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La integración del teléfono móvil en el campo de estudios de comunicación

La integración del teléfono móvil en el campo de estudios de comunicación

Justificado por la brevedad de este texto, me permitiré caracterizar el desarrollo de la reflexión en el campo comunicacional1 por dos aspectos, abordados ambos a modo de simplificaciones esquemáticas. El primero es una distinción entre dos modalidades o ámbitos: por un lado la comunicación interpersonal (o en contextos cara a cara), por el otro la comunicación mediada técnicamente. La primera es un espacio de competencia con otros campos disciplinarios, especialmente la psicología. La segunda, es considerada en la práctica –basta ver las currículas de las carreras de grado– como el ámbito más específico de la comunicación.

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La segunda caracterización simplificada consiste en indicar que el desarrollo histórico del campo de la comunicación parte de presuponer efectos más o menos lineales de los mensajes mediáticos (la famosa “teoría de la aguja hipodérmica”2) para complejizar paulatinamente esta relación, arribando a cierto consenso respecto a la capacidad creativa o productiva de las audiencias, de acuerdo a esos mismos textos mediáticos.

Me parece que el objeto “teléfono celular” abre interrogantes sobre ambos aspectos. Para empezar, durante cierto tiempo una taxonomía como la que propuso Thompson (1999) resultaba un buen ordenador: las interacciones podían diferenciarse entre las “cara a cara”, “mediáticas” y la “casi interacción mediática”. La primera suponía la no utilización de una tecnología de mediación, las otras dos

1 A partir de la propuesta de un modelo de abordaje de los procesos de apropiación de tecnologías que distingue como momentos analíticos los desarrollos técnicos, las regulaciones, las estrategias empresarias y los usos, en la investigación en cuestión nos concentramos en la apropiación de la telefonía móvil en Argentina (Sandoval, 2013, 2016, 2017, 2019). 2 Utilizo aquí la categoría de “campo” asumiendo todos sus presupuestos epistemológicos y sociológicos. Para una explicación más acabada de la forma en que la comunicación se ha constituido como un campo disciplinario remito a otro texto de mi autoría (Sandoval, 2015).

sí, una manteniendo la reciprocidad entre los interactuantes, la otra basada en la asimetría entre un polo y el otro. Si bien no existía una relación directa, esta distinción se cruzaba con otra, también muy importante, la que distinguía entre la esfera de lo público y la de lo privado.

Pues bien, el teléfono móvil rompe con estas distinciones, o las problematiza, de varios modos. El primero es que –como su nombre sugiere– se trata, en principio, de un teléfono. Y la telefonía casi nunca fue parte del repertorio de objetos de análisis del campo de la comunicación3 porque implícitamente se la veía como una extensión de la comunicación cara a cara, y una extensión no demasiado interesante teóricamente. Considerar de este modo a la telefonía móvil hizo que los primeros acercamientos a su estudio (más allá por supuesto de los propios de la economía política de las comunicaciones) se centraran en la manera en que el uso del teléfono móvil entraba en conflicto o era integrado en las interacciones interpersonales y por eso Erving Goffman fue una referencia central de estos primeros acercamientos. Höflich y Schelote (2009), por ejemplo, utilizan las categorías de Relaciones en público (Goffman, 1979) para interpretar el uso del teléfono móvil en espacios públicos (plazas europeas en su caso), y un enfoque muy similar adopta Ling (2008) para estudiar los nuevos rituales interaccionales que posibilita el teléfono móvil, mientras que Oksman (2010) apela al modelo dramatúrgico (Goffman, 1981) para interpretar el uso de los SMS como forma de controlar la propia imagen en adolescentes escandinavos. En estos trabajos pioneros el foco estuvo puesto en la necesaria readecuación de las reglas de etiqueta que se derivaba de la coexistencia de comunicaciones interpersonales mediadas y no mediadas técnicamente, los conflictos respecto a las reivindicaciones territoriales y las infracciones

3 O la teoría que nadie formuló, como dice Moragas Spà (2013).

relativas4 y las disrupciones provocadas por los “participantes fantasma” (Caron y Caronia, 2007).

Pues bien, uno de los resultados más obvios de estas primeras investigaciones es que la distinción entre espacios públicos y privados se estaba volviendo crecientemente problemática. Williams (2011) ya había sugerido con mucha anterioridad que la deriva de las tecnologías públicas predominantes, desde el ferrocarril y la iluminación urbana hacia el automóvil y la radiodifusión, fomentaba un estilo de vida que al mismo tiempo era móvil y centrado en el hogar, a lo que denominó privatización móvil. La idea pareció útil para describir, a partir del walkman pionero, la profusión de tecnologías de comunicación portables, que posibilitaban la creación de una especie de espacio privado al interior de los espacios públicos. Si el walkman permitía una forma de domesticación del espacio público a partir de la creación de burbujas acústicas personalizadas (Morley, 2009), el teléfono móvil agrega la posibilidad –ampliamente utilizada– de exponer la vida privada en público, dotados sus usuarios, por mor del uso de los dispositivos, de una sensación subjetiva de invisibilidad.

