Boletín del COLEG 3, No. 6 2023

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Boletín del Colegio de Estudios Guadalupanos

UNIVERSIDAD INTERCONTINENTAL

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UIC Mtro. Hugo Antonio Avendaño Contreras RECTOR Dra. Gabriela Martínez Iturribaría VICERRECTORA Mtro. Marco Antonio Velázquez Holguín DIRECCIÓN GENERAL DE ADMINISTRACIÓN Y FINANZAS P. Miguel Ángel Ramírez Flores, MG DIRECCIÓN GENERAL DE FORMACIÓN INTEGRAL P. Gerardo López Vela, MG INSTITUTO INTERCONTINENTAL DE MISIONOLOGÍA

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Boletín del Colegio de Estudios Guadalupanos

EDITOR Arturo Rocha Cortés CONSEJO EDITORIAL Gustavo Watson Marrón Ramiro Gómez-Arzapalo Dorantes David Sánchez Sánchez Alberto Hernández Ibáñez Arturo Rocha Cortés

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BOLETÍN DEL COLEGIO DE ESTUDIOS GUADALUPANOS, Año 3, No. 6, julio – diciembre 2023 es una publicación semestral editada por la UIC Universidad Intercontinental, A.C., calle Insurgentes Sur 4303, Col. Santa Úrsula Xitla, C.P. 14420, Tlalpan, Ciudad de México. Tel. (55) 5487-1300, www.uic.mx. Editor responsable: Arturo A. Rocha Cortés. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2020-040100080300-102 otorgado por el por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. ISSN: 2954-4157. Número de Certificado de Licitud de Título y Contenido otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas: En trámite. Responsable de la última actualización de este número: Arturo A. Rocha Cortés, Colegio de Estudios Guadalupanos (COLEG), calle Insurgentes Sur 4303, Col. Santa Úrsula Xitla, C.P. 14420, Tlalpan, Ciudad de México. Fecha de última modificación: 30 de diciembre de 2023.

Los juicios y opiniones vertidos en esta publicación son responsabilidad exclusiva de quien(es) los emite(n) y no representan necesariamente la visión o filosofía de la Universidad Intercontinental (UIC) ni de los Misioneros de Guadalupe.

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ÍNDICE PRESENTACIÓN Dr. Arturo A. Rocha Cortés

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Voces letradas de la tradición guadalupana en la historia de México Dr. Jorge Traslosheros

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Incidente del ácido derramado ca. 1784 sobre el sagrado original de Nuestra Señora de Guadalupe Dr. Arturo A. Rocha Cortés

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El Mosaico de Castas en concha nácar del Museo de Arte Popular, CDMX: vocación unitiva de Guadalupe en la diversidad cultural mexicana Dr. Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo D.

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La Mandorla. Una aproximación arquetípica a la imagen de Guadalupe Mtro. Jorge Luis Ortiz Rivera

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Discurso pronunciado en la entrega de diplomas del Webinario Internacional “El Acontecimiento Guadalupano en la experiencia y tradición de Hispanoamérica” (Atlanta, GA, 10 nov. 2023). Flor Ángela Castro

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SOBRE LOS AUTORES

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PRESENTACIÓN El Editor Dr. Arturo A. Rocha Cortés En este número del Boletín del Colegio de Estudios Guadalupanos continuamos publicando algunas de las ponencias y conferencias sustentadas en el pasado congreso internacional guadalupano “La Virgen de Guadalupe: Baluarte y protección de un pueblo peregrino. Pasado, presente y futuro bajo la Estrella de la Evangelización” (9, 10 y 11 de enero de 2023), organizado por el Coordinación de Pastoral de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, la Coordinación de Pastoral del Santuario, con la coordinación académica asociada del Colegio de Estudios Guadalupanos (COLEG) de la UIC y el Centro de Estudios Guadalupanos (CEG) de la UPAEP. En esta ocasión toca el turno al Dr. Jorge Traslosheros del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, quien aquella ocasión elaboró con acostumbrada autoridad sobre la tradición letrada del Acontecimiento Guadalupano y las voces y autores que contribuyeron a consolidarla. Voces teológicas, filosóficas, académicas, devocionales que se amalgaman polifónicamente en el crisol de la Historia. La pieza conjuga una poderosa capacidad de síntesis con el erudito conocimiento de la materia que caracteriza al académico de la máxima casa de estudios. A continuación, reponemos un estudio y paleografía de una interesante información de principios del s. XIX en donde se recoge el poco conocido incidente del ácido accidentalmente derramado, ca. 1784, sobre el Sagrado Original de Nuestra Señora de Guadalupe. El artículo, previamente reproducido en la revista Voces de la UIC, reaparece aquí, y es obra del editor de este boletín. En un tercer momento, el Dr. Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes, director del Observatorio de Religiosidad Popular (ORP) de la UIC presenta un interesante artículo dedicado a un mosaico de castas en concha nácar con la imagen de la Virgen de Guadalupe, obra custodiada en el Museo de Arte Popular, de cuyo estudio se desprenden 9


interesantes consideraciones sobre la vocación unitiva de la Virgen Morena en medio de la diversidad cultural y estamentaria. Aparece también en estas páginas un interesante artículo del director del Programa Académico de Filosofía de la Universidad Intercontinental, Mtro. Jorge Luis Ortiz sobre uno de los más sutiles y poco estudiados símbolos del Sagrado Original Guadalupano: la mandorla, de la que se presentan los antecedentes teóricos simbólicos, en una exégesis afincada en la teoría jungiana de los arquetipos. Esta interesante exégesis filosófico-psicológica contribuye a volver a la sagrada imagen inteligible como icono sagrado. Al final del boletín, publicamos un breve pero muy significativo discurso pronunciado en la pasada entrega de diplomas del Webinario Internacional “El Acontecimiento Guadalupano en la experiencia y tradición de Hispanoamérica” (Atlanta, GA, 10 nov. 2023), organizado e impartido por el COLEG, alocución de una de las alumnas diplomadas, la Profra. Flor Ángela Castro.

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VOCES LETRADAS DE LA TRADICIÓN GUADALUPANA EN LA HISTORIA DE MÉXICO* Dr. Jorge Traslosheros†

ABSTRACT: Cuando se habla de religión se trata de tradiciones, en ocasiones, de muy larga duración, compuestas de las más diversas manifestaciones culturales que abarcan la totalidad de la experiencia humana. En el presente ensayo revisamos una de esas manifestaciones en torno a la virgen de Guadalupe, como son las voces letradas a lo largo de casi quinientos años. Nos interesa comprender cómo se han ido sumando en coherente discordancia esas voces devocionales, festivas, polémicas, teológicas, filosóficas, académicas, todas ellas parte de una historia mayor que reconoce en el Nican Mopohua el origen de la devoción en expansiva diversidad y en la tradición su objeto de estudio. PALABRAS CLAVE: Guadalupanismo, tradición letrada, historia de México, Nican Mopohua.

* El texto aquí publicado fue leído durante la primera jornada (10 de enero de 2022)

del Congreso Guadalupano Internacional “El Nican Mopohua: Expresión de Fe, Ciencia y Arte desde la cultura mexicana” (Basílica de Guadalupe, 10, 11 y 12 ene. 2022). El texto fue incluido en la Guía de Estudio de una reciente edición facsimilar del Nican Mopohua, publicada por Downhill Publishing LLC/The Vellum Page de Nueva York, EEUU. † Instituto de Investigaciones Históricas. Universidad Nacional Autónoma de México.

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INTRODUCCIÓN. RELIGIÓN Y TRADICIÓN, UNIDAD EN LA DIVERSIDAD En el presente ensayo analizaremos diversas voces en la formación de una de las tradiciones religiosas de mayor trascendencia en la historia del catolicismo en México. Nos referimos al culto a la Virgen de Guadalupe. Antes de entrar en materia, me parece muy necesario aclarar algunos puntos que nos ayudarán a comprender mejor el tema que aquí nos convoca. Cuando nos adentramos en el estudio de una manifestación religiosa estamos en el campo de la tradición. Religión y tradición son, de hecho, un binomio inseparable. La religión, dirían los clásicos de la sociología, nace de la distinción entre lo sagrado y lo profano, de lo cual se derivan formas de vida y organización que suelen conformar instituciones que, entre los cristianos se llaman iglesias o congregaciones. La fuerza de una religión está en su capacidad de proponer y generar cultura, por igual a lo largo del tiempo como en coyunturas específicas. Esta capacidad de propuesta cultural diacrónica y sincrónica lleva a conformar tradiciones de muy larga duración, tan larga como la historia misma de la humanidad. Para entender lo que es una tradición es necesario diferenciarla de tradicionalismo. Lo segundo es una forma de anquilosamiento cultural incapaz de adaptarse a nuevos tiempos. No es gratuito que se le identifique como “la voz muerta de los vivos”. Tradición, por el contrario, es aquello que se transmite de una generación a otra, en donde la nueva generación al mismo tiempo la recibe, la actualiza y la renueva proyectándola al futuro, viviéndola en el presente y reconociendo las raíces profundas que le sustentan. Por eso se dice que una tradición es “la voz viva de los antepasados”. Si observamos con cuidado, no existe nada más nuevo y actual que una tradición. No debe sorprendernos, entonces, que la viveza de una tradición implique el compromiso de muchos actores sociales, cada uno con su propia voz y que a su vez abarque la complejidad de la cultura humana. Una tradición religiosa, si es auténtica y no simple moda pasajera, siempre es nueva precisamente porque nutre su vida de las profundas raíces que hunde en la historia. También, porque se conforma de muy diversas manifestaciones que aquí llamaremos “voces”, las cuales no necesariamente dicen lo mismo, ni piensan lo mismo. Nada más ajeno 12


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a una tradición que la univocidad. Una tradición es como una sinfonía donde participan distintos instrumentos generando diversos sonidos, cada uno con su partitura y todos unidos por un tema dominante, central, que da coherencia y profundidad a su ejecución. Una tradición es unidad en la diversidad, en donde la diversidad de voces no es un accidente, sino condición misma de su existencia. El culto a la virgen de Guadalupe es una tradición que hunde profundas raíces en el mundo católico hispano medieval e indígena mesoamericano, compuesta por muchas voces, que se ha enriquecido y diversificado desde hace casi quinientos años. El culto a la virgen de Guadalupe es unidad en la pluralidad dentro de la tradición mariana del catolicismo, en donde el tema de la sinfonía está marcado por la voz indígena que quedó plasmada en un documento que conocemos con el nombre de Nican Mopohua. En este ensayo haremos un rápido recorrido a lo largo de quinientos años y nos ocuparemos, sobre todo, de la voz de los intelectuales. Debe quedarnos claro que, de ninguna manera esta voz agota una tradición que hace mucho dejó de ser particular de México, para convertirse en un patrimonio cultural en beneficio de la humanidad. 1. El pleito original (1555) y las tres voces dominantes El año de 1554 arribó a la Nueva España el segundo arzobispo de México fray Alonso de Montúfar, cuyas principales características fueron su enorme celo apostólico y su pasión por el Derecho, como ha quedado claro en las investigaciones de Magnus Lundberg. Al poco tiempo de llegar se encontró con un culto creciente a una nueva advocación mariana de nombre Guadalupe. Se enteró que se le atribuía un origen milagroso y ni tardo ni perezoso llamó a profundizar y consolidar su culto, por igual entre los indios como entre los españoles. Su intento encontró fuerte resistencia por parte del provincial de los franciscanos fray Francisco de Bustamante. Más que un pleito teológico, en realidad se trató de un conflicto entre jurisdicciones que no detallaremos en estos momentos. Todo parece indicar que, mientras los grandes hombres se peleaban en la cumbre del Olimpo por Guadalupe, un grupo de indígenas alumnos del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, institución de estudios superiores para los indios dirigida por los franciscanos, de manera discreta escribieran un documento conocido como Nican 13


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Mopohua que, con el tiempo, se convertiría en el texto más importante de las mariofanías del Tepeyac. Podemos afirmar que a raíz de los acontecimientos de 1555 aparecen tres voces originarias en la tradición guadalupana: los antiaparicionistas dispuestos a negar con todo; los aparicionistas celosos, siempre dispuestos al combate y; otra voz más serena, de tradición indocristiana que acabará por marcar la tradición, una voz que no combate, ni debate, simplemente propone, se muestra y se deja sentir. Estamos muy lejos de una historia de buenos y malos. Las tres voces han estado presentes a lo largo de la historia y sin ellas la tradición, sobre todo la letrada que aquí nos ocupa, sería incomprensible. 2. Tradiciones letradas y diálogo de voces 2.1. El siglo XVI. 1531-1648 Entre el año de 1531 y 1648 se ha podido documentar el crecimiento constante de la devoción a la Virgen de Guadalupe en el Valle de México y constatar que el culto tiene un origen inequívocamente indígena. Sabemos de la existencia de tradiciones orales y vestigios documentales que hablan de la mariofanía de Tepeyac; hecho ya del todo visible en el año de 1555 en que sucede el pleito entre el provincial de los franciscanos y el arzobispo Montúfar. Una tradición que se manifiesta en peregrinaciones, actos devocionales y en la construcción de tres templos sostenida principalmente por el clero secular y los indígenas. Entrados en el siglo XVII, dos eventos demuestran su crecimiento: la inauguración de un nuevo templo en 1622 y su constante evocación durante las feas inundaciones que sufrió la ciudad de México en aquella década. 2.2. El siglo XVII. 1648-1749 El largo siglo XVII, el gran siglo de la Nueva España que nosotros llamamos barroco y que sus habitantes calificaron de “primaveral”, asistimos al desarrollo de la tradición letrada sostenida por la creciente devoción popular. Sus principales forjadores, que no únicos, fueron: Miguel Sánchez quien en 1648 publica, Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe, en el cual vincula de manera magistral el lienzo del Tepeyac con la Señora del Apocalipsis y la Inmaculada Concepción; Luis Lasso de la Vega que en 1649 publica, Huei 14


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Tlamahizoltica. Relaciones en nahua de apariciones y milagros, que no es otra cosa que la primera impresión del Nican Mopohua cuya autoría se adjudica el mismo don Luis; don Carlos de Sigüenza y Góngora que en 1662 publica su poema Primavera Indiana; Luis Becerra y Tanco quien en 1675 publica, Felicidad de México, escrita en ocasión de las informaciones mandadas hacer por el cabildo metropolitano de la ciudad de México en año de 1666. Por último, dando voz fuerte en el coro guadalupano a los jesuitas, Francisco de Florencia quien en 1668 publica su Estrella del norte de México. Habría que agregar, por supuesto, otras manifestaciones letradas entre las cuales los sermones tuvieron una participación sobresaliente, si bien no se alejan de las propuestas dominantes. No es lugar ni ocasión para profundizar en cada uno de estos textos, tan sólo es momento de llamar la atención sobre sus postulados y puntos en común. ▪

Todos son textos de carácter devocional y como tales deben ser considerados. Son obras inspiradas por el entusiasmo y la fe, acaso con reflexiones históricas, filosóficas, teológicas y mariológicas interesantes, pero no son ni tienen la intención de ser tratados de historia, como tampoco de teología.

Descansan sobre el sustrato común de la devoción indígena al aprovechar la tradición oral y escrita existente desde el siglo dieciséis, de manera muy especial el Nican Mopohua, más los relatos de los milagros elaborados por el ex colegial de Santa Cruz de Tlatelolco don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y las relaciones orales de 1666 que fueron las primeras averiguaciones de índole judicial sobre el origen de las mariofanías del Tepeyac. La asociación de la Virgen de Guadalupe con la Inmaculada Concepción, un culto muy caro a la tradición religiosa hispana y que a partir de 1618 fue elevado a oficial dentro de la Monarquía. Se afirma, pues, que la Virgen de Guadalupe es la concebida sin pecado original que elimina al dragón del demonio: pecado, idolatría, violencia, peste, hambre, inundaciones, todo lo malo que puede existir en la sociedad y vida humana. La Inmaculada Virgen de Guadalupe es, por sobre cualquier atributo, madre de todos los habitantes de la Nueva España,

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identificados en la persona del neófito Juan Diego, el vidente a quien se apareciera la Virgen en 1531. Su origen milagroso es tangible en la imagen plasmada en la tilma de Juan Diego. Guadalupe es la fundadora de un nuevo pueblo elegido en la Nueva España, en el Nuevo Mundo, creadora de una Nueva Cristiandad y quien, por propio derecho, preside el orden social. La Virgen es la forjadora de la Primavera Indiana, de la “primavera inmortal del reino mexicano” y a su amparo y cobijo están los habitantes de estas tierras. Ella es el icono de la “Primavera Mexicana”.

