ninguna calamidad costó más al género humano".

Quiere decir que las emociones animan al cuerpo para que se exprese. Lo notamos en los tonos de voz, ritmo del habla (velocidad) y volumen (intensidad). También en la mirada, expresión facial, gestos y ademanes, postura corporal. En el ámbito vegetativo: transpiración, color de la piel, ritmos respiratorio y cardíaco acelerados, etc. *


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14 Sentimientos y estados anímicos Volviendo a la clasificación de las ‗emociones‟, según las sensaciones que le producen al individuo, dijimos que podían provocar placer o pesadumbre. Ahora bien, es muy importante saber que las ‗emociones‟, que de por sí son reales, ya que nacen con el individuo, pueden modificarse y adulterarse. ¿Cómo se producen tales situaciones? Puede ocurrir -y esto es muy común- que al niño le fuera vedada la libre expresión de sus emociones, que por cierto fluyen inconteniblemente. Entonces, el pequeño buscó otras vías para liberarlas, y como éstas no eran las adecuadas, las emociones se ‗intoxicaron‘ con elementos espurios y se falsearon. Así nacieron los llamados "rebusques" o ―emociones inauténticas‖ que no son más que desfiguraciones que semejan las reales. Ejemplos de rebusques son las mismas emociones reales, pero en actitudes falsas; tales tomo la ansiedad (angustia), la depresión confundida con la falsa tristeza, la inadecuación, la confusión, la vergüenza, el resentimiento, los celos, la rivalidad, el sadismo, la desesperación, la envidia. Dentro de esta larga y lastimosa lista, se confunde las ‗emociones‘ con los ‗sentimientos‘. (Análisis Transaccional). Los sentimientos. En un intento por diferenciarlos de las emociones, digamos que ambas son de la misma estirpe, aunque podría decirse que, mientras las emociones se ‗disparan‘ en forma irreflexiva, los sentimientos son algo que se arraigan más profundamente en nuestro ser. Además los percibimos fuertemente poderosos. Lo que ocurre es que en la ‗misma casa‘ conviven sentimientos nobles y sentimientos bastardos. Digamos, puede convivir un sentimiento de piedad con uno de resentimiento. La casa es grande y tiene muchos aposentos. Está en nosotros el discriminar cuáles serán nuestros preferidos. Y tenemos un gran aliado que nos puede ayudar, que es el espíritu, porque él es diáfano y definido; sólo acepta y es amante de aquellos sentimientos que promueven la felicidad del ser. Que lo alientan a vivir y encontrar un significado a la vida. Los estados anímicos. Están asociados a los ‗impulsos instintivos‘. Algunas motivaciones que nos ocurren, nos servirán mejor para definirlos. Un día nos despertamos y nos sentimos como movidos a desplegar una estimulante actividad; una necesidad de planificar el día que comienza. Estamos


29 verdaderamente dinámicos: cualquier cosa que se nos oponga, probablemente la derribemos en aras de nuestra óptima condición anímica. Otras veces nos despertamos lánguidos, frágiles ante cualquier circunstancia; hasta temerosos, sin saber a ciencia cierta cuáles pueden ser los motivos que inciden de tal manera en nosotros. A veces, para justificar el estado anímico, decimos que somos ‗temperamentales‘. De cualquier forma que sea, lo cierto es que, en muchos momentos, „nos sentimos presa del estado de ánimo‘. Como si éste se constituyera en un poder que actuara sin control, de modo tal que nos situara a nosotros como simples espectadores de lo que ocurre. Los alemanes, muy poéticamente, traducen el estado anímico como "la pulsión de las fibras musicales del alma". Lo cierto es que éstos establecen un centro de acción energética que nos conmueve sin que sepamos porqué. Los estados de ánimo tienen su duración. Pueden perdurar un corto o largo tiempo; ser estacionarios temporalmente o bien injertar profundamente en nuestro corazón, casi indefinidamente. Para comprenderlos mejor, sepamos que no están solos: están impregnados de ‗emociones‘ y ‗sentimientos‘. Sigamos el orden natural de las cosas. No lo alteremos. Nadie se pone las medias después de colocarse los zapatos. Seamos dóciles al orden natural de la vida, que no es más que el reflejo de la manifestación de la Naturaleza. Cuando nos ponemos rígidos y tensos ante el devenir del curso normal que la vida nos depara, nos conmovemos en la totalidad de nuestro ser. Y ese desbarajuste fija, detiene la acción, la iniciativa, porque estamos hechos de tal manera que cada una de nuestras partes -por más infinitesimal que sea- está ‗estrechamente vinculada con el todo‟. Así, cuando somos poseídos por un ‗estado de ánimo calamitoso‘, llora nuestro corazón y nos sentimos agobiados por los sentimientos. Nuestros pensamientos, además, se hacen confusos, y el organismo desorganiza su función sincrónica; cada aparato o sistema biológico se quebranta. Algo muy distinto sucede cuando el estado anímico se asocia a sentimientos mancomunados con el amor y con pensamientos positivos. El corazón ‗salta de alegría‘, bullendo la sangre en sus cavidades y extendiéndose a todo nuestro ser. Las ideas y razonamientos se aclaran, se despeja la visión del mundo y sentimos el deseo de abrazar y besar a todos, en un gesto fraternal. Poseemos un caudal potencial inmenso. Es bueno que lo sepamos. No nacimos carenciados. Nuestras apetencias de dar y recibir amor y la expresión libre y gozosa de comprender al mundo y a su gente, existen, y quieren salir a la vida. No las retengamos. Démosle salida. Justamente, la obliteración del ejercicio pleno del gozo del niño, acarrea consecuencias a distancia en el adulto, tales como: trabajar en demasía; fijar metas muy elevadas; perfeccionismo; culpa; envidiar a otros; temer la envidia de otros. También, la obstrucción de la libre expresión de las emociones genuinas, nos lleva a substituirlas por emociones falsas o "rebusques" que nos enturbia nuestra expresión como personas que nacimos al mundo, justamente, para comprenderlo y comprender a los demás; amar y ser amado. Entiendo que la mayor parte de la personalidad como la relación que tiene ésta con las emociones y sentimientos, fueron programadas por los padres o


30 personas que incidieron directamente en nuestra educación, y que esos ‗‘mandatos internos‘‘ ejercen una fuerza poderosísima; pero no me adhiero a ninguna determinación fatalista que implique una relación de causa y efecto: "Yo te enseño cómo debes hacer tu vida y tú haces lo que yo te indique‖. Me afirmo, al hacer mío, en los conceptos de un antropólogo que dijo: "El hombre es en ciertos aspectos, como todos. En otros, como algunos y en algunos, como ninguno". Creo que abonaría a favor del ser humano, el contenido espiritual que, en tierna armonía con su libertad interior, le permita diferenciarse del ‗hombre viejo‘, para bien suyo y de los demás. *


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15- Cómo vemos al mundo y cómo nos sentimos insertados en él Pensar sobre nosotros, sobre las circunstancias que nos rodean, es un ejercicio del intelecto al que se ajusta todo ser humano. Algunos lo hicieron y lo siguen haciendo; otros no se propusieron estos interrogantes filosóficos. Pero unos y otros se vieron acuciados a tomar una ―posición‖ ante la vida. De esta manera nos adherimos a aquello que consideramos como bueno y que satisface nuestra seguridad, y rechazamos todo lo que nos parece malo para nosotros y que alienta un posible peligro de desestabilidad de la persona. Así, sin quererlo casi, adoptamos una posición de atracción o rechazo en la forma de ‗‘pensar‘‘ y ‗‘sentir‘‘ sobre nosotros y el mundo que nos rodea. Esta actitud se concibe en épocas muy tempranas, entre los 3 y 6 años y será el marcapaso que signará nuestra existencia posterior. Por supuesto que esta postura es subjetiva y responde a un sentimiento estable: el de sentirse bien o mal en su mundo y de apreciarlo a éste como bueno o malo. Éstas, llamadas "posiciones existenciales", (Análisis Transaccional) podrán ser mejor entendidas a través de tres historias, tomadas como ejemplos. La primera, es la que adopta la mayor parte de la población mundial: "Yo estoy mal, tú estás bien”. Quienes mantienen esta ‗postura‘ son generalmente seres que sufrieron la opresión de padres muy severos, críticos, descalificadores y perseguidores, y también de otros que fueron sumamente protectores, ‗asfixiando‘ sus hijos de tal modo que no le permitieron crecer, dificultando ejercer las capacidades propias del mismo. Aquellos que siguen esta postura, usan expresiones tales como "la vida no vale gran cosa", y se hacen ‗dependientes‘ de los demás. Generalmente tienden a la depresión. Sigamos la historia de un caso imaginado. "Los futuros padres sabían que en pocos meses más, nacería el tan ansiado hijo. Los familiares y amigos se regocijaban anticipadamente de la situación que se avecinaba: María y Mario serian padres. ¿Para cuándo? ¿Será varón? ¿Será mujer? Esas eran las expectativas. Se propiciaba también quién oficiaría de médico partero y en qué lugar físico nacería; qué nombres le pondrían y hasta quiénes serian los padrinos. ¡Todo se preparaba para recibir al ‗príncipe‘ o la ‗princesa‘ por venir! Con un incontrolable deseo por conocer el sexo, la ciencia lo descubrió: era varón. Ya no cabían dudas para que su nombre fuera Mario, como su padre. A1 fin llegó el momento tan esperado. Los síntomas del inminente parto. El transporte febril de María al sanatorio. La puesta en marcha de las llamadas telefónicas anticipando el suceso que estaba por producirse. En fin, el reino de futuros padres, familiares y amigos, en una conmoción de alerta. Y el ‗príncipe‘ nació, con el alborozo de todos. Llegaban los cortesanos alegres y con regios presentes, para verlo y admirarlo ¡Felicitaciones! ¡Qué hermoso es! Se parece a... El


32 vástago es dado de alta y se retira con sus padres a la sede del hogar futuro. Siguen sucediendo las visitas del cortejo que, en poco tiempo después, se van espaciando más y más, porque es necesario darles el lugar de privacidad a sus padres. El ‗príncipe‘ está ahora cara a cara con sus progenitores y alguna otra persona que, conviviendo con ellos o no, participa en la formación y educación del niño. Pero... algo está sucediendo. Mario -Marito para los padres percibe con el tiempo que su condición de realeza se va diluyendo. Se lo alimenta, sí; se lo cuida de los peligros inmediatos, pero hay algo, algo, que no articula, que no ve claro, y que son las motivaciones íntimas de mamá y papá que se vinculan con su educación. María es una mujer cuyo carácter fue la traducción del sometimiento por parte de sus padres y siempre se invistió con la figura de "María la desvalida‖. En cambio Mario, ante sus padres excesivamente severos, se caracterizó por ser rebelde a toda jerarquía, a toda autoridad. Su padre lo animaba a crecer rápido, conmoviendo los ‗momentos‘ que necesitaba para que su niñez se conformara normalmente. Además lo instaba a ser el mejor entre los otros, siempre que no lo superara a él. Y la madre lo sobreprotegía de tal manera que le impedía ‗crecer a un ritmo natural‘ y así pensar por sí solo y disfrutar de la vida. En ese clima contradictorio, Marito vivía desconcertado, confuso; y en los momentos cuando tuvo que tomar decisiones importantes, éstas fueron imprecisas. Por otro lado, aprendió a adular a los demás para no ser lastimado y separado del grupo, y buscaba siempre que otros se hicieran cargo de él. Estas fueron las improntas que marcaron su vida en adelante". *

“Yo estoy bien, tú estás mal”. Otros niños que fueron castigados en demasía, que sufrieron injusticias, que fueron perseguidos, se refugian en algún rincón y claman por sus derechos perdidos: "Llegará el momento de mi venganza", dicen. En silencio restañan sus heridas, pero no olvidan. Van acumulando desconfianza, rencor y deseos de desquite. Adoptan una posición paranoide. Les falta autocrítica: entonces creen que ellos siempre tienen la razón y culpan a los demás de cualquier desacierto. Su tendencia es dominar, sojuzgar, pelear, o bien librarse de la gente. Les gusta rodearse de aquellos que los adulen, y en algún momento los ‗patean‘ y buscan a otras personas. Al final terminan solos, porque ya no hay quién los tolere. "Alejandro también fue un niño esperado: un ‗príncipe‘ que complementaria la realidad de la pareja de sus padres, ahora familia. Pero su reinado duró poco. En su hogar las reyertas entre sus padres se hacían casi cotidianas. Cada uno se aferraba a sus valores y antagonizaban entre ellos. En lo único que confraternizaban era en considerar que "-el mundo es de los poderosos: si no figurás entre ellos, estás perdido-". Desconfiaban de todo y de todos, hasta de Alejandro. El padre ‗ahogaba sus penas‘ en el alcohol y golpeaba a su esposa durante los accesos de furia. Pasado el momento critico, le suplicaba perdón y la paz aparecía como el pequeño resplandor solar en un día muy nubloso. Y seguían sucediendo las mismas cosas. Alejandro sufría interiormente y varias veces pensó que algún día vengaría las afrentas hechas a su madre; pero solo quedaba aterrado y confundido. También vislumbró, a través del tiempo, que su madre -en ocasiones- provocaba la furia de su esposo, para que ser golpeada. Se acumuló en su corazón, además de los deseos de venganza, resentimiento y odio; desprecio por aquellos que se dejaban someter. Muchas veces fue duramente golpeado, y tantas otras no reconoció un motivo valedero para ese castigo. Se ‗lamió las heridas‘ y esperó el momento del desquite. En su cerebro bullía una frase candente que repetía: "¡Ya me las pagarán!" Aprendió que ‗el que pega primero pega dos veces‘ y se engrandeció en soberbia. Muchos se acercaron a él y muchos lo dejaron. En el tiempo fue haciéndose ducho en manipular y extorsionar a la gente usando de una dialéctica que asombraba y no admitía réplica. Se convirtió así en un ‗esgrimista verbal‘ y se autoproclamó ‗director de la empresa humana‘. Apechugaba primero en grupos juveniles, y ya, ‗bachiller en su materia‘, comenzó a escalar posiciones más encumbradas donde pudiera desempeñar a gusto sus poderes explotativo y manipulativo‖.

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33 Algunos niños tuvieron la desdicha de no ser deseados. Fueron abandonados o nacieron en hogares signados por muertes, miserias, padres sicóticos. Sufrieron persecuciones raciales o políticas o religiosas; en fin, representan el ‗sentimiento trágico de la vida‘. Cuando adultos, ya tienen perdida toda esperanza: no creen en sí mismo ni en nada. Incluso algunos elaboran ideas suicidas. Sus frases típicas son: "La vida es una porquería... no creo en nada. ¿Para qué? ¿A quién le importo yo?" Con gran dosis de tristeza, desesperación y apatía, se alejan de Dios, de sí mismo y de los hombres. Es la posición existencial “Yo estoy mal, tú estás mal”. * Pero, en la otra cara de la moneda, aparece radiante de vitalidad, el hombre que siente profundamente que la vida merece ser vivida, que existe ‗‘una razón muy especial para existir‘‘, que tal vez sea un misterio, pero que se edifica sobre un poderoso incentivo que es el amor y que, en su ejercicio, sobrepasa toda incógnita que se puede tener sobre ella. Quién posee esta ‗postura básica‘, es el hombre integrado, el que ama sin condicionamiento de ninguna clase. El que respeta a su prójimo y no lo fuerza a que sea como él quiere. El que ofrece poder nutricio a los demás. El que sabe perdonar y perdona de veras. El que escucha en forma receptiva reflejando cordialidad en su mirada, su voz, su expresión facial y su postura corporal. El que no juzga ni critica. El que ayuda sin absorber la libertad del otro. En la historia que describo a continuación, me ocupo de estos dos tipos caracterológicos. Dos hijos nacidos en un mismo hogar, pero totalmente diferentes en su actitud ante las circunstancias que le proporciona la vida. Las expresiones respectivas son, en el primer caso mencionado: " Yo estoy mal, tú estás mal", y en el segundo: "Yo estoy bien y tú estás bien". "Juan y Susana eran hermanos y se llevaban menos de dos años de diferencia entre ellos. Sus padres procedían de familias de opuestas condiciones económicas y sociales. Cuando se conocieron eran muy jóvenes, y sintieron que el dardo del amor les atravesaba sus corazones vírgenes. Entonces, se casaron. Ella era Raquel; él, Ramiro, pero se llamaban cariñosamente "Monona" y "Monono". No atendieron ninguna de las muchas consideraciones que sus familiares opusieron para que la boda no se consolidara, siguiendo solamente el impulso de sus corazones. Los primeros tiempos se sucedieron en un prodigarse afecto mutuo, y ya, muy pronto, a los 10 meses de casados, nació Juan y en un poco más de un año, Susana. Pero poco después, comenzaron las dificultades que la flamante pareja querían esconder. Pesaban mucho la influencia de sus familiares y ellos lo sabían. Sentían que les era difícil mantener el amor, el entusiasmo y la creatividad de los primeros años, y sentían que la unión Monona - Monono se iba transformando en una ‗mono... tonía‘. Raquel, de estirpe acomodada, en cuya casa paternal siempre se dio los gustos, optó por aproximarse a sus padres, disgustados todavía por el ‗casamiento ominoso‘ que su hija había contraído, pero lo consiguió a medias y encontró cierta frialdad en ellos. Empezó entonces a buscar amparo en amigas y amigos ocasionales que no llenaban, sin embargo, su necesidad de ser ‗reconocida y amada‘. En algunas ocasiones Ramiro quiso darle apoyo, pero ella lo rechazó. Raquel se sentía desvalida, arrinconada. Despoblada de valores morales y espirituales, se preguntó muchas veces: "¿Para qué sirve la vida? ¿Qué necesidad hay de vivir?". En algunos momentos surgió en ella la idea de suicidio, pero fue rechazada "pensando en sus hijos", según lo manifestó. Ramiro en tanto, hijo único de un hogar modesto, con prácticas cristianas, veía con angustia el descombro de su hogar. Trabajaba mucho para sostener el nivel económico de la casa,


34 y más eran las horas que lo pasaba fuera de la misma. Por fin consiguió un trabajo bien remunerado, con disminución del horario. Al tener oportunidad de revertir la situación anterior, es decir, equilibrar la economía y tener mayor tiempo estable en su hogar, reflexionó sobre el estado caótico familiar y pidió ayuda espiritual. También se acercó más a sus hijos e incluso a Raquel. El tiempo, no obstante, había ahondado las heridas y éstas mostraban sus llagas abiertas. A Juan lo halló refractario a una mejor relación. Más todavía: en él había hecho profunda mella la actitud nihilista y fútil de su madre. No creía en nada ni en nadie. En cambio con Susana no sucedió lo mismo. Vislumbró en ella un corazón fértil en emociones puras. Y sintió un gran contento: no todo se había perdido. En sostenidos diálogos de corazón a corazón, padre e hija entendieron que, pese a las dificultades, la vida es hermosa y que cada uno de nosotros poseemos, en el interior del corazón, los gérmenes del amor, la comprensión, la bondad, la serenidad, el poder para perdonar, el discernimiento y la sabiduría para ser usados en pro de nuestra salud espiritual". *


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16. Conductas equivocadas El valor o estima que cada uno tiene de sí, estimula las capacidades y recursos que hacen al desempeño o a la acción. Pero, fuerzas energéticas negativas que también nos atraen por dentro de nosotros, buscan mil subterfugios para darse a conocer y salir a la luz… y las buenas obras quedan sin consumarse. Repetidas veces nos damos cuenta de ello y otras tantas ni la percibimos. De una u otra forma, vamos postergando situaciones que se nos apeñuscan y no nos dejan ver el camino. La injerencia y supremacía de estas energías negativas, se constituyen como un maleficio que actúa encubierta o deliberadamente, empañando el ejercicio de una buena relación entre las personas. Es como si fuéramos transformados o movidos por impulsos autodestructivos que nos abren heridas y que las abrimos en los demás. En algunos casos nos abrumamos ante dictados internos que nos incitan a ejecutar actos que en gran parte están por fuera de nuestra capacidad llevarlos a cabo. Como si se nos dijera, pongo por caso:‖Si quieres estar bien es necesario y obligatorio que te empecines en hacer muchas cosas". Entonces, fiel a ese ―mandato‖ de ―Trata más‖, nos embarcamos en acciones desmesuradas sin siquiera bosquejar las metas que nos conducirían a buen puerto, y así deambulamos por rutas impracticables que pronto abandonamos, dejando un tendal de proyectos inacabados, lo que nos entorpece, muchas veces, el andar. Quiero decir, que nos dispersamos en esfuerzos vanos, en lugar de orientarnos hacia un objetivo por vez, bien fijado, serio. 0 también vivimos en un "Apúrate" constante. Parecería que los lapsos son cortos, muy cortos, para llenarlos; como si estuviéramos por perder la vida en el minuto siguiente. Pensemos que la excesiva velocidad lleva a la necesidad de transgredir el tiempo del razonamiento sensato; a no controlar la acción. Y todo esto, ¿en función de qué? En otros momentos sentimos como un imperativo interior que nos dice: "Complace... haz sentir bien a los demás, no te preocupes de tus necesidades... de modo que no te atrevas a decir „no‟, ni frustrar las expectativas de tus semejantes". En este punto, pienso. Como cristianos que somos, no debemos desoír al que necesita ayuda, ya sea pedida o no. Y esto, inobjetablemente está bien que así sea. Pero resulta que este impulso va por otra vía. No nos confundamos. Exige de nosotros que seamos ‗como las demás personas lo esperan de uno‘. Y así es cómo nos encontramos a la manera de un equilibrista caminando sobre una cuerda. ¿.Aceptamos a los demás con sus cargas de ingratitud, su miserabilidad, su antipatía, su desamor?; que sería la actitud cristiana, o ¿perdemos pie y caemos en la falaz urdimbre del ‗salvador falso‘, el ‗rescatador‘, que no salva ni rescata, sino solamente mantiene a su víctima


36 cautivo, sin preocuparse que, a la vez, él es prisionero de la víctima? (Juego psicológico) Esta alternativa se presenta como una prueba que nosotros debemos forjar en el crisol del discernimiento y del amor. Algunos viven con el signo de que todo debe ser perfecto. ¿El hombre lo es? Sabemos que no; entonces, ¿a qué afanarnos en la quimera de las cosas perfectas, si sabemos que no la acabaremos como quisiéramos, sin fallas, sin máculas? La idea de la ‗perfección‘ la llevamos muchas veces como ingrediente de nuestra cultura. Se nos instiga a ser perfectos. De esta manera, ponemos nuestra pujanza para alcanzar ese logro imposible, y vamos caminando como Sísifo que empujaba una piedra hasta llegar a la cima de un monte, resbalando con ella al arribar, para comenzar de nuevo. La persona que posee este ―impulsor‖, como así lo denomina el Análisis Transaccional, vive complicándose en nimiedades, en detallismos inútiles. Confunde lo esencial con lo accesorio. Es frecuente en ella el comportamiento obsesivo: reciclar cada acto para asegurarse de que todo está en orden. También suele ser un individuo con el que es muy difícil convivir. Y otras personas fueron forjando sus vidas siguiendo un ―mandato interno‖ que les dice: "No debes mostrarte débil ni enseñar tus emociones, aunque te aniquiles por dentro". Es decir “Sé fuerte”. Tratamos de esconder nuestros sentimientos, porque es una forma de defendernos, de no exponer nuestra intimidad. Entonces, no nos permitimos ser débiles ante el dolor, llorar nuestra congoja, sentir la pena y el desgarramiento moral y físico ante los demás. Y mientras, ponemos una valla, nos llenamos de residuos tóxicos y no solamente sufrimos por dentro la incontenible fuerza de las emociones reprimidas, sino también nos enfermamos orgánicamente. Todos estos ‗’impulsores’’que acabo de mencionar, se activan momento a momento en cada uno de nosotros. Nos conviene entonces estar ‗despiertos‘. Nadie desea sufrir. Pero tampoco seamos fatalistas y creamos que estas formas de conducta quedan esculpidas permanentemente en nuestra personalidad. Estoy fuertemente convencido de que el hombre puede reflotar en un mar encrespado mientras tenga un hálito de fe y de esperanza. Claro está que, además de permanecer atento para no dejarse sojuzgar por estos mandatos, es importante ser perseverante en el desalojo de estas formas de conductas indeseables. Además de los impulsos mencionados anteriormente, nuestra conducta está impregnada de formas dialécticas que se suceden, en muchas ocasiones, sin que nosotros nos demos cuenta. Estos instrumentos se arraigan tan fuertemente en la psiquis humana, que hacen eclosión a través del inconsciente. Son los llamados "Juegos psicológicos". Estas formas de comunicación humana, fueron estudiadas por quién las concibió hacia las postrimerías del año 1957, el psiquiatra Eric Berne. Sabemos que en el diálogo sostenido entre dos o más personas, se intercambian ideas, proyectos, razonamientos, deseos, etc., acompañados por gestos, ademanes, inflexiones de voz o de silencios, que les ofrecen una mayor riqueza a la relación interpersonal. Además de expresar lo que pensamos, lo hacemos con lo que sentimos, aunque es muy difícil que exista un encaje adecuado, porque como dijimos atrás, podemos ‗sentir‘ algo y ‗decir‘ otra cosa,


37 o bien ‗decir‘ algo mientras ‗pensamos‘ en forma distinta. Quiero significar con esto, que nuestra comunicación no siempre es honesta. Al contrario, en repetidas ocasiones se vale de expresiones teñidas de falta de sinceridad. Sucede algo así como con las "emociones rebusques" ya mencionadas. Ahora nos cabe la pregunta: ¿Cuál es la génesis de los "juegos psicológicos"? Por lo pronto, los factores negativos que conformaron nuestra conducta. Estos surgen en las ‗‘posturas existenciales‘‘ ya mencionadas, que adoptamos de niño, y que repito. O sea aquella en que ‘yo me siento mal conmigo mismo‘ y ‗encuentro que los demás están bien con respeto a mí‘. 0 una segunda: de ‗sentirme bien‘, en forma suficiente y omnipotente y considerar desdeñosamente que el mundo y ‗los demás están mal‘. 0 una tercera, nihilista, que considera que tanto yo como los demás, estamos mal. Además, se le suman los ‗roles falsos‘ e intercambiables de "perseguidor", "víctima" o "salvador". Entonces, estos roles, más nuestra actitud ante la vida, son los que esgrimimos para dar curso a los "Juegos psicológicos". Y aquí surgen dos preguntas: ¿De dónde viene aquello de "juegos psicológicos"?, y ¿cómo se juegan? Voy a la primera. Se llaman ‗juegos‘ debido a que se desarrollan igual que los juegos de salón: es decir, poseen en principio un acuerdo tácito que atiende a su desenvolvimiento y a su terminación, donde hay ganadores y perdedores. Lo que ocurre acá es que todos pierden, porque la base del juego se resuelve en ‗descalificaciones mutuas‘. En consecuencia, es deshonesto. Ejemplo: "¡Te digo que las cosas se harán como yo las dictamine!" (Es un ‗perseguidor‘ buscando una ‗víctima‘). "Ah claro, vos sos el poseedor de la verdad"; en esa respuesta se "enganchó" como víctima, dando lugar al desarrollo del juego. Ahora bien, en los "juegos psicológicos", repetimos fallidas experiencias infantiles que aprendimos desde muy pequeños, y las repetimos en la adultez, en el molde de un ―argumento de vida‖ negativo. Tengamos presente que en la comunicación de persona a persona, sea ésta sencilla o complicada, clara u opaca, ‗nos vemos‘ a nosotros mismos a través del espejo que nos proporciona el otro ser. Y en ella, ambos estamos comprometidos, porque si un individuo engaña a otros, comienza por engañarse a sí mismo, ya que se vale de argucias que marcan una invasión de los límites íntimos de los demás. Se estima que la mayor parte del tiempo de relación entre los humanos se hace a través de los ‗juegos psicológicos‘ como vía de expresión. Esto me mueve a reiterar una reflexión que ya hice: reconocer que nuestra conducta puede perfeccionarse, sin caer en la idea de que estamos sujetos al destino. Es decir, si procedemos de un medio familiar fuertemente hostil y restringido en la libertad del ser, ¡pobre de mí! Si nacimos en un hogar de padres amorosos y comprensivos, ¡no podemos esperar nada mejor! Si las circunstancias fueron adversas y dejaron profundas heridas en nuestro ser, es muy posible que nos marquen de por vida, pero estemos seguros de que, con la ayuda humana y sobre todo de Dios, esas lastimaduras pueden sanar aunque queden huellas del pasado, sin que ocasionen más dolor moral o espiritual.


38 Los ‗juegos psicológicos‘ aunque en principio parezca lo contrario, NO resuelven los problemas interpersonales ni los propios, ‗porque son nocivos y perniciosos‘. La segunda pregunta la respondo siguiendo el desenvolvimiento de algunos ‗juegos‘ que he escogido, ya que existe una variada y extensa lista de ellos, a los que los estudiosos les han puesto nombre para distinguirlos entre sí. Veamos algunos. En una situación de invalidez moral en la que muchos están sumidos, optan por jugar al "Estúpido" porque su niñez está preñada de sucesos y recuerdos de inhibiciones y bloqueos, por haber sido ridiculizados y criticados. Por lo tanto se auto rebajan; cometen errores para tapar su inteligencia probando con ello que nada hacen bien, que son unos tontos. Lo mismo sucede con el "Pobrecito yo" que busca la compasión y la lástima de los demás. Pretende probar que nació para sufrir. Y el que juega a " Pata de palo‖, se vale de una invalidez real o supuesta que le sirve de estimulo para aprovechar la lástima o la misericordia de los demás. Otros juegan al "Si no fuera por mí‖, aspirando a una gratitud y reconocimiento eternos, en el rol de ‗salvador‘. Pero tal vez el más devastador es el juego "Alcohólico" donde varios son los que se arriesgan a secundarlo. En él están presentes, el que bebe en demasía (víctima); la persona que le recrimina y critica duramente su actitud (perseguidor); el que se conduele de su adicción (salvador); el que confraterniza con su vicio (ayudante) y el que le suministra el licor o la droga (proveedor). Teatralizaré una situación imaginada. El borracho llega tambaleante a su casa (V). Lo recibe su esposa quien, enfurecida, le echa en cara su estado calamitoso (P). Pero también está su madre quién se compadece de él (S). Entonces el bebedor se irrita; cambia el rol de víctima por el de perseguidor, insultando a todos y vuelve a la taberna con un amigo que siempre lo acompaña (ayudante). Cuando se instala ante la mesa, pide más bebida; el dueño lo amonesta con un "vos nunca pagás" (perseguidor), actitud que cambia inmediatamente diciendo: "Pobrecito. Andá -le dice al mozo -servile otro copita de ginebra y llevale un sándwich (proveedor y salvador)".