La otra cara de la creación de estas pequeñas burbujas privadas, y el ensimismamiento en ellas, es el empobrecimiento de la esfera pública, su desintegración y reducción a mero espacio geográfico o, como había anunciado Richard Sennet (1978), el mismo declive del hombre público. La discusión no se restringe, en absoluto, al uso de unos nuevos dispositivos de comunicación, sino que se enmarca en la transformación del espacio público desde un lugar de encuentro a uno amenazante, y a la privatización (efectiva o conceptual) como respuesta a esta amenaza, de lo cual la creación de urbanizaciones privadas “amuralladas” es tal vez la muestra más evidente. Es por

4 Luego de pasar revista a los argumentos que distintos autores dan sobre el déficit de estudios en relación al teléfono fijo, Ruelas concluye que “el olvido del teléfono fijo se ubica en una discusión sobre la división tradicional de los campos de la comunicación, concretamente entre la comunicación masiva y comunicación interpersonal, cuyo punto de confluencia a final de cuentas es que ambas lo relegaron como objeto de estudio” (Ruelas, 2010: 145).

esto que Winocur (2009) ha sugerido que una mejor forma de entender estas prácticas es como una extensión del anclaje doméstico y familiar, como una suerte de brazos electrónicos que permiten abrazar a los integrantes de la familia en todo momento, y así contrarrestar la creciente incertidumbre y riesgos que son propios de la modernidad tardía (Beck, 2010; Giddens, 1994).

Las tecnologías de comunicación móvil, entonces, vienen a desbarajustar las distinciones clásicas del campo (entre comunicación interpersonal o mediática, entre privado y público), con lo que la primera respuesta ha sido adoptar enfoques de tipo interaccionistas o fenomenológicos que demuestran productividad analítica, pero al costo de alejarnos de la tradición heredada.

Al respecto, un ejemplo ilustrativo –y que nos lleva a la segunda caracterización de trazo grueso del campo que hicimos más arriba– es la deriva del muy conocido modelo de codificación/decodificación de Stuart Hall (1980). Elaborado en su momento explícitamente para el estudio de los procesos de recepción televisiva, el modelo presenta dos características que vale la pena recordar. La primera es su propuesta de proceso comunicacional como serie de momentos vinculados por operaciones de articulación. La segunda, derivada en cierto modo de la primera, es su interés en explicar la relación entre las propuestas textuales de los mensajes mediáticos y las interpretaciones (o lecturas) realizadas por audiencias concretas (y también la relación entre éstas y las posiciones estructurales de esas audiencias). Más allá de la conocida investigación realizada por David Morley (1996) aplicando el modelo y de las críticas teóricas y metodológicas de que fue objeto, el modelo de codificación/decodificación está en la base de otras dos propuestas teórico-metodológicas que se elaboraron en los años noventa para el estudio, ya no de los mensajes televisivos, sino de las tecnologías de comunicación. El primero es el del “circuito de la cultura” de du Gay y el mismo Hall, en el que proponen que estudiar un artefacto cultural (en su caso el walkman) implica evitar todo determinismo y en cambio “explorar cómo es representado, qué identidades sociales se asocian con él, cómo es producido

y consumido, y qué mecanismos regulan su distribución y uso” (du Gay et al., 1997: 3)

El otro modelo analítico en el cual la influencia del modelo de codificación/decodificación es explícita es el mucho más exitoso modelo de domesticación de tecnologías, propuesto por Roger Silverstone (1996, 2005; Silverstone, Hirsch, y Morley, 1996). Aquí las etapas articuladas van desde el momento de la producción y comercialización hasta el investimento de sentido con que la familia dota a un objeto tecnológico particular. Silverstone señala que las tecnologías de comunicación tienen un carácter especial: si por un lado son objetos –y objetos tecnológicos– como otros, por el otro son vehículos de mensajes. Dado que el consumo de un objeto debe ser entendido por su carácter representativo (y a la vez, constitutivo) de valores sociales, en el caso de las tecnologías de comunicación estas son significativas en dos niveles: como objetos mismos y como medios, característica que Silverstone denomina doble articulación.

Con lo cual resulta claro que un análisis integral de un proceso de apropiación o uso de una tecnología de comunicación debe atender aún a la preocupación original de Hall por los textos y sus interpretaciones. Con todo, este es justamente el punto flaco de las investigaciones realizadas bajo el paraguas de la domesticación de tecnologías, y más extensivamente de la apropiación de tecnologías. En concreto, en el pasaje de los medios tradicionales a los dispositivos digitales pareciera que la investigación ha perdido el referente textual. En un comentario pertinente, hecho sobre su amigo y colega Morley, dice Silverstone que “en cierto sentido, la trayectoria de Morley es la historia del texto que desaparece” (Silverstone, 1996: 249). Pero la aplicación del comentario es más general: mientras aún se realizan profusamente análisis textuales de los contenidos de los medios tradicionales, los consumos digitales –y especialmente los móviles– son mucho más difíciles de cartografiar, dadas sus características de consumos dispersos y solipsistas.

En concreto, de lo que se trata aquí es de imaginar dispositivos metodológicos que posibiliten nuevamente poner en relación los

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