Durante el largo siglo de la Primavera Indiana, el culto se irradia desde la ciudad de México a toda Nueva España, desde el centro hasta el norte. Por ejemplo, en San Luis Potosí se construye el primer santuario fuera de la ciudad de México a mediados del siglo XVII. El culto crece promovido por el clero regular y secular, pero sobre todo por el impulso de la tradición popular que financia las obras y su expansión. La religiosidad de aquella larga centuria se caracteriza por ser muy viva, llena de imaginación y volcada sobre la estética en su sentido profundo neoplatónico, renacentista, indocristiano. Por eso es necesario hacer notar que los intelectuales, como los aquí mencionados, no crean una tradición, en todo caso se suman a la devoción y tratan de explicarla, la refuerzan, la interpretan e incluso la enriquecen con sesudas reflexiones, pero difícilmente son sus causantes. Cuando se estudian este tipo de fenómenos religioso es imperioso poner las cosas en orden y en su lugar. 2.3. El siglo XVIII, 1730-1821 La ilustración, con su acendrado racionalismo que pondrá el énfasis en la importancia de los documentos y su necesaria crítica como elementos de prueba, cambia la dinámica de las obras y estudios guadalupanos. A la devoción que encuentrara grandes florescencias durante la Primavera Indiana, ahora se agrega la preocupación de la crítica y el racionalismo en los estudios históricos. Se emprende la búsqueda

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sistemática de las fuentes ya no como curiosidad, sino como una actitud frente al conocimiento. El padre de esta nueva forma de aproximarse a la tradición guadalupana es don Lorenzo Boturini Benaduci quien, como bien sabemos, fue un sabio italiano que, desde su llegada a la Nueva España en 1736, se dio a la tarea de coleccionar documentos en torno a la tradición que aquí nos ocupa. Por su catálogo de 1742 sabemos que entre sus documentos había muchos en lengua nahua y otros tantos en castellana, que explícitamente vinculaban la tradición, a decir de Boturini, con el documento originario de los indios de mediados del siglo XVI, es decir, el Nican Mopohua. Señalaba también la existencia de otros muchos manuscritos que escondían los indios sobre la tradición por considerarla propia de ellos. Cabe señalar que, entre otras cosas, Boturini fue el primer promotor de la coronación de la virgen, que no se llevó a cabo sino hasta 1895. Siguiendo los pasos del sabio italiano, es decir, con la misma lógica devocional e ilustrada, encontramos a: Cayetano de Cabrera y Quintero, Escudo de armas de México, en donde da cuenta de la terrible peste de 1738, la protección de la Virgen de Guadalupe y su posterior aclamación como patrona de la Nueva España; Juan José de Eguiara y Eguren, Panegírico de la Virgen de Guadalupe; Miguel Cabrera, Maravilla americana; Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, Baluartes de México; José Ignacio Bartolache, Manifiesto satisfactorio. Una vez más, insistiremos en lo que tienen de común en apretada síntesis, llamando la atención sobre todo en aquello que nutre la tradición. ▪

A la tradición del siglo XVII agregan una serie de estudios y reflexiones sobre la imagen de la tilma de Juan Diego a la que presentan como prueba documental del milagro guadalupano. La incorruptibilidad del ayate, su sobrenatural impresión y la belleza que contrasta con el material en el cual está estampada que es tosco y rudo. No podemos dejar de señalar que la asociación simbólica entre incorruptible y santo es un tópico muy de la época y que se ve plasmado, entre otras cosas, en la veneración de las reliquias, así como en las manifestaciones estéticas.

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Dan fe de la tradición centenaria y reconocen su origen en el siglo XVI otorgando a los indios la paternidad de la tradición pues en ellos se obró la conversión y misericordia de Dios antes que con nadie, seguida después por toda la sociedad, hasta transformarse en devoción de toda la Nueva España. Por Guadalupe se mantiene la fidelidad de México a la religión y por ella se está libre de apostasía en Nueva España. Ella es el escudo protector de la Nueva España e incluso quien le hace superior a la Vieja España. Ella sola es su gloria, su privilegio y su honor.

Punto central en esta época es su proclamación, por gestión de las principales ciudades, como patrona de la Nueva España a mediados del siglo XVIII, lo que culmina con la erección de la Colegiata de Guadalupe. Más de doscientos años de devoción y culto habían generado una poderosa tradición. Es de hacer notar que surge en torno a Guadalupe un profundo sentido patriótico que no está en contra de la Monarquía en manera alguna, sino que pretende el reconocimiento de Nueva España como uno de sus principales componentes, como reinos por derecho propio en donde una Nueva Cristiandad ha sido fundada por la Virgen María. La inquietud crítica ilustrada produce a su vez una corriente contraria no propiamente a la devoción como tal, sino a su milagroso origen. No surge en Nueva España, sino en la península. Juan Bautista Muñoz, quien fuera cartógrafo mayor de Indias y su cronista, en 1794 escribe su famosa Memoria sobre las apariciones y el culto de Nuestra Señora de Guadalupe de México. Este documento es la primera y sistemática elaboración de la tesis antiaparicionista. Esta memoria genera el argumento del silencio, es decir, que ante la ausencia de evidencia manuscrita de la tradición en el siglo XVI, lo que queda es dudar o negar la existencia del milagro. Estaríamos en todo caso ante una devoción más. Debe quedar claro que no se trata de una tesis anticatólica, sino que contesta la tesis del milagro dentro del catolicismo usando las herramientas de la crítica muy propia de la ilustración, tan propia como la utilizada por Lorenzo Boturini para afirmar lo contrario. También en 1794, pero en la Nueva España, en un sermón el fraile dominico Servando Teresa de Mier plantea una tesis bastante heterodoxa sobre el origen del culto a Guadalupe, siguiendo las ocurrencias de Lic. 18


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Borunda mezcladas con su propia y desbordada imaginación. Marca su origen en una originaria evangelización prehispánica llevada a cabo, tal vez, por el mismo apóstol Santo Tomás, sin por ello dejar de proclamarla como patrona de estos reinos. Años después, Teresa de Mier secundó las tesis de Muñoz. Frente a las tesis servandina de aquel 1794, se levanta fuerte la voz del canónigo de la catedral de México José Patricio Fernández de Uribe quien plantea, como ilustrado, católico y crítico que era, la tesis que terminará por ser dominante. El objeto de estudio al abordar la naturaleza e historia de cualquier culto, incluido el del Tepeyac, es la tradición. Fernández sienta las bases para resolver el problema de fondo de las mariofanías del Tepeyac y fija igualmente el objeto de estudio de una historiografía propiamente dicha que hace de la crítica documental su método de trabajo. Sin embargo, faltaba más de un siglo para que la semilla diera fruto. A la par de esta naciente polémica, las voces guadalupanas se radicalizan conforme los ánimos se acaloran hasta alcanzar el punto de ignición en 1808. Las voces enfrentadas se hacen sentir con mayor peso, cada vez con más radicalidad. La guerra de independencia está por estallar. 2.4. El siglo XIX. 1808-1895 No cabe duda de que un punto de acuerdo entre las diversas interpretaciones que han dado los historiadores del fenómeno guadalupano es que México debe mucho de su independencia a la Virgen de Guadalupe. El primer gobernante del México independiente, el emperador Agustín de Iturbide, proclama el culto a la Virgen del Tepeyac como consustancial a México, y su primer presidente cambia su nombre de Félix Fernández al de Guadalupe Victoria. Si bien todo esto es claro, poco nos dice del desarrollo de la tradición durante aquella centuria que yo me atrevo a llamar el gran siglo del guadalupanismo mexicano. En el siglo XIX, al calor de la formación de la identidad mexicana y precisamente por la importancia del culto, la contienda aparicionistas vs antiaparicionsitas alcanza su clímax. La lucha contra la tesis antiaparicionista, en concordancia con la elevación de la Virgen de Guadalupe a la calidad de culto y símbolo oficial de la nación y patria mexicanas, generó varias obras en la primera 19


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mitad del siglo XIX. El interés de sus autores fue el dar fundamento histórico confiable al milagro del Tepeyac y, al mismo tiempo, dárselo a la nación mexicana, vale decir, a la nación guadalupana. De aquí las obras de Miguel de Guridi y Alcocer, José María Tornel y Carlos María de Bustamante. Es la epopeya del discurso cívico-religioso en el cual destaca la voz guadalupana. La Virgen de Guadalupe es madre de la nación mexicana. Se trata de formar un estado confesional que finca su identidad en el milagro de las rosas hasta considerarlo como el acontecimiento fundacional por excelencia y, por ende, la promoción de su culto es esencial. Se trata de un culto oficial sustentado en la tradición. Por eso también se torna en estandarte contra la agresión extranjera, en defensa de intereses y todas las facciones en pugna dicen ser hijos de Guadalupe. Por voluntad de revolucionarios, gobernantes, emperadores, presidentes, federalistas, centralistas, caudillos, caciques, indígenas, mestizos y criollos, por voluntad de la sociedad en su conjunto, la Virgen de Guadalupe dejó de ser un símbolo patrio, para serlo de una nación entera. La reforma liberal (1854-1867) crea un Estado laico y, en consecuencia, el discurso oficial buscará los sustentos de la identidad de la nación en algo que no sea la religión. El Estado liberal acude al pasado indígena clásico –un tópico tradicional de la elite letrada novohispana- y desarrolla el mito de la nación mestiza. Mientras tanto, el culto a Guadalupe gana autonomía social y toma curso propio lejos del Estado lo que, contra lo que podría suponerse, le otorga impulso y fuerza. El tópico guadalupano sigue inquietando a la elite intelectual mexicana, por igual a los católicos que a un nuevo tipo de pensador antes no conocido, el anticlerical que puede ser al mismo tiempo agnóstico, ateo, liberal, conservador, protestante e incluso también católico. Con ánimo más sereno, lejos de las pasiones revolucionarias y gozando de la llamada paz porfiriana, estudiosos de distinto signo reflexionan en torno al guadalupanismo. Sin embargo, una voz disruptiva suena en la tradición letrada, sólo que de manera totalmente involuntaria. El arzobispo de México don Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos pide un balance de la documentación conocida en torno al milagro al erudito historiador positivista de la Iglesia don Joaquín García Icazbalceta. En carta privada al arzobispo, escrita en latín y fechada en octubre de 1883, sostiene el argumento del silencio por lo que toca a documentos 20


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en torno a 1531; no obstante, deja ver con claridad que desde la fe no tenía ninguna duda del milagro y que la tradición se remontaba al siglo XVI. Escrita sin la mínima intención de que fuera publicada, su carta es sacada a la luz pública en 1883 por uno de sus detractores, todo parece indicar que se trataba del canónigo de la basílica don Vicente de P. Andrade. El resultado fue un gran debate en beneficio de la tradición y del culto. Es necesario señalar, en honor a la justicia, que el estudio de Icazbalceta fue elaborado con un profesionalismo pocas veces visto en su tiempo y que fue de gran provecho al estudio de la tradición. Me atrevo a decir que fue el detonador de la historiografía moderna del culto a la Virgen de Guadalupe. Por lo mismo, cedo a la tentación de recordar que persiste un juicio negativo e injusto en contra de don Joaquín García Icazbalceta dentro de la Iglesia Católica, prejuicio que es imperativo que termine de una vez por todas. Lo cierto es que don Joaquín es, por propio derecho, el padre de la historiografía mexicana sobre la Iglesia, como también es cierto que fue un católico y un científico ejemplar. A un hombre que merecería los mayores reconocimientos se le ha lanzado al foso del silencio. Se trata de una injusticia manifiesta que es necesario remediar cuanto antes. Entre los grandes aportes que hizo la carta de García Icazbalceta fue poner en contacto a la herencia ilustrada y su hambre de conocimiento, con el positivismo y su capacidad metodológica, es decir, con su capacidad para realizar la crítica de los documentos. En otras palabras, a don Joaquín se le debe que el planteamiento de Fernández de Uribe haya tomado impulso y que, en el siglo XX, la tradición se haya vuelto el verdadero objeto de estudio más allá de los dimes y diretes entre las élites eclesiásticas y políticas, así como ante el debate entre antiaparicionistas y aparicionistas. Allí quedan, como principales, la obra del pontífice del liberalismo Ignacio Manuel Altamirano publicada en 1884, quien realiza el primer estudio integral de la tradición letrada del guadalupanismo y que hasta nuestros días es el camino a seguir por todo estudio similar. También hay que mencionar al obispo don Fortino Hipólito Vera quien realiza la primera gran colección documental de la tradición guadalupana (c.1891). Ambas obras del todo complementarias, convergentes y esenciales para cualquier estudioso del fenómeno guadalupano. 21


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Entretanto el culto crece, se desarrolla y desemboca por iniciativa de los obispos mexicanos y fieles de cada diócesis en la coronación de la Virgen de Guadalupe en el año de 1895. La diversidad de voces se armoniza al afirmar que Guadalupe es la fundadora de la patria, autora de su independencia, la madre mestiza del México moderno que a su vez también es mestizo y, por si faltara, también su reina. Tradición y culto hacen converger todas las voces. México es la nación guadalupana. La fuerza expansiva del culto es reconocida por el Papa León XIII en 1900, al poner en el primer sínodo de obispos latinoamericanos bajo la protección de la Virgen del Tepeyac. 2.5. El siglo XX hasta nuestros días Corre el año de 1910. Las fiestas oficiales del centenario de la independencia son presididas por el estandarte de la Virgen de Guadalupe que enarbolara don Miguel Hidalgo y Costilla. La revolución y la resistencia contra la persecución religiosa (1914-1938) se luchan con estampas y banderas guadalupanas. Me queda claro que los años de persecución religiosa (1914-1938) favorecen el desarrollo del culto por su propio impulso, pues los católicos se cobijan bajo el manto materno de Guadalupe; pero también crece gracias a ciertas ayudas externas como, por ejemplo, la de Luis N. Morones quien, en el año de 1921 e invitado por su propia soberbia, no tuvo empacho en mandar a un dinamitero a la basílica para destruir el ayate de Guadalupe. El atentado fue un fracaso, lo que a su vez fue interpretado como signo de la protección de la Virgen a su pueblo. Pasada la tormenta, llega el tiempo sereno que coincide con el nacimiento y desarrollo de una historiografía académica en la cual participan también especialistas de otros países. La herencia de García Icazbalceta, Altamirano y de Fortino Hipólito Vera se dejará sentir. Podemos diferenciar, en principio, a los académicos de raigambre católica de los laicos sin intención confesional. Veamos lo propio y convergente de todos ellos. Nace el Centro de Estudios Guadalupanos, en torno a éste y a veces de manera independiente un grupo de académicos estudian el fenómeno guadalupano. Una mezcla de devoción guadalupana y vocación por la historia caracteriza sus estudios. Su inspiración es religiosa, su fin último también lo es. Su profesionalismo y buena intención están fuera 22


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de sospecha. Así, poco a poco se va formulando una tesis muy del catolicismo que terminará por ser dominante: la evidencia de la tradición va más allá de lo propiamente documental aportada por las elites letradas y se hace claramente visible en otras voces y manifestaciones del culto (artes plásticas, arquitectura, poesía, religiosidad popular, etc.). Gracias a lo anterior, los estudios se centran en un punto que resultará decisivo y que permitirá superar finalmente el estéril debate entre “pros” y “antis” que marcara mucho del siglo XIX. El objeto de estudio es la tradición y el milagro será visto a través de la tradición. La propuesta de Fernández Uribe acaba por comprenderse a cabalidad. Entre otros tópicos, los estudios se abocarán al análisis del documento que ya puede ser llamado fundacional: el Nican Mopohua. La consecuencia es clara. La evidencia de la tradición tiene sustento y es admisible para todos. Entre muchos historiadores podemos mencionar a Mariano Cuevas, Primo Feliciano Velázquez, Antonio Pompa y Pompa, Jesús García Gutiérrez, Bravo Ugarte, Xavier Escalada, Lauro López Beltrán, José Luis Guerrero, Eduardo Chávez; pero sobre todo es menester rendir homenaje a don Ángel María Garibay. También en el siglo XX, académicos laicos, universitarios mexicanos y extranjeros, se dedican desde la década de los sesentas y hasta nuestros días a estudiar la tradición guadalupana en la historia de México. Por caminos no confesionales, quiero decir no inspirados por la fe, llegarán a puntos convergentes con los académicos de raigambre católica. Unos y otros hacen gala del buen oficio de historiar para el cual ni la fe estorba, ni el racionalismo sobra. La mayoría de ellos considera que el culto se originó en la primera mitad del siglo XVI, si bien identifican diferentes ritmos de crecimiento y expansión desde el valle de México hacia el resto de la Nueva España, lo que sucederá en los siglos XVII y XVIII. Otra vez el Nican Mopohua gana la atención. Entre muchos historiadores destacan: Francisco de la Maza, Ernst J. Burrus, Ernesto de la Torre Villar, Jacques Lafaye, Edmundo O´Gorman, William Taylor, Alicia Mayer, Xavier Noguez, Miguel León Portilla, Francisco Miranda, Jaime Cuadriello, Iván Escamilla, David Brading, Guillermo Hurtado, Richard Nebel, Clodomiro Siller, Arturo Rocha. Es importante señalar que no se trata de dos grupos académicos confrontados. Todo lo contrario. Existe comunicación constante entre muchos de ellos, por lo que a nadie debe sorprender la estrecha 23