Este juego de roles entre ‗perseguidor‘, ‗víctima‘ y ‗salvador‘, se lo llama "Triángulo dramático" pues se desenvuelve como en la acción de una pieza teatral, que atestigua lo antedicho. Ofrezco este ejemplo. En el comedor se encuentran el padre y el hijo. La madre viene de la cocina con la fuente llena de buñuelos de espinaca. Cuando las ve, el hijo, exclama: "¡Por qué hiciste espinacas!"(P). La madre responde sumisa: "Yo creía que de esta manera podían gustarte"(V). El hijo, más encolerizado, grita: "¡No me gustan de ninguna manera!"(P), satisfecho de haber encontrado su ‗víctima‘). El padre enojado, interviene: "¡Basta, te vas enseguida a tu cuarto y te encerrás sin comer!" (P). El niño sale del comedor llorando (V). La madre se dirige a la cocina y le prepara dos huevos fritos y se los lleva a su hijo, de incógnito, diciéndole: "No hacia falta hacer tanto lío por esto"(S). El hijo ríe triunfante. La madre vuelve al comedor y lo encara a su esposo: "¡Por qué lo castigaste de esa manera; mira, se fue llorando!"(P). El padre responde: "Bueno, no quería que te faltara el respeto; en mi familia jamás se permitió esto"(V). Y el hijo, que observa ahora la escena desde su cuarto, dice: "Dejá mamá, ¿no ves que papá está cansado?"(S).

Vemos entonces cómo el hijo pasa por los roles de perseguidor, víctima y salvador. La madre por víctima, salvadora y perseguidora, y el padre, por perseguidor, víctima y salvador de la madre al increpar al hijo.


39 Muchos son los "Juegos psicológicos" conocidos. Aquellos que estuvieren interesados en un mayor abundamiento, los invito a que se remitan a algún libro de Análisis Transaccional. Es importante descubrir la ‗trampa‘ que encierran estos juegos, para ponernos en guardia y tomar nuestra propia determinación: o nos metemos y los seguimos entrampándonos también, o lo rechazamos lisa y llanamente no entrando en ninguno de los roles del "triángulo dramático", valiéndonos de nuestro ‗yo psicológico adulto‘ que con amor contendrá a su "niño interno" que trata de empujarlo a la arena del juego. *


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17- Usemos adecuadamente el lenguaje ¿Cómo ‗se dice‘ lo que pensamos? ¿La expresión oral se ajusta al pensamiento? 0, dicho de otro modo, ¿pensamos lo que decimos? Este es un punto sumamente complejo y delicado que merece respuestas concretas. Sin embargo, no puedo ‗universalizar‘ y poner en idénticas condiciones al hombre, porque si bien es cierto que todos poseemos un cuerpo, una mente productora de pensamientos; un corazón hacedor de emociones y un espíritu que se fortalece en el tiempo, también es cierto que en muchas cosas diferimos unos de otros. Lo que sí sabemos, es que nos expresamos por medio de las ‗palabras‘, el ‗lenguaje‘, y éste es el hito que tengo ahora en mente. La palabra se convierte entonces en el vehículo que contiene y transporta, todo el bagaje psicológico y espiritual que hay en nosotros. Quiero decir que el lenguaje, fiel hechura de la personalidad, es nuestra ‗tarjeta de presentación‘. Proyectamos, a través de él, la honestidad y la deshonestidad que puede caber en nosotros. Quiero decir que nos asociamos a formas de pensamientos que nos enaltecen, y a otras que nos desquician. Y ambas, las expresamos por medio del lenguaje. Me siento atraído a expresar dos sentencias del libro Eclesiástico. En el capítulo 18, versículo 12, dice: Sí soplas una chispa, se inflama; sí la escupes encima, se extingue, y ambas cosas salen de tu boca". Y en el capitulo 22, versículo 27: "¡Quién le pusiera a mi boca un centinela y a mis labios un sello de discreción, para que yo no caiga a causa de ellos y mi lengua no me lleve a la ruina!".

Es por eso que no puedo dejar de pensar en cuántas ocasiones hablamos y hablamos sin cesar, saltando de un tema a otros, sin definiciones ni convicciones, aprovechando en mala forma este don que Dios otorgó solamente al hombre. Conviene entonces ser cautos cuando nos expresamos por la palabra, porque ella puede contener una ‗música‘ o ‗un grupo estridente de ruidos‘. De una u otra forma, el hombre, sensibilizado a la palabra oída, es, en muchas ocasiones, cautivado por su sonido, por su tono, por su inflexión, y ésta penetra y encarna hondamente en su ser. Efectivamente, el lenguaje contiene a veces una modulación que fascina, y un sentido que nos trastorna y nos mueve a dejarnos conducir dócilmente, en una dirección determinada. Sabemos que cada grupo humano tiene su propio idioma, y por medio de él, se comunica entre sí. El lenguaje posee el maravilloso poder de poner en relación al hombre con el hombre. Y este nexo puede efectuarse en tono de entendimiento, convivencia, amistad y provecho; o, desgraciadamente, también en función de oposición, discordia, enemistad, etc. Y todo ello, asociando las palabras con los estados anímicos. Los ‗‘esgrimistas de las palabras‘‘ saben mucho de esto. Recuerdo, a propósito, algunos versos, de no sé qué autor, referidos a un individuo que fue a visitar a un encumbrado ‗personaje‘ que había sido amigo o


41 condiscípulo suyo. Este señor parece que no lo recibió o le mantuvo una larga espera. El asunto fue que el pobre, amargado, no encontró mejor respuesta a su estado anímico, que endilgarle una poesía con un gran contenido de resentimiento. Dice así (de lo que recuerdo): "Anoche cuando te vi, traficante del destino, tanta lástima he tenido, que de lástima me fui". Y termina con estos lapidarios versos: "Y has de saber, miserable mendigo, que comparado contigo, aún desnudo valgo más". He tomado este ejemplo muy categórico, para demostrar cómo aliamos los sentimientos y el pensamiento a la palabra en este caso, para denigrar a otra persona. Ahora me digo: siendo tan rico nuestro idioma, lo vilipendiamos con el uso, hoy día, de tantas palabras, dichas y escritas, groseras y de mal gusto y olor. Con ello, sólo estamos ‗transpirando‘ un fuerte complejo de inferioridad, de timidez, y la necesidad de ajustarnos a un molde de la vida actual. En efecto, en algunos estratos sociales, tal vez por la moda de imitación, observo que la autoafirmación personal, está sostenida en exclamaciones e interjecciones que afean el lenguaje y descalifican la relación humana, ya de por sí bastante frágil. Seamos ‗más limpios‘ y usemos las palabras adecuadas. "Lo cortés no quita lo valiente". Y veremos cómo se encontrará una verdadera y estimada alianza en lo que ‗se siente‘, ‗se piensa‘ y cómo se dice. De esta manera nos aproximaremos más al "hombre ético" que, para Nicolai Hartmann "es el portador de un principio superior, creador de las cosas plenas de valor y sentido de la realidad, y transmisor de los valores superiores en el mundo real".

Existe un momento muy especial en el que la palabra está investida de una significación plena. Y este ‗momento‘ es el de la ―Oración‖. Cito algunos versículos del capitulo 1 de San Juan : "Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios (…) Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y nosotros hemos visto su gloria‖. Aquí el evangelista alude a la segunda

persona de la Santísima Trinidad. El Padre engendra a su Hijo. En Él proyecta y contempla sus propias riquezas (¿cómo uno podría contemplar su propia cara si no tuviera un espejo en qué mirarse?) Pero también ‗verbo‘ designa esencia, acción, pasión o estado. Y aquí la oración hecha palabra adquiere una relevancia substancial: el hombre, por medio de la palabra, se dirige a Dios -a quien conoce a través de Jesucristo y en este momento, en el hombre, deben armonizar inequívocamente, ‗‘cuerpo, mente y espíritu‘‘. Sin embargo la correspondencia con Dios adquiere un trámite especial: para producirse la relación ‗espíritu del hombre - Dios‘ es necesario e imprescindible, la presencia de un factor que conjuga esta acción y que es el AMOR. De otra manera no podrá realizarse este milagroso nexo entre lo humano y lo divino. *


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18 Las relaciones yo-tú, yo-ellos E1 hombre no está solo. Convive con una naturaleza regalada, pródiga en cambios de todo orden; algunos previsibles, otros no. No puede desprenderse de ella. También se relaciona con animales y vegetales diversos. Pero su destino es ser acompañado por otros hombres, con los cuales se comunica y mantiene relaciones directas o a distancia. Incluso algo más para recordar: las acciones que promueve cada ser humano, conmueven, en cierta medida, a todos los demás, movilizando fuerzas internas que están latentes en cada uno de nosotros. La realidad es ésta. Nadie eligió nacer. Tampoco lo hizo con su sexo, el lugar geográfico, el hogar. Pero sucedió. Es un misterio que se develará o no, al final de los siglos. Entonces, concretamente,¡aquí estamos! con nuestro caudal de experiencias, conocimientos. Con una voluntad de vivir. Y vivir plenamente. La convivencia nos lleva al diálogo, con sus aserciones, desaciertos, preguntas y respuestas. Creemos que el hombre, considerado en su singularidad, es un ser sumamente complejo, difícil de entender. Y acá surge el primer desencuentro, porque si no hallamos una respuesta a nuestra propia esencialidad, ¿cómo vamos a entender a los demás? Sabemos que las relaciones ‗yo tú‘, ‗yo ellos‘ pueden resultar tanto hermosas como desastrosas. Depende de los valimientos de cada uno, porque si se generan desde una personalidad sana, con el alumbramiento que nos da el amor, los estímulos surgirán, y seguramente serán empáticos y valiosos. No sucederá lo mismo en tanto nos aferremos a situaciones equivocadas y aprendidas durante una niñez solventada por padres y otros agentes de educación, autoritarios, desvalorizadores y sobreprotectores, que destruyen o sofocan la libertad y la dignidad del individuo. La mayor parte de las veces en la ignorancia de que esos ‗‘mandatos‘‘ les fueran perjudiciales a sus hijos. Siguiendo entonces ese programa, entraremos en actitudes falsas de ‗víctimas‘ o ‗salvadores‘ o ‗perseguidores‘, y actuaremos con esos roles que no serán genuinos en tanto nos valgamos de medios o recursos impropios. Además, validos de esas ‗máscaras‘, también manipularemos a los demás con los estigmas del miedo, la culpa o el soborno. En la relación interpersonal, no solamente están en juego las palabras y los elementos que las apoyan, sino también la predisposición que cada uno toma con respecto al otro. Quiero decir, que si nos empeñamos en valernos, como medio de vida, de la competencia en alianza con la ambición de dinero y posesiones materiales, indudablemente se producirá el desgaste y la disolución de la comunidad humana. Con respecto a nuestra vida, la elección es nuestra. Podemos ser ignorantes del mundo en que vivimos, y en consecuencia, caminar en la


43 oscuridad. Pero, cuando conocemos aquello que produce verdadera y sana alegría y satisfacción, como así lo que nos sume en la tristeza y decepción, entonces, valido de nuestra libertad, está en nosotros determinar el camino. Nadie nos obliga a torcer el derrotero que signará el destino que tomemos. Pero eso sí, ningún ser se merece que le hagamos la vida imposible, ya sea a través de una relación tóxica o infundiéndole nuestros sentimientos negativos. Recordemos que la lengua es la vectora de la palabra y los sentimientos, y su importancia quedó grabada en algunas sentencias bíblicas tales como: "El latigazo deja la marca, pero el golpe de la lengua quebranta los huesos". "De la misma boca salen la bendición y la maldición".

E1 ‗respeto‟ por el otro exige, no una sumisión, no un acatamiento servil, sino una gran dosis de humildad y de un real amor por el prójimo. El respeto es el principal instrumento de las buenas relaciones humanas. En el respeto se brinda, además del amor, la honestidad y el reflejo de la propia personalidad transparente, sana, sin ‗máscaras‘. Sabemos y apreciamos los ingentes esfuerzos de la psicología a favor de una reconciliación humana. Reconocemos que el hombre, cuando se arrodilla ante el ‗dios Yo‘, se sobredimensiona y no puede anclar en la intimidad del corazón, y no encuentra a ese "Tú‖, verdadero reflejo de su limitud. Entonces, es llegado el momento de recurrir a una fuerza superior, bondadosa y reconfortante, que es Dios. A través del influjo de Su amor, la correspondencia yo tú, yo ellos, podrá realizarse seguramente, dentro de un marco de intimidad, de reciprocidad que, de otra manera, será difícil de obtener. A propósito de este acercamiento a Dios, liberado del ‗yo personal‘, quiero terminar este capitulo con una cita del ―Jitanjali‖ de Rabindranath Tagore. Dice así: "Salí solo a mi cita. ¿Quién es ese que me sigue en la oscuridad? Me echo a un lado para que pase, pero no pasa. - Su marcha jactanciosa levanta el polvo; su voz recia duplica mi palabra. - ¡Señor, es mi pobre ‗yo‘ miserable! Nada la importa a él de nada; pero; ¡qué vergüenza la mía de venir con él a tu puerta!"

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19. Hacia una convivencia familiar en armonía La terapia psicológica se centró, en su primer tiempo, en el ser individual. Pero, claro, cada uno de nosotros somos parte de innumerables constelaciones y recibimos y expresamos variadas formas de conducta. Mucho de lo que nos llega de los demás, favorece a nuestro crecimiento psicológico espiritual, pero también, algunas formas de conducta, nos dañan. Quiero expresar con esto que la relación tan significativa que se produce entre hombre y hombre, desembocó en la necesidad de la "terapia de grupo" en donde cada uno expone sus motivaciones que son resueltas, a su modo, por los demás integrantes. Todo ello, por supuesto, moderado por un terapeuta. De esta manera, en un dar y recibir, van apareciendo distintas situaciones y causas, que nos muestran planteos y soluciones. Y salimos a la calle con mayores fuerzas y oportunidades para acercarnos a los demás, y hacer uso de nuestros recursos. Reconozcamos que lo dicho se refiere solamente a la necesidad de ayuda psicológica. No quiere decir que todos nosotros tengamos necesidad de ella. Pero sí sabemos que la expresión de nuestro ser la manifestamos a través de la conducta, y ésta es estudiada por la psicología. Donde yo quiero llegar, es a la intimidad del ser humano que se evidencia en la comunicación con los demás, y las consecuencias que ella trae aparejada. Sigamos el hilo del pensamiento. Una persona, llegado ‗su momento‘ se siente animada o necesitada para compartir su vida con una pareja, sea ésta estable o no. Quiero decir, se virtualice en un enlace matrimonial, o se conjugue sin un compromiso ante la ley y/o ante Dios. De ahí en adelante vendrán los hijos, o no. En el primer caso, comienza a perfilarse la ‗‘familia‘‘. Y el nucleamiento de seres solos o conformados en pareja, constituye la ‗‘sociedad‘‘. Entonces, viendo así las cosas, podemos ir sopesando la gravitación e interrelación que se produce entre los complejos ―familia y sociedad”. Como ya lo he expresado antes, estoy convencido de que las acciones de cada ser humano conmueven, en cierta medida, a todos los demás, movilizando fuerzas internas, que están latentes en cada uno de ellos. Hace varios años, José Ortega y Gasset, filósofo español de quien soy un gran admirador, afirmaba: "Yo soy yo y mi circunstancia; si no salvo a mi circunstancia, no me salvo yo". Es bueno recordarlo. El hombre no está solo en el mundo: mantiene una constante relación con otros hombres. Y la mancomunión con otros seres, cimenta la ‗sociedad humana‘. Encarado entonces desde este plano, la ‗sociedad‘ constituye gran parte de nuestra ‗circunstancia‘. La sociedad tiene sus leyes, unas inexorables; cambiantes otras. Presenta ritmos que marcan tiempos. Pero, de todas maneras, su composición está


45 fundada en la reunión y acción del ser humano. Claro está que el hombre es imperfecto, y además, en muchos aspectos, está ‗disociado en partes‘, y en esa descomposición, es falible y se impregna de impurezas, escorias, que las vuelca a la sociedad y la infecta. No todos; otros hombres la enriquecen con su pureza de corazón. Pero, de una u otra forma, parecería que la sociedad está más empapada de lo malo que de lo bueno. Nuestra labor de saneamiento seria la de adquirir el discernimiento necesario que nos permita encontrar el punto óptimo para no contaminarnos. Para no pisar charcos nauseabundos ni dejarnos seducir por ‗cantos de sirena‘. Quiero decir con esto que, partiendo de la premisa de que no podemos cambiar a la gente (¡válgame Dios!), pero sí hacerlo nosotros, una actitud importante y vital es la de estar atentos, despiertos, ante el panorama que nos ofrece la vida, e ingresar todo lo mejor de nosotros en aquel gran hervidero de potencias, decisiones y acciones que constituye la sociedad o comunidad humana. Estamos al tanto que los prejuicios, la competencia desleal, la mentira, la hipocresía y el apresuramiento, entre otros, son elementos nocivos que presenta nuestra circunstancia. Entonces, evitémoslos; no nos hagamos cómplices ni nos dejemos atrapar por aquellas cosas que están forjadas por la ignorancia, tales como el ‗esnobismo‘ y la ‗imitación‘, su compañera en esa proyección. Ambos aniquilan la personalidad sana, de tal modo que la funden en una disposición ‗masiforme‘ que manda lo que debe hacerse, quitándole al hombre la posibilidad de manifestarse tal como fue creado y es: un ser único y libre. Recordemos que las energías que transmiten los ‗pensamientos‘ y ‗sentimientos‘, son neutras en principio. Únicamente el uso que nosotros hacemos de ellas las resuelve en buenas o malas; positivas o negativas. Por lo tanto, no existe ninguna facultad que sea mala en si, ya que Dios puso en el hombre las potencias concurrentes para el bien, y ellas anidaron en su alma. De donde aquellos que expresan: "Te odio con toda mi alma" o "desde el fondo del alma‖, no puede ser. Se puede odiar, sí, transmutando una energía positiva -el amor- en la otra negativa -el odio-, pero nunca puede inculparse al alma por esa imprecación que parte, indudablemente, de las tinieblas del ser. Entonces, desalojando toda oscuridad, nos conviene acercarnos a ese prójimo donde encontraremos la amistad sincera, el amor, la franqueza; esas almas piadosas y caritativas. Acerquémonos a ellas; démosle cabida, para enriquecer nuestro propio acervo, y con ello contribuiremos al ‗orden natural‘ y al equilibrio social. Pero seamos también nosotros, piadosos con aquellos que nos resultan antipáticos, renegados: los hermanos difíciles. No los abandonemos a su suerte, si está en nosotros ayudarlos. Cuando abordamos el tema de la ‗‘familia‘‘, lo hacemos considerando la "familia nuclear”, llamada también ‗completa‘. Aunque también existen las ‗familias incompletas‘, que están invadiendo cada vez más, el ‗mercado social‘. Me referiré especialmente a estas últimas, porque considero que gravitan negativamente, fisurando o fragmentando la sociedad en sus cimientos, ya que las desavenencias que surgen en el ámbito familiar, provocan desajustes profundos tales como el divorcio y la separación de cónyuges e hijos. Justamente, quienes resultan, la más de las veces, seriamente heridos, son los


46 descendientes que están pasando por las críticas etapas de la evolución. Por otra parte y coincidente con las causas negativas que obran en desmedro de la unidad familiar, se suman las necesidades económicas que promueven un mayor tiempo fuera del hogar de parte de los padres, con la consiguiente desatención de las necesidades y obligaciones de sus hijos. Además, las pujas políticas que, por la voracidad del poder, pierden de vista y desestiman las inmediatas necesidades de la población, pareciendo ignorar, en ocasiones, la esencia de su gobierno que está en función de la gente que lo elige como gobernante y que pone todo su fervor para ser ayudado. Asimismo incide, en gran medida, la invasión de las "fuentes de información", muchas de ellas espurias, que disocian los intereses humanos de asociación y templanza, y provocan incluso discordias a todo nivel. Además, y esto también es muy grave, proyectan una devoción hacia la sensualidad. Recordemos que, en la medida en que hay un mayor empobrecimiento cultural y espiritual, aumenta la apetencia hacia la ‗idolatría‘, que es una forma muy cómoda para no pensar ni sentir por uno mismo, sino bajo el comando de uno o más líderes. Quiero consignar también, un problema muy difícil de solucionar, que es la ‗‘relación generacional‘‘. Y lo es, porque, como hijos, recibimos el caudal educativo de nuestros padres que vivieron en otra época, y éste -ya pasado de época- lo inculcan en sus descendientes. Ellos, a la vez, van ‗bebiendo‘ nuevos conocimientos que la técnica y la ciencia le aportan a una velocidad increíble. En consecuencia, los padres actuales se encuentran con una cultura que le asignaron sus progenitores en un ‗‘allá y entonces‘‘. Ellos, por su parte, acreditaron en la marcha nuevas implementaciones, y sus hijos, depositarios de sus ancestros, tienen que asimilar todo esto y además adaptarse, como dije, a las actuales propuestas. Entonces, ese portentoso edificio que es el Hombre, se socava, y en cualquier instante puede tambalear y aún desmoronarse. Si nos atenemos a estadísticas ofrecidas por la Oficina de Censo en Estados Unidos, del año 1982, se comprueba que 1 de cada 5 niños menores de 15 años, vive con ¡uno solo de los cónyuges! De ellos 10.244.000 viven con sus madres y 896.000 con sus padres. Por otra parte, 1.759.000 viven con madres y 104.000 con padres que nunca han estado casados. Los desagradables litigios de las parejas, que dejan de serlo, situación que se produce en forma cada vez más frecuente en el mundo, aumenta la cantidad de hijos que tienen que optar por quedarse a vivir con uno de los padres separados, ya sea temporaria o definitivamente, o bien, alternar con uno y con el otro. Y así, de una u otra manera, se les crea una visión alterada de la vida y se acostumbran y se hacen duchos, en tratar, por medio de "rebusques", de obtener la mejor tajada de esas situaciones anómalas. Si a esto le agregamos la compulsa que se produce entre los ‗separados‘ o ‗divorciados‘, aventada por la ingerencia de familiares y/o amigos, por la tenencia del o de los hijos, no podemos menos que horrorizarnos y sentir verdadera pena y lástima por lo que queda de aquel hombre "hecho a imagen y semejanza de Dios‖, Espíritu de amor. En este ‗maremagno‘, se hacen dueños del campo de batalla, la ignorancia, la soberbia, la vanidad, el orgullo, la impiedad, el resentimiento, el


47 odio, y toda la sociedad se convulsiona y sufre, y sufrimos todos nosotros, que somos parte viva de ella. Este dramático panorama que acabo de trazar, repercute por sus causas, en la formación de los matrimonios que aspiran a convertirse en familia, con el ingreso de los hijos a su seno. Ante tales situaciones, se hace necesario que cada uno de nosotros adopte actitudes tendientes a restablecer la armonía familiar perdida. Tengamos presente que estamos unidos inevitablemente unos a otros, en proximidad o lejanía. Y como no podemos cambiar a los demás, insisto, hagámoslo nosotros. Tomemos la iniciativa. Indaguemos en nuestro interior nuestra conducta, con honestidad, con humildad. Acostumbrémonos a guardar la lengua, pródiga en juicios y maledicencia. No seamos aquellos que tienen a toda costa ‗la última palabra‘. Desapeguémonos de todas esas ‗impurezas‘ que se adhieren como costra y que llagan nuestro espíritu. Y ante momentos de controversia, seamos dóciles a la comprensión y pensemos que es muy posible que nosotros seamos los equivocados... Sin duda alguna, llegar a adquirir esta ‗destreza de espíritu‘, requiere constancia, y por sobre todo, una transformación total del corazón, difícil pero no imposible de alcanzar. Pero si queremos ser felices y prodigar a los demás esa felicidad, ¿no merece que hagamos este esfuerzo? Pienso también que en este campo se focalicen los esfuerzos para alcanzar una, digamos, medicina integradora de la familia, dependiente del Estado de cada país, en la que intervengan médicos, psicoterapeutas, educadores sociales, abogados, mediadores, pastores y otros idóneos, para la reubicación de estas ‗familias desgarradas‘. Reconozco que tal sugerencia podría ser un poco utópica y sobre todo onerosa, pero ¡qué mejor es prodigar el dinero en estos nobles menesteres que, a la larga o a la corta, beneficiará, no solamente a los componentes familiares, sino a la humanidad toda! Recordemos que en el libro I Ching de la sabiduría china, se dice: "Todo lo que se ha echado a perder por culpa humana, puede también subsanarse mediante el trabajo humano".

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P A R T E II 20. Sueño y vigilia Nuestra vida consciente se produce durante la vigilia, entre sueño y sueño. Sin embargo, no es seguro que, en momentos de vigilia, estemos completamente lúcidos. Recordemos que desde nuestro nacimiento, hemos adquirido la cultura que poseemos, con los conocimientos que nos fueron inculcados. Después, la acrecentaremos o la deformaremos a nuestro arbitrio. En los primeros años de vida, lo que aprendimos nos fue de mucha necesidad para solucionar los problemas que se nos presentaban, muchos de ellos incomprensibles a nuestro naciente entendimiento. Pero, posteriormente, cuando pasamos de la etapa del pensamiento mágico a la lógica, ‗pensamos‘, antes, nuestros propios actos y tuvimos la capacidad de hacernos o no, responsables de ellos. Lo aprendido en esos tiempos de existencia, se marcaron profundamente en nuestra conciencia, sirviéndonos de marcos de referencia para las nuevas adquisiciones, fueran éstas de orden psicológico o ético. Lo que ocurre, y esto debo remarcarlo, es que, en repetidas oportunidades, seguimos dando las mismas respuestas a situaciones que en su momento y en aquel entonces eran las adecuadas a las circunstancias, pero que en un ‗‘aquí y ahora‘‘, están totalmente desactualizadas. Es decir, no hemos avanzado, en esos casos, al compás del ritmo biológico y mental. O sea que nos acostumbramos, ante un estímulo, a dar ‗respuestas automáticas‘ en momentos en que ‗creemos estar lúcidos‟ y, sin embargo, estamos sumidos en el sopor. Entonces, la situación emergente, seguramente nos ocasionará turbación, desorientación y desagrado. Vivimos entre dos estados: el de ‘sueño‘ y el de ‗vigilia‘. El primero es subjetivo y pasivo. El segundo aparece cuando el hombre se despierta. Es activo porque hablamos, imaginamos y hacemos. No obstante, como se dijo al principio del capítulo, nada nos prueba que, en momentos de ‗vigilia‘ estemos completamente lúcidos. Nuestra primera actitud de interiorización es el de despertar a la realidad, y al hacerlo nos enteramos de que no somos lo que creemos ser. Que estamos ‗programados‘ en relación con los objetos y las personas. Que aprendemos hacia quién o hacia qué mostrar afecto; hacia quién o sobre quién sentirnos culpables; a quién hay que temer y a quién hay que odiar. Que somos incapaces, en gran medida, de decidir por nosotros mismos, sino que lo hacemos por hábitos, por gestos determinados; por costumbre. Todo ello aprendido y contenido en nuestra programación de vida. Es decir que mientras nos mantengamos sujetos a ese ‗sopor‘ que da el sueño, no podemos atender a las motivaciones y sentimientos que nos revelen nuestra


49 propia identidad, libre de ataduras. Y convencernos, además, de que cada uno de nosotros somos los artífices de nuestro propio ser. Que somos responsables del curso que le demos a nuestra vida, sabiendo que poseemos hermosas potencialidades que a nosotros nos cabe desarrollar. Así, de esta manera, y „despiertos‟, nos daremos cuenta de la importancia y necesidad de aprovisionar nuestra despensa de amor, pero no para que se acopie en sus armarios, sino para distribuirlo con gratuidad a todos nuestros hermanos y seres que merecen nuestro afecto. Ahora bien, ante el „sueño en vigilia‟ nos preguntamos: ¿Cuáles son los factores que nos mantiene en ese letargo?, y ¿cómo salir de él? Respondiendo a estos interrogantes, son muchas las causas que producen ese ‗adormecimiento‘ que limita el estado de conciencia hacia una plena lucidez. Entonces, he confeccionado una lista donde omití posibles causas de origen orgánico y hereditario, para remitirme a los factores esencialmente sociales, psicológicos y perceptivos. También en beneficio de una síntesis, los agrupé bajo el nombre genérico de ―Ruido‖. *


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21. Ruido y silencio I Entiendo por ‖ruido‖ todo aquello que nos soporiza y nos distrae. El ‗ruido‘ puede ser exterior o interior a nuestra persona. Pero de una u otra forma, acusa en nosotros una acción decididamente desestabilizante. Ruido exterior. Es generalmente de naturaleza sonora. Los ejemplos los tenemos en la sinfonía loca de motores de automóviles y otras clases de vehículos, escapes sin silenciadores, bocinazos y frenadas estridentes. La música de algunos negocios y de lugares de diversión puesta a ‗todo vapor‘ y otras variedades sonoras que nos aturden y nos apartan y distraen de situaciones que merecen nuestra atención. Parecería que para muchos existe una verdadera adicción al ruido; que no pudieran vivir sin él. Y esto en cierto modo es verdad, porque el ruido ‗tapona‘ la vía de reflexión a la interioridad profunda, a la que tememos enfrentarla. También nosotros somos portadores de ‗ruido‘. Y es cuando ingresamos y nos hacemos partícipes de verdades a medias y muchas noticias sin fundamento, arteras, calamitosas, que a la vez diseminamos por doquier. Asimismo cuando interrumpimos a nuestro interlocutor sin antes escucharlo respetuosamente, y cuando hablamos desordenadamente. Ruido interior. Es imaginarse lo que uno ‗no es‘ y testificarlo como verdadero. Sentir algo y decir lo contrario. Valerse de artimañas y competir deshonestamente. Cuando nos apresuramos a dar respuestas inmediatas a estímulos que merecen un tiempo de reflexión. Cuando somos incitados a vivir apresuradamente sin que existan motivos valederos que lo justifique. Cuando nuestra impaciencia supera la capacidad de mansedumbre, que es la sensatez del hombre calmo y reflexivo. Cuando muy dentro nuestro oímos como ‗mensajes internos‘ que fueron grabados en nuestra mente en la época de la niñez, y que, por su naturaleza, entorpecen la espontaneidad de los sentimientos primarios puros y nobles, como los son el amor y la alegría plenas. También ‘ruido interior‘ es la intemperancia y el mal humor, productos de estados de ánimo desastrosos, que diseminamos a diestra y siniestra. Y por último, ‗ruido interior‘ es todo aquel sentimiento o pensamiento que atenta contra la libre expresión del amor. El segundo interrogante que nos hicimos ¿Cómo salir de él?, tiene una respuesta única: por medio del ‗‘Silencio‘‘. Silencio que siempre es interior, íntimo, para ver, para oír y para sentir las vibraciones del espíritu. Silencio: verdadero y real antídoto para sofocar el ‗ruido‘. Silencio, bálsamo del alma. Silencio es saber escoger qué es aquello que conviene atesorar para una comunión con lo espiritual; por lo tanto es libertad. Silencio es saber escuchar en lugar de hablar desatinadamente. Silencio es humildad. Es contemplación creadora. Es recogimiento. Es el paso imprescindible para la oración. Es perfección del alma. Es apertura plena para dar y recibir amor.


