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UNA CASA DEMASIADO PEQUEÑA
“Debemos tener la mente clara sobre los seres humanos porque seguimos siendo la única esperanza del otro”.
James Baldwin
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Un gran hombre dijo: “Una casa dividida contra sí misma no puede permanecer en pie”.
¿Qué mantiene a nuestra casa unida?
¿Sólo los pernos y clavos del miedo y la esperanza?
Si es así, imaginamos una casa demasiado pequeña.
Nuestra verdadera es amplia y profunda, indivisa, enredada con el de dos patas, el de cuatro patas, el de aletas y el enraizado el fluido y el mineralizado. Nada se queda fijo.
Esta es una casa cuya libertad reside en su confinamiento límites emparejados con posibilidades: la ardilla encuentra un millón de árboles para trepar sabiendo todo el tiempo lo necesario como para esconderse del halcón.
Nuestro árbitro final, la tierra que gime, se mueve mientras sigue fija a un ecosistema planetario, un orden enredado de fuerzas que apenas entendemos, transportado a través de los cielos hacia un futuro que ninguno de nosotros envejecerá lo suficiente para conocer.
Un telescopio gigante en el espacio revela una luz antigua, una violencia explosiva, alberga una creatividad que no podemos comprender. Aquí está nuestro nacimiento, una casa más grande que cualquier nación una vez, y todavía, haciéndonos nuevos con una novedad en la que reside la esperanza de Baldwin: que podamos vernos unos a otros en el espejo de nosotros mismos, que nos veamos en el ojo de la araña, la cierva y el lobo, que podamos crecer en nuestra novedad, lo bastante nuevos como para amarnos unos a otros, con suficiente fe para llevar una remembranza a las generaciones futuras que podrían si somos valientes ahora tener la opción de aprender.
Traducción: Iván Soto Camba