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relación de Ernesto de la Torre con la basílica de Guadalupe, o de Miguel León Portilla con Angel María Garibay de quien se reconoce como su discípulo. Se diferencian por aquello que les inspira; pero muy por encima de diferencias ideológicas y debates religiosos, el profesionalismo y las buenas maneras de historiar está fuera de duda. En su conjunto, con los matices propios de la vida académica, convergen en los siguientes puntos: ▪ La mayoría de los historiadores consideran que en el origen de la tradición se escucha la voz de los indios. Puede ser un fenómeno sincrético, puede ser un milagro, puede ser una clara manifestación indocristiana. Es una voz original a la cual se suman otras más de criollos y españoles, de manera muy especial la del arzobispo fray Alonso de Montúfar quien le da un impulso decisivo. Coinciden, asimismo, en que el suceso documento más importante de la tradición es el Nican Mopohua. ▪ Afirman también que, en el siglo XVII y XVIII la intelectualidad de la Nueva España toma el liderazgo de la tradición, la hace propia y la difunde por el virreinato entre los diversos sectores sociales. Estos letrados le dan tono, color, le imprimen carácter, orientan el talante religioso de la devoción. ▪

En la guerra de independencia y posteriormente en la construcción del estado nacional, la Virgen es elevada a símbolo nacional por un Estado confesional y después apoyada y desarrollada por el pueblo mexicano que se identifica con la Virgen como su símbolo, es el estandarte de la libertad, la identidad y la independencia. Ella es la Madre de México. En el siglo XX se asume como uno de los símbolos culturales de mayor importancia para la identidad mexicana y se proyecta a toda América Latina y Estados Unidos.

Si bien el consenso es general y bien sustentado, no todos comparten la misma caracterización del fenómeno guadalupano. Existe hoy en día otra hipótesis que sigue la vieja idea del argumento del silencio planteada por Juan Bautista Muñoz en 1794, por lo que datan como el momento fundacional de la tradición guadalupana la obra de Miguel Sánchez de 1648. Su principal exponente es Stafford Poole. Lo que niegan es que el sustento de la tradición esté en el siglo XVI y que éste sea 24


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indígena, sin considerar la evidencia que los demás estudiosos de la tradición han aportado. El problema es que pretenden afirmar su hipótesis negando otra posibilidad, por lo que suelen confundir la tradición del culto con la tradición de una elite letrada criolla, el origen del culto con el talante que adquiere en el siglo XVII. Como advertimos al principio de este ensayo, pensar que una tradición está determinada por una sola voz es un error metodológico. El caso de David Brading requiere un comentario adicional. Si bien ha sostenido que el auténtico talante del culto guadalupano es criollo y parte de la obra de Miguel Sánchez, sin descalificar por ello un origen en el siglo XVI, sus aportes al estudio de la tradición son insustituibles. Desde hace tiempo ha llamado la atención, junto con Jaime Cuadriello, sobre la necesidad de hacer acopio de la sabiduría del catolicismo oriental por lo que toca a la teología de la imagen, de la necesidad de volver los pasos al concilio segundo de Nicea para mejor interpretar la tradición iconográfica del guadalupanismo y en general este aspecto tan propio de la religiosidad tridentina. Como puede observarse, a lo largo de los siglos, la tradición letrada ha tenido al Nican Mopohua como el texto de referencia casi obligado. Es necesario, pues, considerarlo con más detenimiento. 3. El Nican Mopohua No es exagerado afirmar que uno de los aportes más significativos del siglo XX es el estudio sistemático al cual ha sido sometido el Nican Mopohua. Ha quedado muy claro que se trata del documento más completo sobre la mariofanía del Tepeyac, por su calidad literaria y profundidad teológica. El Nican Mopohua es, pues, el documento fundamental, el más acabado y significativo dentro de una serie de textos y voces nahuas sobre la mariofanía del Tepeyac que se elaboraron durante el siglo XVI. En este sentido, las obras de Xavier Noguez y Arturo Rocha me parecen fundamentales. El Nican Mopohua ha sido estudiado desde los más diversos puntos de vista: lingüístico y gramatical, paleográfico, semántico, teológico, mariológico, dentro de los contextos nahuas-cristianos, políticos, educativos y culturales que explican su existencia. Ha sido sometido a la crítica de los nahuatlatos del más alto calibre. Por citar los más relevantes: Primo Feliciano Velásquez quien le tradujo al español en 1929 y 25


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cuya versión sigue siendo la más conocida; don Angel María Garibay quien logró fijar su filiación con los indios sabios de Santa Cruz de Tlatelolco; don Miguel León Portilla quien utilizó extensivamente la copia conocida de la Biblioteca Pública de Nueva York y que, acorde a la evidencia paleográfica, lingüística y conceptual, planteó la hipótesis de que podría tratarse de una reproducción de finales del siglo del siglo XVI o principios del siglo XVII. Así, la crítica ha podido establecer que se trata de un producto representativo de la manifestación cultural indocristiana propia de mediados del siglo XVI, elaborado por los indios del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, verosímilmente redactado por el indio Antonio Valeriano en colaboración con algunos de sus colegas. No sería extraño que su composición derivara de distintas versiones orales que fueron reunidas en una sola narración y texto en Tlatelolco. Los testimonios documentales con que contamos sugieren que tal afirmación tiene altas posibilidades de constatación, como en su momento planteara con sólido fundamento Xavier Noguez. En este sentido, el Nican Mopohua seguiría la lógica de composición de otros muchos textos de carácter religioso a lo largo de la historia. Los estudios de James Dunn sobre la elaboración de textos religiosos a partir de tradiciones orales deben llamar nuestra atención. Una vez que la naturaleza del texto ha sido esclarecida, lo que ahora está a debate son sus posibles interpretaciones. Es muy deseable que el debate se extienda por lo menos otros quinientos años pues son fuente que nutre a la tradición. No podemos olvidar que, centrar el estudio del guadalupanismo en la tradición y esclarecer la naturaleza del Nican Mopohua son dos aportes inestimables de la historiografía académica del siglo XX al estudio de la historia del culto a la Virgen de Guadalupe. ¿Qué dice el Nican Mopohua? Lo primero que debe quedarnos claro es que estamos ante el texto fundacional de una tradición religiosa. No es una crónica histórica, mucho menos un reportaje periodístico, sino la narración de una mariofanía en la cual sus autores honestamente creen. Es un texto fundacional de una tradición devocional dentro del vasto mundo del catolicismo. Sus autores no inventan la tradición, sino que dan cuenta de un acontecimiento considerado sagrado y lo hacen de forma ordenada, clara, con intención teológica, didáctica y comprensiva. Los evangelios, por 26


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ejemplo, dan cuenta de la vida, predicación, pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, no crean al personaje como lo haría un novelista, como tampoco son únicamente biografías de un sorprendente carpintero judío; de forma análoga el Nican Mopohua da cuenta de las mariofanías del Tepeyac. La comprensión de este tipo de textos no puede desprenderse del acontecimiento que refieren y del cual afirman ser testigos, un dato que todo historiador debe considerar con independencia de sus creencias personales a riesgo de traicionar el método histórico, tergiversar sus fuentes y dar interpretaciones al final insostenibles. Un texto que da cuenta de eventos considerados sagrados es, por su propia naturaleza, de carácter religioso y como tal debe ser considerado por cualquiera que se aproxime al documento. Es un asunto de método, no de creencias personales. Todo parece indicar que el discurso del Nican Mopohua se construye usando categorías teológicas muy sencillas y que echaron mano de conceptos propios del pensamiento nahua, como el difrascismo “flor y canto” para evocar sabiduría y poesía, así como los atributos de Ometéotl-Omecíhuatl ahora interpretados en clave cristiana (Señor del cerca y del junto, creador de la gente, el que está en todo). También es claro que en la narración todo sucede de la periferia al centro, del neófito en la fe al obispo, que en este movimiento la salvación y conversión anunciada por la Virgen operan a través de un indio pobre. Una teología sencilla que ha sido estudiada por fray Francisco Morales para la misma época en otro documento de gran trascendencia como es el famoso Coloquio de los doce. Lo anterior queda más claro cuando consideramos el segundo elemento dominante en la narración. Ante la Virgen, Juan Diego es tratado con respeto y se le habla tiernamente. Entonces, todo a su alrededor se renueva, lo agreste y seco del terreno se torna hermoso al grado de hacer creer al indio que se encuentra en el paraíso. El mundo violento en el cual vive cotidianamente, e incluso la enfermedad, desaparecen ante la Guadalupana. En contraste, cuando Juan Diego abandona el Tepeyac y se enfrenta a los españoles para dar el mensaje de la Virgen, es maltratado, golpeado, se desconfía de él, se le humilla. El mundo de injusticia se hace presente. Sin embargo, es posible que exista una sociedad diferente, en donde indios y españoles vivan en armonía, pero a condición de que los segundos reconozcan el mensaje enviado por Dios a través de la Virgen y lo pongan en práctica, lo que 27


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se hace evidente al momento en que Juan Diego descubre la imagen de la Virgen de Guadalupe estampada en tu tilma ante el obispo Zumárraga, lo que da lugar a una relación diferente entre ambos. Al aceptar la mariofanía, el obispo reconoce al indio en su total dignidad. Es ahora que el obispo puede ver con claridad. Los ecos del discurso de la defensa de los indios elaborado por los misioneros y los teólogos juristas del siglo XVI se escuchan con claridad. Los atributos de la Virgen de Guadalupe dominantes a lo largo de la historia de la tradición se reconocen claramente en el Nican Mopohua. De manera muy especial por su generosa y profunda maternidad. Así: ▪

Ella es madre de Juan Diego quien es un indio pobre, escalerilla de tablas, cuerda de cargador, plumilla al viento, y por él también es la madre de “todos los moradores de esta tierra y de todos los que en mí crean.” Ella es madre que regala amor, compasión, auxilio y defensa, lo que constituye un proyecto para la humanidad vigente en su propio contexto, pero que también se extiende a lo largo de la historia. No es una propuesta “atemporal”, sino profundamente encarnada.

REFLEXIONES FINALES La historiografía académica del siglo XX ha dejado obsoleto el debate entre anti vs pro aparición milagrosa, y lo ha logrado porque ha favorecido lo que realmente puede ser objeto de estudio de la historia como es la tradición religiosa sostenida a lo largo de casi quinientos años. En consecuencia, nos ha puesto un reto por delante. Resueltos los problemas de fondo, lo que viene es estudiar las otras voces de la tradición que ni cercanamente se reducen a las opiniones de las elites letradas por importantes que estas sean o hayan sido. Ha llegado la hora de escuchar con serenidad las muchas otras voces que han conformado la tradición del culto a la virgen de Guadalupe a lo largo de más de 450 años. Todo parece indicar que, de la voz original indocristiana se han desprendido las demás voces de la tradición: artes plásticas, artes escénicas, literatura, devociones, procesiones, cultos particulares, ermitas, iglesias mayores y menores, advocaciones, devociones familiares, parroquiales, patronatos locales, nacionales, continentales, universales, 28


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manifestaciones políticas, independencias, revoluciones, rebeliones, coronaciones, flujos migratorios, identidades colectivas en México, en USA, en América Latina, devociones católicas y más allá de lo católico, procesos de construcciones de las identidades colectivas y un largo etcétera. Sin dejar de lado que cada manifestación está sustentada por personas y grupos sociales que son, cada una de ellas, voces de la tradición. De esta gran sinfonía de voces, hasta ahora los estudiosos se han ocupado sobre todo de la propia de las elites letradas, intelectuales, universitarias, criollas y sus herederos. En menor medida se ha puesto atención a las artes plásticas, sobre todo la pintura. Todas las demás, si bien conocidas y de alguna forma exploradas, como la poesía y la música, en verdad siguen en espera de estudiosos que estén dispuestos a profundizar en ellas desde la más diversas perspectivas. Tampoco podemos dejar de llamar la atención en el hecho de que el culto a la Virgen de Guadalupe se expande en diferentes direcciones con una fuerza que parece incontenible. Es claro que ha rebasado con mucho las fronteras de México y que incluso un catolicismo tan fuerte y arraigado como el de Estados Unidos, otrora alejado del culto a Guadalupe, bajo la impronta de la migración hispana esté descubriendo su riqueza al grado de que los obispos norteamericanos la estén adoptando como propia. Es factor indiscutible de la identidad mexicana, latinoamericana e hispana en USA. Lo más de la tradición está por investigarse, aunque parezca increíble.

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INCIDENTE DEL ÁCIDO DERRAMADO CA. 1784 SOBRE EL SAGRADO ORIGINAL DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE* Dr. Arturo A. Rocha Cortés† ABSTRACT: Presentamos la paleografía y un breve comentario en torno a un documento guadalupano de primera mano, si bien poco conocido, custodiado en el Archivo Histórico de la Basílica de Guadalupe. Se trata del incidente del aguafuerte que accidentalmente derramaron dos plateros sobre el sagrado original de la Virgen de Guadalupe en 1784 ó 1785 (no hay certeza, incluso del año), que quedó consignado en una información ordenada por el Canónigo José Mariano Ruiz de Alarcón, más de treinta años después. PALABRAS CLAVE: Virgen de Guadalupe, José Mariano Ruiz de Alarcón, Abad José Colorado, Colegiata de Guadalupe, ácido, aguafuerte, plateros.

* Artículo publicado previamente en la revista Voces. Revista de Teología Misionera de

la Escuela de Teología de la Universidad Intercontinental, Publicación Semestral de la Escuela de Teología de la Universidad Intercontinental, Año 19, no. 37 (2019), ed. Arturo Rocha, México: UIC, pp. 91-98. † Director Académico del Colegio de Estudios Guadalupanos (COLEG) de la UIC.