51 Adiestrarnos en el silencio es lo único que nos puede despertar, aunque esto suene como paradoja ya que, generalmente necesitamos del silencio para dormir. Pero, este silencio del corazón, presenta una connotación muy especial. Cuando el hombre despierte, se dará plena cuenta de que su existencia por sí sola, es gloriosa. Que él, por sí mismo, puede movilizar a ese mundo dormido hacia una plenitud de amor. Y esto no es lirismo; es una realidad que la comprobamos a diario en aquel amor incondicional que muchos padres dan a sus hijos. De aquellos otros que lo brindan a sus cónyuges. De todos los que se respetan mutuamente. De los que comprenden y ejercitan el amor sin el sentido de posesión, sino desbordándose a los demás, sin pedir recompensa alguna. *


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22. Ruido y silencio II Movimiento, ruido, confusión, caos... Nos movemos en el ruido y creemos que cuanto más cosas hacemos, más aprehendemos, y esto no es así. Necesitamos ejercitarnos en el ‗‘Silencio‘‘. La definición de música nos dice que "es la combinación del sonido y del tiempo". Sin embargo nos aturdimos con mucha música actual, que produce una continuidad de ruidos monótonos, estridentes, sin pausas, donde el movimiento epileptiforme de muchos cantantes y sonidistas, se consagra con un cambio fulgurante de luces y formas que ayudan a la hipnosis colectiva. Parecería como si hubiera en nuestra sociedad contemporánea, una aversión a todo lo que sea pausa, silencio… Casi nos abandonamos al descanso nocturno -que es silencio-, por costumbre y no siempre por necesidad. Todo ayuda a este "desequilibrio de las formas", como diría un autor. La propaganda visual con "flashes" fugaces; las noticias alarmantes y a ‗medio cocinar‘ que nos dejan alelados; la aceleración que nos empuja a realizar varias cosas a la vez, dejando muchas de ellas indeterminadas. La respuesta que damos: rápida, disparada a quemarropa, sin pensar siquiera si puede ser la correcta. En síntesis: nos rige la ‗‘ley del apuro‘‘. ¡Felices tiempos aquellos en que le dábamos tiempo al tiempo! Ahora ¡hasta a las gallinas las encierran con una luz continuada, para que no duerman y pongan más huevos! El ‗ruido‘ nos envuelve, nos sofoca, nos opaca, nos resta las pausas necesarias para sentir, para pensar, para observar con detenimiento algo agradable. Para solazarnos con el espíritu de las cosas y confrontarlo con el nuestro. Es así, porque todo este desatino atranca las puertas del espíritu y oscurece el alma. No hay tiempo para la meditación. La consigna actual es ‗estar enteramente ocupados en algo‘. Ni siquiera podemos recrearnos en el ocio, porque esta holganza, muchas veces necesaria para la distensión... nos la programan. No es tampoco sabio adoptar una posición rígida, estereotipada de quien parece estar en la meditación, mientras en su cabeza bulle un sinfín de fantasías improductivas. Eso no nos facilita la flexibilidad necesaria para aprender el ejercicio de ver y oír con las percepciones del alma. La mente es muy activa, y asociada a las percepciones sensoriales, ‗puede delirar‘ sin que sea necesariamente estimulada por drogas alucinógenas. Y no le hace ningún favor al espíritu, que sabe que el destino del hombre está proyectado hacia fines más esplendorosos. Entonces, como ya lo advertimos, la antítesis del ‗ruido‘ que se produce en nuestro derredor y en nuestro interior, es el silencio. Para mí, el ‗silencio‘


53 tiene una gama de significados muy variada y rica. Silencio para meditar. Silencio para extasiarse ante el prodigio exuberante de la Naturaleza. Silencio no solamente para oír respetuosamente cuando nos hablan sino para responder en su momento según nuestro conocimiento y sabiduría. Silencio ante el estimulo que sentimos de criticar. Silencio ante la blasfemia y la injuria. Soledad en el silencio, que es un silencio del alma, especial y necesaria, para unirse al Espíritu de Dios. Esta modalidad exige de parte nuestro un adiestramiento severo y constante. Pero, ¡cuánta satisfacción nos depara el haber callado a tiempo! ¿Interesa tanto el ser conocido por los demás por lo que decimos, e incluso, por lo que hacemos? ¿No será más ponderable irradiar amor? Y el amor también se expresa en el silencio del corazón. Es el nutrimento más poderoso que posee el hombre y el más barato también, porque es gratuito. Siempre que hablo de amor, me refiero a aquel que se ofrece sin esperar recompensa. Aquel que también se complementa con el sexo, pero no aquel que se prodiga solamente en el sexo escindiéndolo del amor. Quiero aclarar este concepto debidamente. Sexo solo, no es amor: es satisfacción plena de un instinto muy poderoso y necesario. Pero necesita cristalizarse en el amor para que alcance su plenitud. Entonces, el hombre silencioso, el hombre que no aturde con palabras huecas, hirientes, provocadoras de discordia; que no refleja resentimiento ni hipocresía, ni vanidad, ni orgullo, ni odio, ni ambiciones desmedidas; ese hombre, es el que va abandonando las capas que lo oscurecen y va aclarándose, transparentándose, en beneficio de sí mismo y de la Humanidad. *


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23- Fantasía y creatividad Decíamos que la vida del hombre transcurre entre la vigilia y el sueño, pero, en muchos casos, el hombre actual está sumido, gran parte de su existencia, en el ‗sopor del sueño‘, aunque él crea que en sus momentos de vigilia se encuentra con plena lucidez de sus facultades intelectuales y en óptima disposición para actuar, no bien se lo solicita. Por lo tanto, como lo afirman algunos autores (Ouspensky), al que me adhiero, está dormido porque el ‗ruido interno‘ por un lado, y la ‗fantasía‘ por el otro, ocupan el espacio necesario para un sereno reflexionar, y le producen un estado de letargo no consciente, del que le resulta difícil salir. Justamente, en ese estado de sopor que nos da el ‗‗sueño fisiológico‘‘ es cuando la ‗fantasía‘ sobredimensiona su poder. Me refiero a la fantasía no creadora, la fantasía ‗sin ton ni son‘ que divaga sin encontrar una estructura, un eslabón, un punto, que la contacte con algo real, provechoso para nuestra existencia. Recordemos que la imaginación provee a la vez, por un lado, la fantasía que linda con lo mágico, y por el otro la creatividad. Por lo tanto, ambas provienen de un mismo origen y están radicadas en nuestro "Niño interno". Lo que ocurre y -esto nos debería preocupar es que, si la fantasía se diera a ‗rienda suelta‘, podría contaminar la mente adulta con supersticiones, ilusiones y hasta ideas delirantes. En tanto que la „imaginación creativa‟, la intuición, la visión interna, nos ayudará seguramente a ‗despertar‘, a plasmar lo imaginado en algo concreto, e incluso sublime. Con la colaboración de su gran potencial energético, llegaremos a moldear una figura real que revelará nuestro gran caudal de posibilidades. Por esto es que pongo tanto énfasis en el desarrollo armónico de la capacidad creativa, en la substanciación de la entidad cuerpo, mente y espíritu, para el logro de la meta que persigue el ‗‘hombre nuevo‘‘, el ‗‘hombre transparente‘‘. Sin duda alguna, la ‗imaginación‘ es un don preciado, que sólo le cabe al hombre poseerla. Ella, aliada con las percepciones, le permite ubicarlo dentro o fuera del espacio/tiempo. Por su intermedio podemos ver nuestra vida, situándonos como espectadores de ella; como si observáramos desde fuera un tren que se desplaza por las vías, con nosotros dentro de él. Además, la ‗imaginación creativa‘ une ideas, pensamientos, conceptos e intuiciones, permitiéndonos avanzar en el mundo del arte, la ciencia, la literatura y en toda expresión humana. Incluso en la técnica. Todo ello representa un incentivo de vida. Pero ¡cuidado!, porque también a la imaginación se la considera "la loca de la casa" y puede engendrar miedos, ideas falsas, obsesiones, y descombrar nuestra propia vida y aún la de los demás, obstruyendo el verdadero canal del conocimiento y de la comunicación humana.


55 El límite de lo imaginado lo ponemos nosotros, con nuestra inteligencia y discernimiento, y el talento para lograr el desarrollo de todo nuestro potencial humano y disfrutar y compartir el goce que todo ello produce. * 24. La metamorfosis del gusano. El hombre nuevo. E1 ser humano desarrolla sus posibilidades en un ‗espacio‘ o ‗campo energético‘ y en unidades de ‗tiempo‘. Este espacio/tiempo se ubica en el planeta que habitamos, la Tierra. La expresión vista y sentida, es la Naturaleza con la que mantenemos una interacción de influencias. Ambos, hombre y naturaleza, estamos hermanados y nos debemos respeto. Pero no siempre sucede así. La naturaleza tiene sus leyes que no trasgrede, y el hombre sí lo hace. La naturaleza se expresa con un ritmo lento pero seguro en la acción, mientras que el hombre lo hace a un ritmo rápido y muchas veces desordenado. ¿Qué ocurre entonces? Que se produce un verdadero desencuentro en el que hombre y naturaleza sufren sus consecuencias, colocando al planeta en estado de incertidumbre. La Naturaleza ofrece regaladamente sus atributos, que son los días y las noches, que se suceden, unos y otras, sin interrupción; estaciones de temperaturas cálida, templada, fría. Días luminosos con sol radiante, o grises denso de nubes; noches con cielo cuajado de estrellas o cerrado sin siquiera atisbarse la luna. Lluvias, vientos, nieve. Mares, ríos, lagos, montañas, planicies, selvas y desiertos extensos. También nos brinda todo un mundo de animales, vegetaciones y plantas de deliciosos frutos y perfumadas flores. Los conciertos de las aves que acompañan el preludio de la noche cercana y del nuevo día. La naturaleza es apacible, pero también furiosa en oportunidades: ciclones, huracanes, terremotos. El hombre, mientras conserve el ‗idioma del espíritu‘ con el que se entiende con la Naturaleza, se extasiará ante su majestuosidad y la acompañará en sus misteriosos ciclos, y tratará de imitarla en todo lo que pueda, porque percibe que es lo más maravilloso que Dios le dio. Entonces, sentirá la necesidad de pintar, esculpir, grabar; componer música, sonetos. Es decir, se identificará en cuerpo y alma con ella y gozará de su beneficio, en la armonía con su vida y en la buena relación con sus congéneres. Vivirá a su ritmo y semejanza. No sucede lo mismo con los seres que pierden contacto con ella. Empiezan por olvidar la lengua que los une a ambos y se sienten desvalidos, confusos: les cuesta entenderse con los demás. Se asocian a la contracultura del avance de la civilización y de sus instituciones; son falibles a la idolatría y también fácil presa de las enfermedades existenciales tales como la ‗soledad‘, la ‗angustia‘, la ‗vaciedad‘ y la ‗depresión‘. Indudablemente la atracción que reciben los ‗‘cultores de ídolos‘‘ es muy fuerte y atractiva, pero es cualidad de cada uno, diferenciarse de los demás, adquirir los atributos de un hombre nuevo que pueda convivir con el hombre viejo, pero con una nueva forma de sentir y de pensar. Es


56 el hombre que expresa su vivencia en comunidad con el espíritu; que ‗acaricia‘ la Naturaleza toda. La transfiguración de una forma de ser a otra, me recuerda a aquel gusano cuyo destino pareció ser el de arrastrarse por la tierra. No tiene más visión que su propia altura. Lo más que puede, es subir a los árboles, reptando su anillado cuerpo. Pero, en un momento dado, se coloca sobre una hoja y ayudado por su propia saliva, se encierra en ella formando un capullo. Pasa un tiempo de ‗misterioso silencio‘, y al fin desgarra el capullo y sale de él no el gusano que era, sino una grácil mariposa que alza su vuelo, se hace dueña del espacio y se posa levemente en todas las flores libando su néctar, con total libertad, porque es ella misma. La fiesta de sus colores, el revoloteo febril y el contacto de una flor a otra ayudando a la reproducción en el transporte del polen, la identifica con la Naturaleza y el Universo, y bien vale con creces el significado de su corta vida. El hombre nuevo no es aquel que por antonomasia se despoja del ropaje viejo y se coloca otro ajustado a su medida, sino el que sufre una metamorfosis tal, que percibe y ve y siente al mundo de otra manera que no es la común. El hombre que, por una misteriosa redención, descubre la vinculación entre ‗materia‘ y ‗espíritu‘, no como elementos excluyentes, sino complementarios. Porque intuye que en la lucha permanente entre los opuestos, en un ir y venir de un extremo a otro de la contradicción, se pierde el sentido de la existencia. En él obra una conciencia individual pero no mezquina porque es comunitaria ya que se expande en el amor. Tiene una visión nueva que no sólo ve en dimensión horizontal y hacia delante, sino que se extiende sobre todo hacia arriba, porque de allí recibe el ‗substrato‘ que proyecta el cambio de su composición como ser. Un nuevo metabolismo que lo hace crecer como cuerpo y como alma. Este nuevo hombre sabe que su espíritu yace en un lugar muy recóndito de su corazón, y que quedará allí, sin manifestación, mientras él no lo aliente. Sabe, además, que no sólo basta con que quiera proyectarlo en su vida, sino que es necesario que resurja con la ayuda de la llama divina, con el fuego sagrado del amor, pero de un amor puro, integro, total; entonces ese ser comprenderá el fundamento de su existencia trascendente y, en una actitud mística, buscará unir todo aquello que está separado en el hombre. Podrá sentir la satisfacción de los impulsos vitales y el gozo de su naturaleza humana y de las cosas materiales. Pero tendrá la sabiduría necesaria para hacer buen uso de todo ello sin identificarse ni apegarse a cosa alguna. Las disfrutará, eso si, porque es el regalo de la voluntad divina. Cuando el hombre nació a la vida, la naturaleza ya estaba formada, pletórica de frutos. De esta manera podrá comprender las palabras de Jesús, transmitidas por Juan 4, 13: "Quien bebe de esta agua volverá a tener sed (las cosas de la Tierra), pero quien bebiere del agua que yo le daré jamás volverá a tener sed (el alimento espiritual)".

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25. El archivista ciego e imparcial El inconsciente puede ser un fiel servidor nuestro, aunque a veces nos ponga en verdaderos aprietos. Tiene la particularidad de ir recibiendo y acomodando en lo profundo de la psiquis, todo aquello que el ‗‟yo personal‘‘ le envía. Y lo hace sin ninguna discriminación. Al mismo tiempo esconde, en sus múltiples armarios, lo que se ha ido acumulando en el tiempo, desde que el hombre es hombre; esto es el ‗inconsciente colectivo‘. No obstante, nuestros inconscientes personal y colectivo, no son entes que piensan y actúan por sí solos, pero sí pueden responder en cualquier momento y sobrenadar en la superficie de la conciencia. De todas maneras, están integrados en la unidad biológica, psicológica y espiritual, y como tal, existe una verdadera vinculación entre ellos. Sin embargo el enigmático inconsciente, se comporta como un ‗archivista ciego e imparcial‘, y en consecuencia, ingresa en sus anaqueles todo lo que le vino de la conciencia, y de cuando en cuando, envía imágenes en forma desordenada, muchas veces borrosas, casi incomprensibles; otras veces nítidas, como recuerdos liberados del polvo del tiempo. Y está en nosotros interpretarlas y ordenarlas adecuadamente para establecer la visión de una recta definición de la vida. Sin embargo no es fácil lograrlo, ya lo sabemos, y entonces nuestro pensamiento se obnubila y es cuando entramos en el territorio de la ‗neurosis‘. Ya, en ese estado, nos está vedada o entorpecida la capacidad de discriminar. Al no poder ver claramente nuestras propias necesidades y darles el encauce debido, no las podemos satisfacer. Y sufrimos existencialmente. Y vivimos confundidos. En cierto modo, la ‗‘neurosis‘‘ es una maniobra defensiva del hombre para protegerse a sí mismo de la fuerza arrolladora de la sociedad alienante con la que convive. El neurótico ingresa todo lo que le viene del exterior, sin digerir. Y esto, no sólo no provee nada útil para la formación de la personalidad, sino que al revés, la desintegra. Por eso es muy importante que estemos atentos, despiertos, porque la sociedad no es enemiga nuestra, ya que está constituida por hombres como nosotros. Cada integrante de la sociedad, tiene los mismos elementos que tú, que yo. La cuestión es hasta qué punto conocemos nuestra unidad biológica-psicológica-espiritual y cómo nos adiestramos para que ésta no se ‗fisure‘, no se ‗fragmente‘, ya que perdería su potencial. A todos les pasa lo mismo: conocen o desconocen su propio ser. Llevan un ‗sentido‘, que orienta sus vidas, o bien ‗improvisan‘ y se desarrollan según el aliciente que les provee los sentimientos o el estado anímico del momento. Con estos últimos conviene que estemos prevenidos; no con una actitud desdeñosa o suficiente, sino con esa misericordia que nace de lo profundo del espíritu, y que


58 tiene tanta fuerza que puede doblegar el mal y hacernos refractarios a toda simulación o injuria directa que pueda salir de ellos. No es nuestra misión cambiar al mundo y a sus hombres rodando cabezas. Sí lo es, el ser ejemplo de un apostolado que refleje el amor, la serenidad, la paz, la benevolencia, la benignidad, la ecuanimidad y el perdón. En un intento para entender la significación de la relación hombre y Dios, me valdré de un esquema fisiológico: la conducción nerviosa. Cuando se produce un estimulo en una región de nuestro cuerpo, la corriente nerviosa recorre, a velocidad increíble, las innumerables ramificaciones de su red, hasta llegar al centro -un punto del cerebro- quien lo analiza y dispone al ser viviente en estado de alerta, para dar una respuesta. Pero, para que ese impulso se propague, es necesaria la presencia de un producto químico, presente en el medio interno: la acetilcolina. La unión sublime del alma del hombre con Dios, se produce también a través de un intermediario, y éste es el AMOR. *


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26. Las enfermedades y nuestras fronteras mentales Vistas las claras diferencias entre lo que entiendo por ‗yo profundo‘ y ‗yo personal‘, se pueden encarar ahora las "enfermedades del alma" y las "enfermedades existenciales “. Las ―enfermedades del alma‖ obran significativamente en el interior de la persona, identificadas bajo los signos de errores, faltas, vicios, desviaciones, que comúnmente se las generaliza con la palabra pecado. Es el caso de la hipocresía, la ambición desmedida, la soberbia, el odio y muchas otras que trataré en otro capítulo. En ese ámbito interior de la persona, se concentran, en una actividad pacífica o turbulenta, dos niveles específicos; me refiero a los planos psicológico y espiritual. En lo psicológico predomina el ‗yo personal‘ instintivo, mental y emocional, que representa el cuerpo, los pensamientos y los afectos respectivamente. En el plano espiritual, vive y late el alma o ‗yo profundo‘. En cambio las "enfermedades existenciales" se manifiestan generalmente hacia el exterior de la persona, lo que permite muchas veces detectarlas, como por ejemplo la ‗vaciedad‘, la ‗soledad‘, la ‗ansiedad‘ y la ‗depresión‘ entre otras. De éstas hablaremos más adelante. En este capítulo quiero focalizar la atención en las "enfermedades del alma", ya que su presencia agota nuestras posibilidades de amar y ser felices, porque empañan la realidad de una vida plena. El hombre, en su peregrinar por el mundo, va creciendo biológicamente, y en su trayectoria es acompañado por los elementos psicológicos de la personalidad (instintivos, mentales y afectivos) que, en su conjunto, hacen a la historia biográfica del ser. Y en ese largo camino que parte del nacimiento, llega un momento para unos (para otros no), en que el ‗ser‘ ya adulto e integrado en su correspondencia psicológica, siente el llamado hacia un propósito sublime de unificarse en un todo coherente y con un sentido vital, pleno. "Oye", digámoslo así, la voz apasionada del Alma, que lo invita a integrarse con un Ser Superior, omnisciente, omnipotente y omnipresente. Sin embargo, es conveniente aclarar; esa Alma o Espíritu, no le piden al hombre que destruya todo lo construido, sino que solamente lo refina, lo purifique, lo sublime. Tengamos presente que el ser humano, a través del tiempo, ha renegado, en grado sumo, de las facultades que Dios le dio al nacer, y que les fueron entregadas para el Bien. Las impurezas, escorias o pecados, como quiera llamárselas, se fueron adhiriendo a nosotros, impidiéndonos ver la ‗luz del espíritu‘, y así perdimos los sentimientos de plenitud, de alegría y de armonía.


60 Nuestra alma, coordinadora y bienhechora de los tres cuerpos (instintivo, mental y afectivo), quedó relegada en un rincón oculto de nuestro ser. Entonces, el proyecto de ‗espiritualidad‘ se basa en el desprendimiento de las contaminaciones que se fueron consintiendo durante el crecimiento biológico e histórico de la persona, menoscabando el plan Divino. El camino espiritual -lo repetimos- es largo y arduo, pero es bien recompensado en su trayecto y meta final. La primera etapa comienza con un recorrido por nuestro interior: lo que pienso y siento acerca de mí, de las personas y del universo. Del resultado de esta ‗interiorización‘ se producirá, una vez aclarados los términos, el cambio de lo exterior: lo que digo y hago. Seguramente el ‗discernimiento‘ será nuestra primera y segura guía del comienzo. El discernimiento nos permitirá evaluar, juzgar y separar, lo real de lo irreal; lo justo de lo injusto, y lo verdadero de lo falso. Y, por supuesto, al discernimiento debe acompañarlo el desarrollo del sentido moral, que intuirá entre lo ético y constructivo, de lo nocivo y destructivo de nuestra personalidad. En este aspecto, como somos falibles, muy bien podemos hacernos algunas ‗trampitas‘, es decir, falsear la verdad en aquello que nos conviene, pero tengamos por seguro de que esto no será posible ante el Ser Superior que llevamos dentro y que se vincula con Dios, que es la Pureza, la Verdad y la Luz. En este provechoso proceso de purificación de la personalidad, podríamos empezar con la ‗‘mente‘‘, que nos relaciona con nuestros mundos interior y exterior. El refinamiento de la mente se hace muy difícil, por cuanto se confunden pensamiento, emoción e impulso instintivo, complicando la distinción entre uno y otro campo. Por lo tanto, ante un problema que se presenta, muchas personas no saben pensar, porque la mente no ejercitada, se coloca en un estado pasivo y de confusión ante los otros elementos que confluyen y desbordan su capacidad, actuando en consecuencia como un instrumento que registra solamente los estímulos que provienen de las sensaciones, sin que ella -la mentese encuentre habilitada para formular raciocinios, ideas o conceptos propios, haciendo acopio solamente de las ideas de los demás. ¿Cuál seria entonces el primer intento para la educación de la mente? Leer y reflexionar sobre toda clase de lecturas, por lo menos una hora diaria, y también cultivar el recogimiento durante un tiempo, todos los días. En la soledad interior, se aprende a pensar. Será muy provechoso aprender a ser el ‗lazarillo de la mente‘ y conducirla, cuántas veces sea preciso, hacia nuestro interior. Ponerla en contacto con el Yo superior, facilitando así la depuración de los pensamientos. Eso sí, no confundamos razonamiento con sentimiento. Tengamos siempre presente que, cuando la mente está subordinada a la emoción, puede producirse una parálisis del pensamiento, una suspensión de su ejercicio especifico, que es el proceso intelectual. Porque la emoción posee propiedades agradables y desagradables, y nos mueve ‗sin pensarlo‘ a generar dos impulsos fundamentales y controvertidos. Uno que produce "afectos de atracción" como amor, simpatía, empatía, amistad, benevolencia, devoción, etc. El otro, "afectos de repulsión" como el odio en sus distintas formas, la antipatía, enemistad, malevolencia,


61 antagonismo, etc. Y así es como las emociones invaden, en un momento, todo nuestro ser pensante. Pongamos ahora nuestra atención en el ‗cuerpo emotivo‘, ya que su incontinencia desaforada puede dañar en la lucidez, al pensamiento. Una forma de purificar el ‗cuerpo emotivo‘ es liberarlo de la corrupción extrínseca, la proveniente de los medios de comunicación que se proponen, algunos de ellos, con una argucia que produce escalofríos, disociar la pureza de los sentimientos. Entonces, no adherirse a lo negativo ni a las expectativas catastróficas. Saber discernir entre lo emotivo y lo instintivo y, sobre todo, desarrollar más la sensibilidad emotiva y la afectividad, que se dan en el amor puro y desinteresado y en la preocupación y comprensión por el prójimo. Justamente es importante consignar o recordar que, en muchas ocasiones confundimos el ‗exceso de afectividad‘ con el amor. Insisto: apego, deseo de posesión, deseo de ser querido a toda costa, no es amor. Tampoco lo es, el sentimiento personal y exclusivo que exige reciprocidad. EL verdadero amor -Amor del Alma- es la radiación que fluye espontáneamente, que da sin pedir nada; que anima, protege, entusiasma y vivifica, dando libertad al otro. Amar a otra u otras personas, no significa poseerlas, pero sí afirmarlas; es decir, concederle de buen grado el derecho a su humanidad y dignidad. Significa entonces ‗comprenderla‘ hasta tal punto, de lograr la ‗comunión de las almas‘. En tanto que el ‗amor de la personalidad‘, por el contrario, es egoísta, posesivo, exclusivo, y exige en cambio transformar en esclava a la persona amada. Cuando nos referimos al plano psicológico de la persona, nos detenemos esencialmente en la mente y las emociones, y menospreciamos -muchas veces- la fuerza impulsiva de los instintos. No nos conviene desdeñarlos, sí hacerlos aliados nuestros, porque intervienen activamente en nuestra conducta. Recordemos: "el cuerpo es el templo del espíritu".

Los ‗instintos‘ o ‗impulsos‘ fluyen de nuestro ser como fuerzas energéticas no siempre concientizadas o elaboradas por poder de decisión de cada uno. Más aún, desdeñando la atención que pongamos para sofrenarlos, obnubilan, la más de las veces, la mente y el corazón. Generalmente la mayoría de los instintos, fueron reprimidos por el inconsciente. Esta represión puede dar lugar a una transmutación y representación bajo otros aspectos que el original, tal como sucede -como vimos- cuando se hacen ‗callar‘ las emociones, que se anuncian luego como "rebusques". Es el caso del ‗instinto de autoafirmación‘ que se presenta como orgullo, ambición, deseo de emerger, y se transforma en agresividad, violencia, ira. El instinto entonces, ¡también puede disfrazarse! Los impulsos primarios nacen con el individuo. Estos son: la sexualidad, el dolor, las excreciones, la suficiencia de oxígeno, el descanso y el sueño. Todos ellos de orden fisiológico se consideran, además, como el primer peldaño de las necesidades básicas del hombre, que apuntan a su supervivencia. Pero una vez que cualquiera de los impulsos mencionados se satisface, se apaga la energía que lo generó, y la vida sigue su curso. En cambio, cuando no es resuelto, suceden situaciones como de ‗amotinamiento‘ en el orden orgánico, que invade las fronteras mentales, y los disturbios se acrecientan. Finalmente nuestro ser pensante debe transigir para que el orden se restablezca.


62 Además, están los impulsos secundarios que, a diferencia de los primarios, son ‗adquiridos‘. Poseen, eso sí, algunas características que los diferencian de los innatos, como ser: a) generalmente se dirigen hacia un determinado objeto o tipo de objeto; b) pueden ser reprimidos y dejados sin satisfacer, y c) aquellos basados en eludir un estímulo nocivo, son muy resistentes a la extinción; por ejemplo, una persona que estuvo a punto de ahogarse, puede que no se vuelva a acercar en toda su vida a una masa extensa de agua. Los de fuerte incidencia en la mente humana, son tres. El "impulso de imitación", cuya fuerza lo vuelca hacia la socialización del individuo. Otro, el "impulso de identificación" que acompaña al anterior. Desde muy pequeño, el ser busca asociarse a una figura ideal, generalmente los padres. Esa tendencia prosigue en edades posteriores, y ya adulto, ‗este modelo‘ adquiere el papel de "héroe" o "heroína" míticos. El tercero, "impulso de conformidad" está asociado a recompensa y castigo: "si me porto bien obtendré el beneficio del premio, pero si me desvío del bien, merezco el castigo". Entonces, mientras los ‗‘impulsos primarios‘‘ se manifiestan en un instante donde muy poco o nada están sujetos a nuestra voluntad, los ‗‘impulsos secundarios‘‘ diría, son más propicios a la observación y a la voluntad, aunque,

por otra parte, a menudo son tan intensos y persistentes como los primarios; y en el hombre, más fuertes y prolongados. Viendo así las cosas, convengamos en que los impulsos son impulsos, y si los primarios se desbordan -cosa que sucede a menudo- esa incontinencia puede ser incrementada por los secundarios, y de esta manera se podría producir una verdadera hecatombe que echaría a perder todo proceso de cristalización del individuo hacia una personalidad libre e inmaculada. De ahí que estemos atentos a nuestros apetitos. Es bueno satisfacerlos y sentirnos plenos, pero es necesario que observemos una sana continencia hacia aquellos que al sobredimensionarlos, pueden lesionar nuestra integridad y traspasar nuestras fronteras mentales. *


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27. Instinto y superación Conocemos cómo -en el plano físico- la electricidad se transforma en calor o movimiento. Así también ocurre en el campo de las energías psíquicas: el instinto puede transformarse y sublimarse, porque los impulsos instintivos no siempre existen como estímulos gregarios, ya que contienen la esencia del Alma. Son los impulsos transmutados, que se canalizan en el amor verdadero y se extienden de la persona, a la familia y a la Humanidad. Como dice el antropólogo Gehlen, "el hombre genera un ‗exceso de impulsos‘ que superan ampliamente sus necesidades inmediatas, y esto se debe a la situación biológica del hombre que debe conservarse sólo en la vida, a causa de su acomodación no especializada de órganos, sagacidad y actividad, acción previsora y trabajo". Por eso considera menester "formar y definir este exceso de impulsos y a fin de hacerlos positivos… porque una vida de impulsos, liberada de la conducción y no formada como conducta, degenera".

