La Tzantaza - Trofeo de guerreros

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No. 16 • febrero del 2002

La fiesta del Santo Negro

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Al norte de Esmeraldas, en el vaivén de una quilla llena de color, Julián Larrea nos narra sobre una de las celebraciones del pueblo afroecuatoriano.

La tzantza trofeo de guerreros

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Para entender la cosmovisión del pueblo de las cascadas sagradas, Juan Carlos Jintiach nos revela una de las más controvertidas costumbres de la etnia shuar.

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Conservación en manos 18 privadas Marisol Ayala nos cuenta cómo diversos ecosistemas se encuentran protegidos gracias a diferentes iniciativas particulares.

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Refugio de Vida Silves- 24 tre Pasochoa Acompañados por Fabián Zurita, descubramos “El Pasochoa y la geografía viva”. Antonio Argumendo nos traslada a “Un refugio de vida”en el callejón interandino.

La otra playa

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Aventurémonos con Nicolás Cuvi a descubrir los tesoros que alber gan las ver des playas del sur de Esmeraldas. Portada

Notas

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Nuestra fauna

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Allimicuna

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Notas bibliográficas

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¿Qué lugar es éste?

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Humor verde

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En épocas pasadas, las “tzantzas” dieron fama al pueblo shuar de ser los cazadores de cabezas. Muchos de estos trofeos de guerra fueron expropiados y enviados hacia diferentes partes del mundo.

Foto: Judy Bustamante


l a t zan tza trofeo de guerreros Por Juan Carlos Jintiach* JUAKMARU

Voy a compartir con ustedes, en este relato escrito, parte de mi cultura. Me gustaría más llevarlos a mi casa en la selva de Miasal, reunirlos en torno al fuego y, mientras tomamos chicha de yuca o nijiamanch, como la conocemos nosotros, contarles lo que sé sobre las costumbres de mi pueblo. En la selva amazónica ecuatoriana y peruana existe una nación indígena conocida por sus características guerreras y su gran apego a la autonomía y a la libertad. Quien haya oído hablar de los shuar sabe que somos el pueblo de las cascadas sagradas, de valientes guerreros y reductores de cabezas. Mucho se comenta de nuestras costumbres, mitos, leyendas e idioma, así como de la federación y de los impactos culturales y ambientales que estamos viviendo a causa del proceso de desarrollo en un mundo globalizado.

En el Ecuador, el territorio shuar se despliega al suroriente, en los bosques de las provincias de Morona Santiago y Zamora Chinchipe. Alberga la zona del valle del Upano y la de Transcutucú, separadas por la cordillera del Cutucú. Esta cadena montañosa parece un baúl que celosamente guarda la mayoría de mitos shuar y una gran diversidad de animales y plantas. La influencia externa no logra atravesarla con tanta fuerza. Ni las carreteras, la luz o la televisión han llegado al Transcutucú. Para entender la cosmovisión shuar hay que conocer uno de los mitos más guardados por nuestra cultura: el mundo en el que estamos no es real, es solo un paso previo hacia el verdadero, y el natem (ayahuashca) o el maikiua (floripondio), ambas plantas alucinógenas, son la puerta para llegar a él.

* Departamento de Recursos Naturales de la Federación Interprovincial Shuar (FICSH).


16 Al mundo real también se lo distingue como el mundo oculto o de lo sobrenatural, y solo el Uwishin o shamán lo conoce bien, pues lo ha visitado muchas veces. Él es un sabio que puede interpretar lo que ve en el más allá; así logra descubrir los orígenes de las enfermedades y curarlas. Es un hombre de gran fuerza en la comunidad, que la ha alcanzado con la acumulación de los arutams, los espíritus o almas poderosas de los shuar. La forma de alcanzar el arutam se transmite de generación en generación. Todo niño shuar sigue las indicaciones de un hombre mayor y sabio, el Uunt shuar. Se van juntos por la selva, por uno, dos o tres días. El hombre mayor le va contando su experiencia acer-

ca de la vida, y cómo él la lleva. Le muestra las enseñanzas que tiene la selva; le habla mucho de cada planta y animal, y le transmite que tienen alma y vida. Juntos cazan y pescan, así el niño va aprendiendo las reglas, las enseñanzas de vida de un maestro. Al cumplir 11 años, en ayuno, el niño se adentra en la selva en compañía de un Uwishin, hasta encontrar la tuna o cascada sagrada. Cuando llegan allá, juntos construyen la casa del Uwishin y después se preparan para tomar el natem. El sabio hace una reseña de todo lo sucedido en el transcurso del camino por la selva, de todo lo que aprendieron, y también le habla al niño acerca de lo que vivirá en los sueños. Él verá cosas del pasado, del presente y

Judy Bustamante / Archivo Criollo

Página anterior: La etnia shuar también es conocida como “El Pueblo de las Cascadas Sagradas”. En estos mágicos lugares, los jóvenes shuar, con ayuda de alucinógenos, realizan su ritual de iniciación. Abajo: Las tzantzas eran elaboradas cuidadosamente; para que el rostro no pier da su for ma se lo llenaba con piedras calientes y su boca era cerrada con palitos de chonta y fibra de palma, para evitar que el espíritu vengativo salga.

