Un hombre y su patria. Manuel Belgrano.

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Bonaparte. Eufórico, Manuel Belgrano arengó a su tropa y los vecinos de Rosario con un discurso de inflamado patriotismo: Soldados de la patria: hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional […]; en la batería de la Independencia nuestras armas aumentarán las suyas. Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la independencia y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria! Ese mismo día, comunicó al gobierno que siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de V.E. No lo fue. El 3 de marzo el Triunvirato envió una enérgica respuesta en la que le ordenaba “hacer pasar por un rasgo de entusiasmo la bandera celeste y blanca enarbolada”, y que debía ocultarla para volver a la enseña real, roja y gualda, “que es la que se utiliza en esta fortaleza”. Ya era tarde. Nuevos colores identificaban la causa de la Patria.

Bandera con el sol flamígero en su centro, izada diariamente por los vecinos de la orilla de Corrientes. Detrás: Puente Gral. Manuel Belgrano sobre el río Paraná.

Blanca y celeste 91


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