En consecuencia, es muy importante que asimismo como los pensamientos y sentimientos se comunican ampliamente con el ‗‘cuerpo espiritual‘‘, de esta manera lo hagan también los impulsos instintivos, que crearán, seguramente, nuevas formas, orientando al hombre hacia planos más elevados de salud, bienestar y felicidad. Superar los instintos, tal vez sea una de las pruebas más difíciles para el hombre. Porque el instinto impregna la ‗esencia‘ del mismo. Incluso, algunos son necesarios como el de ‗‘conservación‘‘, que apunta a necesidades básicas que no pueden desmerecerse como el hambre, la sed y la protección, pero todo en su justa medida. Recordemos que la ignorancia, así como las emociones y sentimientos nocivos, son fuertes aliados de los instintos. Sabiendo también que las características de los impulsos son la "sorpresa" y la "violencia", como apunta el Padre Ignacio Larrañaga, generalmente nos encuentran descuidados, y sin darnos cuenta, nos dejamos llevar por ellos. Y así, somos capaces de cualquier barbaridad de la que nos podemos arrepentir luego. Por eso "nuestra conciencia, nuestra mente, tienen que estar alertas". Deben contactar con nuestro ‗yo más profundo‘ donde están todas las capacidades del alma que Dios nos dio, "para detener y atajar todas las fuerzas salvajes y transfigurarlas en energía de acogimiento y amor".

* Mi intención fue, como lo he hecho en otras ocasiones, analizar primero cada tema por separado, para darle el relieve necesario en pro de una mejor comprensión. Entiendo que, de esta manera, pueden dilucidarse los beneficios y perjuicios que contienen cada aspecto de la conducta. Quiero decir que en esa


64 primera etapa del ‗darse cuenta‘ pueden surgir los elementos -ya contenidos en el ser humano por obra divina- para elaborar un plan de acción dirigido a la ‗purificación‘, y conseguida ésta, reintegrarlo en el todo. Sin embargo, en cada pensamiento, en cada sentimiento, en cada acción instintiva, se encuentra el ingrediente que cada persona nos facilita y que nos puede conducir hacia una decisión equivocada, con el agregado de dolor, pena y muchos otros sinsabores. Pero si estos mismos elementos fueran en busca del consenso que da el espíritu, en su consejo y apoyo, seguramente el hombre se gratificará y esparcirá sus favores hacia la Humanidad toda, porque esa Alma, libre de ‗escorias‘, negará la infamia, la hipocresía y la traición. ** En varios párrafos de esta obra, he mencionado la ignorancia como un elemento fuertemente negativo en el hombre. Es importante que me detenga un poco en este tema. Al referirme a la ignorancia, no le doy tanto el significado de que ella tenemos: "falta total o parcial de instrucción, analfabetismo, etc.", sino, más incidentalmente, al que está ligado a profundos sentimientos negativos. Aquella que está aliada con el resentimiento, la envidia, los celos. Aquella que enceguece el alma. Este tipo de ignorancia compromete, en acción devastadora, toda la integridad del ser humano, y la persona obra a impulsos instintivos sin que ella se dé cuenta casi, de sus motivaciones. Y si la ignorancia malsana, va de la mano del ‗orgullo‟ y la „vanidad‟, se hace mucho más destructora, y la persona que la sobrelleva, camina a tientas, corroyendo con su torpeza, el sutil tejido humano y social. Ante este tipo de ignorancia, ¿cuál podría ser su remedio? Adquirir mayor cultura, podría actuar solamente de placebo. Lo que sí seria provechoso, es el ejercicio de una ‗indagación dentro de nosotros‘ al que puede acceder cualquier ser humano. Y, por sobre todo, acondicionarse a una real y verdadera humildad desde cuyo basamento el espíritu se enaltece. Aprenderemos así a escuchar a los otros, los que contienen sabiduría y discernimiento en sus palabras, más que hablar a ‗tontas y a locas‘. A no invadir el sagrado templo de la interioridad de los demás, salvo el caso de ser requeridos, y aún así, hacerlo con delicadeza, respeto y amor. Claro está que todo esto no se obtiene de la mañana a la noche, sino que requiere de un quehacer permanente, constante, fruto de la perseverancia. Es casi como cuando se quiere obtener un laudo académico al que se lo va logrando paso a paso. Consagrarse en el provecho y bienestar de los demás, puede ocasionarnos muchos desalientos e ingratitudes, pero la certeza de ser portadores de la felicidad de aunque sea de un solo hermano nuestro, será suficiente para saber que llevamos el rumbo correcto. *


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28. Algunas enfermedades del alma Cuando pienso en las enfermedades del alma, se me presenta enseguida en la mente, la ‗ambición‟, como una muy virulenta. Y no es para menos, porque el hombre, desde su inicio en la vida, siente la vocación de poseer y de satisfacerse en la posesión. Pero ese ‗deseo de posesión‘, natural en principio, puede acrecentarse y convertirse en una pasión desordenada que, a corto o largo plazo, corroe pensamientos, sentimientos y estructuras orgánicas del cuerpo. Su poder se materializa con el apoyo de quiénes lo acompañan solidariamente. Ellos son numerosos y pérfidos; me refiero a la envidia, al resentimiento, a la impiedad, la mentira, la traición, la competencia desleal, etc. Es tan poderosa su acción y angurria que, aún consiguiendo algo de lo ambicionado, no se colma la sed del individuo que es poseído por ella, y siempre se desea más y más. Sucede algo así como con su prima, la avaricia. Entonces la ambición se convierte en una ‗‘enfermedad del alma con mucha temperatura‘‘. ¡Cuántas muertes ha provocado la ambición, no solamente de los hombres que la detentan, sino de aquellos que fueron blancos de sus rayos letales! ¡Cuántas discordias y desuniones entre las personas! ¡Cuántos odios! ¡Cuánta degradación y destrucción en las familias, pueblos, ciudades; caos en el orden natural, ha sembrado la ambición de aquellos que se adjudican los poderes explotativos y manipulativos sobre los demás! Otro morbo, a veces muy difícil de detectar, es la ‗hipocresía‟. Como dice en el diccionario: "Fingimiento y apariencia de realidades y sentimientos// Dícese comúnmente de la apariencia de virtud o devoción‖.

No es fácil tener un sentido claro y definido de la realidad de las cosas. Entonces, suponemos muchas veces, una realidad; la adoptamos a nuestro uso particular y delineamos nuestro rumbo en seguimiento de ella. No debemos olvidar que nuestra ‗escuela de conocimiento‘, en repetidas ocasiones, no coincidió ni en los principios ni en las metas, con la ‗escuela‘ de otros congéneres. Todo esto, a más de uno lo ha turbado y le fue necesario establecer una forma de vida que se adaptara a las circunstancias sociales. Quiero decir con lo comentado, que algunas personas coinciden en mantener el camino que le dicta su corazón, pero, desgraciadamente, otras optan por ‗fingir lo que no son‘. Estas últimas prefieren el vehículo de comunicación más enrevesado, que es el de la simulación, la hipocresía. Y como muchos de nosotros tenemos todavía -por suerte- el corazón cándido del niño, somos fácil presa de aquellos ‗renegados‘ que esconden su rostro tras máscaras de seres bondadosos, misericordiosos, salvadores... y ¡qué peligrosos son! Aprendimos tantas cosas, y muchas de ellas sin saber si eran buenas o malas para la salud de nuestro espíritu... Cuando pequeños, en algunas


66 contingencias, pudimos escudarnos en la hipocresía como medio para obtener aunque fueran escasos logros, que de otra manera no sabíamos cómo conseguirlos. Más adelante, cuando alcanzamos una plenitud de nuestra conciencia y sentimientos… ya nos habíamos acostumbrados a hacer uso de esta aviesa vía de comunicación, y a muchos les fue y les es difícil abandonarla. Me hago esta composición de lugar: ante dos enemigos; uno armado y desafiante, y otro hipócrita, prefiero al primero. Y lo afirmo, porque el oponente que muestra claramente su posición, le permite a uno decidir qué actitud tomar, ya sea razonando con él, pelear o disparar. En cambio el hipócrita, con tantas caretas, nos produce desconcierto. En la trama de la hipocresía, sucede algo así como en los "juegos psicológicos", porque la persona está envuelta de un modo tal que se le cierra el camino del ‗darse cuenta‘. Es como si estuviera comandada por una fuerza que le impidiera ver la realidad de sus acciones. Entonces, si acertamos y descubrimos al hipócrita, alejémonos de él, ya que, aunque muchas veces nos embriague con su ‗canto de sirenas‘, nada bueno vendrá de él; y si no podemos evitarlo, por lo menos mantengamos una actitud muy prevenida, para no dejarnos engañar por su doble faz. Muchas son las ‗‘enfermedades del alma‘‘, aunque yo me haya detenido en solo dos de ellas, destacándolas de las demás. Quiero aclarar algo que ya mencioné al hablar de la ‗ambición‘. Como sucede con las enfermedades orgánicas, cuando sobrevienen, existe un signo o síntoma principal que marca su etiología, pero se le adhieren muchos otros que las acompañan y tienen su propia marca. Las enfermedades no vienen solas, pero actuando con el remedio específico, se podrá anular sus acciones deletéreas, y aún las secuelas que queden de ellas. *


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29. ¿Por qué enfermo? - Eso que llaman pecado En el momento en que nuestra conciencia estima que un pensamiento, una acción, es mala, decimos que pecamos. Entonces, concretamente, ¿qué es pecado? Pecado es todo aquello que se aparta de lo recto y justo. Por consiguiente el pecado, no solamente linda con los valores morales y espirituales del hombre, sino que, al atentar contra la ley de Dios que es amor, entrega, honestidad, comprensión y perdón, se priva el ser humano, de la vida espiritual depositaria de la Gracia, y se hace enemigo de Dios. El ‗pecado‘ está en el sentimiento, en el pensamiento, en la acción y en la omisión. Quiere decir que el pecado se encuentra totalmente arraigado en la conducta humana. Es también la tentación de buscar el propio placer, en lugar de encontrar una unión hecha de amor y de entrega. Son entonces las malas intenciones o deseos que lo lleva al hombre el libertinaje sexual, al culto de los ídolos, sectarismos, ambiciones desmedidas, celos, odios, soberbia, vanidad, hipocresía, envidia, escándalo, maldad, adulterio, mentira, robo, violencia, homicidio, ultraje, uso de los poderes explotativo y manipulativo, disposición para separar a las personas con malas artes, no perdonar las ofensas. Todo esto es ‗pecado‘. El ‗pecado‘, o la sinonimia que uso, como ‗impureza‘ o ‗escoria‘, también mancillan la propia dignidad humana. Y está ahí, muy cerquita nuestro. También es muy sutil y muchas veces ataca en los momentos de crisis, cuando nuestras defensas, si no están bien definidas, se esfuman y se desmoronan. Cuando pecamos, lo hacemos abiertamente o a escondidas; conscientemente de que obramos mal o ignorantes del hecho. De todas maneras, el pusilánime cree que Dios pone en una balanza nuestras acciones buenas y malas, para ver cuáles tienen mayor peso en los platillos. Sin embargo, no es así. Dios sabe bien que el hombre necesita tiempo para probar el bien y el mal, y también para madurar su orientación definitiva. Dios no se sorprende de nuestros pecados, pues, al crearnos libres, aceptó el riesgo de que cayéramos. No obstante, no nos hace una ‗zancadilla‘: nos deja liberados a nuestras propias decisiones. Teniendo en cuenta estas consideraciones, es que veo, como muy necesario, que nos renovemos. Es decir, abandonemos al ‗‘hombre viejo‟‟ egoísta, esclavizado por sus pasiones; que no se atreve a buscar las causas de lo que anda mal por miedo de que haya demasiado que cambiar, y a la vez, que es incapaz de adquirir ideas nuevas. E invistámonos del „‟hombre nuevo‟‟ que, con su franca y decidida actitud de comunión con los demás, vive con el corazón agradecido y abierto al amor. Ese ‗‘hombre nuevo‘‘ sí podrá ofrecer una fuerza


68 de contención a todo aquello que atenta contra Dios, porque también atenta contra él y lo sabe. Muchas son las fuerzas que obran en contra de nuestra redención y pululan en la sociedad, tales como el racionalismo cientificista, el reduccionismo, que es reducir todo a una forma simplista; el relativismo y el subjetivismo. Además, apareció hace ya un tiempo, una nueva corriente corrosiva de la que conviene estar muy alerta. Esta es el "vitalismo" que se adentró en la filosofía, en el cine y la televisión, y que representa una afinidad entusiástica a lo biológico, desplazando o desterrando toda manifestación de vida espiritual. El "vitalismo", tal como lo refiere Alfonso López Quintás, es anti espiritual y crea un hombre que adopta una actitud indolente ante las situaciones que la vida le plantea. Sus características son: *Incomprensión de los valores de la sociedad. *Despreocupación por el sentido de las acciones. *Resistencia a comprometerse a actividades de creatividad personal. *Rechazo de normas y doctrinas estables. *Cultivo de sensaciones placenteras. *Atención a lo sensorial y material. *Voluntad de ser objeto de contemplación, sobre todo a través de la mirada".

Recapacitemos. Donde hay ruptura o negación de los valores espirituales, el pecado se instala en el hombre, y la sociedad se enferma. Aparece la ‗vaciedad‘, la ‗soledad‘, la ‗ansiedad‘ y la ‗depresión‘, flagelos que entorpecen la integración del hombre y que les vedan el atributo de su felicidad. *


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30. Enfermedades existenciales Un médico filósofo, don Ramón Pascual Muñoz Soler, a quien tuve el honor de conocer, dice en su libro "Antropología de Síntesis", que el hombre actual se caracteriza por un signo que es el "desequilibrio de su estructura interna". Quiere decir, que se ha producido en él "una crisis de identidad". Yo retomo este último concepto que me parece que ha dado en el blanco, porque es el primordial problema existencial que aqueja a la Humanidad. Todo esto está vinculado a un verdadero divorcio del vínculo que une la estructura del hombre en su integración total. Por la codicia de los bienes terrenales, que son tangibles y concretos, además de seductores, perdemos la unidad del ser. Nos alejamos así del alimento espiritual, que no se ve pero se siente. Lo desvirtuamos unas veces; lo desdeñamos otras, sin darnos cuenta de que, al ignorarlo en su dimensión, nos vamos transformando en seres robótícos que respondemos automática y dócilmente, a los estímulos externos. Y este atolondramiento, producto de inseguridades y temores, nos perjudica grandemente a cada uno de nosotros y a los demás con los que estamos ligados, contribuyendo a una sociedad donde se hacen fuertes los líderes ambiciosos de poder, que explotan esa debilidad de los tantos que perdemos el rumbo del verdadero ser. Ese hombre, en muchas ocasiones, lucha por integrarse, porque sabe, intuye, que ‗algo‘ le falta, aunque no siempre atine a vislumbrar el motivo de su indigencia. En esa necesidad acude a personas, grupos humanos, sociedades, etc., por ayuda, y trata de recibir los beneficios que espera. Admira a aquéllos: sus palabras, sus consejos, su sabiduría, su riqueza espiritual, pero no lo incluye en su interior. Les queda adherido en la superficie, y pasado cierto tiempo, se desprende todo ello, se olvida, y él vuelve a ser menesteroso. ¿Qué es lo que ocurre? Que todo ese tesoro, no lo sabemos administrar. Que creemos inocentemente que los bienes espirituales deben penetrar en nosotros por ‗ósmosis‘, sin que hagamos nada de nuestra parte para afianzarlos. A continuación describo someramente, las características principales de algunas ―enfermedades existenciales‖, tal como las ven algunos escritores. Vaciedad: Muchos son los que no saben lo que desean, ni tienen ideas claras de lo que sienten. Riesman dice que el hombre vacío "es el hombre que vive como si estuviera dirigido por un radar acoplado a su cabeza con carácter permanente que le dice lo que los otros esperan de él". Es, además, pasivo y apático y la

experiencia de ‗vacío‘ lo lleva a un sentimiento de impotencia para hacer algo útil en relación con su vida o con el mundo en el que vive. Esta situación puede decantar en la ansiedad y la desesperación, e incluso al bloqueo de las hermosas


70 cualidades que posee el ser humano, y terminar, por último, en la disminución y empobrecimiento psicológico y espiritual, o al sometimiento a algún autoritarismo destructivo. Soledad: Es un sentimiento que se traduce Como "un estar afuera", aislado; y en su desesperación, busca compañía que le hable, no importa lo que diga, pero que hable constantemente. La ‗soledad‘ nos pone en contacto con nuestro ‗yo interior profundo‘, y tememos enfrentarnos a él porque muchos no hemos desarrollado nuestras fuerzas interiores. Entonces nos cobijamos en la aceptación social, ‗el gustar‘, que tiene tanto poder, porque mantiene a raya los sentimientos de ‗soledad‘; rodea a la persona de una calidez confortable y la sumerge en el grupo, la reabsorbe. Ansiedad: Es un sentimiento psicológico que nos hace sentir como ‗atrapado‘, ‗abrumado‘, y nuestras percepciones, en lugar de agudizarse como defensa, al contrario, se vuelven por lo general, confusas y vagas. Depresión: "Noche oscura, agonía lenta., soledad absoluta, desgana infinita, tedio mortal" como nos lo dice el Padre Larrañaga. Es una enfermedad social en la que la persona cae en un colapso total, en medio de la desesperanza, el desamparo y la desventura. Encerrado en una prisión, vive el hombre con amargura, una sensación oprimente de inutilidad. Sus gestos son lentos y torpes y reflejan aflicción; su mirada se empaña; su voz monocorde, expresa sentimientos derrotistas y habla con vacilación. No ha sido mi intención enfatizar estas enfermedades que van convirtiéndose en pandemia, sino el que mantengamos una actitud atenta, ‗despierta‘, a las circunstancias dañinas que pueden aparecer claras a la vista, o encubiertas dentro de una hermosa caja de regalos envuelta en papel de colores. Y a todo esto, ¿qué virtudes poseemos para contrarrestar esa ‗nube de contaminaciones sociales‘ que nos invade, que se adhieren a nosotros? Muchas; las que el Señor nos regaló a través de su Espíritu Santo y que se aposentaron dentro nuestro en el momento del Bautismo: amor, alegría y paz; paciencia, comprensión de los demás, bondad y fidelidad; mansedumbre y dominio de sí mismo.

Estos dones, que como digo, poseemos todos los hombres aunque algunos no lo sepan y otros no comprendan su verdadera calidad y significado, son un verdadero baluarte para emprender una cruzada en contra de las fuerzas que llevan al ‗pecado‘, al sometimiento de los bienes terrenales. Estos últimos, gocémoslos, porque así lo quiso Dios, pero no nos dejemos sojuzgar por ellos. Entonces, ignorantes o desaprensivos de la calidad potencial del espíritu, ¿cuántas veces muchos de nosotros guardamos pensamientos y sentimientos egoístas y los adocenamos en la memoria? Llenamos nuestro corazón, por ejemplo, de rencores hacia todo aquél a aquellos que no nos reconocieron como personas, o que nos injuriaron, o que, simplemente, no se ajustaron a nuestro modo de ver y de sentir las cosas. Y en algún momento, tanto ha sido el acopio, que al final se desbordan y atacamos oral o físicamente a quién tenemos por delante, sorprendiéndolo en ocasiones, por la acción intempestiva, no adecuada, a la circunstancia que lo provocó. Sería mucho más provechoso aprender a oír en nuestro interior. Acudir al discernimiento que nos aconseja la elección, y ya en el conocimiento cabal de lo


71 que decididamente queremos para un enriquecimiento espiritual, bregar con la compañía de la ‗constancia‘ y la ‗perseverancia‘, que seguramente nos ayudarán a conseguir el logro propuesto. *

31- Amor y unicidad del ser Hemos llegado a un momento de nuestra historia de vida que nos permite, con mayor o mejor suerte, indagarnos, ‗‘vernos interiormente‘‘. Conocemos las virtudes y defectos propios de nuestro ser. Las capacidades que ponemos en acción, que son las que mostramos, y las que quedan escondidas y olvidadas en el interior de nuestra intimidad. Sabemos mucho de lo que no queremos mostrar a través de la personalidad; 1a ‗posición existencial‘ que hemos escogido; la congruencia o incongruencia entre lo que ‗pensamos‘, ‗sentimos‘, ‗decimos‘ y ‗hacemos‘; qué emociones naturales manifestamos y cuáles son los "rebusques" que usamos en las inauténticas; los "juegos psicológicos" a los que estamos acostumbrados e incluso la impronta de los mensajes y mandatos que quedaron impresos en la mente. En fin, todo lo que condiciona nuestra conducta. Ahora, con todas esas potencialidades, ya sean positivas o negativas, nos ponemos en relación con el mundo de las personas y de las cosas. Pero, en este punto, hay algo que todos queremos y necesitamos indispensablemente para mantener la unicidad de nuestro ser: que nos reconozcan y que nos amen. Esta es la meta existencial de todo hombre, todo individuo, toda persona, y que marca la incógnita de su paso por el mundo terrenal. Sin embargo, el ‗ruido‘ y el estado de letargo del que nos cuesta salir, nos ciegan y no nos dejan ver el camino que, convenientemente equipado, no presenta dificultades para transitarlo, sino -al contrario- está lleno de luz y de praderas de verdor. Y quién lo recorre, siente la plenitud y el gozo que inunda todo su ser, y comprende al fin que, aún con los entorpecimientos que a menudo se presentan en su trayecto, él puede sortearlos y llegar a la meta, con la alegría de no haber vivido en vano. Entonces, ¿no es mejor usar de todos estos atributos que como hijos de Dios recibimos cada uno de nosotros? ¿Para qué empeñarnos en crear jerarquías y menospreciar a aquellos que consideramos en una escala inferior? ¿Qué nos mueve a criticar y a condenar a los demás? Seamos humildes, sin perder la dignidad, y seámoslo, pero no como aquellos falsos humildes vestidos con roídas ropas, a los que Sócrates los increpaba diciéndoles que la soberbia les salía por cada uno de los agujeros de su ropaje. Recordemos: dirigirnos a otra persona requiere dulzura, simpatía, honestidad, y por sobre todo, un gran caudal de comprensión, respeto y amor. Seguramente si así nos comportamos, recibiremos el eco de nuestra actitud. Aunque también puede ocurrir lo contrario, porque la persona puede estar profundamente lastimada y ‗mostrarnos los dientes‘, en lugar de responder con una sana adecuación al buen estímulo nuestro.


72 Como hemos visto en capítulos anteriores, el ser humano es muy complejo, y el recorrido por la vida puede crearle una coraza difícil de penetrar, pero el ‗antídoto‘ que es el amor, supera el efecto de cualquier ponzoña. * 32. Amor unitivo El amor unitivo refleja en nosotros una vocación, un impulso vital que nos mueve a amar a los demás, como lo hacemos con nosotros mismos. Amarnos a nosotros mismos, es una condición "sine qua non‖, porque si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos amar a los demás. Y ese amor no está contaminado con el ego, porque surge impetuosamente de lo más profundo de nuestro ser, de las fibras más íntimas, ya que impregna todo: el cuerpo, la mente y el espíritu. No es un amor egoísta que persigue un beneficio por nuestra parte, aunque tan sólo sea una alabanza. Más bien se manifiesta en un ‗yo-tú‘ o ‗yo - todos‘, casi siempre sin palabras, con hechos. Beethoven, Mozart, Bach, Miguel Ángel, Rodin, Shakespeare, y muchos otros artistas y hombres de ciencia dejaron su estela imborrable sin que dijeran expresamente : "Hago esto para que este testimonio que les dejo, sea el recuerdo sempiterno de que los amé mucho". No fue necesario. Tampoco el amor unitivo es efímero, porque está embebido en el ‗agua espiritual‘ que jamás se agota. Trasciende al hombre aún después de su muerte corporal. ¡Es tan grato el deleite que produce el ofrecer amor como el de recibir amor! Y también es saludable rechazar todas aquellas manifestaciones que nos descalifican, nos desvalorizan; que son agresivas. Pero seamos ecuánimes y sepamos diferenciar aquello que ofende nuestro ego, nuestro yo personal orgulloso y vanidoso, de aquello que lastima nuestro ser más íntimo, espiritual; que es caudal de las potencialidades más puras. Ese sí, defendámoslo porque es el continente más misterioso, más asombroso, maravilloso y significativo que tiene el hombre. *


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33. Tecnicismo y fanatismo En este capítulo, voy a referirme a dos situaciones que inciden notablemente en la actitud que asume el individuo ante el mundo que lo rodea. Me refiero al ‗‘tecnicismo‘‘ y al ‗‘fanatismo‘‘. La técnica, en el momento actual de nuestra cultura -no nos cabe dudasha alcanzado un nivel tal de superación, que me atrevería a decir que colma, en muchas medida, la capacidad de asimilación del individuo. En tal sentido, nos vamos acostumbrando a usar de ellas, de tal modo, que quedamos enredados en sus mallas. Y, al final, nos hacemos, en muchas ocasiones, ‗esclavos del producto técnico‘- Esto, ya lo vislumbró Ernst Jünger quien, en el año 1932, diseñó un perfil del hombre moderno, sujeto a las vicisitudes que debe enfrentar. Este autor parte ya de la aceptación como un hecho, de la ‗desindividualización‘ del hombre en la sociedad y dice que "deja de ser ‗una persona‘ para convertirse en el ‗tipo‘-. 0 sea, que la técnica se transforma en el agente "destructivo de toda fe en general" y del "poder anticristiano más decisivo hasta ahora existente." Por eso, "en todas partes donde el hombre entra en el círculo mágico de la técnica... se convierte no sólo en sujeto de los procesos técnicos, sino en su objeto. La aplicación de los medíos técnicos acarrea, como consecuencia, un estilo de vida muy determinado que se extiende tanto a las grandes como a las pequeñas cosas de la vida".

Ahora bien, sin poner un acento tan dramático y apocalíptico, creo que es necesario para la profilaxis de nuestro espíritu, que convengamos en que la ‗técnica‘ la creó el hombre para su beneficio, pero que debe administrar el producto derivado de ella con sabiduría y ecuanimidad, a fin de que éste no se convierta en agente tiránico que atente contra su integridad, sino que le sirva de aliciente para llenar espacios de utilidad y necesidad, de comodidad y goce, a los que el ser humano también está llamado. Así como el ‗tecnicismo‘ va absorbiendo en mucho las cualidades de libre expresión, para atraparnos en sus cautivantes redes, también existe paralelamente, otra causa de congestión en nuestra vida activa; y es el ‗fanatismo‘. Este fenómeno tiene viejas raíces que se arraigan en la necesidad del hombre de encontrar algo o alguien con poder en quién confiar y a quién rendirle culto. Y en esa veneración fetichista hacia un dios forjado a nuestros deseos y semejanzas, perdemos la compostura, nos desaforamos en expresiones emocionales, y nuestra realidad espiritual se va desdibujando y perdiendo su protagonismo. Nos ensalzamos en frenéticas expresiones de goce, alegría y lamentaciones fuera del tono equilibrado, que llevan, muchas veces, a la extenuación. El fanático reduce todo a su objeto de adoración. Es sectarista, y al


74 ser poseído por su ídolo, es capaz de cualquier extremismo peligroso e incluso perder su vida o atentar contra el otro, con tal de defenderlo. Sabemos que el hombre se consubstancia con la Naturaleza. De ella recibe continuos beneficios. Los árboles le oxigenan el ambiente haciéndolo más saludable. Por otra parte, le facilitan la madera que crea una vasta industria para su provecho personal. Y con la madera hace fuego para cocinar su comida y para calentarse. Pero también la usa -y ahí está su falla- para hacer tallas de falsos dioses a los que idoliza: se agacha, se tira al suelo y clama sus desventuras. Para aquellos que así actúan, Isaías, capítulo 44, dice: "Esos hombres no saben ni entienden. Sus ojos están tapados y no ven; su inteligencia no se da a 1a razón. No reflexionan ni son capaces de pensar o entender y decirse o preguntarse: ¿me voy a agachar ante un trozo de madera? Esto que tengo en mis manos, ¿no serán puras mentiras?".

Pero cuando el ser humano se abre espiritualmente a la Naturaleza, todo cambia: los árboles son más verdes, las flores más vistosas, los frutos más fragantes y gustosos. Porque allí, sí, está Dios con todo su esplendor y magnificencia. Y el regalo que recibe de Sus manos es lo más hermoso que el hombre pueda concebir, y Su presencia lo mueve a reverenciar todo lo que de Él viene. *


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34. Ensimismamiento - Alteración - Stress Me vino a la mente una reflexión de Ortega y Gasset sobre el hombre y el animal, a propósito de una visita que él hiciera al zoológico, y donde le adjudicaba al uno la capacidad de ‗‘ensimismarse‘‘ y al otro, la de ‗‘alterarse‘‘. Indudablemente, en esta doble relación, la seguridad se constituye en un agente de composición. Gracias a ella, el hombre creó el espacio necesario para concentrarse en sí mismo. En tanto el animal, justamente llevado por la fuerza de sus instintos, debe procurarse su alimento y protegerlo de los otros, y además, protegerse de sus posibles ataques, lo que lo mantiene en un casi constante estado de ‗alteración‘. En principio el asunto, visto desde esta óptica, parece razonable. Sin embargo, la sociedad actual, en cierto modo, ha revertido el modelo citado. Es decir, el animal -me refiero al doméstico- está más resguardado del peligro; tiene menos ocasiones de ‗alterarse‘ ya que lo cobijan, le dan alimento y hasta un personal especializado, lo lleva a pasear. E incluso, el animal salvaje, tan indiscriminadamente perseguido desde siempre, está siendo protegido mediante reglamentos y espacios vigilados, que impiden su caza en bien de la ecología. En tanto el hombre actual, ese sí que está ‗alterado‘, pese a la seguridad que se ha creado. Vive en constante defensa. Teme fuertemente lo contingente. Está alerta ante los peligros desconocidos y conocidos, tratando de conjurarlos. Desconfiado de todo y de todos. Empeñado en la competencia. Padece de la ‗enfermedad del miedo‘ que lo paraliza, le agota los dispositivos psíquicos de protección, y lo insume en el pánico, la angustia, la depresión. Todas ellas estresantes y disociadoras del complejo cuerpo-mente-espíritu. El ‗estrés‘ impide actuar convenientemente ante los estímulos externos, y le obnubila al hombre la capacidad de ensimismarse, que es la propiedad de verse dentro de sí mismo. Es notable comprobar cómo nosotros no alcanzamos a percibir la presencia del agente estresor llamado también ‗alarmógeno‘- Más todavía, si nos damos cuenta de su presencia, desacreditamos a veces su poder. 0 bien ¡convivimos con él!; nos acostumbramos a él. Sin embargo, esto no sucede con el interior de nuestro cuerpo. Él atiende a esa motivación. Pone en ejecución los recursos necesarios, adoptando una serie de medidas para vencer, o mitigar por lo menos, la acción deletérea del enemigo, lo que podría simplificarse con la frase "no se da por vencido‖. Aquí actúan estímulos nerviosos y hormonales que tratan de restablecer la "homeostasis" o sea la regulación o equilibrio entre el ‗debe‘ y el ‗haber‘. Y lo hace con mucha sabiduría y efectividad. Pero nosotros, psicológicamente, ¿lo acompañamos en su misión defensiva?