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Fieles a nuestro interés de publicar […] temas controvertidos así como documentos relevantes para la historicidad del Acontecimiento Guadalupano, bridamos en estas páginas la paleografía de una información poco conocida, iniciada en 1820 por el canónigo de la Insigne y Nacional Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, don José Mariano Ruiz de Alarcón, concerniente al aguafuerte que dos plateros accidentalmente derramaron sobre el sagrado original de la Virgen de Guadalupe en 1784 ó 1785, sin causar salvo muy leves daños sobre la tela. La autoridad que eventualmente conocería de estos hechos sería el Juez y Alcalde Constitucional de Primer Voto, Coronel D. José Ignacio de Aguirrevengoa. En su momento, el incidente no despertó el interés que debía pues se quiso ocultar la contingencia al señor abad de entonces, D. José Félix García Colorado, cuyo “genio intrépido” (tal rezan los documentos) probablemente se hubiese cebado en la persona de los descuidados plateros. Empero, casi cuarenta años después, ya en las postrimerías de la colonia novohispana, se cayó en la cuenta de la necesidad de recabar una información en rigor, por lo cual se pidió la comparecencia de quienes hubiesen podido figurar como testigos en aquella sazón. Los testigos serían tres canónigos de la Colegiata de Guadalupe, don Manuel Ignacio Andrade, don José Nemesio Montes de Oca y don Estanislao Segura, así como un sacerdote que fungía como cura interino en el pueblo de san Juan Teotihuacan, el bachiller don Manuel Olazarán. A este contingente se uniría el propio canónigo Ruiz de Alarcón, también de la Colegiata; el clérigo presbítero domiciliario del Arzobispado de México, bachiller Francisco Parra y Cataño, y un laico español, muy devoto de Guadalupe, José Manuel de la Riva. En total se trataba de seis testigos religiosos y uno, seglar. Con todo, los testimonios de los sacerdotes no aportan datos muy reveladores distintos de evocar el derramamiento del ácido tenido por portentoso, amén de no estar los religiosos del todo contestes en el tiempo en que ocurrió. Parra y Cataño, por ejemplo, interrogado en octubre de 1820, narra que los hechos acontecieron hacia “veintinueve años”, por lo que habrían tenido lugar en 1791. Además, el testigo no dice haberlo visto sino que el incidente “se divulgó, y el divulgante lo oyó generalmente decir como cosa pública y notoria a los ministros de la iglesia de aquel tiempo”. El bachiller Manuel de Olazarán, por su parte, refiere tener veintiocho años 38


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al momento de rendir su testimonio, por lo que habla de un hecho acaecido antes de su nacimiento. Empero, afirma que en trece años de su domiciliación en el arzobispado de México (él es original de Valladolid), nada había oído “en contra del relacionado suceso de haberse caído cantidad de agua fuerte sobre el ayate”. Otro testigo, Estanislao Segura, tampoco vio el hecho, pero dice haber “oído constantemente referir el suceso, según y cómo se expresó, a varios sujetos fidedignos vecinos de los antiguos de esta villa”. El canónigo Manuel Ignacio Andrade, quien rindió testimonio también en 1820, dice haber transcurrido treinta y cuatro años desde el suceso (lo que nos ubicaría en 1796), si bien él tampoco el religioso tampoco le ve, sino que le oye “decir a varias personas, y que se tuvo por cierto el suceso”. José Nemesio Montes de Oca, similarmente, dice que el hecho “no presencié, pero sí de ello me dieron noticias extensas personas fidedignas y de verdad”. La mayoría de los testigos sí afirman haber visto la mancha que dejó el agua fuerte tras escurrir sobre el lienzo, la cual ubican del lado izquierdo del rostro de la virgen. El testimonio más interesante y preciso en la información es, con todo, el del laico, el español José Manuel de la Riva, “dependiente retirado”, originario de la villa de Xalapa de la Feria, quien no tenía en el mundo mayor deseo que poder besar directamente el lienzo en que se hallaba estampada la Virgen de Guadalupe. Con la intención de lograrlo se valdrá de los buenos oficios de un tal don José Estrada, a la sazón guarda receptor de alcabalas y pulques en la garita de la villa de Guadalupe, quien por virtud de ciertas influencias estaba en posibilidad de cumplir su deseo. Esto ocurriría, según hace de la Riva reminiscencia, por el año de 1783 ó 1784; pero casi se queda sin satisfacer su anhelo no sólo por haber llegado tarde a la cita (lo que de por sí se antoja inexplicable), sino por “haber sucedido una avería” en el lienzo. Cuando preguntó cuál había podido ser tal, se le explicó que… estando la vasija en que estaba el agua fuerte parada sobre el marco de la imagen, sin reflejar uno de los plateros la empujó y cayó sobre la corona de dicha imagen, y se corrió por un lado del santísimo rostro, sin llegar a éste, y que le habían limpiado prontamente con algodones y corporales, sin que le hubiera dañado dicha agua fuerte… Es decir: De la Riva tampoco presenció el accidente, pero sí arribó apenas minutos después de acontecido, lo que le coloca en privilegiada cercanía temporal con el suceso. A final de cuentas, sí se le permitió besar el lienzo para lo cual se retiró 39


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la tela con que lo tenía cubierto tras el desaguisado, y así pudo advertir el leve daño sufrido. Y aún declara más: que en diversas oportunidades, al acudir frente al Sagrado Original como cualquier otro fiel, había podido “verle el lado izquierdo, por donde le corrió el agua, y conserva la mancha sin haber desmerecido la pintura de la imagen, ni comídose el ayate, cuyo caso fue y es público y notorio a todos los que presenciaron el lance de que hablado”. Los historiadores no le han dedicado atención a este pequeño pero interesante documento, salvo en contadas ocasiones (una información en torno a hechos suscitados en 1784 y cuyas últimas actuaciones se realizaron en 1823, “tercero de la Independencia”, cual dice el propio ms). Que sepamos, no se lo había publicado en su integridad, lo que hacemos en estas páginas. Hay dudas que disipar: por ejemplo, ¿cuál es el lado izquierdo del derramamiento? ¿Izquierda de la virgen, derecho del espectador, o viceversa? Por otro lado, el que se derrame ácido nítrico sobre algún material no significa que por ese sólo hecho se destruya. Por ejemplo, el HNO3 ataca los metales, sí, pero no el oro o el platino. Sí, en cambio, la plata, de lo que está hecho el marco exterior de la imagen. De modo que si se usaba agua fuerte, ¿en qué concentración para no vulnerar aquél? ¿O era realmente agua fuerte la que se utilizaba? Por otro lado (y ésta es materia que rebasaría la materia aquí tratada): ¿cuáles son efectivamente los efectos de estos ácidos en una tela de origen vegetal? Y más aún: ¿son los mismos en un lienzo de agave o yuca, que en uno de algodón, lino o cáñamo? Nuestra intención, en todo caso, es que el documento hable por sí sólo y forme usted, amable lector, la mejor opinión.

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PALEOGRAFÍA Compilación 1 Número 30 Instrumento jurídico sobre el agua fuerte1 que se derramó, casualmente, hace muchos años, sobre el Sagrado lienzo de la Portentosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México.2 ║ 1820 Información recibida a pedimento del señor don José Mariano Ruiz de Alarcón, Canónigo de la Insigne y Nacional Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe sobre el hecho portentoso de que estando limpiando dos plateros el marco de oro de la Santísima Señora se les derramó en el sagrado ayate el agua fuerte sin que en los muchos años que han pasado haya tenido lesión alguna, sin embargo de demoler hasta el fierro. Juez el Señor Alcalde Constitucional de Primero Voto Escribano Público Calapiz ║ [f. 1r] [Dos reales. Sello Tercero: Dos Reales: Años de Mil Ochocientos Veinte y Veinte y Uno] México, septiembre 14 de 1820. Hágase en todo como por esta parte se pide y obre la fe que haya lugar en derecho. Lo proveyó así el señor coronel don José Ignacio

1 Disolución concentrada de agua y ácido nítrico: HNO3 + H2O. 2 AHBG, Correspondencia con el Supremo Gobierno, caja 3, exp. 54, 24 ff.

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Aguirrevengoa, alcalde constitucional de primero voto de esta nuestra capital. Lo firmó. Joseph Ignacio Aguirrevengoa [rúbrica] Ante mí. Francisco Calapiz [rúbrica] Escribano receptor y público Don José Mariano Ruiz de Alarcón, Canónigo de la Insigne Colegiata Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe, ante Vuestra Señoría como más haya lugar en derecho, digo: que habrá treinta o cuarenta años, que al estar limpiado el marco de oro de la Santísima Virgen dos plateros, por una casualidad se les volteó la limeta en que tenían el agua fuerte destinado para dicha operación, la que se derramó sobre el ayate en que está estampada esta soberana señora. Pero a pesar de lo activo que es este [f. 1v] ingrediente, pues hasta el acero demuele, no le causó al ayate la menor impresión, y sólo ha quedado manchado al lado izquierdo del paño o lienzo que une. Este acontecimiento es muy digno de que quede autenticado en el archivo de dicha Colegiata para que en lo futuro reluzca más y más la milagrosa aparición de esta Santísima Imagen, que quiso y aún está favoreciendo a los de este hemisferio, pues a pesar de haberse estampado milagrosamente en un tosco ayate de doscientos ochenta y nueve años a esta parte, y de haberse derramado sobre él el agua fuerte que llevo indicada [habrá] treinta o cuarenta años, se halla intacto y con sólo la mancha, que manifiesta otro milagro, lo mismo que siempre se ha visto, sin advertirse el más mínimo demérito. Por lo cual ocurro a Vuestra Señoría, para que se sirva mandar se me reciba información [f. 2r] sobre este hecho, examinándose con juramentos los testigos eclesiásticos que existen de los que supieron el acontecimiento del agua fuerte, y hecho, se me devuelva original; y mediante a que entre los testigos que tengo que presentar se comprenden el señor don Manuel Ignacio Andrade y don José Nemesio Montes de Oca, canónigos de la misma insigne colegiata, y el bachiller don Manuel Olazarán, cura interino de San Juan Teotihuacan, se ha de servir Vuestra Señoría igualmente pasarle oficio para que con dicho sagrado rito del juramento informen lo que les conste sobre el particular. Por tanto, a Vuestra 42


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Señoría suplico acceder a mi solicitud por ser de justicia. Juro lo necesario &c. =Entre renglones =treinta o = treinta o. Vale. José Mariano Ruiz Alarcón [rúbrica] México, septiembre veinticinco de [f. 2v] mil ochocientos veinte. Hoy día de la fecha, se pusieron tres oficios a los señores canónigos de la Insigne Colegiata don Manuel Ignacio Andrade y don José Nemesio Montes de Oca, y asimismo al bachiller don Manuel Olazarán, cura interino de San Juan Teotihuacan. Y para que conste pongo esta razón. Calapiz [rúbica] En la Ciudad de México a dos de octubre de mil ochocientos veinte, yo el escribano, teniendo presente en la de su morada al bachiller don Francisco Parra y Cataño, clérigo presbítero domiciliario de este Arzobispado que doy fe conozco, de ruego y encargo para que declare, le recibí juramento que hizo in verbo sacerdotis3 tacto pectore e corona,4 bajo del cual ofreció de decir verdad en lo que supiere y fuere preguntado, y siéndolo al tenor del precedente escrito, en virtud de lo mandado en el auto a él proveído, dijo: que según puede hacer memoria, habrá cosa de veintinueve años en que estando de sacristán segundo en la Insigne y Real Colegiata, acaeció el suceso de que limpiándose cierta [f. 3r] vez el marco de la portentosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, se les volcó casualmente sobre le sagrado lienzo a los plateros que trabajaban en dicha operación, una botella de agua fuerte, y según se divulgó, y el divulgante lo oyó generalmente decir como cosa pública y notoria a los ministros de la iglesia de aquel tiempo; cuyo hecho procuraron ocultar los plateros temerosos de cualquier resulta y de que se los calificase culpables en aquella casualidad. Que también oyó decir que se verá en el lienzo la mancha que le hizo el agua fuerte, que el que expone no pudo distinguir por su mala vista. Que dicho suceso, puede decir el declarante, que acaeció en ocasión de que pasando por la crujía, oyó la voz de uno de los plateros que dijo sorprendido: “allí viene el padre”, la que aunque el que depone reflejó, se fue de largo. Y como quedó la Santísima Virgen después cubierta con su vidriera, sin duda por aquellos ministros se divulgó 3 “En palabra de sacerdote”, esto es: por las sagradas órdenes que ha recibido. 4 “Tocándose el pecho y la cabeza”.

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posteriormente el suceso y se divulgó [sic]. Que lo dicho es la verdad, por su juramento hecho, en que se afirmó, ratificó y lo firmo. Doy fe. = entre renglones = de ruego y encargo = según = Vale. Bachiller Francisco Parra y Cataño [rúbrica] José Ignacio Villa [rúbrica] Escribano receptor Mé- [f. 3v] –xico, octubre seis de mil ochocientos veinte. Hoy, día de la fecha, en virtud de haber señalado el señor don José Mariano Ruiz de Alarcón por uno de los testigos al señor doctor don Estanislao Segura, también canónigo de la Insigne Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, le pasó oficio al señor juez de este expediente para que de ruego y encargo se sirva informar lo que le conste sobre los particulares a que se contrae. Y para que conste, pongo esta razón. Calapiz [rúbrica] México, octubre siete de mil ochocientos veinte. Van acumulados a este expediente los oficios de contestación de los señores canónigos de la Insigne Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, don Manuel Ignacio Andrade, don José Nemesio Montes de Oca y doctor D. Estanislao Segura, y asimismo el del bachiller don Manuel de Olazarán. Y para que conste pongo esta señal. Calapiz [rúbrica] México, noviembre 2 de 1820. Mediante a que el señor Cano- [salto a f. 12r] –nigo don Mariano Ruiz de Alarcón ha pedido en lo verbal que se examinen sobre los particulares de su escrito a los testigos que ha señalado, entre los que se incluye el señor prebendado de esta santa Iglesia, licenciado don Juan de Bustamante, parece oficio de este señor para que de ruego y encargo informe lo que le conste sobre el particular y examínense a los demás, y evacuada que sea la información, devuélvasele original con los testimonios que pida. Lo proveyó así el señor coronel don José Ignacio

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Aguirrevengoa, Alcalde Constitucional de primer voto de esta nuestra capital, y lo firmó. Aguirrevengoa [rúbrica] Francisco Calapiz [rúbrica] Escribano receptor y público En el propio día se puso el oficio proveído al señor prebendado licenciado don Juan de Bustamante. Y para que conste, pongo esta razón. Calapiz [rúbrica] ║ [Vuelve al f. 4r] En las respetables manos de Vuestra Señoría Ilustrísima pongo la información original que se me recibió ante el señor Alcalde Constitucional de Primer Voto del Muy Ilustre Ayuntamiento de México con la deposición de siete testigos, seis eclesiásticos y uno seglar, contestes de haber oído que casualmente derramaron agua fuerte sobre el sagrado ayate de nuestra portentosa Imagen Guadalupana los plateros, en ocasión de lustrar el marco interior de oro [f. 4v] que sirve al cuadro de dicha Soberana Imagen, sin haberse desmerecido la parte del lienzo que recibió este activo y voraz licor. Dios guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años. Villa y Santuario de Guadalupe, 7 de julio de 1823. José Mariano Ruiz de Alarcón [rúbrica] Ilustre y venerable Señor […] y Cabildo [al calce] Con el [f. 5r] oficio de Vuestra Señoría de 7 del inmediato julio ha recibido este cabildo la información original que a solicitud y expensas de Vuestra Señoría se produjo ante el señor Alcalde Constitucional de primera nominación del Excelentísimo Ayuntamiento de México con la deposición de siete testigos, los seis eclesiásticos y el uno seglar, contestes de haber oído que casualmente derramaron agua fuerte sobre el sagrado ayate de nuestra portentosa imagen guadalupana los plateros, con ocasión de lustrar el marco interior de oro que sirve al cuadro de dicha soberana imagen, sin haberse advertido después de

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muchos años hubiese desmerecido la parte del lienzo que recibió este activo y voraz líquido. Tan apreciable monumento a favor del milagro de la aparición es igualmente una nueva [e] inequívoca prueba del piadoso celo que anima a Vuestra Señoría para promover los cultos de la Patrona Insigne y Universal del dichosísimo Anáhuac, y por lo mismo ha acordado este cabildo que se guarde en su archivo con la distinción que merece y que nadie, ni aun el señor abad, pueda sacarlo original, sino en caso necesario que se saque copia autorizada para que no padezca extravío [f. 5v] Igualmente por este en que contesta al de Vuestra Señoría le da las más expresivas gracias por su cristiana devoción y por su adhesión a este cabildo. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Sala capitular de Santa María de Guadalupe, 9 de agosto de 1823. [f. 6r (4r)] Contestando al oficio de Vuestra Señoría de 6 de este año, en que me pide le informe con juramento lo que me conste sobre el caso prodigioso sucedido en la Sagrada Imagen original de María Santísima de Guadalupe, acerca de que estando limpiando los plateros el marco de oro, se derramó casualmente el agua fuerte destinado para dicha operación sobre el ayate en que está pintada la soberana señora, quedando aquél sin lesión alguna, y sólo con una mancha hacia el lado izquierdo, digo: que de cuatro años a esta parte que me hallo colocado en el coro de esta Santa Iglesia Colegiata he oído constantemente referir el suceso, según y cómo se expresó, a varios sujetos fidedignos vecinos de los antiguos de esta villa, en particular a algunos de los señores canónigos, y [f. 6v (4v)] a [cinco] sacristanes. Con esta ocasión desearía yo para gloria de la Santísima Virgen que juntamente con el caso mencionado se tratase de autenticar un milagro obrado por la divina omnipotencia por medio de una estampa de papel de Nuestra Señora de Guadalupe que existe colocada en la colecturía de esta iglesia, la cual habiendo estado en medio de las llamas, y quemádose el marco de madera que la rodea, quedó intacta sin que el fuego la tocase. De este hecho puedo yo dar, siempre que Vuestra Señoría lo tenga por conveniente, una relación circunstanciada, la

