Houssay Leloir Milstein - Científicos Nobel Argentinos - Edición Laboratorios Bagó

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tenían un acentuado progreso. En la Universidad de Buenos Aires, mientras fue rector Risieri Frondizi, se crearon numerosos cargos de profesores con dedicación exclusiva y los recursos fueron mayores que en otras épocas. Lo cierto es que fue un buen momento para la investigación en la Argentina. Desde entonces las cosas ya no anduvieron tan bien; el Consejo estuvo muchos años intervenido y la universidad también. Gracias, en gran parte, a la obra del CONICET y al empuje de muchos jóvenes, la investigación bioquímica ha tenido considerable progreso en el país; sin embargo es pequeño si se lo compara con el ocurrido en los países más avanzados.

Primer Directorio del CONICET con el Presidente Aramburu. A la izquierda del Presidente Aramburu, Houssay. Leloir es el segundo de la derecha

¿Cuál fue el destino de sus primeros colaboradores? - Al regreso de Nueva York, donde en el Instituto Rockefeller había estudiado la separación de péptidos por distribución en contracorriente, Paladini organizó un laboratorio para polipéptidos y proteínas en el Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina, en colaboración con Eduardo Braun Menéndez y luego contribuyó de manera decisiva al desarrollo científico de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Ranwel Caputto, quien había emigrado y creado en la provinciana ciudad de Oklahoma una escuela de investigación, se radicó en Córdoba donde fue designado profesor titular de bioquímica en la Facultad de Ciencias y, posteriormente, llamó a su lado a Raúl Trucco. ¿Cómo fue posible ese crecimiento en un ámbito tan reducido como era el del instituto? - La sede inicial del Instituto, en la calle Julián Álvarez, se había tornado inadecuada tanto por el escaso espacio disponible como por serias deficiencias edilicias. Por ejemplo, como dije, un sinnúmero de goteras me obligaron a construir un sistema de canales interiores para impedir que el agua deteriorase el material de la biblioteca. En 1957 el Ministerio de Salud Pública de entonces, enterado de la situación, nos ofreció una casa grande, en la calle Obligado en Belgrano, que había sido un colegio de monjas. La mudanza desde el edificio de Julián Álvarez no se hizo sin tristeza. Quizá se pueda calificar a los años transcurridos en él (19471958), tomando prestadas las palabras de Winston Churchill, como la hora más gloriosa del Instituto. La mudanza no significó la separación de los institutos vecinos ya que el Instituto que dirigía Houssay también se trasladó al mismo edificio. El nuestro ocupó el primero y segundo pisos, mientras que el Instituto de Medicina y Biología Experimental se ubicó en la planta baja y el subsuelo. Todos, hasta mi familia, colaboramos en la mudanza. Recuerdo que mi esposa siguió ayudando con el ordenamiento y la pintura durante varios meses. En esos días Amelia cargó y acomodó objetos diversos, pintó muebles

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