76 El ‗alarmógeno‘ es de estirpe tan variada, que en muchas ocasiones se nos desdibuja la medida de su potencial. Y éste ejerce su poder destructor, con toda comodidad. Entonces el organismo, que actuaba en acción defensiva al máximo, al no tener apoyo psicológico espiritual, se hace indolente: se somete al agente ‗estresor‘. Se abandona a tal punto que ¡hasta llega a ser intoxicado por esas mismas hormonas que en principio lo defendían! Y el individuo, reducido a tales condiciones, se muestra doblegado y en un estado de alteración o letargo, situaciones que están en total contraposición con la paz y serenidad para la concentración, la reflexión y el ensimismamiento, que son necesarios para la adecuación equilibrada de nuestra conducta. Tengamos también presente, que en la actitud estresante, figuran distintos niveles de gravedad, que van de estrés leves, a moderados y graves, teniendo en cuenta las circunstancias propias del ejercicio del cotidiano vivir y de la capacidad de cada uno para prevenir o resolver los problemas que trae aparejados. Nos acostumbramos a acumular en nuestro banco de memoria, ‗cupones‘ de resentimiento, de odio, desavenencias, envidias, antipatías y otras joyitas, y en un momento -insólito a veces- las sacamos a relucir. La miscelánea es profusa. Cónyuges que ‗no dan su brazo a torcer‘ porque ambos creen ser los poseedores de la verdad. El proverbial antagonismo jefe subalterno. Padres e hijos encasillados en un programa generacional, en el que, si ambos cruzaran a la vereda de enfrente, es decir, se pusieran en el ‗momento‘ del otro, podrían acceder a un mejor entendimiento. Todo esto nos ocasiona daños que se extienden y profundizan en los tres ámbitos: el corporal, el psicológico y el espiritual, y que a veces se tornan irreversibles. No obstante está en nosotros decidir ‗un cambio‘. En especial haciendo uso de la comprensión que es una condición propia del hombre y muy saludable. Que se hace ‗carne‘ en él, gracias a la experiencia de vida, sazonada con grandes dosis de caridad, humildad y amor. *


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35. Miedo - Ayuda Nacemos surgiendo del cálido útero materno. Vemos la luz y en principio nos enceguece. De la sensación muelle del líquido amniótico, pasamos a pulsar distintas temperaturas y a sentir presiones humanas que nos trasladan de un lugar a otro. Noche - día - calor - frío - bienestar - malestar. Nuevas impresiones y acomodamiento a las mismas. Somos, en los primeros tiempos, dependientes, porque no podemos trasladarnos a voluntad y nos adherimos fuertemente a aquello que nos ofrece seguridad: nuestros padres. Si ellos desaparecen de nuestra visión por un momento o a ratos más largos, a nosotros se nos hace como definitiva. Sentimos temor de pérdida. También, porque no los comprendemos: temor a los ruidos, a los seres que gritan y gesticulan. Y vamos acumulando miedos. Más tarde, cuando nos arriesgamos por nuestra cuenta, confiados en nuestras fuerzas, en la aventura que nos depara el conocimiento del nuevo mundo, nos martillean los ¡No! y presagiamos los temores de culpabilidad y al castigo. Ya, un poco mayores de edad, en ejercicio de nuestra libertad, los temores pueden hacerse más angustiosos. Temor al rechazo. Temor a las compañías. Temor al ridículo. Temor a la agresión. Y seguimos amontonando miedos. Por último, cuando nos sentimos totalmente independientes, pueden surgir, sin embargo, los temores en los momentos en que debemos asumir decisiones trascendentes o no. De esta manera se va produciendo en nosotros, un ahogo, producto de la ‗orgía de temores‘ que ya se sienten dueños de nuestra persona. Y, en lugar de acudir a nuestro potencial, nos vamos relegando en vasallaje ante nuestro señor y amo: el miedo, con sus múltiples cabezas. Todo esto, que semeja una sombría descripción de la evolución del ser, desgraciadamente acompaña a muchos hombres que deambulan por la vida con la espalda cargada, con semblante descompuesto y voz apagada, algunos; y otros, manifestando una falsa heroicidad con la que pretenden tapar sus miedos. Y así vamos acompañados del miedo a no gustar; a no ser amados, a la vejez, a la intimidad, al fracaso, a la libertad, al cambio y a la muerte. ¡Esto no debe ser así! Porque venimos al mundo terrenal con enormes capacidades para solventar los temores. Muchas veces ni las imaginamos porque, justamente, estos atributos no son producto de la fantasía, sino que son dignos huéspedes del espíritu. Y con el espíritu conectado con Dios, los miedos


78 desaparecen. "El Señor es mi luz y mí salud, ¿a quién puedo temer? Amparo de mí vida es el Señor, ¿de quién puedo temblar?.../ Si mi padre o mi madre me abandonan, me acogeré al Señor. Enséñame, Señor, el buen camino, guíame siempre por sendero plano, frente a mis enemigos. / Confía en el Señor, ¡ánimo, arriba!, ¡espera en el Sa5or!" (Salmo 27). "Aunque pase por quebradas muy oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo, tu bastón y tu vara me protegen"(Salmo 25).

Cuando sentimos miedo o estamos angustiados, desvalidos, menesterosos: pedimos ayuda. Ese pedido, generalmente mueve a la gente a la compasión y a ofrecerle el apoyo solicitado. Pero… ¡cuidado!, porque esa relación del ‗que pide‘ y del ‗que da‘, puede encubrir maleficios que obran en la parte inconsciente o consciente de cada individuo. Así, el que pide puede jugar a "víctima impostora" y desechar, paradójica y sistemáticamente, todas las soluciones a los favores que solicita. El que da, puede jugar también a "salvador falso" y ayudar a fracasar, para satisfacer su ego, o para cautivar y mantener en las redes, a su víctima. En esta dualidad del ‗que da‘ y del ‗que recibe‘, suelen ocurrir dos momentos. Uno, en el que ambos se complementan y se obtiene el resultado que los dos esperaban. Acá termina todo. El otro, en cambio, es más complejo, porque llega a suceder que el ‗ayudante‘ sobrepase su acción solidaria y no sepa, o no quiera, terminar con ella. Quiere decir que, lo que en principio resultaba favorable para la persona necesitada, ahora, en el tiempo, le produce un mal mayor. Y esto ¿por qué? Porque al facilitarle los recursos, le impide a esa persona que obre por sí misma, que recurra a sus propias capacidades, y la obligará, en consecuencia, a transformarse en un parásito con las apetencias de que todo se le dé servido; ya digerido. Entonces, toda ayuda genuina, debe proceder del corazón sano, convertido; centro desde donde el amor incondicional emana puro, destilado, con la sabiduría y el discernimiento que le ofrece el espíritu. El amor, que se prodiga a manos llenas, sin pedir nada en cambio. *


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36. ¿Deseo cambiar? Al referirnos al hombre en su constitución, desarrollo y perfeccionamiento, lo situamos en una actitud que puede ser activa, o pasiva, o indiferente, frente a la realidad. Esa ‗realidad‘ la damos por conocida y todo lo que de ella emana y nos promueve a condiciones duales de aceptación o repulsa, de confianza o sospecha, de apertura o retracción, con el cortejo de sentimientos que las acompañan. Sin embargo, no llegaremos a consubstanciarnos con la realidad verdadera, en tanto no le demos cabida dentro del núcleo de nuestro entendimiento espiritual. De otra manera, y ya en un plano negativo, el conocimiento será una utopía fabricada por el intelecto. En consecuencia, la integración mente-cuerpo - espíritu es absolutamente necesaria para encauzar el ‗‘sentido de vida‘‘ y alcanzar los más nobles propósitos que Dios le ha conferido al hombre: vivenciar el amor, el bien, la belleza y la sabiduría, y sentirlas muy nuestras. Así, el encuentro interpersonal podrá ser amable, armonioso y amoroso, porque en cada uno de nosotros anida el germen que lleva al afecto, a la aceptación, a la confianza y a la apertura, que nos traslada a una visión más agradable y sana en este mundo en el que nos toca vivir. Pero no podremos llegar a este ejercicio vital, mientras no refrigeremos nuestra alma, muchas veces cautiva de las aprensiones, ya que la renuncia a la vida-en-el-espíritu, bloquea el desarrollo del ser personal, suscitando estados de ánimo constreñidos a la tristeza, angustia y desesperación, nada favorables a los sentimientos de creatividad, y así seguiremos ‗dormidos‘ y nuestra vida transcurrirá como si nosotros no formáramos parte de la misma. ¿Hasta cuándo, entonces, seremos parte de esa vorágine que nos impulsa a caminar siguiendo un derrotero que no elegimos? ¿En qué momento diremos: ¡basta! hasta aquí he llegado; siento la necesidad imperiosa de cambiar de rumbo, de ser yo mismo quién dirija, quién administre mi propia heredad? Sí, amigos. Despertemos e indaguemos en la interioridad de nuestro ser. Rebelémonos contra ese ‗yo‘ que nos oprime, nos subyuga, y propongámonos „‟un plan de vida‟‟ dándole cabida a esa casi ignota partícula divina que humildemente tiene su morada en nuestro corazón. Esa esencia espiritual que promueve el amor y la libertad, signos distintivos que Dios puso en cada uno de nosotros para ser usados discrecionalmente. *

Cuando dos o más personas entablan un diálogo, en principio parece un simple cambio de palabras y opiniones, pero; ¡cuántos factores están en juego! Y


80 no necesariamente la charla tiene que fundamentarse en temas filosóficos o metafísicos para que surja la complejidad de los pensamientos y sentimientos que generalmente contiene la misma. Porque los estímulos y las respuestas que conllevan un diálogo, ya sea éste profundo o superficial, entroncan con elementos "a priori" que tenemos almacenados: estados del yo, emociones y sentimientos de toda índole, argumento de vida, valores morales y espirituales y roles determinados, según sea la calidad o cantidad de los interlocutores con los que tratemos. Por lo tanto, en cada pregunta o en cada respuesta, no podemos conjugar lo pertinente, si no hay, antes, un esclarecimiento de todos los factores enunciados. Una reflexión concienzuda acerca de nuestra conducta, puede llevarnos a la necesidad de un cambio que podría desembocar en una verdadera y hermosa conversión del ‗‘hombre viejo‘‘ al ‗‘hombre nuevo‘‘. Es decir, del hombre cuya vida le transcurre sin que él participe como conductor consciente de su protagonismo y sus consecuencias, a aquél otro ser sensible, amable, generoso, respetuoso del pensar y sentir de los demás. Que ofrece gratuitamente su amor oblativo a los otros seres sin pedir nada en cambio. Cuántas veces nos habremos dicho: ¿Por qué habré manifestado tal cosa? ¿Qué me movió a obrar de esa manera? ¿Qué sucedió para dejarme llevar por un arrebato que arrasó con la dignidad de la otra persona, y del que luego me arrepentí cuando ya estuvo el mal hecho? Y ¡cuántas veces no me importó, porque sentía que esa era mi índole y que debía ser solidario con ella! Sin embargo creo firmemente que cuando comprobamos que los demás se sienten afectados por nuestro carácter desapacible, o vengativo, o disociador; cuando nosotros mismos sentimos un regusto desabrido por nuestro comportamiento o actitudes, es hora de pensar seriamente en un „cambio‟, porque en esas condiciones antedichas, estamos desubicados como seres humanos en un recto sentir, en un recto pensar que, a la postre, es el verdadero testimonio de que nuestro paso por la vida terrenal no fue en vano, sino que se tradujo en un fiel reflejo de nuestra unidad como seres, medio hombre y medio divino que somos. ¿Qué requiere de nosotros la efectividad de un cambio? Primeramente el convencimiento propio de que es necesario que lo hagamos a favor de un equilibrio de la conducta psico-espiritual. Luego, apoyarnos en el coraje, que nos acompañará en todas las etapas de la determinación tomada. Por último, determinar el planeamiento que aclarará los significados del cambio. No obstante, los obstáculos son muchos y variados, y surgen en los tres puntos que convenimos. El primero puede ser saboteado cuando pensamos: ―¿Para qué cambiar? Que lo hagan los otros; yo soy así, es mi forma de ser. No creo obrar mal cuando me meto en la vida de los demás; sólo quiero ayudar‖.

El coraje también puede ser doblegado. Si los ‗mensajes internos‘ animan nuestro intento, bienvenidos sean, pero si provienen de ‗voces‘ que promueven nuestro desvalimiento, muy poco favor nos harán en el empeño. En cuanto al planeamiento, es muy importante no fijarse metas inalcanzables en corto tiempo. Ser perseverantes en el objetivo. Recordemos: “En la labor humana no es vano el afán ni inútil la porfía; jamás en el breve término de


81 un día, madura el fruto ni la espiga grana‖. Nuestro ritmo debe asemejarse al de la

Naturaleza: lento, pero seguro. No nos olvidemos que bulle en nosotros ‗‟mandatos‟‟ tales como ―apúrate‖, ―sé perfecto‖, ―complace a los demás‖, ―trata más‖, acompañados de otros que nos descalifican. Todos ellos, a la postre, nos impiden encauzarnos hacia nuestro propio ritmo que, por otra parte, es el que se ajustaría a nuestra dimensión como seres humanos. No somos robots ni superdotados. Somos, simplemente, hombres cuyo destino es el de brindar amor incondicional y ser felices. En la constancia del afán continuado, podremos desprendernos de todo aquello que nos ata con fuertes nudos a las cosas, y decidir nuestro propio destino. Sabemos que cada uno de nosotros tiene las capacidades necesarias para solventar los inconvenientes que en cada momento se oponen al libre albedrío, pero también poseemos la virtud de la mansedumbre que, salida a la luz, nos permitirá ver en perspectiva y comprender qué es lo que nos conviene. La integración representativa del ser humano en sus tres partes indivisibles, se hace tangible cuando alguna de ellas ‗nos habla‘ en su idioma: a veces de manera ostensible; otras, imperceptible. Porque, aunque cada una, ya sea el cuerpo, la mente o el espíritu acusen su propia autonomía, también es cierto que mantienen entre sí una vinculación tan estrecha, tan estrecha, que la motivación de una de ellas, repercute en las otras. Entonces, considerado el individuo ―per se‖, cada decisión, o iniciativa que él adopte, hace impacto en las demás personas, conmoviéndolas en distintos grados. Quiero decir que la vida es una sucesión de significancias entretejidas de tal manera, que la disposición de cada ser influye en la de los demás. En consecuencia, todos los seres vivientes, ya sean animales o vegetales, son receptores y efectores, recibiendo y distribuyendo en mayor o menor medida, las conmociones beneficiosas o malsanas. Entonces, estoy firmemente convencido de que el individualismo, expresado en la frase ― ancárselo solo‖, es una total patraña, y no nos hace ningún favor. Al contrario, perdemos de vista el rumbo y nos sentimos náufragos, ya que a nosotros nos cabe fijar la travesía para evitar el desaliento expresado por George Herbert: ―Una embarcación tambaleante que se estrella contra las rocas. – Díos mío, hablo de mí‖. La embarcación no se hace sola; tampoco los instrumentos de orientación: contamos con el aporte de todos, para atrevernos a vivir nuestra vida con la dignidad que nos da el ser depositarios del amor que Dios puso en cada uno de nosotros. Pero para ello, debemos hacer buen uso de esa ‗libertad interior‘ de que estamos dotados. Cuando decimos libertad nos solidarizamos con los conceptos de Rollo May que expresa: ―La libertad no es exactamente cuestión de decir ‗sí‘ o ‗no‘ a una decisión específica: es el poder de moldearnos a nosotros mismos‖. Es la capacidad para convertirnos en lo que verdaderamente somos:

seres muy especiales, en los que Dios puso su mejor y más cálido empeño. “Yo soy manso y humilde de corazón”. Si esas hermosas palabras arraigaran en nuestro corazón, y si con ellas, hechas acción, emprendiéramos una cruzada que llevara por emblema el amor… Si pudiéramos responder al agresivo con actitudes pacíficas… Si la miserabilidad que vemos en algunas personas nos permitiera observar nuestra propia interioridad y nos sirviera para ser más


82 indulgentes con ellas. ¡Cómo se refrescaría nuestro espíritu! Y ¡qué cerca estaríamos de esa plenitud que da la felicidad! * Hablamos de felicidad y tratamos de encontrar el significado que ella representa en nuestras vidas, y son tan dispares las respuestas… No obstante nos exigimos tras su búsqueda, porque en eso coincidimos: que es una necesidad indispensable para la armonía del ser humano. Muchos recorren el camino que lleva a la ansiada meta, pero no la alcanzan. La pregunta que surge es ¿por qué? Varios son los factores que inciden. Algunas personas se embrollan en atajos que les hace perder el derrotero. Son aquellos que se regocijan con lo inmediato: los lujuriosos, los apetentes de lo superficial, los adherentes a la idolatría. Otros saben cuál es el camino triunfal y lo recorren, pero en el trayecto pierden la orientación porque son cautivados por el brillo de lo fácil o de la contingente. Y por último, muchos creen firmemente que la felicidad consiste en alcanzar objetivos a corto, mediano o largo plazo, pero no establecen una adecuada tabla de valores. Lo que les importa es llenar su apetencia terrenal. Sin embargo, la ‗felicidad‘ es mucho más que eso. Es… es, en principio, comprender la potestad del hombre que se identifica como un ser único, irrepetible y trascendente. Que, además, posee la facultad de su libertad que decide por sí mismo. Y que la trascendencia de su vida temporal se produce únicamente a través de su ser espiritual que se ejerce con el amor. Y el que ama verdaderamente, alcanza niveles de felicidad cada vez más crecientes. *


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P A R T E III 37. El poeta que se extasía ante el poder divino Un poema de Fray Luis de León, ―Noche serena‖ que conociera en mis años mozos, me produjo una gran conmoción espiritual, que aún ahora perdura. Quiero recordar algunos versos con ustedes, mientras los analizo. Comienza por extasiarse ante el ―Cielo de innumerables luces adornado” y la ―Morada de grandeza, templo de claridad y hermosura‖. Y la armonía de los astros en movimiento. Se apena entonces de que al hombre no le llegue ese resplandor y que se resuelva a vivir en ―esta cárcel baja, oscura… de noches rodeado, en sueño y olvido sepultado‖. Lo concibe a ese hombre como ‗dormido‘, ya que no se da cuenta que ―con paso callado el cielo vueltas dando, las horas de vivir le va hurtando‖. Entonces, lo anima con un grito profundo que le sale del alma: ―¡Ay! Despertad mortales mirad con atención en vuestro daño: / ¿las almas inmortales/hechas a bien tamaño/podrán vivir de sombra y sólo engaño?‖. Y termina refiriéndose al espectáculo que nos regala el Cielo ¿Quién es el que esto mira,/y precia la bajeza de la tierra,/y no gime y suspira/por romper lo que encierra/el alma, y de estos bienes la destierra?/Aquí vive el contento,/aquí reina la paz: aquí asentado/en rico y alto asiento/está el amor sagrado/de honra y de deleites rodeado./ Inmensa hermosura/aquí se muestra toda/y resplandece clarísima luz pura,/que jamás anochece /eterna primavera aquí florece./¡Oh campos verdaderos!/oh prados de verdad frescos y amenos!/ ¡riquísimos mineros!/ ¡Oh deleitosos senos!/ ¡repuestos valles de mil bienes llenos!‖.

Todo este hermoso poema nos habla de la emoción profunda que siente el poeta místico ante la esplendidez del Universo presidido por Dios. ―El Reino de Dios está dentro de vosotros‖, -dice Jesús. Y en verdad es así, porque Él no solamente nos hizo a ―Su imagen y semejanza‖, sino que nos llenó de su Espíritu con los dones emanados de Él. Y más todavía, pudiendo sujetarnos a su arbitrio, nos dio, sin embargo, la libertad absoluta, que se centra en todo ser humano, para acercarnos a Él, fundirnos a esa Imagen o, en caso contrario, distraernos y acuñarnos solamente a las cosas terrenales. En la época en que empezó a germinar en mí la idea de Dios, recuerdo que no podía comprender que ligarme a Él me hacia libre. Creía que era lo contrario, y me sucedían estos pensamientos, porque, sencillamente, especulaba con el intelecto. ¡Qué inocente!; hacía una figura de Dios a ‗mi imagen y semejanza‘. Más adelante, pude darme cuenta de que, justamente me esclavizaba, en el momento que las cosas de la Tierra se apoderaban de mi libertad, apegándome


84 fuertemente a ellas. Y que ‗era libre cuando accedía a la presencia y acción de Díos en mi vida‟. Esa fue mi experiencia, y pienso que cada uno de nosotros poseemos la libertad de decidir uno u otro camino. Creo también que no estamos ―en un valle de lágrimas‖ porque Su compañía nos abre un camino de luz a la felicidad. A ese Dios, ante esa ―morada de grandeza, /templo de claridad y hermosura‖ que accede a nuestros requerimientos, ¿cómo acercarnos? Simplemente como a un verdadero amigo, como a un padre queridísimo, lleno de bondad. Sin fingimientos. Y con una apertura total de intimidad. Muchas personas creen que Dios se enoja por nuestros pecados, y lo único que pasa, es que se entristece, porque en el pecado no somos fieles a ese gran amor que nos dispensa. Y, en realidad, en el pecado no atentamos ingratamente sólo contra Él, sino contra nosotros mismos, contra nuestra integridad, contra nuestra unicidad. Nos separamos en partes, divorciadas unas de otras, autónomas entre sí. Y en ese desmedro, una de esas partes puede adquirir poder hegemónico y desmerecer a las otras. Jacob Burckhardt dice: ―El hombre, para ser tal, necesita de un poder al que pueda dirigirse, con el que pueda dialogar y ante el cual pueda apelar en las horas difíciles. Este poder es Dios‖. Yo, que estoy en un todo de acuerdo con su pensamiento, quiero agregar que no sólo el hombre debe apelar ―en las horas difíciles‖, sino también agradecer en los momentos de plenitud, la presencia de

Dios en su vida. ¿Cómo acercarnos entonces a ese Poder tan bondadoso y atento a nosotros? Por medio de la „‟oración‟‟. Pero esta oración no debe ser una mera invocación, un rezo, algunas veces nacida de flor de labios, sino algo que salga de la profundidad del corazón, con fe y amor verdaderos. El espíritu es el nexo que une al hombre con la caricia de Dios. En esa vía de comunicación, de comunión, no cabe la hipocresía, el rencor, el odio y otros muchos ‗pecados de la carne‘. Todos ellos impiden establecer un diálogo con Dios. El hombre posee un espectro tal de posibilidades, que hace de él la figura más maravillosa de la Naturaleza. Conoce muchas de ellas y hace uso, pero también abuso, de las mismas. Él es depositario de todas aquellas potencias que pueden enaltecerlo hasta la plenitud del amor, como también de las que pueden rebajarlo, humillarlo y someterlo a la esclavitud de la carne. En él se encuentra todo aquello que es correspondencia con Dios, es decir, el Reino de los Cielos. Pero también contiene el Reino del Infierno, como dijera William James. Posee la plena libertad de obrar bien o mal; amar u odiar; enriquecerse espiritualmente o someter en vasallaje a los demás. En él, en suma, se hallan todas la posibilidades, menos la de detener la muerte, cuyo signo es inexorable. Además conoce y está en contacto con Dios en cada instante de su vida. Porque el espejo de Dios en la tierra, es la Creación, la Naturaleza. El esplendor del nuevo día; el apacible ocaso… y el coro de las aves cantando su himno de la vida. La sucesión continuada de las estaciones con sus climas diversos. El entumecimiento que se produce en épocas álgidas y el florecimiento exuberante


85 de las plantas y árboles en tiempos de temperaturas cálidas. El agua que mana naturalmente de la tierra; que refresca, que limpia, que apaga nuestra sed, y que en forma de lluvia riega generosamente los campos para que fructifiquen todos sus frutos. El sol que da calor y vida y que marca el incentivo del trabajo fecundo, obra de nuestras manos. El rugir del viento de la tempestad, y la suave brisa que acaricia. El mar bravío e incontenible a veces; y de onduladas y tranquilas olas que se suceden rítmicamente, en otros momentos. Los bosques con sus árboles cuyo ramaje vestido de verde, oscurece a veces el cielo, entreverando la luz del sol, sin perder su exultante vitalidad. Las planicies que se extienden interminablemente y cuyo confín se pierde en el horizonte. Y los animales, todos, que cumplen fielmente los dictados de la Naturaleza, acompasando sus tiempos. Toda esta magnitud maravillosa nos presenta la Creación, es la manifestación de Dios, ahora y siempre, que muchos no sabemos ver, ni oír, ni sentir, obnubilados por los apetitos que nunca se sacian; por los miedos y por las incertidumbres. Por la rebeldía que marca la razón y la intemperancia; por la rigidez que oponemos a someternos a una energía superior a nosotros, que es, por otra parte, potencial de bondad, remedio que cura los males. Si lo comprendiéramos… Imaginemos que estamos frente a una gran orquesta sinfónica. Todavía los ejecutantes no están dispuestos para interpretar la música. Se oyen voces de cuerdas, percusión y de vientos. Todos ellos en un acto de afinación. De pronto, se hace el silencio. El Gran Director aparece en escena, y comienza el concierto. Cada instrumento, ya sea sólo o en conjunto con los demás, querrá hacer lo mejor de sí. Y a través de la música, nos sentimos transportados a las maravillas de la naturaleza terrestre y humana. Percibimos y nos emocionamos ante el amanecer de cada día, que, de un casi silencio, se va poblando de los innumerables matices armónicos que acompañan cada renacer, luego de una noche callada donde imperó la modorra del ánimo. Todo es luz ahora. Resplandecen las formas: los árboles, montañas, ríos y lagos. El chillido de las aves que entonan su canto al fulgor de algo, que no por repetido, pierde su majestuosidad: el día. Oímos el sonido agudo y transparente de las flautas y pífanos, que nos hablan de verdes campiñas, y más allá se destacan los arpegios del arpa con voces que semejan cascadas de fresca agua resbalando con impetuosidad por los cantos rodados hasta el lecho del río que, como una madre amante, las recoge en su regazo. Y el sonido monocorde, y a la vez alegre y puro, del humilde triángulo que se hace oír cuando las demás voces callan. Y los estridentes platillos que parecieran querer poner límites a la algarabía general. Y los timbales, en el fondo, con sus broncos sonidos. El ritmo, a veces frenético, nos conmueve y exalta. En otros momentos, lánguidos, nos sume en un estado anímico de paz y sosiego. Ante ese himno de alegría, nos sentimos dispuestos para acompañar toda esa vitalidad ardorosa del nuevo día. Nuestro cuerpo se llena de energía cálida, y nuestro ánimo se muestra óptimo.


86 Inesperadamente, y desde el fondo, comienzan a oírse los trémolos de las cuerdas: violines y contrabajos, que presagian un cambio. El cielo se va llenando de nubes grises. El ánimo, de la exuberancia anterior, se opaca. Surge la aridez en el corazón. La armonía se trastoca en disonancia. La calidez y el arrobamiento declinan y aparece la turbación que se convierte en miedo, intemperancia. El alma pierde su paz… Los trémolos de los instrumentos, son acompañados por golpes acompasados de tambores, y el desasosiego se agudiza. Pero, en el clímax que proponen los ejecutantes, aparecen nuevos timbres y sonidos, y otra vez fulgura nuestro espíritu. Así, de esta manera, en el corazón del hombre, se encarna la luz y la oscuridad. Y en los momentos de claridad, el hombre se transfigura y agradece al Gran Director, Dios, con su mejor melodía, la bondades y confianza que puso en nosotros. Sin embargo, en los tiempos de tinieblas, el sonido de nuestra alma no tiene resonancia, se hace lúgubre y temblorosa y nuestra sinfonía termina áspera y desarmónica: desafinamos. Es entonces cuando Dios acude presuroso a nuestra ayuda: ―Prodigioso y eterno es tu santo deseo de elevar, más y más, al hombre. Y aunque caiga, si se arrodilla ante Ti como un hijo pródigo, te inclinas sobre él con paciencia y bondad, diciendo: Ven, hijo, vuelva a la inocencia original, y yo te acogeré como un padre a su hijo‖. ―Permite que te alabemos, oh Dios… en todos los mundos que creaste. En las profundidades del fuego crepitante de los astros. Como las aves que gorjean, multicolores y ruidosas, que alegran la vista y el oído. En toda la redondez de la tierra, por todo lo que vuela y corre, nada y se eleva desde las profundidades‖. ―En todas partes está tu Amor, inescrutable e insondable…‖. (Fragmentos del Nuevo Salmo de la Creación).

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38- Niño y oración Si a un niño, su padre le hace un regalo que lo satisface plenamente, seguramente no lo recibirá en silencio y con expresión mustia, sino que se acercará a él con los brazos extendidos, y con una sonrisa radiante, le dirá alborozado: —¡Gracias papito! ¡Qué feliz me haces! Esa es la forma cómo expresa su alegría el que se acerca a Dios y le agradece los favores recibidos. Lo hace con la apertura de su corazón de niño, cándido y confiado. Lleno de esperanzas. Este es el principio de la ‗‘oración‟‟. Del hombre con corazón de niño, al Padre. Pero como el Padre es sagrado, necesitamos tener en cuenta algunos recaudos. Limpio de corazón, con honestidad, lo bendecimos, lo adoramos y le expresamos nuestro pedido. Y tras el momento que lo hacemos, ‗sentimos‟ que Él está obrando en nosotros. Sin embargo, en algunas situaciones, nos parece que Dios se mantiene como sordo a nuestra solicitud. ¿No será porque nuestro espíritu no fue preparado para llegar a Él? ¿0 que en nuestra oración a Dios no supimos manifestarle un pedido breve y claro? ¿0 que, partiendo de la premisa de que los ‗tiempos‘ del Señor, no son los ‗tiempos‘ del hombre, justamente, a juicio de Dios, no es el momento para satisfacerlo? Supe de una persona que, orando en voz alta, decía: ―Gracias, Dios mío; por no haberme satisfecho el pedido que te hiciera durante 15 años‖.