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misma que oí en muchas veces y tiempos referir a mi difunto padre, quien fue testigo de vista, y donó la estampa a este santuario. Dios [f. 7r (5r)] guarde a Vuestra Señoría muchos años. Villa y Santuario de Guadalupe, 11 de octubre de 1820. Don Estanislao Segura [rúbrica] Señor Alcalde Constitucional de 1º Voto don José Ignacio Aguirrevengoa [al calce] [f. 7v (5v) en blanco] [f. 8r (6r)] Un suceso tan verdaderamente portentoso como el de haber quedado ileso el delicado ayate en que consiste nuestra divina imagen de María Santísima de Guadalupe de México, entonces, cuando al limpiar su marco de oro sólo pudo mancharse alguna [parte] con el agua fuerte con que se habría deshecho el mismo hierro, con razón ha llamado la piadosa atención de un individuo benemérito, canónigo agraciado de aquella colegiata, el señor don José Mariano Ruiz de Alarcón, a fin de que se certifique el hecho, en una circunstancias en que se ha visto nada menos que […] e impregnada por un escrupuloso exi[…], extranjero de entre los mismos de su casa todos los espa- [f. 8v (6v)] ñoles, la tradición irrefragable del más auténtico milagro y el primero de nuestra América del Septentrión. Yo, aunque de una provincia […] pertenezco por mi origen a la de Valladolid de Michoacán, y sin embargo de ser muy posterior al tiempo del suceso del agua fuerte, pues cuento apenas veintiocho años de edad, me veo necesitado dulcemente y por mucha fortuna a corresponder la honra que se me hace por el ya mencionado señor canónigo Alarcón y a responder al oficio de Vuestra Señoría de veinticinco del corriente. Juro, pues, en conformidad con mi estado, in verbo sacerdotis: que en trece años que van corriendo de mi domicilio en este arzobispado, nada he oído en contra del relacionado suceso de haberse caído cantidad de agua fuerte [f. 9r (7r)] sobre el ayate en que consiste la soberana imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, pues no necesito haber

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nacido en México ni he menester tampoco haberlo visto para averiguar un suceso notorio cual creo que todos saben. ¡Ojalá! Y que con la sinceridad que esto afirmo, sea reverenciada esta imagen de los cuales por desgracia no creen ser milagrosa aparición. Porque para quienes conocen su pintura, nada es imposible de cuanto raro ha acontecido en el modo de conservarse, debiendo ser todo esto para quien no la conoce el mejor testimonio de verdad en la maravilla de aparecerse Nuestra Señora de Guadalupe de México. Ella es decir que basta para comprobar el suceso del agua fuerte. Y este suceso bien podría ser bastante para probar lo que es la santa imagen. Dios [f. 9v (7v)] guarde a Vuestra Señoría muchos años. San Juan Teotihuacan, septiembre 30, 1820. Manuel de Olazarán [rúbrica] [Alcalde] Constitucional don José Ignacio Aguirrevengoa [al calce] [f. 10r (8r)] En contestación al oficio de Vuestra Señoría de 2[…] de septiembre último en que me insinúa haberse presentado en su juzgado el señor don José Mariano Ruiz de Alarcón, canónigo de esta insigne colegiata, pidiéndole reciba información acerca del suceso acontecido, como cosa de cuarenta años ha, de que estando limpiando los plateros el marco interior de oro de la Santísima Virgen de Guadalupe, por una casualidad se les volcó la limeta en que tenían el agua fuerte para dicha operación, la que aun habiendo pasado sobre el lienzo no le causó a éste lesión alguna, digo: que aunque dicho señor padece equívoco en la asignación del tiempo de cosa de cuarenta años, me parece que cuando más habrán pasado treinta y cuatro. Procediendo pues a la [f. 10v (8v)] declaración que Vuestra Señoría me pide en su insinuado oficio, bajo la religión del juramento, aseguro in verbo sacerdotis, tacto pectore et corona, que oí decir a varias personas, y que se tuvo por cierto el suceso, de haberse derramado parte del agua fuerte que tenían los plateros al tiempo de limpiar el marco, y que ésta paso sobre el lienzo donde está estampada la Santísima Virgen, sin haberle causado el efecto consiguiente de destruir todo lo que ocupó dicha agua.

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Y que yo por mí mismo he visto la señal que dejó el agua, opacando parte aunque pequeña al lado siniestro de la cabeza de nuestra señora. Esta observación la he hecho en ocasión de estar abierta la vidriera y con la luz clara del día. Supe también que este suceso se procuró ocultar porque no llegase a oídos del señor abad don José Colorado, cuyo genio intrépido y su grande celo a favor del culto de la Santísima Virgen lo hubiera [f. 11r (9r)] movido a cometer un exceso con el platero descuidado. Y este mismo motivo dio ocasión a que no se autenticase el prodigio, como insinué al señor don José Ruiz de Alarcón, en oficio de 2 de junio de 1819, contestándole el que me remitió en 25 de mayo del mismo año, al que me refiero para el completo de mi declaración. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Guadalupe y octubre 11 de 1820. Manuel Ignacio Andrade [rúbrica] Señor don José Ignacio Aguirrevengoa Alcalde Constitucional de Primer Voto [al calce] [f. 11v (9v)] En contestación a el oficio de Vuestra Señoría de 25 del mes que acaba, bajo le religión de juramento digo: que hace el espacio de treinta y cuatro años que soy vecino de esta villa, y desde el punto que llegué a ella […] y de oído el hecho sobre que se me pregunta si es cierto que estando limpiando el marco interior de oro de Nuestra Señora, los plateros que a este fin vinieron, se les derramó la botella de agua fuerte en el sagrado lienzo, en que se [f. 12r (10v)] delineó dicha señora, el cual no tuvo la más leve lesión, ni aun se le advierte, y sólo si una mancha al lado izquierdo de él, todo lo cual aunque no presencié, pero sí de ello me dieron noticias extensas personas fidedignas y de verdad. Y dos sacristanes que entonces existían aseguraban haberlo visto, sin que les quedase la más leve duda. Es cuanto puedo informar a Vuestra Señoría en la materia, teniendo la mayor satisfacción en declararlo, en obsequio de la Santísima Virgen, cuyas maravillas deseo se propaguen por todo el orbe de [f. 12r (11r)] la tierra. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Guadalupe, septiembre 30 de 1820. 49


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José Nemesio Montes de Oca [rúbrica] Señor Coronel don José Ignacio Aguirrevengoa, Alcalde de Primer Voto [al calce] [f. 12v (11v)] México y octubre 1º de 1820: Testamento de[l] señor Texuel. [?] (no tiene que ver con el asunto). [f. 13r (12r)] Prebendado licenciado don Juan de Bustamante […] Canónigo don Mariano Ruiz de Alarcón ha pedido en lo verbal que se examinen sobre los particulares de su escrito estos testigos que ha señalado, entre los que se incluye el señor prebendado de esta santa iglesia, licenciado don Juan de Bustamante. Pásese oficio a este señor para que de ruego y encargo informe lo que le conste sobre el particular y examínense a los demás, y evacuada que sea la información, devuélvasele original con los testimonios cual pida. Lo proveyó así el señor Coronel don José Ignacio Aguirrevengoa, alcalde constitucional de primer voto de esta nuestra capital. Y lo firmé. Aguirrevengoa [rúbrica] Francisco Calapiz [rúbrica] Escribano Real y Público En el propio día se puso el oficio proveído al señor prebendado licenciado don Juan de Bustamante. Y para que conste, pongo esta razón. Calapiz [rúbrica] [f. 13v (12v)] Dos reales / Sello tercero: dos reales: años de mil ochocientos veinte y veinte y uno. [el resto, en blanco] [f. 14r [13r)] Doy respuesta al oficio que Vuestra Señoría se sirvió dirigirme con fecha 2 del que rige, a fin de que informe a Vuestra Señoría con juramento, sobre lo que sepa en orden a el agua fuerte que los plateros casualmente derramaron sobre la soberana imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, limpiando su marco de oro. En efecto, siendo abad de aquella colegiata el señor doctor don José Colorado, y yo estaba en el Colegio de Infantes de rector, en [f. 14v (13v)] cuyo tiempo se limpió dicho marco, más como el referido abad que en aquel tiempo estaba (excelentísimo, llevo dicho) fuera de un genio ardiente, 50


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procuraron ocultárselo por el temor que todos le tenían. Y aunque yo no vi este acaso, pero me lo comunicó el bachiller don José Morales, Sacristán Mayor de aquella santa iglesia (que Dios en su santo reino haya), es cuanto sé sobre este particular, y del modo que a Vuestra Señoría se lo puedo decir. Dios guarde la vida de Vuestra Señoría. México, diciem- [f. 15r (14r)] -bre 12 de 1820. Juan de Bustamante [rúbrica] José Ignacio Aguirrevengoa. Alcalde de Primer Voto. [al calce] [f. 15v (14v)] (En blanco). [f. 16r (15r)] Sírvase Vuestra Señoría decirme a continuación de su parte lo que sabe en orden a el agua fuerte que sobre el sagrado ayate de Nuestra Señora se les derramó a los plateros, en ocasión de que limpiaban el marco de dicha soberana imagen, pues interesa [f. 16v (15v)] para su mayor gloria. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Santuario de Guadalupe, y mayo 25 de 1819. Besa la mano de Vuestra Señoría su atento capellán. José Mariano Ruiz de Alarcón [rúbrica] A la pregunta que Vuestra Señoría me hace en el antecedente: digo que aunque no me acuerdo en qué año sucedió el accidente de haberse derramado el agua fuerte sobre le sagrado lienzo de Nuestra Señora al tiempo que uno de los plateros limpiaba el marco interior, pero supe radicalmente por personas fidedignas que observaron el caso, que se ve- [f. 17r (16r)] –rificó el derrame en cantidad de dicha agua fuerte, suficiente para destruir todo el lugar que ésta bañó, y también me parece que este accidente se procuró ocultar acaso para que no llegase a noticia del señor abad doctor don José Colorado, cuyo genio intrépido lo hubiera movido a dar un severo castigo al delincuente. Por mí mismo he observado, en las ocasiones que me he acercado a la Santa Imagen estando abierta su vidriera, que el lugar por donde pasó

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el agua fuerte dejó una señal algo opaca, pero que el lienzo quedó sin lesión alguna. Supe también que el platero a quien sucedió esta desgracia se demudó tanto, que creyeron le costara una grave enfermedad, y que igual movimiento ocupó a los que se hallaban presentes, hasta que observaron que el agua no había hecho estrago alguno. Y estoy persuadido a que de este hecho no se tomó la debida información para autorizar un prodigio de esta naturaleza por el temor [f. 17v (16v)] ya referido del señor abad Colorado, pues todos saben que el agua fuerte es tan activa que destruye hasta el fierro solamente con su inmediato contacto. Es cuanto puedo decir en la materia, asegurando a Vuestra Señoría que este suceso siempre lo he tenido por un milagro de la Santísima Virgen que quiere la conservación de este tesoro tan apreciable. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Guadalupe, junio 2 de 1819. Manuel Ignacio Andrade [rúbrica] Señor Canónigo Licenciado don José Mariano Ruiz de Alarcón [al calce] [f. 18r (19r)] Don José Manuel de la Riva, español, natural de la villa de Xalapa de la Feria, viudo de doña María Josefa Rodríguez y Cardoso, vecino de esta capital, cerca de 50 años; dependiente retirado de rentas unidas nacionales, y de 69 años de edad. Digo: que habiendo entrado a servir de guarda ronda por el comercio de España en el año de 769, en la flota del mando del señor marqués de Caratillí, en cuya temporada bajo de esta aduana el resguardo de […], y entre los dependientes de que se componía aquél fue un don José Estrada, con quien tuve íntima amistad. Y habiendo venido a esta ciudad por el año de 773, lo solicité y encontré de guarda receptor de alcabalas y pulques en la garita de esta villa de Guadalupe, a quien visité con frecuencia antes de colocarme en el resguardo de dichas rentas. Y después de colocado como compañero, ya viniendo de ronda a dicha garita, y ya en lo particular, las ocasiones que mi destino me lo permitía y en todas entraba a rezar a María Santísima dos […] ver: que en las conversaciones que tenía con mi […] Estrada le manifestaba los deseos que tenía de besar a la Divina Señora, y éste me respondía que él me avisaría la oportunidad cuando lo podría conseguir, porque trababa amistad con los más 52


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[?] señores canónigos, y éstos me avisarían. Que por el año de 783 o el de 84 (según hago reminiscencia) me dijo Estrada: “ya tendrás el gusto de besar a la Virgen, pues van a limpiarle el marco de oro, y mientras lo hacen los plateros han de dar a besar a su Divina Majestad”. Avisado por Estrada el día, ocurrí al santuario. Pero habiendo llegado tarde, me dijo: “anda aprisa, a ver si consigues besarla, porque ya la habrán cubierto a causa de haber sucedido una avería”. Y preguntándole cuál era, me respondió que por un […] ║ [f. 18v (19v)] impensado se le había derramado el agua fuerte con que estaban limpiando el marco sobre la soberana imagen, con cuya novedad violenté el paso. Y cuando llegué a la iglesia, ya tenían cubierta su Divina Majestad con una cortina. Pero suplicando a los señores si querían hacerme el favor de que le besase, le desviaron la cortina, y vi y besé a su Divina Majestad. Y preguntando a uno de los circunstantes cómo había sucedido aquella contingencia, me dijo que estando la vasija en que estaba el agua fuerte parada sobre el marco de la imagen, sin reflejar5 uno de los plateros la empujó y cayó sobre la corona de dicha imagen, y se corrió por un lado del santísimo rostro, sin llegar a éste, y que le habían limpiado prontamente con algodones y corporales, sin que le hubiera dañado dicha agua fuerte. Y en distintas ocasiones que he tenido la dicha de rezar a su Divina Majestad, he tenido la advertencia de verle el lado izquierdo, por donde le corrió el agua, y conserva la mancha sin haber desmerecido la pintura de la imagen, ni comídose el ayate, cuyo caso fue y es público y notorio a todos los que presenciaron el lance de que hablado. Y es cuanto sé, puedo decir y la verdad. Y como tal estoy pronto a jurarlo siempre que se tenga por conveniente. Guadalupe, y diciembre 23 de 1820. José Manuel de la Riva [rúbrica] [f. 19r (20r)] Dos reales. Sello tercero. Dos reales, años de mil ochocientos diez y ocho, y diez y nueve. México, junio 11 de 1823.