Cuan­do­el­sol­se­es­con­de,­los­miem­bros­de­la­fa­mi­lia­nos­reu­ni­mos­en la­ca­sa­shuar­y,­al­re­de­dor­de­una­fo­ga­ta,­sa­ca­mos­con­clu­sio­nes­so­bre có­mo­nos­ha­ido­du­ran­te­el­día.­El­más­vie­jo­y­sa­bio­de­la­ca­sa­na­rra cuen­tos,­anéc­do­tas­y­las­his­to­rias­de­tzantzas. del futuro. Al tomar el natem, el joven confía sus sueños al Uwishin y éste le ayuda a intepretarlos y a encontrar el arutam. Cuando yo tomé la ayahuashca, me levanté en mi sueño y comencé a caminar por el mismo lugar por donde vinimos. Los árboles grandes se empezaron a transformar en personas shuar, eran como nosotros. Entonces entendí que el natem, la planta sagrada, es un ser viviente, es como una persona, como un Uwishin, y nosotros tomamos su savia, su espíritu, para curarnos y ser más fuertes. En el sueño aparecen también el jaguar o la anaconda, animales poderosos del bosque a los que hay que enfrentar para alcanzar el arutam. Estos espíritus tienen tanta importancia entre los shuar que los personajes más poderosos entre mi pueblo son los que han acumulado muchos arutams: el gran sabio, Uwishin, y el prestigioso guerrero, Kakaram. El renombre del Kakaram se debe a que es el causante de numerosas matanzas en las guerras. En la vida de los shuar las guerras han sido muy importantes; antiguamente las batallas eran constantes y se originaban en las disputas por territorios, venganzas familiares o mujeres. Las enfermedades eran parte y causa de los diferentes conflictos y rencillas. Cuando un miembro de la familia caía enfermo, inmediatamente se atribuía el origen al Uwishin “brujo” de la familia enemiga, quien, con el propósito de hacer daño, debió haber enviado los tsentsak o dardos mágicos causantes de la enfermedad. Solo los Uwishins pueden enviar los tsentsak y para hacerlo deben ayunar, tomar natem, entrar al mundo oculto y comunicarse con el Iwianch o demonio, que es el portador de los dardos. Los parientes del enfermo, asustados, lo llevan a donde otro Uwishin para que lo sane. Para hacerlo tiene que identificar al que envió los dardos mágicos; otra vez toma el natem, se adentra en el mundo de los espíritus y encuentra la información que estaba buscando. Si el

poderoso Uwishin cura al enfermo, su prestigio crece y en agradecimiento recibe una mujer de la familia, sellándose así una nueva alianza estratégica. Pero si el Uwishin no identifica al culpable y no logra curar al enfermo, pone en duda sus intenciones y corre el riesgo de ser asesinado. Así es como comienzan las guerras y venganzas entre familias. Cuando el Kakaram de la familia perjudicada entra en acción y trata de vengar la enfermedad o muerte de su pariente, ya sea con la persona que envió los dardos mágicos, o con el Uwishin que no lo pudo curar, prepara su venganza con mucho cuidado y esmero. Busca con anticipación el lugar propicio, por lo general se trata de un sitio cerca de un río o riachuelo. Una vez más entra en el mundo oculto y se comunica con los espíritus, quienes lo guían y ayudan a realizar una obra de arte: la “tzanza”. El Kakaram aprovecha el tsawant (madrugada) para introducirse en el territorio de su víctima, espera que éste salga de su casa y es ahí cuando lo sorprende y cumple su venganza. Le corta la cabeza y se la lleva. No se lleva todo el cuerpo, pues si lo hiciese no podría introducirse rápido selva adentro y escapar de las manos de los familiares de la víctima. Llega al sitio ya preparado con anterioridad, donde se encuentran los elementos necesarios para la elaboración de su trofeo de guerra. Para darle forma introduce piedras calientes en el rostro, y con la ayuda de tres o cuatro palitos de chonta y con kumai (fibra de palma de chambira) cierra la boca de la víctima con el propósito de evitar que el mesak, espíritu vengativo de los shuar, salga. Es así como el Kakaram se asegura de tener bajo su poder el espíritu más peligroso de la víctima. Una vez terminada, el Kakaram se dirige a su comunidad, donde realiza la “Fiesta de la tzantza” con el objeto de mostrar a los demás su valentía, su venganza y su trofeo. Lo espera el maestro de la celebración, el Wea de la co-