Se nos hace muy difícil comprender, desde nuestro entendimiento, que Dios ‗no es persona‟, aunque en los ruegos fijemos una ‗imagen de Jesús –Dios hecho hombre‘. La mente humana tiene limitaciones terrenales y temporales. Pero poseemos un don especial –la fe que traspasa toda valla por más tenaz, rígida, sólida, argumental o sofista que sea, conduciéndonos a la comunicación hombre-Dios. Y de este punto, desde la fe, aceptaremos pacientemente que el beneficio o los beneficios que pedimos, nos lleguen, se produzcan. Porque en nosotros existe una manera de ver las cosas que puede no coincidir con la de Dios. No porque Dios entre en el juego de la polémica con los hombres, sino porque no solamente es ‗mi Dios‘ sino el de todos los hombres del Universos. Y para satisfacer nuestros ruegos, al ‗mismo tiempo‘ lo hace con el de muchos; e infinitas son las motivaciones, algunas coincidentes, otras adversas, que se deben armonizar y que nuestro intelecto humano posiblemente jamás entienda, no por falta de inteligencia, sino simplemente porque es humano, limitado, aunque también posea algo de la divinidad que nos cedió Dios al hacernos a Su imagen y semejanza.


88 A veces pareciera como que no entendemos la respuesta de Dios. Y esto sucede porque el Señor no nos habla con palabras audibles, sino que usa distintos instrumentos que nos toca a nosotros descifrar: una imagen, una situación dada que se produce inesperadamente… Entonces, estemos alerta, porque seguramente Él nos colmará con su amor, momento a momento, aunque nosotros no nos percatemos. No perdamos la oportunidad del diálogo continuo, aunque sea por asuntos triviales, porque Él que no duerme; siempre despierto, se mantiene solícito y benigno, esperando algo de nosotros sus hijos, para ayudarnos en la desdicha o satisfacerse por nuestros logros espirituales.

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39. Experiencias de oración Si nos enfermamos, acudimos a aquellos que consideramos capacitados para ofrecernos ayuda. Así, ante una disfunción orgánica, vemos al médico. Si ésta se produce en el ámbito de la conducta, al psicólogo, psiquiatra o facilitador social. Y cuando afecta a lo espiritual, nos dirigimos al sacerdote, rabino, pastor, pope o comunidades religiosas. De tal manera podemos sanarnos de nuestros males, o no. No obstante, si sucede lo primero, puede ocurrir que en varias ocasiones sobrevengan recidivas, o sea el rebrote del mal. ¿Qué ocurre? ¿Hay fallas en los profesionales, o el hombre es un ser destinado a llevar consigo la cruz de la enfermedad? Con respecto a los profesionales de la salud, en ningún momento pongo en duda su idoneidad. Pero si no se adecua una terapia que abarque conjuntamente al hombre en su relación trinitaria cuerpo, mente y espíritu, la enfermedad persistirá.

El hombre esencialmente sano es muy difícil que exista, porque son muchos los elementos patógenos que lo solicitan y le restan salud. De acuerdo con un autor, el doctor William Parker, existen cuatro fantasmas establecidos cómodamente en nuestro contorno emocional, que causan disturbios en la armonía y la paz del hombre. Por otra parte, este autor realizó, allá por el año 1951, un experimento que consistía en lo siguiente: escogió 45 voluntarios de distintas categorías, sexo, profesiones y oficios, cuyas edades oscilaban entre 22 y 60 años. Fueron distribuidos en 3 grupos separados, de 15 personas cada uno. A un grupo se le pidió que durante el tiempo del experimento, oraran todos los días como ellos lo hacían por costumbre, pidiendo por sus males y necesidades, sin darle directivas precisas de cómo hacerlo. El otro grupo recibió psicoterapia solamente, sin hacer mención de la oración o de la religión. Y al tercer grupo se le instruyó ‗en la forma de orar‟, teniendo en cuenta también las distintas caracterologías psicológicas de los individuos. Al cabo de 9 meses que duró la experiencia, el resultado fue el siguiente: *Grupo de oración eventual: ningún progreso. *Grupo de psicoterapia solamente: 65% de progreso. *Grupo de terapia de oración: 72% de progreso. Más aún, los resultados indicaban que la ‗‘terapia de oración‘‘ aporta algo adicional a la psicología, algo necesario para completar el proceso curativo.


90 La estadística que acabo de mencionar, prueba, una vez más, que el ser humano se completa como individuo, mientras mantenga mancomunado su unidad cuerpo, mente, espíritu. Claro está que acceder al ‗espíritu‘ requiere una ardua y persistente labor en el tiempo, y así como Jesús dijo: ―El Reino de Dios está dentro de vosotros mismos‖-, William James, psicólogo y filósofo norteamericano, entiende que la inversa es “el reino del infierno” Y lo expresa así: ―El infierno futuro, del cual habla la teología, no es peor que el infierno que nosotros mismos hacemos en el mundo, cuando con frecuencia modelamos nuestro carácter en mala forma‖. Entonces surge nuevamente el Dr. Parker preguntándose: ―si los dos reinos están dentro de nosotros, en nuestras mentes o en nuestras conciencias, ¿no podemos acaso escoger el abrir la puerta de uno de ellos; o el vivir en el cielo, en la armonía y el bienestar, o en el caos, la confusión y el sufrimiento?‖.

Ante esa disyuntiva, me pregunto también, ¿es tan fácil abrir esa puerta? Y respondo, no lo es. Si escogemos abrir la puerta del espíritu, esa puerta no se abre ‗empujando hacia delante‘, sino que debe abrirse ‗hacia adentro‘; y esto requiere dar unos pasos hacia atrás, y en ese acto reverencial, dejar un espacio para dar lugar a la apertura. Volviendo un poco al principio, mencionamos al pasar los ‗cuatro fantasmas‘ que, según el Dr.Parker, son: los miedos, el complejo de inferioridad, el sentimiento de culpa y el odio. Estos espectros actúan como ‗pozos negros‘ en el alma, succionando todo lo bueno que poseemos. Es importante entonces que le dedique varios párrafos, porque ‗todos estos fantasmas están integrados en nosotros, en nuestra personalidad‘. Unas personas poseen alguno de ellos; otras, los cuatro. Y, de una u otra forma, en distintos grados de profundidad y extensión. Justamente, desde el punto de vista psicológico, algunos individuos manipulan a los demás, usando como armas el miedo, la culpa y el soborno. Otros, directamente, destilan el odio como ponzoña. El ‗‘miedo‟‟ puede diversificarse en distintos aspectos. Miedo al fracaso, miedo a confiar en los demás, miedo de hablar, de pensar; a la soledad, etc. Toma muchas formas y se presenta en estados de intensidad variables. El ‗‘sentimiento de culpa‟‟, cuando es normal, es decir, equilibrado, puede ser saludable porque representa un dique al desborde. Pero el sentimiento de culpa que continuamente llevamos a la oración, nos perjudica ostensiblemente, según lo afirma el autor citado. El ‗‘complejo de inferioridad‟‟ muchas veces se ‗esconde‘ en actitudes de aparente inferioridad. Katz y Thorpe, mencionados por W.Parker, marcan algunos aspectos, que denuncian este tipo de complejo. El ‗aislamiento‘ es uno: el individuo evita estar con otros y rehúsa participar en actividades sociales; busca estar solo. Otra es la ‗conciencia de sí mismo exagerada‘: se muestra reservado y le impacienta fácilmente la presencia de otros. También es ‗muy sensible a la crítica o a la comparación desfavorable con otras personas‘; o culpa y critica a los otros viendo en ellos rasgos o motivos que sería indigno que él tuviera. 0 se aplica todos los comentarios desfavorables y las críticas hechas por los otros. Otra manera, es la de ‗llamar la atención‘ esforzándose, mediante artificios burdos, que los demás se fijen en él. 0 bien, puede hacer uso del ‗afán de


91 dominio‘ tratando de gobernar a otros generalmente más jóvenes y más pequeños

que él, intimándolos con sus bravuconadas y desaprobaciones. Incluso puede volverse fanfarrón y jactancioso. El ‘‘odio” es el cuarto fantasma, y es tal vez el más peligroso para nuestra integridad, y el que cava más hondo en el corazón. Sus facetas son muchas y variadas, y entran en el ―reino del infierno‖, mencionado por W.James, aquellas personas que están impregnadas de ese demonio. Sin embargo existe un ‗antídoto‘ que es el ‗estado de felicidad‟. Así lo asegura Otto Friedrich Bollnow en su monografía ―La naturaleza de los estado de ánimo‖. Dice: “Un hombre feliz puede amar, pero no odiar; enfoques de odio eventualmente existentes en él son relegados por la alegría que le invade, hacía las capas subterráneas, o incluso extinguidos, cuando la felicidad es muy profunda‖.

Estos ‗‘cuatro fantasmas‘‘ que se enseñorean en nuestro yo personal, pueden ser condenados a desaparecer por medio de la oración, pues ella es el vínculo que empleamos para intimar con el amor de Dios. Pero las líneas de comunicación no son sencillas. En principio, la oración debe ser una ‗‘actividad cotidiana constante, porque de esta manera se establecen controles internos que comienzan a darnos espontáneamente, las respuestas que necesitamos‖. Además, debe ser ―un acto de entrega total verdadera, sin reservarnos nada, para crear un vacío e invitarlo a Dios que lo llene… porque es un Dios en quién podemos confiar, que está listo para llenar el vacío amorosamente con su bondad‖. Y todo esto ―se hace a través de una entrega tranquila, suave y confiada, de todas nuestras cargas y preocupaciones a un poder superior a nosotros.‖. También tenemos que “hacer de la oración algo positivo”, porque el inconsciente, nuestro ‗archivista ciego‘, ―siempre está trabajando, y lo hace en forma imparcial, impersonal; carece de sentido moral o de discriminación y no tiene otra alternativa que seguir nuestros dictámenes, ya sea que se trate de una rígida dieta de temor, de ansiedad, de sufrimiento y limitación, o de una dieta saludable de objetivos benéficos y felices. Quiere decir que ―si nosotros fomentamos la culpabilidad, el temor y el odio en nuestra mente consciente, el inconsciente reaccionará de conformidad con aquel‖. Ahora, si nosotros simplemente ―lo sacamos a la consideración de la conciencia sin modificar nuestros pensamientos y emociones, puede muy bien continuar su influencia aunque sin nuestra plena cooperación y sin nuestro perfecto conocimiento‖. Por eso ―la honestidad y la entrega son algo imperativo”. Y si ―nosotros mantenemos la fe, la esperanza y la caridad en el foco de nuestra atención, el inconsciente obrará de acuerdo‖. De este modo, ―la oración positiva nos sitúa del lado de la voluntad de Dios, trayendo y traduciendo de lo invisible a lo visible de nuestras vidas, aquello que implica santidad, perfección e integridad‖.

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40. Perdonar: condición divina del hombre Un requisito indispensable para que la oración sea efectiva, es „hacernos receptivos‟. Este es un punto muy vulnerable, porque requiere de nosotros una limpieza interior. No podemos tener acceso a Dios si estamos llenos de impurezas; si no nos creamos un propósito honesto, sincero, de ‗dejarlas fuera de casa‘ Y entre estas escorias, se encuentran las de agraviar a los demás y sentirse agraviado. El Padrenuestro que el cristiano repite en tantas oportunidades, dice en sus últimos párrafos: ―…perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden…‖. Y muchas veces no perdonamos a los que nos ofenden. Ni siquiera pedimos perdón por nuestra soberbia, maledicencia, encono, envidia. Sabemos por experiencia que es muy difícil perdonar. Pero ‗perdonar‘ es requisito primario para que Dios nos escuche. El Señor acepta que pequemos, porque el pecado es un desgraciado impulso del hombre; y el hombre posee la voluntad de decidir. Pero cuando nos arrepentimos sinceramente del pecado –sea éste de pequeña o gran magnitud- Él nos perdona y se olvida de que existió. No lo tiene inscripto en un ‗cuadernillo de ofensas‘. Nuestra tarea entonces, es reconocer honestamente nuestras faltas, nuestras impurezas, y hacernos el propósito de desalojarlas y de no reincidir en las mismas. La Biblia cuenta un caso muy aleccionador. Imaginémoslo. Jesús se encuentra frente a una multitud enfurecida que persigue a una mujer. Ésta se detiene aterrorizada, frente al Señor. Los acosadores declaran que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debe morir apedreada porque es una adúltera, ya que fue descubierta en ese acto pecaminoso. Jesús, serenamente, les dice: ―Aquel de vosotros que no tenga pecados, que arroje la primera piedra‖. Luego calla, se sienta y escribe con el dedo en la arena algo que se supone son los nombres de aquellos agresores que también pecaron con la mujer adúltera. Uno a uno se va marchando del lugar, silenciosamente, y solamente quedan Jesús y la mujer adúltera. Entonces el Señor se endereza y le dice: ―Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?‖ Ella contesta: ―Ninguno, Señor‖. Jesús le dice: “Yo tampoco te condeno. Vete y ‗no vuelvas a pecar en adelante‘”. Quiere decir que perdona, perdona de verdad, y al mismo tiempo exhorta a la pecadora para que no vuelva a reincidir en él. Tengamos también muy presente, que ―la comunicación con Dios tiene que ser una comunicación recíproca, un ‗diálogo‘, si deseamos recibir el beneficio


93 completo‖. ―Si deseamos respuestas profundas, mayor lucidez, un desarrollo y crecimientos continuos, es preciso que abramos nuestra conciencia y ‗escuchemos‘. Las respuestas de Dios son siempre naturales y normales, y en ningún caso, como una deslumbrante manifestación psíquica‖ Yo hablo y luego escucho silenciosamente y

con reverencia Su respuesta. Ésta, seguramente llegará. Nuestra mente consciente la percibirá: algo que nos dice, una imagen, una figura, un símbolo… Cuando se aborda el tema ORACIÓN, enseguida nuestro pensamiento se asocia a la idea de ceremonia, culto, rito, congregación de fieles. A mí me parece que si el hombre cree que existe un ser superior a él, que es omnisciente, omnipotente y omnipresente y a quién recurrir en los momentos difíciles, o agradecer en las ocasiones gratas, eso es suficiente para que sienta, por si solo, la necesidad de orar. Sentir en Él al padre y al amigo que jamás lo defraudará. Pero este hombre también debe aceptar que la vida y su existencia terrenal temporaria, es un misterio, y que él, como ser humano, pertenece a las dos dimensiones: la terrenal y la espiritual, las que deben conciliar para obtener un equilibrio justo. Arnol Gehlen opina que el hombre ―es un ser deficiente‖ ya que es su cruz la necesidad de decidir cada momento de su vida. Además, se encuentra con muchas presiones, intereses y tentaciones que le distraen el objetivo real que anhela, que cree que es lo cabal. Muchas veces, en su propósito, se acerca a gente con buen corazón y comprensiva con los demás, en la búsqueda de ayuda. Pero no por ello deja de unirse íntimamente a ese Ser Superior, en el que encontrará seguramente, refrigerio para su alma, porque la relación con Él se efectúa a través del Amor, y en ese amor hay pureza, entrega y resolución de perdonar a quienes nos lastiman, y perdonarnos a nosotros mismos por cuántas veces, sin querer o queriendo, herimos de hecho o de palabra a nuestros semejantes con los que nos cruzamos o convivimos. En la medida en que nos apartemos de los demás, de la gente, nos iremos quedando ‗solos‘. Y sentiremos el aletazo hiriente de la soledad. Y no nacimos para ser solitarios. Adán necesitó de Eva y ella de él, para subsistir; y fundaron una familia. Desgraciadamente esta unidad sagrada de amor, fue sacudida por la discordia y surgieron la soberbia y la envidia, y todo se vino abajo. Jesús dice con toda razón: ―El espíritu está despierto, pero la carne es débil‖.

La discordia se instala en el corazón y lo disocia, atrayendo la maledicencia, la envidia, la incomprensión. E investida con la túnica de la hipocresía y de la falsa modestia, hace su trabajo de enfrentamiento. Entonces, mientras más nos alejemos de los demás seres, hermanos nuestros, más cabida le daremos a la ‗soledad‘, que se infiltrará en nuestro interior, casi sin que nos demos cuenta, y actuará en su momento como lo hacen aquellas enfermedades orgánicas solapadas, que se instalan en nuestro organismo con muy pocos o ningún síntoma visible, y de repente aparecen como una ―enfermedad crónica‖. En este estado es más difícil la curación. En la soledad, nos encontramos cara a cara con los ‗miedos‘, que se adueñan del ser. Miedos que superan la capacidad de contrarrestarlos. No obstante existe, sí, un bálsamo que sana las heridas del alma, y éste es el “amor


94 oblativo”. Esta forma de amor requiere, para que se concrete, alcanzar dos requisitos indispensables. Uno: Amarse a sí mismo. Y el otro: Perdonar y perdonarse. La segunda Ley divina nos dice: ―Ama a tu prójimo como a ti mismo‖. Agrego: si no comienzas por amarte a ti mismo, no tienes qué darle al otro. Pero, ¡qué ocurre! Que cuando se propone el ‗amarse a sí mismo‘, casi, como un resorte, salta la suspicacia. Me digo entonces, si me amo a mí mismo, me envanezco, acaricio mi ego, me vuelvo narcisista, etc. Sin embargo esto no es así si se aplica correctamente el sentido de amor. Ya que yo, en esencia, soy una fuente de amor, porque fui creado por Dios que es Amor. Entonces no puedo rechazar semejante privilegio. Y el amor a mí mismo me permite que me purifique de todo aquello que pueda enturbiar la dignidad de mi ser. Bien. Reconozco que debo comenzar por ‗amarme a mí mismo‘ y me adhiero a este concepto. Sólo me basta impregnar a todo aquél con el que me relacione, del amor que está contenido en mí. Pero la corriente de amor puede estar dificultada en su cauce, por una obstrucción que no permite su libre fluir. Sucede algo así como la sangre que circula por una arteria. Si en esta última se hubiera instalado un trombo cálcico enquistado en su túnica interna, la sangre seguramente no podrá seguir libremente su curso, porque el calibre de la arteria se encontrará sensiblemente disminuido. En consecuencia, los tejidos orgánicos no recibirán el nutrimento necesario para un eficaz funcionamiento. Esto es lo que ocurre en el plano de los sentimientos cuando el amor está contenido, sin trascender, porque el hombre le da mayor crédito a su resentimiento, animosidad u odio, que a la apertura, a la plenitud del amor. La válvula que cierra el flujo amoroso del ser, es la incapacidad de perdonar. Para amar verdaderamente, debemos ‗perdonar‘: ésta es la condición primera y necesaria. La falta de perdón hace las veces del trombo cálcico patológico de la arteria, que achica el caudal sanguíneo benéfico para la salud espiritual. El perdón requiere de la persona, una gran fortaleza de ánimo y una fuerte dosis de humildad, y su ejercicio se plantea en distintos planos. Perdonar a aquellos que nos dieron la vida y no se ajustaron a nuestras expectativas. Perdonarnos a nosotros mismos de cuántas veces obramos consciente o inconscientemente en detrimento de los demás. Perdonar a aquellos que nos injuriaron, nos humillaron, nos lastimaron en lo más profundo de nuestros sentimientos… y tantas otras formas. También pedir perdón por aquellas veces que herimos a los demás. Superada esa fuerte barrera que nos impide el libre tránsito, seguramente el camino a la felicidad no será una utopía, y tampoco nos sentiremos tan solos. * Hasta acá he seguido un ideario que fue la unificación, en un cierto orden, de los pensamientos y conocimientos de varios autores, interesados en grado sumo, en la salud y felicidad del hombre, desde el doble enfoque psicológico y espiritual. Algunos de ellos fueron plenamente coincidentes con la forma de encarar estos propósitos; otros opusieron sus opiniones; pero el objeto principal


95 de todos, como dije, fue la búsqueda del bienestar individual y colectivo del ser humano. Mi intención fue, y es, ordenar los conceptos y agregar la experiencia que adquirí en los años, sobre estos temas de que me ocupo. Pero creo que todo esto no es suficiente. Y me explico con dos ejemplos. Yo puedo gustar de un deporte: conocer sus reglas, seguir el desarrollo del juego. Incluso criticar la labor de los participantes y, por supuesto, tener mi preferencia por alguno. También, mientras dura el certamen, exaltarme, gozar, amargarme, etc. Pero yo, individualmente, no estoy presente en el cotejo: soy un simple observador; ‗no me juego‘ ni me expongo, ni contribuyo mayormente a favor del triunfo o la derrota del cuadro deportivo o de los actuantes. Lo más que puedo hacer, es alentarlos. Ahora, imaginémonos en el segundo ejemplo: que ‗yo formo parte del equipo‘. En este caso intervengo sí, activamente, y la consigna es ganar. Empero esa determinación involucra aceptar que los del otro bando son rivales y que tengo que vencerlos porque no estoy solo y necesito responder a las expectativas de mis compañeros porque estoy involucrado en su grupo. Sin embargo, mi naturaleza interna me dicta: "no llevar por delante a los demás", "no masacrarlos", "no gozar con la derrota de otros". ¡Qué dilema si la situación la vemos de esta manera! Entonces sepamos distinguir entre lo que es un deporte, un juego, y lo que es nuestra presencia activa en el mundo, con sus problemas, el de las otras personas y el de las cosas que surgen continuamente y que merecen nuestra atención y respuestas. En el primer ejemplo, es una propuesta entre dos o más personas que acuerdan rivalizar siguiendo reglas preestablecidas y sabiendo, además, que en el final de la competencia, habrá vencedores y vencidos, según sea la preparación, experiencia y suerte de unos u otros. En el otro caso, la situación se hace sumamente compleja, porque dejo de ser un simple espectador de lo que acontece, para comprometerme ‗en acción‘, ‗en integridad‘, con los sucesos. Erraré o no en los resultados, pero yo estaré presente. Lo que ocurre en esta eventualidad, es que ‗los demás‘ no serán para mí rivales, ni mi objetivo será vencer, sino que los trataré directamente como hermanos, a veces tan necesitados o más que yo; que requieren de mi ayuda, aunque no siempre la soliciten explícitamente. En muchas ocasiones conseguimos templar nuestro espíritu e incluso auxiliar a aquellos que lo necesitan, y recibimos su gratitud: "Gracias a vos, ahora me siento mejor". "Gracias a vos, he tomado el camino correcto". "Gracias a vos, soy feliz ahora". Y esto no es así. No es ‗gracias a mí‘, sino gracias a Dios, porque yo sólo fui un vector de Su Gracia. Yo, compadecido de su desgracia, pedí fervientemente y con fe por él, y el Señor accedió a mi pedido. Porque la oración contiene tanta energía, que puede ser irradiada -a través de Dios- a otras personas. Que quede esto bien claro. Dios nos pide que amemos a nuestros hermanos, y en esa medida abre Su corazón a nuestros pedidos por los demás, los que son escuchados y aceptados, según Él lo crea conveniente.


96 El ‗‘factor humano‘‘ está presente y activo en la interrelación entre las personas. Incidimos en los demás y somos falibles a la acción de los otros. Esta propagación puede ser a la vez benéfica o malsana, según sean los móviles que la guían. Y aún así, en la bondad de nuestro propósito, podemos llegar o no, a la persona con la que nos relacionamos. Además la comunicación puede ser casual, transitoria o definitiva y abarcar a algunos que mayormente forman parte del grupo social de conocidos, de amigos o familiares. Ahora, cuando se trata de estos últimos, ahí se revela el individuo. De nada valen los ‗disfraces‘ o las ‗caretas‘ que podemos tener ordenados en algún armario de nuestra mente para ser utilizados en el momento preciso, porque la convivencia ‗destapa‘ todo ocultamiento de la personalidad. Cuando se trata de aquellos seres que componen la familia, aquellos con los que estamos tan, pero tan cerca, tiene un valimiento muy especial la honestidad en nuestros pensamientos y acciones; el amor que los dirige y la sabiduría y el discernimiento para llevarlos a cabo. Y aquí está nuestro compromiso, que en su ejercicio nos puede conducir a la alegría del amor consagrado. Quiero decir que esto se produce cuando nuestro ‗yo profundo‘ confirma su existencia en el otro, en otro yo, en un tú, en un acto de comunión. Ahí es donde se encuentra el sentido profundo del amor. Pero también podemos caer en un desvalimiento ante situaciones que nos cuesta absorber, que nos desborda y nos produce pena y desazón. ¿Qué hacer en estos momentos cruciales? Encomendarnos con más fuerza a la sabiduría y a la bondad de Dios, para que nos ilumine y envíe Su luz a nuestros seres amados. Que nos capacite para poder ayudar de verdad, con amor cristiano y con humildad. La oración se aparta de toda especulación filosófica o psicológica. Es algo que viene desde dentro, desde lo más profundo de nuestro ser, porque traduce la relación con un Ser infinitamente superior a nosotros. Sabemos cómo llegar a Él. Y esto requiere un ejercicio constante, como dice William Parker. Y de rodillas, como afirma el Padre Ignacio Larrañaga. Usamos de las palabras, que a ciencia cierta ejercen un poder fascinante, a veces hipnótico, y pueden conmover tanto al que las expresa, como al que las oye. Sin embargo, en muchas ocasiones, ‗las palabras se las lleva el viento‘ por su condición a veces efímera. Y donde hubo algo que ardió, pueden quedar solamente cenizas. No obstante, las palabras que llevan a la oración, adquieren un matiz, una profundidad especial, porque no son dictadas por la arrogancia y la vanidad de nuestro ego, sino por el consentimiento de nuestro espíritu en la fe. Y la fe no es hablar de Dios, sino es ‗hablar con Dios‘. *


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41. La curación por el espíritu En un capítulo anterior, mencioné -al pasar- que era muy bueno y necesario acudir al médico en tanto nos afligieran males y enfermedades que dañaran nuestra salud corporal. Y que así lo hiciéramos también con el psiquiatra, psicólogo o facilitador social, cuando las dificultades alteraban nuestros sentimientos y comportamiento, en este mundo tan difícil que nos toca compartir. Sin embargo, estas decisiones no fueron suficientes. Muchos lo comprendieron así y se dieron cuenta de la relación de reciprocidad que se produce entre los aspectos biológico y psicológico en el hombre. Así nació la medicina psicosomática que contempla la interacción entre lo orgánico y lo psicológico, en una conjunción englobante. Pero aún así faltaba algo que, no por ignorancia de muchos, deja de tener real importancia: la esencia y trascendencia espiritual del hombre. En la Biblia recordamos en el capítulo 38 del Eclesiástico, estos fragmentos: "Respeta al médico, pues tienes necesidad de sus servicios, y también a él lo ha creado el Señor. Porque en realidad, del Altísimo viene la mejoría, y la capacidad del médico viene de su soberano./ Hijo mío, cuando estés enfermo no te amargues, sino ruega al Señor y él te sanará. Apártate de tus faltas, endereza tu conducta y purifica tu corazón de todo pecado./ Enseguida, recurre al médico... no prescindas de él, puesto que lo necesitas. Hay ocasiones en que la salud está en manos de los médicos. Pues ellos también rogarán al Señor que les conceda la gracia de aliviarte y de sanarte para que recuperes la salud".

Todo nos dice entonces que, en salvaguarda de la salud del hombre, debe contemplarse la necesidad y el apuntalamiento de una nueva medicina, que ya emerge a través de algunos que así lo entendieron. Una medicina tridimensional que relaciona lo corporal o físico con lo emocional y psíquico y el ámbito espiritual. Esta medicina apunta hacia una sanación integral del hombre. Aún así, desde el espíritu comienza el proceso curativo. Lo que ocurre es que el enfermo tiene la imperiosa necesidad o compromiso, de poner de suyo gran parte de la decisión de sanar. "Apártate de tus faltas, endereza tu conducta y purifica tu corazón de todo pecado". Es decir, debe encarar un nuevo estilo de vida, un nuevo modo de ser y de actuar. No podemos dejarlo todo en manos del terapeuta. Por ello, me es imprescindible abandonarme a una fuerza más poderosa que la mía. Una energía de amor que me invita a despojarme de mi "Yo" tan prendido en mí,


98 que me hace ver la realidad desde la posición miope del ‗hombre viejo‘: ese hombre que siente la avidez de apropiarse de todo, sin darse cuenta de que, al ser propietario, se hace también esclavo de su propiedad. De esta manera, pierde la visión proporcional de la realidad: minimiza o sobrevalora los acontecimientos de acuerdo a sus temores o deseos. En consecuencia, ‗no puede ver‘ las cosas tal como ellas son, sino a la luz mortecina de sus ficciones o apetencias, empujándolo a vivir perpetuamente ansioso e inseguro… y surge la enfermedad. En este momento me hago estas preguntas: ¿Cuál puede ser la fuente primaria de ese mal? ¿Una disfunción orgánica? o ¿una equivocada interpretación de cómo son las cosas? Quiero decir, los sistemas biológicos que aparentemente funcionan en forma autónoma, ¿deciden por sí solo entrar en conflicto? ¿Mi pensamiento se desliga de los sentimientos, o bien soy presa directamente de los instintos? Porque está claro para todos, que la presencia de una úlcera duodenal puede comprobarse tan bien para el médico como para el que padece de ella. Está allí, instalada en el primer segmento del intestino, y ¡se hace sentir! Patentiza su existencia. ¿Qué la produjo? Podemos buscar causas de todo orden, pero al fin desembocaremos en la actitud que optamos ante las circunstancias que nos ofrece la vida. Veamos otras afecciones que se conocen, no tanto por su etiología como mejor por las consecuencias: los miedos, a veces terroríficos, sin una razón valedera. La angustia, que detiene toda acción positiva. La depresión, que nos hunde en el abismo de la muerte en vida. ¿Qué es lo que se descontrola? Yo creo que se produce un divorcio entre la psiquis y el espíritu. Y la psiquis, que es endemoniadamente voluble y poderosa, se apropia de nuestro ser, y nos hace ver una ‗‘realidad aparente‘‘, que tomamos por real. En tanto el espíritu, fuente de amor, más humilde, se relega a un segundo plano. De esta manera, las cosas no irán bien porque viviremos desde la perspectiva que nos proporciona ‗la personalidad‘, entidad adquirida, y sumiremos en la oscuridad, la esencia innata, el espíritu, razón de ser de la existencia humana. No podemos regir el incesante y sabio trabajo celular, ni determinar el orden biológico preestablecido por los genes, aunque algunos científicos intenten trastrocarlos, pero sí podemos influir sobre nuestra psiquis, para que ella, en un acto reverencial, sea condescendiente y abra el camino del alma, luz poderosa de energía bienhechora. E1 filósofo indio Sankara, afirma: "El hombre necio, se identifica con su cuerpo; el intelectual con su razón y su envoltura física; sólo el sabio que sabe discriminar, lo hace con su espíritu, su ser imperecedero".