5 Esto es: “sin reflexionar”.

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Como lo pide para los efectos que haya lugar. Lo proveyó así el señor Alcalde Constitucional don José Brito y lo firmó. José de Brito [rúbrica] Francisco Calapiz Escribano Nacional y Público [rúbrica] Don José Mariano Alarcón, Canónigo de la Insigne y Nacional Colegiata de Nuestra Santísima Madre y Señora de Guadalupe, ante usted como más haya lugar en derecho, digo: que el año pasado de mil ochocientos veinte, produje una información sobre el maravilloso portento, de que al tiempo de estar limpiando el marco, por una casualidad se les derramó a los plateros el agua fuerte sobre la soberana imagen sin que hasta el día haya tenido el lienzo novedad alguna, como era de esperar, cuando hasta el fierro se funde con este ingrediente. En esta atención se ha de servir usted mandar se acumule a dicha información la contestación que medió el año pasado de ochocientos dieciséis el señor [f. 19v (20v)] canónigo y cura licenciado don Manuel Ignacio de Andrade, en contestación del oficio que para que informara sobre el particular le dirigió el día once de agosto del mismo año, como así mismo la declaración dada por don José Manuel de la Riva, y que reconocida que sea por éste, se me devuelva la información original para que se archive. Por tanto, a usted suplico así lo mande por ser justicia. Juro en forma lo necesario, etc. José Mariano Ruiz de Alarcón [rúbrica] En la capital de México, a catorce de junio de mil ochocientos veinte y tres años, tercero de la Independencia, estando en la de su morada el señor Alcalde Constitucional juez de este expediente, compareció a su presencia don José Manuel de la Riva, dependiente retirado de las Rentas unidas nacionales, vecino de la Villa y Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, y residente en esta capital. Y para efecto de que haga el reconocimiento prevenido, le reci- [f. 20r (21r)] –bió Su Merced juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y la señal de la Santa Cruz según derecho, bajo del cual ofreció de decir verdad en lo que supiere y fuere preguntado. Y habiéndole demostrado de verbo ad verbum la declaración presentada por el señor canónigo don Mariano Ruiz de Alarcón, vístola y reconocídola, dijo: que es la misma que entregó a 54


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dicho señor canónigo el día veintitrés de diciembre del año pasado de mil ochocientos veinte, la que por ser cierta y verdadera ratifica en todas sus partes, y que la letra y la firma que se halla en dicha declaración es de su puño, la que acostumbra hacer, y por tal la reconoce, so cargo del juramento que hecho tiene, en que se afirmó y ratificó. Y lo firmó con dicho señor Alcalde Constitucional, de que doy fe. José Manuel de la Riva [rúbrica] Brito [rúbrica] Ante mí. Francisco Calapiz. Escribano Nacional y Público [rúbrica]

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EL MOSAICO DE CASTAS EN CONCHA NÁCAR DEL MUSEO DE ARTE POPULAR, CDMX: VOCACIÓN UNITIVA DE GUADALUPE EN LA DIVERSIDAD CULTURAL MEXICANA* Dr. Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo D.† ABSTRACT: La Virgen de Guadalupe en México debe contextualizarse en el complicado entramado social de lo que ahora es México en cuanto a su inherente e innegable diversidad y pluralidad cultural, sin embargo, a pesar de ello, la vocación conjuntiva del símbolo guadalupano late bajo las muchas capas de ese mestizaje incesante y prolongado, ofreciéndose como espacio común que articula y une socialmente a pesar de las diferencias culturales presentes y enfatizadas en otros momentos de la vida social. La madre que consuela y reúne lo que de otra forma sería imposible de conjuntar. PALABRAS CLAVE: Virgen de Guadalupe, diversidad cultural, castas, unidad religiosa, interculturalidad.

* El texto aquí publicado obedece a una invitación especial del Director Académico del

Colegio de Estudios Guadalupanos (COLEG) de la UIC. † Director del Observatorio de Religiosidad Popular (ORP) de la UIC.

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El contexto social donde inicia el culto guadalupano en México durante la Colonia Temprana estará signado por su diversidad. Los distintos grupos culturales presentes en la Nueva España iniciarían un paulatino proceso de mezclas e interacciones que acrecentarían aún más esa pluralidad ya existente. En ese proceso, la distinción social basada en una escala de valores de tipo racial, privilegiaba —por supuesto— a aquellos provenientes del Viejo Continente, a la vez que daba una gradación escalonada de acuerdo a la inyección de sangre europea en los grupos raciales más bajos en dicha escala. Es así como surgieron las castas, en sintonía con la instauración colonial, como un mecanismo de diferenciación sociocultural y racial que reflejaba por un lado la diversidad existente en el entorno social, a la vez que favorecía la distinción y la diferencia en términos de “estatus social”, motivo de orgullo y complacencia entre los grupos más altos en esa escala. Esta mentalidad operante en el orden social colonial permitía la identificación de los individuos dentro del conjunto universal de la Sociedad Novohispana, herramienta útil en la dinámica de sometimiento a un poder centralizado en las disposiciones peninsulares y administrado a través del virreinato. Las diferencias exaltadas funcionaban como referente de la posición social que correspondía a cada individuo y a cada grupo, pero también a la vez se erguían como un modelo útil para integrar a los individuos –en su diversidad inherente- a un ideal aspiracional basado en los valores de la cultura dominante, coadyuvando a la internalización personal del “estatus” correspondiente y favoreciendo la normalización de las diferencias en el acceso a los recursos y posibilidades dentro de la sociedad colonial. A contrapelo de esta tendencia pedagógica social presente en las pinturas de castas, encontramos en el culto guadalupano un punto de unión operativo en medio de la diversidad creciente en la sociedad novohispana. El culto en el Tepeyac, se convirtió pronto en un referente simbólico decisivo para aquellos que habitaban estas tierras sin importar su origen étnico. En su “Casita Sagrada” la madre del Tepeyac se instauró como un epicentro devocional atrayente tanto para indígenas, como para españoles peninsulares, mestizos, negros, mulatos, etc. 58


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En medio de la diferenciación social y distinciones culturales promovidas por el poder colonial, la Virgen de Guadalupe tuvo una clara vocación a la unidad en medio de la vida social novohispana, una vocación que fructificó notablemente en el ámbito simbólico de la identidad social común a la pertenencia y vecindad del territorio Novohispano. En ese ámbito, el de la vida carente y necesitada, bajo el influjo de la desgracia, la enfermedad, la debilidad, las tragedias –tanto colectivas como individuales-, el punto común a dónde voltear la mirada en busca de protección fue la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac. En ese terreno simbólico empezó a fraguarse una identidad propia, distintiva de este territorio que después se consolidaría como México. Y lo fue en base a la maternidad de Guadalupe como ícono integrador de la pluralidad socio-cultural y étnica presentes en Nueva España. Es así que –desde el arte- llama poderosamente la atención el ejemplo que aquí presentamos del mosaico de castas hecho en concha nácar en el s. XIX y que forma hoy parte del acervo del Museo de Arte Popular (MAP) en la Ciudad de México. En este mosaico se presentan de forma exquisita, en la técnica de mosaico con concha nácar, las escenas de las diferentes castas existentes en México colonial. En ello no se distingue de los biombos, cuadros o pinturas en miniatura que genéricamente se conocen como “pinturas de castas”. El elemento que aquí queremos resaltar es la presencia de la Virgen de Guadalupe como elemento catalizador unitivo en medio de la diversidad presentada en las diferentes castas. La imagen de la Virgen de Guadalupe corona el cuadro y desde lo alto integra el conjunto que se presenta a sus pies.

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Recordemos, pues, que la Virgen de Guadalupe en México contemporáneo es un símbolo religioso muy complejo dadas las transiciones que a lo largo de la historia ha acompañado en los movimientos sociales que configuraron este territorio que pasó de ser predominantemente 60


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indígena en el s. XVI a una nación mestiza Occidental en el s. XIX. La imagen de la Virgen de Guadalupe ha acompañado estos diferentes momentos históricos y necesariamente se ha reformulado su sentido en los cambios de una fase a otra. De esta forma, su camino hacia la maternidad de esta nación —en su proceso histórico— incluye en su complejidad social elementos de etnicidad, discriminación, identidad y la otra cara de la moneda de la identidad: la exclusión. Este proceso se inició en medio de una sociedad colonial que no promovía en absoluto la igualdad, antes bien, enfatizaba las diferencias culturales, siempre en detrimento de los grupos subordinados para garantizar la legitimidad y exclusividad en el acceso al poder, de allí la importancia de las castas en la Colonia. Y también de aquí la importancia del ejemplo presentado de la Virgen de Guadalupe como elemento catalizador y unitivo en medio de la diversidad exaltada de las castas.

Recordemos que el momento histórico donde se ubica la génesis del culto a la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, era un contexto caótico fundante y decisivo que marcó el derrotero a seguir en las 61


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subsecuentes relaciones interétnicas en la Colonia, especialmente en lo que toca a la parte de las interacciones interculturales e interreligiosas. Es por eso que destacamos el papel aglutinante en el ámbito social, a partir del culto guadalupano, en la sociedad novohispana y posteriormente la naciente nación mexicana.

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Así lo expresa desde el arte también [el autor de la pintura] exhibida en Otumba, México, en la Casa Museo Gonzalo Carrasco, al colocar a la Virgen de Guadalupe sobre el escudo nacional: el águila devorando la serpiente. (Fig. 1).1 Más aún, no es una superposición de imágenes, sino una integración plena al estar el ángel-mensajero bajo los pies de Guadalupe montando al águila emblema de México.

Fig. 1 Anónimo Virgen de Guadalupe con 4 apariciones s. XVIII Óleo s/tela 82 x 122 cm Casa Museo Gonzalo Carrasco Otumba, Edo. México

1 Agradecemos al Arqlo. Miguel Silva, director de la Casa Museo Gonzalo Carrasco de

Otumba, el habernos proporcionado esta imagen. (N. del E).

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ANÓNIMO Virgen de Guadalupe con 4 apariciones s. XVIII Óleo s/tela 82 x 122 cm Casa Museo Gonzalo Carrasco Otumba, Edo. México (detalle)

Entender desde este itinerario la esencia del mensaje guadalupano es entenderlo en su vocación de unidad y como catalizador social operativo en el ámbito devocional con sus repercusiones en el ámbito sociocultural aglutinado en derredor de un símbolo común, a pesar de las diferencias propias de un tejido social eminentemente plural.

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LA MANDORLA. UNA APROXIMACIÓN ARQUETÍPICA A LA IMAGEN DE GUADALUPE* Mtro. Jorge Luis Ortiz Rivera† ABSTRACT: La imagen de la Virgen de Guadalupe posee varios elementos simbólicos los cuales son susceptibles de ser interpretados desde diferentes ángulos. Este artículo tiene la finalidad de presentar los antecedentes teóricos simbólicos, desde la teoría jungiana de los arquetipos, que permitan identificar uno de esos elementos, la mandorla, que están por encima de las diferenciaciones culturales y temporales y que son universales, en la medida que pertenecen a la estructura psíquica de los seres humanos, haciendo a la Imagen inteligible como icono sagrado. PALABRAS CLAVE: Símbolo, arquetipo, lenguaje, religión, inconsciente.

* Articulo redactado a petición expresa del editor del Boletín del COLEG. † Director del Programa Académico de Filosofía de la Universidad Intercontinental

(UIC).

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El lenguaje religioso, aunque no siguiendo los caminos normales de la comunicación humana, en tanto que lineal y objetual, no deja por ello de ser manifestación de la naturaleza propia del hombre, es decir, aunque el objeto de lo religioso apunta al reino de la allendedad,1 es decir, de la trascendencia, o de lo que en palabras de Rodolfo constituiría el mundo de lo “numinoso”,2 sin embargo es inaccesible a la consideración del creyente. En efecto, la premisa ontológica tradicional de la filosofía es que todo cuanto existe pueda ser conocido con verdad. 3 Pero esta afirmación de una de las principales tesis filosóficas de la metafísica tomista no prejuzga para nada el hecho de que existan varios modos de conocimientos aplicables según lo requiera el objeto del que se trate. En este tenor de ideas, si lo “numinoso” existe, entonces, ello podrá ser conocido con verdad; pero el mecanismo para hacerlo no es el proceso de conocimiento normal que conduce a la mente humana desde la percepción de los objetos captados por medio de la sensación hasta la abstracción de un concepto universal.4 Al contrario, dado la naturaleza misma de lo que constituye el objeto de lo religioso, el cual trasciende de entrada lo conceptual y lo temático, pero muchas veces también lo sensorial, su modo de captación epistémica deberá adecuarse a estas condiciones. En primer lugar, no se trata en la mayoría de las veces de un proceso en el sentido estricto del término, es decir de una secuencia de pasos que han de cumplirse para llegar al conocimiento de la verdad. El 1 Véase el estudio que sobre el lenguaje religioso realicé en otro lugar: “Hablando de lo

Indecible. La Poesía como Vehículo Adecuado para La Experiencia Mística” en: Intersticios, año 6, no. 13 (2000) y en: Unidad y Diversidad, vol. 1, no. 1, (ene.-jun. 2001). 2 Lo “numinoso”, para Otto, representa la dimensión trascendental de la experiencia

religiosa, que va más allá de lo ordinario y racional, involucrando tanto el temor como la fascinación ante lo divino. Según él, es una mejor designación de la divinidad, en tanto que es un concepto más universal y está despojado de toda carga cultural particular que llevara a confundir, por ejemplo, con el Dios cristiano. (Vid. Rudolf OTTO, Lo Santo: lo racional e irracional en la idea de Dios, Madrid: Alianza, 2005, pp. 9-14). 3 S. Th. De Veritate q. I, a. 5 ad 2. 4 Para una explicación básica de este proceso puede consultarse Ignacio Miguel AN-

CHEPE, “Algunas puntualizaciones sobre las interpretaciones representacionalistas de

la teoría del conocimiento de Tomás de Aquino”, en: Studium. Revista semestral de la Orden de los Predicadores, tomo XV, no. 29, (2012), Argentina: Tucumám, pp. 163-172.

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conocimiento de la realidad apuntada por los religiosos, por su propia naturaleza, es intuitivo. Pero ello es así justo al momento final de la captación certera de la existencia de lo trascendental. Previo a eso, su acercamiento ha de recurrir a las características y notas propias de la naturaleza humana aunque, como se ha anotado, no al modo ordinario y común como suelen conocerse las realidades que rodean la esfera de lo humano. De hecho, esta nota da origen a lo que en muchas culturas se le conoce como conocimiento místico. Ahora bien, mientras que, para el conocimiento ordinario y científico, la racionalidad propia de lo de lo que se capta es de carácter lógico, lineal, conceptual; para los objetos trascendentes la captación es lo que en términos de Carl Gustav Jung se menciona como simbólico, racional y onírico.5 El lenguaje de los sueños en tanto que simbólico es mucho más plástico, maleable y amplio que el lenguaje lógico, por ello permite juntar en una sola imagen elementos que a la razón lógica le parecería contradictorios y por lo tanto epistemológicamente incognoscible y ontológicamente inexistente.6 Las aparentes contradicciones que desde la óptica científica presentan los contenidos de los textos sagrados de todas las religiones, lejos de anunciar su falsedad, expresan la naturaleza de “completud” que supone las entidades que formarían la pléyade que constituye lo religioso.7 En otra parte anotaba yo que precisamente el símbolo de la coniunctio oopositorum8 es el mejor símbolo para hablar de la divinidad, sobre la base de una larga tradición,9 en tanto que logra presentar por completo el objeto atisbado. Y es que, si ésta existe en la perfección que le es predicada, habrá de superar las limitaciones de la finitud humana, las cuales dan origen a 5 Carl Gustav JUNG, Psicología y Alquimia. Otros Horizontes, Barcelona: Plaza y Janés,

1992, p. 41. 6 Ibid., p. 22. 7 Carl Gustav JUNG, Psicología y Religión, p. 92. Lo misma idea puede encontrarse desa-

rrollada en: Carl Gustav JUNG, La psicología de la transferencia, Barcelona: Paidós 1991. 8 ORTIZ RIVERA, Simbolismo Religioso Valentiniano. Saarbrücken, Alemania: Editorial

Académica Española, 2012. (ISBN 978-3-659-01540-3). 9 Vlado SLÔK, en: “Stages of coniunctio oppsitorum”, Gerardus Forneus, written by

notes from Jung’s Mysterium coniunctionis”. http://www.therapyvlado.com/index.php?id=4&article=1705 [12 de diciembre 2023].

