El tanguero de Chile - Edición N° 10

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de TANGO “Bailemos Tango mi vida” La decisión ya estaba tomada: iba a aprender a bailar tango, es más, tenía que aprender a bailar tango . Y esta vez sí iba a poner todo el empeño, después de tantos años de infructuosos intentos. Y como primero, lo que tenía que hacer era tomar clases como Dios manda ( es decir con profesor y todo). Así que llena de buena voluntad, encaramada en mis zapatos de tacón, embutida en una falda acorde a las circunstancias y con la mejor de mis sonrisas en el rostro, me planté en aquella sala de baile que tanto me habían recomendado mis amigas.

PRIMERA CLASE “Lo primero que vamos aprender del tango, es el ABRAZO,” nos dijo Julio Horacio, nuestro profesor. Yo pensé que esto no tendría mucha ciencia, porque abrazarse es algo que todos hacemos habitualmente, de una manera espontánea, que se yo...natural, sin aprendizaje previo. Pero no. Al parecer detrás del abrazo en el tango, se esconde algo bastante complicado.

Pero claro, como es imposible tanta dicha, como tanta perfección nos está prohibida….como siempre….faltaba algo. Miré, remiré y por más que busque, me encontré de nuevo con la eterna verdad delante de mis narices: sólo había cuatro hombres para veinticinco mujeres. Ante esta situación , decididamente me lancé a la pista dispuesta a arrebatarle a cualquiera de las otras veinticuatro mujeres alguno de los cuatro codiciados varones.. Sin embargo a pesar de mi buena voluntad y de la mejor de mis sonrisas, en una hora sólo pude capturar a un compañero, y por cinco minutos. Fue entonces cuando la luz se hizo en mi cabeza y lo vi todo con mucha claridad,

El profe siguió explicando: “ En el tango los cuerpos tienen que armar un circuito de tensiones encontradas, el abrazo debe estar firme, pero sin empujar. Las piernas en contacto, pero sin asfixiarse ni impedirse el movimiento. Tengan ustedes en cuenta, que en este baile el equilibrio no está en cada uno, sino en el centro de los dos, y si no se entienden pueden desestabilizarse. Tienen que aprender a comunicarse para poder disfrutarlo juntos.”

¡por algo se tiene marido!. Luego de poner en juego mis mejores y más elabor a d a s m a n i o b r a s d e “manipuloseducción,” conseguí arrastrarlo a la clase. Lo mejor y más increíble de todo… es que le gustó.

Entonces Alberto, mi marido, me tomó en sus brazos, juntas las piernas, con una mano sujetándome de la cintura y con la otra, arriba y firme, para que sirviera de apoyo. Hasta aquí todo bien...en teoría, sino fuera porque su mano en la cintura...me tenía suspendida en el aire, sus piernas juntas...no me dejaban mover, y su otra mano firme..pero era tan firme que me estrechaba dolorosamente los dedos. Se acercó el profesor diciéndome: “Tu

mano debe ofrecer resistencia, de lo


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