Cuando hablamos del ‗‗ser espiritual‘‘, nos referimos a aquél que adquirió la destreza de ‗detener su mente‘. Sabemos que los pensamientos agitan la mente y entonces la energía del ser se transforma en parecer. En ese ‗parecer‘ se pierde la realidad; el hombre se distancia de su esencia y se dispersa de la unidad de ‗ese todo solidario‘ que es. Se dispersa en los esquemas del intelecto, y ya sabemos que el intelecto no actúa como fiel espejo que refleja algo exactamente igual a lo que recibe, sino que lo acomoda a su precariedad, a su apariencia.


99 ¿Cómo puede obtenerse ese ‗silenciamiento de la mente‘? ¿Desarmar esa obstrucción que opone el "yo" a la realidad de la persona? Purificando mente, sentimientos y emociones. Para ello nos valemos de la meditación, porque ella va más allá del pensamiento, de los conceptos, de las imágenes y del razonamiento. Así, se penetra en un estado más profundo de conciencia o de conocimiento ampliado, que se caracteriza por un profundo silencio. Es el "silentium mysticum". Un silencio de "contemplación" u "oración de quietud" que está caracterizado fisiológicamente por la gran amplitud de ‗ondas alfa‘, respiración disminuida, lo mismo que las pulsaciones del corazón y del metabolismo general. Técnicamente es el paso de un estado de conciencia a otro. Del estado natural de vigilia, que está asociado a la atención concentrada y al pensamiento activo de la mente dirigido al mundo exterior, y caracterizado por ondas cerebrales o ritmos de 14 a 21 ciclos por segundo llamadas ‗beta‘ para llegar al estado ‗alfa‘. Este último presenta las ondas más reposadas, de 7 a 14 ciclos por segundo. Constituye una focalización hacia el interior de uno, nuestra interioridad, que deviene a un estado de ‗‘conciencia relajada‘‘. Por cierto que involucra un área de motivaciones, de fe, de gracia y de quietud, que trasciende la simple experimentación científica. La meditación nos pone en contacto con el "Yo profundo‖, lo más genuino que poseemos, y a través del cual nos glorificamos con Dios, la única fuente de ‗agua viva‘ con la que saciaremos nuestra sed de amor, de templanza, serenidad y paz que tanto anhelamos. Por otra parte, ubicado el hombre en esta magnitud, se produce en él la clarificación de su significación humana, su referencia en el mundo: la vinculación estrecha, intima, que lo liga a todos los hombres del orbe, y el compromiso que de él emana, para ayudar a mantener el equilibrio biológico, psicológico y espiritual de los demás. *


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42. Potencia en la oración En nuestras actividades cotidianas, muchas son las ocasiones en que éstas están precedidas o acompañadas por determinadas ceremonias o ritos, que se hacen costumbre, confundiéndose con normas de convivencia. Nos presentamos ante los demás intercambiando un apretón de manos, un abrazo, un beso. Nos preocupamos por el estado de salud o de humor de otros, aunque a veces no pasa de un simple: -Y ¿qué tal, todo bien?", sin esperar respuesta. Tanto nos acostumbramos a simplificar o actuar automáticamente, que esas formas las llevamos al plano religioso, y a veces se confunde su verdadero significado. Por ejemplo, al pasar frente a una iglesia o antes de comenzar un asalto de boxeo o un partido, algunos se persignan así, como usando de un talismán, sin pensar que al hacerlo, en realidad es como dijéramos: "Yo me presento respetuosamente ante la presencia y la protección de la Santísima Trinidad, que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo". Cuando oramos, la oración puede surgir directamente como un torrente impetuoso, casi sin pensarlo. Pero la más de las veces, nos hacemos el propósito previo de orar; de ponernos en profundidad en presencia del Señor, y esto requiere una serie de pasos ordenados, que son, por otra parte, necesarios para que la oración tenga verdadera eficacia. Conviene aclarar que las reglas que expondré a continuación, enfocándolas desde el pensamiento de William Parker, no se ajustan solamente a la oración cristiana, sino también a otras formas de ‗abrir nuestro espíritu‘. * En primer término es indispensable "Aquietar nuestro cuerpo‖. Aunque casi no lo percibamos, toda la estructura corpórea mantiene una relación de trabajo continuo, sin descanso. El trabajo genera energía, y esa energía circula dentro del circuito cuerpo-mente-espíritu. Ahora bien, si tenemos en cuenta que, generalmente, el trabajo orgánico se efectúa en forma autónoma y silenciosa en el interior de nuestra estructura corporal, la energía exterior que emite, no siempre es traducida benéficamente por los circuitos mental, emotivo y espiritual. Por eso se hace necesario que serenemos pacíficamente el cuerpo material. Y de ahí la importancia suma de la relajación sistemática. La ‗relajación‘ exige un lugar adecuado, sin ruidos exteriores, tranquilo. También una posición, sentada o acostada, para ir soltando, aflojando, todas las partes de nuestro cuerpo, comenzando por la cabeza y terminando con los pies. Recién entonces estaremos en condiciones de continuar con el segundo paso.


101 Sosegado el cuerpo, es importante que "Aquietemos nuestra mente". Pasarán por ella innumerables pensamientos e imágenes que nos enviarán nuestro ‗yo personal‘ en forma desordenada y rápida, pero nosotros las dejaremos que se disuelvan y desaparezcan solas, sin oponerles resistencia. Al fin, conseguiremos ‗silenciarla‘ y estaremos en condiciones para acceder al último peldaño, que es, "Apertura del espíritu". Si desde un punto de vista simplista consideramos al hombre como una suma de todos los hombres que lo antecedieron desde que fue concebido como raza humana, no nos sorprenderá nada de lo que se refiera a él. Podremos así comprender que existan seres poseedores de una total abnegación y fe en algo superior a él; como así también a los partidarios del intelectualismo, que son refractarios a todo aquello que ‗no ven y tocan‘. Indudablemente existen fuerzas opositoras gracias a las cuales podemos discernir nuestra posición. Porque no conoceríamos la luz, si no hubiera oscuridad, ni el frío del calor, ni el blanco del negro, etc. Claro está que, en algunos casos, no es propio del sabio ‗aferrarse‘ fuertemente a algún concepto, en lugar de considerar la posibilidad de obtener beneficio a través de un consentimiento de los opuestos. Me explico: si una persona me resulta antipática, pero posee otras cualidades dignas de imitar, puedo dejar ‗separado‘ el sentimiento de antipatía, y gozar plenamente de aquellas otras cualidades. Aunque, algunas veces la antítesis de los opuestos es bien clara. Cuando decimos: "a la luz del espíritu", no podemos ni siquiera permitirnos una ‗penumbra intelectual‘. Volvamos al punto tercero: "Apertura del espíritu". Allí, no bien aquietados el cuerpo y la mente, nos abrimos a "la luz del espíritu". Una sencilla manera de entrar el ‗recinto del espíritu‘, que se nos presenta con sus puertas abiertas, es ir contando mentalmente de 7 a 1 con los ojos cerrados, imaginándonos que, a medida que lo hacemos, vamos descendiendo como si estuviéramos viajando en un ascensor l e n t a m e n t e, de piso a piso. No bien llegamos al número 1, estaremos en disposición de hallarnos con un Ser que lo asimilamos como sabio y poderoso. En ese inmaculado recinto espiritual, nos ponemos dócilmente y abandonados, en sus manos. Le pedimos ayuda en una actitud humilde y dispuesta, a nuestras necesidades, tanto a las que encontramos fuera de nuestro control resolverlas, como aquellas que se hallan en nuestro radio de fácil comprensión. Eso sí, mientras exponemos, clara y sucintamente nuestros apremios, y para que la oración tenga el efecto deseado, nos está vedado totalmente el intelectualizar él o los pedidos. Y además, debemos tener la total certeza de que estamos obteniendo el doble beneficio de ser escuchado y el que nuestros ruegos tienen la inmediata aprobación de ese Ser Superior. Además, algo ya repetido. Recordar que ‗nuestros tiempos‘ no son ‗los tiempos del Señor‘, y que no podemos hacer un Dios a nuestra altura. Terminadas de exponer nuestras necesidades, nos quedamos ‗en silencio‘ y en las imágenes positivas de cosas resueltas. Luego, nos despedimos alabando la magnanimidad de Dios, y, lentamente, contamos de 1 a 7, y cuando lleguemos a ese último número, abriremos los ojos y sentiremos, seguramente, un estado de placidez indescriptible, como si todo nuestro ser se hubiera renovado.


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43. Volviendo a la unicidad del ser Cuando nos referimos a la ‗‘unidad del ser humano‘‘‘, presuponemos que existe una verdadera afinidad entre los cuerpos material, emocional y espiritual. Sin embargo ‗padecemos‘, y el padecimiento nos hace infelices. Ahora bien, si entendemos que el ‗‘cuerpo espiritual‘‘ se mantiene indemne al mal por ser de extracción divina, las causas deben encontrarse en las otras unidades. ¿En el cuerpo orgánico? ¿En los disturbios emocionales y los pensamientos? Yo me inclino a determinar que el ingrato es el componente psicológico, comandado por el ‗yo personal‘. El ego, que guía nuestra vida, y que se nutre de lo que ve, oye, toca, huele y gusta, a través de las percepciones que recibe de los sentidos. También piensa y reflexiona, acompañado o no, de las emociones. Pero la realidad no la ve ‗cristalina, diáfana‘, si ejerce su acción ego...ístamente. Necesita de la ‗luz‘; en caso contrario, se mueve en tinieblas. Y no puede ser de otra manera, porque el ‗egocéntrico‘ lleva el sello del "hombre viejo", absorbido por el tiempo, que lo apura a caminar más aceleradamente que el ritmo que nos ofrece, silenciosamente, la Naturaleza. Este es el hombre expuesto a las radiaciones sociales nocivas. El hombre viejo, ‗no ve‘ con claridad porque, despierto fisiológicamente, en vigilia, sin embargo ‗está dormido‘ a la realidad de su mundo interior, tan rico y tan desconocido para él. Está como sofocado, porque respira aire enrarecido, y se obnubila pretendiendo estar ‗a la moda‘, a la ‗orden del día‘; ser complaciente a todo y a todos, frustrando así su libertad interior, su integridad, su condición de ‗ser‘ único e irrepetible. Pierde así los contornos. Se entusiasma y adhiere ante cualquiera que descuelle entre las multitudes, ídolos efímeros; y también se opone fieramente ante otros que también surgen de la ‗masa‘. Y en una u otra forma, toma partido. Y al hacerlo, imitando el sentir de los demás, declina su libertad de discriminar. "El camino se hace al andar", y mucho es el camino que debemos recorrer ‗despiertos‘, para no ser fagocitados y ser ‗uno más‘ en la campaña alienante en que está empeñada la sociedad actual. La vida en convivencia nos incita a movilizar nuestros potenciales, pero, como sucede con todo material que es usado, con el tiempo puede ‗desgastarse‘ en su brillo, su filo; enmohecerse e incluso romperse en partes, y terminar en pedazos dispersos. Valga la alegoría que hago entre lo vivencial y lo material.


103 Entonces, el ser humano, en contacto con otros seres humanos, puede enfermar su alma en distintos niveles. Y mientras su alma está afectada, no podrá quitarse el ropaje del ‗‘hombre viejo‘‘. Pero, ¡cómo!, ¿no dijimos al principio que ante los padecimientos "el cuerpo espiritual se mantiene indemne al mal por ser de extracción divina?‖ Sin embargo, acabo de expresar que ‗puede enfermarse‘. Trataré de explicar esto, que parece una incoherencia. Cuando nuestros ‗sentimientos‘ están enfermos, descomponen su participación en la conducta. Y sin embargo, seguimos viviendo orgánicamente, porque está alterada ‗una parte de nuestro ser‘. Lo mismo ocurre con nuestros ‗pensamientos‘. Cuando éstos desvarían, también conmueven la conducta; no obstante, seguimos creciendo biológicamente. Pero, tanto ‗sentimientos‘ como ‗pensamientos‘, están estrechamente vinculados con lo espiritual. En consecuencia lo ‗mancillan‘ aunque no nos demos cuenta. Acá viene la explicación: hieren solamente al cuerpo espiritual en la superficie, porque la divinidad de su esencia, se encuentra en el núcleo, patrimonio de Dios. Ahora bien, existen en el hombre dos facultades que son intrínsecas en él: el ‗don de la palabra‘ y la ‗libertad de decidir‘. ¡Qué hermoso es saber hacer uso de estas gratuidades! Pero, el alma, en muchos de nosotros, está embargada por ‗impurezas‘ tales como el odio, el resentimiento, el orgullo, la vanidad, la prepotencia, la avaricia, la ambición desmedida, los prejuicios hechos ‗letra escrita‘ y tantos otros morbos propios de la rama del Ego, del ‗egocentrismo como guía de vida‘. Sólo el "hombre nuevo" puede ‗ver‘ y ‗sentir‘ muy dentro de sí, porque está despierto a la luz del espíritu. Es como el ciego que recuperó la vista, según menciona el Evangelio de San Juan en el capitulo 9. Simbólicamente él era ciego porque vivía solamente tratando de subsistir, de llenar sus necesidades básicas, y cuando ‗se abren sus ojos‘, es decir, al darle Jesús la visión, le deja ver la Luz del Espíritu. Deja de ser ciego y comprende que la vida no estaba restringida a una realidad terrenal solamente, sino que existía una vida aún más rica, que se extiende no sólo en el plano horizontal, sino también verticalmente. *


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44- El hombre nuevo se transparenta Vemos ahora al hombre actual, denso, opaco, cargado de trastos inútiles, con muchos ademanes, exagerando toda manifestación ya sea en el aplauso, en el elogio, en la verbalización, en la acción. Manifestándose pronto a la critica, a la justificación de sus actos; que se vanagloria en la posesión. Y en contraste con él, este otro hombre que se va perfilando „‟transparente‟‟, que no hace sombra; que se lo ‗ve‘ en su interior, porque nada oculta. Que ama tanto a los demás, que no tiene necesidad de poseerlos, porque su gratificación se colma en el darse. Que se abandona a la protección y al amor divino de Dios, fuente de irradiación de su propio quehacer en la vida. Uno y otro existen en la comunidad actual y conviven ambos. El primero degradando su campo de acción, y el segundo, purificándolo en aras del equilibrio ecológico humano. Y no es el caso rechazar de plano una u otra significación humana, sino conciliar ambos en aras de una nueva calidad del ser, que goce sin desborde, que use de las cosas sin abuso, que respete el sentir y la libertad de los demás; que se desprenda de la máscara de la hipocresía y la mentira; que sienta la satisfacción de amar a sus hermanos en el espíritu, sin apropiarse de ellos para su beneficio. Este ‗‘nuevo hombre‘‘ existe y está entre nosotros, aunque algunos no lo conozcamos, justamente porque su humildad no hace relevancia en una sociedad ruidosa y con trampas. Ese nuevo hombre no es un beato ni un santo: es un ser integrado en sí mismo, valorizado en su cuerpo espiritual, despierto en todo momento. Que sufre también los embates de una comunidad desorientada; las humillaciones, las injurias, el desprecio, pero que su alma reflota y sigue siendo el mentor de sus sentimientos, sus pensamientos y su actuar. Que no busca cambiar a las personas porque, como imagen de Dios, respeta la libertad individual, aunque por obra de su propia „transparencia‟, purifique el medio interno de los otros seres, que intuyen -no todos- la imperiosa necesidad de también „transparentarse‟, para sentir la felicidad de dar sentido a sus vidas. *


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45.Ser nuevamente niños - Volver a las fuentes En el niño, simbólicamente, reside la pureza del ser tal como Dios nos hizo a la vida; esa pristinidad que poseían Adán y Eva hasta que, por no saber hacer buen uso de la libertad que les otorgó Dios tan cara al hombre, ellos pecaron con la soberbia, y perdieron su calidad de niños. El niño nace al mundo con una necesidad primordial, básica, imperiosa: la de ser amado, acariciado, protegido. Él, a la vez, se ofrece ante los demás en una actitud de aceptación e indefensión, tan propia del candor de la persona que confía en los otros y que no teme la agresión. Aunque esta situación de privilegio, desgraciadamente no dura mucho, porque, en la medida que se produce su crecimiento biológico y psicológico, van cambiando las cosas. Aparecen brusquedades y resquemores, que alteran ese tono apacible tan propicio para el amor y el respeto humano. Entonces, ese ‗niño primigenio‘ plácido, inocente e inerme, se va relegando y aparece bajo otra forma adulterada, incisiva, con deseos de posesión ya sea de cosas o de personas, no importa. El asunto es ‗apagar esa sed‘. Y esa sed nunca se sacia, porque la única fuente que provee de ‗agua viva‘ capaz de extinguirla, proviene del espíritu. Sin embargo ese signo originario no desaparece: constituye la base donde se irán concatenando, ordenadamente o no, los sucesivos ‗momentos‘ de nuestra vida posterior, que serán, en definitiva, nuestra propia historia individual. Por eso, reencontrémonos con ese niño nuestro de sentimientos castos y nobles, libre de mácula, quién será el que nos conducirá por la senda adecuada. No lo dejemos ahí, escondido en un rincón de nuestro corazón, como olvidado. Abramos la puerta del espíritu para empaparnos de ese manantial de agua pura. Aunque esa puerta permanecerá cerrada, mientras el hombre no atine a abrirla con la llave apropiada. Entiendo que el paso por la vida, para muchos nos fue y nos es, muy duro. Y en esa marcha, cuántos enlodamos nuestro ser y mentimos, injuriamos, nos vengamos, nos complacemos en el desborde de los sentimientos y actuamos como jueces de hombres, con la fiereza que otorga la falta de compasión hacia los hermanos, olvidándonos que todos somos nacidos del mismo Dios de bondad. El hombre es débil porque las tentaciones son muchas, variadas y poderosas. Y estas ‗contaminaciones‘ nos paralizan, nos dividen, nos substraen


106 de la diafanidad natal. En esta disposición, somos ‗ciegos‘ y ‗sordos‘ al espíritu, nuestro mentor, porque los ojos y oídos sensoriales creen reconocer la realidad y ven sólo una parte de ella, ya que se nos nubla la posibilidad de abarcarla en su totalidad. Pero si volvemos a las fuentes primarias, seguramente se ‗despertarán‘ otras vías más sensibles, más recónditas, que armonizarán nuestra condición carnal, porque están bajo el hermoso influjo del Espíritu, que clarifica y transforma nuestra manera de ver y sentir el mundo en que vivimos; y en la paz, el amor y la felicidad, hallaremos el ‗‘sentido de la vida‘‘. * Si ingerimos una golosina, un alimento, nos regalamos con su sabor. Incluso, a distancia todavía, sentimos el deleite que da lo gustado. De la misma manera nos regocijamos con todo aquello que impresiona la retina: lo armónico, lo bello... y en esa disposición, nos encontramos en sintonía con el hombre cabal. Estamos predispuestos a sentirnos óptimos, completos. A ver la vida de otro modo, con indulgencia... Se me dirá, ¿y todo a partir de una golosina? Sí, si se toma la golosina como atributo de aquello que atrae al hombre hacia la bondad, la verdad, la belleza y la paz del espíritu. Empero, desgraciadamente, existe la otra cara de la moneda, que asienta también en lo profundo del ser. Es lo que William James lo proclama como el "Reino del Infierno", y Jung, "la sombra". Es la parte oscura del ser humano: la fiereza, la maldad, lo velado de lo espiritual. Todas estas formas, listas para asomarse al escenario de nuestra vida, para sumirnos en el pavor de la tragedia y llevarnos a los nefandos jardines de la lubricidad. Si sabemos que existen, que se apoderan, como aves de rapiña, de nuestros tan valiosos privilegios como lo son la dignidad y la libertad, no le demos cabida a su protagonismo. Defendámonos de sus dardos ponzoñosos, cuyas heridas son difíciles de sanar. El espíritu como guía y la razón hermanada con el sentimiento, son nuestros baluartes. Amparémonos en ellos y entonces gozaremos de la dulzura de la ¡golosina¡ que Dios nos regala día a día, momento a momento. *


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46. Itinerario espiritual Si me intereso en hacer un viaje en automóvil hacia un punto prefijado, pongamos por caso, es posible que tome de antemano algunos recaudos que me faciliten la travesía. Por lo pronto, el estado general del móvil. Además, mapas, rutas, etc. Si soy muy previsor, hasta puedo informarme en la sección meteorológica, el pronóstico para el día de la partida, y más aún, la visibilidad, que me indicará si es normal (10 a 12 kilómetros), o estará disminuida por lluvias o nieblas. Acá quiero detenerme. ¿Hasta dónde alcanza nuestra ‗visibilidad‘? Es decir, si la idea la proyectáramos en un sentido longitudinal, ¿hasta qué punto podemos alcanzar a ver nuestra travesía por el mundo? Y ¿qué factores conocidos nos pueden acortar o disminuir el ‗índice de visibilidad‘? ¿Podemos empecinarnos en viajar con una niebla densa que aumente el riesgo de peligro de accidente? Creo que este tema del tiempo físico puede entroncar con nuestro tiempo vital. La longitud de onda del pensamiento humano seguramente es extraordinaria, lo sabemos, y puede dar salida a hechos inconcebibles, pero tiene un límite como lo tenemos todos en nuestra vida: la muerte. No es mi propósito que nos pongamos tétricos ante este hecho que fatalmente se produce. Lo que sí quiero destacar es que, a través de la inteligencia, mucho es lo que se puede obtener en la vida, pero existe una valla que el hombre no puede sobrepasar aunque siga construyendo la "Torre de Babel". Sin embargo, ¡aleluya!, muy dentro nuestro, independiente del raciocinio y de la inteligencia humana, existe un sendero lleno de luz, sin tinieblas ni desniveles; plácido y confortante que lo lleva al hombre más allá del camino conocido: hacia un encuentro espiritual con Dios; que ‗borra‘ todo lo contingente, lo abrupto, que quiera obstaculizar el amor y la felicidad plenas, que es, en definitiva, el sentido y objetivos del hombre en la Tierra. *


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47. Con qué llenar nuestra mochila Existen, bien los conocemos, aparatos domiciliarios que tienen como objetivo ‗medir‘ el uso del gas, la electricidad, el agua. Cuanto más gastamos, más pagamos. En cada uno de nosotros está determinar el uso moderado o el abuso de estos servicios públicos. Yo me pregunto: ¿hasta dónde ‗‘medimos‘‘ nuestras acciones? ¿Existe un dique de contención para cuando nos excedemos en odios, rabias, en maledicencia, en concupiscencia, en actitudes hostiles, en vanidad y en muchos de esos fluidos que contaminan nuestro mundo socio político y familiar? También, en ocasiones o como costumbre, nos propasamos en actos de libertinaje en detrimento de nuestros órganos corporales: comidas y libaciones desmedidas; excesos sexuales. Todos ellos a veces con ansia devoradora, hasta que recibimos el ‗fax‘ que nos dice: ¿qué estás haciendo con nosotros, tu fuente de vida? ¿Por qué? ¿No tienes compasión por ti? Sin embargo, así como podemos albergar tanta desidia bajo distintos disfraces, también mora en nosotros dos hermosas cualidades del ser: la honestidad y el amor. Con la ayuda de estos gloriosos elementos, podemos abrir el grifo totalmente, porque son servicios gratuitos que no necesitan ‗contenedores‘ o ‗medidores‘. Además nos llenan de una sensación de plenitud incapaz de igualar por otras vías, como lo hace el fermento, que aún en pequeñas cantidades, actúa por presencia, conmoviendo y transformando grandes cantidades de masas. ¿Hasta cuándo seremos enemigos de nosotros mismos? No creo necesario ser ‗un modelo de virtud‘ para ser virtuoso. Sólo necesitamos ser honestos con nosotros mismos y estar alertas y prevenidos al contagio de las ‗‘enfermedades del espíritu‘‘ como de las ‗‘existenciales‘‘. Acercarnos a la prudencia, sabia consejera, que está muchas veces allí, solitaria, como almidonada en un rincón. No estar tan atentos a acicalar nuestra figura para mostrarla a los demás haciéndoles ver lo que creemos que somos o lo que ellos quieren que seamos. ‗‘Ser‘‘ por sí mismo, cualidad que nos proporciona el amor, fruto exquisito que está a nuestro alcance, tan cerca que, aunque parezca paradójico, podemos pasar parte de nuestra vida, aún toda la vida, sin conocer a este poderoso incentivador del espíritu.


109 El amor es la llave que abre las puertas del espíritu y que nos descifra el enigma de la vida, tan próximo, y sin embargo tan alejado para muchos. Pero él está con nosotros, esperando pacientemente nuestro acogimiento. *

48. El hombre transparente sigue su camino Desde el principio, si tuvieron el interés y la constancia de seguir paso a paso los capítulos de este libro, pudieron ir vislumbrando el diseño de un nuevo ser humano, o mejor, un ser humano transformado y vuelto a su esencia. Que se muestra, no obstante, como un individuo común, no relevante como para ser una figura que interese al periodismo, o a la televisión o a la radio; que ni siquiera se destaca en la política o en la economía. Simplemente se lo percibe como una persona humilde, que ni busca y ni desea descollar entre sus congéneres. Tuvo, como todos nosotros, su propia historia aún no acabada. Pero todo aquello que fueron desdichas, flaquezas, errores, etc., quedaron atrás, en el tiempo y espacio. Pudieron dejarle cicatrices, algunas muy profundas, en muchos; pero ellas les sirvieron para calibrar su presente, porque ahora viven en un continuo presente. No obstante, si lo observamos más detenida y profundamente, veremos en él ‗un aura‘, digámoslo así, que se desprende de su figura y que lo enmarca como presencia de un individuo sereno, plácido, que tiene el don de saber escuchar, de hacer ‗silencios‘. Que siente genuina compasión y empatía por sus semejantes, y sabe perdonar, porque comprende la flaqueza humana y no la juzga. Que actúa con un amor desinteresado porque posee un gran respeto por la libertad del otro. Que no le teme a la intimidad, porque, justamente a través de ella, ``se transparenta`` tal como él es en realidad, ya que no tiene nada que ocultar. Y que, significativamente va abandonando ese ‗yo personal‘ que lo subyuga hacia todo aquello que es apego a las cosas, y se va centrando en su ‗yo profundo‘ que le conmueve las fibras más íntimas de su núcleo espiritual donde se encuentra el amor, y con el cual no sólo se solidariza fuertemente, sino que lo proyecta hacia los demás, porque él se ama como hijo de Dios -que es Amor, y su caudal es tan inmenso, que se desborda fertilizando lo que encuentra, como ‗ríos de agua viva‘. Pero no nos olvidemos que es un hombre, y en muchos momentos de su vida desfallecerá su fe, porque está hecho de carne, y vacilará por lo que ‗no ve‘, ‗ni toca‘, ‗ni oye‘; sin embargo inmediatamente resurgirá de entre esas vacilaciones, tal vez con más fuerzas. Recordemos que Jesús, hijo de Dios hecho hombre, en momentos antes de su muerte de cruz, dijo: "Dios mío, Díos mío ¿por qué me has abandonado? y, en


110 seguida, se ‗entregó‘ con las últimas palabras: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Este ‗abandono en la fe‘ no significa tampoco inacción, sino la prosecución de un apostolado que lleve la semilla, que impregne, que contagie a los demás con su amor verdadero. Y no estará tan lejos el Paraíso Terrenal. *

49. ¿Cuál es y cómo es ese camino? El camino es, justamente, el recorrido de nuestra vida terrenal. Si nos atenemos al viaje premeditado de cualquier peregrino, lo hará con cierta seguridad aunque su tránsito le resulte accidentado, ya sea porque es de tierra y levantará polvo acortando la visibilidad; o bien pedregullo, y el andar no se hará nada cómodo, con el peligro de que alguna piedra rompa el parabrisas de nuestro móvil. Otras veces el camino se hace aún más trabajoso y peligroso: quebradas, sinuosidades, ríos, apretada maleza, etc. Y en otras situaciones, se puede transitar por una ruta asfaltada, con buen señalamiento y con poco tráfico. Pero el camino espiritual del hombre no es un viaje ni muchos viajes. Es, directamente, un camino que él debe trazarlo en el momento mismo en que la decisión tome la responsabilidad (o no) de los riesgos en el trayecto, en el que muchas veces no se distingue el ‗horizonte‘. Y acá el miedo puede hacernos vacilar, o desencontrarnos o paralizarnos. Y así es cómo estaremos a destiempo con la vida que continúa inexorablemente su curso, instante a instante. El ‗‘hombre nuevo‘‘, el ―hombre transparente”, tiene la virtud de saber bien cuál es el camino y cuál el destino que lo lleva a su fin. Y no se siente defraudado; y se proyecta con gozosa alegría, porque no teme las contrariedades. Conoce bien a Aquel que lo ayudará en todo momento y que lo hará con amor, y así sobrellevará las desventuras que pueda sobrevivirle. Sabe bien que el hombre no es plenamente hombre hasta que descubre a Dios. Está animado de una fe que mantiene vivificado su espíritu. Fe que, como una brújula, le indica continuamente la ruta y no se pierde. Y en su tránsito, se nutre del pan del amor y del agua viva, que le calma y satisface, no solamente su hambre y su sed, sino que se le hace necesario regalarlo a cada caminante que encuentre, en ese tránsito que es un contacto directo entre el espíritu y la materia. *


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50. El hombre transparente conoce la meta Cuando el ser humano se propone penetrar en su interioridad, surgen enseguida, por los menos, dos preguntas concretas: ¿Quién soy yo? ¿Qué hago en este mundo? Varías son las proposiciones que han tratado de resolverlas. Comienza con la Filosofía, madre de todo conocimiento humano profundo, y le continúan ciencias afines que se apartaron de su progenitora y formaron nuevas disciplinas. Por mi parte, siguiendo sendas paralelas a la Filosofía y la Antropología filosófica, fui recorriendo -capítulo a capitulo toda la obra, despojándola, en lo posible, de tecnicismos que pudieran distraer la atención de lo que realmente me propuse. Así se sucedieron los distintos ítems que parecieran, en algunos momentos, como desligados entre sí, pero, sin embargo, han recorrido por distintas sendas la ruta que me interesaba. Lo que ocurre es que, como ya lo expresara, y no se le escapa a nadie, el ser humano es complejo y nos cuesta mucho encontrar la llave de esa puerta que nos llevará al discernimiento y a la felicidad. Creen algunos que con solamente encauzarse en la espiritualidad, ya visualizan la meta, y sin embargo no siempre es así, porque nos entorpece el libre tránsito, las ‗rocas‘ de lo psicológico. Otros prefieren efectuar una prolija revisión de su persona a través de la autorrealización por vía de lo psicológico, y no es malo el propósito, pero siempre falta algo si no abrimos de par en par la ventana de donde proviene la luz espiritual que nos iluminará. Tal vez, por nuestra condición de seres humanos atinando en la oscuridad, esta última senda sea la correcta, pero como una etapa inicial. Quiero decir: conocernos, entendernos y comprender a nuestros congéneres y al mundo. Saber usar en todo momento el < ‗argumento del amor desinteresado‟... y lo demás vendrá por añadidura. El "hombre transparente" representa la figura del "hombre redimido". Y así como Jesucristo por su Redención, nos libera del pecado y de la muerte, así, el ‗hombre nuevo‘, en su realización unificadora, establece una alianza entre los ámbitos cognitivos, imaginativos y afectivos, y el espiritual. Es decir, se desprende de los oropeles propios del 0hombre viejo0, conjugado y esclavizado por su Yo, su Ego, que lo oprime y le muestra una visión alterada de la vida, y se produce en él el portentoso milagro de la metamorfosis o metanoia por la cual se