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la comprensión contradictoria de la realidad. Todo ello induce a presentar como primeras conclusiones que la realidad de los religiosos se transmite y comprende a través de un lenguaje que trasciende la limitación del concepto de signo lingüístico apuntado, por ejemplo, por Ferdinand de Saussure. En el lenguaje objeto los signos se han aprendido como guardando una relación directa con la imagen conceptual: a tal término corresponde tal realidad. Pero en el caso del lenguaje religioso, la imagen acústica no guarda relación directa con la imagen conceptual que evoca puesto que los símbolos al mismo tiempo enseñan y ocultan, Pero ellos son sin lugar a dudas la mejor manera de expresar un estado de cosas que de otra manera pasearían inadvertidos o contradictorios a la natural y ordinaria estructura racional lógica del hombre. La riqueza expresiva de lo simbólico radica precisamente en que su medio está conformado por un significante reflejo, es decir, por un medio (símbolo) que apunta una cosa pero que evoca otra que permite completar el estado de cosas que no puede ser expresado mediante conceptos lingüísticos normales.10 Esta experiencia no es un estado del todo excepcional del hombre. La cultura humana en general posee la experiencia de cómo funcionan los sueños, por ejemplo. El conocimiento obtenido por medio de un lenguaje simbólico es reflejo y, por lo tanto, requiere una lógica especial, distinta a aquella que rige el conocimiento científico y la cual no siempre se enseñan en los institutos de educación formal de las naciones. Es una especie de aptitud que se va generando de manera natural, poco a poco, en el conjunto de la comunidad. Por ello, Jung habla, junto con otros, del inconsciente colectivo,11 para referirse a esta aptitud grupal comunitaria socialmente adquirida de entender ciertas realidades a través de símbolos, no en su semántica directa, sino en aquello que puede expresar en el conjunto de toda una gramática especial tendiente, precisamente, a buscar la expresividad de la “completud” del

10 Esta característica que apunta hacia la totalidad es ya mencionada en los trabajos de

Umberto Eco con respecto a la naturaleza de los símbolos. 11 Carl Gustav Jung, “El concepto del Inconsciente colectivo”, no. 99, citado, en este caso por Rebeca Retamales Rojas, “Los arquetipos y el inconsciente colectivo”, en: http://www.fcgjung.com.es/art_34.html. [7 de diciembre 2008]

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contenido de lo religioso. Ello es resumido bien en la teoría de Durand sobre los símbolos: En principio el conocimiento simbólico, definido triplemente como pensamiento siempre indirecto, como presencia figurada de la trascendencia y como comprehensión epifánica, aparece en las antípodas de la pedagogía del saber tal como se instituye desde hace diez siglos en Occidente. Si como O. Spengler se hace comenzar plausiblemente nuestra civilización con la herencia de Carlomagno, se nota que Occidente siempre ha opuesto a los tres criterios precedentes elementos pedagógicos violentamente antagónicos: a la presencia epifánica de la trascendencia, las iglesias opusieron dogmas y clericalismos, al "pensamiento indirecto" los pragmatismos opusieron el pensamiento directo, el "concepto" —cuando no el "precepto"— y finalmente, ante la imaginación comprehensiva "madre de error y de falsedad", la Ciencia dirigirá las largas cadenas de razones de la explicación semiológica, asimilando además estas últimas a largas cadenas de "hechos" de la explicación positivista. De alguna manera los famosos "tres estados" sucesivos del triunfo de la explicación positivista son los tres estados de la extinción simbólica.12

Un ejemplo de todo este fenómeno simbólico se encuentra los mandalas producidos por los monjes de oriente después de un largo periodo de meditación alejados, casi siempre en una cueva, de todo estímulo sensorial. Estos diseños han de entenderse no sólo en sus características estéticas como producto artístico, sino en la “totalidad” simbólica de la expresividad de la divinidad, en este caso deísta de la religión tibetana, puesto que, “en última instancia, un objeto que se convierte en un símbolo tiende a coincidir con el todo, del mismo modo que la hierofanía tiende a incorporar lo sagrado con su totalidad, a agotar ella sola, todas las manifestaciones de la sacralidad”.13 Por esta razón, los símbolos guardan polisemia y pueden representar simultáneamente diversas realidades y lograr su articulación en un sistema coherente, incluso en situaciones contradictorias. “El simbolismo de la luna, por ejemplo, revela una solidaridad connatural entre los ritmos lunares, el devenir temporal, las aguas, el crecimiento de las

12 Gilbert DURAND, L’imagination symbolique, París PUF, 1984 en: La victoria de los ico-

noclastas o el revés del positivismo, [trad. Enrique Eskenazi], http://homepage.mac.com/eeskenazi/durand.html, [19 abril de 2009]. 13 Mircea ELIADE, Images et symboles. Essais sur le symbolisme magico-religioeux, Paris:

Gallimard, 1952, p. 404.

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plantas, las mujeres, la muerte y la resurrección el destino humano, el oficio del tejedor, etc.”.14 Por otra parte, los símbolos preferentemente utilizados como expresión de lo religioso pertenecen a lo que Jung denomina arquetipos. Él sostiene que estos son “los sedimentos de todas las experiencias de la serie de los antepasados; pero no son estas experiencias mismas”. 15 En otras palabras, es conveniente afirmar que un arquetipo es una imagen ancestral, es decir, que se desvanece desde el comienzo de la humanidad y forma el inconsciente colectivo.16 Los mismos representan una experiencia que se hereda, pero solo en su forma, no en su contenido: “No afirmo con esto en modo alguno, la herencia de las representaciones, sino solamente la posibilidad de la representación cosa que es muy distinta”.17 En torno a estas consideraciones se han de tener presentes ciertas precisiones. Primero, la posibilidad de la existencia de estas estructuras formales mentales inconscientes se basa en un razonamiento que siga las reglas de la inducción por analogía, que en este caso podría plantearse así: si la ciencia ha demostrado que las conductas conducentes a la realización de actividades vitales para cualquier especie son heredadas de cierta manera, es posible suponer que lo mismo suceda en el caso de la especie humana. Desde esta perspectiva, una de las actividades vitales humanas más importantes es la conducta psíquica, por lo tanto, es probable que ésta también sea heredada: A ningún biólogo se le ocurrirá afirmar que cada individuo que nace vuelve a adquirir nuevamente su modo de comportamiento. Antes bien, es probable 14 Mircea ELIADE, Mefistófeles y el Andrógino, Madrid: Guadarrama, 1969, p. 26e. 15 Carl Gustav JUNG, El yo y el inconsciente, Barcelona: Luis Miracle, 1950, p. 156. 16 Polly YOUNG-EISENDRATH y Terence DAWSON, Introducción a Jung, Madrid: Akal-

Cambridge, 1999, p. 444. Jung lo define recurriendo a una metáfora tomada de la cristalografía: “La forma de estos arquetipos acaso sea comparable al sistema axial de un cristal, que predetermina la formación cristalina en el agua madre sin poseer él mismo una existencia material. En esta existencia se manifiesta primero la manera de cristalizar los iones y después las moléculas… El sistema axial determina la forma concreta del cristal. Así como el cristal, posee el arquetipo un núcleo de significación invariable que siempre determina su modo de manifestarse, sólo en principio, nunca concretamente”. (Citado por el mismo Jung en Psicología y religión, p. 86). 17 Carl Gustav JUNG, Lo inconsciente en la vida psíquica normal y patológica, Buenos

Aires: Losada, 1992, p. 83.

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que si el pájaro tejedor, una vez llegado a determinada edad, construye siempre su nido, eso se debe a que es un pájaro tejedor y no un conejo. Del mismo modo, también es probable que un hombre nazca con un modo humano de conducta y no con el de un hipopótamo o con ninguno. De su conducta característica también forma parte su fenomenología psíquica, que es diferente de la de un pájaro o de la de un cuadrúpedo. Los arquetipos son formas típicas de conducta que, cuando llegan a ser conscientes, se manifiestan como representaciones, al igual de todo lo que llega a ser contenido de conciencia.18

La conclusión es la siguiente: la posibilidad de la existencia de arquetipos se encuentra lógicamente fundada en tanto que ello ocurriría para evitar a la especie humana una pérdida innecesaria de tiempo, tal como sucede en cualquier especie en otras actividades vitales. Ahora bien, lo que se hereda, como ha quedado sustentado desde el principio, no es el contenido de la experiencia vital o la imagen de la que hablaba Polly Young-Eisendrath. Ese contenido, en tanto que experiencia, es personal y, por ello mismo, intransmisible. De la misma manera que el pájaro tejedor no hereda la experiencia de haber construido tal o cual nido en particular; sino la estructura aptitudinal que le permite hacerlo. De forma análoga, el hombre no heredaría el contenido psíquico de sus antepasados, sino la estructura formal que le permitiera elaborar el suyo propio. Todo lo cual conduce a tener presente una segunda consideración importante. Un arquetipo es sólo una estructura formal vacía: “El arquetipo es un elemento formal, en sí vacío, que no es sino una facultas praeformandi, una posibilidad dada a priori de la forma de representación”,19 por lo que no implica un contenido específico, pero sí que el contenido que llegase a llenar esta estructura, presentará características similares, aunque no idénticas, formalmente hablando. Por ello es posible hablar de una serie de arquetipos básicos presentes en varias culturas: Nacimiento, Muerte, Puer aeternus,20 Dios, El viejo sabio,

18 Carl Gustav JUNG, Arquetipos e inconsciente colectivo, Buenos Aires: Paidós, 1970, p.

173. 19 Ibid., p. 74. 20 Carl Gustav JUNG, “Acerca de la psicología del arquetipo del niño”, en: Obra com-

pleta. volumen 9/I. Madrid: Editorial Trotta, 2002.

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Cuaternidad,21 Mandala, Trickster,22 Padre, Madre, Héroe. A esta lista habría que añadir otros que poseen una fuerte carga emocional, como lo son las series numéricas o un amigo traidor y que también constituyen una constante en las formas religiosas, míticas y oníricas. Jung suma a esta lista de arquetipos los conceptos de ánima, ánimus, sombra, persona, “sí-mismo”.23 El mismo Jung no considera la lista agotada. Hay tantos arquetipos como situaciones típicas en la vida. Una repetición interminable ha grabado esas experiencias en nuestra constitución psíquica, no en forma de imágenes llenas de contenido, sino al principio casi únicamente como formas sin contenido, que representan la mera posibilidad de un cierto tipo de percepción […].24

Esta forma vacía es llenada a la vez por medio de una representación y por una carga energética, que Jung identifica con la libido; pero, a diferencia del pensamiento freudiano, ésta no es específicamente de tipo sexual, sino la energía básica de cualquier organismo vivo. “Así estas imágenes no las hemos de figurar como exentas de contenido y, por ende, inconscientes. El contenido, la influencia y el estado consciente no lo alcanzan sino luego, al tropezar con hechos empíricos que, al dar en la predisposición inconsciente infunden vida”.25

21 Carl Gustav JUNG y Aniela JAFFÉ, Recuerdos, Sueños, Pensamientos, 306, Barcelona:

Editorial Seix Barral, 1964, no. 306. 22 Vid. Carl Gustav JUNG, “Acerca de la Psicología de la figura del trickster”, en: Obra

completa, volumen 9/I, Madrid: Trotta, 2002, pp. 239-240. 23 Vid. Carl Gustav JUNG, “Sobre el amor” en Obra completa, Volumen 9/I, Madrid,

Trotta, 2008. En otra obra, Jung sostiene: “Entiendo por yo el complejo de representaciones que constituye para mí el centro de mi zona consciente y me parece de la máxima continuidad e identidad… Es consciente un elemento psíquico en tanto está referido al complejo del yo. Ahora bien, en cuanto el yo sólo es el centro de mi zona consciente no es idéntico no es idéntico a la totalidad de mi Spike, sino que es simplemente un complejo entre muchos complejos. Distingo, pues, entre el yo y el sí-mismo en cuanto que el yo es el sujeto de mi propia conciencia, mientras que sí-mismo es el sujeto de mi psique toda, incluso de la inconsciente”. (Tipos psicológicos, cita por el mismo Jung en Psicología y religión, p. 71). 24 Carl Gustav JUNG, “El concepto del Inconsciente colectivo”, no. 99, citado, en este

caso por Rebeca RETAMALES ROJAS, “Los arquetipos y el inconsciente colectivo”, en: http://www.fcgjung.com.es/art_34.html. [7 de diciembre 2008]. 25 Carl Gustav JUNG, El yo y el inconsciente, p. 156.

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Ahora bien, ¿cuál es el proceso mediante el cual el ser humano logra producir un arquetipo? ¿Cómo se llega de él al símbolo religioso? Esto sucede en cuatro pasos.26 Los primeros dos constituyen la conformación del arquetipo como tal y los últimos dos a la elaboración simbólica propiamente dicha. En primer lugar, existe un elemento que potencialmente puede ser cargado de significación. Éste es el inconsciente colectivo, el cual funciona como base para la producción de un arquetipo. Para entender éste, se debe tener en cuenta la concepción jungiana de la psiqué. Ésta se encuentra conformada por el consciente, el inconsciente personal. Éste es el inconsciente que fue estudiado por Freud. Pero además de éste, Jung postula el inconsciente colectivo, al cual define como: todo menos un sistema aislado y personal. Es objetividad, ancha como el mundo y abierta al mundo. Yo soy el objeto de todos los sujetos, en perfecta inversión de mi consciencia habitual, donde soy siempre sujeto que tiene objetos. Allí estoy en la más inmediata e íntima unión con el mundo, unido hasta tal punto que olvido demasiado fácilmente quien soy en realidad. «Perdido en sí mismo» es una frase adecuada para designar ese estado. Pero ese «mismo» es el mundo, o un mundo cuando puede verlo una consciencia. Por eso hay que saber quién se es.27

Desde esta perspectiva, el inconsciente colectivo se define como la existencia de contenidos psíquicos inconscientes comunes a toda la humanidad que no responden a una experiencia personal particular y que son transmisibles por herencia. No se tratan de instintos, sino de contenidos psíquicos, como ya se anotaba más arriba.28 Estos contenidos pueden variar en sus elementos accidentales, pero formalmente permanecen idénticos en medio de muchas formas culturales. El segundo momento de la conformación de un arquetipo es la aparición inesperada de un suplemento de energía que impulsa la actividad. Esto puede ser un sueño, un momento de especial tensión emocional, un profundo estado de meditación y contemplación. En cualquiera de

26 Vid. Jolandi JACOBI, Complejo, Arquetipo y Símbolo en la psicología de C.G. Jung, Mé-

xico: Fondo de Cultura Económica, 1983. 27 Carl Gustav JUNG, Arquetipos e inconsciente colectivo, p. 21. 28 Ut supra, p. 25.

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estos casos se presenta un incremento de energía que activa este inconsciente colectivo. En un tercer momento, la carga energética extra en el contenido psíquico provoca que el arquetipo recién formado sea atraído hacia la conciencia, aunque continúa siendo inconsciente el contenido energético del mismo. Finalmente, como cuarto momento, cuando el arquetipo entra en contacto con la conciencia pudiera seguir dos caminos: o puede manifestarse en el plano biológico o puede hacerlo en el plano espiritual como una imagen o idea. Esta última es lo que específicamente se le conoce como símbolo. Esta imbricación ha conducido a que, en el vocabulario jungiano, generalmente se consideren como sinónimos arquetipo y símbolo. El hecho es que, en su pensamiento, el símbolo es expresión del arquetipo, el cual, a su vez, como se ha dicho, es una estructura vacía fundada en el inconsciente colectivo. La mandorla en la Imagen de María de Guadalupe Pues bien, todo este marco teórico habrá de tenerse en cuenta para estudiar un símbolo religioso en particular, la mandorla, en un caso concreto específico: la imagen de María de Guadalupe. No se olvide lo que se ha ganado con el estudio previo. Las representaciones que, a lo largo del mundo, se refieren al mundo de lo sagrado presentan ciertas diferencias en lo particular cuando se atiende, por parte del observador a culturas determinadas en tiempo y especio específico, pero que coinciden en lo general, o como se ah apuntado más arriba, en lo formal Estas estructuras, arquetipos, son la base del lenguaje religioso. ¿Qué dice la mandorla, símbolo medieval, al estudioso de las representaciones religiosa? “Mandorla” es un vocablo tomado del italiano y que literalmente significa “almendra”. Se trata de ese halo oval que circunda a ciertas imágenes sagradas. Pero, lo importante es determinar por qué es común en las representaciones de lo sagrado. La figura de la mandorla resulta de la construcción geométrica de una elipse. En todas ellas se pueden localizar dos centros cada uno constituyendo el centro de un círculo. Por lo tanto, es lícito afirmar que, al menos geométricamente, surgen de la unión de dos círculos. Esto puede suponer de distintas maneras. La primera de ellas consiste en 76


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intentar circunscribir la periferia de dos círculos superpuestos, de lo que resulta una elipse:

O, de otra forma, intersecar los dos círculos originales:

En cualquiera de los casos obtenemos una elipse que une dos círculos. Pero ¿por qué este elemento es tan importante en las representaciones de lo divino de la época antigua y medieval? Tendremos que reflexionar desde la cosmovisión de aquella cultura que dejó rastro de ello, la helénica en general, pero específicamente el platonismo y el neoplatonismo. Para estas cosmovisiones existen dos realidades: el mundo de lo espiritual y el mundo de lo material. Se trata por supuesto de formas de pensar dualistas. Ahora bien, en todo dualismo, es necesario un puente que una las dos realidades cósmicas. Unas veces, se trata de una entidad inteligible y metafísica, como en el caso de Filón de Alejandría que propone la existencia del Logos de Dios;29 otras veces se trata de una entidad menor en importancia, con respecto a la divinidad mayor, como es la figura del Demiurgo en los textos platónicos.

