04diciembre2013

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EL SUR

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JORGE PECH CASANOVA Diez mil años antes de nuestra época, un conjunto de cuevas en el valle de Tlacolula era el refugio de los primeros pobladores de lo que hoy nombramos Oaxaca. Ese sistema troglodita --llamado hoy en día Güilá Naquitz-- alojó a un grupo de cazadores y recolectores que a lo largo de cinco mil años fueron transformando su modo de vida y modificando al mismo tiempo su entorno hasta convertirse en los primeros agricultores de América. Dos mil años después de instalarse en las cuevas de Güilá Naquitz, los habitantes del valle comenzaron a consumir una planta que crecía entre los desechos que la tribu generaba. Esa planta fue una especie de calabaza, el primer cultivo que el ser humano logró preservar

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martes04 3 de de 2013 Miércoles dediciembre diciembre del 2013

] La instalación en homenaje al maíz, del artista plástico Guillermo Rito, se inaugura el próximo jueves en el Museo de la Secretaría de Hacienda en esta región del orbe. Dos mil o tres mil años después, es decir, hace seis mil o cinco mil años, los pobladores de la zona comenzaron a reproducir una planta que hoy llamamos teosinte, una hierba que al madurar producía granos comestibles. Casi al mismo tiempo, estas sociedades que habitaban en cavernas lograron cosechar las primeras vainas de frijol que se conocieron en América. De maíz es la carne de nuestro linaje, declararon milenios más tarde los descendientes de aquellas primeras agrupaciones de agricultores. Sin que lo sospecharan, su cultura basada en el maíz alcanzaba su esplendor culminante por entonces, y no duraría demasiado. Otros hombres, cuya carne se había formado con trigo, vendrían por el mar a interrumpir la magnificencia de aquella civilización, y a esclavizarla, a humillar el poderío de los hombres de maíz. En ese grano pródigo y esencial-

mente frágil cifraron su esencia los habitantes originales de América. De los elotes dorados, rojos, azules y blancos extrajeron toda clase de alimentos, desde la mazorca asada en las brasas hasta el complejo pozole, pasando por diferentes variedades de tortillas, tamales y atoles. En la tesonera experimentación de Guillermo Rito, el maíz humilde, hecho tortilla, reclama el sitio que le corresponde no sólo como ícono cultural, sino como fundamento de una cosmovisión continental. Para el artista, el simbolismo del maíz permanece inalterado, pese a las manipulaciones de los laboratorios. Con su peculiar arte de sellos en tortillas, Rito busca recordarnos que somos y seremos gente de maíz, por más que las compañías ávidas pretendan patentar y secuestrar el alimento desarrollado durante milenios en las cercanías de Güilá Naquitz. El método de Guillermo Rito aprovecha una técnica desarrollada por los antiguos mesoamericanos: el arte del sello, que entonces era de piedra y se marcaba sobre papel o piel curtida. Rito imprime sus sellos de material menos rígido so-

bre tortillas, para después aplicarles cuidadosamente un tratamiento de conservación ideado por el propio artista. En esta labor lo acompañan las hábiles torteadoras de Santo Tomás Mazaltepec, encabezadas por la señora Zoila Matías Cruz. Ellas preparan el nixtamal, encienden el fuego del comal y tortean la masa, sobre la que Rito imprime sus característicos sellos, para encapsular las obras en diferentes tipos de contenedores. Últimamente, Rito aplica también colorantes naturales a la tortilla y obtiene vistosos y vivos colores. Así, las efigies de dioses zapotecas, mayas y nahuas, además de las de otros íconos culturales, resaltan aún más vistosas en la redonda placa de maíz nixtamalizado. De paso, con sus colaboradoras mazaltepenses, Guillermo Rito reconoce a la sabiduría femenina que muy probablemente fue la creadora del maíz. Como en otras sociedades primigenias, entre las hordas

que poblaron el valle de Tlacolula la mujer desempeñaba el papel crucial para hacer evolucionar la sociedad. Celebración y defensa: claves definitorias de este arte peculiar, con el que Guillermo Rito nos recuerda que somos mujeres y hombres de maíz. Su imaginería también reconoce la planta como una de las más influyentes y extraordinarias aportaciones de la cultura prehispánica al mundo. Por nuestra parte, no debemos perder de vista que una lamentable tendencia empresarial a convertir la vida en mercancía, está afectando a este cultivo fundamental. Al decirnos: “Soy de maíz, no lo olvido”, Guillermo Rito despierta en cada uno la memoria de milenios que está entrañada en el núcleo de cada grano desprendido de la mazorca.

Soy del maíz ] Al decirnos: “Soy de maíz, no lo olvido”, Guillermo Rito despierta en cada uno la memoria de milenios que está entrañada en el núcleo de cada grano desprendido de la mazorca.


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