18 munidad, quien a su llegada la examina: si la tzantza tiene un olor a pescado fresco se inicia la celebración, si no lo tiene significa que no fue bien elaborada o no fue de alguien poderoso como un Uwishin o Kakaram. Por esta razón, los Kakarams a más de distinguirse por ser valientes guerreros deben poseer el conocimiento para realizar una tzantza, de esto depende su prestigio y poder en la comunidad. El valor que tiene la tzantza para los shuar es muy grande, no hay palabras que puedan describirlo. Cuando tuve una en mis manos pude sentir que adentro estaba el espíritu de ese ser, era como una persona viva. Cuando lo cargué me sentí bien, no tenía miedo. Según mis antepasados, eso significa que esa tzantza no me ve como a un enemigo, y puedo estar tranquilo. Cuando otro compañero shuar cogió la misma tzantza, esa noche soñó que esa persona estaba resentida con él. Él era un familiar del culpable de su muerte, por eso aún la tzantza transmitía la energía de la venganza. Esta tradición ya no se lleva a cabo de la misma manera. Con la llegada de militares, misioneros y colonos, la hemos cuestionado: se nos ha tachado de salvajes e “inhumanos” y con el proceso de aculturación acelerado que los pueblos amazónicos estamos viviendo, hemos tenido que cambiarla en muchos aspectos. Mi abuelo tuvo una participación directa en este cambio de mi pueblo. Él trabajó mucho con los misioneros salesianos que llegaron al territorio shuar y quería que las guerras entre familias terminen. Cuenta que hace casi medio siglo había mucha rivalidad entre los shuar de Yaupi y los de la comunidad del río Santiago, en el Perú. Un día, un shuar de Santiago que sufría lepra de monte llegó a Yaupi a buscar a mi abuelo para que le ayude a encontrar medicinas que lo curasen. Mi abuelo podía conseguirlas, porque estaba en contacto con los misioneros y colonos de Limón Indanza, Méndez y Sucúa. Mi abuela y el resto del pueblo no querían que el visitante se quede, él era un viejo Kakaram culpable de la muerte de muchos familiares de la gente de Yaupi y le tenían mucho odio. Mi abuelo, que quería terminar con las riñas y las venganzas, lo atendió y le permitió que duerma en una casa alejada. A las 5 de la mañana escuchó un disparo, y preocupado por el enfermo, quiso salir a verlo. Mi abuela se lo impidió; ella le sugirió que vaya cuando salga el sol, y así lo hizo. Cuando llegó lo encontró tirado en el

suelo, su cabeza había sido cortada y se la habían llevado para hacer una tzantza. Al poco tiempo de la muerte, los hijos del difunto llegaron desde el sur. Ellos le reclamaban a mi abuelo, querían la cabeza. Con la intención de evitar más matanzas, él fue a hablar con los que la tenían. Para ese momento la tzantza ya estaba hecha, pero logró convencerlos de que se la entreguen. Regresó con la tzantza y la puso en manos de los familiares del difunto. Logrando que no haya más muertes. No solamente se hicieron tzantzas de guerreros shuar, también existen algunas muy antiguas de los conquistadores españoles, de militares, colonos y misioneros que murieron en un período de confusión que hubo en la selva; que corresponde en gran parte a la época de la guerra de 1941 con el Perú. Aunque ahora hemos dejado esta práctica, no hemos querido olvidar nuestras costumbres y actualmente, aunque con poca frecuencia, aún se realizan tzantzas de osos perezosos. La razón de ello es que existe un mito shuar en el que un gran guerrero se convirtió en oso perezoso, por lo tanto realizar una tzantza de este animal y poseer su alma y poder, además de ser un lujo, mantiene viva una de nuestras tantas tradiciones que poco a poco se van extinguiendo. Muchas tzantzas en el pasado fueron expropiadas del pueblo shuar hacia diferentes lugares en el extranjero, pero en la actualidad se están realizando esfuerzos para repatriarlas hacia la sede de nuestra organización en el Ecuador. Se espera que sean instaladas en el futuro no muy lejano en un museo cultural del pueblo shuar, que será construido cerca de la sede de la Federación Interprovincial de Centros Shuar, localizada en la ciudad de Sucúa, provincia de Morona Santiago. Por último quisiera mencionar que los sistemas, ambientes y culturas cambian con el tiempo. Pero una cultura que evoluciona por sí misma y encuentra soluciones creativas para problemas nuevos, se hace más fuerte e inteligente que nunca, principalmente cuando esas soluciones son el resultado de experiencias propias y autóctonas, aunque en otros casos sean ajenas a su cultura. Por eso debo recalcar que mi pueblo antiguamente se caracterizaba por hacer tzantzas, pero ahora estoy consciente de que se deben reducir las “cabezas” de la ignorancia y el analfabetismo, con la introducción de una educación de calidad que se ajuste a los parámetros reales de la cultura shuar


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