29 Para una profundización de este tema, recomiendo al lector mi artículo: Jorge Luis

ORTIZ, “Escolios a las Implicaciones Filosóficas en el Prólogo del Evangelio de San Juan”, Intersticios, Filosofía, Arte y Religión, año 21, no. 44-45 (2018), pp. 165-180.

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Pero el problema habrá surgido a estos hombres cuando se intentó hacer una representación gráfica de estos conceptos ¿Cómo plasmar en artes plásticas, la existencia de este puente ontológico que une dos dimensiones? El mundo de lo inteligible y el mundo de lo material, lo espiritual y lo corpóreo, el mundo de la divinidad y el mundo de la realidad bajas,30 el mundo de lo sagrado y de lo profano, etcétera, todoas estas dimensiones requieren un puente. La respuesta que encontraron los artistas antiguos y medievales es encerrar en una elipse la imagen de aquél que funge como puente, en la media que es así mismo trascendente e inmanente. La construcción geométrica de la elipse que se ha indicado más arriba facilita este propósito. Uno de los círculos requeridos para su construcción geométrica constituye la representación del mundo de lo espiritual; el otro, la del mundo material. La mandorla es el símbolo que se requiere para representar el puente exigido metafísicamente para llenar el vacío que dejaría el dualismo y que, de otra manera, daría pie a un universo que resultaría inexplicablemente inestable.

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En esta primera imagen se puede observar como el Padre Eterno sostiene al Hijo, quien es, al mismo tiempo, hombre y Dios, es decir el 30 Pléroma y Kéroma, respectivamente. 31 Rímpano de la iglesia románica de Santo Domingo (siglo XIII), Soria, España. Imagen

tomada de: <http://www.lafronteradelduero.com/Paginas/glosario/mandorla/mandorla.html> [15 enero 2024],

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puente entre el mundo de lo divino y lo humano. Como puede observarse, el marco en que se encuentra el trono del Eterno forma una elipse. Es, por lo tanto, un ejemplo de mandorla.

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En este segundo ejemplo, aunque la mandorla como tal no se encuentra señalada gráficamente, se insinúa si tomamos en cuenta una línea que vaya desde la aureola que corona la cabeza de la imagen de Jesucristo, que pase por la mano que bendice y de ahí al estrado de sus pies de la imagen del Cristo Pantócrator. Es prácticamente imposible, si se ha seguido con atención la explicación que se ha venido haciendo sobre la construcción geométrica de una elipse, no percatarse del hecho que la figura divina representada en la imagen en cuestión, se encuentra uniendo los dos universos, marcadamente expresados en los dos círculos que le sirven de trono. Así, lo que conceptualmente implicaba un esfuerzo considerable de captación, gráficamente queda resuelto en el uso cotidiano de la mandorla. Con todo esto es posible entender ya, con más facilidad, el profundo significado metafísico de la Imagen de Santa María de Guadalupe. Por supuesto, esta afirmación no intenta juzgar nada de la validez de otras interpretaciones iconográficas del aura detrás de la imagen, por 32 Frontal de altar de La Seu d'Urgell o de los Apóstoles. Imagen tomada de:

<https://www.elinconformistadigital.com/wp-content/uploads/2022/08/romanico_pantocrator_01.jpg>

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ejemplo, la Virgen Madre que se sobrepone al sol eclipsándolo, por ejemplo. Recuérdese que los símbolos conservan su potencial polísémico. Esta característica ha sido estudiada a profundidad por Víctor Turner En efecto, el define al símbolo como “una cosa que por general consenso, se piensa que tipifica naturalmente, o representa, o recuerda algo, ya sea por la posesión de cualidades análogas, ya por medio de asociación de hecho o pensamiento”;33 por lo que se describe como “algo que conecta lo desconocido con lo conocido”.34 Por ello es posible distinguir en él varias características como son la unificación de significados dispares, la condensación, la polarización de sentido y la polisemia. Reconoce que existe un límite en la interpretación antropológica de los símbolos producido por la dificultad en el análisis ritual.35 En el marco de las celebraciones rituales, los símbolos adquieren sentidos diversos, correspondiendo a las determinadas fases del proceso ritual; pero en todos ellos aparece una relación coherente entre los diferentes símbolos utilizados. Sin embargo, el sentido de los mismos es apreciado en su totalidad por un observador neutral como podría ser el investigador antropólogo, pero los participantes del mismo ritual están inmersos en una serie de prejuicios que no le permiten observar con claridad la totalidad del significado.36 En la Imagen de la Virgen de Guadalupe (vid. página siguiente) es evidente también la presencia de la mandorla, la cual enmarca la presencia de María, puente que une lo humano con lo divino, pero que al mismo tiempo es marco del gran Puente: Jesucristo que se gesta en su vientre.

33 Víctor TURNER, La selva de los símbolos, México: Siglo XII Editores, 1999, p. 21. 34 Ibid., p. 53. 35 Toda esta teoría surge de un estudio que Turner realiza acerca del ritual entre el

pueblo nmdebu de Zambia. 36 Ibid., p. 30.

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DISCURSO PRONUNCIADO EN LA ENTREGA DE DIPLOMAS DEL WEBINARIO…

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DISCURSO PRONUNCIADO EN LA ENTREGA DE DIPLOMAS DEL WEBINARIO INTERNACIONAL “EL ACONTECIMIENTO GUADALUPANO EN LA EXPERIENCIA Y TRADICIÓN DE HISPANOAMÉRICA” (ATLANTA, GA, 10 NOV. 2023)* Flor Ángela Castro† ABSTRACT: La aquí publicada es la alocución que la alumna, diplomada Flor Ángel Castro, dirigió a los asistentes de la ceremonia de entrega de diplomas del Webinario Internacional, impartido por el COLEG, “El Acontecimiento Guadalupano en la experiencia y tradición de Hispanoamérica”, celebrada en la Misión Católica Nuestra Señora de las Américas en Lilburn, Georgia, el 10 de noviembre de 2023. PALABRAS CLAVE: Virgen de Guadalupe, Isabel la Católica, hispanidad, mestizaje, leyenda negra.

Buenas noches señoras y señores. Primero que todo quiero dar las gracias a nuestro señor Jesús, quien fue el que nos convocó a través de su Santísima Madre la Siempre Virgen María, Nuestra Madre de Guadalupe. * Discurso pronunciado en la entrega de diplomas del Webinario Internacional “El

Acontecimiento Guadalupano en la experiencia y tradición de Hispanoamérica”, organizado por el COLEG. (Atlanta, GA, 10 nov. 2023. † Director del Observatorio de Religiosidad Popular ORP-UIC y miembro del COLEG.

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Gracias a nuestro querido padre Guillermo Córdoba, al padre Carlos Bustamante, al licenciado Leonardo Jaramillo, a Sandra Rivera, a la Universidad Intercontinental, y a todos los que hicieron posible que hoy estemos aquí. Y de manera muy especial al Dr. Arturo Rocha. Hoy es un día muy importante para nosotros, no sólo porque hemos culminado satisfactoriamente una aventura del saber llamada: Acontecimiento Guadalupano, sino porque nos hemos encontrado con nuestra propia historia. Una historia tan rica, como desconocida; tan bella pero desdibujada, tan actual como legendaria y tan vuestra como nuestra. Si miramos hacia atrás no fue un semestre de aprendizaje, fueron siglos los que retrocedimos para realmente conocer nuestra historia. Al igual que vosotros, yo me confronté conmigo misma y me di cuenta de que fui víctima de las leyendas negras que han circulado por años en nuestro continente americano y que nos han impedido realmente vernos como hermanos y ciudadanos españoles, no sólo por derecho sino por ADN. En el transcurso de los módulos descubrí que nunca estuvimos solos, que desde siempre nuestro Señor Jesús estuvo con nosotros y que nos envió su amor a través de su Madre. Que lo primero que hizo nuestra tatarabuelabuela, la reina Isabel La Católica, según su testamento1 fue procurar que fuéramos ciudadanos no solo de España sino del Cielo. Nuestra madre, la santísima virgen María, no nos ha dejado solos: se 1 Testamento y codicilo de Isabel I de Castilla, llamada la Católica. Publicado en: A. De

la TORRE Y DEL CERRO y E. Alsina (viuda de De la Torre), Testamentaría de Isabel la Católica, Barcelona 1974. Consultado en línea: https://www.ub.edu/duoda/diferencia/html/es/primario16.html

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ha escondido en una tilma, se ha escondido en adornos de orfebrería, botones, brocados, cuadros, plumas, cofradías y en un sin número de objetos. Hoy, a través de este de este diplomado, nuestra Madre nos quiere abrir los ojos a la verdad. Quiere que conozcamos nuestra verdadera historia y quiere que abramos el corazón a la verdad que no es un concepto, es una persona: Nuestro Señor Jesús.

Existe una diferencia entre dar la gracias y estar agradecidos. Los gestos de educación nos invitan a dar gracias y ser amables. Estar agradecido es algo más profundo: es la admiración hacia alguien que nos ha ayudado, que nos ha aportado y nos ha abierto los ojos a algo desconocido de una manera desinteresada. En este sentido la palabra “gracias” deja de ser sustantivo para convertirse en un verbo, en acción, pues si verdaderamente tenemos un grato sentimiento hacia vosotros, debemos ser multiplicadores, compartir ésta, nuestra 85


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historia de hispanidad con nuestras familias y cono todo aquel que nos cuestione o mancille nuestras raíces. Somos ciudadanos españoles, hijos del mestizaje y nuestro idioma es el castellano. Si queremos que el Acontecimiento Guadalupano sea realmente un encuentro de dos mundos, lo debemos mostrar con nuestra vida. Es como un matrimonio: dos personas distintas que dejan de ser dos y se convierten en una. Una sola lengua, un solo amor, una sola cultura: la cultura hispana con diferencias culinarias y orográficas, pero hecha de polvo de estrellas, las estrellas que pinto Jesús en la tilma de Juan Diego. ¡Viva América, Viva Nuestra Madre la Virgen de Guadalupe! Altamente Agradecida.

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SEMBLANZAS DE LOS AUTORES DR. JORGE TRASLOSHEROS Es investigador titular del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue Coordinador del Posgrado de Historia de la UNAM. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Tulane, maestro en historia por El Colegio de Michoacán y licenciado en sociología por la Facultad de Ciencias políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se dedica a investigar la historia del México virreinal en sus vertientes judicial, jurídica, eclesiástica e institucional. Ha publicado diversos artículos en revistas mexicanas y extranjeras; es autor y coordinador de diversos libros, entre los cuales cabe mencionar: Historia judicial eclesiástica en la Nueva España, materia, método y razones, México: Porrúa, UNAM, 2014; Iglesia, justicia y sociedad en la Nueva España. La audiencia del arzobispado de México, 1528-1668, México: Porrúa, Universidad Iberoamericana, 2004; junto con la Dra. Ana de Zaballa, Los indios ante los foros de justicia religiosa en la Hispanoamérica virreinal, México: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 2010. ISBN 978-607-02-1218-5. Ha formado parte de diversos seminarios internacionales, entre otros: “Seminario internacional de investigación sobre indios y justicia en la Hispanoamérica colonial”, coordinado por la Dra Ana de Zaballa, asupiciado por la Universidad del País Vasco; y el “Seminario Internacional Sobre Concilios Mexicanos” coordinado por el Dr. Alberto Carrillo Cáceres en El Colegio de Michoacán. Ha sido coordinador del seminario de investigación sobre Historia judicial y de la justicia en la Hispanoamérica Virreinal, con sede en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. También ha participado como comentarista en diversos medios de comunicación en temas relacionados con el acontecer de la Iglesia Católica en México, los derechos humanos, la libertad religiosa y la naturaleza del Estado laico. Publicó la columna “Sal y Tierra” en el periódico La Razón y en el periódico El Observador durante varios años. Fue director fundador de la revista Vida Nueva en México y ha publicado dos libros como coordinador sobre tópicos actuales: El debate por la vida: reflexiones en 87


SEMBLANZAS

torno al aborto, la libertad, la justicia y la esperanza, México: Porrúa, 2008; y Libertad religiosa y Estado Laico: voces, fundamentos y realidades, México, Porrúa, 2013. El Dr. Traslosheros se entiende a sí mismo como un “católico de a pie, un laico del común y un ciudadano del montón”. DR. ARTURO A. ROCHA CORTÉS Filósofo, músico, conferencista y escritor mexicano que se ha especializado en ética, axiología y valores, escribiendo sobre todo en torno a la mexicanidad, la conciencia ética en México, las tradiciones mexicanas y el denominado Acontecimiento Guadalupano. Es Doctor en Filosofía “Mención Honorífica” por la Universidad Anáhuac, con estudios en Madrid, Valencia, Soria y Roma; cuenta con Maestría en Humanidades “Magna cum Laude” por el Ateneo Filosófico de México y con la Licenciatura en Filosofía por la Universidad La Salle. Actualmente es Director Académico del Colegio de Estudios Guadalupanos (COLEG) de la Universidad Intercontinental y catedrático de la Universidad Panamericana, ambas en la ciudad de México. Fue editor del Boletín Guadalupano de la Basílica de Guadalupe, Editor de la Revista Voces de la Escuela de Teología de la UIC del 2011 al 2109 y Director de investigación de la Fundación México Unido por más 20 años. Ha dictado conferencias en diversas ciudades en el Distrito Federal, Toluca, Puebla, Guadalajara, Pachuca, Irapuato, Chihuahua, Ciudad Victoria, Aguascalientes, Gómez Palacios, Cancún, Tijuana y Monterrey e internacionalmente en Madrid, Valladolid, Soria, Valencia, Roma, Atlanta, Nueva York, Denver, Washington DC y Jerusalén. Entre sus obras destacadas se cuentan: Nadie es ombligo en la tierra. Discapacidad en el México antiguo (Cultura náhuatl) (2000), Los valores que unen a México. Los valores propios de la mexicanidad, vols. I y II (2003 y 2010), Monumenta Guadalupensia Mexicana (2010), La llave de Guadalupe, esta última con dos ediciones (2014 y 2018) y Pedagogía Guadalupana. Valores para una Misión (2023). DR. RAMIRO ALFONSO GÓMEZ ARZAPALO DORANTES Licenciado en filosofía (UIC) y en Ciencias Religiosas (ULSA). Maestro y Doctor en Historia y Etnohistoria (ENAH). Profesor-investigador en Filosofía y Teología en la Universidad Intercontinental. Director de la Maestría en Filosofía y Crítica de la Cultura en la misma casa de 88


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estudios. También docente regular de la Universidad Católica Lumen Gentium, y académico esporádico en la Universidad Pontificia de México. Miembro del Sistema Nacional de Investiga-dores del CONACYT, de la Asociación Filosófica Mexicana, de la Academia Mexicana del Diálogo Ciencia-Fe, del Grupo Interdisciplinar de Estudios e Investigaciones sobre Religión Popular, del Colegio de Estudios Guadalupanos y del AIEMPR. Director académico de la revista Intersticios: Filosofía, arte, religión de la Universidad Intercontinental y Presidente del Observatorio Intercontinental sobre la Religiosidad Popular “Alonso Manuel Escalante”. Estudioso de los procesos culturales implícitos en los fenómenos religiosos populares en comunidades de ascendencia indígena en México. Autor de 10 libros y de numerosos artículos en volúmenes colectivos y revistas nacionales e internacionales, todos sobre religiosidad popular en comunidades campesinas de ascendencia indígena en México, procesos interculturales implícitos y dinámicas de identidad-diferencia que conllevan. MTRO. JORGE LUIS ORTIZ RIVERA Licenciado en Filosofía y Maestro en Filosofía y Crítica de la Cultura por la UIC y Maestro en Educación por la UNITEC. Diplomado “Experto en de la Salud" por SELARE de Bogotá, Colombia, “Tecnología Cerebral Educativa” por Urbiola & Ituarte, en “Práctica Docente” por UPAEP y en “Teología Dogmática” y “Mariología” por la Universidad Pontificia de México (UPM). Es miembro de la Academia Mexicana de la Lógica y de la Asociación Filosófica de México. Director del Programa Académico de Filosofía de la UIC. Maestro Invitado de la Universidad Pontificia de México. Profesor estable del Instituto Franciscano de Filosofía y Teología. Autor de Simbolismo Religioso Valentiniano. Articulista estable del Boletín Guadalupano. Sus intereses de investigación están centrados en temas medievales y de simbología religiosa.

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SOBRE LOS AUTORES

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