112 sustancia y se purifica en las fuentes del alma -de su propio espíritu alentado y santificado por el Espíritu de Dios-. En este momento me pregunto: ¿La transformación del ‗hombre viejo‘, embargado en su yo personal, en el ‗hombre nuevo‘, purificado en las aguas vivas del espíritu, se produce en un instante, o a través del tiempo? Y, de una u otra forma, el desenlace ¿es definitivo o es un proceso de por vida? Yo me animo a creer que, salvo casos espacialísimos, para la mayoría de las personas, el ‗cambio‘ es paulatino, y se requiere de nuestra parte una fina percepción interior que nos esclarecerá la bondad de los sentimientos y pensamientos que guiarán nuestros actos. Por otra parte, nuestro enemigo, el ego, es muy poderoso y a la vez ladino, ya que llega a tender sutiles lazos invisibles que nos aprisionarán y nos mantendrán cautivos, mientras no invoquemos al Espíritu Santo para liberarnos. Por lo tanto, el ‗proceso de purificación‘, nos exige una atención de por vida. La estrategia entonces, no deberá ser la oposición lisa y llana ante tan fuerte adversario, sino una saludable y tesonera actitud, en la que prime el Yo Superior, alentado por el espíritu, sin que por ello se desmerezcan los frutos terrenales que nos unen a este Universo creado por Dios. *


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51. E1 tiempo del hombre Hablamos del ‗‘tiempo‘‘. Hicimos referencia a las "etapas de la vida" que entrañan momentos biológicos y psicológicos-biográficos inevitables tal como ocurre con el día y la noche: uno le sucede a la otra, sin que nada detenga su ciclo. También pusimos énfasis en la necesidad de que estemos ‗en guardia‘, vigilantes, ante las situaciones que nos acaecen; ante las circunstancias que enfrentamos, y las actitudes que adoptamos en las respuestas. Por otra parte, mencionamos que el ‗tiempo de Dios‘ no es el ‗tiempo del hombre‘, aunque en algunos momentos ambos coincidan. En cuanto al ‗tiempo del hombre‘, ¿podemos considerarlo solamente en el contexto del devenir de las circunstancias? Si lo estimáramos como un simple condicionamiento estimulo = respuesta inmediata, muy poco quedaría para la actitud reflexiva. Sin embargo, hay más. Por una senda paralela a la de las etapas de la vida, existe un tiempo de incertidumbre que indefectiblemente incide en el derrotero que llevemos. Un ‗tiempo‘ en que las expectativas de otros seres humanos están pendientes de nuestras reacciones y viceversa. Como si se produjera una ‗interacción callada‘ que, en muchas ocasiones, no se adecuan a las respuestas que los demás esperan de uno. Para entender mejor el tema, bastante complicado, me valdré de un ‗perfil socio-psicológico‘ de un individuo entre los 20 a 40 años promedio ya que, entre esos años, existe un equilibrio entre las fuerzas ascendentes del desarrollo y las de la declinación del mismo, que se acentúa hacia los 60 a 80 años. Todo esto se entiende si apuntamos a los parámetros que nos dan la curva biológica, acompañada de la psicológica-biográfica. Entonces, ¿qué significados existen en su vida? ¿Qué esperamos de él? * Enfoques más intelectuales, lógicos y objetivos. Organización de su vida, acompañada del cuidado del cuerpo y la salud. Inversión en el bienestar, ahorro. Contabilización con otros roles en cuanto al manejo del tiempo. Planificación basada en posibles progresos alcanzados en la carrera seguida. * En la pareja: mantenerla estable (ya sea noviazgo o matrimonio). Incluso, con ella, buscar soluciones conjunta de problemas, fijación de metas tales como: manejo del tiempo, roles, superación de prejuicios por el sexo que


114 se tiene. División del trabajo. Si hay casamiento, inserción en la nueva familia política. Nacimiento del primer hijo y el acompañamiento atento de su crecimiento. Integración de las amistades con la pareja estable. Mantenimiento de las amistades compatibles. * En el trabajo: intensa actividad de ‗arranque‘. Expansión. Metas ambiciosas y realistas. Afirmación de logros. Conciliación de la identidad con objetivos, normas y valores de la organización o trabajo personal. (Blakeney) Pero, a todo esto ¿qué ocurre? Que pueden no conjugarse estas posibilidades descritas, porque en el esquema general del crecimiento, se han detenido o retardado algunos aspectos, mientras que otros sí se asimilan a las perspectivas que ofrecían esas edades del desarrollo. Pensemos en este momento, en nuestra vida y los hitos que marcamos, asumiendo los distintos roles que actuamos: como pareja, cónyuge, padres, hijos, hermano, abuelo, amigo, etc. y notaremos cómo en algunos de ellos, nos encontramos como ‗desarticulados‘, como si en la situación que se nos presenta ya en plena madurez ‗rebobináramos‘ a un ciclo ya pasado y vacilante, como lo fue la época de la adolescencia, o también a etapas más antiguas, que no fueron llenadas debidamente en su tiempo. También, aquellos que son padres, que pusieron muchas esperanzas en sus hijos, y que éstas no prosperaron como les hubiera gustado. Quisieron, por ejemplo, que fuera buen lector: que se encaminara hacia una carrera universitaria; que ‗sentara cabeza‘ respecto a su vida sentimental, etc. y nada, o muy poco cuajó y se dio adecuadamente. 0 de los hijos, que esperaron mayor expresión de afecto de sus padres; el que les cumplieran con sus necesidades básicas (alimento, educación, protección, confianza); y el ser escuchado y comprendido en sus motivaciones y conflictos que surgieron en sus diferentes etapas de vida. Y, por sobre todo, el de ser amados. Pero también meditemos en la profundidad en que nos relacionamos con las demás personas, fueran éstas componentes directos de nuestra propia familia o amistades cercanas, a quienes les debemos amor, respeto y armonía. E incluso familiares indirectos y otros seres con los cuales mantenemos una relación a cierta distancia. En esta perspectiva, ¿cómo nos ven y nos sienten? Buenos, malos, simpáticos, antipáticos, nobles, aviesos, hipócritas, sinceros, vanidosos, concupiscentes, humildes, soberbios, espirituales... ¡y tantas otras formas que podrían detallarse! Como podemos observar a través de los gráficos que he ideado, interactuamos en distintos niveles: social, mental, afectivo y espiritual. Sin embargo, realmente, si nosotros nos desarrollamos espiritualmente en forma saludable, desde este ámbito llenaríamos todas las posibilidades para ayudar y ser ayudado con amor, compasión y sabiduría, y se nos abrirían los ojos para ‗ver‘, los oídos para ‗oír‘ ‗ el corazón para ‗sentir‘. El ser humano presenta muchas imperfecciones, y así como Dios sabe esperar que se concilien los distintos aspectos que hacen a la conducta humana, a nosotros nos cabe tener la paciencia ante los desajustes que se producen y


115 esmerarnos espiritualmente, ya que, con Adolf Portmann pensamos que "es el espíritu quien se construye el cuerpo".

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P A R T E IV 52. Introducción a los ejercicios de integración Los ojos, principales órganos con que nos donó la Naturaleza, ven constantemente dentro de las órbitas, buscando y captando aquello que se pone al alcance de su campo visual. Lo único que le ofrece valla a ese incesante giro, son los párpados que hacen sombra a los globos oculares. Aunque también puede suceder que, aún con los párpados abiertos, cuando nos concentramos en un pensamiento profundo, en ese momento, la vista se fija, se ‗clava‘ en un punto indefinido. ¿Qué captan los ojos? Figuras, colores, movimientos... y todo ello lo transmite instantáneamente a la mente, al cerebro, para que éste lo codifique. Es tan rápido ese proceso, que sobrepasa en mucho la atención que pongamos en los objetos de percepción. La visión alcanza lo real y lo irreal. Da forma a lo informe y desfigura discrecionalmente lo que ve. ¿Por qué todo esto? Porque la visión, tan sutil y grosera a la vez, está en total convivencia, como ya lo dijimos, con el cerebro, órgano de alquimia donde se forjan los pensamientos. De esta manera, los ojos vienen a representar el cayado, el lazarillo del razonamiento, ya que, en principio, el cerebro ‗piensa‘ lo que conoce, a través de la percepción visual. Empero, el intelecto no está tan desvalido como para ser ‗llevado de la mano‘ como a un ciego, porque su antigüedad es secular; lleva acrecentado en su interior, sumas y sumas de vivencias y conocimientos, que se fueron acumulando a través de las edades, desde que el hombre es hombre, y se siguen transmitiendo por los genes. Convengamos también en que no solamente ‗pensamos‘ y ‗sentimos‘ por los ojos, sino que se asocian, y enriquecen la percepción, los órganos auditivos y táctiles, por lo que los carriles se entrelazan entre sí muchas veces, y otras, actúan por la vía de preferencia, que es singular en cada hombre. Quiero decir con esto que algunas personas sienten y piensan por lo que ven; otras, por lo que escuchan; y otras, usando las impresiones táctiles. Ahora bien, en tanto las percepciones e intelecto se reparten los bienes del conocimiento, parecería que el ‗ámbito espiritual‘ quedara un poco fuera del festín. Como si se constituyera en un ‗convidado de piedra‘.


116 ¡Esto no debe ser así!-, ya que, justamente, el espíritu es el verdadero dueño de casa y se erige en el pilar de la sabiduría humana. Descubramos, entonces nuestro mundo interior, tan rico, con tantas facetas esplendorosas escondidas, como sucede con el oro, noble metal, engarzado en ínfimas cantidades entre tantas toneladas de piedra. El ‗ruido‘ y la confusión nos estremecen, nos conturban. Solamente a través de la relajación controlada, podremos acallarlos y crear un ámbito de silencio interior, imprescindible para establecer una cordial y armoniosa mancomunión entre las partes que conforman al ser humano. 53. Ejercicio de integración N° 1 Pongámonos en una posición cómoda. Brazos sueltos sobre los muslos, manos abiertas. Posición erecta de la columna vertebral, pero no rígida. Nuestra atención se dirige a la respiración. Inspiramos profundamente por la nariz y soltamos el aire lentamente, luego de un instante de mantenerlo en el abdomen Ahora: Inspiro... retengo... espiro. Inspiro... retengo... espiro. Inspiro... retengo... espiro. Cerramos los párpados y respirando rítmicamente, vamos aflojando todas las tensiones. Comenzamos por la cabeza: cuero cabelludo, frente, ojos, cara, labios contactando superficialmente; mandíbula suelta y lengua como flotando en la cavidad bucal. Extendemos la relajación hacia los músculos, tendones y órganos. Seguimos con la garganta, por fuera y por dentro. Hombros flojos... brazos... manos. Soltamos pulmones y corazón. Abdomen y todo su contenido. Cadera, muslos, piernas y pies. Ahora centramos nuestra atención en el cerebro. Múltiples figuras y pensamientos correrán por su territorio; dejamos que actúen por un momento; no le ofrezcamos resistencia. Que vaguen, se encuentren entre sí y se desencuentren... En este momento, abrimos la puerta del espíritu, atrayéndola hacia nosotros. Inmediatamente una fuerte luz, no enceguecedora, nos invadirá por dentro y por fuera. Inundados en la energía benéfica de esa luz, proyectamos la atención a nuestro cuerpo, yaciendo en una actitud lasa, serena. Nos vemos como si, por medio de esa luz, nos separáramos del cuerpo y lo distinguiéramos a distancia... Está allí, iluminado y transparente. Nuestros órganos, aparatos y sistemas biológicos, actúan armónicamente sin que uno u otro asuma la supremacía. ¡Qué hermoso espectáculo! Todos ellos trabajando en silencio y cooperando en la ayuda de las partes más necesitadas. Y la mente que los contempla como una madre amorosa a sus hijos, y el espíritu que lo rige, le da bienestar, serenidad y amor. Nos sentimos eufóricos y con una necesidad de ordenar en más, ese Templo de carne y espíritu que nos fue concedido a cada uno de nosotros. Unidad que se consagra en nuestro interior como una llama que nunca se apaga...y nos sentimos arrullados, acariciados, protegidos, por ese Ser Supremo, Dios, que no nos abandona en ningún momento. Que se entristece con nuestras penas, pero se alegra por todos los momentos buenos que pasamos. De su mano, entonces, vamos recorriendo las distintas etapas de crecimiento, desde que éramos niños hasta este momento... Ante el dolor que nos produjeron las motivaciones que obraron en contra nuestra; heridas que quedaron abiertas, supurando; con la compañía del Señor, perdonamos a quienes nos la infligieron. Pedimos perdón a todos aquellos a quienes lastimamos de palabra y de hecho, conscientes o inconscientemente.


117 Y con esa poderosa y divina fuerza que da el perdón, decidimos consagrarnos en el amor. Ese amor que anida en nuestro espíritu y que nos hace humildes, caritativos; que sublima nuestra dignidad como persona única e irrepetible... Ya, en este momento, nos sentimos reconfortados, felices y llenos de amor. Con este regalo como bastión, estamos en condiciones de proseguir con esta vida con mayor intensidad, y ofrecerla a nuestros semejantes y a todo ser creado por Dios. Entonces, vamos volviendo al momento actual, en un aquí y ahora, despidiéndonos del Señor que nos acompañó durante la visita que hicimos a nuestro interior. Abrimos los ojos, levantamos varias veces los hombros y los dejamos caer, y apretamos y aflojamos los puños. Flexionamos la cabeza... y continuamos con nuestra vida, con un sentido más pleno de significados.

54- Ejercicio de integración N° 2 Me sitúo en un lugar tranquilo. Me siento cómodamente con los brazos descansando sobre los muslos; la cabeza erecta, lo mismo que la columna vertebral, sin rigideces. Respiro pausadamente sintiendo que el aire que penetra por las fosas nasales es más frío que el que se expele. Cierro los ojos y dejo vagar los pensamientos por unos instantes... Ahora me veo caminando por una calle ligeramente iluminada... De repente la calle termina en la encrucijada de dos caminos. ¿Cuál elijo seguir? ¿Uno que se presenta fácilmente transitable, porque me son familiares sus características: señalamientos, numeraciones, gente, etc., y donde creo que no me perderé. Y en el cual poco arriesgo porque poco hago y doy. Donde soy reconocido por los demás, solamente por lo que quiero demostrar bajo la careta de mi personalidad? 0 bien, ¿me aventuro en ese otro camino donde descubriré aspectos casi desconocidos por mí? Yo los invito a que nos internemos en este último. ¿Cuál será nuestra primera sensación? Seguramente la de miedo de abrirnos a los demás. De no ser comprendidos. De ser usados. De perder nuestro potencial de defensa. Pero, si elegimos libremente ese sendero, sigámoslo valientemente. A medida que lo transitamos, encontramos, a la vera del camino, peregrinos de todas las nacionalidades, edades, sexo... en cuyas caras, entristecidas, se reflejan la gran necesidad de que nosotros abramos totalmente las puertas de nuestro corazón, y le brindemos ayuda, nuestro apoyo... ¡Imaginémonos cuántas de esas personas pasaron a nuestro lado pidiendo de nosotros comprensión, amor, reconciliación, esperanza... y nosotros las ignoramos, nos mantuvimos duros, inflexibles, insensibles ante sus necesidades y dolor! Las estamos viendo ... Este camino de apertura, nos permitirá rehacer hechos consumados y a consumarse. En la medida en que nos abramos; en que abracemos y consolemos a todo ser que pidió y pide ayuda, socorro, contribuiremos al equilibrio y a la armonía del Universo, y ese nuevo camino de aventura, lo recorreremos con alegría, porque no existe mayor satisfacción que la de ser dadores de amor. Notaremos en este momento, un gran cambio. Todos esos peregrinos cuyos rostros descompuestos acusaban pena, aflicción, desconsuelo, ahora los vemos distintos:.. Se muestran resplandecientes, alegres, esperanzados... y todo, ¿por qué? Porque dimos de nosotros gran parte de la riqueza de que estamos dotados: el amor.


118 Con esa plena satisfacción de saber que nuestra vida no transcurre en vano, vamos volviendo a la realidad aquí y ahora. Lentamente se van desvaneciendo todas esas hermosas imágenes últimas, que guardaremos en lo profundo del corazón. Abrimos nuestros ojos.

55- Ejercicio de integración N° 3 Nos ponemos en posición cómoda, con la espalda recta aunque no rígida. Las manos apoyadas sobre los muslos. Estamos conscientes de nuestro derredor, con los ruidos exteriores. Cerramos los ojos y comenzamos a ponernos en contacto con nuestro mundo interior, cada vez más profundamente. Pero para ello, empezamos a relajarnos de la cabeza a los pies. Soltamos los músculos de la frente, los párpados, la cara... Aflojamos la mandíbula: la lengua flota en la cavidad bucal. Relajamos la garganta por fuera y por dentro... Seguimos con los hombros, brazos, antebrazos y manos... Soltamos el tórax por fuera y por dentro. Los muslos, rodillas, piernas y pies… Tenemos frente a nosotros un gran espejo donde nos reflejamos totalmente. En él me veo por fuera y por dentro. Yo soy yo y mi cuerpo. Yo y mis características fisonómicas: cabeza, ojos, nariz, boca, dientes; altura, grosor, textura de la piel. Yo soy yo y mis actitudes ante lo que siento. Yo y mis estados anímicos. Yo soy yo y la manera de comportarme con los demás. ¡Tantas cosas componen mi yo... y en tantas partes se disocia...! Me imagino como un hombre ‗partido‘ en múltiples trozos y funciones. Y cada una de las partes adquiere energía propia. Así, me veo en un cuerpo que se desgasta momento a momento, porque lo instintivo, pensamientos y sentimientos, están ocupados de sus propios recursos. La actividad cerebral piensa en algo, mientras que lo anímico decide sentir por sí mismo. El organismo corporal actúa en sus funciones en total anarquía porque no hay recurrencia cerebral ni espiritual. Si todo esto que vemos imaginándolo, sucediera, la vida se extinguiría rápida y definitivamente... Pero esto no sucede así, porque todo nuestro ser necesita, para su existencia vital, de todas sus partes. Veámonos nuevamente en el espejo imaginario, pero, ahora sí, en una armonía perfecta. Visualizamos nuestro cuerpo recurriendo a las fuerzas instintivas para realizar su labor vital, y esto satisface a su dueño promoviéndolo a encarar cada instante de su existencia con el optimismo de que sus acciones son el producto de la unificación de todo aquello que la vida en sociedad se empeña en dispersar. Pensemos que todo lo que existe y vemos, aún cuando adquieren forma y color, no son más que energías que se unen, se entrelazan y compactan, y así, y solo así, podemos concebirla De otra manera no existirían. Entonces, nos vemos como un Yo completado. Ya no soy un yo-cuerpo, un yo-pensamiento, un yo-sentimiento, sino solamente un yo-homogéneo irradiando una gran energía que se extiende y se propaga a todos los demás seres, conectándolos a esa gran energía primordial, fuente de amor y sabiduría, que es Dios. Ahora, con la luz que irradia esa fuerza energética benéfica, lentamente vamos abriendo los ojos, moviendo la cabeza y bien dispuestos para proseguir con buena disposición de ánimo, el camino que tenemos asignado.

56. Ejercicio de integración N° 4


119 Siento la rigidez de mi cuerpo. Los músculos contraídos: piernas, brazos, tronco. Entrecejo fruncido, dientes y labios apretados. Un sinnúmero de ruidos exteriores que se entrechocan y se confunden con los ruidos internos: pensamientos, imágenes. Todo ello, consentido por mí, porque he perdido el dominio de mí mismo. Porque siento como que dentro de mí se hubiera producido una explosión de la que ni siquiera oí el estampido, y todo mi ser se hubiera esparcido en pedazos. Solamente tengo conciencia de ello. Pero ahora, fragmentado, estoy angustiado y como sumido en un sopor profundo. Sin embargo, ese no soy yo. Y decido, ahora, reintegrar esas piezas dispersas, a mi-todo. Comienzo por aquietarme. Relajo todos los músculos, desde la cabeza a los pies: recorro todos los grupos musculares... Aquieto mi respiración... En ese estado temporal de conciencia, comienzo a ver ‗‘los fragmentos de mi yo‘‘ esparcidos a mi alrededor y sé, positivamente, que si no los reintegro, habré perdido la paz, la templanza, el discernimiento. Me doy cuenta de que la vida no es vida, sin la unión mancomunada de todo mi ser, y que cada una de mis partes, ya sean orgánicas, intelectuales, espirituales, por sí mismas, separadas entre sí, tienen vida, pero les falta un nexo de solidaridad, sin el cual pierdo el <sentido de vida> Me <veo> como un ser etéreo desprendido del sostén y refugio de algo muy mío. Como si vagara, sin peso, en el aire, y me hago estas reflexiones: ¿cómo es que a partir de elementos tan simples como el carbono, nitrógeno, hidrógeno y oxígeno se constituyan los cromosomas en cuyo interior se encuentran esos misteriosos y fantásticos genes, verdaderos directores y a la vez humildes entes, que arman y desarrollan esa maravilla que es nuestro cuerpo? ¿El trabajo constante, ordenado y silencioso de los órganos. La cooperación que entre ellos se prestan? ¿El sufrimiento, muchas veces callado, ante nuestra ignorancia al no darles la atención que merecen? ¿El agobio ante nuestra incomprensión de exigirles sobre-esfuerzos considerables y sin embargo, que ellos, calladamente continúen con su labor? En fin, la desaprensión nuestra al no valorar debidamente, el milagro de esa estructura visible que es el cuerpo humano. En este mismo momento, me reconcilio con mi estructura corporal, ese extraordinario portento que nació y creció conmigo, mucho antes de que mi conciencia lo reconociera. Esa silenciosa y humilde labor de vida y significados. Lo asocio a mi ser personal incluyéndolo en mis pensamientos y sentimientos, como así mismo al núcleo espiritual. Decido entonces que tanto el cuerpo, como la mente y el espíritu, cada uno en su función y fundamento, tienen una presencia que no debo ignorar, y que merecen ser contemplados y respetados, ya que, vinculados estrechamente en su actividad, obran en mi beneficio. Y desde este instante, despierto a la vida con una visión distinta. Mi ánimo se sosiega. Siento que los músculos se han relajado y están prestos a obedecer blandamente a mis necesidades. Todo está calmo en mi interior y me siento como atraído a la benevolencia, a la comprensión por las desventuras de mis hermanos; como una necesidad de esparcir todo mi amor a quienes lo necesiten. Por fin he encontrado el vinculo que une las partes dispersas de mi ser, y me uno a las alabanzas de los salmistas cuando dicen: "Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo cuides, y el ser humano, para que pienses en él?" - "Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mí madre; te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. ¡Qué maravillosas son tus obras!".

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120 57n. E p í l o g o Recapitulando. Nos encontramos ante un ser extraordinario: EL HOMBRE, sin duda la maravilla de la Creación, puesto que Dios, hacedor del Universo, puso en él Su preferencia. Sabemos que poseemos ‗un cuerpo‘, diferenciado en dos sexos visibles y reconocidos por todos. Que cumplimos un ciclo vital que parte del nacimiento y concluye con la muerte. Que durante ese ciclo, vivimos edades biológicashistóricas, que se suceden en el tiempo, y que éstas van acompañadas de una maduración intelectual y emocional, aunque no siempre articulen armónicamente entre sí, motivo que mueven, a veces, serios incidentes con los demás seres vivos, amén de una distorsión en nuestra visión del mundo. Que estamos envueltos en una conjugación de impulsos instintivos, pulsiones emocionales, intuiciones, razonamientos y esquemas de acción; además del impacto de todos los estímulos que impregnan los órganos perceptivos y nos muestran la vida en una realidad, la más de las veces, llenas de representaciones desfiguradas por la fantasía. Que la capacidad cognitiva nos permite evocar el pasado, situarnos en un ‗‘aquí y ahora‘‘ del presente, y proyectarnos hacia el futuro. Pero también sabemos que poseemos un ‗espíritu‘, esencia de nuestro ser como personas "hechas a imagen y semejanza de Dios", y que ese espíritu alienta todas la capacidades y recursos que también están contenidos en nosotros y que nos son necesarios para vivir y sobrevivir; además de su acción directa sobre el amor, la comprensión y el perdón. Aunque conocemos asimismo, que si a ese ‗espíritu‘ no le damos cabida en nuestra vida, quedará allá, quedo, en nuestro interior y surgirán entonces, con mayor ímpetu, todas aquellas apetencias de la ‗carne‘. Bajo su influjo, quedará el ser terrenal mutilado, perdido en la incongruencia de las motivaciones, incentivaciones y decisiones, y nos alejaremos cada vez más, de ese Dios que nos creara con tanto amor. Porque somos débiles ante los embates de la ‗tentación‘, y nos cuesta mucho sacarnos el ropaje del hombre viejo. Son demasiadas las ‗escorias‘ y ‗desechos‘ que se nos adhieren, se pegan y obnubilan el verdadero sentido rector de nuestra existencia.

Pero, gracias a Dios, aún caídos y sumidos en la oscuridad, podemos erigirnos con mayores bríos, y obtener los beneficios de la Creación que, por cierto, fue hecha para que nosotros la gozáramos. Ahora, si nos convertimos en una viva transparencia de Dios, nos habremos transformado en un hombre nuevo, el sin máscaras, el que se identifica con sí mismo, con Dios y con el Universo, y así; hermano, hermana, es como has llegado a ser, el ¡hombre transparente! "... Y mientras estaba orando, su cara cambió de aspecto y su ropa se puso blanca y fulgurante" (Lucas 9,29).

Existe un delicado ajuste entre el hombre y su campo psicológico-social, porque uno y otro tratan de obtener su espacio, sin que ello se traduzca, necesariamente, en una confrontación. Puede haber sí, y las hay, algunas escaramuzas, pero no siempre ‗la sangre llega al río‘. Lo que sí me parece


121 necesario, es que la estrategia a seguir parta, imprescindiblemente, de nosotros, ya que es privilegio del ser defender su dignidad humana y decidir en libertad sus acciones, sean éstas correctas o no. Nuestro "Niño", muchas veces golpeado, herido, puede reaccionar ante instancias que se le presenten, y proponer perentoriamente, ser el paladín de nuestra causa, y, en una acción impulsiva, conducirnos a situaciones de las que, una vez producido el hecho, tengamos que arrepentirnos. Por eso es de real importancia que nuestro "Adulto", nuestro ser maduro, sea el que tome el timón y lleve a buen puerto nuestra existencia, incluso con la asistencia empática del "Niño". Pero para ello tiene que ser flexible al llamado del espíritu, quien lo ayudará seguramente a orientarse en la travesía. Nuestro paso por la vida tiene una razón de ser, desconocida por nosotros, pero que debemos asumirla, y en ese sentido, en cada uno está la elección del rumbo. 0 dejamos que las circunstancias nos dirijan, o, directamente, hacemos de nuestra vida un verdadero apostolado de amor. Y en esta última proyección, encontraremos el significado de Por qué estamos aquí en el mundo. Nos cabe entonces detenernos un instante y reflexionar: ¿hasta dónde nuestra vida emocional y espiritual nos es satisfactoria? ¿Hasta qué punto nos doblegamos ante el peso de nuestra cruz y en qué momento renacemos a la gracia plena de la redención? En nosotros están las respuestas. * * *


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¿EN QUÉ ÁMBITOS ME INTEGRO CON LOS DEMÁS? 1 - Area social: Intereses comunes, negocios, relaciones circunstanciales, políticas, económicas. 2 -Area mental: Ideas comunes, proyectos. 3 -Area afectiva: Amor, amistad, relaciones efímeras. 4 -Ámbito espiritual: Absorbe todas las áreas. Comunión de persona a persona.


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PARTE I 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19

Cómo nació y que significado tiene "El hombre transparente" 2 La búsqueda a un yo interior 5 La unidad del ser humano - Su razón de ser 6 Yo soy yo, tú eres tú 8 Mi yo personal y mi yo profundo 9 El niño que no quería crecer 11 El niño crece 13 Estados psicológicos del hombre 15 Conócete a ti mismo 17 Sujeción a las conductas adquiridas 19 Nuestra casa 21 Prepararnos para el cambio 22 El niño interno 24 Algo sobre emociones 26 Sentimientos y estados anímicos 28 Cómo vemos al mundo y cómo nos sentimos insertados en él 31 Conductas equivocadas 35 Usemos adecuadamente el lenguaje 40 Las relaciones yo-tú, yo-ellos 42 Hacia una convivencia familiar en armonía 44 PARTE II

20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36

Sueño y vigilia 48 Ruido y silencio I 50 Ruido y silencio II 52 Fantasía y creatividad 54 La metamorfosis del gusano - El hombre nuevo 55 El archivista ciego e imparcial 57 Las enfermedades y nuestras fronteras mentales 59 Instinto y superación 63 Algunas enfermedades del alma 65 ¿Por qué enfermo? - Eso que llaman pecado 67 Enfermedades existenciales 69 Amor y unicidad del ser 71 Amor unitivo 72 Tecnicismo y fanatismo 73 Ensimismamiento - Alteración –Stress 75 Miedo – Ayuda 77 ¿Deseo cambiar? 79


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PARTE III 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51

El poeta que se extasía ante el poder divino 83 Niño y oración 87 Experiencias de oración 89 Perdonar: condición divina del hombre 92 La curación por el espíritu 97 Potencia en la oración 100 Volviendo a la unicidad del ser 102 El hombre nuevo se transparenta 104 Ser nuevamente niños - Volver a las fuente 105 Itinerario espiritual 107 Con qué llenar nuestra mochila 108 El hombre transparente sigue su camino 109 ¿Cuál es y cómo es ese camino? 110 El hombre transparente conoce la meta 111 El tiempo del hombre 113 PARTE IV

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Introducción a los ejercicios de integración 115 Ejercicio de integración número 1 116 Ejercicio de integración número 2 117 Ejercicio de integración número 3 117 Ejercicio de integración número 4 118 Epílogo 120

Gráfico A................................... 122 Gráfico B....................................123

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